¿Cómo impactará la vuelta a la normalidad de las condiciones externas?

En 2021 dos características del contexto internacional fueron muy favorables para el sector externo. En primer lugar, el intercambio comercial de bienes se vio beneficiado por unos precios extraordinarios para nuestros productos de exportación. En segunda instancia, las restricciones al turismo cerraron una cuenta históricamente deficitaria del balance de pagos.

Sin embargo, tanto los valores de los productos agrícolas como el movimiento internacional de pasajeros podrían retornar a valores más “típicos” en 2022. La reversión de los primeros no solo fue la norma en los últimos booms de commodities, sino que también es una previsión acorde a lo que se espera de las finanzas internacionales para los próximos tiempos: así como la política monetaria expansiva de Estados Unidos alimentó el crecimiento de estos precios, su contracción ya anunciada podría revertir al menos parcialmente estas subas. Respecto al turismo, la dilución de la pandemia por el avance de la vacunación en el país y el exterior están abriendo paulatinamente la posibilidad de viajar internacionalmente.

Los precios internacionales, en particular el incremento que experimentó la soja y sus derivados, traccionaron el superávit comercial de bienes a lo largo del año. En tanto, un muy acotado déficit de servicios permitió que este saldo fuera acumulado como reservas del Banco Central, a pesar de la elevada brecha, la intervención cambiaria y algunos pagos de deuda. Pero ¿qué podría pasar con condiciones externas no tan favorables? ¿cómo sería el desempeño del comercio agrícola y del resto del sector externo?

Los commodities al ritmo de la política monetaria estadounidense

Frente a la crisis del Covid-19 muchos países respondieron con grandes paquetes de políticas fiscales y monetarias. Estados Unidos no fue la excepción, ya que incrementó su gasto público y realizó una importante inyección de dólares que elevó la liquidez global. Esto redujo las tasas de interés internacionales, suavizando el efecto de la recesión sobre los ingresos de los hogares y las empresas, pero al mismo tiempo impulsando al alza el precio de muchos productos y opciones financieras.

En particular, un hecho que se repite en estos ciclos de política monetaria expansiva es la suba de los precios de los commodities. Este comportamiento explica que el índice del precio de materias primas que elabora el BCRA haya saltado 60% -medido en dólares- entre el comienzo de la pandemia y mediados de este año. Uno de los productos que más trepó fueron los porotos de soja, que alcanzaron valores máximos desde 2012. Por este motivo, nuestras exportaciones en los primeros nueve meses de este año fueron récord desde 2013, debiendo más de la mitad del superávit comercial al avance de los términos de intercambio.

Sin embargo, la crisis del Covid fue pasajera y, a medida que el nivel de empleo se recupera en las principales economías del mundo, las políticas tomadas por dicha crisis van encontrando sus límites. En este sentido, la Reserva Federal estadounidense anunció que pronto moderaría el ritmo de inyección monetaria mensual, acomodando su política a sus objetivos de inflación de largo plazo. A la vez, la mitad de sus miembros espera una suba de tasas en 2022 y prácticamente todos proyectan que el alza llegará antes de 2023, dejando claro que el sesgo de la política, más temprano que tarde, se volverá contractivo.

Este giro de la política monetaria revertiría, al menos parcialmente, las subas de precios generadas, desinflando las cotizaciones de los activos y bienes que había impulsado. Frente a estas previsiones, los precios de los commodities ya comenzaron su sendero descendente: el poroto de soja cayó 14% entre mayo y septiembre, el aceite de soja se redujo 11% en el mismo período y los pellets, cuyo máximo valor había sido alcanzado en enero, ya se ubican 17% por debajo. Peor aún, si tomamos los contratos futuros como referencia de la evolución de los precios para los próximos meses, vemos que los participantes de este mercado esperan que los precios del poroto, aceite y pellets de soja todavía caigan entre un 5% y un 15% adicional en el próximo año.

Considerando que el complejo sojero exportó en los primeros nueve meses del año USD 18.500 millones, estas bajas representarían una pérdida muy sensible para el comercio exterior. Este complejo representa una fracción muy relevante de las exportaciones (32%) pero su relevancia en términos del saldo comercial es todavía mayor: al descontar las importaciones del mismo rubro (principalmente, se compran porotos para industrializar en el complejo de crushing), el superávit de este segmento fue de USD 16.300 M, 32% más que el saldo de todo el comercio de bienes. Si incorporamos también los complejos de compraventa de maíz y trigo, las exportaciones de estos tres granos y sus subproductos representan casi la mitad de las ventas totales.

Por este motivo, la dinámica de estos los precios tiene un impacto significativo tanto en las exportaciones como en el superávit externo. Un matiz a este deterioro lo marca el hecho de que el precio recibido por los embarques locales se encuentra momentáneamente desligado de la cotización internacional y no se redujo en la misma cuantía. Sin embargo, la situación podría empeorar si las cotizaciones locales convergieran a las externas y si se sumara algún problema climático que afectara las cantidades cosechadas (una inundación o sequía que, por ahora, no se estaría previendo).

El intercambio de servicios se deterioraría con la vuelta del turismo

En lo que hace al resto del comercio de bienes, no esperamos grandes movimientos de cara al año próximo. Por el lado de los envíos de manufacturas, la venta de productos industriales está creciendo (en facturación y en volúmenes) impulsada por la recuperación de la actividad económica en Brasil (se estima que su PBI crecería 5,0% en 2021 y 5,4% para la producción industrial) y el resto de nuestros socios comerciales.

Considerando que el año próximo este crecimiento aminoraría, pero no se detendría, la demanda externa seguirá siendo favorable sobre este tipo de productos. Respecto a las importaciones, proyectamos que el módico crecimiento de la actividad económica y el consumo privado doméstico moderen su suba, que además podría verse administrada con mayores controles a las compras del exterior. En este sentido, ni las exportaciones de manufacturas industriales ni las compras perturbarían la evolución de las reservas.

