Precios

Los precios libres aumentan todos a la misma velocidad y no es una buena noticia

Con cada cambio de precios relativos la inflación se acelera

La inflación anual en nuestro país es de dos dígitos desde hace más de diez años y, más allá de los vaivenes causados por los incentivos electorales, ha exhibido una tendencia creciente. Así, en la primera mitad de la década pasada la inflación anual promedió casi 28%, teniendo su pico de casi 38% en 2014, un registro muy cercano a la media de la segunda mitad de la década, cuando solo en 2017 se observó una inflación inferior al 30%.

Distintos fueron los factores que propiciaron las sucesivas aceleraciones y desaceleraciones a lo largo de todos estos años: en 2014 el tipo de cambio mostró un salto discreto que aceleró la inflación de forma significativa, en 2016 la aceleración también estuvo relacionada con el mercado cambiario, pero se sumaron aumentos de tres dígitos en los servicios públicos, situación que volvió a observarse en 2018. En cada uno de estos episodios las distorsiones previas (atraso cambiario o tarifario) se saldaron con un reacomodamientos de precios relativos que aceleró la inflación. La experiencia histórica nos marca que cuanto mayores y abruptas son las distorsiones en los precios, más probable es que den lugar a incrementos que aceleren la inflación.

En este marco, nos preguntamos si la actual aceleración inflacionaria es producto del reacomodamiento de algunos precios como en las experiencias pasadas o, por el contrario, es un proceso en el que los precios tienden a moverse de forma homogénea.

¿La actual aceleración es producto de algunos ajustes puntuales?

Como marcamos, en 2014, 2016, 2018 y 2019 la inflación se aceleró por saltos cambiarios y tarifarios que impactaron rápidamente en algunos grupos puntuales. En todos estos casos, primero aumentaron los bienes (y los servicios públicos en 2016 y 2018) y luego el resto. Es decir, un grupo de bienes traccionó la inflación y luego lo siguió el resto. Este no parece ser el caso en 2021. Veamos.

Son múltiples las formas de medir la distorsión o cambios en precios relativos, una de ellas es comparando las dinámicas de las variaciones de los distintos capítulos del IPC respecto al promedio de estas variaciones. Así, la variabilidad o dispersión sería mayor cuanto mayor sea la diferencia entre los aumentos de cada capítulo y el promedio. Como mencionamos anteriormente, es de esperar que este indicador guarde una relación directa con la dinámica inflacionaria, cuando la inflación se acelera la dispersión debería aumentar.

En el siguiente gráfico cada punto es la combinación entre inflación promedio de los capítulos que componen el IPC y variabilidad de esos aumentos. Se observa, como comentamos previamente, una relación positiva entre ambas variables, pero también pueden verse cuatro “zonas”. Los puntos verdes son meses en los que la inflación fue alta y los aumentos heterogéneos, la mayoría de estos puntos pertenecen a 2018, año en los que la inflación fue traccionada por saltos cambiarios y tarifarios. Los puntos amarillos representan aquellos meses en los cuales la inflación fue “baja” y los aumentos heterogéneos, muchos de estos puntos pertenecen a 2020, año de desaceleración de la inflación aunque a velocidades distintas. Los puntos rojos esconden meses en los cuales la inflación fue “baja” y los aumentos homogéneos, buena parte de 2017 está en este cuadrante. Por último, los puntos azules son meses en los que la inflación fue alta y los aumentos homogéneos, aquí aparecen muchos meses de 2019 y 2021. Abril de este año es un claro ejemplo, la inflación se posicionó en 4,1% y siete de los doce capítulos del IPC aumentaron entre 3,5% y 4,3%.

Alta inflación y aumentos homogéneos, ¿debemos preocuparnos?

Sí, la homogenización de la inflación genera algunas inquietudes. La primera e inmediata es que este comportamiento se está dando incluso sin un salto cambiario de magnitud. Si bien es cierto que la emisión récord de 7% del PBI del año pasado y el hecho de que cada vez más empresas tuvieron que recurrir a divisas propias para importar son factores que pueden explicar esta tendencia, la aceleración de los últimos siete meses no deja de ser preocupante.

Por otro lado, las expectativas de inflación son una cuestión a atender. Si los precios libres se mueven más o menos en la misma magnitud se dificulta la recomposición de precios relativos. La evolución del nivel de precios no está traccionada por ninguno de sus componentes en particular; no ocurre porque suben las tarifas tras casi dos años de congelamiento, porque los bienes de consumo masivo recuperan su precio relativo pre-pandemia o porque hay significativos aumentos salariales por encima de la inflación que justifican una remarcación en rubros más vinculados a los servicios privados. No hay una causa y, por lo tanto, controlar el proceso inflacionario y retornarlo a valores más cercanos al 2% es una tarea más compleja.

En una economía que presenta un creciente peso de los subsidios económicos y que está en las vísperas de un acuerdo con el FMI, en donde el salario registrado promedió caerá por cuarto año consecutivo, y la extensión a los controles de precios condicionan la oferta de muchos bienes de consumo, no es de esperar que, en virtud de revertir estos desequilibrios, la inflación se aleje del 3% mensual del período 2017-2020, durante este año y el próximo. En ambos casos, esperamos que la inflación anual continúe en la zona de 40-50% hasta 2022 inclusive.

 



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