Diputados aprobó Ficha Limpia con un amplio apoyo de toda la oposición dialoguista

Finalmente, y luego de los dos intentos frustrados de noviembre pasado, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de Ficha Limpia. Esta vez se trataba de la iniciativa que el propio oficialismo impulsó, luego de que su postura confusa en noviembre despertara sospechas de si efectivamente quería avanzar con esta ley, teniendo en cuenta la especulación de que La Libertad Avanza quiere a Cristina Kirchner de rival en estas elecciones y por ese motivo no está muy entusiasmado con que esta ley salga del Congreso.

La diferencia estuvo en los apoyos plenos que esta vez hubo de La Libertad Avanza y del PRO, más el apoyo también casi pleno de todo el arco dialoguista. En las sesiones frustradas de noviembre, por ejemplo, el bloque Innovación Federal (8), que integran diputados que responden a Gobernadores dialoguistas, o los 3 diputados tucumanos que responden a Osvaldo Jaldo, no acompañaron. Esta vez sí, y eso cambió mucho la cuenta.

La novedad de la iniciativa del oficialismo, es la incorporación de los cargos más importantes del Ejecutivo como lugares también pasibles de inhabilitación para las personas que tengan una condena confirmada en instancia superior. Esta situación equipara la situación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo.

También se discutió mucho la cuestión de los plazos: hasta qué momento una confirmación por instancia superior produce la inhabilitación. El texto aprobado establece la fecha de la publicación de los padrones como el momento hasta el cual opera la inhibición de suceder la confirmación de la condena, un plazo que es de 180 días antes de las elecciones. Algo relevante porque con este plazo, de sancionarse la ley, no quedarían duda que aplica a la situación de la ex presidenta Cristina Kirchner, que tiene esa confirmación a cuestas.

El salario real sigue recuperando terreno perdido (pero todavía falta)

El INDEC publicó que el salario registrado creció 2,4% en diciembre, aumentando por debajo de la inflación por primera vez desde marzo. Pese a esto, totalizó un incremento de casi 138% a lo largo del año pasado, una mejora de casi 10% en términos reales. Este aumento fue impulsado por la dinámica de los trabajadores formales del sector privado (147,5%, +13,7% real), quedando los públicos bastante más rezagados (119,3%, +0,7% real).

El salario real formal promedio de 2024 se ubicó 11,3% por debajo del nivel de 2023 (-6,1% en el caso de los privados y -20,4% en el caso de los públicos). Este es el argumento fundamental para esgrimir que, si bien es cierto que los salarios vienen recuperando, todavía falta (más aún si consideramos que los niveles de 2023 ya eran bajos).

Esperamos que para enero y febrero la dinámica de los salarios privados también se ubique en línea con la inflación esperada, en la zona del 2% mensual. Esta continuidad en el ordenamiento de expectativas, y que los salarios se fijen en función de la inflación esperada y no la pasada, favorece el proceso de desinflación dada la relación estrecha que hay entre la dinámica del salario real y el precio de los servicios.

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El INDEC publicó que el salario registrado creció 2,4% en diciembre, aumentando por debajo de la inflación por primera vez desde marzo. Pese a esto, totalizó un incremento de casi 138% a lo largo del año pasado, una mejora de casi 10% en términos reales. Este aumento fue impulsado por la dinámica de los trabajadores formales del sector privado (147,5%, +13,7% real), quedando los públicos bastante más rezagados (119,3%, +0,7% real).

Considerando que la recuperación desde el piso de marzo es del orden del 12% (y llega a 14,5% en el caso de los privados), esta perspectiva es sin dudas una de las predilectas por parte del oficialismo a la hora de argumentar que el poder adquisitivo está creciendo, lo cual es cierto. De hecho, otros indicadores salariales, como el RIPTE y los publicados por la Secretaría de Trabajo permiten llegar a conclusiones similares.

Tan cierto como esto es que, si se realiza la habitual comparación entre los promedios del año, el salario formal promedio de 2024 se ubicó 11,3% por debajo del nivel de 2023 (-6,1% en el caso de los privados y -20,4% en el caso de los públicos). Este es el argumento fundamental para esgrimir que, si bien es cierto que los salarios vienen recuperando, todavía falta (más aún si consideramos que los niveles de 2023 ya eran bajos).

¿Qué explicó la diferencia entre estos indicadores? Buena parte encuentra su explicación en que el Gobierno logró evitar una rápida recomposición salarial luego del shock nominal en diciembre del 2023. Interrumpir, al menos transitoriamente, la virtual indexación que venían teniendo los salarios fue clave para comenzar a iniciar el proceso de desinflación a inicios del año. Si bien esta dinámica luego fue ratificada en la medida que se alcanzaron resultados en materia fiscal y monetaria, el puntapié de todo el proceso fue que el sistema (el cambio de gobierno también apaciguó las demandas salariales) “se olvide” del shock inflacionario del final del 2023.

¿Qué pasa con los salarios informales? En diciembre también se publicaron los salarios de los trabajadores informales. Sin embargo, como estos surgen de la Encuesta Permanente de Hogares -y la correspondiente al cuarto trimestre de 2024 aún está bajo procesamiento-, la estimación de estos salarios tiene que ver más con el nivel de los mismos en agosto. Esta consideración metodológica sugiere que los salarios informales tienen variaciones más acordes a las de sus pares registrados y que la caída del salario real total de la economía no fue tan pronunciada como parecía en aquel momento.

¿Qué esperamos para este año?

La estabilidad nominal que se profundizó a lo largo de la segunda mitad del año ya está permitiendo que algunos sindicatos vuelvan a acordar paritarias con un horizonte temporal de dos o tres meses (como se vio en el caso de comercio, metalúrgicos, mecánicos, camioneros, gráficos, entre otros en las últimas semanas). De esta manera, siguiendo los acuerdos firmados por diversos sindicatos, esto nos permite tener algo más de seguridad a la hora de proyectar cual será la dinámica de corto plazo de los salarios privados.

