En mayo, el IPC GBA Ecolatina trepó 8,9% mensual (+117,4% i.a.), acelerándose por 5° mes consecutivo. Así, acumuló en el año un alza del 42,2%, cuando en el mismo período de 2022 el aumento era del 28,1%. La inflación Núcleo creció 8,4%, mostrando la mayor variación desde abril de 2002 (+15,0%).
¿A qué respondió la aceleración? Principalmente al arrastre que dejaron los aumentos de la última semana de abril, motivados esencialmente por el salto en los dólares libres, que no fueron totalmente captados en el índice de abril, en conjunto con aumentos en tarifas de servicios públicos (electricidad, gas, entre otros).
El IPC Núcleo se elevó 8,4% (+108,5% i.a.), mostrando la mayor variación mensual desde abril de 2002 (+15,0%) y dando cuenta de una inercia consolidada en niveles cada vez más elevados. Esta persistencia se refleja en ajustes de precios que son mayores y más frecuentes, con una creciente indexación y acortamiento en los plazos de los contratos (tanto formales como informales).
El aumento estuvo impulsado principalmente por la categoría Vivienda y Servicios Básicos, que creció 17,1%, impulsada por los aumentos en electricidad, gas, expensas y alquileres. Por otra parte, se destacaron los aumentos en Esparcimiento (+11,0%), Educación (+9,9%) y en Equipo y mantenimiento del hogar (+9,4%).
Alimentos y Bebidas. El rubro trepó 1,7 p.p. por debajo del nivel general (+7,2%), y tuvo la menor incidencia en el total general en cinco meses. Al interior, los mayores aumentos se vieron en Fideos y pastas (+9,7%), Pescados y mariscos (+17,7%), Quesos (+9,7%), Leche (9,0%) y en Comidas listas para llevar (+17,2%).
¿Qué esperar en adelante?
Para junio estimamos una desaceleración del IPC GBA Ecolatina. En dicho mes, impactarán puntualmente aumentos en subtes (+10,5%); colectivos, subtes y trenes (+8,6%); prepagas (+5,5%), colegios privados (11,1% en CABA y 7,5% en la provincia de Buenos Aires); servicio doméstico (+6%), combustibles (+4%), internet, telefonía y cable (+4,5%) y, como viene sucediendo, alquileres (la actualización anual será de 100%).
El proceso inflacionario adquirió una dinámica propia difícil de frenar para este Gobierno. Por un lado, la dinámica de la inflación actual no es sólo cuantitativamente distinta a la del pasado, sino cualitativamente disímil: la creciente indexación y acortamiento en los plazos de los contratos han alimentado una arraigada inercia. Asimismo, la falta de credibilidad en el equipo económico para coordinar expectativas, la elevada incertidumbre imperante y la ausencia de un programa de estabilización contribuyen a ir consolidando pisos cada vez más elevados para la velocidad de los precios.
A eso se le suma el impacto de las crecientes restricciones a las importaciones, precios más sensibles a los movimientos de los dólares libres, la incidencia de las expectativas de devaluación y el impacto del “dólar agro” sobre el precio de algunos alimentos, con un programa “Precios Justos” con escasa influencia.
En este marco, el Gobierno tampoco puede apelar a las anclas tradicionales: no hay margen para congelar las tarifas de servicios públicos o atrasar sustancialmente el tipo de cambio oficial (como ocurrió frente a las elecciones de 2021), mientras que los salarios sólo podrán actuar como semi-ancla (esperamos que 2023 marque el sexto año consecutivo de merma del salario real).
Por estos motivos, más allá de poder observar una moderación puntual en algún mes, no esperamos una tendencia hacia la desaceleración para el resto del año, con el 2023 que tendría un piso en torno al 135%