Solo tres provincias lograron aumentar sus exportaciones en 2020

El año 2020 fue difícil para el comercio global. En particular, las exportaciones argentinas cayeron 16%, producto de la crisis experimentada por nuestros principales socios, las restricciones a la actividad que surgieron por la pandemia y la brecha cambiaria que afectó principalmente en el último trimestre. Este fenómeno golpeó a las distintas actividades de exportación, aunque no atacó a todas de la misma manera. Si consideramos a los 19 principales sectores de exportación, sólo cuatro (que conjuntamente explican el 2% de nuestras ventas al exterior) lograron aumentar sus envíos: los complejos de miel (+14% i.a.), yerba mate (+9% i.a.) y azúcar (+3% i.a.) y el sector hortícola (+2% i.a.). Por el contrario, el resto de los rubros vieron disminuidas sus ventas, con los complejos automotriz (-40% i.a.), textil (-36% i.a.) y petrolero-petroquímico (-28% i.a.) con las caídas más salientes.

Además de exhibir un sesgo dispar entre productos, el desplome exportador también tuvo un efecto heterogéneo entre regiones geográficas. Sin embargo, la mala campaña fue generalizada: 21 de las 24 Provincias -considerando a la Ciudad de Buenos Aires- vieron sus envíos al exterior disminuidos con respecto al año previo. Las únicas tres jurisdicciones que evitaron una caída en sus ventas fueron Corrientes (+170% i.a., debido mayormente a la venta de energía eléctrica a Brasil), La Pampa (+7% i.a.) y Santiago del Estero (+1% i.a.). Estas últimas dos provincias tienen una integración internacional primaria, mayormente compuesta por cereales, carnes, semillas y hortalizas. Por el contrario, el resto de las jurisdicciones exhibió reducciones de hasta 63% i.a., siendo Formosa la de peor desempeño.

Mirando a las exportaciones desde una perspectiva regional, podemos ver que estas mostraron una concentración muy importante. El 75% del total surgió de la región pampeana, en la que predominan las ventas de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) como harinas, aceites, carnes y pellets de soja, aunque también vende productos primarios sin manufacturar y Manufacturas de Origen Industrial (MOI; buena parte del complejo de exportación automotriz se ubica en la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo). La segunda área en importancia fue la Patagonia, donde tuvieron su origen el 9% de las exportaciones del país. En esta región se destacaron las ventas de MOI, debido al importante complejo de exportación de aluminio ubicado en Chubut y a las ventas de petroquímicos; de productos primarios, provenientes del sector minero y de la producción de peras y manzanas; y de combustibles y energía (recordemos que vaca muerta se ubica principalmente en la Provincia de Neuquén). En tercer lugar, se ubicó la región Noroeste (6% del total), donde se destacan los productos primarios (ventas de porotos, limón, litio y tabaco, entre otros). En el siguiente orden de importancia se encontró Cuyo (también representando cerca del 6% del total), de donde provienen principalmente MOA y MOI, tales como vinos, uvas y ajo, pero también plata y oro. Por último, apenas el 3% del total fue aportado por el Noreste, región en que las ventas están mayormente compuestas de yerba mate, te, arroz, madera y combustibles y energía.

Esta concentración en términos absolutos omite que la población no se haya distribuida de forma homogénea a lo largo y ancho del país, sino que también se encuentra muy focalizada en los grandes centros urbanos. Por esto, es relevante evaluar las exportaciones en relación a la cantidad de habitantes de cada territorio. Visto de esta manera, Santa Cruz, Chubut y Santa Fe encabezaron las ventas, con un total de USD 5.520, USD 3.280 y USD 3.178 per cápita, respectivamente. También, visto de esta manera, la Patagonia lideró las exportaciones, ubicándose por encima de la región pampeana con USD 1.855 per cápita. Sin embargo, es al mismo tiempo la región que se vio más golpeada en el 2020, con una caída de ventas del orden del 25%.

A modo de síntesis, las ventas al exterior de Argentina son diversas y se encuentran están distribuidas a lo largo del país. Sin embargo, la gran mayoría de actividades y regiones sufrieron una importante caída en 2020. Incrementar nuestras exportaciones es una condición sine qua non para poder crecer de forma sostenida, para lo cual se necesita tanto al campo como a la industria. Esto encuentra sus motivos en que ambos segmentos permiten vender a diferentes países del mundo, permitiendo diversificar la inserción y con ella los riesgos (por ejemplo, si sólo vendiéramos productos primarios, nuestra suerte dependería en gran medida del precio de las commodities). Pero también se fundamenta en las distintas capacidades productivas que poseen las provincias, por lo que la creación de empleo en todo el territorio nacional precisa de ese impulso. De acuerdo con nuestras proyecciones, este año se recuperarían las ventas de todos los segmentos. Esperemos que, luego de una década de estancamiento, la pospandemia venga de la mano de una recuperación de los puestos de trabajo del sector privado.

El saldo comercial con Brasil volvió a ser superavitario en febrero

En el segundo mes del año, la balanza comercial bilateral con Brasil fue superavitaria en USD 130 M, ubicándose en terreno positivo por segundo mes consecutivo tras ocho meses al hilo en rojo. Este saldo a favor en el intercambio de bienes es el mayor desde el 2019, y fue producto conjuntamente de una reducción de 5% i.a. de nuestras importaciones y un avance de 17% i.a. de las exportaciones. Con este desempeño, se revirtió el resultado obtenido en febrero de 2020, cuando el saldo fue negativo en USD 44 M.

