Las exportaciones en abril alcanzaron el mayor valor desde mayo del 2013

En el cuarto mes del año el intercambio comercial totalizó USD 15.210 millones (+40,6% i.a.) y alcanzó el nivel más elevado desde mayo de 2013. Las exportaciones se ubicaron en USD 8.327 millones (+35,6% i.a.), siendo las más altas desde ese mismo mes y alcanzaron el tercer mayor registro en los últimos 30 años. A su vez, si bien las importaciones se redujeron levemente en la comparación mensual hasta los USD 6.883 millones en abril (USD 7.073 millones en marzo), continuaron en niveles elevados creciendo un 47,3% i.a. y representando el valor más alto para dicho mes en los últimos 30 años.

Como resultado de esta dinámica, la balanza comercial de bienes en abril alcanzó el superávit más alto de los últimos 6 meses y se situó casi en los mismos niveles que en abril de 2021, con un saldo favorable de USD 1.444 millones. No obstante, si hubiesen prevalecido los precios de abril de 2021 dicho superávit habría sido equivalente a USD 890 millones, es decir, un 40% menor a los USD 1.470 millones del cuarto mes de 2021.

En lo que va del año las exportaciones acumularon unos USD 27.669 millones (+28% i.a.) y las importaciones rondaron los USD 24.841 millones (+41% i.a.). De esta manera, el superávit comercial en el primer cuatrimestre alcanzó USD 2.828 millones, casi un 30% menor al superávit acumulado para el mismo periodo en 2021 (USD 4.000 millones). Sin embargo, cabe mencionar que gran parte de tal saldo se debe principalmente a los elevados precios internacionales que evidenciaron las commodities en los últimos meses. De hecho, a precios del primer cuatrimestre de 2021 el superávit comercial acumulado en este año habría sido de USD 1.238 millones, es decir, al excluir el efecto precio el saldo hasta abril habría menos de la mitad que el de 2021 (-70% i.a.).

 

¿Cómo fue la dinámica al interior de las exportaciones y las importaciones?

Al igual que en los primeros tres meses del año, el incremento de las exportaciones estuvo traccionado por un aumento de los precios (+24% i.a.) más que a las cantidades (+10% i.a.). A su interior, la mayor variación porcentual la mostró el rubro “Combustibles y Energía” (CyE) con un aumento del 193%, donde el crecimiento del 64% en los precios se vio potenciado por una suba de casi 80% en las cantidades. En paralelo, pese a mostrar una menor tasa de crecimiento, las “Manufacturas de Origen Industrial” (MOI) explicaron más de un tercio del salto en las exportaciones con un crecimiento de USD 807 millones (+64% i.a.), motorizado tanto por cantidades (+29% i.a.) como por precios (+26,4% i.a.).

Por su parte, las “Manufacturas de Origen Agropecuario” (MOA) alcanzaron la mayor cifra mensual desde 2011 (USD 3.295 millones) y, sumadas a los “Productos Primarios” (PP) representaron casi el 70% de las exportaciones del mes. Cabe mencionar que sus tasas de crecimiento se ubicaron entorno al 28% y 16% respectivamente, donde influyeron los elevados precios de las commodities producto del conflicto entre Rusia y Ucrania. De hecho, en el caso de las MOA, la suba del 24% i.a. en sus precios disimuló una reducción del 7% i.a. en sus cantidades

Por otro lado, las importaciones volvieron a acelerarse en casi todos sus rubros creciendo casi 50% i.a. Si bien los precios aumentaron un 18% i.a., las cantidades (+24% i.a.) fueron el principal factor de crecimiento gracias al mayor nivel de actividad económica. En esta misma línea, los “Bienes de Capital” (BK) y las “Piezas y Accesorios para Bienes de Capital” (PyA) fueron más de un tercio de las importaciones totales con crecimientos interanuales del 42% y el 35% traccionados por mayores subas en sus cantidades (+36% i.a. y +32% i.a.) que en sus precios (+5% i.a. y 2% i.a.).

Por su parte, el rubro “Combustibles y Lubricantes” (CyL) explicó más de un cuarto del aumento interanual en las importaciones. Al igual que en el caso de las exportaciones, la mayor variación vino por el lado de los Combustibles, que fueron más del triple que las compras año pasado con incrementos entorno al 73% i.a. tanto en cantidades como en precios. Finalmente, los “Bienes Intermedios” (BI), que representaron casi un 40% de las importaciones avanzaron principalmente por mayores precios (+29% i.a.).

A su vez, vale mencionar que si bien el valor del flete internacional se redujo un 15% con respecto a marzo, aún persiste en niveles sumamente elevados: se sitúa un 43% i.a. por encima de abril de 2021 y un 93% i.a. arriba de abril del 2020.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Hacia adelante, habrá que seguir de cerca una serie de factores que serán cruciales en la dinámica del sector externo en lo que resta del año. Aquí cobra relevancia las decisiones que tome la FED en materia de política monetaria, que podrían afectar los precios de commodities en el marco de un fortalecimiento del dólar en los mercados financieros internacionales. No obstante, a diferencia de episodios anteriores estimamos que la persistencia del conflicto bélico en Europa del Este y la prohibición que impuso India a sus exportaciones de trigo limitarían el impacto negativo de una eventual suba de tasas en el precio de este tipo de productos. De este modo, estimamos que los precios internacionales de las commodities se mantendrán en niveles no muy diferentes en el mediano plazo favoreciendo el desempeño de nuestras exportaciones en productos primarios y MOA.

