La actividad profundizó el rojo en marzo
El Estimador Mensual de Actividad Económica (el EMAE, por sus siglas, anticipa la dinámica del PIB) mostró una caída mensual del 1,4% en su medición desestacionalizada, acumulando así una caída del 1,8% en lo que va del año y más de un 6% desde el pico de agosto, lo cual sitúa a la economía en su nivel más bajo desde mediados del 2021. Del mismo modo, el indicador evidenció 7 caídas mensuales consecutivas por primera vez desde el inicio de la serie (2004).
A su vez, cabe mencionar que se realizó una considerable corrección retrospectiva: la variación mensual desestacionalizada de febrero se ajustó de -1,2% a -0,01%. En cuanto a la comparación interanual, el indicador cayó un 8,4% (la mayor caída desde agosto del 2020), hilando ya 5 meses consecutivos en rojo y acumulando una caída del 5,3% para el primer trimestre.
Por su parte, si excluimos del análisis al sector externo, la demanda interna habría mostrado una caída interanual del 18,5% en marzo, hilando así cuatro meses consecutivos en rojo y acumulando una contracción del 12% i.a. para el primer trimestre del año.
¿Qué factores explican el magro desempeño de la actividad? El salto discreto inicial en el tipo de cambio oficial, la suba del Impuesto PAIS y la corrección de precios relativos generaron una marcada aceleración inflacionaria que no fue compensada por las paritarias. Como resultado, se evidenció un fuerte deterioro del poder adquisitivo a inicios del mandato, perjudicando así la demanda interna y el consumo. Paralelamente, la política monetaria y fiscal también adquirieron un fuerte sesgo contractivo, agravando el golpe sobre la economía real.
Un pantallazo sectorial
Tanto los Bienes (-10,2% i.a.) como los Servicios (-6,4% i.a.) exhibieron caídas en términos interanuales, hilando cuatro meses consecutivos de contracción y mostrando una recesión generalizada.
La rama de actividad con mayor incidencia en la caída de marzo fue la Industria manufacturera, que cayó un 19,6% interanual, explicando el 60% de la caída del EMAE en la comparación interanual. También se destaca la incidencia negativa de Comercio mayorista, minorista y reparaciones. (-16,7% i.a.) y Construcción (-29,9% i.a.). Estos tres sectores en conjunto aportaron 6,6 puntos porcentuales a la caída interanual del Estimador.
Por el contrario, los amortiguadores fueron las ramas más vinculadas al sector primario, como Agricultura, ganadería, caza y silvicultura y Explotación de minas y canteras, que en conjunto mejoraron el indicador en un 1,1%. De hecho, excluyendo al sector agropecuario del total general, el EMAE habría caído un 9,8% interanual y los Bienes habrían tenido un desplome superior al 16%. Esta dinámica es diametralmente opuesta a lo ocurrido el año pasado, donde el agro se vio castigado por una de las mayores sequías de la historia, pero el resto de la actividad económica se mantuvo relativamente constante.
Entonces, ¿pasó lo peor?
En lo inmediato, los indicadores adelantados de actividad económica mostraron una leve mejora en abril: la mayoría de las estadísticas sectoriales relevadas evidenciaron una moderación en las caídas interanuales. Por ende, estimamos que la actividad económica habría tocado su piso en marzo para comenzar una paulatina recuperación desde abril, ayudada en parte por la llegada de la cosecha gruesa. Sin embargo, si excluimos al agro del análisis, la recuperación se postergaría aún más. Ahora bien, no sólo importa el nivel en el que haga piso la economía, sino también la velocidad de recuperación y su sostenibilidad.
En materia de perspectivas sectoriales, la actividad primaria se encuentra en franco crecimiento: a) el sector agropecuario recuperándose de la sequía y proyectando una cosecha alineada con el promedio de los últimos años; b) el sector energético en crecimiento gracias a la producción de petróleo en Vaca Muerta; y c) el sector minero también al alza (la producción industrial minera creció 8,5% i.a. en el primer trimestre del año). Sin embargo, la actividad primaria explica sólo el 15% del producto.
Como contracara, las ramas más vinculadas al consumo interno (industria, construcción y comercio, que en conjunto representan 40% del PIB) continuarán mostrando fuertes caídas interanuales con una recuperación que llevará su tiempo.
En particular, para la industria manufacturera y el comercio, la recuperación de los ingresos reales (por paritarias que comienzan a repuntar) y una inflación desacelerando podrían reactivar la demanda, aunque no esperamos que en el corto plazo vuelvan a niveles previos a la recesión. Para la construcción, estimamos que la recuperación será todavía más lenta, con una obra pública que esta vez no jugará a favor.
En este contexto, la economía pasará de verse mayormente afectada por problemas de oferta (como ocurrió en 2023) a sufrir en mayor medida la contracción en la demanda. Dejando atrás el efecto “los pesos queman”, las correcciones de las principales variables macroeconómicas y la caída del salario real implican un marcado freno al consumo frente a “pesos que no alcanzan”.
Justamente, si analizamos el desempeño de la economía desde la demanda son pocos los factores que podrían jugar a favor de un mejor desempeño en materia de actividad:
1) Consumo privado (representa casi un 70% del PIB): Necesita no sólo una recuperación del salario real y el ingreso disponible, sino también una moderación en la caída del empleo que evite una contracción de la masa salarial.
2) Gasto público: Una expansión del consumo público sería contradictoria con el objetivo de consolidación fiscal, por ende, difícilmente juegue a favor.
3) Inversión: Podría incentivarse en ciertos sectores mediante reformas estructurales y una eventual salida del CEPO, aunque el impacto real no es inmediato y lleva cierto tiempo.
4) Exportaciones netas: La comparación contra la sequía en 2023 aportará un diferencial positivo en 2024 para las exportaciones. A su vez, el impulso de sectores estratégicos también jugará a favor. Del mismo modo, las importaciones se mantendrán en rojo dado su vínculo procíclico con la demanda interna.