El IPC GBA Ecolatina fue de 3,1% en enero

De acuerdo con el IPC GBA Ecolatina, en enero la inflación alcanzó 3,1%, desacelerándose 1 p.p. en relación a diciembre (+4,1%). De este modo, acumula una suba de 54,6% respecto a enero del año pasado.

En lo que respecta a las categorías, el IPC Núcleo mostró una variación de 3,5% en el mes y alcanzó una suba de casi 60% i.a., considerablemente por encima del Nivel General. Dado que excluye los precios Estacionales o Regulados por el gobierno, esta categoría muestra con mayor claridad la inercia del proceso inflacionario, que cede con mayor lentitud.

Por otro lado, los precios Estacionales crecieron sensiblemente (+3,9%) debido al salto en frutas y verduras (9,5% y 12,3% respectivamente). Por el contrario, los precios Regulados se mantuvieron más estables al avanzar apenas 1,8%. Dentro de este rubro se destaca el aumento de cigarrillos (7,1%), pero se debe destacar que tanto el congelamiento tarifario como el de combustibles contuvieron la dinámica de este grupo.

En lo que respecta a los capítulos, el que más aumentó fue el de Alimentos y bebidas (+5,1%), 2 p.p. por encima del Nivel General. Este incremento fue explicado en gran medida porque algunos precios de alimentos volvieron a incorporar el IVA: se registraron considerables subas en fideos, arroz, pan envasado, entre otros. A su vez, se registró un fuerte aumento de carnes y verduras, mostrando un aumento de 7,5% en ambos casos.

Por el contrario, vale destacar que el acuerdo del gobierno con los laboratorios por el precio de los medicamentos permitió que Atención Médica y gastos para la Salud exhiba una caída de casi 2% en el mes. Sin embargo, en la comparación interanual todavía se ubica por encima del Nivel General (+63% i.a.).

Para los próximos meses, el congelamiento de las tarifas de los Servicios Públicos seguirá vigente, por lo que la dinámica inflacionaria dependerá de lo que suceda con el dólar y los salarios. En el primer caso, un resultado favorable con los acreedores extranjeros permitirá que el tipo de cambio se deslice sin mayores sobresaltos. En el segundo, será clave ver si las negociaciones paritarias impactaran en los precios de los bienes y servicios. En principio, las mismas deberían ser algo más acotadas de lo que se creía algunos meses atrás dado que deberán absorber el reciente aumento del gobierno otorgado por decreto.

Estos factores implicarán una paulatina desaceleración de la inflación, que perforará el 3% en los próximos meses. Esa tendencia podrá ser interrumpida en tanto alguno de los factores antes mencionados muestre un dinamismo fuera de lo esperado.

Reactivación de la actividad: ¿ficción o realidad?

La crisis todavía continúa

La economía argentina aún se encuentra sumergida en recesión. Considerando que la situación económica es compleja – dado que nos encontramos a la espera de la renegociación de la deuda pública y con una inflación que todavía no cede significativamente – cabe preguntarse en qué momento podremos ver signos de recuperación en el nivel de actividad.

Realizando una revisión hacía atrás, desde la primera corrida cambiaria en abril de 2018 la actividad no logró revertir su caída. Más en detalle, desde el pico de actividad alcanzado por el gobierno de Cambiemos en el cuarto trimestre de 2017, el PBI acumuló en los dos años siguientes una contracción mayor al 7% en términos desestacionalizados, liderada por el desplome de la inversión y el consumo privado.

En comparación a las últimas crisis que sufrió la economía argentina, la actual puede ser considerada una de las más profundas y la más extensa. Luego de la crisis del 2001, la única recesión que superó a la actual, en términos de destrucción de producción, fue la del 2008/09. En aquel entonces, la actividad económica se desplomó más de 10% en tan sólo tres trimestres, aunque recuperó los niveles previos a la crisis rápidamente. En cambio, la recesión por la que estamos atravesando lleva siete trimestres y todavía sigue sin encontrar un piso. En este sentido, teniendo en cuenta la frágil situación por la que atraviesa la economía argentina, podemos prever que la actividad no logrará repuntar en el primer semestre del 2020. De todas formas, algunas decisiones en torno a la política fiscal y monetaria podrían generar una leve reactivación hacia la segunda mitad del año.