En febrero se observó, por segundo mes consecutivo, un crecimiento del flujo comercial con nuestro principal socio externo. Esta variable se había resentido con el desplome de nuestras importaciones en la segunda mitad de 2018, y luego, volvió a verse golpeada por la pandemia. Así, llegó a encadenar casi dos años y medio de caídas. Sin embargo, con la recuperación que están experimentando ambas economías, el flujo comercial bilateral creció 6% i.a. en febrero y acumula un alza de 13% i.a. en el primer bimestre del año. Esta variación se ubica por arriba del incremento del flujo comercial de Brasil con el resto del mundo (+10% i.a.), señalando que hubo una mejoría en la relación comercial luego de un año pandémico.

Esta evolución estuvo traccionada principalmente por nuestras exportaciones con este destino, que crecieron 18% i.a. en lo que va del 2021. La participación de productos locales en el mercado brasileño fue creciente en el primer bimestre: luego de alcanzar mínimos históricos en 2020, este indicador se ubicó por arriba del 5% (+0,5 p.p. con respecto al promedio del año previo). El fortalecimiento de este vínculo implica un mayor potencial para la industria de exportación, ya que nuestro principal producto de venta son manufacturas de origen industrial relacionadas con el complejo automotriz.

En paralelo, nuestras compras externas desde Brasil crecieron 9% i.a. en el acumulado anual, probablemente rezagadas por el incremento del control a las importaciones. Así, el superávit comercial acumulado alcanza los USD 150 M, más de cinco veces mayor al observado en el mismo período del 2020.

En síntesis, el inicio del 2021 trae buenas noticias en el intercambio bilateral con Brasil, aportando algo de aire a las arcas del BCRA. Aunque la pandemia no concluyó, los efectos que impuso sobre la actividad económica y el comercio de bienes global tienden a diluirse. La tarea que queda pendiente es la recuperación del comercio de servicios: Brasil es el principal aportante de turistas que ingresan a Argentina, pero este segmento de actividad se encuentra todavía muy restringido. Cabe destacar que lo mismo sucede con los turistas locales que viajan a la mayor economía del Mercosur.

Después del déficit de diciembre, el superávit comercial volvió con más aire en enero

En enero, la balanza comercial volvió a terreno positivo, arrojando un superávit de más de USD 1.000 millones y dejando atrás el déficit de más de USD 300 millones de diciembre. Después de 27 meses con saldo favorable, en el cierre del 2020 había vuelto el déficit comercial, aunque más explicado por factores coyunturales asociados a conflictos gremiales de los trabajadores portuarios que a causas permanentes. Fortaleciendo esta idea, enero de 2021 retomó el saldo positivo, que marco un crecimiento de 2,3% i.a. en relación con igual mes del año pasado.

En el primer mes de este año, las exportaciones avanzaron 7% en términos interanuales, impulsadas por los precios internacionales y, también, por el remanente de ventas que había dejado diciembre, cuando los envíos externos cayeron 34% i.a. En tanto, las importaciones crecieron 9% i.a. en enero, reduciendo a la mitad su tasa de crecimiento respecto del cierre de 2020 (+20% i.a. en el último trimestre), cuando una brecha cercana al 100% y expectativas de devaluación elevadas alentaron el adelantamiento de compras.

Analizando a las exportaciones, sobresale el crecimiento de las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), que mostraron su mayor valor en más de 5 años y crecieron casi 50% i.a. Este incremento estuvo explicado por la venta de aceites y harinas que no habían podido enviarse al exterior en diciembre, producto de los mencionados conflictos gremiales, y se exportaron en el comienzo del 2021. Además, estos bienes se vieron favorecidos por la suba de las commodities, que impulsó a los precios de este rubro un 18% i.a.

Por el contrario, la venta de cereales y oleaginosas siguió golpeada, y las exportaciones de productos primarios cayeron 30% i.a., a pesar de que su precio subió un 10% i.a., en tanto las cantidades se desplomaron 37% i.a. Por su parte, las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) cayeron 1% i.a. A pesar del retroceso, se observa un buen desempeño de la industria manufacturera, sobre todo si consideramos que recortó la tasa de caída casi 30 p.p. al comparar con el promedio de 2020. Las menores expectativas de devaluación y la recuperación de la economía brasilera explican gran parte de esta recuperación.

En lo que hace a las importaciones, sobresale el aumento de autos livianos (+41% i.a.). Sin embargo, esta cifra está vinculada con la baja base de comparación de 2020: el monto de vehículos importados en el primer mes de gestión del Frente de Todos fue 48% menor al de enero de 2019 y 78% menor al del primer mes de 2018. No obstante, los temores a un endurecimiento del cepo o a mayores impuestos a la compra de autos usados también impulsaron estas compras.

Analizando los bienes intermedios y de capital se observan dinámicas similares. Sus crecimientos de 14% i.a. y 12% i.a., respectivamente, obedecen más a bajas bases de comparación que a un despegue genuino de la demanda: al contrastar con enero de 2019 se observan caídas de 6% y 1%. Por último, piezas y accesorios para bienes de capital y bienes de consumo mostraron variaciones más acotadas (+2% i.a. y +4% i.a.), probablemente influidas por el mayor control a las importaciones. Por lo tanto, mientras que las mejoras de dos dígitos se diluirán en los próximos meses, con bases de comparación más estables -especialmente después del segundo trimestre-, los crecimientos acotados se volverían la norma.

