Más flujo, pero también más déficit en el intercambio con Brasil

En junio, el flujo comercial con nuestro principal socio creció por sexto mes consecutivo. Así, el intercambio de bienes con Brasil consolida su recuperación, siendo 80% superior al de junio de 2020 y ubicándose 17% por encima de junio de 2019. Esta suba se debió a un alza de 20% i.a. de nuestras ventas a dicho país y un salto de 80% i.a. en nuestras compras desde este origen. De esta forma, el comercio bilateral de bienes refleja la normalización de la actividad económica en ambos países luego del desplome visto el año pasado. En este escenario, nuestras exportaciones a Brasil acumulan un alza de 41% promedio en los primeros seis meses del año, mientras que nuestras importaciones muestran un crecimiento del 58%.

Aunque un mayor intercambio signifique una buena noticia, el signo del saldo comercial no necesariamente implica lo mismo. A pesar de que las expectativas de crecimiento de la potencia vecina siguen revisándose al alza (treparon 1 p.p. en junio, pasando de 4,1% a 5,1%), el balance fue deficitario en casi USD 60 millones en el mes, y ya acumula un rojo de USD 580 millones en lo que va del año. Este es el peor saldo para un primer semestre desde 2018 y encuentra su causa en una recuperación más veloz por el lado de las importaciones que por el componente exportador.

Mirando los datos globales del comercio exterior brasileño, esta dinámica no es particular de nuestro país: las compras de Brasil a todos los destinos subieron 27% i.a. en el primer semestre, significativamente menos que sus ventas, que treparon 36% i.a. De este modo, aunque las compras de origen argentino crecieron menos que las ventas a nuestro país, lo hicieron en mayor medida que de otros destinos. En respuesta, la participación de los productos argentinos en el mercado brasileño creció en junio 0,9 p.p. respecto del mismo mes del 2020, pasando de 4,6% a 5,5% del total. En este mismo sentido, el share de nuestras ventas pasó de 4,7% en el primer semestre de 2020 a 5,3% en el mismo lapso del 2021. Más allá de esta dinámica positiva, todavía seguimos lejos de la media de los últimos diez años (6,5%).

 

Para los próximos meses, no esperamos que el desbalance comercial bilateral se convierta en un problema. Nuestras exportaciones a Brasil crecerían más de 20% este año y, aunque nuestras compras posiblemente terminen siendo superiores, este déficit bilateral será más que compensado con saldos positivos con otros destinos. En consecuencia, el comercio de bienes aportará divisas en 2021, tal como lo viene haciendo desde 2019. Sin embargo, la situación no será una panacea: podría haber pérdida de Reservas a nivel agregado, considerando las intervenciones que podrían llegar en los mercados cambiarios, oficial y paralelo, en tanto los vencimientos de deuda con el FMI, por ahora no reprogramados, también podrían debilitar a este stock clave.

Mayo volvió a mostrar exportaciones récord

¿Cómo fue el resultado comercial en mayo?

En el quinto mes del año, el saldo comercial volvió a mostrar un importante superávit, de más de USD 1.600 M. Este resultado se compuso de importaciones superiores a los USD 5.100 M (+62% i.a.) y exportaciones que se ubicaron cerca de los USD 6.800 M (+33% i.a.). Por la baja base de comparación de 2020, año en que la pandemia golpeó fuertemente al comercio global, las comparaciones interanuales no son del todo adecuadas. Así, si miráramos las compras y ventas externas en relación con el mismo mes de 2019, observaríamos avances de 11% y 12%, respectivamente.

Con este dato, en los primeros cinco meses del año el resultado comercial acumula un saldo favorable de más de USD 5.600 M (1,3% del PBI). Aunque este superávit es algo menor al acumulado a esta altura del año previo (USD 6.800 M, 1,8% del PBI), se da con un incremento del 32% i.a. en el flujo comercial (esta variable ya se ubica 10% por encima del lapso enero-mayo de 2019). De esta manera, es un resultado muy positivo.

¿Cómo se comportaron las compras y ventas?

Una vez más, las ventas al exterior se destacaron. Abril había exhibido el mayor monto de exportaciones desde agosto de 2014, y el dato de mayo fue incluso 10% superior. Dentro de estas ventas encontramos a los subproductos de la cosecha gruesa de la campaña agrícola, que se vendieron a precios internacionales muy favorables. Sin embargo, también hubo un incremento de las ventas industriales, traccionadas por la recuperación de la manufactura doméstica y brasileña. De esta manera, observamos que tanto las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) como de Origen Industrial (MOI) crecieron en valores 35% y 118% i.a., respectivamente. Pero, mientras que el avance de las primeras estuvo vinculado casi únicamente con un aumento de los precios, la suba de las ventas industriales fue explicada mayormente por el lado de las cantidades. Al comparar con el mismo mes de 2019, estas ventas se incrementaron en 27% y 2%, respectivamente. Por su parte, la exportación de productos primarios se redujo 2% i.a., ya que los volúmenes enviados al exterior cayeron 26% i.a., a pesar de un aumento de 33% i.a. en precios.

Respecto a las compras, se vio una nueva aceleración en el avance interanual, con todos los rubros (excepto bienes de consumo) creciendo por encima del 40%. Así, el nivel general de importaciones fue 62% mayor al de mayo de 2020 y se ubicó 11% por encima de el mismo mes de 2019. Este crecimiento podría indicar un crecimiento de la inversión en el mes, a pesar de las restricciones a la circulación que habrían golpeado el consumo privado.

¿Qué esperamos en el frente externo?