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Como se observa en el gráfico, esperamos que para enero y febrero la dinámica de los salarios privados también se ubique en línea con la inflación esperada, en la zona del 2% mensual. Lógicamente, esta continuidad en el ordenamiento de expectativas, y que los salarios se fijen en función de la inflación esperada y no la pasada, favorece el proceso de desinflación dada la relación estrecha que hay entre la dinámica del salario real y el precio de los servicios -y bienes no transables, en general-.

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El lado B de esta tendencia es que, bajo estas circunstancias, no debemos esperar ninguna mejora salarial demasiado significativa en los próximos meses. ¿Será esto suficiente para que la recuperación del consumo continúe como en la segunda mitad del 2024 o entraremos en una dinámica más de “serrucho” y dependiente del crédito.

Solo en el caso de que la “temporada alta” de las paritarias sorprenda con acuerdos de mayor vigencia y que la magnitud de los mismos sea superior a la inflación, podremos ver una situación en donde la recuperación del poder adquisitivo sea palpable y sostenida antes de las elecciones. De cualquier modo, si continúa el sendero nominal que propone el Gobierno, esperamos que en 2025 el salario registrado real promedio crezca en torno a 10% i.a., prácticamente recuperando el deterioro que tuvo el año pasado.

Industria y Construcción cierran el 2024 con mejoras

El Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) marcó una suba mensual desestacionalizada del 0,2% en el último mes del 2024, y mantiene la racha de 6 meses consecutivos sin caídas. De esta manera, el índice muestra una importante suba al posicionarse 8,4% por encima de diciembre del 2024.

El Indicador Sintético de la Construcción (ISAC) marcó una suba mensual desestacionalizada del 3,1% para diciembre. De esta manera, el indicador se encuentra un 10,2% por debajo de su nivel en el mismo mes del 2023, mientras que el 2024 acumula una caída del 27,6% interanual.

En cuanto a la construcción, el sector tiene mucho más para recuperar que la industria producto de la profunda caída inicial dado su componente procíclico con la actividad económica y la gran contracción en la inversión productiva y la obra pública, que no se repetirá este año. Sin embargo, las encuestas cualitativas realizadas por el INDEC reflejan la percepción de una continuidad en el estancamiento del sector para los próximos meses.

La industria mantiene la racha positiva

El Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) subió un 0,2% mensual en diciembre ajustado por estacionalidad, y mantiene así una racha de 6 meses consecutivos al alza. Luego de la caída de -4,7% en el primer semestre, acumuló un crecimiento del 2,9% en la segunda mitad del año.

De forma similar a la construcción, la industria tocó su punto más bajo en marzo y experimentó una recuperación del 12,2% a partir de ese momento. Sin embargo, el dato de diciembre mostró una caída del 4,2% en comparación con el promedio de 2023.

Si bien el sector ya se ubica 8,4% por encima de diciembre del 2023, cerró el año con una contracción de 9,4% en promedio. En cuanto a la comparación interanual, diciembre trajo buenas noticias: doce de las dieciséis ramas presentaron subas respecto mismo mes del 2023.

De esta forma, sectores que venían acumulando caídas mostraron subas interanuales. Aquellos que aportaron positivamente son Otros equipos, aparatos e instrumentos (68,1%), Muebles y colchones, y otras industrias manufactureras (33,4%), Maquinaria y equipo (31,3%), Prendas de vestir, cuero y calzado (20,6%), Vehículos automotores, carrocerías, remolques y autopartes (10,1%), Otro equipo de transporte (8,5%), Sustancias y productos químicos (7,7%), Refinación del petróleo (5,9%), Industrias metálicas básicas (2,8%), Productos textiles (1,4%) y Productos del metal (1,0%).

En cuanto a los Alimentos y Bebidas, se destaca el buen desempeño en la molienda de oleaginosas, que experimentó un aumento del 77,6% interanual. Por el contrario, los sectores con caídas interanuales fueron Productos minerales (-13,9%), Productos de tabaco (-9,4%) y Productos de caucho y plástico (-8,3%) y Madera, papel, edición e impresión (-0,3%).

En términos más generales, se destaca la fuerte suba de las industrias asociadas a los bienes de capital (25,6% i.a.). A su vez, los bienes de consumo no durable (6,1% i.a.) y los bienes de uso intermedio (2,8% i.a) también registraron subas.  

El incremento en bienes de capital se explica, en parte, por la suba en la categoría de Maquinaria y equipo (31,3% i.a.), impulsada por la fabricación de maquinaria agrícola (52,9% i.a.), la principal incidencia positiva en el mes analizado. En particular, se produjo una mayor cantidad de tractores, cosechadoras y sembradoras. Sin embargo, cabe aclarar que en 2023 la producción había sido baja debido a la menor cantidad de pedidos como consecuencia de la sequía. En el mismo sentido, aumentó la producción de electrodomésticos por la suba en la demanda interna, teniendo en cuenta la baja base de comparación por la dificultad por parte de las empresas de abastecerse de componentes importados en diciembre del 2023.

La construcción sostiene la mejora

El Indicador Sintético de la Construcción (ISAC) marcó una suba mensual desestacionalizada del 3,1% en diciembre. De esta manera, el indicador se encontró un 10,2% por debajo de su nivel en el mismo mes del 2023. La actividad en la construcción tocó su punto más bajo en marzo, pero desde entonces experimentó una recuperación del 21,5%. Sin embargo, el dato de diciembre reveló que sector acumuló una caída del 27,6% promedio interanual durante 2024.