Esperando nuevamente el segundo semestre

Son varios los factores para tener en cuenta a la hora de evaluar si se podrá materializar una reactivación de la actividad hacia la segunda parte de 2020. En este sentido, el resultado de la renegociación de la deuda es uno de los más importantes. Una reestructuración exitosa permitiría otorgar certidumbre a la economía argentina y relajar tensiones en el frente cambiario y financiero.

Para lograr este objetivo, el gobierno está siendo prudente en términos fiscales con el fin de dar señales a los acreedores. Además de aumentar los ingresos a través de una suba de la presión impositiva, se encuentra tratando de resguardar el gasto público (principalmente a través de la seguridad social) para alcanzar un resultado primario sostenible y hacer frente a las obligaciones. En este sentido, es que no se espera que el consumo y la inversión pública sean en 2020 motores de la economía.

Por otra parte, se intenta recomponer el poder adquisitivo de las familias de menores ingresos para despertar el consumo interno. El otorgamiento de bonos para los beneficiarios de la AUH y Jubilados que ganan menos de ARS 20.000 y el aumento a privados de ARS 4000 (que representa una mayor proporción del ingreso para los trabajadores que ganan menos) son algunas de las medidas que van en esa dirección y que buscan dar alivio a los sectores más golpeados en los últimos años. De esta forma, teniendo en cuenta que estos hogares son los que poseen mayor propensión a consumir, la transferencia de ingresos hacia la base de la pirámide podría otorgar un freno a la disminución del consumo.

Por otro lado, el BCRA optó por relajar la política monetaria por medio de la disminución de la tasa de interés de referencia, colocando a la tasa de interés real en terreno negativo. A su vez – al menos por ahora – decidió mantener planchado al tipo de cambio oficial. Por lo tanto, a pesar de que la política fiscal postergó la recomposición del ingreso de las clases medias y altas, decisiones en torno a la política monetaria y cambiaria podrían actuar como paliativos. Anclar el tipo de cambio recompone el salario en dólares y el menor costo de financiamiento, junto a falta de alternativas de ahorro producto del cepo cambiario, podrían generar que estos sectores movilicen la demanda interna.

Por otra parte, las perspectivas para la inversión son más conservadoras. El aumento de la presión impositiva y la incertidumbre respecto al porvenir de la economía argentina mantendrán a la inversión productiva en terreno negativo. Sin embargo, las restricciones de acceso al mercado cambiario podrían generar incentivos a dinamizar la construcción -como consecuencia de la falta de alternativas para volcar los ahorros- y el otorgamiento de créditos subsidiados a la producción (principalmente PyMEs) podría activar la compra de bienes de capital. De esta forma, la inversión podría cerrar el año con una desaceleración en su caída respecto de lo ocurrido en 2019.

Por último, se encuentra el frente externo. Por un lado, mejores perspectivas para la economía brasilera auguran una mayor demanda desde el país vecino, por otro lado, dos factores atentaran contra la expansión de las exportaciones. En primer lugar, la menor cosecha agrícola que, aunque será la segunda más alta de la historia, en la comparación anual será menor al pico alcanzado en 2019. En segundo lugar, el aumento de los derechos de exportación y la pérdida de competitividad generada por un dólar que se encuentra anclado, son factores que desincentivan los envíos al exterior. En este sentido, esperamos que los mismos se mantengan en terreno positivo, pero desacelerando su crecimiento respecto a 2019.

En relación con las importaciones, aunque reducirían su caída respecto al año anterior, las mismas continuarían contrayéndose debido a la alicaída actividad interna, pero también gracias a mayores restricciones e impuestos tendientes a proteger sectores sensibles de la economía argentina y a reducir la salida de divisas. En este último caso, la menor competencia de importados generaría un mayor espacio para la producción local para cuando la demanda doméstica repunte.

En resumen, las medidas empleadas para reactivar la actividad dependerán primordialmente de como se resuelva la reestructuración de la deuda. Si la renegociación es exitosa, las decisiones en torno a la política monetaria y fiscal generarían un mayor dinamismo de la demanda interna y una mejora en los niveles de consumo hacía el segundo semestre. De lo contrario, la relajación de la política monetaria generará mayor brecha cambiaria y aumento de los precios, y la política de ingresos no será suficiente para aumentar el consumo.