A pesar de una baja observada en los precios de los commodities, y de la prohibición parcial a la exportación de carnes, esperamos que nuestras ventas al exterior sigan siendo elevadas. Las compras externas también seguirán creciendo al ritmo de la recuperación económica, pero no en una magnitud que erosione el saldo comercial favorable, que volvería a rondar los USD 12.500 M, tal como el año pasado. Además, debido a los rebrotes y nuevas cepas de Covid, esperamos que el turismo internacional siga muy limitado en los próximos meses, clausurando una cuenta tradicionalmente deficitaria de la balanza de pagos. Así, y luego del acuerdo temporario alcanzado con el Club de París (se pagarán este año apenas USD 400 M de los USD 2.400 M programados), esperamos que el Banco Central acumule Reservas Internacionales en los próximos meses. En adelante, esta variable dependerá de alcanzar un acuerdo con el Fondo que permita postergar los pagos de capital.

El saldo comercial con Brasil mostró el mayor déficit en tres años

El flujo comercial con nuestro principal socio comercial sigue mejorando, y ya exhibe niveles superiores a los que mostraba previo al inicio de la pandemia. En efecto, la suma de importaciones y exportaciones con Brasil se ubicó en mayo en su mayor volumen desde agosto de 2018. Tras más de dos años de fuerte caída, esta variable se encuentra en alza desde comienzos de año, a pesar del recrudecimiento de la pandemia por Covid-19 en ambos países. En el quinto mes del año, la suba del flujo comercial fue de 147% i.a. (+9% respecto a mayo de 2019), traccionada por unas importaciones que saltaron 186% i.a. (+27% en comparación con dicho mes) y unas exportaciones que crecieron 103% i.a. (ubicándose todavía 11% por debajo del mismo lapso del 2019).

Esta mejoría en el comercio bilateral de bienes refleja el buen desempeño de ambas economías en el arranque de este 2021: las expectativas de crecimiento brasileño están revisándose constantemente al alza, a pesar de su situación sanitaria, y muchas industrias en nuestro país mostraron niveles de actividad incluso por encima de los pre-pandémicos. Sin embargo, la recuperación está siendo más veloz por el lado de las importaciones, generando que el saldo de divisas sea desfavorable. Es así que, en mayo, el desbalance comercial fue de USD 470 millones, el mayor déficit por esta cuenta desde junio de 2018. Este rojo es significativamente mayor al déficit de USD 50 millones observado en mayo de 2020.

Con los datos del último mes, las exportaciones al gigante sudamericano acumulan más de USD 4.200 millones en lo que va del año, un monto 33% mayor al de los primeros cinco meses del año pasado, pero 6% inferior al del mismo lapso de 2019. Las importaciones, en tanto, acumularon cerca de USD 4.800 millones, trepando 55% i.a. y siendo 12% superiores a las de los primeros cinco meses del 2019. Así, el déficit acumulado es de más de USD 520 millones.

Es destacable que la participación de los productos argentinos en el mercado brasileño volvió a crecer 0,5 p.p. respecto a mayo del año previo. Así, luego de tocar mínimos históricos en 2020 (las compras con origen argentino fueron 4,8% del total de importaciones brasileñas en el período enero-mayo), el share de nuestras ventas fue de 5,2% en lo que va del 2021. A pesar de esta mejoría, todavía seguimos lejos de la media de los últimos diez años (6,5%).

Aunque el déficit comercial bilateral viene creciendo, no proyectamos que vaya a significar una restricción significativa a la recuperación del nivel de actividad. Esto es así porque el flujo total de divisas comerciales (con todos los orígenes y destinos) viene mostrando un importante saldo positivo, debido -en buena medida- a la mejora de los precios de los commodities. Así, el Banco Central está acumulando reservas netas (que crecieron más de 50% en lo que va del año).

Esperamos que en 2021 nuestras exportaciones a Brasil se incrementen alrededor de 15%, traccionadas por la recuperación de su producción industrial (de acuerdo con el consenso de mercado, este segmento crecería casi 5%, por encima del 4% promedio de la economía). Esta contribución será fundamental para que nuestras importaciones puedan crecer al ritmo de la recuperación económica sin erosionar el saldo comercial favorable que se obtuvo en 2020. De esta forma, el Tesoro podrá utilizar reservas para cancelar obligaciones internacionales sin generar grandes tensiones sobre el nivel de reservas netas.

Lluvia de divisas en el país del corto plazo

En 2020, la pandemia por Covid-19 afectó gravemente el comercio mundial, golpeando nuestras exportaciones de bienes. Las ventas argentinas al exterior alcanzaron valores mínimos desde el 2006, al caer 16% respecto al 2019. El deterioro fue generalizado, con la mayoría de los sectores en rojo, aunque con algunas excepciones como los complejos maicero, lácteo y manicero. Sin embargo, este año, casi todas las exportaciones recuperarían buena parte del terreno cedido, por dos grandes razones: el aumento de las cantidades vendidas, resultado del crecimiento global, y la suba de los precios. ¿Qué forma tomará este avance? ¿todos los rubros mejorarán? ¿será una recuperación temporal o duradera? Veamos.

Un importante motor de nuestras ventas al exterior será la mayor demanda de nuestros socios comerciales. La proyección de crecimiento global ponderado de nuestros principales compradores supera el 5%, alentando la demanda de productos argentinos. Yendo al detalle, se espera que la economía brasileña crezca 3,5%. Este país es el mayor comprador de nuestros productos industriales, rubro que vio sus cantidades exportadas caer 28% i.a. el año pasado. En lo que va del 2021, este sector aumentó en 14% i.a. sus ventas en volúmenes. En particular, el complejo automotriz, principal segmento de exportación con destino a Brasil, redujo sus ventas un 40% i.a. en 2020 y está recuperándose a un ritmo acelerado en la actualidad (+47% i.a.).

