Volvió el superávit financiero en agosto

¿Cómo le fue al fisco en agosto?

El Sector Público Nacional No Financiero registró en agosto el octavo mes consecutivo con superávit primario y retomó el sendero del superávit financiero luego del déficit de julio. En números, las cuentas públicas registraron un superávit primario de $0,90 billones y, con un pago de intereses que se ubicó en línea ($0,90 billones), el resultado financiero fue superavitario por $3.531 millones.

¿Qué explicó el resultado fiscal de agosto? En sintonía con la dinámica observada en los meses previos, continuó el recorte real sobre el gasto (-24% i.a) en mayor proporción a la caída de los ingresos. Si bien los recursos profundización su caída real interanual, dicho efecto se explicaría principalmente por una mayor base de comparación en agosto del 2023 (devaluación y ampliación del Impuesto PAIS). No obstante, en la recaudación del Impuesto PAIS jugó en contra la postergación de importaciones ante la expectativa de una reducción de su alícuota.

Con todo, el sector público acumula en lo que va del año un superávit primario del 1,5% del PIB y un superávit financiero del 0,3% del PIB. En resumen, los primeros ocho meses del año estuvieron caracterizados por un marcado recorte sobre el gasto público (-30% i.a) y una caída sostenida en los ingresos (-6%), principalmente en los vinculados al nivel de actividad. En este marco, jugaron a favor el aporte extraordinario del impuesto a las Ganancias en mayo, los recursos provenientes del comercio exterior y principalmente lo aportado por el impuesto PAIS. De hecho, de no ser por su aporte el Gobierno habría mostrado déficit financiero en el acumulado.

Un zoom al interior de las cuentas públicas

En cuanto a los recursos, más allá de la profundización en la caída real interanual que se explica por la mayor base de comparación en agosto, la mayor parte de los ingresos mostró niveles reales relativamente en línea con los meses previos. La excepción por el Impuesto PAIS, que no sólo marcó la primera caída real interanual en lo que va del año, sino que se ubicó un 13% por debajo de su promedio en los últimos meses. Claramente, la postergación de importaciones jugó en contra de su recaudación.

Por su parte, el Gasto Primario registró una contracción real de -24% i.a (igual que el mes anterior) producto de un recorte transversal sobre las principales partidas. De esta manera, acumula trece meses de caídas reales interanuales consecutivas.

Haciendo foco, las Prestaciones Sociales explicaron más de un tercio de la disminución del gasto: cayendo 16% i.a real, en línea con la caída de los meses previos, pero evidenciando una dinámica heterogénea en su interior. Por un lado, las Jubilaciones y Pensiones (incluyendo Pensiones No Contributivas) experimentaron una merma de 11% i.a (en términos reales), al tiempo que las Asignaciones Familiares se redujeron un -19% i.a. real. En contraste, la AUH tuvo un crecimiento exponencial de 71% i.a (explicado en gran parte por el aumento discrecional otorgado al inicio de la gestión), mientras que las prestaciones del PAMI perdieron contra la inflación un 20% i.a.

Por otro lado, los Subsidios Económicos cayeron en términos reales un 13% con respecto a agosto 2023, imitando la caída de los meses previos, pero explicando menos de una décima parte de la contracción del gasto. A su interior, los subsidios energéticos mostraron una dinámica similar, mientras que los subsidios al transporte crecieron 20% en términos reales.

Los Gastos de Capital continuaron mostrando una marcada caída real (-72% i.a.) y explicaron más de un cuarto del recorte ejecutado, ganando terreno en el ajuste con el correr de los meses. No obstante, la novedad vino por las Transferencias Corrientes a Provincias: si bien cayeron un 41% i.a. en términos reales, mostraron una moderación con respecto a los meses previos donde el recorte real superaba el 70% i.a.

Con respecto al resto de las partidas, las Transferencias a Universidades tuvieron un juste real del 31% i.a., y los Gastos en Funcionamiento (donde se incluyen salarios públicos) cayeron 23% i.a, al igual que en julio. De este modo, ambas partidas anotaron el octavo mes consecutivo en baja. 

 

 

¿Qué esperamos hacia adelante?

Desde el inicio de la gestión, el Poder Ejecutivo enfatizó la necesidad del ordenamiento de las cuentas públicas y estableció el ancla fiscal como driver y pilar de la política económica. Por ende, el contundente resultado financiero obtenido en los primeros ocho meses afianzó la estrategia del Gobierno y allanó el camino para cumplir con el compromiso fiscal asumido (superávit de 1,5% del PIB para 2024).

De cara a lo que queda del año, a partir del mes próximo, comenzaremos a observar el impacto de la Ley Bases y el Paquete Fiscal en la recaudación, de la mano de la recomposición de la cuarta categoría de Ganancias (que derramará recursos a las cuentas provinciales ya que es un impuesto coparticipable), y el repunte del blanqueo, que en agosto solo aportó $ 133 M. Además, posiblemente jueguen a favor la moratoria previsional y el adelanto de Bienes Personales. No obstante, el gobierno se enfrentará a una estacionalidad menos favorable en la última parte del año, por lo que no nos sorprendería un diciembre con resultados deficitarios.

Por su parte, el 15 de septiembre el Poder Ejecutivo llevó al Congreso el Proyecto de Ley de Presupuesto Nacional para el próximo año. ¿Cuál fue la novedad este año? En un intento por dar una señal de compromiso con el equilibrio fiscal, se introdujo una nueva regla informal que establece que desde 2025 el resultado financiero deberá ser equilibrado o superavitario. De esta manera, se proyecta un superávit primario de 1,5% del PIB para 2024 y del 1,3% del PIB para 2025, en ambos casos con equilibrio financiero.

Una particularidad del Presupuesto 2025 es que tanto los Ingresos Totales (16,5% del PIB) como el Gasto Primario (15,2% del PIB) no sufrirían variaciones significativas en el agregado, aunque ambos modificarían su composición.

En primer lugar, en el Proyecto el Gobierno ratifica que no buscará una extensión del Impuesto PAIS en 2025, lo cual implica que sus ingresos se reducirán en 1,1% del PIB el próximo año. No obstante, las autoridades estiman que la recomposición de Ganancias, un incremento en los Derechos de Exportación, una recuperación de las Seguridad Social y la actualización del Impuesto a los Combustibles ayudarían a compensar casi la totalidad de la caída en los recursos. Ahora bien, la magnitud de la suba en estos recursos podría considerarse optimista, aunque se encuadra en la necesidad de mostrar un equilibrio fiscal.

Entonces, el desafío de cara a 2025 consistiría en pasar el bisturí en el gasto público. En otras palabras, dado que el fuerte ajuste sobre el gasto ya se hizo en 2024, la dificultad será sostenerlo en un año electoral, cuando históricamente aparecen mayores presiones sobre la obra pública y las transferencias a las provincias. Como si fuera poco, el techo impuesto a las erogaciones frente a la presión al alza que ejercerán las partidas indexadas exigirá un cambio de composición en un gasto que ya no sería tan flexible como lo era en 2023. Consecuentemente, la principal vía para reducir el gasto según el Presupuesto sería el ajuste en subsidios económicos.