En cuanto a los insumos para la construcción, los que registraron mayores subas desestacionalizadas fueron Artículos sanitarios de cerámica (+43,1%, explicó 1,4 p.p. de la variación mensual s.e.); Mosaicos graníticos y calcáreos (+31,9% aportando 1,8 p.p.), Hormigón elaborado (+14,3%), Asfalto (+9,4%) y Pisos y revestimientos cerámicos (+3,5%). Por el contrario, los dos insumos que cayeron en su comparación mensual desestacionalizada fueron Ladrillos huecos (-6,2%) y Hierro redondo y aceros para la construcción (-3,2%).

El 2024 en retrospectiva

El 2024 fue un año complejo tanto para la construcción como para la industria, y si bien cerró el año mostrando mejoras incipientes, no alcanza para compensar las caídas acumuladas a lo largo del 2024.

En el caso de la construcción, el sector comenzó el año con un fuerte freno debido a la prolongada recesión que se arrastró desde finales de 2023 hasta mediados de 2024, agravando la paralización de la obra pública, lo que afectó tanto la actividad como el empleo. Esto sugiere que la recuperación será lenta y que, al menos a corto plazo, la falta de obra pública no sería compensada por un repunte de la obra privada.

Por su parte, la industria experimentó un repunte en el cierre del año, impulsado principalmente por los sectores de alimentos y bebidas y bienes de capital. Sin embargo, es importante considerar que la comparación interanual se realizó sobre una base baja, ya que a finales de 2023 la industria seguía sufriendo los efectos de la sequía y las dificultades para importar insumos. Durante gran parte del 2024, la industria estuvo fuertemente afectada por la caída prolongada de la actividad, el deterioro del poder adquisitivo, y la caída de la demanda interna. A su vez, la abrupta caída de la construcción tuvo un impacto negativo en las ramas de la industria relacionadas con dicho sector.

¿Qué esperamos hacia adelante?

De cara a enero, los indicadores temprano de la actividad son mixtos. Por el lado de la construcción, el índice Construya (mide la evolución de los volúmenes vendidos al sector privado para la construcción) registró una contracción mensual de 4,2% desestacionalizado, hilando seis meses consecutivos de caídas, mientras que los despachos de cemento subieron 6,9% m/m. Por el lado de la industria, algunos sectores cerraron en verde: la producción automotriz (ADEFA) mostró una suba mensual del 1,6% s.e; y los patentamientos de 0km subieron 4,2% m/m.

En cuanto a la construcción, el sector tiene mucho más para recuperar que la industria producto de la profunda caída inicial dado su componente procíclico con la actividad económica y la gran contracción en la inversión productiva y la obra pública, que no se repetirá este año. Sin embargo, las encuestas cualitativas realizadas por el INDEC reflejan la percepción de una continuidad en el estancamiento del sector para los próximos meses. En números, el 63,5% de las empresas de obras privadas encuestadas prevé que el nivel de actividad del sector se estanque (+1,3 p.p. respecto a noviembre) durante los próximos tres meses, 19,8% estima que aumentará (-2 p.p.) y 21,9% que disminuirá (+4,4 p.p.).

Por el lado de la industria, las ramas asociadas a sectores estratégicos (energético, minero y agropecuario) seguirán con este buen desempeño en los próximos meses y serán los que traccionen la actividad industrial (representando casi un tercio de la actividad). No obstante, no desaparecerán los riesgos que presenta un sector que depende de factores climáticos, como lo es el agro, en un año que estará signado por el fenómeno La Niña (precipitaciones menores a las normales).  

Por su parte, las ramas que están más vinculadas a la demanda interna (que se vio gravemente deteriorada por la caída del ingreso disponible) comenzaron a recuperar paulatinamente, impulsadas por la estabilización de los ingresos reales y el mayor crédito (el crédito al consumo creció 6,7% y 6,0% mensual real desestacionalizado en diciembre y enero respectivamente). Queda por analizar el impacto de una posible apertura de importaciones en diversas ramas de la industria, especialmente con la llegada de nuevas marcas de ropa y alimentos a los supermercados.

Sin paso, cambia el sistema de incentivos y puede haber mayor fragmentación

Adicionalmente a la novedad de la implementación de la Boleta Única de Papel, la elección nacional de medio término podría realizarse sin PASO, si el Senado ratifica la suspensión resuelta por Diputados. Una novedad que no solo retrasa el calendario electoral, sino que produce múltiples efectos en la dinámica electoral.

El cambio más significativo que conlleva la suspensión de la PASO, es que dejamos de tener un sistema de doble vuelta. Donde teníamos primero una simulación de la elección (por ser la primaria obligatoria), que le daba mucha información a los votantes, y que reducía la oferta electoral de los partidos que no superaban el umbral de 3% del padrón, para luego tener la elección definitiva que distribuía los cargos y las bancas.

El efecto reductor en la oferta electoral que tiene la PASO se puede ver en los datos. Si se cuentan la cantidad de listas de candidatos a diputados que se presentaban en la elección nacional en los 24 distritos, antes de la implementación de la PASO el promedio era de 10 listas por provincia para pasar a ser de 5 listas por provincia (la mitad) luego de su implementación. Es decir, si se suspende la PASO, habrá mucha más oferta electoral lo que producirá menor concentración de los votos en las principales fuerzas y mayor fragmentación.

Pero no es solo ese efecto el que produce la suspensión de la PASO. Hay otros efectos que pueden producir cambios en la dinámica de competencia entre las fuerzas políticas. Aquí los principales efectos de esta medida:

Pero más allá de la dinámica electoral, hay un cambio de procedimiento que produce una menor carga social al tener que solamente votar una vez. Esto, sumado a los cambios en el instrumento de votación (la implementación de la Boleta Única de Papel) pueden constituir la percepción de reformas políticas que eran demandadas por la ciudadanía. Se vota más transparentemente, se vota menos. Es decir, puede que ambas reformas no hayan sido convenientes para el oficialismo en términos de sus consecuencias electorales, pero constituyen hitos que Javier Milei puede presentar como reformas impulsadas por él, y eso no deja de ser un activo para el gobierno, mostrándose como un gobierno reformista que hace y produce cambios.