La mejora de la actividad en la segunda parte del año no logrará compensar la caída del primer semestre -ésta última también afectada por el arrastre negativo que deja el 2019- por lo que esperamos que el PBI promedie el 2020 con una caída del 1,6% anual, marcando su tercer año consecutivo de contracción.

Continúa la recesión

¿Qué sucedió en noviembre?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) mostró una caída del 1,9% i.a. y acumuló en los primeros once meses de 2019 una contracción del 2,3% i.a. En la medición desestacionalizada, el indicador registró una baja del 1,7% mensual en noviembre, revirtiendo gran parte del avance experimentado en octubre (+2% mensual).

Analizando por ramas de la actividad, la mayor caída se la llevo la producción de Bienes, que cayó un -2,3% i.a. producto del magro desempeño de la construcción (-6,9% i.a.) y la industria manufacturera (-4,8% i.a.). Por su parte, los Servicios no corrieron una suerte distinta: retrocedieron -1,6% i.a, producto de la caída de los sectores de Intermediación Financiera y Comercio (-8,5% i.a. y -5% i.a., respectivamente).

¿A qué se debió la contracción?

La tercera corrida cambiaria en la era Cambiemos, desatada tras los resultados de las PASO, echo por tierra la leve reactivación que experimentaban algunos sectores en la previa de las elecciones. La fuerte devaluación del Peso, la consecuente aceleración de la inflación, el aumento de la tasa de interés de referencia y la implementación del cepo cambiario hicieron sentir sus efectos negativos sobre la actividad económica durante noviembre.

El continuo deterioro del poder adquisitivo y la falta de financiamiento, contrajeron notablemente el consumo privado y con ello la producción de industrias mercado internistas y de comercio.

Por otra parte, el elevado costo de financiamiento, sumado a la incertidumbre sobre las futuras medidas económicas a tomar por un nuevo gobierno electo, contribuyeron a que la inversión continúe en terreno negativo, golpeando al sector de la construcción y a la fabricación de bienes de capital.

A contramano, se ubicó el sector primario, el de servicios de restaurantes y hotelería y el electricidad, gas y agua. En el primer caso, las ventajas comparativas de las actividades extractivas y el aumento del tipo de cambio real motivaron el avance del sector agropecuario y de minas y canteras. Estos, a su vez, traccionaron la actividad de servicios de transporte.

En el caso de restaurantes y hoteles, registró su séptimo mes consecutivo de crecimiento, a raíz del abaratamiento relativo de los destinos turísticos nacionales tras la devaluación. En este sentido, se expande tanto el turismo que hacen residentes en el país, como el de no residentes en la plaza local.

En cuanto al sector de electricidad, gas y agua, éste experimentó su segundo mes de crecimiento gracias al congelamiento de tarifas que se dispuso luego de la corrida cambiaria de agosto pasado.

¿Qué esperamos para este año?

El 2020 continuará siendo complejo para la economía argentina. Producto de sectores que seguirán en recesión debido a un mercado interno débil, esperamos que la actividad promedie el año en rojo. Sin embargo, si la renegociación de la deuda es exitosa, a partir del segundo semestre algunos sectores podrían mostrar incipientes signos de recuperación y la reactivación de la actividad podría materializarse.

En este sentido, esperamos un primer semestre donde la demanda interna continúe reprimida, debido a que el salario real aún no podrá ganarle a la inflación. Asimismo, a pesar de que la tasa de interés real podría tornarse negativa, la incertidumbre respecto a la resolución de la reestructuración de la deuda mantendrá la inversión relegada.

Sin embargo, en el segundo semestre podrían surgir algunos brotes verdes. Mejoras en el margen del poder adquisitivo de los ingresos de las familias y financiamiento accesible para el consumo (Ahora 3, 6 y 12), despertarían la demanda interna. A ello se suma, que el cepo cambiario genera incentivos a la dolarización de ahorros a través de la compra de bienes durables, como automóviles, electrodomésticos y construcción. Por otra parte, créditos subsidiados a la producción de sectores mano de obra intensivos y protección a los mismos con restricciones a la importación, generarían una reactivación de su producción.