Por otra parte, la mayor demanda internacional también alentará la venta de productos de origen agrícola. China, nuestro mayor comprador de soja y sus derivados, fue uno de los pocos países que evadió la recesión el año pasado (creció algo más de 2%) y su economía treparía más de 8% en 2021. De la mano de su actividad económica, sus compras con origen argentino seguirían en ascenso. Como resultado, el complejo sojero, que redujo sus ventas 12% en el 2020, aumentaría su volumen exportado en el 2021. También esperamos que el consumo mundial de trigo, aceite de girasol y maíz crezca, fortaleciendo nuestros envíos al exterior.

Sin embargo, las ventas de productos primarios y manufacturas agrícolas no solo crecerán en volumen: también lo harán por la suba del precio de los commodities. Este proceso, que comenzó a fines del año pasado, llevó a la tonelada de soja a cotizar por encima de los USD 580, valor que no alcanzaba desde 2013. Aunque este precio no represente el mismo poder adquisitivo que en ese entonces -producto de la inflación global-, sigue siendo el máximo en términos reales desde 2014. En simultáneo, el maíz y el trigo también alcanzaron sus mayores precios desde 2013 y 2014, respectivamente (al deflactar este valor, estos cultivos muestran sus puntos más altos desde 2014 y 2015).

Así, el aumento de nuestras ventas al exterior por estas dos vías está apuntalando el ingreso de divisas a nuestro país, permitiendo al Banco Central comprar dólares en el mercado oficial (ayudado, es cierto, por las restricciones a la compra de minoristas y empresas) y acumular reservas netas. En lo que va del año, las reservas netas aumentaron casi USD 2.500 millones, impulsadas también por la estacionalidad positiva que deja la salida de la cosecha gruesa, saltando 50% respecto a los valores críticos del cierre de 2020.

Para todo el 2021, la suba de las exportaciones (por precios y cantidades) permitirá que las importaciones se recuperen más de 20% anual y el superávit externo se mantenga en los mismos niveles que el año pasado, alrededor de USD 12.000 millones. Dependiendo de si se posterga el pago al Club de París y el FMI, esto podría incrementar significativamente las reservas internacionales de la autoridad monetaria. Por último, los ingresos fiscales se verán impulsados por las retenciones, agregando 1 p.p. del PBI adicional de recursos tributarios respecto al año pasado (los derechos de exportación pasarían de 1,4% del Producto en 2020 a 2,4% en 2021).

Aunque todas parecieran buenas noticias por el lado externo, corresponde agregar cierta cautela sobre la situación. Mientras que uno de los factores que está ayudando al crecimiento de las exportaciones y las reservas tiene un carácter estructural (la recuperación de la economía global luego de la pandemia), el otro parece ser transitorio. Las mejoras de los términos de intercambio (así como sus reducciones) suelen ser temporales y revertirse pasado un tiempo. Por este motivo, una política óptima sería tomar a los ingresos transitorios como tales, y ahorrar una parte de estos. En este caso, cuando los precios sean menos favorables y el ingreso de divisas comerciales se reduzca, podrían utilizarse estas reservas acumuladas para paliar la pérdida transitoria de recursos. Por el contrario, utilizar todos los dólares disponibles para apreciar el tipo de cambio generaría una mejora efímera de la actividad económica y el consumo, pero nos dejaría en una situación de vulnerabilidad posterior, cuando los commodities vuelvan a su “normlidad” y la situación nos encuentre, como tantas otras veces, con escasas reservas.

Hasta ahora, la postura del Gobierno a este respecto oscila entre el ahorro (conteniendo el déficit fiscal y la emisión monetaria) y la utilización de estos dólares (deslizando el tipo de cambio muy por debajo de la inflación). Una situación muy similar ocurre con el desembolso extraordinario de DEGs por parte del FMI, que llegarían en la segunda mitad de este año. Mientras que una fracción de la coalición gobernante pretende utilizarlos para acumular reservas o desendeudar al Sector Público, otro sector pretende gastar esta “lluvia de divisas” en erogaciones corrientes, lo que sería bastante menos sostenible -y recomendable según los libros de economía-.

En un país en que todo lo transitorio se toma como permanente, poder distinguir la duración de los shocks es una herramienta importante para equilibrar la dinámica general. Luego de tres años en rojo, y en pleno proceso electoral, la tentación por apreciar el tipo de cambio para mejorar los ingresos reales es fuerte. Sin embargo, acumular divisas sería una buena forma de aprovechar las ventajas temporarias sin descuidar el largo plazo.

Abril con viento de cola y las mayores exportaciones desde 2014

¿Cómo fue el resultado comercial en Abril?

En el cuarto mes del año, el saldo del comercio exterior de bienes fue superavitario en más de USD 1.400 M. Este dato se compuso por compras del orden de los USD 4.700 M (+61% i.a.) y ventas por más de USD 6.100 M (+41% i.a.).

Así, en el primer cuatrimestre del año, el resultado comercial acumula un saldo favorable en USD 4.000 M (0,9% del PBI). Este monto, si bien significativo, es levemente inferior al observado en el mismo período del año pasado, cuando superó los USD 4.900 M (1,3% del Producto). No obstante, considerando la recuperación de la actividad industrial -principal demandante de importaciones- el resultado, mejora de los términos de intercambio mediante, es muy positivo.

