La pandemia de Covid-19 continúa azotando al mundo y golpea más fuerte que nunca en Sudamérica. Sin embargo, muchas actividades que se vieron virtualmente detenidas el año pasado, hoy crecen a buen ritmo. El comercio global de bienes es un buen ejemplo de ello. De esta forma, a pesar de estar en el peor momento en términos sanitarios de toda la pandemia, Brasil registró en marzo de 2021 un nivel de importaciones que no se observaba desde octubre de 2013 (más de USD 23.000 millones) y el mayor flujo de comercio con Argentina desde agosto de 2018 (algo por encima de USD 2.000 M). Este monto trepó 26% i.a., producto de ventas brasileñas a nuestro país por casi USD 1.100 millones (+42% i.a.) y compras con origen argentino por más de USD 900 millones (+12% i.a.). Así, el saldo comercial fue deficitario en cerca de USD 180 millones, volviendo al terreno negativo luego de dos meses de superávit. Este dato contrasta con marzo del 2020, cuando la balanza fue favorable para Argentina en USD 50 millones.
Con el primer trimestre finalizado, el saldo comercial con nuestro principal socio se ubica apenas por debajo del cero (-USD 30 millones), con exportaciones por encima de los USD 2.500 millones (+16% en comparación con el primer cuarto del año pasado) e importaciones por poco más de USD 2.600 millones (+21% i.a.). Estas cifras reflejan la rápida recuperación de las economías de ambos países. A la vez, están influidas por la compra de soja que realizó el país vecino para cumplir con montos pactados en contratos de exportación, debido a la mala cosecha.
En simultáneo, al analizar detalladamente la evolución del comercio con Brasil surgen dos motivos de alerta. En primer lugar, la elevada elasticidad de nuestras importaciones: con un crecimiento interanual de la actividad económica que podría ubicarse en la zona del 8% en marzo, el alza de las compras externas con origen brasileño quintuplicó a esta cifra. Esta característica de nuestra matriz productiva podría ponerle techo a la recuperación, si la escasez de divisas obligara a devaluar o a restringir aún más la entrada de productos a nuestro país. Por otra parte, el ritmo de crecimiento de las importaciones brasileñas en el mes no estuvo dinamizado por nuestros productos, que crecieron a una velocidad muy por debajo de la media, sino por ventas chinas y estadounidenses, principalmente. De esta forma, aunque nuestras exportaciones aumentan, nuestra participación en el mercado del gigante sudamericano retrocede, ubicándose en valores históricamente bajos. Por caso, en el primer trimestre del año los productos argentinos estuvieron por debajo del 5% de las importaciones brasileñas, cuando este ratio se ubicó siempre por encima de 6% hasta 2019.
En un momento en que las relaciones comerciales del MERCOSUR se tensaron, fortalecer el vínculo con la demanda brasileña sería una buena noticia para que ambos países agranden sus escalas de producción. Este argumento se refuerza si tenemos en cuenta que el bloque (y, sobre todo, este país) es el principal demandante de nuestras Manufacturas de Origen Industrial, en particular las relacionadas con el complejo automotriz, que generan empleo privado formal y encadenamientos al interior de la industria local, beneficiadas por el libre comercio intra-zona.
Proyectamos que este año nuestras ventas con este destino crecerán alrededor de 15%, teniendo en cuenta que la industria liderará la recuperación de la economía brasileña. Este crecimiento puede convertirse en un motor para la economía doméstica, traccionando no solo a la producción de transables, si no también aportando divisas para consolidar la calma cambiaria.