La inflación arrancó agitada el año electoral: acumuló 13% en el primer trimestre y promedia 3,9% mensual desde octubre pasado. La relajación de las restricciones y la inflación contenida durante la cuarentena 2020, las expectativas de devaluación en un primer momento y la mayor relevancia del dólar paralelo en la importación de bienes después, además de algunas actualizaciones salariales explican esta importante aceleración.
Para dimensionar estos porcentajes, vale destacar que desde la segunda mitad de 2019 no se registraba un promedio similar. En ese entonces, explicado por la devaluación de agosto (post-PASO), la suba de precios acumuló 25,7% entre julio y diciembre, promediando 3,9% mensual. Sin embargo, su dispersión fue mayor: mientras que en la actualidad el pico fue el 4,8% de marzo, seguido del 4% de diciembre 2020 y enero, en 2019 el pico había sido de 5,9% en septiembre, seguido de un 4,3% en noviembre. De esta forma, se observa que la aceleración actual es mucho más constante y persistente que la del cierre de la gestión Cambiemos, de modo que su baja será más lenta y, también, difícil.
Sin embargo, esta no es la única diferencia. Por caso, en el segundo semestre de 2019, el capítulo alimentos y bebidas estuvo en línea con el nivel general de precios (+3,9% promedio mensual), mientras que en la actualidad se ubica 0,3 p.p. por encima de éste. Como resultado, los alimentos y bebidas avanzaron 27,8% en el último semestre (+2 p.p. respecto del 25,7% general), profundizando el impacto de la suba de precios sobre los hogares de menores ingresos.
Partiendo de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) que publicó INDEC para el período 2017-2018, podemos afirmar que la inflación tiene un carácter un poco más regresivo en la actualidad que en la segunda mitad de 2019. Mientras que entre octubre de 2020 y marzo de 2021 la suba de precios del decil más bajo acumuló 25,6%, la del decil más alto alcanzó 25,2%. En cambio, estos valores fueron de 24,6% y 26,6% en la segunda mitad de 2019. Por lo tanto, aunque a nivel agregado no se encuentran grandes diferencias, sí se observan disimilitudes relevantes al analizar el impacto a lo largo de la pirámide de ingresos.
Esta dinámica obedeció a qué rubros motorizaron el índice en cada caso. Mientras que en la actualidad alimentos y bebidas está casi al tope del ranking, equipamiento y mantenimiento del hogar, salud y comunicaciones y esparcimiento también habían marcado subas importantes al cierre de la gestión Cambiemos. Considerando esta diferencia, entonces, el impacto económico de la inflación en cada momento será distinto no solo entre hogares, sino también entre variables económicas.
En 2019, las causas de la aceleración eran claras e inmediatas: un salto cambiario (+33% en una semana), que impulsó a los bienes y servicios transables -aquellos que se pueden exportar o importar-. Por lo tanto, cuando el dólar oficial se estabilizó, cepo mediante, la inflación se desaceleró. En cambio, en los últimos seis meses, los factores son más difusos. En el comienzo de 2021, el Banco Central redujo su tasa de devaluación, a la vez que los mercados paralelos calmaron su ritmo frenético -salvo esta última semana, pero siguen lejos de los máximos- y la brecha se atenuó. Por lo tanto, hay que ir a buscar otras causas.
Por un lado, aumentó el tipo de cambio “efectivo” para importaciones. ¿Qué quiere decir? El dólar que sirve de referencia para los precios es una suma ponderada entre las compras que se realizan con dólares de 93 pesos -oficiales- y las que se realizan con dólares de 140 pesos -paralelo-. Si bien ambos subieron por debajo de la inflación en los últimos meses, el tipo de cambio paralelo fue ganando relevancia y trasladándose a los precios. Lamentablemente, por la falta de estadísticas y precisiones, no podemos saber la magnitud de este ajuste, pero lo que sí podemos afirmar es que es relevante.
Por otra parte, la actualización de precios se aceleró luego de la relajación de las medidas sanitarias. En este marco, podríamos decir que parte de la suba reciente se explica por la “inflación acumulada” durante los peores meses del aislamiento social. En este sentido, subas de 31,5% y 29% entre octubre y marzo en Restaurantes y Hoteles y Esparcimiento explican el efecto “positivo” que habían tenido los cierres sobre el nivel general de precios.
En tercer lugar, aparece el shock de emisión del 2020: resultado de la pandemia y su efecto negativo sobre la actividad y la recaudación, además de las políticas expansivas que implementó el Estado argentino (IFE, ATP, etc.) en un contexto de acotado financiamiento privado, sobre todo hasta octubre, el Banco Central le giró al Tesoro más de 2 billones de pesos, equivalente a 7% del PBI. Si bien una parte importante de esta emisión récord se retiró vía LELIQs, pases y durante la corrida cambiaria del año pasado, también está teniendo un efecto importante en la inflación actual de manera directa e indirecta -durante el año pasado, las Reservas netas de la autoridad monetaria cayeron 65% producto de, entre otras cosas, las ventas en el mercado oficial que ayudaron a descomprimir las tensiones, razón por la cual varias importaciones de hoy se realizan con “dólares propios”-.
Por último, aparece la inflación internacional y la suba del precio de los commodities. Esta dinámica, que ayuda sensiblemente a nuestro país en el frente externo, trae algunos problemas en materia de precios internos. En este sentido, sobresale que la inflación acumuló 1,7% en el primer trimestre de 2021 en Estados Unidos y 2% en Brasil, en tanto había alcanzado 1,4% y 4,5% respectivamente durante todo el año pasado. Se desprende entonces de estos números cómo la dinámica global también está jugando un papel en el comienzo de este año.
Esta suma de factores está provocando que la inflación haya arrancado muy caliente el año electoral, casi duplicando al acumulado del primer trimestre del año pasado (7,7% vs. 12,9%), antes de la irrupción de la pandemia. Además, resultado de alimentos y bebidas que suben por encima del nivel general de precios, el carácter regresivo de la inflación se acentuó en comparación a otras aceleraciones. Si al cierre de 2020 el gobierno se proponía que la inflación perforará el 30% en este año electoral, al momento debe estar enfocado en que no supere el 40%. Lograrlo será una tarea difícil, y posiblemente se tensen otras variables para cumplir el objetivo -tarifas, tipo de cambio, más controles de precios-. El tiempo juega en contra mientras los desequilibrios se agravan y algunas políticas tardan en dar resultados; las próximas semanas serán importantes.