La balanza de pagos en el marco del acuerdo con el FMI

La cuenta corriente alcanzó un superávit de 1,4% del PBI en 2021

En 2021 la cuenta corriente del balance de pagos alcanzó un superávit de USD 6.800 millones, que representó 1,4% del PBI. Esta dinámica refleja una mejora respecto al 2020, cuando el superávit fue de USD 3.300 millones (0,9% del PBI).

A diferencia de lo ocurrido en 2020, cuando el superávit fue principalmente la consecuencia del desplome de las importaciones, el virtual cierre del turismo internacional (cuenta históricamente deficitaria) y la merma en los pagos de intereses externos producto de la reestructuración con acreedores privados, durante 2021 el superávit se correspondió más a un incremento en los ingresos externos.

En ese sentido, los precios internacionales de commodities jugaron un rol central: las ventas externas de los cuatro principales complejos agropecuarios (soja, trigo, maíz y girasol) creció 53%, arrojando un saldo positivo del orden de los USD 35.000 millones. Esto permitió financiar mayores importaciones de bienes (+47% i.a.), cuyo costo estuvo a su vez agudizado por altos costos en los fletes internacionales, para materializar el fuerte rebote de la actividad.

Dentro de la cuenta corriente, el ingreso primario (rentas de la propiedad, como pagos de intereses y giros de utilidades) arrojó una salida neta de casi USD 10.000 M (-2,1% del PBI), donde se incluye el pago de intereses al FMI (0,3% del PBI), mientras que el ingreso secundario (transferencias) alcanzó un saldo positivo de 0,3% del producto.

Si al resultado de la cuenta corriente le agregamos el de la cuenta capital, se observó que en 2021 la economía tuvo una capacidad de financiamiento de 1,5% del PBI, por encima de la registrada en 2020 (0,9% del PBI) y marcando un fuerte contraste con la necesidad de financiamiento externo de 2017-2019 (-3,6% del PBI).

Sin embargo, esta capacidad de financiamiento -a lo que se le suma un ingreso neto de inversión extranjera directa por 1,1% del PBI – tuvo impacto prácticamente neutro en el sector público: ni se acumularon reservas del BCRA (de hecho, cayeron levemente, USD 106 M) ni se redujeron pasivos externos en forma neta. Esto se debe a que la cancelación de pasivos externos por parte del sector público -títulos públicos y préstamos- por casi USD 4.000 M (donde se destacaron los pagos de capital al FMI en septiembre y diciembre), fue compensado con la asignación de DEG (USD 4.300 M) en el tercer trimestre. Esto también indica que el flujo neto con el FMI (asignación DEG – pagos de capital e intereses) fue deficitario en 0,2% del PBI (USD 870 M).

Por lo tanto, la contrapartida de la elevada capacidad de financiamiento y el saldo de inversión directa se reflejó principalmente en la acumulación de activos financieros (1,9% del PBI) y en la cancelación de pasivos (0,3% del PBI) por parte del sector privado.

Este es el punto de partida para 2022, un año en que el marco del acuerdo con el FMI y las condiciones internacionales tendrán implicancias significativas en nuestras cuentas internacionales.

El triángulo desafiante

En materia del balance de pagos, el marco del acuerdo con el FMI se establecen tres elementos centrales que configuran un “triangulo” desafiante de cara a este año.

En primer lugar, se proyecta una menor capacidad de financiamiento externo de la economía: el acuerdo prevé que el superávit de cuenta corriente alcance este año un 0,5% del PBI (1% p.p. del producto por debajo del año pasado). De todos modos, vale destacar que el resultado final dependerá del impacto de las actuales condiciones globales (incremento de precios energéticos y agropecuarios, menor cosecha y fletes más caros) y de que el turismo emisivo no vuelva a representar más de medio punto del PBI, tal como lo hizo en 2019, por ejemplo.

En el segundo vértice del triángulo se encuentra la cuenta financiera del sector público: producto del acuerdo habrá mayores flujos de financiamiento neto del exterior, pero éstos deberán ser acumulados por el mismo sector público. Dado el esquema previsto de desembolsos y el cronograma de vencimientos en el marco del acuerdo con el FMI, este año el flujo neto con el organismo revertiría su signo y sería favorable en alrededor de 1% del PBI -diferencia entre la acumulación neta de pasivos en la cuenta financiera por USD 6.700 M, alrededor de 1,2% del PBI, y los pagos de intereses en la cuenta corriente por 0,3% del PBI -. Sin embargo, la totalidad del saldo deberá aplicarse íntegramente a la acumulación de reservas internacionales (las reservas internacionales netas deberán crecer en USD 5.800 M).

Los dos elementos anteriores implican que este año el espacio para que el sector privado acumule activos y/o cancele pasivos externos sería más acotado que en 2021: contemplando un influjo neto de inversión directa similar al de 2021, la suma de la acumulación de activos financieros y caída de pasivos externos del sector privado (sumando también los errores y omisiones de la cuenta financiera), deberá pasar de 2,6% del PBI alcanzado el año pasado a 1,6% del PBI en 2022.

Aquí es donde entra la tercera punta del triángulo: en el acuerdo se establece el compromiso de no intensificar las restricciones cambiarias o a las importaciones. En este sentido, la menor acumulación de activos externos privados debe lograrse por la vía virtuosa (anclaje de expectativas) en lugar de hacerlo por la vía de las restricciones.

La combinación de estos tres “vértices” del triángulo tornan desafiante la dinámica de las cuentas internacionales de cara a este año, especialmente teniendo en cuenta las condiciones internacionales.

Si, por caso, la combinación de precios de exportación (agro) y de importación (energía) se torna más desfavorable que lo previsto, se deterioraría aún más la cuenta corriente, erosionando la capacidad de financiamiento externo de la economía. Esto obligaría a: i) relajar la meta de acumulación de reservas (tensionando el segundo vértice), ii) compensar este efecto por la vía de menores importaciones de otros bienes (tensionando el tercer vértice), o iii) procurar que se acote aún más la acumulación de activos o cancelación de pasivos externos del sector privado (tensionando también el tercer vértice).

En este sentido, dadas las “restricciones” que impone el acuerdo, conformando el triángulo desafiante antes mencionado, será de vital importancia lograr en el corto plazo el anclaje de expectativas para acotar los incentivos a la acumulación de activos externos privados, y fortalecer las exportaciones en el mediano plazo, para robustecer la capacidad de financiamiento externo de la economía.

