Al momento no empeoraron los principales indicadores de los bancos.
La desconfianza en el Peso no se extendió a los bancos: no hubo retiro de depósitos privados en los últimos meses. Por la dolarización de activos, hubo un aumento de la participación de los denominados en moneda extranjera y se redujeron en pesos.
El salto cambiario frenó la expansión del crédito privado en el segundo trimestre. Por el aumento en el costo de financiamiento, el enfriamiento de la actividad, y la mayor incertidumbre (financiera y cambiaria), los préstamos profundizaron su caída en julio.
Hasta ahora la crisis cambiaria impactó más en la economía real (inflación y recesión) que en el sistema financiero local. Por el momento, el descalce de monedas y plazos, la liquidez y la morosidad de las entidades bancarias, muestran solidez.
El salto cambiario se tradujo en un rápido enfriamiento de la actividad y recalentamiento de los precios, pero no provocó una corrida bancaria. Mientras que el efecto negativo sobre la producción y la cadena de pagos no supere los límites previstos al momento (recesión en 2018, recuperación en 2019), los temores respecto a una corrida bancaria lucen excesivos.
Sin embargo, no se puede descartar por completo si caemos en un escenario pesimista.