¿Cómo se comportaron las compras y ventas?

El elemento más destacado del intercambio comercial de abril fueron las ventas al exterior. Estas incluyeron las primeras ventas de la cosecha gruesa de la última campaña agrícola y así mostraron su mayor nivel desde agosto de 2014. Esta suba se observó los tres principales rubros: las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) treparon 79% i.a., las de Origen Agropecuario (MOA), 58% i.a. y los productos primarios, 17% i.a. Mientras que en este último segmento el crecimiento estuvo enteramente vinculado con el alza de las commodities, ya que las cantidades se redujeron 4% i.a., esto no fue así en los productos elaborados. En el caso de las MOA, la mejora se dio tanto por el lado de los precios (+29% i.a.) como de las cantidades (+22% i.a.; ubicándose 19% por encima de los volúmenes exportados en abril de 2019). Por su parte, la suba de las MOI fue puramente genuina, ya que estas ventas crecieron 78% i.a. en volúmenes y 1% en precios. A pesar de esto, las cantidades exportadas de este rubro todavía se ubicaron 24% por debajo de los volúmenes vendidos en abril de 2019, previo a la irrupción de la pandemia. En este sentido, podemos afirmar que el buen dato de las ventas no fue una consecuencia únicamente del efecto de las cotizaciones, sino que también estuvo ayudado por la baja base de comparación (abril de 2020 fue el mes de mayores restricciones económicas y sanitarias por la pandemia) y la recuperación de nuestros principales socios comerciales.

Respecto a las importaciones, éstas mostraron una reducción respecto a marzo, cuando habían registrado un nivel muy elevado, desacelerando levemente su avance interanual (de 69% a 61%). Nuevamente, el crecimiento se dio en todos los rubros, con los autos (+82% i.a.), los bienes de capital (+67% i.a.) y sus partes y piezas (+90% i.a.) y los bienes intermedios (+57% i.a.) liderando. Así, a pesar del endurecimiento de las restricciones, las compras externas reflejan una economía que opera a niveles superiores a los de la primera ola de contagios.

¿Alcanza el resultado comercial para incrementar las reservas netas?

Argentina enfrentará los próximos años grandes vencimientos de deuda en moneda extranjera. En paralelo, deberá encarar un proceso de recuperación de su economía luego de una década de estancamiento. Todo eso insume divisas; para el pago de obligaciones y para las importaciones que requiere el crecimiento. Por esto, tener un resultado comercial positivo con exportaciones crecientes en un escenario de precios internacionales favorables es un muy buen signo. De la mano de las ventas al exterior, las reservas internacionales netas se recuperaron un 39% en lo que va del 2021. Aunque aún no revirtieron lo perdido el año pasado, sí mejoraron la capacidad del BCRA de estabilizar la economía.

Sin embargo, medidas como la prohibición de las ventas de carne al exterior (que representan el 6% del total de envíos) van en un sentido contrario a lo que necesita nuestro país, y podrían erosionar las capacidades exportadoras de rubros con buena inserción en mercados internacionales. Esto no sólo golpearía al ingreso de divisas y de recaudación por retenciones, sino también al empleo.

Por ahora, en la medida en que estas políticas guardan su carácter de transitorio, esperamos que las ventas al exterior continúen creciendo significativamente. Al mismo tiempo, la recuperación de la actividad económica traccionaría también las compras. De esta forma, el superávit comercial se ubicará en torno a los USD 12.500 M, en línea con el saldo obtenido en 2020. Considerando los pagos de deuda en moneda dura del Tesoro nacional programados para este año (más de USD 10.000 millones) y la venta de dólares a ahorristas minoristas que se agudizará en los meses previos a las elecciones, esto significaría una pequeña reducción de las reservas netas del BCRA.

Con resultado negativo, el flujo comercial con Brasil sigue creciendo

Luego de más de dos años en franco deterioro, el flujo del comercio de bienes con Brasil volvió a ubicarse en terreno positivo desde comienzos de este año. La pandemia afectó gravemente al comercio global y, a medida que se vislumbra su salida, las ventas internacionales van recuperando el terreno perdido. A lo largo abril, pese a que se mantuvo en el pico de contagios (en ningún momento del mes bajo del millón de casos activos), nuestro principal socio registró un alza del 41% i.a. de sus compras del exterior, señal de que su economía goza de una buena salud y, no menor, una baja base de comparación (la caída en abril de 2020 había sido de 16% i.a.).

En particular, las compras a nuestro país que la primera economía del Mercosur realizó treparon 52% i.a. en abril, alcanzando USD 825 millones. Sin embargo, a pesar de este rebote, todavía se encuentran 10% por debajo del nivel de abril de 2019 (USD 920 millones). En tanto, las importaciones argentinas provenientes desde Brasil saltaron un 88% i.a., rozando los USD 900 millones, y se ubican levemente por debajo a las del 2019 (USD 930 millones). De esta manera, el flujo bilateral de bienes se incrementó 69% i.a. en el cuarto mes del año, mostrando un resultado negativo de USD 70 millones (abril del año pasado había exhibido un monto similar, pero con el signo inverso).

Con este dato, la demanda brasileña por productos argentinos acumula un alza de 23% i.a. en el primer cuatrimestre del año. Por su parte, las compras de nuestro país que provienen del gigante sudamericano avanzaron 33% i.a. en el mismo lapso. La variación de las importaciones mayor a la de las exportaciones explica que el resultado se haya vuelto deficitario en algo más de USD 50 millones, a diferencia del primer cuatrimestre del 2020, cuando había mostrado un superávit de USD 170 millones.

