En 2017, el Gobierno cumplió sus principales objetivos económicos: la inflación bajó y la economía creció. Sin embargo, para lograrlo, se recurrió a un importante atraso cambiario, que agravó al déficit de la cuenta corriente del balance de pagos (intercambio de bienes y servicios entre residentes y no residentes), llevándolo a USD 30.000 millones (5% del PBI), un nivel insostenible para la economía argentina.
Esta dinámica de “comprar más de lo que vendemos” fue financiada con capitales financieros, especialmente de corto plazo. El año pasado, los mismos optaron por otros destinos –con menores rendimientos y riesgos-, dando lugar a las sucesivas crisis cambiarias. Por lo tanto, es relevante analizar la evolución del balance de pagos a lo largo del 2018 para comprender cómo se incubó y desarrolló la crisis que aun hoy afecta a la economía argentina.
El 2018 había comenzado con perspectivas optimistas, principalmente de relativa estabilidad cambiaria y un repunte de la actividad. En este marco, el déficit de cuenta corriente pasó de USD 7.200 millones en el primer cuarto de 2017 a USD 9.600 millones en igual período del año pasado. Pese a que el superávit de la cuenta Capital y Financiera cayó de USD 17.200 millones a USD 15.800 millones en dicho lapso, más que permitió solventar el déficit, de modo que se acumularon reservas por más de USD 6.600 millones.
Lamentablemente, la calma no se pudo extender más allá de marzo. Con el segundo trimestre llegó la sequía, y las exportaciones de bienes se resintieron. Además, pese a la suba del dólar de mayo, el ajuste en el frente externo todavía era acotado: producto del desfase entre las órdenes de compra comerciales y su recepción, “las estadísticas” tardan en reaccionar. En este marco, el rojo de cuenta corriente pasó de USD 6.800 millones en 2017 a USD 8.600 millones en 2018. De este modo, alcanzó a 5,7% del PBI (promedio últimos cuatro trimestres) abriendo paso a una dinámica claramente insostenible. Por su parte, impulsada por el ingreso de USD 15.00 millones del FMI, la cuenta Capital y Financiera alcanzó para cubrir el rojo del intercambio operativo y acumular reservas por USD 750 millones.
En el tercer trimestre los problemas de la economía real se trasladaron al sector externo: la contracción del rojo de cuenta corriente, que pasó de USD 8.300 millones en el acumulado julio-septiembre de 2017 a USD 7.500 millones en 2018, obedeció a una importante caída de las importaciones (-9% i.a.) ya que las exportaciones retrocedieron 3% i.a. en el período. Se observa así como la crisis permitió achicar el rojo de cuenta corriente mediante el ajuste de las compras, dado que las ventas –producto de la sequía- retrocedieron. En este lapso, sin ingresos del FMI por la renegociación del acuerdo, la Cuenta Capital y Financiera revirtió su superávit y arrojó un déficit cercano a USD 4.500 millones, agravando los problemas de la economía real. De esta forma, las reservas cayeron más de USD 12.000 millones en el período.
El cuarto trimestre, aquel de dólar más caro y menor actividad, mostró el principal ajuste de cuenta corriente: el déficit pasó de más de USD 9.000 millones en 2017 a menos de USD 2.500 millones. Si bien este desenlace respondió principalmente al desplome de las compras (23% i.a.) también se explicó por un repunte de las ventas (+7% i.a.), alentadas por la recuperación de Brasil, la mayor competitividad cambiaria y el incremento de los excedentes exportables. Por su parte, la cuenta Capital y Financiera estuvo motorizada por los desembolsos del FMI y el swap con China, mostrando un superávit de USD 19.000 millones. Como resultado, la acumulación de Reservas rozó los USD 17.000 millones en el período.
Con estos números, el 2018 finalizó con un rojo de cuenta corriente de USD 28.000 millones, marcando un ajuste de 11% i.a. frente al déficit de USD 31.600 millones de 2017. Si bien se redujeron tanto el rojo de bienes como de servicios, la importante caída del primero (-80% i.a. y 4% i.a., respectivamente) explica el menor déficit. Por su parte, la cuenta capital mostró un superávit cercano a USD 40.000 millones, motivado por el acuerdo con el FMI, que más que revirtió la salida de capitales privados de corto plazo.
De cara a 2019, la dinámica será más similar a la del segundo semestre que a la primera mitad del año pasado, que ya luce como propia de un pasado remoto. En este marco, proyectamos que la cuenta corriente cerrará otro año más en rojo, pero ya lejos de los valores insostenibles de 2017 y comienzos de 2018, arrojando un déficit cercano a USD 13.500 millones (3,1% del PBI). En este marco, asumiendo que se destraban todos los desembolsos del FMI –lo que prevemos pasará-, la Cuenta Capital y Financiera alcanzaría un superávit capaz de acumular reservas. Sin embargo, producto de la dolarización preelectoral y los acotados grados de libertad del Tesoro Nacional y el Banco Central, la mejora de las cuentas externas no se traducirá en una mayor calma cambiaria.