En los últimos días se difundió una importante noticia para el comercio exterior: la apertura del mercado mexicano para nuestras exportaciones de carne vacuna. Hasta ahora, este país no importaba este producto de Argentina por limitaciones técnico-sanitarias, que se levantarían luego de la gestión diplomática del Poder Ejecutivo. Además de este factor, las ventas de MOA se verían impulsadas por la suba del precio de las commodities, cuyo valor esperado sigue ubicándose por encima de los últimos años. En particular, el precio de los contratos futuros de soja oscila en torno de USD 520 por tonelada para mayo, mes más representativo para nuestras exportaciones de esta oleaginosa. Además, la recuperación de la actividad en Brasil (que crecería 3,4% en 2021, con el segmento automotriz como uno de los líderes) y la apreciación del Real, que reduciría su competitividad externa, traccionarían la venta de MOI.

Las perspectivas para las importaciones son un poco menos alentadoras. A pesar de que el consumo y la industria se recuperarán en 2021, demandando mayores insumos y bienes finales, las compras externas no crecerían sensiblemente, producto de los mayores controles a estas: el objetivo de que el dólar oficial cierre el año apenas por encima de los 100 pesos no es alcanzable si no se endurecen las restricciones a las importaciones.

En resumen, luego del buen arranque del año, proyectamos que el superávit comercial alcanzaría los USD 14.000 millones en 2021, superando largamente a los USD 12.500 millones de 2020. Aunque parte del avance obedecerá a los cambios de política, también habrá una recuperación genuina, en tanto las exportaciones crecerían no menos de 15% i.a., impulsadas por la recuperación de los precios y la demanda internacional.

La demanda brasileña: ¿de villana a héroe en 2021?

No hay mal que dure cien años, pero sí diez

Desde hace más de treinta años, Brasil es el principal demandante de nuestras exportaciones. Además, hace 25 años que es el primer origen de nuestras importaciones. Partiendo de estos datos, ya se advierte la centralidad del país vecino para nuestra economía: un quinto de nuestro comercio internacional de bienes se explica por este país. En la misma dirección, por razones geográficas y culturales, Brasil es el país que más turistas envía a Argentina. En este marco, y a modo de ejemplo, sólo en 2 de los últimos 35 años la Argentina pudo crecer mientras la actividad brasileña caía, lo que refleja la fuerte correlación entre ambas economías. Entender cómo viene afectando la economía brasileña a la dinámica local y sus perspectivas para 2021 nos ayudará a precisar el curso que seguirá nuestro país en los próximos meses.

El principal mercado sudamericano está estancado y sufriendo de turbulencias político-económicas desde 2014. Lo que comenzó como una desaceleración de la producción, se profundizó con caídas en 2015 y 2016. A fines de ese año la presidenta Dilma Rousseff fue destituida (impeachment) y reemplazada por su vicepresidente, que no tuvo elevados niveles de aceptación y sólo logró una tibia recuperación de la economía.

Luego del primer año de gestión de Jair Bolsonaro, el 2020 parecía ser el año en que la economía brasileña finalmente superaría el pico de actividad alcanzando en 2014. Sin embargo, el Coronavirus golpeó con fuerza a la primera economía del Mercosur y la recuperación quedó trunca. Al momento, este país tuvo más de 45.000 casos y 1.000 muertes por COVID por millón de habitantes, ubicándose entre los países más afectados por la pandemia a nivel global. Como resultado, el PBI se contrajo más de 4% el año pasado, quedando casi 7% por debajo de los niveles de 2014.

Este complejo panorama en materia sanitaria, política y económica también impactó en el mercado cambiario: durante el año pasado, el Real brasileño se depreció 30%, pasando de 4,0 BRL/USD al cierre de 2019 a poco más de 5,3 BRL/USD a fines del año pasado. Considerando la acotada inflación de esta economía, la mejora de la competitividad externa de su producción de bienes y servicios, o sea su abaratamiento en dólares, fue relevante. De esta forma, a pesar de que Argentina mantuvo en 2020 una competitividad multilateral en torno a su promedio histórico, el tipo de cambio real bilateral con Brasil se ubicó 20% por debajo de su media, sumando un problema extra a la caída de la demanda a la hora de exportar.

Producto de la recesión y la depreciación brasileña, las exportaciones argentinas a este destino cayeron 25% entre 2014 y 2019. En la misma línea, la producción industrial argentina se contrajo 13% entre ambos años, resultado, entre otros factores, de los problemas de la primera economía sudamericana. Considerando que las ventas a este destino suelen ser bienes industriales, favorecidos por el esquema de cero aranceles que fija el Mercosur y las complementariedades entre ambas estructuras productivas, se entiende la relación entre ambos números. Más preocupante todavía, luego de un 2020 pandémico, la caída de las exportaciones ascendió a 44,5% entre 2014 y 2020 y el derrumbe de la industria acumuló 19,5% en igual período.

¿Qué esperar para 2021?