La recuperación de las exportaciones e importaciones sigue mostrando la mejora de ambas economías, algo esperable y lógico, luego del cierre total que se observaba a esta altura del año pasado. Además, a pesar de estar en mínimos históricos, la participación de los productos argentinos en el mercado brasileño está recuperando terreno: tras promediar el 5,0% de los ingresos al país en el primer cuatrimestre del año pasado, se ubicaron en 5,4% en el mismo período de 2021. Esto indica que la demanda por productos argentinos está traccionando las compras, ubicándose por encima de otros proveedores. Si bien estamos lejos de la media de los últimos diez años (6,5%) el rebote es un buen síntoma.

Las ventas a Brasil, además, están muy vinculada con la exportación de manufacturas de origen industrial, producto del cual es nuestro principal demandante, y que alienta la demanda de empleo formal en nuestro país. Sin embargo, preocupa que, a pesar del buen ritmo de nuestras ventas, nuestras compras se ubiquen en un nivel superior, provocando un déficit neto de divisas. Si esta dinámica se agravara, podría limitar el crecimiento de la actividad económica local (tanto si se corrigiera el desbalance por precios -devaluando-, como si se lo encarara por cantidades -endureciendo el cepo a las importaciones-).

Esperamos que en 2021 nuestras exportaciones a Brasil se incrementen alrededor de 15%, debido a que la industria liderará la recuperación de la economía brasileña (de acuerdo con el consenso de mercado, crecería 5% este año, por encima del 3% al que crecería el promedio de la economía). El impulso de Brasil, más la suba de los precios de los commodities, aportarían reservas fundamentales para surfear tensiones cambiarias en el período pre-electoral. Aprovechar esta ‘benevolencia externa’ al máximo dependerá de que no se atrase en demasía el tipo de cambio, desincentivando las ventas, y de que las restricciones a las compras externas no se profundicen, limitando las mejoras de productividad.

Recuperación global: ¿cuánto ayudará a la Argentina?

Las exportaciones de nuestro país alcanzaron su máximo histórico en 2011. De allí en adelante, no hicieron sino descender (a modo de ejemplo, el año pasado fueron un 34% inferiores a ese año, y en 2019, sin pandemia, un 22%). Coincidentemente, ese mismo año alcanzamos el pico de PBI per cápita de nuestra historia, del que actualmente nos ubicamos 20% por debajo (y 12% antes de que llegara la pandemia). Entre otras cosas, de estos números se puede desprender que, para crecer de manera sostenida, es necesario exportar más: no sólo por su impacto directo sobre la producción, sino, además, porque son la principal y casi excluyente fuente de generación de dólares genuinos, es decir, aquellos que no necesitan de repago.

La idea de mejorar las ventas es fácil de decir, pero, evidentemente, difícil de realizar. Analizando qué pasará con los volúmenes exportados en 2021, podremos precisar las proyecciones agregadas de crecimiento, tanto de corto como de mediano plazo.

El volumen de envíos al exterior depende, a nivel macroeconómico, de dos grandes factores: el precio de los productos argentinos en relación con el de sus competidores y el nivel de actividad de nuestros compradores, determinante de sus necesidades de insumos y bienes finales. El año pasado, el derrumbe de la economía mundial hundió a nuestras ventas. El PBI global se redujo en promedio 3,3%, pero la actividad de nuestros principales compradores cayó un poco más (-3,6% promedio ponderado) y nuestras ventas se achicaron 13,2% en cantidades y 15,7% en valores respecto a 2019.

En 2021, a pesar de que la pandemia continúa, el PBI mundial se recuperará, ya que muchas de las actividades productivas “aprendieron” a operar aplicando protocolos sanitarios, minimizando los contagios. Sin embargo, mientras que la debacle no fue pareja (por caso, el Producto creció más de 2% en China, pero que se contrajo 7% en Latinoamérica y la Eurozona), el rebote tampoco será homogéneo. Por este motivo, tiene sentido evaluar cómo se desempeñarán nuestros principales “clientes”, en virtud de analizar el impacto de la tracción mundial sobre nuestra demanda.

El año pasado, más del 30% de nuestras ventas se destinaron a América Latina y el Caribe. Se destaca dentro de este aglomerado el Mercosur, que representó el 18% del total agregado y, en particular, Brasil, que fue el comprador de más del 14% de nuestras exportaciones. El segundo país que más nos compró fue China, representando uno de cada diez envíos. Por otra parte, Europa nos demandó un 15% del total de exportaciones, Estados unidos cerca del 6% del total y Vietnam e India un 5% cada uno. Si consideramos que estos mismos países serán quienes más nos compren en 2021 -un supuesto bastante lógico mirando la performance de los últimos años-, deberíamos enforcarnos en ellos para analizar a qué ritmo crecerán a lo largo del año. Afortunadamente, de acuerdo con las proyecciones actuales, todos estos países se recuperarán en 2021 a una tasa promedio ponderada de 5,5%, en línea con el PBI global (+6,0%).