En conclusión, el Proyecto de Presupuesto presentado se ajusta a lo que podría esperarse de un Gobierno que refuerza constantemente su compromiso con el equilibrio financiero no sólo como parte de su programa económico, sino también como una bandera política propia. Claramente, la aprobación del Presupuesto sería una noticia más que positiva para el Gobierno, no sólo porque le brinda el marco formal para ejecutar su política fiscal, sino también porque daría una señal de apoyo a la disciplina fiscal por parte del arco político.

Justamente, esto último podría ser un punto clave en las negociaciones con el FMI. Sin embargo, una eventual no aprobación del Presupuesto tampoco le impediría al Gobierno implementar su estrategia fiscal del mismo modo que la viene implementando hasta el momento.

Cuarto mes consecutivo del deterioro de la valoración del desempeño del Gobierno

En septiembre, la valoración de desempeño del gobierno anota su cuarto mes consecutivo de deterioro. La valoración positiva cae algo más de 1 p.p. y la negativa sube algo más de 1 p.p. Como lo venimos advirtiendo en panoramas anteriores, este proceso de deterioro se inicia en mayo, y desde allí venimos viendo un proceso lento pero continuo de deterioro de la composición de imagen del desempeño del gobierno. La otra particularidad de este proceso de deterioro es que los valores de Muy Bueno han caído desde 32,8% en mayo a 23,4% en septiembre, marcando una pérdida de calidad en la valoración.

En la perspectiva histórica, la valoración positiva del Gobierno se ubica unas décimas del nivel que observábamos en septiembre de 2016 durante el mandato de Mauricio Macri, y se ubica unos 4 puntos por encima del nivel observado en septiembre 2020 durante el mandato de Alberto Fernández.

Siguen siendo niveles de apoyo considerables, pero lo preocupante para el gobierno es la tendencia declinante que debería ser revertida por una recuperación económica que parece demorarse más de lo previsto o de lo deseado por el oficialismo, luego del proceso de recesión atravesado durante el primer semestre. 

El mercado laboral durante el primer semestre

La tasa de desempleo alcanzó 7,6% de la Población Económicamente Activa en el segundo trimestre del 2023, continuando niveles similares a los de la primera parte del año. Pese al incremento respecto al año previo, esta dinámica por el momento no luce tan preocupante teniendo en cuenta la magnitud de la recesión.

Al mismo tiempo, la participación en el mercado de trabajo se mantiene elevada, por lo que es difícil pensar en la existencia de un efecto desaliento. Al contrario, el empleo creció -un acotado 0,4% i.a.- en el primer semestre en los 31 aglomerados urbanos que releva la EPH. La construcción y la administración pública fueron las ramas de actividad que mostraron las contracciones más relevantes durante dicho período.

La principal diferencia con la dinámica vigente hasta 2023 es el incremento en la presión sobre el mercado laboral. Si observamos a los desempleados junto a los ocupados que buscan empleo, creció casi 10% la cantidad de personas que está detrás de un nuevo puesto de trabajo.

¿Qué ocurrió en el mercado de trabajo durante los primeros seis meses de gobierno?

En base a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el INDEC informó que la tasa de desempleo alcanzó 7,6% de la Población Económicamente Activa (PEA) durante el segundo trimestre del año. De este modo, se mantuvo en niveles similares a los del primer trimestre.

Si bien el aumento respecto a la primera mitad del año pasado es de aproximadamente 1 p.p., la dinámica no luce demasiado grave a la luz de la profunda recesión: la actividad cayó 2% desde a lo largo del primer semestre (casi 4% si contemplamos también noviembre). A modo de comparación, el desempleo había promediado casi 10% de la PEA en 2019, con un nivel de actividad casi 5% superior, teniendo en cuenta también la evolución de la población desde entonces.

Tampoco resulta pensar por el momento que esta dinámica se debe al efecto desaliento, que refleja que las personas dejen de buscar empleo ante la percepción de que será difícil conseguirlo. Al respecto, la participación en el mercado laboral creció 1,5% i.a. en la primera mitad del año, por encima del crecimiento poblacional (en torno a 1%). Como resultado, la participación se mantiene elevada -por encima del 48% de la población-, lo que implica, en estos niveles de desocupación, que el empleo sigue firme pese a la crisis.

Más en detalle, encontramos que el empleo creció un módico 0,4% i.a. en el primer semestre, traccionado por los asalariados formales (+1,6% i.a.) y el cuentapropismo (+0,5% i.a.) en todas sus modalidades. En cambio, los asalariados informales cayeron 2% i.a., evidenciando, tal como había ocurrido el año pasado, que son el grupo que más sufre y absorbe el efecto de la crisis en el mercado laboral.

Sin perjuicio de esto, durante los primeros seis meses de gobierno, las dos ramas de actividad que están siendo más afectadas son la construcción (-10,6% i.a.) y la administración pública (-7,6% i.a.). La primera, caracterizada con una alta tasa de informalidad, está contribuyendo al deterioro del trabajo no registrado, mientras que la segunda posiblemente este limitando el crecimiento del empleo formal. Ambos casos son consecuencia del importante ajuste del gasto que lleva adelante el gobierno, afectando la obra pública y los puestos de trabajo y contrataciones del Estado.

Por otro lado, pese a la mejora de los ingresos laborales desde el comienzo del año, la recuperación todavía es acotada teniendo en cuenta del deterioro previo. En este sentido, los salarios reales de la economía habrían caído casi 20% a lo largo del primer semestre. Una primera consecuencia de esto es que -especialmente en un contexto de caída de los ingresos no laborales- más gente se vuelque al mercado de trabajo para apuntalar los ingresos familiares, lo que se ve con el incremento de la participación laboral.

Con el mismo objetivo, un segundo aspecto a considerar es que quienes estén trabajando también busquen un nuevo empleo. Esta parte de la población, sumada a los desocupados, ocasionaron un incremento de la presión sobre el mercado laboral, que aumentó 9,6% i.a. durante el primer semestre, revirtiendo significativamente la tendencia de los últimos dos años.

En conjunto, esto puede explicar que el crecimiento del desempleo como una de las principales preocupaciones de la población captado en diversas encuestas de opinión pública -y favorecido por la abrupta baja de la inflación- tiene que ver no tanto con la destrucción de puestos de trabajo que está ocurriendo, sino con las consecuencias que podría tener en una familia que un miembro pierda su empleo.

¿Qué esperamos para la segunda mitad del año?

La mejora en los distintos indicadores laborales dependerá de la trayectoria de la actividad. Si la economía acelera la recuperación económica seguramente traccionará el nivel de empleo en todas sus modalidades y evitará que el desempleo continúe creciendo. No obstante, dado que el impacto de la recesión fue relativamente acotado en el mercado de trabajo, es de esperar que la recuperación posterior tampoco tenga un efecto diferencial.