Durante este año, el gobierno brasileño pondrá fin a muchas de las herramientas que se diseñaron para expandir la economía en respuesta a la crisis que provocó la pandemia. Sin embargo, se espera que su actividad tenga una importante recuperación: la mediana de proyecciones del Consenso de Mercado que elabora el Banco Central de Brasil arroja un alza del 3,5% del PBI, mientras que el FMI proyecta una suba de 3,6%. Así, aunque no se espera que el nivel de actividad recupere los niveles de 2014 hasta 2023, sí habría una recuperación de buena parte del terreno cedido en 2020, que nuestro país debería aprovechar.

Mejor aún, la industria brasileña experimentaría una expansión de 4,2%, pudiendo incrementar la demanda de nuestras exportaciones manufactureras. Algunos de los productos argentinos que podrían beneficiarse son pick-ups, utilitarios, autos, autopartes, plásticos, colectivos y motores. Todos estos tienen un fuerte vínculo con el complejo automotriz, que genera un importante volumen de empleo privado registrado, puestos de trabajo que se ubican entre los de mayor calidad. Por este motivo, es una buena noticia que este sector tenga una perspectiva aún mejor que el nivel general de la economía vecina: según las estimaciones locales, las ventas automotrices brasileñas crecerían cerca de 15% en 2021, lo que representa un avance muy considerable, aunque mantendría la venta de vehículos un 15% por debajo de los valores de 2019.

Ahora bien, la mejora de la demanda, de las “cantidades”, no será la única: también se espera una apreciación cambiaria, es decir, una mejora vinculada a la parte nominal de la economía. Luego de un 2020 de fuerte depreciación, el Real brasileño se fortalecería significativamente este año, e incluso es probable que perfore 5 BRL/USD, ayudado por el ingreso de capitales que está provocando el exceso de liquidez global. Como resultado, nuestra producción se abarataría medida en la Reales, tornándose más competitiva. De esta manera, una parte no menor de los envíos que se perdieron el año pasado por nuestro encarecimiento en relación con la producción brasileña podrían recuperarse este año.

En síntesis, después de muchos años, las noticias que llegan de nuestro principal socio comercial son alentadoras. Este año se conjugarían una mejora de nuestros precios de exportación (alza de commodities agrícolas), una recuperación de la demanda externa y nuestra producción se abarataría en relación con la brasileña. De esta manera, nuestro país podría apuntalar su tan alicaída como necesaria generación genuina de dólares en 2021. No obstante, y tal como venimos sosteniendo, al viento de cola externo hay que acompañarlo con buenas políticas económicas -y esperar que la segunda ola de Coronavirus nos encuentre con la mayor cantidad de población vacunada posible-.

Los precios para arriba, las cantidades para abajo

En el último trimestre del 2020, los precios de exportación de Argentina subieron 1,7% i.a., cortando una racha de dos años a la baja. A su vez, los precios de importación se redujeron 1,3% i.a., acumulando su octavo trimestre en terreno negativo. De esta forma, los términos de intercambio subieron 3,1% i.a.

Aunque esta mejoría representa una buena noticia, el efecto más marcado del último cuarto del año fue un abrupto cambio en la evolución de las cantidades. Por el lado de las exportaciones, los bienes enviados al exterior cayeron 27% i.a. en volúmenes, más que triplicando el ritmo de descenso que exhibieron en los primeros nueve meses del año (-8% i.a.). Así, alcanzaron el mínimo nivel desde el cuarto trimestre de 2015, cuando se habían retenido los envíos al exterior de granos y productos agropecuarios a la espera de una devaluación y baja de retenciones finalmente concretadas. Mientras tanto, las importaciones revirtieron su signo, pasando de caer 18% i.a. en los tres trimestres previos a crecer 14% i.a.

Este repentino cambio de comportamiento estuvo vinculado con la elevada brecha cambiaria, que alimenta unas crecientes expectativas de devaluación. Al término de un año en que el comercio global se vio muy golpeado por la pandemia, las proyecciones de un salto del dólar oficial motivaron a los importadores a incrementar sus stocks para cubrirse, a la vez que alentó a los exportadores a posponer sus ventas a la espera de recibir “más pesos” por la misma cantidad de dólares. Vale destacar que estos últimos también se vieron severamente afectados por el paro de aceiteros y recibidores de granos, que demoró algunas semanas los envíos al exterior. Este efecto fue el responsable de que los volúmenes exportados de semillas y oleaginosas se derrumbaran 79,4% i.a., el aceite de girasol 50,0% i.a. y la harina y pellets de soja 33,5% i.a., entre otros. Sin embargo, los productos que no estuvieron afectados por el conflicto gremial tampoco mostraron buenos desempeños en el trimestre y todos los rubros (con excepción únicamente de bebidas, lácteos y combustibles) se ubicaron en terreno negativo. Por parte de las importaciones, todas las categorías (excepto combustibles) treparon hacia fin de año. En particular, se destacan las compras de autos (+44,2% i.a.), que operan como una vía alternativa de ahorro en un contexto de restricciones cambiarias, bienes intermedios alimenticios (+63,4% i.a.) y químicos (+19,3% i.a.).