La cuenta corriente alcanzó un superávit de 1,4% del PBI

Luego de 12 años, el país encadenó dos años consecutivos con superávit de cuenta corriente. Tras representar 0,9% del PBI durante 2020 (USD 3300 MM), fue de 1,4% del PBI el año pasado, alcanzando USD 6800 MM), el máximo valor desde 2009.

Gran parte de este resultado se debe al favorable resultado comercial de los bienes de la mano de los buenos precios internacionales de nuestros productos exportables. Por otro lado, como es habitual, el saldo de los servicios jugó en contra: alcanzó un rojo de casi USD 3500 MM a lo largo del año pasado. Si bien este déficit implica un crecimiento superior al 50% respecto al de 2020, todavía se ubica 30% por debajo del de 2019 y es 60% al de 2018.

En este caso, el elevado costo internacional del flete fue factor que implicó una significativa salida de reservas, en tanto la reactivación del turismo internacional todavía no parece un problema significativo: la cuenta de viajes exhibió un déficit de USD 930 MM, aproximadamente un tercio del observado para 2019 y un quinto del de 2018.

Al positivo saldo comercial de bienes y servicios se le debe sumar las transferencias corrientes, que sumaron USD 1500 MM. Todo esto fue contrarrestado por la cuenta de ingreso primario, en donde la renta de la inversión alcanzó un rojo de casi USD 10000 MM. Si bien es un valor similar al del 2020, se observa un cambio de composición del mismo: mientras el rojo se explicó principalmente por el pago de intereses de la deuda en el año de la pandemia, la reestructuración frenó esta sangría e hizo que el déficit durante el año pasado se deba a un mayor pago de utilidades y dividendos del sector privado.

Desafíos para 2022

El acuerdo con el FMI plantea alcanzar un superávit de cuenta corriente de 0,5% del PBI. Sin embargo, partiendo del importante superávit comercial de bienes alcanzado este año, las dificultades ya son palpables: el conflicto entre Rusia y Ucrania elevó los precios internacionales de commodities que si bien ayudará a engrosar los valores exportables golpeará fuertemente en el déficit energético, que podría alcanzar USD 5000 MM, según algunas estimaciones.

Dado el nivel de actividad económica, esta dinámica implica una merma en el superávit comercial de bienes. Sobre la misma se montará un deterioro del rojo proveniente del comercio de servicios: la vuelta del turismo internacional tras la pandemia -todavía lejos de ser comparable con 2018 y 2019- comenzará a erosionar a una mayor velocidad las reservas internacionales, a la vez que tampoco resulta clara una reducción del costo del flete, cuyo crecimiento ya era de tres dígitos en el comienzo del año.

De este modo, el desafío para este año será el de acumular dólares en el mencionado escenario de la cuenta corriente, lo que requerirá un ingreso neto de divisas a través de la cuenta financiera. Si bien parte provendrá de los organismos internacionales, el resto de las necesidades de financiamiento deberá ser aportada por las otras líneas.

Guerra, boom de commodities y la encrucijada de la FED: ¿cómo impacta en Argentina?

Con la irrupción de la pandemia, la liquidez financiera internacional y la flexibilidad de las políticas monetarias globales alcanzaron niveles no vistos desde la Crisis Financiera Global (CFG) de 2008/2009. En el caso actual, la gran mayoría de los bancos centrales del mundo respondió a la inédita crisis con un set de herramientas monetarias similar a la de la CFG: políticas monetarias (convencionales y no convencionales) fuertemente expansivas, que llevaron a las tasas de interés de referencia a umbrales mínimos e inundaron de liquidez a los mercados financieros internacionales. Sin embargo, sostener la demanda agregada no fue gratuito: pasado lo peor de la crisis, la inflación internacional alcanzó los mayores niveles de los últimos 40 años, aumentando la presión sobre el accionar de los bancos centrales. Sobre esto, el reciente conflicto entre Rusia y Ucrania aceleró fuertemente la suba de los precios de los commodities, tensionando aún más el panorama inflacionario global.

Ante esta situación lógicamente surgen muchas preguntas. ¿Se refleja la inflación internacional como un fenómeno permanente en las expectativas de mercado? ¿Tendrá margen la FED para llevar a cabo una agresiva política anti-inflacionaria en un contexto bélico internacional sin precedentes recientes y, además, en un año electoral en EE.UU.? Y, más importante aún, ¿Cómo juega el rally reciente de los precios de los commodities para la Argentina?

Un histórico dilema

Aunque históricamente los bancos centrales tuvieron como objetivo central mantener la estabilidad de precios y preservar el valor de la moneda, en muchos casos también se preocuparon por influir en el nivel de actividad y empleo. En este sentido, muchas autoridades monetarias suelen enfrentar el dilema (al menos en el corto plazo) entre estimular el nivel de actividad económica y mantener la estabilidad de precios.

Con la pandemia, la gran mayoría (sino todos) de los bancos centrales priorizaron el primero por sobre el segundo. Y las colosales expansiones monetarias que buscaron aminorar el impacto de la crisis tuvieron como corolario un fuerte repunte de la inflación internacional (+7,5% i.a. en USA, la más alta de las últimas 4 décadas). Ciertamente, las dificultades operativas y logísticas que causó la crisis del Covid-19 sobre la oferta global de bienes también jugaron un rol en el alza de precios, ya que la inflación inicialmente se mantuvo contenida. Pero, con la gradual normalización de estos cuellos de botella, la inflación se aceleró y emergieron preocupaciones respecto de su posible carácter permanente.

¿Permanente?

A modo de respuesta, en los últimos meses los principales bancos centrales del mundo (la FED, el BCE y el BoE) comenzaron a virar hacia políticas monetarias menos expansivas. En lo que respecta a la FED, ésta disminuyó la velocidad a la cual inyectaba liquidez en los mercados vía la expansión de su hoja de balance. Incluso, adelantó que este proceso conocido como tapering finalizaría en marzo y que, además, no dudará en subir la tasa de interés para apaliar la escalada inflacionaria. La fed fund rate (FFR) se mantiene en 0% desde abril del 2020 y el mercado descuenta que la FED la aumentaría en 50 bps en la próxima reunión del FOMC (marzo).

Consideramos que hay margen para una suba. En materia de tasas la FFR está en el nivel mínimo histórico y tan solo tres años atrás se ubicaba en torno al 2,4%. Mas importante aún, aunque la tasa de desempleo norteamericana actual (4%) es ligeramente mayor que la del Q4 2019 (3,6%), es menor al desempleo promedio de los cuatro años anteriores a la pandemia (4,2%). La sólida recuperación del mercado laboral en Estados Unidos alivia fuertemente el trade off al que se enfrenta la FED y deja espacio para actuar en el plano inflacionario.