Por otro lado, posiblemente la mencionada presión sobre el mercado de trabajo no ceda tanto, incluso si se percibe una mejora en los ingresos laborales. Esto se debe a que continuará el cambio en el salario relativo de algunos sectores, por lo que los trabajadores que allí se desempeñen buscarán recomponer sus ingresos en otros empleos. El caso del sector público puede ser el más paradigmático pero algunas industrias -textil, por ejemplo- también podrían verse afectadas por este cambio en la tendencia.

Presupuesto 2025: la hoja de ruta de la política fiscal

Al igual que todos los años, el 15 de septiembre el Poder Ejecutivo llevó al Congreso el Proyecto de Ley de Presupuesto Nacional para el próximo año. La “ley de leyes” establece un escenario macroeconómico (según los supuestos del Gobierno) dentro del cual se esboza una proyección de recursos y una autorización de gastos que dan como resultado la estrategia fiscal. Del mismo modo, se expone el programa financiero propuesto al estimar tanto las necesidades como las fuentes de financiamiento.

¿Cuál fue la novedad este año? En un intento por dar una señal de compromiso con el equilibrio fiscal, se introdujo una nueva regla informal que establece que desde 2025 el resultado financiero deberá ser equilibrado o superavitario. De esta manera, se proyecta un superávit primario de 1,5% del PIB para 2024 y del 1,3% del PIB para 2025, en ambos casos con equilibrio financiero. Una particularidad del Presupuesto 2025 es que tanto los Ingresos Totales (16,5% del PIB) como el Gasto Primario (15,2% del PIB) no sufrirían variaciones significativas en el agregado, aunque ambos modificarían su composición.

El Proyecto de Presupuesto presentado se ajusta a lo que podría esperarse de un Gobierno que refuerza constantemente su compromiso con el equilibrio financiero no sólo como parte de su programa económico, sino también como una bandera política propia. Claramente, la aprobación del Presupuesto sería una noticia más que positiva para el Gobierno, no sólo porque le brinda el marco formal para ejecutar su política fiscal, sino también porque daría una señal de apoyo a la disciplina fiscal por parte del arco político. Justamente, esto último podría ser un punto clave en las negociaciones con el FMI. Sin embargo, una eventual no aprobación del Presupuesto tampoco le impediría al Gobierno implementar su estrategia fiscal del mismo modo que la viene implementando hasta el momento

 

Al igual que todos los años, el 15 de septiembre el Poder Ejecutivo llevó al Congreso el Proyecto de Ley de Presupuesto Nacional para el próximo año. La “ley de leyes” establece un escenario macroeconómico (según los supuestos del Gobierno) dentro del cual se esboza una proyección de recursos y una autorización de gastos que dan como resultado la estrategia fiscal. Del mismo modo, se expone el programa financiero propuesto al estimar tanto las necesidades como las fuentes de financiamiento.

¿Cuál fue la novedad este año? En un intento por dar una señal de compromiso con el equilibrio fiscal, no sólo fue el mismo Presidente el que presentó el Proyecto en el Congreso, sino que también se introdujo una nueva regla informal (Argentina ya cuenta que reglas fiscales previas que en los últimos años se dejaron sin efecto, incluso en el proyecto actual).

Concretamente, la nueva regla establece que desde 2025 el resultado financiero deberá ser equilibrado o superavitario. En detalle, esto implica que el superávit primario deberá ser como mínimo igual al pago de intereses, lo cual deriva en que la dinámica del gasto público (especialmente las partidas discrecionales que no se encuentran indexadas) se ajustaría a lo que suceda con los ingresos en caso de ser necesario. De esta manera, se proyecta un superávit primario de 1,5% del PIB para 2024 y del 1,3% del PIB para 2025, en ambos casos con equilibrio financiero.

Pautas macroeconómicas del Presupuesto

Al momento de elaborar su estrategia fiscal, el Gobierno debe realizar una serie de supuestos y proyecciones macroeconómicas que dan como resultado la dinámica esperada para los recursos. Ahora bien, más allá de utilizar las pautas macroeconómicas como un eslabón en la estimación de recursos, dichas proyecciones suelen ser seguidas de cerca por el mercado para tratar de descifrar la política económica a implementar por el Gobierno.

Sin embargo, las autoridades no pueden anticipar todas las medidas que implementarán (neutralizaría el “efecto sorpresa”) y, al mismo tiempo, deben proyectar cierto “éxito” de su estrategia para no generar incertidumbre (más allá del incentivo a subestimar la inflación para contar con mayor discrecionalidad en los gastos). En tal sentido, es usual que los escenarios macroeconómicos proyectados tengan un sesgo optimista: el Proyecto de Presupuesto 2025 no es la excepción.

En materia de actividad, el proyecto estima que la economía caerá un 3,8% en 2024 para luego rebotar un 5% en 2025 traccionada por una fuerte recuperación en todos sus componentes. En cuanto al comercio exterior, se espera que la balanza comercial de bienes y servicios sostenga en 2025 un superávit superior a los USD 20.700 M, levemente por debajo del superávit de casi USD 22.00 M proyectado para 2024. Un incremento del 9% i.a. en las exportaciones (USD 104.030 M al incluir tanto bienes y servicios) permitiría sostener el nivel de superávit en 2025 pese a una suba del 13,4% i.a. en las importaciones (USD 83.282 M).

Más allá de los supuestos en materia de actividad y comercio exterior, el mayor nivel de optimismo se ve reflejado en las proyecciones nominales. En números, no sólo se estima una inflación del 104,4% para fines de 2024, sino que se proyecta una fuerte moderación que terminaría con una inflación del 18,3% en 2025. Para dar una idea de la evolución mensual, mientras el Presupuesto proyecta una inflación mensual del 1,2% hasta fin de año y del 1,4% para 2025, la mediana del REM proyecta en promedio un 3,4% mensual entre septiembre y febrero. Del mismo modo, las autoridades proyectan que el tipo de cambio oficial terminará 2024 en $1.020 (en línea con el crawling peg al 2% mensual) para luego avanzar apenas un 18,3% en 2025, cerrando el año en $1.207.

Pese a que la dinámica de la inflación resulta relativamente consistente con la proyección del tipo de cambio (aunque quizás no se ve reflejado el impacto inflacionario derivado de la reducción de subsidios propuesta), la cuestión pasa por la sostenibilidad del tipo de cambio en esos niveles, lo cual hoy luce bastante improbable sin una llegada de USD que permita engrosar las Reservas. Ahora bien, corriendo el foco del escenario macroeconómico, la clave del Proyecto de Presupuesto pasa en realidad por desengranar tanto la estrategia fiscal como el programa financiero que pretende implementar el Gobierno el año próximo.

Las claves del equilibrio fiscal en 2024

El ordenamiento de las cuentas públicas que llevó a cabo la actual administración en lo que va del año estuvo caracterizado por un marcado recorte sobre el gasto público (acumuló una caída real del 30% i.a. en los primeros ocho meses del año), aunque ciertos ingresos extraordinarios (Impuesto PAIS, Ganancias extraordinarios de empresas, etc.) también ayudaron a compensar la sostenida caída en la recaudación vinculada a la actividad.