No obstante, vale destacar, que el despertar del consumo doméstico no se materializará acabadamente en un aumento de la producción local, debido a que mucho de los sectores mantienen elevados niveles de stock, tras varios meses de demanda reprimida.

De esta manera, esperamos que la economía promedie una caída en 2020 en torno al 1,6%, luego de haber experimentado una contracción mayor al 2% tanto en 2018, como en 2019.

Las canastas básicas crecieron por encima de la inflación en 2019

¿Qué sucedió con las canastas en los últimos años?

En diciembre de 2019, la Canasta Básica Alimentaria (CBA) que muestra la línea de ingreso necesario que debe tener un hogar para comprar una canasta de alimentos y no ser considerado indigente, aumentó un 3,2% respecto a noviembre. Por otra parte, la Canasta Básica Total (CBT) se incrementó un 3,6% respecto al mes anterior, siendo esta una canasta compuesta por bienes y servicios, donde los hogares que ganan por debajo de esta línea de ingresos son considerados pobres. De esta forma, ambas canastas cerraron el año con un aumento del 52,8% i.a. y finalizaron levemente por debajo del nivel general de precios (+53,8% i.a.).

Sin embargo, esta dinámica no fue la regla en los últimos dos años. A partir del primer salto cambiario en abril del 2018, la depreciación del peso aumentó el precio relativo de los bienes transables, siendo alimentos uno de los más afectados. De esta manera, considerando que este rubro es esencial para el armado de las canastas, fue posible observar una aceleración mayor en la CBA y la CBT que en la inflación general. Asimismo, los sucesivos aumentos en las tarifas de los Servicios Públicos, que impactan en la Canasta Básica Total, también contribuyeron a que la misma crezca por encima del nivel general de precios.

Por otra parte, la evolución del ingreso real de las familias no acompañó el aumento de los precios. Producto de una inflación mayor a la esperada, el poder adquisitivo de los hogares se deterioró notablemente: el salario real formal cerró el año con una caída promedio en torno a 8% i.a. y el salario de los trabajadores informales se deterioró un 13% i.a. A su vez, las prestaciones sociales cerraron el año levemente por debajo de la inflación, generado por las actualizaciones trimestrales de la fórmula de movilidad y el otorgamiento de sumas fijas que fueron especialmente significativas para la AUH.

Para evaluar el poder de compra de las canastas básicas, es representativo compararlas con la evolución de los ingresos de los hogares de los deciles más bajos. De manera ilustrativa, en diciembre de 2019 una familia necesitó ganar $15.584 para alcanzar la CBA y ubicarse sobre la línea de indigencia. Además, necesitó $38.960 para acceder a la CBT y no ser pobre. A contramano, a modo de ejemplo, el ingreso de un hogar comprendido por un salario mínimo vital y móvil y dos AUH se ubicó en $26367 y cubrió únicamente el 68% a la canasta básica total, en línea con lo sucedido el resto del año.

¿Qué se espera de acá en más?

El éxito que tengan las recientes medidas impulsadas por el gobierno determinará la evolución de las canastas. Si bien el acuerdo de precios y salarios aún no fue puesto en marcha, el congelamiento de los Servicios Públicos durante el primer semestre del año, un dólar oficial que permanece planchado y el acuerdo con laboratorios para reducir el precio de los medicamentos son factores que, de mantenerse, ayudarán a que tanto la CBA como la CBT, al menos durante los primeros meses del nuevo gobierno, exhiban un incremento inferior al Nivel General.

Desde el lado de los ingresos, una de las medidas fue suspender los aumentos por movilidad en el gasto de seguridad social, el cual incluye a las AUH. En contrapartida, el gobierno otorgó sumas fijas a beneficiarios de AUH y jubilados que perciben menos de $20.000.

En línea con esta progresiva política de ingresos, el gobierno decidió otorgar aumentos a los asalariados privados de $4000 entre febrero y marzo. Esta suma será más representativa para aquellos que posean menores ingresos laborales, y de mantenerse cierta estabilidad en los precios, experimentarán un crecimiento del poder adquisitivo en los próximos meses.

La parálisis de la construcción

¿Cómo le fue a la construcción en septiembre?