Ahora bien, respecto de si hay margen para que la suba de tasas sea agresiva, la respuesta deja de ser tan obvia. La Reserva Federal tiene un objetivo de inflación de largo plazo del 2%. ¿Qué tan desviadas están las expectativas de mercado de dicho objetivo? Observado la inflación breakeven implícita en los títulos del Tesoro (aquella que dejaría indiferente a un inversor entre un título nominal y uno atado a la inflación) puede verse que al cierre del viernes la de 5 años supera el 3%, a 10 y 20 años se ubica en torno al 2,5%, mientras que a 30 años no sobrepasa el 2,25%. A priori, las expectativas de mercado parecieran estar desviadas del target de la FED, aunque no significativamente.

¿Son valores inéditamente altos en perspectiva histórica? Para la de 5 años podría decirse que sí (llegó a ver niveles similares por un lapso breve de tiempo a comienzos del 2005), pero no para el resto: a 10, 20 y 30 años han visto valores más elevados que los actuales, especialmente en la previa de la burbuja de las Sub-Prime entre el 2005 y el 2006 y/o posterior a la CFG. En otras palabras, parecería que a corto plazo se espera que persista el problema inflacionario, pero que a mediano plazo el mercado descuenta que (todavía) está bajo control.

Aunque el mercado laboral luce sólido, el crecimiento futuro puede estar en riesgo. Suele decirse que la “inversión de la curva de rendimiento” (hecho que sucede cuando títulos de menor duration rinden más que títulos de mayor duration, como se da actualmente con los bonos en dólares argentinos) es útil a nivel país para anticipar recesiones (o situaciones de fuerte estrés económico-financiero). Si consideramos al spread de tasas entre el treasury a 10 y 2 años como un proxy de la curva de rendimientos, la dinámica reciente es preocupante (notar que cuando se volvió negativo aconteció una recesión posteriormente):

La evolución de este indicador de probabilidad de recesión a corto plazo no puede ser descartado y seguramente signifique un limitante para la agresividad del giro hawkish de la FED. Estos limitantes se ven acentuados al considerar que la economía norteamericana enfrenta elecciones de medio término este año.

Disparada del precio de los commodities: ¿un impacto agridulce para Argentina?

Por su parte, el devenir del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania que puso en vilo a los mercados financieros globales en las últimas semanas también podría limitar la agresividad del retiro de estímulos de la FED en un contexto de elevada volatilidad e incertidumbre. Pero, paralelamente, la escalada militar también disparó el precio de los commodities, lo cual añade presión a la Reserva Federal para responder más agresivamente. Aunque el efecto de este evento sobre las políticas monetarias futuras de la FED es incierto, al menos en materia de precios internacionales no lo sería para Argentina.

Según nuestras estimaciones, previo al conflicto estimábamos que gracias a los mejores precios los cuatro principales complejos agrícola, aun considerando una merma en los rindes de soja y maíz para la campaña 2021-22 respecto de la anterior, podrían compensar la mayor necesidad de divisas para satisfacer la demanda energética.

Pero los precios mostraron un nuevo salto con la escalada del conflicto, lo que por un lado representa una buena noticia por el lado de las exportaciones agropecuarias (de mantenerse los actuales precios el aporte sería de USD 2.000 M adicionales) pero una mala noticia por el lado energético, que consumiría la mitad de dicha “ganancia” y tensionaría aún más el frente fiscal (obligando a mayores subas de tarifas o haciendo peligrar el cumplimiento de la meta de déficit primario). Asimismo, cabe señalar por un lado que los riesgos de esta escalada de precios son asimétricos: las proyecciones de los commodities que juegan a favor hoy tienen riesgos a la baja (en relación a los rindes de soja y maíz), mientras que las estimaciones de demanda energética presentan riesgos al alza. Y, por otro lado, que no sólo no es seguro que los actuales precios se sostengan en todo el 2022, sino que además del impacto en los precios, un recrudecimiento de la incertidumbre por el conflicto tendría impactos sobre las condiciones financieras y el nivel de actividad global.

En síntesis, en medio de un contexto turbulento, los bancos centrales venían enfrentando desafíos significativos, y el estallido del conflicto entre Rusia y Ucrania no hizo más que acentuar la dificultad. Para nuestro país, que también enfrentaba desafíos de magnitud, los primeros corolarios trajeron algunas buenas noticias, pero también tensiones adicionales.

 

El superávit comercial fue de casi 300 millones de dólares en enero

Las mayores exportaciones de enero desde 2008

En enero, el superávit comercial de bienes orilló USD 300 millones de la mano del mejor inicio del año desde 2008 para las exportaciones, que superaron USD 5.500 millones (+13% i.a.) y permitieron sostener importaciones por encima de los USD 5.000 millones (+37% i.a.) por noveno mes consecutivo. Sin embargo, el intercambio comercial no superó USD 11.000 millones y fue el menor registrado desde marzo del año pasado.

De todos modos, vale destacar que el valor de las importaciones luce abultado en parte producto del encarecimiento del costo del flete internacional. El mismo exhibe un incremento superior al 120% respecto a igual mes del año pasado y de 46% en los últimos cinco meses. En este sentido, el INDEC estima que este efecto incidió en casi 8 p.p. sobre la suba del precio de las importaciones.

En lo que refiere a lo rubros exportados, la expansión se concentró en los productos primarios (+80% i.a. en valores) gracias a un crecimiento de más de 40% en las cantidades exportadas. En este sentido, se destacaron las ventas externas de cereales (+102% i.a.), de la mano de la favorable cosecha fina. Por su parte, las manufacturas de origen industrial (MOI) y combustibles y energía treparon 32% i.a. y 12,5% i.a. respectivamente como consecuencia en la mejora de los precios -de hecho, la cantidad exportada de combustibles y energía cayó más de 30% en la comparación interanual-, mientras que las manufacturas de origen agropecuario (MOA) cayeron 25% en valores, también como resultado de una contracción en las cantidades.

