Actividad

Recuperación desestacionalizada en agosto, ¿podrá mantenerse en lo que resta del año?

En agosto 2020, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró una contracción de 11,6% respecto al mismo mes el año anterior. De esta manera, la actividad se desplomó casi 12,5% i.a. en los primeros ocho meses del año, y peor aún, 16,5% i.a. entre abril y agosto, meses en los cuales impactó de lleno la pandemia/cuarentena.

En términos desestacionalizados la recuperación del nivel de actividad persistió en agosto acumulando cuatro meses consecutivos de avance. Sin embargo, la mejora (+1,1%) va perdiendo fuerza en un contexto de crecientes presiones cambiarias y todavía faltan recuperar más de 10 p.p. respecto los niveles de actividad previos a la pandemia.

¿Podrá la economía seguir mostrando signos de recuperación en el último cuatrimestre del año en un contexto de creciente deterioro de las expectativas? Tras el fuerte rebote observado en mayo-junio (+8,3% promedio por mes) la velocidad de la recuperación se moderó en el bimestre julio-agosto (+1,4% promedio por mes) y diversos factores pueden frenar la recuperación del nivel de actividad en los últimos meses del año.

En primer lugar, cabe destacar que el “shock de reapertura” casi no estará presente en la última parte del año. En este sentido, la mejora mensual que se observó a partir de mayo no correspondió tanto a un incremento genuino de la demanda, sino al restablecimiento de los procesos productivos que permitieron cumplir órdenes de compra pendientes y recomponer stocks. Además, si bien aún resta levantar algunas restricciones a la producción, estas cada vez son menores.

En segundo lugar, resalta que la situación sanitaria se complejizó en el interior del país, por lo que no hay que descartar que se observen algunos retrocesos en determinadas ramas de actividad que ya se encontraban cuasi normalizadas.

Por último, y más importante, la creciente tensión en el frente cambiario (caída de reservas y ampliación de la brecha) se tradujo en un endurecimiento de los controles a la demanda de divisas. Las mayores trabas a las importaciones podrían complicar a determinadas empresas para abastecerse de insumos para producir, a la par que algunas operaciones comerciales podrían postergarse ante costos de reposición inciertos producto de las crecientes expectativas de devaluación.

A su vez, el consumo tampoco se movilizaría en la última parte del año. A la pérdida de puestos de trabajo -principalmente en el plano informal y cuentapropista- y el deterioro de los ingresos reales, se le suma una creciente incertidumbre que pospone cualquier plan de inversión en el corto plazo, y si bien algunas exportaciones puntuales podrían mostrar buen desempeño ante la mayor demanda de China, tampoco alcanzarán para mover la balanza en un contexto en donde las fuertes restricciones cambiarias actúan como desincentivo a vender.

En síntesis, es probable que el rebote de la actividad iniciado tras el piso de abril siga perdiendo impulso y se frene durante el último trimestre del año. Por ello, proyectamos una caída del PBI no menor al 12% en promedio para 2020, lo que generaría que la actividad vuelva a niveles similares a los de 2009 y el PBI per cápita sea el menor desde el año 2004.



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