Luego de una década con déficit en las transacciones comerciales con el exterior, en 2020 Argentina evidenció un saldo favorable en la cuenta corriente del balance de pagos. Así, el frente externo aportó una de las pocas buenas noticias en un año plagado de dificultades económicas y sociales. Sin embargo, la mejoría de la cuenta corriente estuvo ayudada por varios factores que no necesariamente se mantendrán en el tiempo. En la primera mitad de este año, tras la recuperación de los flujos internacionales de bienes y la paulatina normalización del intercambio de servicios, esta variable continuó en terreno positivo. Considerando que la disponibilidad de divisas es uno de los problemas más importantes y recurrentes de nuestro país, vale la pena preguntarnos ¿qué explicó este superávit? Y, más importante aún, ¿qué nos espera hacia adelante?
Un 2020 excepcional
La cuenta corriente incluye a todos los intercambios de bienes y servicios entre residentes en Argentina y el resto del mundo. También, contempla los pagos de utilidades, dividendos e intereses entre agentes domésticos y extranjeros. Por último, incluye a las transferencias corrientes sin contraprestación entre residentes y no residentes (como, por caso, las remesas). De esta manera, el resultado de la cuenta corriente (junto con el saldo de la cuenta de capital) equivale a las necesidades de financiamiento del país, cuando es negativo, o las acreencias obtenidas frente al sector externo, cuando es positivo.
Nuestra cuenta corriente pasó a ser negativa en el año 2010. En aquel entonces, el intercambio de bienes era superavitario, pero no alcanzaba para compensar las salidas netas por los pagos de intereses, el giro de dividendos y el déficit del turismo. Desde ese momento, el desbalance fue creciente, con la erosión del superávit del comercio de bienes, el creciente déficit turístico y el persistente signo negativo del ingreso primario (intereses y dividendos). En 2017 y 2018 las necesidades de financiamiento alcanzaron el 5% del PBI cada año, agotando el financiamiento de mercado disponible y generando una crisis cambiaria.
El salto del dólar ayudó a balancear nuevamente el comercio de bienes: un dólar más caro hace más competitivos a nuestros productos en el exterior, a la vez que encarece a las importaciones en relación a la producción doméstica. Además, la importante caída de la actividad impacta en la demanda de bienes finales, insumos y maquinaria del exterior, pero no afecta de igual modo a las exportaciones. Es así que desde el último cuarto de 2018 el saldo comercial volvió a terreno positivo, y desde el último trimestre de 2019 la magnitud de este superávit fue tal que revirtió la cuenta corriente. De esta manera, el 2020 concluyó con un resultado positivo de USD 3.300 M (0,9% del PBI).
Sin embargo, un tipo de cambio mayor no fue el único motivo por el cual el saldo de la cuenta corriente fue superavitario en 2020. A este factor hay que sumar el derrumbe del intercambio de servicios, especialmente del turismo internacional, que fue uno de los sectores más afectados por la pandemia: a nivel global, los traslados de viajeros se contrajeron en un 74% debido a las restricciones sanitarias. En nuestro país, tanto la entrada como la salida de turistas se derrumbaron 77% i.a. De esta forma, el déficit de esta cuenta en el balance de pagos se redujo a una cuarta parte, mostrando la mínima necesidad de divisas en una década. Si el saldo de turismo hubiera repetido el del año previo, se habrían requerido alrededor de USD 3.100 M adicionales.
Por otra parte, el proceso de reestructuración de la deuda implicó un alivio en el pago de intereses del Gobierno. Considerando únicamente la deuda externa (según criterio de residencia de la balanza de pagos), el ahorro del cuarto trimestre del 2020 fue de alrededor de USD 1.400 M. De este modo, sin mediar la mejoría debida a las restricciones a los viajes internacionales y el ahorro en los servicios de la deuda pública externa, el saldo de la cuenta corriente habría sido deficitario en alrededor de USD 1.300 M (0,3% del Producto, similar al de 2010 o 2012).