Sin embargo, una cuenta que sí insumirá un mayor monto de divisas en lo que viene será el comercio de servicios. El principal componente de esta partida es el turismo internacional. Luego de casi un año y medio en que este rubro permaneció prácticamente cerrado, la eliminación de restricciones a los vuelos (tanto para salir como para ingresar al país) permite que podamos proyectar una recuperación de los viajes emisivos y receptivos.

Esta apertura fomenta a algunas de las actividades más golpeadas por la crisis (de hecho, son los rubros que se busca favorecer con programas como ‘pre-viaje’ a nivel nacional, ‘super viaje BA’ en CABA y ‘Regreso’ en la Provincia de Buenos Aires). A pesar de ello, aunque el efecto sectorial de esta recuperación sea positivo, el saldo en divisas seguramente será deficitario: el resultado del intercambio turístico fue sistemáticamente negativo desde 2006, cuando comenzó a relevarse con la metodología vigente. Además, la incipiente recuperación está tomando con mayor velocidad por el lado de los turistas que viajan al exterior en comparación con aquellos que ingresan (en los primeros ocho meses del año, recibimos alrededor de 75 mil viajeros del extranjero mientras que salieron del país 332 mil residentes).

Dos sectores que marcarán el ritmo de las divisas

En los próximos meses la economía doméstica difícilmente reciba grandes influjos de capitales. Las restricciones al giro de divisas desalientan la inversión productiva, a la vez que las regulaciones sobre los mercados financieros y el riesgo país alejan las colocaciones financieras. De este modo, la dinámica de los movimientos con el exterior quedará determinada por el intercambio de bienes y servicios y los pagos de deuda.

Aunque el último de estos componentes será relativamente acotado el año próximo (descontando que se están negociando los vencimientos programados con el FMI), el intercambio comercial deberá financiar la mayor parte de las necesidades de divisas de la economía. A lo largo de este año el Banco Central compró reservas internacionales, brindando cierta idea de solidez a las cuentas externas. Sin embargo, la acumulación se debió por completo a los dos factores mencionados y la posición del BCRA en el mercado cambiario no sería tan holgada el año próximo. En este plano, la “normalización” del precio de los commodities agrícolas y los flujos turísticos podrían traer malas noticias, amenazando la disponibilidad actual de divisas.

Dando por hecho que el turismo internacional se recuperará el año entrante, la clave para monitorear en lo que viene será la secuencia de políticas que implemente la reserva federal estadounidense. Aunque una caída en el precio de los productos de exportación nunca es favorable, Argentina podría reducir su incertidumbre si desligara la disponibilidad de dólares de estas volatilidades. En tanto no se resuelvan los desequilibrios que hoy desalientan el ingreso de capitales, la única alternativa para hacerlo es incrementar los volúmenes exportados, una tarea todavía pendiente.

Las exportaciones tuvieron su mejor septiembre en 10 años

¿Cómo fue el resultado comercial en septiembre?

En el noveno mes del año, el superávit comercial fue cercano a los USD 1.700 millones. Este resultado es más del doble del obtenido en el mismo mes del año pasado, cuando el saldo positivo fue de algo menos de USD 600 millones. De esta manera, el superávit acumulado en los primeros tres trimestres del año es de más de USD 12.300 millones. Por primera vez en el año este monto se ubicó por encima del de igual lapso de 2020 (+4%) y alcanzó máximos para este período desde el año 2009.

Una vez más, la bonanza externa está relacionada con el valor de las exportaciones, que se vieron impulsadas por mayores envíos en volúmenes y también por una mejoría en los precios. Las ventas al exterior superaron los USD 7.500 M (+60% i.a.), siendo las más altas para el mes de septiembre desde 2011. Al mismo tiempo, las importaciones también crecieron, aunque por primera vez en el año lo hicieron a un ritmo inferior al de las exportaciones (+43% i.a.). Con estos datos, las exportaciones acumulan un total de USD 58.300 millones (+38% i.a.) en lo que va del año, mientras que las importaciones fueron de casi USD 50.000 millones (+52% i.a.).

¿Qué influyó en el avance de las compras y ventas?

De la misma manera que en agosto, tanto precios como cantidades contribuyeron a la suba de las exportaciones. Mientras que los primeros saltaron 30% i.a., los volúmenes treparon 23% i.a. Esto es una buena noticia para las ventas al exterior y fue difundido para todos los rubros: los envíos de productos primarios subieron 51% i.a., los de combustibles y energía 37% i.a., los de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) 18% i.a. y los de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) 11% i.a., siempre medido en cantidades.

En particular, se destaca la venta de maíz, que se incrementó 119% i.a., de trigo, que creció 136% i.a., y de porotos y aceite de soja, que saltaron 597% i.a. y 90% i.a. Por el lado de las MOI, la venta de vehículos más que se duplicó.

Por el lado de las compras, los precios avanzaron 19% i.a. y las cantidades crecieron 20% i.a. En este caso, todos los usos económicos demandaron un mayor volumen de compras, con la excepción de combustibles y vehículos. Los que mostraron saltos más grandes en cantidades fueron los bienes de capital (+26% i.a.) y sus piezas (+41% i.a.).

Una vez más, casi un tercio del superávit se debió al efecto de los precios. Si los términos de intercambio hubieran permanecido estables respecto al año pasado, el saldo del comercio de bienes habría sido de USD 1.100 millones. En lo que va del año, este efecto explicó USD 5.300 millones (43% del superávit registrado).

¿Qué esperamos para lo que queda del año?

Para el último trimestre del año no esperamos que las cotizaciones de los productos de exportación disminuyan significativamente. De este modo, el superávit podría ubicarse en la zona de los USD 15.000 millones.

 

Frente externo a salvo: ¿hasta cuándo?

