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Los heterogéneos ingresos reales de los hogares

En la primera mitad del año, el 70% de hogares de menores ingresos sufrió una caída del poder adquisitivo de sus ingresos, mientras que se verificó una mejora en los sectores más acomodados.

Además, hasta agosto la inflación se volvió más regresiva que de costumbre: los precios de la canasta de los hogares más pobres treparon por encima del promedio.

Para el resto del año, esperamos que se profundicen las disparidades, alimentando la idea de dos velocidades, en la que una de la parte de la sociedad logra sostener su nivel de consumo y nivel de vida, mientras que la otra tiene cada vez más dificultades para llegar a fin de mes.

Los ingresos de los hogares en la primera mitad del año

En base a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), recientemente el INDEC publicó los datos de distribución del ingreso para el segundo trimestre del año. Sobre esta base, podemos tener una visión acerca de lo que ocurrió con el poder adquisitivo de los hogares a lo largo de la primera mitad de año.

Si miramos la evolución nominal de los ingresos de los hogares, encontramos que los deciles 9 y 10 -que concentran a la parte de la sociedad más acomodada- fueron los que mostraron un mayor crecimiento. Asimismo, debido a la efectividad de la política social focalizada también hubo un impacto similar en el 10% de los hogares más pobres, aunque este efecto se diluyó en los deciles subsiguientes. 

Regresividad al cuadrado

Para analizar la evolución real de cada conjunto de hogares debemos incorporar el efecto de la inflación. En este sentido, se sabe que una economía con alta inflación tiende a ser más nociva para los sectores más pobres, ya que, a diferencia de los sectores más pudientes, dedican una mayor proporción de sus ingresos al gasto en consumo, y no suelen tener acceso a herramientas que les permitan cubrirse, al menos en parte, del avance de los precios, como inversiones o ahorro existente.

Pero más allá de este efecto “estructural”, la inflación que enfrentan los sectores más vulnerables no es la misma que la de la población con mayor poder adquisitivo. Por ejemplo, los primeros se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos y bebidas, mientras que los deciles más altos consumen una mayor proporción de sus ingresos en bienes no indispensables y servicios en general. Por este motivo, es posible que el efecto regresivo de la inflación se vea intensificado si algunos componentes de la canasta del IPC crecen más que otros.

En consecuencia, se observa que, en promedio, durante el primer semestre el 70% de hogares de menores ingresos sufrió una caída del poder adquisitivo de sus ingresos, al tiempo que se verificó una mejora en los sectores más acomodados.

La aceleración de la inflación golpeó más el bolsillo de los sectores más dependientes de ingresos no laborales o que están por fuera del circuito formal. Al mismo tiempo, la relativa protección laboral mediante paritarias permitió aminorar el golpe en los trabajadores formales, modalidad laboral que prevalece en los deciles más altos. Aunque, vale decir que también los ingresos totales de este último grupo pueden haberse favorecido asimismo por una mayor tendencia al pluriempleo, tal como detectamos en un informe reciente.

¿Qué esperar para la última parte del año?

Considerando los determinantes de esta dinámica de mayor disparidad de ingresos e inflación, podemos decir que el futuro cercano no es auspicioso. El salto cambiario post-PASO y la resultante aceleración de la inflación tenderán a profundizar la situación descrita previamente: las subas en los precios de los alimentos volverán más regresiva a la inflación, afectando en mayor medida a los sectores de menores ingresos que, a su vez, verán sus ingresos subir más lentamente.

Esto profundizará todavía más el deterioro relativo de los sectores más pobres. Esta dinámica será consistente con una pobreza que esperamos supere los registros del primer semestre.

Como puede verse en el gráfico, mientras que la inflación rondó el 82,5% para el 10% más pobre en los primeros ocho meses del año, fue de 78,3% para el decil más rico.

Uno de los principales factores detrás de esta dinámica es el precio de los alimentos -que representan una mayor proporción del gasto de los hogares de menores ingresos- que en lo que va del año subió 10 p.p. por encima del Nivel General. De hecho, si excluimos al rubro Alimentos y bebidas, la inflación acumulada hasta agosto habría sido de 76,2% en lugar de 80,2%.

Esto también se observa en el crecimiento del costo de la Canasta Básica Alimentaria (subió 94,4% a agosto, +15 p.p. respecto a la inflación) de y la Canasta Básica Total (+86,7%).

Asimismo, seguramente el dato de septiembre refleje la continuidad de la aceleración en los precios de los alimentos (según el IPC Ecolatina los alimentos y bebidas crecieron 18,3% mensual en la primera quincena de septiembre, 3 p.p. por encima del NG). Para el último trimestre del año, la incertidumbre electoral, los aumentos postergados tras el congelamiento de algunos precios y las expectativas elevarán más la inflación, dañando en mayor medida el poder adquisitivo de los hogares de menores ingresos.

Sobre este telón se enmarca la batería de medidas que, en clave electoral, el Gobierno ha lanzado los últimos días. Por el lado de los ingresos, el anuncio de diversos bonos para trabajadores (tanto formales, que serán absorbidos por las paritarias, como informales), desempleados, jubilados y beneficiarios de planes sociales, créditos a bajo costo y principalmente, la devolución del 21% de las compras hechas en -a grandes rasgos- alimentos tratarán de matizar esta realidad.

Aunque también, incluso en este escenario de regresividad, el Gobierno se vio tentado a eximir del pago de Ganancias a una buena parte de los trabajadores alcanzados por el gravamen, lo que provocará que el ingreso disponible de los deciles más altos crezca (justamente, el 9 y el 10). La magnitud de la mejora de los ingresos incluso puede superar al eventual aumento que se pueda obtener a través de las paritarias.

En cualquier caso, esperamos que se profundicen las disparidades dentro del universo de hogares, alimentando la idea de dos velocidades, en la que una de la parte de la sociedad logra sostener su nivel de consumo y nivel de vida, mientras que la otra tiene cada vez más dificultades para llegar a fin de mes.



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