En esta misma línea, el Proyecto de Presupuesto estima que 2024 cerraría con equilibrio financiero luego de 15 años consecutivos en rojo, lo cual implicaría terminar el año con un superávit primario de 1,5% del PIB según las estimaciones oficiales (el mayor superávit desde 2007). Dicho resultado se explicaría principalmente por una reducción de 4,5% p.p. del PIB en el Gasto Público Primario (pasaría de 19,6% del PIB en 2023 a 15,1% del PIB en 2024). En cuanto a la composición del recorte: un 32% correspondería a Prestaciones Sociales, un 31% a los Gastos de Capital junto con Transferencias a Provincias, un 13% a Subsidios Económicos y un 11% a Salarios.

¿Cuál es la estrategia fiscal para 2025?

Una particularidad del Presupuesto 2025 es que tanto los Ingresos Totales (16,5% del PIB) como el Gasto Primario (15,2% del PIB) no sufrirían variaciones significativas en el agregado, aunque en ambos casos sí se modificaría su composición.

En primer lugar, en el Proyecto el Gobierno ratifica que no buscará una extensión del Impuesto PAIS en 2025, lo cual implica que sus ingresos se reducirán en 1,1% del PIB el próximo año. Sumado a ello, la recaudación de IVA se reduciría producto de la finalización de la suspensión para exclusiones aduaneras y Bienes Personales se contraería dada la reciente reducción de alícuotas. No obstante, las autoridades estiman que la recomposición de Ganancias, un incremento en los Derechos de Exportación, una recuperación de las Seguridad Social y la actualización del Impuesto a los Combustibles ayudarían a compensar casi la totalidad de la caída en los recursos.

Ahora bien, con cierta similitud con lo que sucede en las pautas macroeconómicas, la magnitud de la suba en estos recursos también podría considerarse optimista, aunque se encuadra en la necesidad de mostrar un equilibrio fiscal. En cuanto al Impuesto a las Ganancias, no hay que pasar por alto que las ganancias extraordinarias de las empresas en 2023 (la tenencia de títulos indexados al momento de la devaluación incrementó su rentabilidad) elevaron la base de comparación en 2024 y a priori no sería un efecto presente en 2025.

Con respecto a los Derechos de Exportación, pese al argumento oficialista sobre un adelantamiento en los pagos de 2023 que redujo la base de comparación en 2024, no queda del todo claro la consistencia de una suba del 100% en su recaudación durante 2025 frente a un tipo de cambio que se mueve apenas un 18%, unas cantidades exportadas que avanzarían un 9% y unos precios internacionales que se encuentran en niveles históricamente bajos.

Entonces, con unos ingresos que permanecerían prácticamente inalterados en al agregado según las proyecciones oficiales, el desafío de cara a 2025 consistiría en pasar el bisturí en el gasto público. En otras palabras, dado que el fuerte ajuste sobre el gasto ya se hizo en 2024, la dificultad será sostenerlo en un año electoral, cuando históricamente aparecen mayores presiones sobre la obra pública y las transferencias a las provincias.

Como si fuera poco, el techo impuesto a las erogaciones frente a la presión al alza que ejercerán las partidas indexadas (principalmente jubilaciones, dado que el mismo proyecto suspende la movilidad para las asignaciones) exigirá un cambio de composición en un gasto que ya no sería tan flexible como lo era en 2023. Consecuentemente, como los recortes accionables ya se hicieron en 2024, la principal vía para reducir el gasto según el Presupuesto sería el ajuste en subsidios económicos.

 

¿Qué pasa con el programa financiero?

Antes que nada, hay que aclarar una diferencia entre el resultado fiscal y el programa financiero. Dada la estructura financiera de las LECAP y las LEFI (los instrumentos más utilizados en los últimos meses por el Tesoro), el pago de intereses no se registra como tal, sino que se capitaliza y se registra como amortizaciones, lo cual no se ve reflejado en el resultado financiero.

Consecuentemente, alcanzar un equilibrio o superávit financiero bajo las particularidades de la metodología actual no necesariamente implica una reducción en las necesidades de financiamiento. Justamente, pese a proyectar un equilibrio financiero para 2025, las fuentes y aplicaciones financieras estimadas arrojan como resultado un endeudamiento neto.

Al analizar el programa financiero presentado se pueden destacar 6 cuestiones: 1) Es la primera vez en años que no se incluye un financiamiento neto directo con el BCRA; 2) Supone la refinanciación de las LEFI en poder de los bancos y el BCRA; 3) Refleja un endeudamiento neto con Organismos Internacionales por $600.000 M; 4) Busca un futuro stock de deuda menos indexado al cancelar deuda ajustable por CER y refinanciarla vía instrumentos a tasa fija capitalizables; 5) Incluye la emisión de bonos en moneda extranjera para financiar los vencimientos de los Bonares y Globales; y 6) No incluye explícitamente un nuevo préstamo con el FMI.

Comentarios finales

El Proyecto de Presupuesto presentado se ajusta a lo que podría esperarse de un Gobierno que refuerza constantemente su compromiso con el equilibrio financiero no sólo como parte de su programa económico, sino también como una bandera política propia. Ahora bien, más allá del típico optimismo en las proyecciones macroeconómicas, las dudas principales recaen sobre la dinámica que pueden adoptar unos ingresos que a primera vista lucen un poco sobrestimados frente a la necesidad de mostrar un equilibrio fiscal.

Claramente la aprobación del Presupuesto sería una noticia más que positiva para el Gobierno, no sólo porque le brinda el marco formal para ejecutar su política fiscal, sino también porque daría una señal de apoyo a la disciplina fiscal por parte del arco político. Justamente, esto último podría ser un punto clave en las negociaciones con el FMI. Sin embargo, una eventual no aprobación del Presupuesto tampoco le impediría al Gobierno implementar su estrategia fiscal del mismo modo que la viene implementando hasta el momento.

Luego de sucesivas derrotas, Milei busca una minoría protectora de votos

La condición de minoría de Javier Milei en el Congreso es tal, que no solo podía ocasionarle dificultades para poder avanzar en la sanción de leyes deseadas, sino también provocarle dificultades para evitar leyes no deseadas. Parte de esto último no se observó en la escena durante los primeros 6 meses, debido a la natural buena predisposición que toda oposición muestra con un oficialismo al inicio de todo ciclo, pero con el paso del tiempo podía sobrevenir. Para lograr leyes deseadas se necesitan reunir la mitad más uno de los votos (o estar cerca de ella si no se requieren mayoría absoluta); para evitar leyes no deseadas se necesitan tener un tercio de los votos. Para lo primero, La Libertad Avanza está muy lejos. Pero para lo segundo también, y es allí donde los aliados pueden cumplir un rol fundamental para evitar que el Poder Ejecutivo sufra no solo derrotas legislativas, sino que quede neutralizada (mediante la insistencia legislativa) su herramienta de defensa frente a las leyes indeseadas (el veto).