Luego de una década con déficit en las transacciones comerciales con el exterior, en 2020 Argentina evidenció un saldo favorable en la cuenta corriente del balance de pagos. Así, el frente externo aportó una de las pocas buenas noticias en un año plagado de dificultades económicas y sociales. Sin embargo, la mejoría de la cuenta corriente estuvo ayudada por varios factores que no necesariamente se mantendrán en el tiempo. En la primera mitad de este año, tras la recuperación de los flujos internacionales de bienes y la paulatina normalización del intercambio de servicios, esta variable continuó en terreno positivo. Considerando que la disponibilidad de divisas es uno de los problemas más importantes y recurrentes de nuestro país, vale la pena preguntarnos ¿qué explicó este superávit? Y, más importante aún, ¿qué nos espera hacia adelante?

Un 2020 excepcional

La cuenta corriente incluye a todos los intercambios de bienes y servicios entre residentes en Argentina y el resto del mundo. También, contempla los pagos de utilidades, dividendos e intereses entre agentes domésticos y extranjeros. Por último, incluye a las transferencias corrientes sin contraprestación entre residentes y no residentes (como, por caso, las remesas). De esta manera, el resultado de la cuenta corriente (junto con el saldo de la cuenta de capital) equivale a las necesidades de financiamiento del país, cuando es negativo, o las acreencias obtenidas frente al sector externo, cuando es positivo.

Nuestra cuenta corriente pasó a ser negativa en el año 2010. En aquel entonces, el intercambio de bienes era superavitario, pero no alcanzaba para compensar las salidas netas por los pagos de intereses, el giro de dividendos y el déficit del turismo. Desde ese momento, el desbalance fue creciente, con la erosión del superávit del comercio de bienes, el creciente déficit turístico y el persistente signo negativo del ingreso primario (intereses y dividendos). En 2017 y 2018 las necesidades de financiamiento alcanzaron el 5% del PBI cada año, agotando el financiamiento de mercado disponible y generando una crisis cambiaria.

El salto del dólar ayudó a balancear nuevamente el comercio de bienes: un dólar más caro hace más competitivos a nuestros productos en el exterior, a la vez que encarece a las importaciones en relación a la producción doméstica. Además, la importante caída de la actividad impacta en la demanda de bienes finales, insumos y maquinaria del exterior, pero no afecta de igual modo a las exportaciones. Es así que desde el último cuarto de 2018 el saldo comercial volvió a terreno positivo, y desde el último trimestre de 2019 la magnitud de este superávit fue tal que revirtió la cuenta corriente. De esta manera, el 2020 concluyó con un resultado positivo de USD 3.300 M (0,9% del PBI).

Sin embargo, un tipo de cambio mayor no fue el único motivo por el cual el saldo de la cuenta corriente fue superavitario en 2020. A este factor hay que sumar el derrumbe del intercambio de servicios, especialmente del turismo internacional, que fue uno de los sectores más afectados por la pandemia: a nivel global, los traslados de viajeros se contrajeron en un 74% debido a las restricciones sanitarias. En nuestro país, tanto la entrada como la salida de turistas se derrumbaron 77% i.a. De esta forma, el déficit de esta cuenta en el balance de pagos se redujo a una cuarta parte, mostrando la mínima necesidad de divisas en una década. Si el saldo de turismo hubiera repetido el del año previo, se habrían requerido alrededor de USD 3.100 M adicionales.

Por otra parte, el proceso de reestructuración de la deuda implicó un alivio en el pago de intereses del Gobierno. Considerando únicamente la deuda externa (según criterio de residencia de la balanza de pagos), el ahorro del cuarto trimestre del 2020 fue de alrededor de USD 1.400 M. De este modo, sin mediar la mejoría debida a las restricciones a los viajes internacionales y el ahorro en los servicios de la deuda pública externa, el saldo de la cuenta corriente habría sido deficitario en alrededor de USD 1.300 M (0,3% del Producto, similar al de 2010 o 2012).

2021 también contó con ayuda externa

En la primera mitad de este año la cuenta corriente exhibió un superávit externo de USD 3.300 M (0,7% del PBI), mostrando un resultado favorable muy similar al de igual período del año previo en términos de divisas. Sin embargo, tres factores impulsaron este dato al alza.

En primer lugar, el turismo siguió prácticamente cerrado: la llegada de viajeros volvió a caer 89% i.a. en comparación con la primera mitad del 2020 y estuvo 95% por debajo de igual lapso de 2019. La salida, en tanto, se redujo 59% i.a. y es 85% menor a la del último año antes de la pandemia. Una vez más, si tomáramos de referencia al 2019, el turismo habría insumido USD 2.100 M más que lo efectivamente observado.

Por otra parte, el pago de intereses volvió a ser acotado, dado el nuevo perfil de la deuda surgido de la reestructuración. Esta alejó los pagos de capital en el tiempo y redujo la carga de intereses, dejándole menores vencimientos al Tesoro en el corto plazo. Estimamos que el ahorro resultante para el primer semestre de este año alcanzó alrededor de USD 2.200 M.

Por último, el salto de los precios de los commodities en lo que va del año configuró unos términos de intercambio muy positivos para nuestro país, apuntalando el balance del comercio de bienes. Si bien en términos absolutos el saldo de bienes fue algo menor en el primer semestre respecto de igual lapso del 2020 (-9%), el INDEC estima que en los primeros seis meses hubo una ganancia por efecto de los precios de USD 4.200 M. Es decir, de haberse mantenido los precios internacionales de la primera mitad del 2020, el saldo de bienes habría caído alrededor de 60% i.a.

De esta forma estimamos que, sin mediar el derrumbe del turismo internacional, el alivio en la carga de intereses por la reestructuración ni la mejora en los términos de intercambio, el resultado de la cuenta corriente del primer semestre habría mostrado un déficit de USD 5.200 M (1,1% del PBI).

¿Qué podemos esperar para lo que viene?

