La inflación es un problema multicausal. Debemos abordarlo de modo integral con políticas macroeconómicas consistentes y sostenibles y con diálogo social que permite estructurar acuerdos de mayor alcance. (…) Hemos iniciado una mesa de concertación de precios y salarios junto al sector empresario y sindical. El diálogo va a contribuir en el proceso de desinflación. (…). Alberto Fernández, apertura de sesiones ordinarias del Congreso.
La inflación es indudablemente un problema macroeconómico. Por esto, su ataque requiere el uso de herramientas de esta índole, como el manejo de la tasa de interés, la cantidad de dinero o el tipo de cambio. Los programas de abordaje integral de las variables que afectan a toda la economía y se implementan para reducir la inflación se conocen como planes de estabilización. En ellos, se introduce un enfoque de mediano plazo sobre la evolución de las cuentas fiscales, monetarias y cambiarias, para desacelerar el aumento de los precios.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, es muy consciente de esto. En cada una de sus apariciones públicas, alude al plan macroeconómico consistente que desacelerará paulatinamente el ritmo inflacionario: el déficit fiscal se irá reduciendo y su financiamiento requerirá cada vez menos emisión monetaria, mientras que el endeudamiento público se volverá mayoritariamente en pesos. De esta forma, el Tesoro no presionaría sobre las reservas del BCRA, mientras que un tipo de cambio real competitivo fomentaría las exportaciones aportando divisas. En sus propias palabras, “la inflación es un problema multicausal, no solo se arregla frenando la emisión monetaria sino también con el aumento de las exportaciones, solucionando el problema del déficit fiscal y con cuestiones de comportamiento“. Incluso, muchos de sus colaboradores más cercanos son especialistas en inflación y planes de estabilización.
Si esta lectura es prácticamente un consenso dentro y fuera del Palacio de Hacienda, entonces ¿por qué se discuten los precios en mesas sectoriales? ¿cuál es el rol de los acuerdos de precios y salarios?
Un elemento crucial de los mencionados planes de estabilización es el manejo de expectativas. Si los precios surgen de la interacción de todos los agentes de la economía, cuál es la inflación esperada por cada uno de ellos importa. Para poner ejemplos concretos, un comerciante intenta acertar cuál será el precio de reposición de su mercadería en el futuro a la hora de remarcarla. De la misma manera, los productores de bienes se preguntan por el aumento que le propondrán sus proveedores a la hora de pactar contratos con sus clientes. Los sindicatos pedirán aumentos de salarios teniendo en cuenta cómo aumentará el costo de vida de sus afiliados, quienes a su vez estarán pendientes de estos acuerdos cuando se sienten a negociar el alquiler de sus viviendas.
Cuando un plan de estabilización es desestimado por todos estos actores, el esfuerzo que debe hacer el Estado se incrementa, ya que debe sobreactuar el ajuste fiscal-monetario, aumentando el costo para la actividad económica. Por el contrario, si el aumento pretendido por el Gobierno es incorporado como previsión por empresarios y trabajadores, las políticas contractivas no son necesarias. Entonces, ¿se encuentran hoy en día alineadas las expectativas del Gobierno, los empresarios y los trabajadores?
El Presupuesto para 2021, hoja de ruta del plan económico de Guzmán, postula que la inflación será de 29%, pero el promedio de los consultores relevados por el Banco Central cree que alcanzará el 48%. Mientras tanto, encuestas telefónicas privadas (no a analistas especializados, sino a la población en general) ubican el alza de precios esperada en torno al 45%, a la vez que señalan que la inflación es la principal preocupación de la sociedad. Por este motivo entran en escena los acuerdos sectoriales, los precios cuidados y otras herramientas, todas consideradas dentro del grupo denominado ‘políticas de ingresos’. Este tipo de medidas son la estrategia que tiene el Gobierno para convencer a la gente de que cumplirá con su objetivo inflacionario.
En este sentido, la creación de mesas sectoriales de negociación para buscar consensos respecto a los aumentos de precios se vuelven un elemento muy importante del plan, de la misma forma que la participación del Estado en las discusiones salariales. En el primero de estos aspectos, ya se realizaron encuentros con representantes de la industria alimenticia y la construcción, y se espera que el sector de electrodomésticos sea el siguiente en la lista. Por el lado de los trabajadores, la articulación gubernamental propició que algunas paritarias cierren en valores apenas por encima de la inflación presupuestada (docentes, encargados de edificio, bancarios y trabajadores de luz y fuerza, por nombrar solo a algunos).
Las políticas de ingresos intentan guiar la coordinación de las expectativas hacia una inflación más baja, para resolver de forma no conflictiva los problemas macroeconómicos que subyacen al aumento sostenido de precios. Así, el abordaje que se hace de este fenómeno incluye la reducción del déficit y la emisión monetaria (dentro de los límites que impone la pandemia), pero también la intervención directa gubernamental en la formación de precios. Estas políticas no son una novedad del intento de estabilización actual, sino que fueron utilizadas en muchas experiencias (exitosas o no) de desinflación.
El desafío planteado por el Gobierno es uno muy difícil. Para que encuentre su rumbo, será importante mantener las políticas de ingresos: ningún plan de Gobierno es viable si la gente descree de él (menos, en un año electoral). Pero también será vital no reposar únicamente en ellas y esperar que la inflación descienda únicamente como fruto del diálogo. En este sentido, el equipo económico deberá tener en cuenta una vieja clasificación de la literatura especializada: los economistas ortodoxos no utilizan políticas de ingresos, los que las incluyen se consideran heterodoxos; quienes piensan en estabilizar sólo con políticas de ingresos son poetas o magos. Y los problemas económicos que acumuló Argentina en la última década requieren algo más que un poco de magia.
Por Joaquín Waldman, analista de Ecolatina
Esta nota salió publicada en Ámbito el 19/03/2021