Los riesgos de no tener siquiera una minoría para defenderse de la insistencia legislativa (cuando el Congreso se impone al veto presidencial con la mayoría de los 2/3 de las dos cámaras), estuvieron expuestos ante la sanción de la Ley de Movilidad Jubilatoria, una ley no deseada por el Ejecutivo por el impacto fiscal de la misma. La Ley había sido sancionada por 2/3 de los presentes en las dos cámaras y podía repetirse la misma escena para insistir con su sanción, pero el oficialismo logró negociar apoyos para reunir la minoría bloqueadora de la insistencia.

En el bloqueo a la insistencia, sobresale el PRO, que ya había votado en contra de la ley en la discusión original, y que esta vez aportó 34 votos en contra de la insistencia. Pero el oficialismo logró otros apoyos que fueron clave para bloquear la insistencia: 5 radicales de los cuales 4 habían votado a favor de la ley en junio, 3 diputados tucumanos de Jaldo que originalmente se habían ausentado, 2 sanjuaninos que responden el Gobernador Orrego del bloque Producción y Trabajo y que en junio se habían abstenido, al igual que la tucumana Omodeo (CREO).

La cuestión de fondo es que esta situación (la debilidad del ejecutivo para evitar leyes indeseadas) no es coyuntural sino estructural y obedece a su condición de hiperminoría, lo que obliga al oficialismo a buscar alianzas defensivas para protegerse de insistencias legislativas. El PRO aparece como aliado principal, pero con ello no alcanza.

La inflación se aceleró marginalmente en agosto

El IPC Nacional elaborado por el INDEC mostró una suba mensual del 4,2% en agosto, mostrando una aceleración de 0,2 puntos porcentuales con respecto al dato de julio y ubicándose por segundo mes consecutivo por encima de las expectativas del mercado (3,9% según la mediana del REM). Con este dato, el IPC Nacional acumula una suba del 94,8% lo que va del año y un incremento interanual del 236,7% (-26,7 p.p.).

En cuanto a las categorías, se destaca la aceleración de la inflación núcleo (que mide la tendencia de los precios al excluir estacionales y regulados): alcanzó el 4,1% mensual luego de un 3,8% en julio y un 3,7% tanto en mayo como en junio. Por su parte, si bien los Estacionales jugaron a favor (+1,5% mensual contra un +5,1% en julio), los Regulados impulsaron el índice al alza (+5,9% contra un 4,3% en julio).

Dado que el Gobierno actual tiene como principal bandera la reducción sostenida de la inflación, esta resistencia a la baja (incluso con leves repuntes) complejizan el panorama hacia adelante, no sólo desde una perspectiva económica, sino también política. Si bien hasta el momento la caída de la demanda doméstica y el sostenimiento del crawling peg al 2% mensual fueron las principales anclas inflacionarias, en los próximos meses aparecen dudas en torno a su sostenibilidad.

Se aceleró en el margen la inflación mensual

El IPC Nacional elaborado por el INDEC mostró una suba mensual del 4,2% en agosto, mostrando una aceleración de 0,2 puntos porcentuales con respecto al dato de julio y ubicándose por segundo mes consecutivo por encima de las expectativas del mercado (3,9% según la mediana del REM). Con este dato, el IPC Nacional acumula una suba del 94,8% lo que va del año y un incremento interanual del 236,7% (-26,7 p.p.).

En cuanto a las categorías, se destaca la aceleración de la inflación núcleo (que mide la tendencia de los precios al excluir estacionales y regulados): alcanzó el 4,1% mensual luego de un 3,8% en julio y un 3,7% tanto en mayo como en junio. Por su parte, si bien los Estacionales jugaron a favor (+1,5% mensual contra un +5,1% en julio), los Regulados impulsaron el índice al alza (+5,9% contra un 4,3% en julio).

Con respecto a los Regulados, estuvieron impulsados por los aumentos en tarifas de servicios públicos, prepagas, telefonía y educación. De hecho, Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles mostró una suba mensual del 7,1% a nivel nacional, siendo la división con mayor aumento. Sólo este capítulo explicó 0,7 p.p. del nivel general.  

Por su parte, los Alimentos y bebidas (+3,6%) aceleraron por segundo mes consecutivo. Pese a la aceleración, el capítulo fue importante para el registro del nivel general: de excluirlo, la inflación hubiera sido del 4,4%.

A su interior, se destaca el despertar en los precios de algunos productos frescos, que venían contribuyendo a la desaceleración de los alimentos y bebidas. Por caso, las carnes subieron 4,2% (el mayor registro desde abril) y los lácteos 4,1%. Por el contrario, las verduras desaceleraron al 3,4% (-2,7 p.p.), aunque sólo en lo que va del año tuvieron un aumento del 154,7%, casi 60 puntos porcentuales por encima del Nivel General.

En esta misma línea, por séptimo mes consecutivo los precios de los Bienes (+3,2% mensual) se movieron a una velocidad considerablemente menor a la de los Servicios (+6,5%). Esta situación es contraria a la de 2023, donde los bienes (que subieron 223,1% en el año) corrían bien por encima de los servicios (+153,8% en 2023), principalmente debido al congelamiento de las tarifas de servicios públicos, vigente durante casi todo el año.

En otro orden, las canastas que determinan la línea de pobreza e indigencia también se aceleraron en agosto. La Canasta Básica Alimentaria (CBA) creció un 3,9% mensual, acelerándose 0,8 puntos porcentuales con respecto a julio. Del mismo modo, la Canasta Básicas Total (CBT) se incrementó un 4,4% en el octavo mes del año, 1,3 puntos porcentuales por encima de la variación mensual de julio (3,1%).

¿Qué esperamos hacia adelante?

En lo inmediato, la baja del Impuesto PAIS vigente desde el 2 de septiembre (se redujo del 17,5% al 7,5% para las importaciones de bienes y fletes) podría ser una herramienta que ayude a reducir el nivel de precios de los bienes transables en el noveno mes del año, aunque será esencial mantener las expectativas de devaluación a raya para que ese menor costo sea percibido como sostenible. Por ende, estimamos que el alcance sería limitado.

A su vez, en septiembre impactarán puntualmente aumentos en combustibles (de la zona del 3% para el interior del país y 7% para CABA), tarifas de agua (4,84%), de electricidad y gas (4% promedio) y prepagas (entre 4,9% y 7,8%). Además, los boletos de tren del AMBA aumentarían 40% en promedio desde mediados de septiembre.

Dado que el Gobierno actual tiene como principal bandera la reducción sostenida de la inflación, esta resistencia a la baja (incluso con leves repuntes) complejizan el panorama hacia adelante, no sólo desde una perspectiva económica, sino también política. En tal sentido, no esperamos grandes actualizaciones tarifarias en el corto plazo que compliquen aún más el objetivo desinflacionario.

Si bien hasta el momento la caída de la demanda doméstica y el sostenimiento del crawling peg al 2% mensual fueron las principales anclas inflacionarias, en los próximos meses aparecen dudas en torno a su sostenibilidad. En cuanto a la demanda, los indicadores adelantados de actividad mostraron un repunte para julio (aún no tan claro en agosto), lo cual invita a pensar si la eventual recuperación del consumo dotará o no de mayor margen a los empresarios para traspasar el incremento de costos (asociados no sólo a salarios, sino también a subas en tarifas) a precios. En otras palabras, la dinámica de la inercia en los precios se hace cada vez más presenta en el IPC con el correr de los meses.