En la segunda parte de este año, todos los factores que vienen ayudando a la cuenta corriente seguirán presentes. Por el lado del pago de intereses, la deuda externa del Gobierno Nacional sólo devengaría USD 1.700 M (el ahorro por la reestructuración sería de otros USD 1.900 que no se pagarán). Por la cuenta de servicios, el turismo internacional sigue muy limitado y sólo se incrementaría hacia el cierre del año. Por último, en lo que hace a los bienes, los resultados del bimestre julio-agosto fueron muy positivos, con las exportaciones en máximos. Así, esperamos que la cuenta corriente cierre el año con un superávit de más de 1% del Producto.

Sin embargo, las preocupaciones vuelven a aparecer mirando los números para el año próximo. Allí, desaparecerían las limitaciones al turismo y un potencial comienzo del tapering de la FED (un giro hacia una política monetaria más contractiva en Estados Unidos) podría revertir la mejora de los términos de intercambio. Así, más temprano que tarde, de los tres factores que mejoraron la cuenta corriente este año sólo seguiría vigente la baja carga de intereses por reestructuración de la deuda (se proyectan USD 4.000 M en 2022, un monto muy similar al de este año).

Para peor, aunque la facturación es récord, las cantidades exportadas no crecen a igual ritmo (en el primer semestre se ubicaron 1,5% por debajo de 2019). En este sentido, y considerando que en los próximos años se incrementarán los pagos por la cuenta financiera (en principio a los bonistas, mientras que resta definir la conclusión de las negociaciones con el FMI), destaca la necesidad de aumentar las exportaciones y mantener una cuenta corriente positiva. Incrementar los volúmenes vendidos es la manera más sostenible de hacerlo y evitar un endeudamiento externo que incremente los riesgos de una nueva crisis de la balanza de pagos.

Las exportaciones de agosto fueron las terceras mayores de la historia

¿Cómo fue el resultado comercial en agosto?

En el octavo mes del año, el superávit comercial superó los USD 2.300 millones. Este saldo es el mayor desde noviembre de 2019. Sin embargo, en aquel momento se obtuvo con un flujo de intercambio 33% menor al actual. Así, el superávit acumulado por el intercambio de bienes acumula más de USD 10.600 millones en lo que va del año, y se ubica apenas 5% por debajo de igual lapso del 2020 (cuando las importaciones se contrajeron fuertemente, por efecto de la pandemia). Sin considerar el año pasado, es el mayor resultado positivo para un período enero-agosto desde 2009.

Nuevamente, este dato estuvo vinculado con una evolución muy favorable de las exportaciones. Las ventas al exterior alcanzaron los USD 8.000 M (+63% i.a.), marcando su tercer mejor registro de la historia (solo detrás de agosto de 2011 y mayo de 2013). En simultáneo, las importaciones también crecieron a buen ritmo (+64% i.a.). De este modo, las exportaciones acumulan un total de USD 50.700 millones (+35% i.a.) en lo que va del año, mientras que las importaciones fueron de USD 40.100 millones (+53% i.a.).

¿Qué influyó en el avance de las compras y ventas?

Las exportaciones de agosto siguieron impulsadas por sus precios, que treparon 30% i.a. Sin embargo, a diferencia del mes previo, las cantidades también se incrementaron a buen ritmo, saltando 26% i.a. con respecto a igual mes de 2020. De esta forma, el crecimiento de las ventas al exterior se torna más sostenible, al ser un proceso independiente de la evolución de las cotizaciones. El producto que más avanzó fueron los combustibles, cuyas cantidades exportadas crecieron 67% i.a. De cualquier manera, el peso de este rubro es menor en nuestra canasta total de exportaciones. En segundo lugar, los volúmenes vendidos de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) subieron 39% i.a. Por último, en lo que hace a Manufacturas de Origen Agrícola (MOA) y Productos Primarios, su avance sigue más vinculado a los precios de los commodities que a un salto de las cantidades enviadas: aunque sus volúmenes avanzaron 11% i.a. y 23% i.a., respectivamente, sus precios treparon 32% i.a. y 38% i.a. En cualquier caso, se destacaron en agosto los envíos de porotos y aceite de soja (+130% i.a. y +117% i.a.), trigo (+233% i.a.) y aceite de girasol (+443% i.a.), que traccionaron las ventas de estos sectores.

Por el lado de las importaciones, también crecieron tanto los precios como las cantidades. Los primeros crecieron 23% i.a. y las segundas 33% i.a. En este caso, el producto que más creció fueron las piezas y accesorios para bienes de capital, cuyos volúmenes demandados se incrementaron en 84% i.a., aunque todos los rubros (excepto vehículos) mostraron importantes subas.

La variación de precios contribuyó con un tercio del superávit comercial del mes: a precios de agosto de 2018, el saldo positivo habría sido de USD 1.500 millones. Este monto sigue siendo un balance favorable. En lo que va del año, el efecto de las cotizaciones explicó algo más de la mitad del superávit acumulado.

¿Qué esperamos para lo que queda del año?

Teniendo en cuenta el buen desempeño de las exportaciones, esperamos que el superávit comercial sea superior al del año pasado. Aunque en los primeros ocho meses del año este todavía se ubica algo por debajo, en el último cuatrimestre de 2020 se dio una postergación de ventas y adelanto de compras que no esperamos que se repita en 2021. De esta manera, el último lapso del año mostraría un saldo mejor al del año previo.

Todas las regiones aumentaron su nivel de exportaciones en el primer semestre

En un semestre marcado por la recuperación del comercio global y la suba de los precios de las commodities, las ventas argentinas al exterior crecieron 28% respecto a la primera mitad del 2020. A pesar de ser un salto respecto a un semestre de ventas particularmente bajas, estos datos las ubican 15% por encima del mismo período del 2019. Sin embargo, la dinámica fue muy heterogénea de acuerdo a las diversas regiones e industrias que coexisten a lo largo del país.