En segundo lugar, como cualquier decisión de compra, la demanda del resto del mundo por nuestros productos está influida por los precios. En este sentido, resulta importante analizar qué tan caros son los productos argentinos respecto a sus sustitutos foráneos. Si consideramos la relación bilateral con Estados Unidos, por ejemplo, hoy nuestros precios son 2% más competitivos que en el promedio desde la salida de la convertibilidad. Al comparar con China, esta diferencia se amplía a 19%. Sin embargo, este índice empeora significativamente al comparar con Brasil: la aguda depreciación del Real durante la pandemia (saltó 50% en relación con diciembre de 2019, con una inflación de apenas 6% en el mismo lapso) hace que la competitividad con nuestro principal socio sea casi 30% menor al promedio histórico. Por lo tanto, en la comparación multilateral, nuestros productos no están particularmente baratos en relación con nuestra historia, pero tampoco caros: es decir, cerca del promedio. Acortando el período de análisis, los resultados mejoran: en materia cambiaria, somos mucho más competitivos en la actualidad que entre 2012 y 2018.

Debido al aumento de la demanda de nuestros socios y a la competitividad de nuestros precios, esperamos que nuestras ventas se vean impulsadas este año por el lado de las cantidades. En paralelo, los precios también jugarán a nuestro favor: las commodities agrícolas se están encareciendo, incrementando el valor de nuestros cultivos y sus derivados (soja, maíz, trigo, pellets y aceite). Este segundo efecto no necesariamente generará empleo adicional, al menos de manera directa, pero sí aportará divisas. Como resultado, las exportaciones crecerán más de 15% en valores este año, recuperando prácticamente todo el terreno cedido en 2020 y aportando importantes divisas a las debilitadas arcas del Banco Central.

La entrada de dólares suele tener efectos benéficos sobre la economía: la mayor oferta abarata al tipo de cambio, mejorando usualmente el salario real. Además, la acumulación de Reservas permite suavizar las crisis y las expectativas de devaluación. Sin embargo, no todos los ingresos son iguales.

Por caso, las inversiones financieras suelen ser más volátiles, en tanto las inversiones productivas necesitan ser rentables y poder girar utilidades a sus casas matrices. En cambio, las exportaciones son divisas genuinas, ya que no necesitan de repago.

Por este motivo, el aumento de las exportaciones es algo tan deseado como festejable. Frente a la baja demanda del mercado local, reorientar las ventas al mercado exterior permite sostener la facturación e incluso aumentar la escala de producción en el mejor de los casos. En un panorama de escasez de Reservas netas como el actual, este ingreso ayuda a cancelar los vencimientos de deuda (de hecho, ya lo hizo en lo que va del año), intervenir en la cotización de los dólares paralelos y fortalecer el poder de fuego del Banco Central. La demanda mundial y el precio de los commodities serán aliados en este propósito. Para no contrarrestar estos efectos positivos, será importante que el tipo de cambio no se retrase sensiblemente, en virtud de no encarecer nuestra producción en relación con la de otros países. Aunque un dólar más barato mejora el poder de compra de los salarios (volviéndose una alternativa atractiva en años electorales), en un horizonte más largo deteriora nuestra inserción internacional y frena el crecimiento.

Por el salto importador, el superávit comercial se achicó en marzo

En marzo, la balanza comercial de bienes volvió a mostrar un resultado superavitario. Sin embargo, este saldo se contrajo significativamente respecto a los meses previos: mientras que en enero y febrero se ubicó por encima de los USD 1.000 M, en el tercer mes del año fue de USD 400 M. Así, el resultado comercial fue 67% menor al observado en el mismo mes del año pasado, debido a un aumento de las importaciones (+69% i.a.) mucho mayor al de las exportaciones (+31% i.a.). De esta forma, el saldo acumulado en el primer trimestre llegó a los USD 2.500 M, un 27% inferior al superávit acumulado en igual período del año pasado (casi USD 3.500 M).

En el tercer mes del año, las ventas al exterior alcanzaron los USD 5.700 millones, debido en partes iguales al efecto de los precios (que treparon 13,9% i.a.) y las cantidades (que mostraron una suba de 14,6% i.a.). Esto marca un quiebre respecto a los meses previos, en donde la mejoría estaba vinculada únicamente a la suba de los commodities, y no respondía a una suba genuina de los volúmenes vendidos. Al interior del total de ventas, las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) explicaron el 43% de los envíos del mes, siendo el agregado de mayor relevancia. Estas mostraron un alza de 64% i.a., traccionadas por una suba de 25% i.a. en sus precios y un aumento de 31% i.a. en sus cantidades. En segundo lugar, los productos primarios fueron el 27% de nuestra canasta exportadora y exhibieron un alza del 15% i.a., que respondió más al encarecimiento de las commodities (+11% i.a.) que a un aumento de las cantidades vendidas (+3% i.a.). Por último, las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) fueron el 26% de nuestras ventas al exterior y crecieron 15% i.a., en este caso debido a mayores volúmenes (+16% i.a.) y no a una suba del precio unitario (-1% i.a.).

Respecto a las importaciones, estas mostraron su mayor salto interanual en más de 10 años (la última vez que su variación se ubicó por encima del 70% i.a. fue en mayo del 2010, a la salida de la crisis internacional). Esta evolución se correspondió con la mejoría de la actividad económica, luego de tres años consecutivos de recesión. Analizando el alza sectorialmente, las categorías que más crecieron fueron los bienes intermedios (+81% i.a., traccionados por la compra de porotos de soja para procesar y revender), los bienes de capital (+81% i.a.) y sus partes y piezas (+82% i.a.). Por su parte, los bienes de consumo (+40% i.a.) y los combustibles y lubricantes (+28% i.a.) también mostraron un avance significativo respecto a marzo de 2020. Por último, la importación de vehículos automotores livianos creció 15% i.a. en el mes. Estas últimas dos categorías son las más afectadas por los controles a la importación, y muestran evoluciones por debajo de la media desde comienzos de año.

