En abril de 2018, el comercio bilateral de bienes con Brasil se ubicó en equilibrio (USD 4 millones) explicado por el desplome de las importaciones (-45,9% i.a.) ya que las exportaciones retrocedieron 6,6% i.a. en el período.
La marcada caída de las compras al país vecino se explica por un lado por la nueva ola de volatilidad vista en el mercado cambiario, a lo que se suma un nivel de actividad deprimido en el plano local que presiona sobre las importaciones de bienes intermedios y de capital. En este sentido, las principales contracciones se dieron en las importaciones de hierros, aluminios, plásticos, papel y cerámicos, todos ellos insumos clave para la industria manufacturera y la construcción, dos de las ramas más afectadas por la recesión en nuestro país.
Por otro lado, el retroceso de las exportaciones dejó ver sus mayores caídas en vehículos de pasajeros y autopartes (industrias cuya rentabilidad se vio afectada por la imposición de derechos de exportación adicionales en septiembre de 2018, medida que dejó ver sus efectos sobre las colocaciones en el exterior durante los últimos meses), combustible, aceite de girasol y trigo. Esta dinámica respondió al constante recorte de perspectivas de crecimiento para el PBI brasileño, que pasaron de más de 2,5% a comienzos de año a menos de 2% en el promedio de abril, sumada a la depreciación del Real (+1,2% el mes pasado, en una economía casi sin inflación) que limita el poder de compra externa de la principal economía del Mercosur.
Para 2019 proyectamos un superávit de la balanza comercial de bienes con Brasil en la zona de USD 900 millones como consecuencia de una dinámica importadora contractiva que mostraría una lenta desaceleración, sumado a exportaciones que, a pesar de experimentar un comportamiento algo más errático y sufrir por la reducción de las expectativas de crecimiento pronosticadas para el Gigante de Sudamérica, cerrarían el año con un avance consolidado. De esta forma, se alcanzaría el primer superávit en el intercambio bilateral de bienes desde 2003, aunque más no sea por un retroceso importador: las exportaciones no llegarían al nivel de 2014.