Por otro lado, los distintos usos de las importaciones tuvieron un crecimiento bastante homogéneo, entre 30-45% i.a. en valores, a excepción de los vehículos, que cayeron casi 25% i.a.. No obstante, en este caso el incremento en los precios internacionales solo fue significativo para explicar el crecimiento de combustibles y lubricantes y bienes intermedios. Esta mejora en los términos del intercambio, captada por un efecto positivo mayor de los precios internacionales en nuestras exportaciones con relación al impacto negativo en las importaciones evitaron que la balanza comercial arranque el año en rojo (el INDEC estima que la ganancia fue de USD 309 millones).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

El sector externo continúa sumando interrogantes para el futuro inmediato. En primer lugar, las perspectivas de una cosecha regular con importantes riesgos a la baja se mantienen por el lado de las cantidades. Si bien este efecto por el momento se estaría compensando con precios favorables, -el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia continúa impulsando al alza los commodities- las acciones de la FED en materia de política monetaria -suba de las tasas de interés- implican riesgos adicionales.

También aparecen dudas en lo que refiere al costo de la energía a nivel mundial. Un deterioro de estas condiciones podría complicar aun más el saldo de bienes ante la mayor necesidad de energía durante el invierno. Por otro lado, también es un interrogante lo que ocurra con el crecimiento en el precio de los fletes, que podría incluso seguir incrementándose en caso de la continuidad del conflicto armado en Europa del Este.

El desenvolvimiento de estos factores externos determinará el margen con el que el país contará para financiar sus importaciones, necesarias para mantener el nivel de actividad -especialmente industrial- alcanzado durante 2021. Además, las cuestiones mencionadas convergen en las próximas semanas/meses, momento en que también deberá llegar a buen puerto la renegociación con el FMI para no agregar más incertidumbre al panorama.

La apertura del turismo y la cuenta corriente

El superávit comercial de bienes, pilar de las cuentas externas, alcanzó USD 15.000 M en 2021

Luego de un cuatrienio (2015-2018) donde promedió un déficit superior a los USD 3.000 M anuales, en 2019 se revirtió el saldo comercial de bienes, alcanzando un superávit de USD 16.000 M (3,5% del PIB) en dicho año. La mencionada reversión fue principalmente producto de un desplome de las importaciones (-25% i.a.), en el marco de la recesión iniciada en 2018.

En 2020 el saldo comercial se sostuvo en terreno positivo (USD 12.500 M, 3,2% del PIB), pero en un contexto en el que el flujo internacional de comercio se vio fuertemente impactado por la pandemia: en cantidades, el intercambio mundial de mercancías cayó 5% (en Argentina el intercambio comercial se redujo 15% en valores). En dicho año, las exportaciones se contrajeron 16% i.a. mientras que las importaciones volvieron a caer (-14% i.a.) registrando los mínimos valores desde 2009.

El desafío el año pasado era lograr financiar las importaciones necesarias para materializar la recuperación que comenzó hacia fines de 2020. En este sentido, la mejora de los términos del intercambio jugó un rol clave: en 2021 el alza de precios de las exportaciones (+26% i.a.) casi duplicó al de las importaciones (+15% i.a.), y esto permitió sostener un saldo comercial superavitario elevado (USD 15.000 M, 3,1% del PIB) pese a que el crecimiento de las cantidades importadas (+30% i.a.) triplicó al de las exportadas (+13% i.a.). De hecho, más de la mitad del superávit de comercio alcanzado en 2021 se explica por la dinámica de los precios internacionales.

La importancia de sostener un superávit de bienes robusto es central, habida cuenta de la estructura de nuestras cuentas externas, y especialmente en momentos como el actual donde los flujos financieros son escasos: el ingreso neto de dólares por esta vía -junto a las transferencias corrientes, que no es un monto tan relevante- financia el histórico déficit de servicios y renta de la inversión (ingreso primario), como parte de la acumulación de activos privados externos. De hecho, cuando el país no cuenta con un excedente en el intercambio de bienes la cuenta corriente suele ser deficitaria, lo cual genera una necesidad de financiamiento externo que debe suplirse mediante el influjo de divisas financieras (endeudamiento o inversión directa) o utilización de reservas (stocks); y cuando esto no es posible -por ejemplo cuando el financiamiento externo se corta abruptamente- la cuenta corriente debe ajustar rápidamente, generalmente por la vía de la combinación de devaluación con recesión.

Esto último ocurrió durante buena parte de la última década: entre 2013 y 2018, el rojo de la cuenta corriente promedió casi USD 19.000 millones por año (3,2% del PBI en promedio), generando una elevada necesidad de financiamiento externo que se cubrió con ingresos financieros netos. Luego, cuando abruptamente éstos se detuvieron a mediados de 2018, la moneda local se depreció fuertemente dando lugar a la recesión de 2018-2019, que condujo a la reversión del saldo de la cuenta corriente, del déficit previo al superávit actual.

El otro viento de cola

En 2020-2021 la cuenta corriente mostró un superávit de más de 1% del PIB en promedio (frente al déficit de 3,2% del PIB en 2013-2018). La mejora respecto al período precedente correspondió a la mencionada reversión en el saldo de bienes. Sin embargo, durante los últimos dos años el saldo de la cuenta corriente se vio además favorecido por dos factores adicionales: en primer lugar, la reducción del pago de intereses externos, producto del canje de títulos públicos realizado en 2020: el saldo neto de rentas por inversión de cartera promedió, entre el segundo trimestre 2020 y el tercero de 2021, poco más de USD 300 M, cuando entre 2018 y el primer trimestre de 2020 el rojo superó los USD 2.000 M trimestrales.

En segundo lugar, por el achicamiento del saldo negativo de la cuenta de servicios. Este balance, que entre 2015-19 registró un déficit trimestral de casi USD 1.900 millones (más de USD 5.000 millones anuales), se redujo a una tercera parte (USD 625 millones) en 2020-2021.

Sin este comportamiento la cuenta corriente habría morigerado sensiblemente su saldo superavitario en 2020 y 2021, por lo que es una dinámica que merece atención. En este sentido, analizando los componentes de la cuenta corriente de servicios, se encuentra que en los últimos cinco años antes de la pandemia, el 80% del rojo se explicaba por los servicios asociados al turismo y el transporte de pasajeros.

 

Indudablemente, el freno del turismo internacional en los últimos casi dos años fue un aliciente para las cuentas externas en un país que exhibía una salida neta anual de turistas cercana al millón de personas. Al “cerrarse” esta canilla, estimamos que se habrían ahorrado entre USD 2.000-3.000 millones por año por esta vía y el peso del turismo y viajes en el déficit comercial de los servicios se redujo a la mitad entre 2020 y el tercer trimestre de 2021.