El empleo resistió mejor de lo esperado a la última recesión

La recesión que comenzó en agosto de 2023 (tras la devaluación de casi 30% del tipo de cambio post-PASO) y alcanzó su piso en mayo de 2024 se posicionó como la más prolongada de la última década, con una contracción acumulada de 6,8% en la actividad económica. El contexto de esta recesión no fue siempre el mismo: mientras que los últimos meses de 2023 estuvieron caracterizados por una serie de desajustes estructurales, el comienzo del 2024 se definió por un período de correcciones con el cambio de gestión, asociadas a los precios relativos (aumentos en tarifas y del tipo de cambio) y a un ordenamiento fiscal que implicó un freno drástico a la obra pública, en el marco de una fuerte incertidumbre acerca de las futuras decisiones de política económica.

A pesar de la profundidad y duración de esta recesión, el impacto sobre el nivel de empleo no resultó tan fuerte ni uniforme como cabría esperar, introduciendo un elemento de incertidumbre en el análisis del mercado de trabajo.

Dentro de las incógnitas aparece la construcción. El sector comenzará su recuperación en 2025 pero todavía desconocemos la velocidad de la misma, por lo que no es del todo seguro que el empleo formal recupere significativamente. En la misma línea, también es un interrogante lo que pueda ocurrir con los puestos de trabajo de diversas ramas industriales, en la medida que la apertura comercial, en un contexto de tipo de cambio real relativamente apreciado, sea más un hecho que una promesa.

La recesión que comenzó en agosto de 2023 (tras la devaluación de casi 30% del tipo de cambio post-PASO) y alcanzó su piso en mayo de 2024 se posicionó como la más prolongada de la última década, con una contracción acumulada de 6,8% en la actividad económica. El contexto de esta recesión no fue siempre el mismo: mientras que los últimos meses de 2023 estuvieron caracterizados por una serie de desajustes estructurales, el comienzo del 2024 se definió por un período de correcciones con el cambio de gestión, asociadas a los precios relativos (aumentos en tarifas y del tipo de cambio) y a un ordenamiento fiscal que implicó un freno drástico a la obra pública, en el marco de una fuerte incertidumbre acerca de las futuras decisiones de política económica.

A pesar de la profundidad y duración de esta recesión, el impacto sobre el nivel de empleo no resultó tan fuerte ni uniforme como cabría esperar, introduciendo un elemento de incertidumbre en el análisis del mercado de trabajo. Por este motivo vale indagar acerca de las razones de este escenario, y eventualmente trazar un paralelismo con otras recesiones.

En primer lugar, vale mencionar el fuerte ajuste fiscal que el gobierno comenzó a realizar tan pronto como comenzó el mandato y que significó el primer superávit primario en casi quince años. Este aspecto lo hace distintivo de otras recesiones, donde el ajuste fue menor -como en 2018 y 2016- o no existió -2013-.

En este contexto, si bien los efectos en el empleo de un ajuste no son tan claros a primera vista, la magnitud de lo realizado se observa en dos sectores: 1) el empleo público registró una disminución de 50 mil puestos registrados desde el cambio de gobierno, y 2) en la construcción se destruyeron más de 50 mil empleos formales producto del inédito freno en la obra pública, que no fue compensado por su contraparte privada debido al encarecimiento del costo de la construcción en dólares a lo largo del año pasado. Esto significó una caída de casi 20% en los puestos de trabajo en el sector (a lo que se sumaron otras ramas industriales asociadas), mucho más profunda que la contracción de 4% que tuvo la recesión del 2016.

El freno en diversas partidas del gasto público también vino con la reducción de subsidios a la energía y al transporte (que tiene como contrapartida el aumento de tarifas), que junto a la inestabilidad nominal de la economía impactaron negativamente en el ingreso disponible y el consumo de los hogares. El redireccionamiento del gasto resultante impactó en mayor medida en el nivel de empleo de algunas ramas industriales asociadas a bienes más elásticos, como la industria textil, muebles y juguetes. En conjunto, estimamos que la merma habría alcanzado unos 10 mil puestos de trabajo.

De esta manera, tanto la corrección de precios relativos como el esfuerzo fiscal hecho por el gobierno no evitaron que la caída de la demanda interna implique que el apretón también llegue a las empresas. Estas últimas se vieron forzadas a relegar gastos prescindibles, afectando el empleo de ciertos servicios a empresas, que vieron disminuir su plantilla en unos 20 mil trabajadores.

De todas formas, excluyendo la construcción, la merma en el empleo registrado privado fue de -1,3% s.e. durante el periodo, lo que representa casi 80 mil puestos de trabajo registrado menos. En un contexto de fuerte caída de la demanda interna (se redujo un -12,1% durante los meses de la última recesión -agosto 2023 a mayo 2024-), el panorama resulta más favorable de lo esperado, dado que en recesiones previas más acotadas ocasionaron una destrucción de puestos de trabajo formales mayor. El empleo registrado en su conjunto no sólo no cayó, sino que creció 0,3% en los meses de caída de la actividad.

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Por lo tanto, dejando de lado los impactos en el mercado laboral más vinculados al inédito ajuste fiscal, la caída de la actividad no se tradujo en una contracción del empleo formal -y en consecuencia en un mayor nivel de desempleo-. Consideramos que una de las principales razones para que esto haya ocurrido se vincula a la posibilidad de “ajustar” más por precios (es decir, salarios) que por cantidades (cantidad de empleados) dentro del mercado laboral. Sumado a esto, el importante crecimiento del cuentapropismo formal (+5,6% a lo largo del período) sugiere una absorción de mano de obra proveniente de otros sectores.