Como resultado, el 2020 concluyó con un superávit comercial de USD 12.500 M. Este saldo se contrajo 22% i.a. en un contexto en que la capacidad de compra de nuestras exportaciones mejoró levemente en relación con nuestras importaciones (+0,6%). Por tanto, la reducción debe buscarse por el lado de las cantidades. Aunque nuestro nivel de actividad se vio más golpeado que la media mundial y que el PBI de nuestros socios comerciales (incluso China, el segundo más importante de nuestros compradores, sería uno de los pocos países en lograr sortear la recesión), las cantidades exportadas (-13,2%) tuvieron una caída más profunda que las importadas (-10,7%).

Con la perspectiva de que los precios internacionales seguirán jugando a favor en 2021 (así lo indican los contratos futuros de soja y sus derivados), esperamos que el balance comercial se incremente este año. Sin embargo, difícilmente las cantidades exportadas recuperen el 15% de caída que acumulan desde su pico en 2011. Así, la recuperación de los volúmenes importados a la salida de la pandemia insumirá cada vez una porción mayor de los dólares que ingresen. Una década de estancamiento de los envíos al exterior no es compatible con el crecimiento sostenido y deberá ser un foco a donde apuntar las políticas de los próximos años.

El intercambio bilateral con Brasil arrancó 2021 con el pie derecho

En enero de 2021, la balanza comercial bilateral con Brasil fue levemente superavitaria en USD 22 millones. Si bien el saldo comercial se redujo en la comparación interanual (-68% i.a., ya que en enero de 2020 este excedente había alcanzado USD 68 millones), este balance es el primero en quedar en terreno positivo luego de ocho meses en rojo. La caída del superávit comercial obedeció al crecimiento de las importaciones (+28,2% i.a.), en tanto las exportaciones  avanzaron 18,4% i.a. en relación con el primer del año pasado.

Para mejor, el flujo de comercio con la economía brasileña se incrementó en 23% i.a. Con este dato, se puso fin a una tendencia muy dañina para nuestras cuentas externas: el comercio bilateral total acumulaba más de dos años en rojo. Como resultado, se redujeron las opciones de complementariedad para la producción industrial de ambos países, aprovechando la suma de ambos mercados. Este panorama desolador era consecuencia de la pérdida de participación argentina en el mercado brasileño (nuestras exportaciones al país vecino están en caída desde el 2011) junto con la grave crisis de la economía local (que encadenó más de dos años consecutivos de caída de las importaciones de este origen).

A esta tendencia negativa, en 2020 se sumó la pandemia. La irrupción de la crisis global por el Coronavirus afectó a la actividad, la demanda y el comercio internacional en todas las latitudes. En particular, la economía brasileña habría retrocedido más de 4% el año pasado y sus compras del exterior se redujeron 10%. Sin embargo, hubo un agravante para nuestro país: producto de la elevada brecha cambiaria, que alentó a posponer y/o subfacturar ventas al exterior, y por la composición sectorial de exportaciones a Brasil (en donde se encuentran sectores particularmente afectados, como el automotor), nuestras ventas a este destino cayeron 26% durante el año pasado. Como resultado, la participación de las exportaciones argentinas en las importaciones brasileñas cayó a mínimos históricos, cerrando el año por debajo del 5%. Por este motivo, la tibia recuperación de inicios del 2021 enciende algunas señales de esperanza y optimismo de cara al futuro.

En lo que hace a las importaciones, el quiebre fue previo. Luego del fuerte deterioro observado en los primeros ocho meses del 2020 (-25% i.a., tanto por el arrastre de la crisis, como por la caída de la demanda y las restricciones a la producción), desde septiembre se observa un crecimiento de las compras brasileñas. Esta suba puede leerse como una buena noticia, ya que está vinculada con la recuperación de la industria que demanda cada vez más insumos, pero a la vez como el fruto de las expectativas de devaluación, que incentivan a adelantar importaciones. Con un poco de ambos componentes, el crecimiento ya se ubicaba en el 15% i.a. en el último cuatrimestre del año, haciendo que la caída anual fuera de “apenas” 13% y que sorprenda menos el alza en enero.

El buen inicio del 2021 abriría las puertas para un año “menos peor” que 2020: aunque la pandemia continuará, las restricciones serán menores y ambas economías rebotarán. A pesar de esto, reducir la brecha cambiaria y normalizar el comercio exterior continúan siendo desafíos: sin esto, ninguna recuperación será sostenible. Esperamos que el año cierre con un pequeño superávit comercial con Brasil, que evidencie un crecimiento de las exportaciones mayor al de las importaciones. Sin embargo, todavía quedará camino pendiente en la recuperación de nuestras exportaciones y el saldo positivo quedará lejos del de 2019.

En diciembre volvió el déficit comercial, ¿pero no por mucho tiempo?

En diciembre de 2020, la balanza comercial de bienes arrojó un déficit de USD 360 millones, volviendo a terreno negativo por primera vez desde agosto de 2018. La reversión del superávit de USD 2.200 millones obtenido en el último mes de 2019 se explicó tanto por un desplome de las exportaciones (-34% i.a., orillando USD 3.500 millones), como por un avance de las importaciones (USD +25% i.a., superando USD 3.900 millones).

Una brecha elevada que alimentó las expectativas de devaluación, posponiendo ventas al exterior y adelantando compras, una industria que se recupera luego de la pandemia y el paro de los trabajadores aceiteros y recibidores de granos en los puertos de Rosario y Bahía Blanca (entre otros), que afectó a los envíos de productos oleaginosos, explicaron esta dinámica que no por coyuntural deja de ser preocupante.