Para 2021, proyectamos que el superávit comercial se ubicará en torno a los USD 12.000 millones, levemente por debajo del saldo positivo obtenido en 2020 (USD 12.500 M). Teniendo en cuenta los pagos de deuda en moneda dura del Tesoro nacional programados para este año (más de USD 10.000 millones) y la venta de dólares a ahorristas minoristas que seguramente ocurra en un año electoral, mantener este nivel de compras del exterior requerirá un aumento sostenido de las exportaciones.

En marzo, volvió a incrementarse el flujo comercial con Brasil

La pandemia de Covid-19 continúa azotando al mundo y golpea más fuerte que nunca en Sudamérica. Sin embargo, muchas actividades que se vieron virtualmente detenidas el año pasado, hoy crecen a buen ritmo. El comercio global de bienes es un buen ejemplo de ello. De esta forma, a pesar de estar en el peor momento en términos sanitarios de toda la pandemia, Brasil registró en marzo de 2021 un nivel de importaciones que no se observaba desde octubre de 2013 (más de USD 23.000 millones) y el mayor flujo de comercio con Argentina desde agosto de 2018 (algo por encima de USD 2.000 M). Este monto trepó 26% i.a., producto de ventas brasileñas a nuestro país por casi USD 1.100 millones (+42% i.a.) y compras con origen argentino por más de USD 900 millones (+12% i.a.). Así, el saldo comercial fue deficitario en cerca de USD 180 millones, volviendo al terreno negativo luego de dos meses de superávit. Este dato contrasta con marzo del 2020, cuando la balanza fue favorable para Argentina en USD 50 millones.

Con el primer trimestre finalizado, el saldo comercial con nuestro principal socio se ubica apenas por debajo del cero (-USD 30 millones), con exportaciones por encima de los USD 2.500 millones (+16% en comparación con el primer cuarto del año pasado) e importaciones por poco más de USD 2.600 millones (+21% i.a.). Estas cifras reflejan la rápida recuperación de las economías de ambos países. A la vez, están influidas por la compra de soja que realizó el país vecino para cumplir con montos pactados en contratos de exportación, debido a la mala cosecha.

En simultáneo, al analizar detalladamente la evolución del comercio con Brasil surgen dos motivos de alerta. En primer lugar, la elevada elasticidad de nuestras importaciones: con un crecimiento interanual de la actividad económica que podría ubicarse en la zona del 8% en marzo, el alza de las compras externas con origen brasileño quintuplicó a esta cifra. Esta característica de nuestra matriz productiva podría ponerle techo a la recuperación, si la escasez de divisas obligara a devaluar o a restringir aún más la entrada de productos a nuestro país. Por otra parte, el ritmo de crecimiento de las importaciones brasileñas en el mes no estuvo dinamizado por nuestros productos, que crecieron a una velocidad muy por debajo de la media, sino por ventas chinas y estadounidenses, principalmente. De esta forma, aunque nuestras exportaciones aumentan, nuestra participación en el mercado del gigante sudamericano retrocede, ubicándose en valores históricamente bajos. Por caso, en el primer trimestre del año los productos argentinos estuvieron por debajo del 5% de las importaciones brasileñas, cuando este ratio se ubicó siempre por encima de 6% hasta 2019.

En un momento en que las relaciones comerciales del MERCOSUR se tensaron, fortalecer el vínculo con la demanda brasileña sería una buena noticia para que ambos países agranden sus escalas de producción. Este argumento se refuerza si tenemos en cuenta que el bloque (y, sobre todo, este país) es el principal demandante de nuestras Manufacturas de Origen Industrial, en particular las relacionadas con el complejo automotriz, que generan empleo privado formal y encadenamientos al interior de la industria local, beneficiadas por el libre comercio intra-zona.

Proyectamos que este año nuestras ventas con este destino crecerán alrededor de 15%, teniendo en cuenta que la industria liderará la recuperación de la economía brasileña. Este crecimiento puede convertirse en un motor para la economía doméstica, traccionando no solo a la producción de transables, si no también aportando divisas para consolidar la calma cambiaria.

2020: más superávit de cuenta corriente y menos deuda, ¿2021?

En el último trimestre del 2020, la cuenta corriente del balance de pagos fue deficitaria en casi USD 1.400 millones. Sin embargo, a pesar de este rojo, el año pasado cerró con un superávit de casi USD 3.000 millones en esta cuenta, que contiene al balance comercial de bienes y servicios, más las rentas de la inversión. Como resultado, esta variable se ubicó en terreno positivo por primera vez desde el 2009, cerrando con una década de resultados externos deficitarios.

El saldo de la cuenta corriente muestra en qué sentido fluyen las transacciones comerciales entre nuestro país y el resto del mundo. Este contiene tanto a la compra-venta de bienes como a la de servicios, y también al pago de utilidades y dividendos, además de otros conceptos menores. Su contracara es el flujo de financiamiento: si la Argentina tiene una cuenta corriente negativa, su sector público y/o privado están endeudándose (o desahorrando) con el resto del mundo, mientras que, por el contrario, si la cuenta corriente es positiva, los residentes en el país están ahorrando -acumulando divisas- o desendeudándose con el resto del mundo.

A lo largo la década 2010-19, nuestro país mostró un rojo sostenido en esta variable, ya que el excedente del comercio de bienes -que existió hasta 2016, con excepción del 2015- fue insuficiente para fondear el déficit de servicios, que se cuadruplicó impulsado principalmente por el turismo emisivo. Para peor, el pago de rentas al exterior (intereses, utilidades y dividendos) siempre fue negativo y creciente, generando necesidades de financiamiento particularmente altas entre 2017 y 2019.