Luego de alcanzar valores máximos en 2017, el salario real se encuentra alrededor de 25% por debajo de aquel momento, razón por la cual quizás no haya sido “tan” costoso sostener la caída de la demanda durante la última recesión, actuando como un limitante para la destrucción de empleo.

No obstante, un factor adicional y que puede haber sido clave en comparación de otras recesiones es la rápida recuperación de la economía. Si el rebote hubiera sido más lento, posiblemente la historia a contar sería diferente ya que, ante escasas perspectivas de mejora de la actividad, el ajuste sobre el personal empleado habría sido más pronunciado.

¿Qué esperamos hacia adelante?

 Asociar la recuperación de la actividad a la mejora en los niveles de empleo formal requiere pensar cuáles serán los sectores que impulsarán la economía. Por caso, una expansión del sector primario (energía, pero también el agro), al no ser caracterizadas por ser intensivas en el uso de mano de obra, tendrán un impacto más indirecto en el empleo, a través de la industria alimenticia o de proveedores de insumos.

Por su parte, la recuperación del poder adquisitivo y la menor incertidumbre acerca del futuro permitirá que tanto familias como empresas reinicien nuevos gastos en servicios, algo que seguramente traccionará el empleo en sectores ligados al consumo, el esparcimiento y servicios empresariales.

 Dentro de las incógnitas aparece la construcción. El sector comenzará su recuperación en 2025, pero todavía desconocemos la velocidad de la misma, por lo que no es del todo seguro que el empleo formal recupere significativamente. En la misma línea, también es un interrogante lo que pueda ocurrir con los puestos de trabajo de diversas ramas industriales en la medida que la apertura comercial, en un contexto de tipo de cambio real relativamente apreciado, sea más un hecho que una promesa.

De todos modos, la mejora promedio del orden del 10% esperada para el salario formal del sector privado solo servirá para recuperar la caída del 2024, todavía muy lejos de los niveles máximos alcanzados en 2017. Por este motivo, no deberíamos ver que los mayores niveles salariales sean un problema para la creación -o en algunos casos el mantenimiento- del nivel de empleo.

Las paritarias continúan su proceso de desaceleración y ya corren al 30% anual

El proceso paritario continúa desacelerando y en el mes de enero, los acuerdos corrieron en torno al 30,1% anual, lo que implica un ritmo muy similar al que tuvimos en el primer trimestre del 2021. Se trata del valor más bajo de este promedio mensual, desde que seguimos el dato. Hay que irse a marzo de 2021 para encontrar un registro similar de promedio de aumentos mensuales (anual o anualizado) de 30%. Esta tendencia podría profundizarse en los próximos meses si la inflación continúa yendo a la baja, permitiendo además de la caída en la nominalidad, una extensión de los plazos de los acuerdos, que siguen siendo acuerdos cortos, por un plazo de 2 a 4 meses según los diferentes gremios.

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Las paritarias grandes del sector privado le ganaron a la inflación en 2024

Los grandes gremios cerraron el acumulado de todo el 2024 por encima del IPC. En algunos casos (SMATA, Estacioneros, UOM, Alimentación, Bancarios y Camioneros) la diferencia fue tan favorable que ya se ubican por encima del IPC en todo el período Milei (incluyendo Dic-23 en el análisis), mientras que SUTERH, Sanidad, UOCRA y Comercio le ganaron al 118% de inflación anual de 2024 pero aún les falta recuperar. Los salarios públicos perdieron entre 20% y 26% en 2024. Los únicos gremios que perdieron frente a la inflación en 2024 son curiosamente dos que están asociados al ajuste en el gasto público efectuado por el Gobierno.

Tras dos meses de recuperación, la imagen del Gobierno muestra una leve caída

Los niveles de aprobación del Gobierno de Javier Milei se mantienen estables respecto al inicio de su gestión. En el primer registro de 2025, la imagen positiva alcanza el 45%, mientras que la imagen negativa se sitúa en torno al 50%. Al analizar toda la evolución del tiempo de mandato, se observa que estos valores son muy similares a los registrados en enero de 2024, cuando la imagen positiva era del 47% y la negativa del 49%. Un dato destacado sigue siendo el alto nivel de polarización: la mayoría de los encuestados califican la gestión como “muy buena” si tienen una percepción positiva o como “muy mala” si su valoración es negativa.

 

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Al comparar la gestión de Javier Milei con las dos administraciones anteriores, se observa un comportamiento en los niveles de aprobación similar al registrado durante el primer año de mandato de Mauricio Macri. Ambas gestiones se caracterizaron por oscilar dentro de una franja bien delimitada y con poca variación. Sin embargo, los valores de aprobación y desaprobación de Macri eran más bajos en comparación con los de Milei. Al analizar el segundo año de Macri, se observa un aumento en su imagen positiva a partir del segundo semestre, en vísperas de las elecciones legislativas, donde alcanzó su punto máximo tras el triunfo electoral, con un 50% de aprobación. Habrá que ver si ese comportamiento se repetirá en el caso de Milei durante este año.

 

 

Por otro lado, el segundo gráfico revela que, en el decimotercer mes de mandato, Alberto Fernández registraba una aprobación cercana al 30%, Mauricio Macri al 36% y Javier Milei alrededor del 45%. Las tres gestiones muestran un patrón de declive coincidente en este punto del mandato.

Superávit comercial récord en 2024

El saldo comercial alcanzó USD 1.666 M en diciembre. De esta manera, el superávit ¿ comercial alcanzó los USD 18.899 M en el acumulado del año, lo cual representó el saldo comercial más elevado desde al menos el inicio de la serie (1992).

