El inicio de este ciclo político había estado caracterizado por una tendencia de mejora progresiva en el dramatismo con el que se veía el presente en relación al pasado (tanto para la mirada que se tenía sobre el país como sobre la situación económica personal), y por una mejora progresiva de las expectativas sobre el futuro (tanto para la mirada que se tenía sobre el futuro personal como del futuro del país). Pero esas mejoras progresivas se interrumpe en Junio, registrando un primer cambio significativo de tendencia del ciclo Milei.
En relación a cómo se mira el presente en relación al pasado, en junio el porcentaje de los que dicen que la situación económica del país y su situación económica personal está peor que hace un año se incrementó de manera combinada por primera vez en todo el ciclo iniciado en diciembre del año pasado. En relación al futuro de la situación económica del país y de la situación económica personal también se registra, de manera combinada, un incremento en los niveles de pesimismo, algo que no habíamos visto en los 5 meses previos.
También de manera combinada en junio se registran caídas en los niveles de optimismo, tanto en relación al futuro económico del país como en relación al futuro económico personal. Los que creen que la situación económica del país va a estar mejor de aquí a un año caen en junio de 51,6% a 46,1%. Mientras que los que creen que su situación
económica personal va a estar mejor de aquí a un año caen en junio de 48,5% a 43,2%.
En definitiva, si bien todavía hay mayoría de optimistas que de pesimistas en relación al futuro del país y personal, ese diferencial positivo en términos de optimismo se ha recortado en junio, una señal que puede advertirnos algo acerca de los límites de la paciencia social, y de la necesidad de observar mejoras en otros indicadores económicos, más allá de la pronunciada desaceleración de la inflación de los primeros seis meses post devaluación de diciembre.