Con respecto al frente cambiario, una moderación de la inflación no podrá percibirse como sostenible en el tiempo hasta que el Gobierno no resuelva el problema pendiente con el cepo cambiario. Cualquier eventual corrección cambiaria implicaría un reacomodamiento en los precios que aceleraría la inflación -aunque lejos de los niveles de comienzos de año-. Caso contrario, si el gobierno decide sostener el cepo -con un crawling peg de 2%- o salir gracias a una eventual convergencia de las cotizaciones paralelas con el dólar oficial, la inflación podría retomar el sendero bajista. Sin embargo, las condiciones macroeconómicas vigentes hacen que esta decisión incurra en ciertos riesgos, principalmente en el frente externo.

El dilema de la deuda: entre el CEPO y la pared

El déficit fiscal crónico con el que convive la economía local fue reduciendo los márgenes de maniobra para su administración. Las múltiples vías exploradas para financiar el desbalance de las cuentas públicas se fueron agotando y, con ellas, las oportunidades de encarrillar de forma suavizada un sendero fiscal que luzca sostenible y creíble en el tiempo.

En este marco, la nueva gestión resolvió realizar un fuerte ordenamiento de las cuentas públicas, alcanzando en los primeros siete meses del año un superávit fiscal no visto en más de una década. Con esto como telón de fondo, las autoridades contaron con un espacio mayor para lidiar con una deuda pública en pesos heredada que mostraba una dinámica explosiva. Así, Finanzas fue rotando de títulos indexados y de corto plazo hacia colocaciones de instrumentos capitalizables de renta fija, algo que no se evidenciaba desde el 2019, generando una curva de rendimientos de mayor duration y a tasa fija. No obstante, esta estrategia aún es dependiente de las restricciones cambiarias, las cuales acotan las opciones de inversión de los individuos y facilitan el rollover de la deuda pública en moneda nacional. A su vez, los vencimientos en moneda dura lucen desafiantes en el marco de reservas netas en terreno negativo y controles cambiarios que desalientan el ingreso de divisas. Justamente, salir del CEPO introduce un trade-off con la deuda en pesos: en un contexto de unificación cambiaria, el BCRA deberá deslizar una tasa de interés real positiva para evitar un potencial exceso de demanda en el MULC. Como contrapartida, el Tesoro cargará con exigencias mayores que deberá compensar mediante un superávit fiscal mayor y/o rollear los vencimientos con instrumentos que compensen la devaluación esperada.

Hacia adelante, el desafío será balancear los riesgos entre una deuda en dólares que requerirá de algún grado de flexibilización de los controles cambiarios y evitar sobresaltos en una deuda en pesos dependiente del CEPO. Para esto, no sólo será crucial sostener el superávit fiscal, sino que también deberá percibirse como sostenible en el tiempo con un historial de la economía local jugando en contra.

La costumbre del déficit fiscal y su financiamiento

El déficit fiscal crónico fue una característica típica de la economía argentina en las últimas décadas. El desbalance de las cuentas públicas, iniciado en el 2009, fue profundizándose hasta establecerse en un nivel cercano al 5% del PIB en el ultimo trienio.

Lo novedoso, más allá de su magnitud, se encuentra en observar cómo se fueron modificando las diferentes fuentes de financiamiento a través de las gestiones: 1) Cuando se cerró el mercado financiero internacional, se requirió a la asistencia directa del BCRA (en detrimento de su balance);       2) Cuando se retomó el acceso al crédito externo, se utilizó esa vía tanto para financiar el déficit como para sanear el balance del BCRA; y 3) Cuando el mercado externo volvió a cerrarse y los límites legales restringían la asistencia monetaria, se utilizó el mercado de deuda en pesos como principal mecanismo de financiamiento, donde el BCRA intervenía generando una especia de asistencia indirecta al tesoro.

Justamente, este último caso fue el de la gestión 2020-23, que tenía como desafío paralelo la renegociación de la deuda en moneda extranjera y la resolución del problema fiscal. Dejando atrás la acuciante necesidad de asistencia social en el contexto de la pandemia, en lo subsiguiente se gestó la renegociación de deuda con acreedores externos privados y el FMI, pero nuevamente la materia pendiente fue la principal: el déficit fiscal.

De empujar a saltar por arriba

Durante 2023, se agudizaron los desequilibrios macroeconómicos. Asociado a un déficit cercano al 5% del PIB, el escenario se componía de una inflación acelerando a una tasa no vista desde los 90’, una brecha cambiaria volátil y rozando los tres dígitos, y una grave sequía que deprimió el ingreso de divisas.

Producto de ello, la estrategia de Finanzas se concentró en la oferta de instrumentos indexados y de corto plazo para tornar atractivas las licitaciones, los cuales llegaron a representar el 80% de las colocaciones. De esta forma, la dinámica se volvió explosiva: el Tesoro se enfrentaba sucesivamente a umbrales de vencimientos que debía rollear de forma holgada para cubrir los mismos y las necesidades de financiamiento corrientes.

A su vez, el BCRA intervino para evitar rispideces en el programa financiero. En la búsqueda por aumentar el apetito de los inversores, la autoridad monetaria ofreció primero bids (precio asegurado de intervención en el mercado secundario) y luego puts (opción de venta a un precio preestablecido), al tiempo que intervino en el mercado secundario para sostener los precios de los bonos del Tesoro. Asimismo, con el objeto de evitar disrupciones nominales, buscó retirar el exceso de pesos de la economía mediante el aumento de los pasivos remunerados (leliq y pases).

En este marco, la herencia recibida por el nuevo gobierno requería de una administración cautelosa. De esta forma, en lo inmediato la estrategia consistió en: 1) Superávit fiscal sostenido como bandera política (no visto desde 2008); 2) Canje de la deuda pública indexada (alcanzaba los $35 bn) para estirar la duration de vencimientos en medio del salto devaluatorio y el ajuste de precios relativos.

Ahora bien, el foco estuvo principalmente en la desindexación y mayor duration de la deuda pública colocada. Con el objeto de traspasar los pasivos remunerados en los que incurrió el BCRA debido al déficit público (representando cerca del 9% del PIB en 2023) y limpiar la hoja de balance de la institución, el BCRA y el Tesoro avanzaron en tándem en la estrategia financiera.

En este marco, nacieron las LECAP: letras a tasa fija cuyos intereses se capitalizan de forma mensual y, por lo tanto, no tienen impacto directo en el resultado financiero, pero aumentan el stock de deuda pública. En la previa de cada licitación, el BCRA introdujo recortes sistemáticos sobre la tasa de interés ofrecida por los Pases, generando incentivos para redireccionar la liquidez hacia las subastas de LECAPs de Finanzas.