Durante el año, el superávit comercial se explicó por una mejora marcada en las exportaciones y un deterioro de las importaciones. Respecto al primer punto, las ventas externas fueron USD 7.035 M en diciembre, lo cual representó una suba de 33,4% i.a. respecto al mismo mes del año anterior. De esta manera, acumularon USD 60.822 M en todo el año (+19,4% i.a.). Al interior, la mejora se explicó por las cantidades exportadas (+26,7% en el año) y pese a un deterioro de los precios (-5,8%). En diciembre las importaciones fueron de USD 5.369 M (+26,2% i.a.) y en el año alcanzaron USD 60.822 M (-17,5% i.a.) y mostrando los valores importados más bajos desde 2020, afectado por la pandemia. En términos de precios y cantidades, ambos mostraron caídas anuales (-4,0% y -14,0%, respectivamente).

De cara a 2025, estimamos que producto de una cosecha promedio y la mejora en la balanza energética se podría mantener el superávit comercial, aunque en menor magnitud que en 2024. La reducción del saldo se explicaría por una recuperación más pronunciada de las importaciones, en línea al crecimiento de la actividad económica y la flexibilización de las restricciones a importar. Ahora bien, existen determinados riesgos: (i) la espera de menores precipitaciones durante el año, que podrían afectar el volumen agrícola producido; (ii) la estrategia cambiaria actual corre el riesgo de generar una apreciación cambiaria real, con efectos negativos sobre los incentivos a exportar/importar.

 

El saldo comercial alcanzó USD 1.666 M en diciembre. De esta manera, el superávit comercial alcanzó los USD 18.899 M en el acumulado del año, lo cual representó el saldo comercial más elevado desde al menos el inicio de la serie (1992).

 

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Durante el año, el superávit comercial se explicó por una mejora marcada en las exportaciones y un deterioro de las importaciones. Respecto al primer punto, las ventas externas fueron USD 7.035 M en diciembre, lo cual representó una suba de 33,4% i.a. respecto al mismo mes del año anterior. De esta manera, acumularon USD 60.822 M en todo el año (+19,4% i.a.). Al interior, la mejora se explicó por las cantidades exportadas (+26,7% en el año) y pese al deterioro observado de los precios (-5,8%), en línea a la caída de los precios de commodities observado durante el año.

Detrás de la recuperación, resaltó la mejora en los valores de producción agrícola, tras la sequía ocurrida en 2023. Esto se puede observar en la evolución del rubro de Productos Primarios (PP), que mostraron valores exportados por USD 1.356 M en diciembre (+32,6% i.a.), acumulando USD 18.307 M en el año (+27,0% i.a.) y representando el 23% de las ventas externas totales. Al interior, el principal producto son los cereales, que acumularon ventas por USD 10.833 M, exhibiendo una mejora de 25,1% i.a. Además, la mejora se observó principalmente por las cantidades, que subieron 41% en el año, con precios que jugaron en contra (-5,8%).

Por su parte, resaltó también el buen desempeño de las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), que mostraron valores exportados por USD 2.431M en diciembre (+36,7% i.a.) y acumularon USD 29.675 M en el año (+24,6% i.a.), representando el 37,2% de las exportaciones. Quitando el efecto de los precios (-10,7% anual), las cantidades treparon 39,5% en el año. Al interior, resaltó la evolución de Grasas y aceites (USD 8.057 M, +38,3% i.a.) y Carnes (+3.525 M, +9,1% i.a.).

Por su parte, las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) fueron USD 2.216 M (+26,4% i.a.) y acumularon USD 22.062 M (+6,9% i.a.) en el año. Al interior, destacaron rubros como  Material de transporte terrestre (USD 8.466 M, +2,1% i.a.) y Productos químicos y conexos (USD 4.374 M, +1,9% i.a.). Los precios jugaron a favor (+2,8%) y las cantidades treparon 23%.

En términos de compras externas, durante el año se observó una importante caída, donde las importaciones mostraron una caída interanual en 10 de los 12 meses del año. Detrás de este comportamiento, el principal motivo fue la recesión económica, que tiene una correlación directa con el volumen importado. Puesto en números, en el año las importaciones alcanzaron USD 60.822 M, exhibiendo una caída de -17,5% i.a. respecto al acumulado del 2023 y mostrando los valores importados más bajos desde 2020, año afectado por la pandemia. En términos de precios y cantidades, ambos mostraron caídas anuales (-4,0% y -14,0%, respectivamente).

Ahora bien, los únicos dos meses donde las importaciones mostraron una suba interanual (octubre y diciembre) fueron meses afectados por la reducción de la alícuota del Impuesto PAÍS (en septiembre, del 17,5% al 7,5% y a partir de diciembre del 7,5% al 0%), lo cual generó el incentivo a incrementar las compras externas una vez reducida la alícuota.

Puntualmente, en diciembre las importaciones fueron de USD 5.369 M (+26,2% i.a.), beneficiadas por la eliminación de la alícuota, una recuperación en la actividad económica y la flexibilización de las restricciones a importar (como, por ejemplo, la flexibilización de los plazos de pagos de importaciones y la reducción de aranceles de determinados bienes).

Al interior de las importaciones, la suba interanual en el mes se explicó por diversos rubros. Por un lado, Vehículos automotores de pasajeros mostraron una suba de USD 393 M (+230,9% i.a.). Además, los Bienes de consumo fueron USD 782 M (+53,0% i.a.), mientras que los Bienes de capital mostraron una mejora de 84,9% i.a. (USD 1.080 M) y las Piezas y accesorios para bienes de capital subieron USD 1.154 M (y 27,8% i.a.). A contramano, Bienes intermedios cayeron -2,6% i.a. (USD 1.739 M).

Además, en el acumulado del año todos los rubros salvo vehículos automotores (USD 2.873 M, +55,4% i.a.) mostraron caídas. Así, los bienes intermedios mostraron USD 23.047 M (-19,1% i.a.), piezas y accesorios un acumulado de USD 13.216 M (-17,2% i.a.), bienes de capital USD 9.979 M (-9,7% i.a.) y bienes de consumo por USD 7.405 M (-6,7% i.a.). 