Lo(s) pasajero(s) no son transitorios: un empeoramiento del saldo de servicios es un factor más de tensión para un año desafiante en materia de cuentas externas

Si bien, como se mencionó previamente, el freno en el turismo internacional ayudó a fortalecer el superávit de la cuenta corriente en los últimos dos años, en el horizonte aparecen luces de alarma. El balance cambiario que publica el BCRA sugiere que la salida de dólares por esta vía se aceleró en octubre y noviembre, tendencia que habría mantenido al cierre del año y seguirá, al menos, en los próximos meses teniendo en cuenta el relajamiento de restricciones que se dio incluso con la nueva ola de casos a nivel mundial.

Vale destacar este punto porque la progresiva recuperación del turismo internacional, que según la Organización Mundial del Turismo se ubicó en 2021 más de 70% por debajo del nivel pre-pandemia, podría volver a tensionar las cuentas externas por la vía de la cuenta corriente.

Esto se reafirma por dos factores: en primer lugar, por una demanda reprimida de viajes tras dos años de virtual suspensión de los mismos. Y, en segundo lugar, porque es un servicio -que impuestos mediante- se puede acceder a un dólar a $180, por debajo del dólar informal libre (ya en la zona de $210), el más relevante a la hora de analizar el gasto en divisas del turismo.

En este sentido, la velocidad de la recuperación del turismo internacional será fundamental a la hora de monitorear la dinámica del saldo de la cuenta corriente. De hecho, la suspensión de las cuotas para pasajes a partir de noviembre y el intento de promover como política de estado el programa Pre-Viaje -para así tratar de contener el flujo de turistas al exterior- son medidas que “ayudan” a moderar la velocidad del deterioro de la cuenta corriente de servicios.

Esto es relevante de cara a este año porque no esperamos encontrar un efecto compensador en el resto de los componentes de la cuenta corriente de servicios. Los servicios informáticos y empresariales, históricamente superavitarios, tendrían algo más de margen para recuperar con la vuelta a la normalidad pero no llegarán a aportar lo suficiente para contrarrestar la salida de dólares por turismo. Por otro lado, un eventual abaratamiento de los fletes -que desde fines de 2020 vienen encareciéndose fuertemente y ha sido la principal salida de divisas por servicios este año- podría también reducir la pérdida de divisas, pero por su magnitud dentro de las cuentas externas, esto no sería suficiente.

No obstante, un eventual deterioro del saldo de servicios por la vía de la cuenta viajes será sólo un factor que adicionará más tensión a un año ya de por sí desafiante, ya que el saldo de bienes (principal pilar de las cuentas externas) tiene riesgos a la baja por el lado de los precios (endurecimiento de la política monetaria a nivel global) y las cantidades (por las condiciones climáticas), mientras que por el lado de la cuenta financiera aún no se renegoció el crédito con el FMI, que implica pagos por casi USD 19.000 M este año.

Todo esto reafirma que este año será crucial el monitoreo de diversos elementos (política monetaria global, clima, fletes, turismo, negociaciones con el FMI, etc.) para entender como transitarán nuestras cuentas externas un año desafiante.

El superávit comercial fue de 14.750 millones de dólares

Las mayores importaciones en más de 40 meses

En diciembre, el superávit comercial de bienes volvió a ubicarse levemente por debajo de USD 400 millones y acumulando un saldo positivo de USD 14.750 millones en 2021. Este valor equivale a 2,9% del PBI.

Lo destacable fue el significativo incremento en las importaciones, que marcaron el máximo en 41 meses tras superar los USD 6.200 millones (+59% i.a.). Por este motivo, la buena performance de las exportaciones, que volvieron a superar USD 6.500 millones (+86% i.a.) no se reflejó en un saldo comercial algo más abultado. Vale destacar que, en ambos casos, el peso como porcentaje del PBI se ubicó en los mayores desde 2011 (12,7% y 15,6%, respectivamente).

Durante diciembre, la expansión de las importaciones estuvo impulsada por combustibles y lubricantes (+391% i.a.), bienes intermedios (+61% i.a.) y bienes de capital (+45,5% i.a.). Por el lado de las exportaciones, los productos primarios (+139% i.a. en valores) y las manufacturas de origen agropecuario (MOA) avanzaron apenas 113% dieron cuenta de la expansión. Vale destacar que la base de comparación se ve fuertemente afectada porque en diciembre de 2020 había tenido lugar un paro que afectó las operaciones portuarias que condicionó los envíos al exterior en ese entonces.

Breve racconto del año

En 2021, las exportaciones orillaron USD 78.000 millones (+42% i.a.), marcando el mayor valor desde 2012 y sumando USD 23.000 millones respecto a 2020. En este sentido, el principal aporte provino de las MOA, que superaron USD 30.000 millones (+42% i.a.) y de las MOA, que alcanzaron USD 20.000 millones (+50% i.a.). En el primer caso, contribuyó en mayor medida la mejora en los precios internacionales (+27% i.a.), mientras que, en el segundo, las cantidades exportadas (+33% i.a.) fueron las que facilitaron la mejor performance.

Por el lado de las importaciones, volvieron a superar los USD 60.000 (+49% i.a.), tal como ocurrió durante el período 2011-18. La mayor contribución vino por el lado de los bienes intermedios (+54% i.a.), combustibles y lubricantes (+121% i.a.), piezas y accesorios (+57% i.a.) y bienes de capital (+38% i.a.).

 

La mejora en los términos del intercambio experimentada durante 2021 es central para que la mejora en las exportaciones se deba en mayor medida a un efecto precio (explica el 60% del aumento de las exportaciones en valores) y, a la inversa, el desempeño de las importaciones se explica más por las cantidades (que explicaron el 60% del incremento de las importaciones en valores). En este sentido, de no haber sido por la evolución favorables de los precios, el saldo comercial hubiera sido menos de la mitad, apenas rozando los USD 7.000 millones.

¿Qué esperamos para 2022?

Como se ha mencionado reiteradas veces, la mejora de los precios internacionales de commodities no será la norma el próximo año. La necesidad de controlar una inflación en dólares que ya se reconoce como “menos transitoria” tendrá como resultado la apreciación de la divisa, afectando negativamente los precios internacionales y, en definitiva, la posibilidad que nuestro país vuelva a gozar de una sustancial mejora en los términos del intercambio. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa, condicionando aún más los valores exportados.