En septiembre el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un retroceso del 8,5% i.a., acumulando trece meses consecutivos de contracción, y de 4,6% mensual (desestacionalizado), recortando los avances experimentados en los dos meses previos. De esta manera, la actividad del sector se redujo 5,5% i.a. en el tercer trimestre y acumula a septiembre una abrupta caída del 8% i.a. que se tradujo en la pérdida de 3132 puestos de trabajo (acumulado a agosto).

¿Qué explica esta dinámica?

El magro desempeño corresponde tanto a un deterioro de la obra pública como privada. En cuanto al sector público, el gasto de capital de la Administración Pública Nacional mostró un retroceso en términos reales del 14% i.a. acumulado a septiembre. Desagregando el gasto, los componentes que mayores retrocesos experimentaron fueron educación, energía y vivienda  (-45%, -36% y -28% i.a. respectivamente). Dicha dinámica se diferencia de otros años electorales, cuando la obra pública fue el motor de la construcción y, en consecuencia, de la actividad económica en general. En este sentido, el fuerte recorte de la inversión pública en el ámbito nacional se explica por la necesidad de alcanzar el equilibrio fiscal en el contexto del acuerdo con el FMI.

En relación a las obras privadas, la dinámica no jugó una suerte distinta. Analizando el consumo de los principales insumos de estos proyectos en el acumulado a septiembre, las caídas son significativas: los despachos de cemento, los ladrillos huecos y pinturas para la construcción acumulan a septiembre retrocesos del 6%, 12% y 7% i.a., respectivamente.

En esta línea, el consecutivo deterioro de la actividad de la construcción tiene su origen en las sucesivas crisis cambiarias que atravesó la economía argentina en el último año y medio. La devaluación del peso tuvo dos efectos contrapuestos: la caída del poder adquisitivo para la construcción, afectando la demanda, y el aumento de la rentabilidad, incentivando la oferta.

Por el lado de la demanda, desde que se inició la primera crisis cambiaria (abril 2018) el salario promedio de un trabajador registrado se redujo más de 40% medido en dólares y, aunque el costo de la construcción medido también en moneda dura retrocedió 28,4%, el poder de construcción de dicho salario se redujo 20,6% (salario en USD/costo de la construcción en USD). De esta forma, mientras que en marzo de 2018 se necesitaban 115 salarios para construir un departamento de 60m2, en septiembre de 2019 se necesitaron 210.

No obstante, la menor demanda por construcción no se debió solamente al deterioro del salario, sino también a la falta de financiamiento. La aceleración de la inflación y la consecuente suba de la tasa de interés de referencia acaecida por la crisis cambiaria, apagaron unos de los motores que dinamizó a la construcción durante 2017: los créditos hipotecarios indexados. La falta de previsibilidad, pero también el hecho de que la indexación de los créditos (índice UVA) creciera por encima de los salarios y los alquileres, hizo que la demanda se desplomara.

Como contrapartida, la oferta experimentó una mejora de la rentabilidad. El precio de venta de los inmuebles medidos en dólares trepó 3,7% entre marzo de 2018 y septiembre de este año, y considerando la disminución del costo de la construcción, la rentabilidad de los desarrolladores (es decir, precio del inmueble en USD/costo de construcción en USD) aumentó 44,7%. Sin embargo, a pesar de dicha mejora, la incertidumbre política y económica reinante durante el último tiempo y la falta de demanda, hicieron que las inversiones en el sector se paralizarán.

¿Cuáles son las perspectivas para el sector?

Las expectativas del sector no son favorables. Bajo un contexto de desaparición del crédito, elevada inflación e incertidumbre y bajos salarios en dólares, la construcción continuará en terreno negativo. Sin embargo, algunos hechos serán un aliciente para la recesión de la actividad.

La mayor rentabilidad de la oferta incentiva la puesta en marcha de desarrollos inmobiliarios para una demanda premium. Asimismo, las nuevas restricciones de acceso al mercado cambiario generan incentivos para dolarizar ahorros por otras vías. Una de ellas es la construcción. En el caso de las familias, los ahorros podrían volcarse a reformas y ampliación de viviendas, y en el caso de las empresas, a la construcción de oficinas y/o viviendas nuevas, como forma de inversión.