Por el lado de las exportaciones, resalta el duro golpe en productos primarios y manufacturas de origen agropecuario (-45% i.a.). A pesar del avance de 3% i.a. y 6% i.a. de los precios, el derrumbe de 47,5% i.a. de las cantidades complicó el resultado. En este caso, algunos conflictos gremiales del sector sumaron problemas a un resultado que ya venía muy golpeado por la brecha cambiaria: sin el paro de los trabajadores aceiteros, estimamos que las exportaciones de diciembre habrían sido alrededor de USD 1.000 millones mayores a lo que efectivamente fueron, de modo que, aunque habrían seguido acusando una caída importante (-16% i.a., en línea con el promedio agosto-diciembre), la balanza comercial habría cerrado en terreno positivo. Sin embargo, y lamentablemente, esto no pasó.

Por el lado importador, una recuperación de la producción industrial cercana al 5% i.a. en diciembre alentó a las compras externas. No obstante, esto sólo no explica semejante salto (+25% i.a.): la brecha y las expectativas de devaluación -no sólo de diciembre, sino también de los meses anteriores, en tanto en un mes suelen “ingresar” las órdenes de compra de algunos meses atrás- también fueron fundamentales para impulsar las compras externas. A nivel de usos económicos, sobresale el avance de bienes de capital (+34% i.a.), piezas y accesorios (+50% i.a.) y bienes intermedios (+32% i.a.).

Con estos números, 2020 cerró con superávit de USD 12.500 millones, marcando una caída de 21,7% en relación con el acumulado 2019 (USD 16.000 millones). Este deterioro obedeció íntegramente a la caída de las exportaciones (-16% i.a., totalizando USD 54.900 millones), en tanto las importaciones se redujeron 14% i.a. a lo largo del año pasado, apenas superando USD 42.350 millones -el valor más bajo desde 2009-.

Más allá del acumulado anual, en 2020 se observaron dos grandes momentos: uno que va de enero a agosto, con mejora del saldo comercial por un desplome importador, y otro que va de septiembre a diciembre, con un deterioro del resultado, producto, esencialmente, de las expectativas de devaluación que genera la brecha. Concretamente, mientras que en los primeros ocho meses del año el superávit comercial mejoró un 40% i.a., entre septiembre y diciembre se desplomó un 85% i.a.

A pesar de que en la última parte del año pasado la economía global comenzó a recuperarse y mejoraron nuestros términos de intercambio, las exportaciones duplicaron su caída interanual al pasar de 12% i.a. entre enero y agosto al 24% i.a. entre septiembre y diciembre. En sentido contrario, las importaciones pasaron de retroceder al 24% i.a. a crecer al 10% i.a. La disparada de la brecha -y la recuperación de la industria local sobre el cierre del año- explican este cambio de tendencia.

De cara a 2021, el resultado comercial volvería a terreno positivo. El déficit de diciembre fue algo coyuntural y puntual, explicado esencialmente por problemas logísticos. Por este motivo, proyectamos que el saldo comercial de este año superaría al de 2020, ubicándose cerca de USD 13.000 millones. A la inversa del año pasado, la recuperación se concentrará en el último cuatrimestre del año, es decir, en los peores meses del 2020. Esperemos que la tentación -electoral- de atrasar al tipo de cambio real no juegue en contra en ese momento, reduciendo la competitividad precio de nuestra economía y alimentando la brecha: los perjuicios serían muy importantes.