Por otra parte, el rebote en las principales economías del mundo tras el fatídico 2020 no volverá a estar presente este año, por lo que no necesariamente habrá una mayor demanda de los bienes producidos internamente, especialmente por Brasil, para el que se prevé un crecimiento en la zona de 1%. Esta mayor austeridad en las perspectivas de crecimiento también se traslada a nuestro país, pero por motivos algo diferentes: el postergamiento de correcciones necesarias durante el año pasado no podrán continuar dejándose de lado, lo que condicionará el crecimiento económico -en torno al 2%- y la demanda de importaciones.

Estos factores convergerán en una reducción del saldo comercial para este año, será algo inferior a USD 10.000 millones, representando 1,6% del PBI.

El mayor flujo comercial acumulado a noviembre desde 2013

Se modera el superávit comercial al cierre del año

En noviembre, el superávit comercial de bienes rozó USD 400 millones, en línea con lo observado en igual mes del año pasado y acumulando un saldo positivo de USD 14.300 millones en lo que va del año. Las exportaciones superaron los USD 6.100 millones (+37% i.a.), cifra no vista desde 2012 para un mes de noviembre, mientras que las importaciones se ubicaron en torno a USD 5.700 millones (+40% i.a.). De esta manera, a falta de un mes para el cierre del año, el flujo comercial alcanzó USD 128 mil millones, el mayor desde 2013 a esta altura del año.

A diferencia de los últimos meses, el resultado positivo de la balanza comercial no fue impulsado por una significativa diferencia de los precios internacionales, ya que estos mostraron un avance del 23% i.a. para las exportaciones y de 21% i.a. para las importaciones, en donde se incluye el incremento de 50% del costo del flete frente a un año atrás.

A nivel desagregado, los productos primarios (PP, +75% i.a. en valores) lideraron la expansión debido a las mejoras tanto de los precios internacionales como de las cantidades. Fue seguido por las manufacturas de origen industrial (MOI, +60% i.a.) principalmente gracias a una mejora de más de 40% de las cantidades vendidas al resto del mundo. Finalmente, combustibles y energía avanzó 25% y las manufacturas de origen agropecuario (MOA) aumentaron apenas 13,5%, afectadas por un deterioro de casi 7% en las cantidades vendidas.

Por el lado de las importaciones, la principal suba se dio en combustibles y lubricantes (+217% i.a.). Además, se evidenció un incremento superior al 50% de bienes intermedios y de casi 30% de piezas y accesorios. Sin embargo, tanto los bienes de capital y de consumo mostraron avances en torno a 20% i.a., evidenciando que el principal énfasis en las importaciones estuvo más asociada a la dinámica propia del proceso productivo que de la inversión o del consumo final. En este sentido, se destaca que la importación de vehículos automotores de pasajeros se contrajo más de 20% en la comparación interanual.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Prevemos que la balanza comercial cierre el año por encima de los USD 15.000 millones. Sin embargo, 2022 traerá consigo algunas cuestiones a considerar.

En primer lugar, la mejora de los precios internacionales de commodities no será la norma el próximo año. La necesidad de controlar una inflación en dólares que ya se reconoce como “menos transitoria” por parte de la FED, golpeará en cierta medida los precios internacionales impidiendo que el efecto precio gobierne durante 2022. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa durante el próximo año, condicionando aún más los valores exportados.

Por otro lado, el ritmo de crecimiento de la economía brasilera, nuestro principal socio comercial, dejará atrás las altas tasas vistas en 2021 (que fueron producto de la recuperación de la pandemia) y se desacelerará marcadamente. Esta moderación también afectará a China y al resto del mundo en general, poniéndole un techo a la expansión de la demanda externa de los bienes producidos en el país.

La dinámica de las exportaciones definirá la cantidad de dólares disponibles para las importaciones. Efectos negativos en los primeros complicarán la disponibilidad de divisas para las segundas, condicionando la recuperación de la economía y en especial de la actividad industrial, el motor de la recuperación en la salida de la pandemia.

El saldo comercial superará USD 15.000 millones este año

Continúa el efecto precio de las exportaciones

En octubre, el superávit comercial de bienes alcanzó USD 1.600 millones, más que duplicando los USD 670 millones del año pasado y acumulando un saldo positivo de casi USD 14.000 millones en lo que va del año. Las exportaciones rozaron los USD 6.900 millones (+46,5% i.a.), cifra no vista desde 2012 para un mes de octubre, mientras que las importaciones se ubicaron en torno a USD 5.200 millones (+31% i.a.), exhibiendo una expansión inferior a la de las exportaciones por segundo mes consecutivo.

Nuevamente, el desempeño favorable de la balanza comercial se vio traccionado por los precios internacionales, que mostraron un avance del 28% i.a. para las exportaciones pero solo 17,9% i.a. para las importaciones (a pesar de la duplicación en el costo del flete frente a un año atrás, principalmente en los envíos provenientes de China).

De esta forma, de no haber sido por el efecto precio, el saldo comercial se hubiese posicionado en la zona de USD 900 millones gracias al desempeño de las cantidades, que también fue positivo: en el caso de los envíos al exterior el incremento fue del 13,6% i.a., mientras que las compras mostraron una expansión del 11,1% i.a.

Dinámicas similares a nivel desagregado

A nivel desagregado, combustibles y energía lideró el alza de las exportaciones (+153% i.a. en valores) en gran parte debido a la más que duplicación de los precios. Este rubro fue seguido de productos primarios (PP, +73% i.a.), manufacturas de origen industrial (MOI, +56% i.a.) y manufacturas de origen agropecuario (MOA, 16% i.a.). Entre los desempeños más favorables se destacan el caso de cereales (+127% i.a.), oleaginosas (+73% i.a.), combustibles y aceites minerales (+171% i.a.), metales y sus manufacturas (+124% i.a.), petróleo crudo (+313% i.a.) y gas (+195% i.a.).

Por el lado de las importaciones, la principal suba se dio en combustibles y lubricantes (+191% i.a.), aunque hubo un avance en todos los rubros motivado por mayores cantidades demandadas, con la excepción de vehículos de pasajeros que mostró una caída de casi 44% i.a. Entre las mayores alzas se destacan los casos de combustibles y lubricantes elaborados (+310% i.a.), computadoras y teléfonos (+47% i.a.) y medicamentos (+95% i.a.).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

No esperamos cambios significativos en la dinámica vista hasta el momento para lo que resta del año. Así, prevemos que la balanza comercial cierre en torno a los USD 16.000 millones. Sin embargo, 2022 traerá consigo algunas diferencias importantes.

