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El PBI se desplomó en el segundo trimestre: al menos, lo peor ya pasó

En el segundo trimestre de 2020 se deterioraron todas las variables de la economía global, y la argentina no fue la excepción. En este sentido, resalta la caída de 19,1% i.a. del nivel de actividad, la mayor del último siglo. Por su parte, la dinámica desestacionalizada no fue mejor: la contracción de 16,2% en relación con el primer trimestre provocó un retroceso de casi 20% acumulado en la primera mitad del año.

Si bien la pandemia y la cuarentena fueron la principal explicación detrás de todo este pobre desempeño, no por eso los números son menos reales. Desagregando por componentes de la demanda, sobresale el desplome de 38,4% i.a. de la inversión, en un contexto de acumulación de stocks producto de una crisis inesperada -en su magnitud- y de la nula previsión sobre el futuro, que desalentó gran parte de los gastos en capital reproductivo.

Por su parte, el consumo privado retrocedió 22,3% respecto a igual período del 2019, producto de las restricciones de oferta que impactaron de lleno en el consumo -hoteles y restaurantes cerrados, sin posibilidad de consumir actividades recreativas, etc.- más algunos problemas propios de la demanda. A la caída del poder adquisitivo, impulsada por la suspensión de las paritarias e incluso el cobro de un porcentaje del salario de bolsillo, se sumó un ahorro precautorio, provocado por el temor a perder el empleo o a sufrir gastos imprevistos por motivos de salud.

Por último, las importaciones cayeron poco más de 30% i.a., en un contexto de menor poder de compra en dólares, luego de la devaluación post-PASO del año pasado, y mucha menos actividad por la pandemia. Por su parte, las exportaciones se redujeron “solo” 11,7% i.a., muy golpeadas por la crisis brasileña, pero atenuadas por el buen comportamiento de las economías del sudeste asiático, demandantes de nuestra producción oleaginosa.

Más allá de todas estas malas noticias, vale destacar que la crisis habría tocado piso en el segundo trimestre -asumiendo, claro está, que no hay una disparada del Coronavirus de acá en adelante-. En consecuencia, tiene sentido preguntarnos por la recuperación, parte de la cual ya comenzó en el tercer trimestre y que, posiblemente, se continuará en los próximos meses.

En el período julio-septiembre, las menores restricciones a la circulación impulsaron el rebote durante el tercer trimestre del año. En este sentido, habrá una tasa de crecimiento muy significativa en la comparación desestacionalizada, que, no obstante, se transformará en un retroceso de dos dígitos en la comparación interanual: la actividad empezó a recuperarse, pero sigue muy lejos de los niveles del año pasado (que, vale destacar, ya eran menores a los de 2015 o 2017).

La pérdida de puestos de trabajo, tanto formales como informales -en el primer semestre de 2020, se destruyeron más empleos registrados que en el acumulado 2018-2019-, y la contracción del poder adquisitivo, quedarán aún cuando la pandemia esté terminada. Por lo tanto, en el cuarto trimestre, la dinámica sería similar: una recuperación de la actividad en términos desestacionalizados, es decir, con relación al período julio-septiembre, pero una caída muy importante en la comparación interanual.

Con estos números, proyectamos una caída del PBI mayor al 13% i.a. en 2020, explicada en gran medida por el desplome de la primera parte del año y medidas autoinducidas, pero no por eso con un efecto menos real. La dinámica “positiva” del segundo semestre obedecerá más a un efecto rebote que a una recuperación genuina: durante la primera mitad del mandato de Alberto Fernández, por lo menos, no recuperaremos el nivel de actividad de cierre de 2019.



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