De este modo, la estrategia del Tesoro contó con un colchón inicial que le permitió ir conformando y extendiendo una curva de instrumentos a tasa fija. Para dimensionar, las colocaciones de LECAP representan el 66% de los instrumentos adjudicados en lo que va del año.

El elefante en la sala

Si bien el equipo económico dio pasos necesarios en la normalización de la deuda en pesos, en el centro de este manejo se ubica el CEPO. El superávit fiscal es una condición necesaria para administrar los vencimientos de la deuda en pesos, pero la estrategia aún es dependiente de los controles cambiarios, los cuales acotan las opciones de inversión de los pesos circulantes y facilitan el rollover de deuda púbica en moneda nacional.

Para peor, los umbrales de vencimiento pasarán de pesos a dólares. Los vencimientos en moneda dura (FMI, BOPREAL y bonos soberanos en manos privadas) trepan en 2025 a los USD 11.000 M, con exigencias que representan USD 3.000 M sólo durante enero (a pesar de los trascendidos sobre la constitución de un REPO para contar con la suma, pasado un mes se sigue sin novedades) y reservas netas negativas cercanas a los USD 4.000 M (excluyendo depósitos del Tesoro en USD y sin restar BOPREAL).

En el marco de los controles, el único ingreso genuino de divisas provendría del excedente de la balanza comercial. Sin embargo, una actividad recuperando y un tipo de cambio real perdiendo competitividad podría redundar en un saldo menor al de 2024 (o incluso una reversión). Eventualmente, el Gobierno podría contar con algún ingreso extra debido al RIGI y préstamos de organismos internacionales, aunque la magnitud luce incierta bajo las condiciones actuales.

Justamente, desmantelar al menos gradualmente el CEPO sentaría bases más firmes para el ingreso de divisas. Aliviar los controles cambiarios permitiría reducir un riesgo país que hoy se ubica por encima de los 1.400 puntos básicos, explorar opciones para rollear los vencimientos con acreedores privados e incluso abordar un nuevo programa con un FMI que exige esta medida como prerrequisito.

No obstante, el CEPO introduce un trade-off entre la deuda en pesos y en dólares. En un contexto de unificación cambiaria, el BCRA deberá deslizar una tasa de interés real positiva para evitar un exceso de demanda de divisas en el MULC. Como contrapartida, en una suerte de dominancia monetaria, el Tesoro cargará con exigencias mayores (recordar que la LEFI está atada a la TPM) que deberá compensar mediante un superávit fiscal mayor y/o rollear los vencimientos con instrumentos que compensen la devaluación esperada.

Hacia adelante, el desafío será balancear los riesgos entre una deuda en dólares que requerirá de algún grado de flexibilización de los controles cambiarios y evitar sobresaltos en una deuda en pesos dependiente del CEPO. Para esto, no sólo será crucial sostener el superávit fiscal, sino que también deberá percibirse como sostenible en el tiempo con un historial de la economía local jugando en contra.

 

Industria y construcción repuntan en julio

El Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI Manufacturero) mostró un crecimiento mensual desestacionalizado del 6,9% en julio. Con este incremento, el indicador alcanzó niveles apenas superiores a los de diciembre de 2023, aunque sigue estando un 9,3% por debajo del promedio de ese año. Además, no se registraba una suba mensual tan alto desde junio de 2020 (+18,5%), en pleno contexto de pandemia.

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró una suba mensual desestacionalizada del 8,0% en julio, acumulando así cuatro meses consecutivos de crecimiento y un incremento del 19,9% desde el mínimo alcanzado en marzo. Sin embargo, es importante destacar que la recesión del sector de la construcción al inicio del año fue significativamente más profunda que la de la industria manufacturera, en línea con la fuerte caída de la inversión productiva.

Los datos muestran que más allá de haber superado el piso en el nivel de la actividad, la recuperación viene siendo muy heterogénea, más lenta de lo esperado y con un patrón bastante irregular, escenario que esperamos se mantenga para el resto del 2024. En tal sentido, la recuperación de la industria y la construcción a los niveles previos probablemente será asignatura pendiente para el año que viene.

Rebotó la producción manufacturera en julio

El Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI Manufacturero) mostró un crecimiento mensual desestacionalizado del 6,9% en julio. Con este incremento, el indicador alcanzó niveles apenas superiores a los de diciembre de 2023, aunque sigue estando un 9,3% por debajo del promedio de ese año. Además, no se registraba una suba mensual tan alto desde junio de 2020 (+18,5%), en pleno contexto de pandemia.

Es importante destacar que, luego del pico de abril 2023, el indicador solo creció en dos de los últimos quince meses en su medición mensual desestacionalizada, además de un mes donde no presentó variaciones.

A nivel sectorial, el principal impulso provino de la rama de Alimentos y bebidas (+6,2% interanual), siendo la única que registró un crecimiento en la comparación interanual. Este desempeño estuvo impulsado principalmente por la molienda de oleaginosas, que experimentó un aumento del 60,3% interanual, contribuyendo con 5,4 puntos porcentuales de los 6,2% de crecimiento total de la rama.

El resto de las ramas continuaron con caídas interanuales, destacándose las más significativas en Minerales no metálicos (-24,4% i.a.), Madera, papel, edición e impresión (-17,2% i.a.), Refinación del petróleo y químicos (-5,1% i.a.), y productos de metal, maquinaria y equipo (-8,9% i.a.).

En términos más generales, tanto los bienes de uso intermedio como los de capital registraron una caída del 10,2% en comparación con julio de 2023, mientras que los bienes de consumo no durables se ubicaron un 1,6% por debajo del nivel alcanzado en el mismo mes del año anterior.

La construcción continúa recuperándose

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró una suba mensual desestacionalizada del 8,0% en julio, acumulando así cuatro meses consecutivos de crecimiento y un incremento del 19,9% desde el mínimo alcanzado en marzo.

Sin embargo, es importante destacar que la recesión del sector de la construcción al inicio del año fue significativamente más profunda que la de la industria manufacturera, en línea con la fuerte caída de la inversión productiva. Dado el carácter procíclico del sector, es esperable que muestre una leve recuperación, ya que suele mostrar signos de reactivación antes que la actividad económica.

A pesar de la recuperación de los últimos meses, el ISAC mostró una caída interanual del 20,4% y aún se ubica un 23,8% por debajo de su nivel promedio de 2023. De esta forma, el indicador acumuló una contracción del 30,5% i.a. en los primeros siete meses del año. Al nivel desagregado, todos los rubros asociados continúan registrando caídas interanuales.

En cuanto a los insumos para la construcción, los que contribuyeron de manera positiva a la suba desestacionalizada fueron Pisos y revestimientos (+19,2% mensual), Yeso (+16,6%), Ladrillos huecos (+11,8%), Cemento Portland (+11,0%) y Asfalto (+10,7%).

Con respecto a agosto, los indicadores tempranos de la construcción cortaron con la recuperación que venían registrando desde abril: el índice Construya (mide la evolución de los volúmenes vendidos al sector privado de los productos para la construcción) tuvo una baja del 4,3% mensual desestacionalizada, y los despachos de cemento registraron una caída del 26% mensual, según la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland.