Si consideramos a los 19 principales sectores de exportación, sólo cuatro (que representan apenas el 4% de nuestras ventas al exterior) redujeron sus envíos al resto del mundo. Estos fueron los complejos avícola (-13% i.a.), hortícola (-12% i.a.), tabacalero (-10% i.a.) y frutícola (-8% i.a.). El resto de los rubros, en cambio incrementó sus ventas, destacándose el complejo automotriz (+77% i.a., ligado a la recuperación de la industria brasileña), el sector oleaginoso (+53% i.a., debido a la suba del precio de la soja y sus derivados) y el complejo azucarero (+48% i.a.).

La recuperación fue significativa en todas las regiones, con el sector pampeano liderando las ventas (+34% i.a.). Este efecto estuvo, nuevamente, muy vinculado con la campaña agrícola y el aumento de la cotización de sus productos. De este modo, las ventas de productos con origen santafecino treparon 58% i.a. En segundo lugar, las exportaciones del noreste crecieron 29% i.a., por un salto del 167% en los envíos de Corrientes. El producto que traccionó las ventas de esta provincia fueron los químicos, aunque también los envíos de arroz y combustibles y energía tuvieron buenos desempeños. En el siguiente puesto se ubicó la evolución de las ventas de la Patagonia, que crecieron 12% i.a. Chubut (+22%) y Santa Cruz (+21%) mejoraron significativamente sus ventas, por la suba en el precio del petróleo. En cuarto lugar, las ventas de Cuyo aumentaron 6% i.a., debido principalmente a un salto en los envíos de maíz desde San Luis. Por último, las ventas del Noroeste se incrementaron apenas 2% i.a., a pesar de que las exportaciones jujeñas saltaron 80% i.a. de la mano de mayores envíos de azúcar.

9 provincias disminuyeron sus envíos, a pesar de las condiciones favorables para la exportación. En particular, se destaca una reducción de las ventas de Neuquén (-56% i.a.), en donde hubo una mala performance de los envíos de gas (-82% i.a.), aunque también influyó una disminución de 10% en la venta de frutas. En simultáneo, La Rioja (-26% i.a.), Tierra del Fuego (-20% i.a.), la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (-19% i.a.), Chaco (-16% i.a.), Santiago del Estero (-15% i.a.), San Juan (-10% i.a.), Tucumán (-6% i.a.) y Entre Ríos (-4% i.a.) también acotaron sus envíos.

Para los próximos meses, esperamos que el desempeño de las exportaciones siga siendo positivo, y finalicen el año en la zona de los USD 70.000 M (+27% i.a.). Esto implicaría una desaceleración muy leve de las ventas en la segunda mitad del año, ya que los envíos en el último cuarto del 2020 no se vieron tan afectados por la pandemia, pero sí por la brecha cambiaria y el paro en varios puertos. Este monto sería el máximo desde 2013. El desafío pendiente será fortalecer las cantidades exportadas, para que las ventas puedan crecer independientemente de los precios internacionales.

Las exportaciones acumuladas a Brasil ya superaron a las de 2019

En agosto, el intercambio de bienes con Brasil superó los USD 2.100 millones, convirtiéndose en el mayor en 3 años. La variación del flujo de comercio fue de 57% i.a. con respecto a igual mes del año pasado, marcando una racha de 8 meses consecutivos al alza, y acumula un aumento de 49% i.a. en lo que va del 2021. A su vez, dicha recuperación más que compensa la caída causada por la pandemia, ya que la compraventa de bienes desde y hacia nuestro principal socio comercial supera en 7% a la de igual período de 2019.

El aumento en el comercio se dio tanto por el lado de las importaciones como de las exportaciones, que crecieron ambas a ritmos similares. Las importaciones provenientes del principal socio del MERCOSUR treparon 55% i.a. en agosto (acumulando un alza de 53% en el año), mientras que las exportaciones se incrementaron en 60% i.a. en el mes (avanzando 46% en lo que va del 2021).

El saldo comercial, en tanto, arrojó un saldo negativo de USD 116 millones, creciendo 20% en relación a igual mes de 2020. En lo que va del año, la balanza comercial con el país vecino mostró un déficit de USD 676 millones, frente a USD 211 millones en igual lapso del año pasado.

Tanto las exportaciones como las importaciones superaron a las de 2019. Considerando que el comercio global se vio golpeado por la pandemia en 2020, es más adecuado comparar el intercambio bilateral con el de 2019, año que no se vio afectado por ella. En este sentido, tanto las compras como las ventas ya superan sus valores de entonces. Al comparar con agosto de dicho año, las exportaciones fueron 21% superiores y las importaciones 29% mayores. En una visión de mayor alcance, en el acumulado anual las compras se ubicaron 14% por encima de los primeros 8 meses de 2019, mientras que las ventas por primera vez superaron esta referencia.

El crecimiento del intercambio comercial es el reflejo de la recuperación de ambas economías. Sin embargo, también implica para nuestro país un mayor uso neto de divisas, dado que la balanza comercial con Brasil es tradicionalmente deficitaria, más aún considerando que el crecimiento proyectado es mayor para Argentina (+7,0% anual) que para Brasil (+5,2%).

En adelante, esperamos que el flujo comercial continúe creciendo. Los datos de actividad doméstica serán buenos en los próximos meses, y la industria brasileña liderará la mejoría en el país vecino (se espera que crezca cerca de 6% anual). Sin embargo, las expectativas de una suba del tipo de cambio con posterioridad a las elecciones podrían causar que se adelanten algunas compras y se posterguen algunas ventas, profundizando el sesgo deficitario del intercambio. De cualquier manera, este rojo será más que compensado con saldos positivos con otros destinos, y contaremos con un superávit comercial a nivel agregado en 2021.