2021 también contó con ayuda externa
En la primera mitad de este año la cuenta corriente exhibió un superávit externo de USD 3.300 M (0,7% del PBI), mostrando un resultado favorable muy similar al de igual período del año previo en términos de divisas. Sin embargo, tres factores impulsaron este dato al alza.
En primer lugar, el turismo siguió prácticamente cerrado: la llegada de viajeros volvió a caer 89% i.a. en comparación con la primera mitad del 2020 y estuvo 95% por debajo de igual lapso de 2019. La salida, en tanto, se redujo 59% i.a. y es 85% menor a la del último año antes de la pandemia. Una vez más, si tomáramos de referencia al 2019, el turismo habría insumido USD 2.100 M más que lo efectivamente observado.
Por otra parte, el pago de intereses volvió a ser acotado, dado el nuevo perfil de la deuda surgido de la reestructuración. Esta alejó los pagos de capital en el tiempo y redujo la carga de intereses, dejándole menores vencimientos al Tesoro en el corto plazo. Estimamos que el ahorro resultante para el primer semestre de este año alcanzó alrededor de USD 2.200 M.
Por último, el salto de los precios de los commodities en lo que va del año configuró unos términos de intercambio muy positivos para nuestro país, apuntalando el balance del comercio de bienes. Si bien en términos absolutos el saldo de bienes fue algo menor en el primer semestre respecto de igual lapso del 2020 (-9%), el INDEC estima que en los primeros seis meses hubo una ganancia por efecto de los precios de USD 4.200 M. Es decir, de haberse mantenido los precios internacionales de la primera mitad del 2020, el saldo de bienes habría caído alrededor de 60% i.a.
De esta forma estimamos que, sin mediar el derrumbe del turismo internacional, el alivio en la carga de intereses por la reestructuración ni la mejora en los términos de intercambio, el resultado de la cuenta corriente del primer semestre habría mostrado un déficit de USD 5.200 M (1,1% del PBI).
¿Qué podemos esperar para lo que viene?
En la segunda parte de este año, todos los factores que vienen ayudando a la cuenta corriente seguirán presentes. Por el lado del pago de intereses, la deuda externa del Gobierno Nacional sólo devengaría USD 1.700 M (el ahorro por la reestructuración sería de otros USD 1.900 que no se pagarán). Por la cuenta de servicios, el turismo internacional sigue muy limitado y sólo se incrementaría hacia el cierre del año. Por último, en lo que hace a los bienes, los resultados del bimestre julio-agosto fueron muy positivos, con las exportaciones en máximos. Así, esperamos que la cuenta corriente cierre el año con un superávit de más de 1% del Producto.
Sin embargo, las preocupaciones vuelven a aparecer mirando los números para el año próximo. Allí, desaparecerían las limitaciones al turismo y un potencial comienzo del tapering de la FED (un giro hacia una política monetaria más contractiva en Estados Unidos) podría revertir la mejora de los términos de intercambio. Así, más temprano que tarde, de los tres factores que mejoraron la cuenta corriente este año sólo seguiría vigente la baja carga de intereses por reestructuración de la deuda (se proyectan USD 4.000 M en 2022, un monto muy similar al de este año).
Para peor, aunque la facturación es récord, las cantidades exportadas no crecen a igual ritmo (en el primer semestre se ubicaron 1,5% por debajo de 2019). En este sentido, y considerando que en los próximos años se incrementarán los pagos por la cuenta financiera (en principio a los bonistas, mientras que resta definir la conclusión de las negociaciones con el FMI), destaca la necesidad de aumentar las exportaciones y mantener una cuenta corriente positiva. Incrementar los volúmenes vendidos es la manera más sostenible de hacerlo y evitar un endeudamiento externo que incremente los riesgos de una nueva crisis de la balanza de pagos.