Superávit comercial energético récord en 2024

La balanza comercial energética tuvo un nuevo superávit en diciembre: las exportaciones fueron USD 1032 M, mientras que las importaciones fueron de USD 180 M. De esta manera, el saldo comercial fue de USD 852 M en el mes, el más elevado del año (y, por ende, de los últimos años). En tal sentido, el saldo comercial acumuló USD 5.832 M en 2024: las exportaciones treparon a USD 9.574 M, mientras que las importaciones fueron de USD 3.742 M. 

¿Qué esperamos en 2025?

De cara a 2025, estimamos que se mantenga el superávit comercial, aunque en una menor magnitud respecto al resultado observado en 2024. Una cosecha agrícola promedio, la continuación en la mejora de la balanza energética y ciertos sectores exportadores con mayor dinamismo (como el minero) permitirán que el superávit comercial -devengado- se mantenga durante el año actual.

Sin embargo, la caída en la magnitud del saldo comercial se observaría en línea a la recuperación de la actividad económica y una suba en las importaciones, como se observó en los últimos meses del 2024. Además, la continuación en la flexibilización de las restricciones a importar podría actuar como incentivo extra a las importaciones.

Dicho esto, para los próximos meses observamos al menos dos riesgos. Por un lado, se encuentra la decisión reciente del BCRA de reducir el ritmo del crawling peg al 1% mensual a partir de febrero. Una continuación en la perdida de competitividad cambiaria puede generar incentivos negativos sobre el sector externo. Por otro lado, un punto no menor es la posibilidad de una caída en las precipitaciones esperadas durante el año, que afecten negativamente la producción agrícola e impacten negativamente sobre los valores exportados vinculados al sector primario.

A su vez, el sostenimiento del superávit comercial devengado podría no traducirse en un superávit de Cuenta Corriente cambiaria para el BCRA, dado que el esquema del dólar blend envía un 20% de las exportaciones al CCL. Por tal motivo, habrá que estar atentos a las novedades: una eliminación o reducción del dólar blend pondría en riesgo la estabilidad de la brecha cambiaria, pero dotaría de mayor oferta al MULC y le permitiría al BCRA recuperar Reservas (factor clave a la hora de evaluar un desarme del CEPO).

La actividad volvió a subir en noviembre

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) mostró un crecimiento mensual del 0,9% s.e. en noviembre y, de esta manera encadenó siete meses consecutivos de subas desde el piso de abril, acumulando una suba superior al 6% desde entonces.

A la dinámica positiva de Explotación de minas y canteras (7,1% i.a.) se le sumó en el penúltimo mes del año un crecimiento de casi 10% i.a. de la Intermediación financiera. Por su parte, seguramente sea el último mes en negativo de la Industria manufacturera (-2,3% i.a.) y el Comercio (-1,3% i.a.), aunque no así de la Construcción (-14,2% i.a.), que llegó a noviembre con una caída promedio superior al 18% en el acumulado.

La caída del PBI será inferior al 3% durante 2024. Como resultado, el arrastre estadístico para este año será positivo y de casi 3 p.p. ayudando a que la economía exhiba un crecimiento promedio entre 4-5% en 2025.

La actividad subió 0,9% en noviembre

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) mostró un crecimiento mensual del 0,9% s.e. en noviembre y, de esta manera encadenó siete meses consecutivos de subas desde el piso de abril, acumulando una suba superior al 6% desde entonces. De esta forma, la actividad se encuentra 0,1% por encima de igual mes del 2023, mostrando la recuperación de la fuerte recesión de este año. Por su parte, excluyendo el aporte del agro, el EMAE registró una caída de 0,6% i.a.

Dentro del estimador de actividad económica persiste una notable heterogeneidad entre los sectores, tal como se ha observado a lo largo del año. A la dinámica positiva de Explotación de minas y canteras (7,1% i.a.) se le sumó en el penúltimo mes del año un crecimiento de casi 10% i.a. de la Intermediación financiera. Por su parte, seguramente sea el último mes en negativo de la Industria manufacturera (-2,3% i.a.) y el Comercio (-1,3% i.a.), aunque no así de la Construcción (-14,2% i.a.), que llegó a noviembre con una caída promedio superior al 18% en el acumulado.

¿Qué esperamos hacia adelante?

Este año la actividad mostró un desempeño heterogéneo entre sectores que se tradujo en distintas velocidades de recuperación tras el inicio de la recesión. Mientras que los sectores primarios (agro, petróleo y minería) fueron los que traccionaron la recuperación, las ramas industriales vinculadas al mercado interno, la construcción y el consumo -con cierto cambio de composición hacia su interior- tuvieron un avance más lento.

Diciembre será un mes en donde la actividad continuará su marcha en el mes a mes, pero, debido a la baja base de comparación, arrojará números que reflejen un elevado crecimiento respecto al último mes del 2023. Esto ya se observa en algunos indicadores adelantados de la actividad: las ventas minoristas PYME se posicionan 17,7% por encima del año anterior, el patentamiento de vehículos 0km (+16,3% i.a.), el de motos (+49,2% i.a.), en un contexto en el que el crédito al consumo creció más de 55% i.a.

Todo esto, y de la mano de las sucesivas correcciones al alza de la actividad económica durante la segunda mitad del año, arrojará que la caída del PBI sea inferior al 3% durante 2024. Como resultado, el arrastre estadístico para este año será positivo y de casi 3 p.p. ayudando a que la economía exhiba un crecimiento promedio entre 4-5% en 2025. Si bien el contexto internacional algo tenso y el año electoral son ingredientes que podrían condicionar este rebote, en las últimas semanas el mismo está siendo amenazado por la escasez de lluvia -y la baja previsión de las mismas- que puede complicar la cosecha gruesa y la actividad de los sectores asociados a las mismas, uno de los principales motores de la actividad durante el año pasado.