El estancamiento estructural del comercio exterior: mirando más allá del superávit

El letargo de las exportaciones y su problema para el crecimiento

Argentina tuvo, en 2020, la menor apertura económica de la región. Aunque esta es una característica estructural de nuestra economía (por caso, todos los años desde 1960 tuvimos un flujo comercial menor que el promedio de Latinoamérica y que los países de ingreso medio-alto), se profundizó a lo largo de los últimos años. Uno de los principales motivos fue el declive de nuestras exportaciones en la última década: las ventas al exterior de 2011 fueron 27% superiores a las de 2019 (y 51% mayores a las del 2020 de pandemia).

A pesar de que este dato no se ve alentador, gran parte de la caída podría atribuirse a la disminución del precio internacional de la soja: tras alcanzar máximos en 2012, la cotización de este producto descendió fuertemente, arrastrando consigo a los precios de sus derivados. Así, la caída de las ventas medidas en dólares podría tener más que ver con una baja de los términos de intercambio que con un descenso de los volúmenes enviados al exterior. Rompiendo con esta tendencia a la baja, en los primeros siete meses de este año se observaron las mayores exportaciones desde 2013. Mejor aún, tuvimos el julio más alto de toda la serie, sólo superado en 2012. Considerando la importancia que tiene la evolución de las exportaciones para la disponibilidad de divisas en nuestro país, vale la pena preguntarnos ¿esta suba es producto de una mejora genuina en los volúmenes vendidos? ¿o se corresponde con un mero rebote de los precios? ¿estamos revirtiendo la debacle de las exportaciones, responsable importante del estancamiento de nuestra economía?

Desde fines de los años ochenta, nuestras ventas externas mostraron un sendero sostenido de crecimiento. Aunque éste tuvo algunas interrupciones (una entre fines del ’99 y comienzos del 2000 y otra más importante con la crisis internacional de 2008-09), la tendencia fue definitivamente al alza. De este modo, los volúmenes vendidos al exterior eran, a principios de 2012, más del quíntuple de los de fines de los ‘80. Ese momento marcó un máximo en la cantidad de productos enviados al resto del mundo, al igual que en la facturación (que, como vimos, alcanzó su pico en 2011). Desde entonces, no solo los precios ponderados de nuestras ventas cayeron entre 15% y 25%, según el lapso que se tome, sino que las cantidades se estancaron, contribuyendo también al deterioro general de las exportaciones.

La falta de divisas que generó esta situación marcó a la economía local los siguientes años. No poder generar los recursos para aumentar el nivel de actividad (lo que requiere importaciones) nos llevó a convivir con una importante inestabilidad cambiaria, emparchada en algunos lapsos con controles de cambios y en otros con endeudamiento externo.

La dinámica de las ventas no fue homogénea entre rubros. Todos los tipos de bienes comenzaron a crecer a fines de la década del ’80, pero el fin del período de crecimiento fue distinto para cada uno de ellos. En primer lugar, hay dos componentes que estuvieron desacompasados de la evolución general de las ventas: combustibles y energía y productos primarios, que representan conjuntamente alrededor de un tercio de nuestras ventas al exterior. Los primeros alcanzaron su pico a principios de 2002, para después caer sostenidamente hasta 2016, alcanzando volúmenes semejantes a los de 1990. Esta evolución tiene su correlato en una mayor actividad industrial y un consumo doméstico pujante, que no fue acompañado por un salto en la oferta de energía. En simultáneo, el congelamiento de tarifas motivaba subas de la demanda, revirtiendo la balanza comercial energética desde 2011. Luego, producto de los saltos tarifarios y una menor utilización, estas ventas volvieron a crecer hasta casi duplicarse en 2020. De forma contraria, la expansión de los productos primarios nunca cesó: éstos crecieron sostenidamente hasta el comienzo de la pandemia, de la mano de una producción de cereales y oleaginosas que no se detuvo en 2012. Así, llegaron a quintuplicar las exportaciones del comienzo de la serie.

Por otro lado, podemos analizar una performance distinta de los bienes manufacturados (tanto de origen agropecuario -MOA- como industrial -MOI-) que, representando dos tercios del total exportado, fueron los que marcaron el ritmo del total de las ventas. Las MOA, en donde se destacan los productos de la molinería, aceites, otros derivados de cultivos, productos de la ganadería y alimentos y bebidas, alcanzaron máximos a comienzos de 2008. Desde entonces, el conflicto de los productores agrícolas con el gobierno, los controles y prohibiciones a la exportación de carne y la crisis externa impactaron en estas ventas (junto con la caída de precios que llegaría desde 2013).

Por parte de las MOI, en donde resaltan los vehículos, productos químicos y plásticos, maquinaria y metales, su momento cúlmine fue 2011. Después, la pérdida de competitividad cambiaria derivada de la apreciación del peso complicó su evolución. A esto debe sumarse un leve descenso de su precio internacional y, sobre todo, la larga recesión en la que ingresó Brasil en 2014. En este marco, y a pesar de haber repuntado desde 2016, todavía no alcanzaron los máximos de una década atrás.

¿Qué pasó, entretanto, con las importaciones?

La dificultad para aumentar los volúmenes enviados al exterior y la mencionada reducción de precios de nuestras ventas afectaron el flujo de ingreso de divisas al país. Esto no fue inocuo para la actividad económica. La falta de divisas afectó, en cada salto cambiario, al poder adquisitivo y la demanda doméstica, impactando en el nivel de producción. Además, fue el disparador de los controles a las importaciones, que buscaron frenar la sangría de reservas.

De esta manera, las compras al resto del mundo (que están íntimamente relacionadas con la demanda interna) se vieron doblemente afectadas, y su avance también se frenó desde el 2012. Dejando de lado la importación de combustibles, cuya dinámica está más vinculada a factores del mercado energético que a variables macroeconómicas, la evolución del resto de usos económicos fue similar. Al estancamiento que comenzó entre 2011 y 2013 le siguió una importante recuperación en 2017 (cuando el tipo de cambio real se encontraba en valores bajos y no existían restricciones a las compras externas) y un derrumbe con la crisis cambiaria de 2018. Este avance fue algo más marcado en bienes de consumo y vehículos livianos, que pasaron de representar 18% del total en 2012-15 a 23% en 2017, pero también fue importante en bienes intermedios y de capital. Este proceso terminó cuando la incapacidad de generar dólares genuinos le puso un techo, una vez más, a las compras externas y al nivel de actividad.