Por un lado, el ritmo de crecimiento de la economía brasilera, nuestro principal socio comercial, dejará atrás las altas tasas vistas en 2021 (que fueron producto de la recuperación de la pandemia) y se desacelerará marcadamente, algo que se observa en el recorte de las proyecciones de crecimiento por parte del mercado, que pasó de 1,4% a 0,7% para 2022 en el último mes. China, por su parte, moderaría también su expansión y crecería “solo” 5,6%, de acuerdo a las últimas proyecciones del FMI. De esta forma, nuestras cantidades exportadas verían los efectos de una menor demanda.

En cuanto a los precios de los commodities, la bonanza ya no será la norma en 2022. La FED ya ha confirmado la disminución de sus estímulos monetarios y se espera que dé inicio a una política de suba de tasas en algún momento de 2022. No obstante, el mercado ya se ha hecho eco de este cambio en la política monetaria y los precios han comenzado a ver ajustes. En este sentido, la soja y el maíz se encuentran 15% y 22% debajo de sus máximos recientes alcanzados en el primer semestre de 2021, aunque aún se mantienen 36% y 45% por encima del precio promedio de 2020. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa durante el próximo año, condicionando aún más los valores exportados.
Paralelamente, el barril de petróleo en la zona de los USD 80 juega de manera ambivalente. Por un lado, encarece nuestras importaciones de combustible.

Por otro, incrementa la rentabilidad en el sector de hidrocarburos no convencionales, estimulando el desarrollo de nuevos proyectos y mayores exportaciones.

De esta forma, esperamos para 2022 un superávit comercial de bienes inferior, en la zona de los USD 10.000 millones.

¿Cómo impactará la vuelta a la normalidad de las condiciones externas?

En 2021 dos características del contexto internacional fueron muy favorables para el sector externo. En primer lugar, el intercambio comercial de bienes se vio beneficiado por unos precios extraordinarios para nuestros productos de exportación. En segunda instancia, las restricciones al turismo cerraron una cuenta históricamente deficitaria del balance de pagos.

Sin embargo, tanto los valores de los productos agrícolas como el movimiento internacional de pasajeros podrían retornar a valores más “típicos” en 2022. La reversión de los primeros no solo fue la norma en los últimos booms de commodities, sino que también es una previsión acorde a lo que se espera de las finanzas internacionales para los próximos tiempos: así como la política monetaria expansiva de Estados Unidos alimentó el crecimiento de estos precios, su contracción ya anunciada podría revertir al menos parcialmente estas subas. Respecto al turismo, la dilución de la pandemia por el avance de la vacunación en el país y el exterior están abriendo paulatinamente la posibilidad de viajar internacionalmente.

Los precios internacionales, en particular el incremento que experimentó la soja y sus derivados, traccionaron el superávit comercial de bienes a lo largo del año. En tanto, un muy acotado déficit de servicios permitió que este saldo fuera acumulado como reservas del Banco Central, a pesar de la elevada brecha, la intervención cambiaria y algunos pagos de deuda. Pero ¿qué podría pasar con condiciones externas no tan favorables? ¿cómo sería el desempeño del comercio agrícola y del resto del sector externo?

Los commodities al ritmo de la política monetaria estadounidense

Frente a la crisis del Covid-19 muchos países respondieron con grandes paquetes de políticas fiscales y monetarias. Estados Unidos no fue la excepción, ya que incrementó su gasto público y realizó una importante inyección de dólares que elevó la liquidez global. Esto redujo las tasas de interés internacionales, suavizando el efecto de la recesión sobre los ingresos de los hogares y las empresas, pero al mismo tiempo impulsando al alza el precio de muchos productos y opciones financieras.

En particular, un hecho que se repite en estos ciclos de política monetaria expansiva es la suba de los precios de los commodities. Este comportamiento explica que el índice del precio de materias primas que elabora el BCRA haya saltado 60% -medido en dólares- entre el comienzo de la pandemia y mediados de este año. Uno de los productos que más trepó fueron los porotos de soja, que alcanzaron valores máximos desde 2012. Por este motivo, nuestras exportaciones en los primeros nueve meses de este año fueron récord desde 2013, debiendo más de la mitad del superávit comercial al avance de los términos de intercambio.

Sin embargo, la crisis del Covid fue pasajera y, a medida que el nivel de empleo se recupera en las principales economías del mundo, las políticas tomadas por dicha crisis van encontrando sus límites. En este sentido, la Reserva Federal estadounidense anunció que pronto moderaría el ritmo de inyección monetaria mensual, acomodando su política a sus objetivos de inflación de largo plazo. A la vez, la mitad de sus miembros espera una suba de tasas en 2022 y prácticamente todos proyectan que el alza llegará antes de 2023, dejando claro que el sesgo de la política, más temprano que tarde, se volverá contractivo.

Este giro de la política monetaria revertiría, al menos parcialmente, las subas de precios generadas, desinflando las cotizaciones de los activos y bienes que había impulsado. Frente a estas previsiones, los precios de los commodities ya comenzaron su sendero descendente: el poroto de soja cayó 14% entre mayo y septiembre, el aceite de soja se redujo 11% en el mismo período y los pellets, cuyo máximo valor había sido alcanzado en enero, ya se ubican 17% por debajo. Peor aún, si tomamos los contratos futuros como referencia de la evolución de los precios para los próximos meses, vemos que los participantes de este mercado esperan que los precios del poroto, aceite y pellets de soja todavía caigan entre un 5% y un 15% adicional en el próximo año.

Considerando que el complejo sojero exportó en los primeros nueve meses del año USD 18.500 millones, estas bajas representarían una pérdida muy sensible para el comercio exterior. Este complejo representa una fracción muy relevante de las exportaciones (32%) pero su relevancia en términos del saldo comercial es todavía mayor: al descontar las importaciones del mismo rubro (principalmente, se compran porotos para industrializar en el complejo de crushing), el superávit de este segmento fue de USD 16.300 M, 32% más que el saldo de todo el comercio de bienes. Si incorporamos también los complejos de compraventa de maíz y trigo, las exportaciones de estos tres granos y sus subproductos representan casi la mitad de las ventas totales.

Por este motivo, la dinámica de estos los precios tiene un impacto significativo tanto en las exportaciones como en el superávit externo. Un matiz a este deterioro lo marca el hecho de que el precio recibido por los embarques locales se encuentra momentáneamente desligado de la cotización internacional y no se redujo en la misma cuantía. Sin embargo, la situación podría empeorar si las cotizaciones locales convergieran a las externas y si se sumara algún problema climático que afectara las cantidades cosechadas (una inundación o sequía que, por ahora, no se estaría previendo).

