Editorial

El Ejecutivo y el FMI apuestan todo a congelar el dólar

Abril fue incierto, volátil y cargado de anuncios económicos. Tras la creciente tensión cambiaria de marzo, la llegada de la liquidación de agro-divisas de la nueva cosecha más la licitación diaria de USD 60 M del Tesoro parecían rumbo a recomponer la estabilidad cambiaria perdida.

Sin embargo, a mediados de mes se conoció el alarmante dato de inflación de marzo (4,7%) que llevó al Ejecutivo a lanzar un paquete de medidas para morigerar el alza de precios (congelar hasta fin de año el piso y techo de las bandas cambiarias, las tarifas residenciales de Servicios Públicos del ámbito Nacional y 64 productos esenciales de la canasta básica) y atenuar la caída del consumo de beneficiarios de ANSES (jubilados, pensionados y perceptores de asignaciones familiares).

Para peor, tras Semana Santa nuestro país sufrió un nuevo pico de stress financiero y cambiario: el Riesgo País superó 1.000 puntos y el tipo de cambio mayorista rozó 47 ARS/USD. La venta masiva de activos argentinos (acciones y títulos públicos) comenzó en el exterior producto de las crecientes dudas de los inversores sobre un triunfo de Cambiemos (la ex- presidenta lideró en abril la mayoría de las encuestas electorales) y contagió rápidamente al mercado cambiario local, ratificando que la estrategia política de polarizar con el kirchnerismo perjudica la estabilización de la economía.

El Ejecutivo logró frenar el stress cambiario gracias a que el FMI autorizó al BCRA a intervenir dentro de la Zona de No Intervención (ZNI). Aunque no queda claro cuál es el poder de fuego acordado, la autoridad monetaria podrá vender reservas por debajo de 51,5 ARS/USD (el techo fijado hasta fin de año). Además, el Central elevó de USD 150 a USD 250 M la intervención diaria por encima de la ZNI y no descartó “ventas adicionales” de ser necesario.

Dado que por su propio estatuto el FMI no puede darle al BCRA un cheque en blanco para intervenir con Reservas (especialmente dentro de la ZNI), estimamos que las autoridades no han comunicado el arreglo a propósito, para intimidar (posiblemente con poco) al mercado cambiario. El truco dio resultado: la discrecionalidad obtenida por el Central desinfló en el corto plazo las presiones.

Tarde o temprano se conocerá el verdadero poder de fuego del BCRA. Si la intervención dentro de la ZNI efectivamente es acotada, el mercado volverá en unas semanas a impulsar la cotización al techo. Pero ahora este es más bajo (por decisión de congelarlo en 51,5 ARS/USD) y robusto (por venta de 250 M diarios o más), de modo que serviría parcialmente como ancla anti-inflacionaria.

En el improbable caso de que el FMI le hubiese otorgado plena libertad a la autoridad monetaria para intervenir en el mercado cambiario, las Reservas netas son escasas (en torno de USD 20.000 M) por lo que el BCRA debería utilizarlas prudentemente. Las alternativas aquí son armar un muro que disuada al mercado de escalarlo (como los USD 5.000 M a 25 ARS/USD a mediados de 2018) o dosificar las ventas para deslizar el tipo de cambio lo más lentamente posible, en pos de morigerar el impacto inflacionario, hasta los comicios presidenciales.

No es la primera vez que el gobierno de turno apela al atraso cambiario (congelar el dólar) para tratar de ganar las elecciones, pero en esta oportunidad quedó comprometido en dicho proceso el FMI. Pese a que las autoridades del Fondo se han cansado de repetir que los desembolsos provistos son para garantizar el pago en moneda dura de la deuda pública argentina, en la práctica estos se terminarían utilizando para estabilizar el mercado cambiario (financiar salida de capitales).

La autorización del FMI a vender al Tesoro USD 9.600 M (a razón de 60 M diarios) desembolsados para pagar servicios de deuda en moneda local, y la reciente aprobación al BCRA de vender Reservas en la ZNI, reducen el stock de divisas disponible para el pago de deuda en moneda dura.

Se podrá argumentar que una reducción del stress cambiario facilita el cumplimiento del programa acordado con el FMI al estabilizar la economía (y de paso mejora las chances electorales del oficialismo), pero no es menos cierto que terminará siendo muy nocivo para la Argentina si implica atraso cambiario. Un dólar apreciado puede reducir transitoriamente el ratio deuda-PBI (el numerador está nominado en divisas, a la par que el denominador es en Pesos), pero no permite alcanzar el crecimiento con abultado superávit comercial. Sin acceso al financiamiento externo, sólo un tipo de cambio real competitivo y estable garantiza el pago de la deuda en moneda dura.



Ecolatina

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