Un año de desinflación con recomposición de precios relativos

El shock inflacionario que supuso la devaluación del tipo de cambio oficial en diciembre 2023, seguido de los ajustes tarifarios y de precios regulados a lo largo del año pasado, iniciaron un importante reacomodamiento en los precios relativos de la economía. Con el correr del tiempo, la rápida desaceleración de la inflación a la zona del 2-3% mensual permitió que el gobierno alcance un esquema de precios relativos mucho más sostenible que el heredado.

¿Por qué es importante llegar a unos precios relativos alineados? Porque significa que no hay ningún precio relevante de la economía que está demasiado barato o caro respecto al resto. Por ejemplo, demorar aumentos tarifarios en un contexto de elevada inflación atrasa el precio relativo de los servicios públicos (o de los precios regulados, como las prepagas o los combustibles), volviéndolos más baratos y asumiendo así un mayor costo fiscal. De esta manera, evitar este tipo de distorsiones reduce la expectativa de futuros aumentos para compensar los desequilibrios acumulados, lo cual ayuda a contener la inflación esperada.

En este sentido, se suele considerar que en Argentina el último período de precios relativos alineados fue hacia la segunda mitad de 2018: el fuerte ajuste de tarifas llevado a cabo por Cambiemos ya había llegado prácticamente a su fin y el movimiento del tipo de cambio había revertido la apreciación real del peso suscitada entre fines de 2016 y 2017.

Como se ve en el gráfico, 2024 finalizó con los precios relativos encaminados a alcanzar la relación de aquel momento. Luego de quedar inéditamente caros tras la devaluación, los bienes (incluyendo los precios estacionales, como frutas, verduras y ropa) vienen bajando rápidamente su precio relativo, algo que también se observa al comparar las variaciones mensuales: desde febrero suben en promedio 4,5% por mes (alcanzando el 2,5% mensual en la segunda mitad del año), al tiempo que los servicios lo hicieron a un ritmo de 8,5% mensual (pasó al 4,5% en el segundo semestre).

Sin embargo, pese a esta dinámica e independientemente de la apertura que adoptemos, los servicios (tanto públicos como privados) se muestran con un rezago del orden del 20%. En otras palabras, los bienes estarían un 20% por encima de su precio relativo de “equilibrio”.

Parecería que parte de este desequilibrio se continuará corrigiendo durante 2025: el gobierno ya anunció que las tarifas crecerán más que la inflación (se sumará a una eventual quita de subsidios a sectores medios), al que tiempo que persistirán los ya habituales aumentos mensuales de precios regulados para evitar nuevos atrasos.

Por su parte, el atraso que reflejan los servicios privados (es decir, el componente de servicios del IPC Núcleo) guarda relación con la dinámica del salario real, uno de sus determinantes más importantes y que se encuentra cerca de un 20% por debajo de sus niveles en la segunda mitad de 2018. Entonces, a grandes rasgos, períodos de poder adquisitivo bajo (alto) tienden a corresponderse con servicios que se abaratan (encarecen). Comparar lo que ocurrió en la salida de la pandemia y la experiencia actual es ilustrativo al respecto.

La relación del salario con el tipo de cambio real

Este escenario refleja que la rápida desaceleración de la inflación (la clave del éxito del programa económico del Gobierno), no solamente tuvo que ver con ordenamiento de las expectativas a través del compromiso con el superávit fiscal y el uso del ancla cambiaria, sino que también se aprovechó del ancla salarial. Interrumpir el mecanismo de la virtual indexación salarial luego del shock de finales de 2023 fue un factor importante que ayudó al proceso de desinflación (el salario real habría caída cerca de un 10% promedio durante 2024).

Como este deterioro del poder adquisitivo fue compensado sólo parcialmente por la recuperación de los ingresos laborales, para finalizar el ordenamiento de los precios relativos se requiere que la mejora del salario real se sostenga. En este sentido, considerando la relación histórica y “espejada” que tiene esta variable con el tipo de cambio real, esto también implica que continúe el proceso de apreciación del peso.

El gobierno insiste en que evitará una devaluación que interrumpa esta tendencia en el corto plazo (de hecho en gran medida ha logrado convencer a los actores), defendiendo que esto atenta contra el poder adquisitivo y que no es la solución para las complicaciones en el frente externo. Por esta razón, el precio relativo de los servicios (tanto privados como públicos) seguramente siga creciendo en el corto plazo, dado que experimentarían un avance mayor que el de los bienes. Justamente, el anuncio de la reducción del crawling peg al 1% mensual es clave para que esto siga ocurriendo en un contexto de baja de la inflación, más si el gobierno insiste en que los acuerdos salariales miren la inflación futura en lugar de la pasada.

Más allá de la voluntad política, que puede redundar en un set de precios relativos todavía más adecuado que el actual a lo largo del 2025, no se debería perder de vista que el determinante de largo plazo del salario real es la productividad que tiene un país respecto al resto del mundo. Entonces, preguntarse si el nivel de tipo de cambio real (ya muchos lo miran de reojo) es sostenible, es lo mismo que cuestionar si el esquema económico elegido por el gobierno es capaz de mantener una mejora en el salario real (aún se encuentra alrededor de 20% por debajo de los máximos de 2017-18).

En este contexto, la duda pasa por saber si estamos en condiciones de sostener este proceso de apreciación y mejora del salario real el tiempo necesario hasta que se implementen las medidas que permitan una mejora en la productividad de la economía: la pendiente apertura comercial, reducción impositiva y reforma laboral. Dicho de otra forma, el interrogante es si la mejora de la productividad llega antes que las distorsiones asociadas a una apreciación real poco sostenible en el largo plazo.