Intercambio entre Argentina y Brasil: cada vez menos socios 

En diciembre de 2020, la balanza comercial bilateral con Brasil fue levemente deficitaria en USD 20 millones, revirtiendo el superávit de casi USD 200 millones alcanzado en igual mes del 2019. Este deterioro obedeció una caída de las exportaciones (-15% i.a., ubicándose en USD 770 millones), en tanto las importaciones crecieron 11% en la comparación interanual, rozando USD 790 millones.
De esta forma, el saldo acumulado anual arrojó un déficit de USD 700 millones, esfumando el superávit de USD 760 millones logrado en 2019. La desaparición del resultado positivo obedeció íntegramente al desplome de las exportaciones (-26,1% i.a.), muy golpeadas por la crisis de la economía -y especialmente la industria- brasileña, ya que las importaciones retrocedieron 13% i.a. en el último año. Más allá de esta caída, vale resaltar la aceleración de los últimos meses (+15% i.a. entre septiembre y diciembre), explicada no solo por un menor impacto del Coronavirus en la producción local, sino también por la elevada brecha y expectativas de devaluación que alentaron el adelantamiento de importaciones.
Aunque una parte no menor del mal desempeño exportador se explicó por la pandemia, también hubo factores propios de la economía argentina. En este sentido, sobresale que el resto de las compras de la economía brasileña cayeron “sólo” 9,4% i.a. en 2020, mostrando que el desempeño de nuestro país estuvo por debajo del promedio. Como resultado, la participación argentina en las importaciones brasileñas pasó de 6% en 2019 a menos de 5% el año pasado, el menor valor desde el 2000.
Corresponde notar algunos puntos para explicar esta dinámica. En primer lugar, producto de la pandemia y la división entre ramas de actividad esenciales y no-esenciales, la industria automotriz del gigante sudamericano tuvo un año particularmente malo: las compras al exterior de autos livianos se desplomaron casi 50%, las de autopartes 40% y las de vehículos pesados 35%. Dado que este segmento es uno de los de mayores flujos de comercio bilateral, explica parte importante de la caída.
Además, el abaratamiento del Real brasileño pudo haber traído algunos problemas para nuestro país en materia de competitividad. Aunque no habría sido deseable devaluar de manera más acelerada para seguir a la primera moneda del Mercosur, por el impacto que habría tenido sobre los precios y los salarios, el comportamiento de ambas monedas pudo haber generado sustituciones de producción argentina por brasileña.
Dicho esto, vale resaltar que las causas del desplome de las ventas argentinas a Brasil no fueron solo externas. La cuarentena que se impuso en nuestro país complicó a la oferta durante varios meses, especialmente durante el segundo y tercer trimestre. Asimismo, flexibilizadas las restricciones operativas, las expectativas de devaluación y una brecha en torno al 100% invitaron a posponer las ventas al exterior y alentaron su subfacturación. De esta manera, factores locales y externos se combinaron, golpeando fuertemente nuestras ventas al gigante sudamericano -y al resto del mundo también-.
Por el lado importador, en 2020 se observaron tres períodos claramente marcados. Un primer trimestre pre-pandémico, en donde las compras externas arrastraron el deterioro del cierre de 2019, cayendo poco menos de 7% i.a; una segunda etapa, que va de abril a agosto, muy marcada por la pandemia y las restricciones operativo-sanitarias, que provocaron un desplome inédito del 35% i.a; y, por último, un incremento del 15% i.a. en el acumulado entre septiembre y diciembre, resultado de la recuperación de la industria, pero, también, de las expectativas de devaluación y el stockeo de producción que generan. Como resultado, se observó una caída de 13% en el acumulado interanual, que “esconde” estos períodos.

De cara al 2021, las perspectivas son más alentadoras. Por un lado, porque la pandemia debería ceder y las restricciones operativas ser menores, de modo que las exportaciones crecerán, al menos, por el efecto base de comparación. Además, porque la posposición de ventas y el adelantamiento de compras no pueden durar para siempre. Por el contrario, en algún momento se deben normalizar y, en ese entonces, ayudan al saldo comercial: el déficit “artificial” del último cuatrimestre del 2020 debería transformarse en un superávit, también transitorio, al comienzo de este año. Por último, porque las perspectivas de recuperación de la economía brasileña deberían traccionar parte de las compras a nuestro país. En este marco, proyectamos que 2021 cerrará con una balanza comercial bilateral al menos equilibrada, cerrando una fuente de sangría de dólares, curiosamente, el bien más escaso y necesario de la economía argentina.

Otro trimestre con saldo externo positivo obligado

En el tercer trimestre, la cuenta corriente del balance de pagos mostró un superávit de USD 1.200 millones. Con este dato, dicho saldo -que suma los flujos comerciales de bienes y servicios y las rentas percibidas por inversiones en el exterior- revirtió el déficit de más de USD 1.000 millones observado en el tercer cuarto del 2019 y acumula un año con resultado favorable.

La última vez que nuestra cuenta corriente fue superavitaria a lo largo de cuatro trimestres consecutivos fue en el año 2012. En esa ocasión, se registraron exportaciones por encima de los USD 80.000 millones, debido a unos términos de intercambio muy favorables (por caso, el precio de la tonelada de soja promedió el año por encima de USD 500). Esta vez, por el contrario, la mejoría no provino de un salto exportador, sino del cierre de las fuentes de financiamiento. Este proceso comenzó en el segundo cuarto del 2018, cuando el flujo de capitales hacia nuestro país se interrumpió, llevándonos al FMI. Un año después, ya sin financiamiento privado ni institucional, el saldo de la cuenta corriente cambió de signo, eliminando los requerimientos de financiamiento por la vía comercial. Sin embargo, nuestro balance exterior no terminó equilibrado: la salida de capitales (venta masiva de activos argentinos) causó que el Banco Central perdiera sistemáticamente reservas para morigerar el desplome de nuestra moneda.

Así llegamos al 2020, en que la pandemia resintió el comercio mundial, y nuestras ventas a otros países descendieron 12% (hasta septiembre). En ese contexto, una crisis doméstica más aguda que en el resto del mundo y un control creciente de los productos que ingresan a nuestro país hicieron que las importaciones cayeran 21% en los primeros nueve meses del año. Por esto, el saldo del comercio de bienes permaneció positivo. Además, las restricciones a la movilidad internacional acotaron aún más el déficit de la cuenta de servicios (donde se ubica el turismo internacional), que venía contrayéndose desde el segundo trimestre de 2018. Por último, por efecto de la crisis, la remisión de utilidades y dividendos se vio muy acotada este año, reduciendo en más de 60% el flujo neto hacia el exterior de rentas asociadas a inversiones directas (aquellas que devengan empresas extranjeras o tenencias significativas de acciones por parte de no residentes) y, por efecto de la negociación de la deuda pública, los intereses generados por inversiones financieras también se vieron afectados (el pago estuvo suspendido durante buena parte del año, y aún continúa en ese estado para los bonos subsoberanos de las Provincias que siguen en negociaciones). Estos motivos hicieron que nuestra cuenta corriente permaneciera positiva, acumulando más de USD 4.300 millones.