¿Qué esperamos hacia adelante?

Por el lado de la industria, a nivel sectorial prevemos que las ramas asociadas a los sectores energético, minero y agropecuario (molienda de oleaginosas, producción de agroquímicos, refinación del petróleo, etc.) mantendrán su buen desempeño en los próximos meses y serán los que traccionen la industria durante el año. Sin embargo, en su conjunto representan menos del 10% de la industria, por lo que la performance agregada del sector fabril dependerá más de lo que ocurra con el resto de las ramas.

Por el contrario, las ramas más vinculadas a la demanda interna son las que vienen más afectadas, y son además las que más traccionan la industria manufacturera, motivo por el cual consideramos que la industria caerá todavía más que el nivel de actividad en el promedio de 2024. Para una recuperación de las ramas más vinculadas a la demanda interna, se necesita no sólo una recuperación del salario real y el ingreso disponible (que tuvieron un fuerte golpe a inicios del mandato y con los distintos ajustes de precios relativos) sino también una moderación en la caída del empleo que sostenga la masa salarial.

Por el lado de la construcción, resulta crucial diferenciar la dinámica de la obra pública y la obra privada. Por el lado de la obra pública, difícilmente se vea una recuperación significativa dado el freno al gasto de capital llevado adelante por el Gobierno. Con respecto a la obra privada, la reaparición del crédito hipotecario, el blanqueo y la falta de alternativas de inversión podrían ser factores que jueguen a favor, pero su efecto pleno creemos que recién podría verse el año entrante.

Los datos muestran que más allá de haber pasado el piso en el nivel de la actividad, la recuperación viene siendo muy heterogénea, más lenta de lo esperado y con un patrón bastante irregular, escenario que esperamos se mantenga para el resto del 2024. En tal sentido, la recuperación de la industria y la construcción a los niveles previos probablemente será asignatura pendiente para el año que viene.

Señales de desorden político apuran la necesidad de resultados económicos

Como venimos advirtiendo, el desafío de Javier Milei es el de ordenar la economía antes que se le desordene la política, porque ordenar la economía no iba a ser tarea fácil e iba requerir tiempo, y el desorden político iba naturalmente a sobrevenir, porque el sistema de incentivos lo hacía presumir. Y algo de ese desordenamiento político se puede advertir en las derrotas legislativas del oficialismo que se han venido sucediendo en las últimas semanas, y en el hecho de que por primera vez desde 1983 el Congreso le rechazó un DNU a un presidente, y por primera vez desde Duhalde, el Congreso está cerca de poder insistir frente a un veto del presidente.

Las derrotas no sorprenden si tenemos en cuenta que este es un ciclo de gobierno de hiperminoría. Era de esperar que este gobierno enfrente una relación de tensión con el Congreso. Más aún cuando esa condición de minoría se ha agravado en los últimos meses como consecuencia de la fuga o expulsión de legisladores del oficialismo.

El veto ejercido por el Poder Ejecutivo frente a la sanción de la Ley de Movilidad Jubilatoria no fue el primero ni el último que tenga que ejercer este presidente. Milei ya advirtió también que vetará la Ley de Financiamiento Educativo Universitario. Con lo cual, luego de cuatro presidencias sin insistencias legislativas, podríamos volver a tener un presidente que se defienda del Congreso de leyes indeseadas, y un Congreso que se imponga insistiendo.

El instrumento del veto fue pensado a lo largo de la historia como un mecanismo colaborativo. Al permitir que el Poder Ejecutivo pueda intervenir en el proceso legislativo vetando leyes, se busca que su opinión sea tenida en cuenta durante ese proceso. Con el veto se buscó que los legisladores razonaran de la siguiente manera: como el Presidente puede vetar, veamos qué opina de esto que estamos discutiendo, para evitar ir y venir con la sanción de la ley, favoreciendo un vínculo más colaborativo entre Ejecutivo y Legislativo.

Pero hay varias razones para pensar que durante este mandato de Javier Milei tengamos muchos de estos episodios, porque el propio Milei un presidente que apela al público (Going Públic) para evidenciar la actitud de la oposición y así capitalizar cierto rechazo de la opinión pública por el obstruccionismo de la dirigencia opositora. Lo que él llama el principio de revelación. Esta postura neutraliza el espíritu colaborativo y deliberativo que favorece la herramienta del veto, y favorece un uso más confrontativo del veto, y ello también favorecer una vocación de insistencia en el congreso.

En definitiva, si la relación Ejecutivo-Legislativo se vuelve más conflictiva, restringiendo los márgenes decisionales del gobierno e incentivando una mayor resistencia política a la acción de gobierno, entonces crece la necesidad del gobierno de que aparezcan los resultados económicos deseados para lograr sostener los apoyos sociales y así poder sortear el escollo de la gobernabilidad que le plantea esa mayor resistencia política.

La CGT negocia la reglamentación de la reforma laboral

Las tensiones entre los sectores dialoguistas y los combativos dentro de la CGT se agudizaron en el marco del diálogo que algunos están llevando adelante con los funcionarios de la Secretaría de Trabajo para afinar los detalles de la reglamentación del capítulo de reformas laborales que fueron aprobados en la Ley Bases. Mientras algunos intentan mitigar el impacto de esas reformas, otros manifiestan una actitud más combativa y llaman a definir un plan de lucha en contra del gobierno. Algo de eso se discutió en una reunión que mantuvieron dirigentes sindicales afines a Cristina Kirchner y la ex vicepresidenta el pasado 16 de agosto.

Pero en el medio está la discusión sobre los aspectos reglamentarios de la reforma laboral que el sector dialoguista está intentando aprovechar para morigerar el impacto de los cambios. Allí sobresalen 3 aspectos centrales para el sector sindical: 1) la forma en que se reglamente el Fondo de Cese Laboral, sobre todo el ámbito y alcance de aplicación, y la condición (que esté sujeta a un acuerdo plasmado en el Convenio Colectivo de Trabajo); 2) la forma en que se reglamente la figura de trabajadores con colaboradores, ya que es un mecanismo que consideran de precarización laboral; y 3) los detalles de la reglamentación de los cambios en términos de regulación de la acción gremial, en el capítulo que busca penalizar los bloqueos a las platas y establecimientos.

Por su parte, también las diferentes instancias de representación empresarial acercaron al Gobierno sus recomendaciones para la reglamentación de las reformas laborales. La reglamentación aún no fue oficializada, pero se está trabajando tratando de considerar todas las opiniones recibidas. Aquí los ejes de estas reformas.

En definitiva, la discusión sobre la reforma laboral vuelve a instalar las 2 posiciones que prevalecen en el sindicalismo cuando se suceden gobiernos no peronistas: 1) establecer canales de diálogo para promover decisiones que respondan a los intereses sindicales o para morigerar o atenuar las decisiones no deseadas, o 2) fijar postura de combate a la acción de un gobierno que señalan como contrario al interés de los trabajadores. Una vieja discusión que se repone nuevamente con el gobierno de Javier Milei y que se está viendo reflejada dentro de la CGT.