Hoy en día, el repunte en algunos sectores y la tracción de la industria brasileña están ayudando a las cantidades exportadas. Así, el volumen de las ventas fue un 6% mayor en los primeros siete meses del año al de 2020 (y 2% inferior al de 2019). Sin embargo, los principales motores del saldo comercial favorable actual son los términos de intercambio y una actividad en niveles todavía bajos. De acuerdo con los cálculos de INDEC, casi el 60% del superávit acumulado del 2021 se debió a una mejoría de los precios respecto al mismo lapso del 2020. En el primer semestre del año, los términos del intercambio se ubicaron apenas 4% por debajo de su mejor dato histórico (el último trimestre del 2012). Por otra parte, con la mejora de la actividad (que fue palpable en junio y julio, a pesar de que sólo hay datos del primero de estos meses) las importaciones crecieron 72% i.a. en el bimestre y 28% respecto a igual lapso de 2019.

Esto implica que el saldo comercial favorable (que fue de USD 12.500 millones en 2020 y sería de un monto similar en 2021) podría empezar a erosionarse con la continuidad de la recuperación económica. Peor aún, si los commodities se abarataran (por ejemplo, producto de una suba de tasas de la FED que mejore el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense), el flujo de divisas se contraería más rápidamente. Esto nos lleva a la conclusión de que la clave para evitar la restricción externa está en las cantidades exportadas. Las reservas internacionales netas no abundan, pero sí los pagos de deuda en moneda dura: generar dólares genuinos es la única salida no contractiva.

De la mano de los precios de exportación, el superávit comercial sigue creciendo

¿Cómo fue el resultado comercial en julio?

En el séptimo mes del año, el superávit comercial rondó USD 1.500 millones. Con este dato, el saldo favorable del intercambio de bienes acumula más de USD 8.300 millones en lo que va del año. Aunque este monto es levemente inferior al del mismo lapso del año pasado, cuando la pandemia afectó seriamente a las importaciones, es el máximo superávit para enero-julio desde 2009.

Dicho resultado se compuso de un aumento de las exportaciones, que alcanzaron los USD 7.200 millones, junto con una suba de las importaciones, que se ubicaron en USD 5.700 millones. Aunque la variación de las compras fue superior a la de las ventas (66% i.a. y 47% i.a., respectivamente), la baja base de comparación de las primeras hizo que el saldo creciera 4% respecto a julio del año pasado. Al comparar estos montos con el mismo mes del 2019, las subas son de 17% y 24%, respectivamente. Así, las exportaciones superan los USD 42.600 millones (+31% i.a.) en lo que va del año, mientras que las importaciones fueron de USD 34.300 millones (+51% i.a.).

¿Qué influyó en el avance de las compras y ventas?

Las exportaciones de julio fueron traccionadas principalmente por sus precios. Mientras que éstos crecieron 33% i.a., las cantidades se incrementaron 9% i.a. Esta suba estuvo vinculada al aumento de los commodities agrícolas: el precio de los productos primarios y las Manufacturas de Origen Agrícola (MOA) trepó 33% i.a. y 35% i.a. respectivamente. Sin embargo, también influyó en el mismo sentido el salto del precio de los combustibles y energía (+128% i.a.), aunque este rubro no tiene un peso tan importante en la canasta de exportación. Por último, las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) también se encarecieron un 22% i.a. Las cantidades exportadas, en cambio, tuvieron un avance más magro: a pesar de que las MOI saltaron 45% i.a. y los productos primarios 15% i.a., las MOA cayeron 5% i.a. y los combustibles se derrumbaron 48% i.a. De este modo, a nivel agregado, se vendieron 2% menos productos (en volúmenes) que en julio de 2019.

Por el lado de las importaciones, la composición del aumento entre precios y cantidades estuvo más repartida: mientras que los primeros crecieron 23% i.a., las segundas treparon 35% i.a. Así, los volúmenes importados fueron 2% superiores a los comprados en julio de 2019.
En definitiva, la variación de precios contribuyó con la mitad del superávit comercial del mes. En este sentido, si los precios de 2020 se hubieran mantenido estables, el saldo comercial habría sido menor a USD 800 millones. A lo largo del 2021, este efecto fue incluso mayor: a precios del año pasado, el superávit acumulado habría sido menos de la mitad del que efectivamente fue (USD 3.400 millones).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Considerando que los buenos resultados en el frente comercial se deben a la mejora de los términos de intercambio, estos podrían ser transitorios. Sin embargo, no esperamos que la suba de nuestros precios de exportación se revierta en el segundo semestre. Además, la demanda brasileña (principal demandante de MOI) sigue pujante, en particular en lo que hace a su industria manufacturera. Por último, aunque el saldo comercial de los primeros siete meses del año fue inferior al del año pasado, el superávit se contrajo fuertemente en el último cuatrimestre del 2020. Para este año, esperamos que esta contracción no se repita en la misma magnitud. De este modo, proyectamos que el balance se ubique nuevamente por encima de los USD 12.000 millones.

El intercambio comercial con Brasil sigue recuperándose

En julio, el flujo de intercambio de bienes con nuestro principal socio comercial creció 58% i.a. Así, acumula una racha de 7 meses al hilo creciendo y un alza de 48% i.a. en lo que va del año. La compraventa de bienes se recuperó más que totalmente del impacto de la cuarentena de 2020: fue en el mes un 12% superior al intercambio de julio de 2019 y en los primeros 7 meses del 2021 se ubica 5% por encima del mismo lapso del último año de la gestión Cambiemos.