Durante este proceso, la fuente de ingreso de dólares que sirvió de contrapartida del déficit externo fue mutando. Mientras que en los primeros años de la década el déficit corriente era afrontado con inversiones productivas (hasta el 2012, el ingreso neto por esta partida era superior al déficit de cuenta corriente sin ser un boom), a medida que se consolidaba el cepo cambiario y el estancamiento de nuestra economía éstas fueron disminuyendo. Así, la salida de divisas por motivos comerciales debió ser pagada con Reservas del Banco Central y con el swap brindado por el Banco Central de China y otros préstamos institucionales.

Con el cambio de gobierno y la “vuelta a los mercados”, la entrada de inversiones financieras privadas de corto plazo se convirtió en la principal puerta de dólares hacia nuestro país. Este fue el elemento de mayor peso en 2016 y 2017, ya que entraron capitales por un promedio de 6,1% del PBI, un monto superior al déficit de la cuenta corriente (-3,8% del Producto). Así, el ingreso neto por inversiones de cartera acumuló más de USD 70.000 millones en el período.

El prolongado déficit de la cuenta corriente comenzó a encontrar su fin en 2018, cuando los inversores externos dejaron de querer financiarlo. A medida que los capitales privados revertían su ciclo y huían del país, el tipo de cambio se encarecía, sumiendo a nuestra economía en una aguda crisis. El cierre de la cuenta corriente no fue completo ese año, y el FMI fue quien aportó los dólares con los que se pagaron las importaciones, intereses y el saldo de servicios. En 2019, esto se repitió, acompañado de una importante pérdida de Reservas del Banco Central (USD -21.000 millones).

Mientras las Reservas internacionales propias y las prestadas por el Fondo pagaban por la salida de capitales y el déficit corriente, la crisis cambiaria ocasionó dos procesos que operaron para corregir nuestro desbalance externo. Por un lado, el derrumbe de la actividad económica generó una disminución en la demanda total de bienes y servicios. Mientras tanto, el encarecimiento relativo de los productos del exterior provocó una ganancia de competitividad-precio de nuestros productos en relación con los de otros países. Así, crecieron los incentivos a reemplazar productos importados por domésticos y a exportar.

Hacia el último trimestre del 2019, ya sin financiamiento de privados ni de institucionales, la suma de ambos efectos, junto con el adelanto de exportaciones por la expectativa de devaluación y las restricciones impuestas al giro de utilidades y dividendos al exterior equilibraron el déficit corriente. En 2020, el nuevo gobierno y la irrupción de la pandemia alteraron la dinámica de esta cuenta. Respecto a la nueva administración del ejecutivo nacional, la reestructuración de la deuda externa hizo que el saldo de rentas se achicara en 43% en el año. A la vez, la pandemia no sólo prolongó la crisis de la actividad -ralentizando junto con el control de importaciones la recuperación de las compras externas-, sino que además prácticamente clausuró el turismo internacional, achicando en 55% el déficit de servicios. Con todos los elementos listados (una recesión que ya lleva tres años en curso, una importante depreciación del tipo de cambio, una larga lista de prohibiciones cambiarias, una pandemia que impide viajar y una reestructuración de la deuda que no logró recuperar el acceso al crédito externo), Argentina pudo alcanzar un superávit anual de cuenta Corriente. Sin embargo, al conocer estos datos surgen dos inquietudes. ¿Logró el Banco Central acumular las Reservas que ingresaron al país como fruto de este proceso? ¿Será duradera la bonanza por la vía comercial? Veamos.

La primera respuesta es no: que hayamos cerrado las necesidades de financiamiento externo en 2020 fue una consecuencia de no haberlas conseguido, y no implicó que el Banco Central engrosara sus Reservas. Por el contrario, esta variable se redujo en casi USD 3.000 millones durante el año pasado. Esto se debió, principalmente, a la compra de dólares por parte del sector privado por más de USD 9.000 millones. Adicionalmente, las salidas (netas) de inversiones de cartera por casi USD 3.000 millones también erosionaron el ingreso de dólares por superávit de cuenta corriente. La falta de confianza y los problemas financieros, evidentemente, impidieron que la recuperación de las cuentas externas se trasladara a las Reservas.

Lamentablemente, la respuesta a la segunda pregunta también es negativa: el superávit de la cuenta corriente fue pequeño (apenas 0,8% del PBI) y muy condicionado por situaciones puntuales, como la crisis doméstica que aplacó las importaciones, la imposibilidad de viajar al exterior y el flujo muy reducido de intereses que dio como resultado el canje de la deuda. Aunque muy probablemente estas circunstancias no cambien notablemente a lo largo de 2021 (y, por lo tanto, el resultado de la cuenta corriente pueda volver a ser superavitario), difícilmente se pueda pensar que este nuevo signo sea estructural. Para peor, la estrategia de aumentar el tipo de cambio por debajo de la inflación esperada puede erosionar el saldo del comercio de bienes.

Teniendo en cuenta la escasez de nuestras Reservas netas y la volatilidad de los flujos financieros, sería deseable que nuestro país pudiera mostrar un saldo positivo de cuenta corriente en los próximos años, para sumar algo de certidumbre a una economía compleja por todos lados y estancada hace una década. Considerando lo costoso que resulta para la actividad y el empleo el ajuste de los desbalances corrientes, la mejor forma de lograr este objetivo es con un aumento sostenido de las exportaciones: estabilizar la economía y dejar atrás esta dinámica errática es el primer paso para lograrlo.