Pero este saldo no se correspondió con una mayor disponibilidad de dólares para que nuestro país pudiera desendeudarse o acumular reservas. Contrario a esto, la salida de capitales no cesó y más que duplicó al superávit de cuenta corriente a lo largo del año. De esta forma, el BCRA continuó perdiendo Reservas a un ritmo preocupante. En particular, en el tercer trimestre se filtraron casi USD 2.700 millones por la cuenta inversión de cartera. Otro tanto salió por la cuenta otras inversiones, donde se ubica la compra de dólares de particulares.

De cara a fin de año, considerando los datos del intercambio comercial de octubre y noviembre, la elevada brecha cambiaria redujo considerablemente el saldo del comercio de bienes. Por esto, esperamos que la cuenta corriente sea mucho menos favorable en el cuarto trimestre. A este factor, en 2021 se sumará la recuperación de la demanda interna y del turismo emisivo, que podrían erosionar aún más este resultado.

Con un superávit corriente más acotado, Argentina deberá cerrar la sangría financiera del sector privado para -al menos- dejar de perder divisas. Si bien los pagos de deuda pública en moneda externa no serán abultados, las reservas sí serán escasas. Mientras más se calme este frente, menos ajuste deberá exigírsele a la cuenta corriente, en un contexto en que el Banco Central se está quedando sin balas de plata.

Más brecha, menos superávit: ¿costumbres argentinas?

En noviembre de 2020, el superávit comercial de bienes fue menor a USD 300 millones, mostrando una caída de casi 90% i.a. en relación con el saldo positivo logrado en igual mes del año pasado (USD 2.500 millones). De esta forma, la balanza comercial se redujo por tercer mes consecutivo en la comparación interanual, encendiendo algunas señales de alarma. De hecho, el superávit de noviembre fue el menor desde septiembre de 2018, es decir, desde que la balanza comercial volvió a terreno positivo.

Esta dinámica obedeció tanto a un desplome de las exportaciones (-25,6% i.a., perforando USD 4.400 millones) como a un salto de las importaciones, que crecieron 20,7% i.a. en el mes y superaron los USD 4.100 millones. Lamentablemente, esta evolución no se explica únicamente por una recuperación de la actividad doméstica (en forma de “V” para la producción de bienes), sino también por el temor a una devaluación, que alienta el anticipo de compras.

En igual sentido, el desplome de las ventas no obedece a una mayor recesión en el resto del mundo (de hecho, se está recuperando a buen ritmo), sino a que las expectativas de un salto cambiario (elevada brecha) invitan a posponer los envíos al exterior. A la vez, el importante crecimiento de noviembre del año pasado (+10% i.a. contra un +1,2% i.a. de diciembre 2019, por caso) marca que en ese entonces se habían adelantado exportaciones, en búsqueda de evitar la mayor carga impositiva que traería el cambio de gobierno que se materializó en suba de retenciones a las exportaciones (principalmente del complejo sojero).

Teniendo presente esta dinámica, sorprende menos el desplome de 56,6% i.a. en las cantidades exportadas de productos primarios y de 38,6% i.a. en los volúmenes de manufacturas de origen industrial, afectadas también por la pérdida de competitividad cambiaria frente a Brasil. Sí se destacó el crecimiento de 5,2% i.a. en las cantidades exportadas de manufacturas de origen agropecuario, que obedecen a que la economía del sudeste asiático, su principal destino, ya se encuentra casi totalmente operativa.

Por su parte, las importaciones mostraron una dinámica más homogénea: crecimiento en casi todos los usos económicos. El avance estuvo liderado por los vehículos livianos, que escalaron más de 60% i.a. el mes pasado, motivados por las expectativas de devaluación, ya que representan una forma indirecta de comprar dólares al restringido cambio oficial. En tanto, el ingreso de bienes de capital y de bienes intermedios avanzó 39,0% i.a. y 30,2% i.a. en noviembre, marcando que no solo la brecha alienta las compras externas, sino también la incipiente recuperación de la producción de bienes. Por último, el ingreso de piezas y accesorios para bienes de capital y de bienes de consumo escaló 13,5% i.a. en el mes, mostrando que el stockeo de importaciones fue generalizado.

Mientras que en los primeros ocho meses del año el saldo comercial había avanzado más de 40% i.a., en el trimestre septiembre-noviembre se verificó una caída del 75% i.a. Tal como explicamos al principio, esta reducción obedece a una recuperación de la producción de bienes, pero también a la elevada brecha y escasas de reservas netas que alientan las expectativas de un salto cambiario.

De cara a diciembre, esta tendencia no se habría revertido. Aunque es probable que el superávit comercial se recupere en el último mes del año, en parte ayudado por el comienzo de la salida de la cosecha fina, y en parte porque la posposición de exportaciones y el adelantamiento de importaciones no puede durar para siempre. En este sentido, el creciente control a las importaciones podría mejorar el resultado comercial en el corto plazo, pero provocar algunas tensiones cada vez mayores en el frente inflacionario y en la actividad.

En este marco, proyectamos que 2020 cerrará con un superávit comercial menor a los USD 14.000 millones, mostrando un saldo positivo importante, pero bastante menor a los USD 16.000 millones del año pasado. Lamentablemente, una brecha tan alta genera incentivos perversos.