Esta mejoría fue producto de una suba tanto de las compras como de las ventas. Por el lado de las importaciones, el avance fue de 61% i.a. (acumulando una mejora de 54% i.a. en el período enero-julio). Con este dato, ya demandamos a Brasil 25% más envíos que en el mismo mes del 2019. Respecto a las exportaciones, la suba interanual fue de 70% en julio (45% en el acumulado anual). Comparando con el mismo mes de 2019, las ventas se redujeron en un 1%.

La recuperación del intercambio es una buena noticia, ya que implica un mayor nivel de actividad en ambas economías. Sin embargo, la “vuelta a la normalidad” también implica un mayor déficit por esta cuenta: el intercambio bilateral es deficitario desde 2004 (con la excepción de 2019). De este modo, aunque las expectativas de crecimiento de Brasil siguen trepando y ya alcanzan 5,3%, el intercambio dejó un saldo negativo de USD 170 millones en julio y USD 560 millones en lo que va del año.

Este rojo comercial no está vinculado con una menor participación de productos argentinos en el mercado brasileño. Por el contrario, nuestras ventas a Brasil están siendo más dinámicas que las del resto del mundo. El aumento global de las importaciones del gigante sudamericano fue 10 p.p. menor al salto de las ventas argentinas en julio, y 14 p.p. inferior en lo que va del año. De este modo, la participación de los productos argentinos en el mercado brasileño creció 0,5 p.p. en el mes respecto del 2020, pasando de 4,7% en julio de 2020 a 5,2% en 2021, aunque todavía se encuentra muy lejos de la media de los últimos diez años (6,5%).

Hacia adelante, esperamos que el saldo bilateral siga siendo deficitario, aunque las exportaciones a Brasil crecerían más de 25%. Sin embargo, este rojo será más que compensado con saldos positivos con otros destinos. El superávit será producto conjuntamente de un aumento de los precios de venta y una recuperación de las cantidades exportadas, dejando al intercambio de bienes como un aportador neto de divisas. Este resultado se dará incluso a pesar de que podrían postergarse algunas ventas por el incremento de la brecha cambiaria de cara a las elecciones. Por el contrario, las sangrías de divisas estarán en las cuentas de pagos de deuda e intervenciones cambiarias. El stock de tenencias del BCRA no es ilimitado y las autoridades deberán balancear estos movimientos para no sufrir sobresaltos.

 

Las exportaciones del primer semestre fueron las máximas desde 2013

¿Cómo fue el resultado comercial en junio? ¿y en el primer semestre?

En el sexto mes del año, el saldo comercial fue superavitario en más de USD 1.000 millones, debido a exportaciones por casi USD 7.000 millones (+46% i.a.) e importaciones superiores a los USD 5.900 M (+79% i.a.). Con este dato, el flujo comercial trepó 59% i.a., debido a la baja base de comparación de 2020, cuando la pandemia todavía afectaba al comercio global. Sin embargo, al comparar las compras y ventas externas en relación con junio de 2019, las variaciones también son positivas, con un avance de 33% de las exportaciones, 42% en las importaciones y 37% en la suma de ambas.
Así, la primera mitad del año cerró un superávit de USD 6.700 millones, o 1,5% del PBI. Aunque este es algo menor al del año pasado, cuando las importaciones se habían derrumbado 24% i.a., exceptuando 2020, es el mayor para este lapso desde 2010.

¿Cómo se comportaron las compras y ventas?

Las exportaciones del primer semestre fueron las mayores desde 2013. Esto estuvo motivado por el aumento de los precios de los commodities agrícolas, que incrementó el valor de la cosecha gruesa y también de sus derivados (harina, pellets y aceite). De este modo, los precios ponderados de nuestras exportaciones crecieron 22% i.a. en el primer semestre, muy por encima de las cantidades, que subieron 5% i.a. El producto más destacado de nuestras ventas fueron las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), que treparon 47% i.a. En segundo lugar, se ubicaron las Manufacturas de Origen Industrial (MOI), que crecieron 44% i.a. En este caso, el aumento fue debido a una mayor demanda y no a la tracción de los precios. Por caso, en junio las cantidades vendidas de estos productos crecieron 84% i.a., ubicándose 5% por encima de las vendidas en el mismo mes de 2019. Por último, la venta de Combustibles y Productos Primarios también creció (3% y 2% i.a., respectivamente), aunque explican una porción menor de la dinámica del comercio exterior.

Por el lado de las importaciones, las compras treparon 49% i.a. en el primer semestre, ubicándose 14% por encima de los valores de la primera mitad de 2019. De forma contraria a las exportaciones, esta recuperación vino más por el lado de las cantidades (+37% i.a.) que de los precios (+9% i.a.). Sin embargo, al igual que para las ventas, la mejoría también abarcó a todos los rubros: la compra de piezas para bienes de capital trepó 62% i.a., la de combustibles 59% i.a., la de bienes intermedios 52% i.a., la de bienes de capital 48% i.a., la de autos 47% i.a. y la de bienes de consumo 17% i.a. Así, autos y combustibles son los únicos segmentos que todavía no recuperaron sus valores de 2019.

¿Qué esperamos en el frente externo para el segundo semestre?

Del mismo modo que venimos viendo en lo que va del año, esperamos que haya dos factores que traccionen nuestras ventas al exterior. En primer lugar, la demanda brasileña seguirá pujante (se espera que el PBI de nuestro principal socio crezca 5,3% anual, y esta proyección viene revisándose sistemáticamente al alza desde hace tres meses), motivando la venta de MOI. Por otra parte, los precios agrícolas no revirtieron su alza, haciendo que la venta de MOA mantenga sus niveles. En simultáneo, proyectamos que las importaciones seguirán recuperándose, más aún con la mejoría de la actividad que se vería con la baja de los casos y el fin de las restricciones a la movilidad. De este modo, aunque el saldo de la segunda parte del año será algo menor al de la primera, el superávit se ubicará nuevamente por encima de los USD 12.000 millones.