El intercambio de servicios se deterioraría con la vuelta del turismo

En lo que hace al resto del comercio de bienes, no esperamos grandes movimientos de cara al año próximo. Por el lado de los envíos de manufacturas, la venta de productos industriales está creciendo (en facturación y en volúmenes) impulsada por la recuperación de la actividad económica en Brasil (se estima que su PBI crecería 5,0% en 2021 y 5,4% para la producción industrial) y el resto de nuestros socios comerciales.

Considerando que el año próximo este crecimiento aminoraría, pero no se detendría, la demanda externa seguirá siendo favorable sobre este tipo de productos. Respecto a las importaciones, proyectamos que el módico crecimiento de la actividad económica y el consumo privado doméstico moderen su suba, que además podría verse administrada con mayores controles a las compras del exterior. En este sentido, ni las exportaciones de manufacturas industriales ni las compras perturbarían la evolución de las reservas.

Sin embargo, una cuenta que sí insumirá un mayor monto de divisas en lo que viene será el comercio de servicios. El principal componente de esta partida es el turismo internacional. Luego de casi un año y medio en que este rubro permaneció prácticamente cerrado, la eliminación de restricciones a los vuelos (tanto para salir como para ingresar al país) permite que podamos proyectar una recuperación de los viajes emisivos y receptivos.

Esta apertura fomenta a algunas de las actividades más golpeadas por la crisis (de hecho, son los rubros que se busca favorecer con programas como ‘pre-viaje’ a nivel nacional, ‘super viaje BA’ en CABA y ‘Regreso’ en la Provincia de Buenos Aires). A pesar de ello, aunque el efecto sectorial de esta recuperación sea positivo, el saldo en divisas seguramente será deficitario: el resultado del intercambio turístico fue sistemáticamente negativo desde 2006, cuando comenzó a relevarse con la metodología vigente. Además, la incipiente recuperación está tomando con mayor velocidad por el lado de los turistas que viajan al exterior en comparación con aquellos que ingresan (en los primeros ocho meses del año, recibimos alrededor de 75 mil viajeros del extranjero mientras que salieron del país 332 mil residentes).

Dos sectores que marcarán el ritmo de las divisas

En los próximos meses la economía doméstica difícilmente reciba grandes influjos de capitales. Las restricciones al giro de divisas desalientan la inversión productiva, a la vez que las regulaciones sobre los mercados financieros y el riesgo país alejan las colocaciones financieras. De este modo, la dinámica de los movimientos con el exterior quedará determinada por el intercambio de bienes y servicios y los pagos de deuda.

Aunque el último de estos componentes será relativamente acotado el año próximo (descontando que se están negociando los vencimientos programados con el FMI), el intercambio comercial deberá financiar la mayor parte de las necesidades de divisas de la economía. A lo largo de este año el Banco Central compró reservas internacionales, brindando cierta idea de solidez a las cuentas externas. Sin embargo, la acumulación se debió por completo a los dos factores mencionados y la posición del BCRA en el mercado cambiario no sería tan holgada el año próximo. En este plano, la “normalización” del precio de los commodities agrícolas y los flujos turísticos podrían traer malas noticias, amenazando la disponibilidad actual de divisas.

Dando por hecho que el turismo internacional se recuperará el año entrante, la clave para monitorear en lo que viene será la secuencia de políticas que implemente la reserva federal estadounidense. Aunque una caída en el precio de los productos de exportación nunca es favorable, Argentina podría reducir su incertidumbre si desligara la disponibilidad de dólares de estas volatilidades. En tanto no se resuelvan los desequilibrios que hoy desalientan el ingreso de capitales, la única alternativa para hacerlo es incrementar los volúmenes exportados, una tarea todavía pendiente.

Las exportaciones tuvieron su mejor septiembre en 10 años

¿Cómo fue el resultado comercial en septiembre?

En el noveno mes del año, el superávit comercial fue cercano a los USD 1.700 millones. Este resultado es más del doble del obtenido en el mismo mes del año pasado, cuando el saldo positivo fue de algo menos de USD 600 millones. De esta manera, el superávit acumulado en los primeros tres trimestres del año es de más de USD 12.300 millones. Por primera vez en el año este monto se ubicó por encima del de igual lapso de 2020 (+4%) y alcanzó máximos para este período desde el año 2009.

Una vez más, la bonanza externa está relacionada con el valor de las exportaciones, que se vieron impulsadas por mayores envíos en volúmenes y también por una mejoría en los precios. Las ventas al exterior superaron los USD 7.500 M (+60% i.a.), siendo las más altas para el mes de septiembre desde 2011. Al mismo tiempo, las importaciones también crecieron, aunque por primera vez en el año lo hicieron a un ritmo inferior al de las exportaciones (+43% i.a.). Con estos datos, las exportaciones acumulan un total de USD 58.300 millones (+38% i.a.) en lo que va del año, mientras que las importaciones fueron de casi USD 50.000 millones (+52% i.a.).

¿Qué influyó en el avance de las compras y ventas?

De la misma manera que en agosto, tanto precios como cantidades contribuyeron a la suba de las exportaciones. Mientras que los primeros saltaron 30% i.a., los volúmenes treparon 23% i.a. Esto es una buena noticia para las ventas al exterior y fue difundido para todos los rubros: los envíos de productos primarios subieron 51% i.a., los de combustibles y energía 37% i.a., los de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) 18% i.a. y los de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) 11% i.a., siempre medido en cantidades.

En particular, se destaca la venta de maíz, que se incrementó 119% i.a., de trigo, que creció 136% i.a., y de porotos y aceite de soja, que saltaron 597% i.a. y 90% i.a. Por el lado de las MOI, la venta de vehículos más que se duplicó.

Por el lado de las compras, los precios avanzaron 19% i.a. y las cantidades crecieron 20% i.a. En este caso, todos los usos económicos demandaron un mayor volumen de compras, con la excepción de combustibles y vehículos. Los que mostraron saltos más grandes en cantidades fueron los bienes de capital (+26% i.a.) y sus piezas (+41% i.a.).

Una vez más, casi un tercio del superávit se debió al efecto de los precios. Si los términos de intercambio hubieran permanecido estables respecto al año pasado, el saldo del comercio de bienes habría sido de USD 1.100 millones. En lo que va del año, este efecto explicó USD 5.300 millones (43% del superávit registrado).

¿Qué esperamos para lo que queda del año?

Para el último trimestre del año no esperamos que las cotizaciones de los productos de exportación disminuyan significativamente. De este modo, el superávit podría ubicarse en la zona de los USD 15.000 millones.