Con relación a las cantidades, la dinámica del sector agroexportador podría verse diezmada en el mediano plazo debido a la escasez y los elevados precios (+120% i.a. en abril) que evidenciaron los fertilizantes en los últimos meses, factor que se sumaría al incremento en el costo del gasoil que encarece su transporte. Con respecto a este punto, el sector agropecuario no sería el único afectado por problemas energéticos: es probable que en los próximos meses los altos precios del combustible y la energía en la esfera internacional continúen presionando al alza el nivel de nuestras importaciones energéticas. De hecho, no sólo preocupa el costo de este tipo de insumos sino también su abastecimiento, siendo la energía y el combustible productos esenciales tanto para el funcionamiento de la economía como para el suministro residencial en la temporada de invierno.

Por su parte, el confinamiento extremo que se dio en China en las últimas semanas retrasó la operatoria en algunos puertos estratégicos, como el de Shanghai, y agudizó los problemas ya presentes en la logística y el transporte a nivel internacional sumando un nuevo capítulo en este 2022. Sin embargo, dado que Shanghai es un puerto que opera con contenedores y no con bodegas de barcos este conflicto no modificaría la operatoria de nuestras exportaciones de granos y sus derivados, aunque si afectaría a los envíos de carnes y productos lácteos (las exportaciones totales de estos productos sumaron más de USD 450 millones en el últimos mes y tuvieron a China como uno de sus principales destinos).

Pese a las dificultades planteadas, estimamos que gracias a los elevados precios internacionales las exportaciones volverían a ubicarse en niveles récord en el presente año e incluso superarían los valores que mostraron en 2021. Sin embargo, unas importaciones en ascenso tanto por precios como por cantidades le pondrían un techo al superávit en 2022 situándolo por debajo del saldo del año pasado. En este contexto, el factor más importante a seguir de cerca serán las dificultades que encuentre el BCRA al momento de acumular las Reservas Internacionales pautadas en el Programa con el FMI. Luego de un primer cuatrimestre en el que el BCRA compró USD 3.526 millones menos que en 2021 y ante unas importaciones récord el gobierno deberá enfrentarse a la disyuntiva: intentar no obturar la provisión de insumos o priorizar el cumplimiento de la meta de reservas internacionales netas mediante la administración de las importaciones y/o convalidando una aceleración en el ritmo de devaluación.

Importaciones récord en marzo

El saldo energético continúa afectando el balance comercial

En el mes de marzo, el superávit comercial alcanzó USD 279 M. Las exportaciones alcanzaron USD 7.352 M (+28,5% i.a.) y las importaciones USD 7.073 M (+33% i.a.), las cuales alcanzaron un valor no registrado desde agosto de 2013.

De esta manera, en el primer trimestre del año, el saldo comercial ascendió a USD 1.394 M. Este valor en gran parte se explica por el efecto de los precios internacionales: a precios del año pasado, el superávit comercial habría sido levemente superior a USD 420 M. Por lo tanto, si bien el superávit alcanzado a lo largo del primer trimestre fue 45% menor que el de los primeros tres meses del año pasado, sin tener en cuenta el efecto de los precios, el mismo habría sido 83% inferior.

Esto ocurre en un escenario en el que los términos de intercambio se incrementaron 5% i.a. generando una ganancia del intercambio de aproximadamente USD 780 M (representa las importaciones que se pueden financiar con las exportaciones actuales, exclusivamente por la variación de los términos de intercambio). Por su parte, el efecto precio sobre el saldo comercial es de casi USD 1.000 M.

Volviendo al mes de marzo, el crecimiento de las exportaciones e importaciones se explica principalmente por la expansión en “Combustibles”. Por el lado de las exportaciones, presentaron un aumento interanual de 118,1% (+68% i.a. por precios y 32% i.a. por cantidades), mientras que por el lado de las importaciones se incrementaron 195,7% i.a. (+82% i.a. por precios y 64% i.a. por cantidades).

Si bien la expansión de las importaciones de combustibles se desaceleró respecto a la expansión interanual de febrero (+420,8%) continúa en niveles elevados. En este sentido, la balanza energética marcó un déficit de USD 273 M en marzo (cuando apenas había sido de USD 17 M hace un año) y acumula USD 344 M en el año (alcanzo un superávit de USD 225 M en el IT-2021).

Adicionalmente, todos los rubros de exportación se expandieron año a año y luego de “Combustibles y energía”, se destacó el avance en “Productos primarios” (+36,8% i.a.) principalmente por las subas de precios evidenciadas en los mercados de materias primas, así como las “Manufacturas de origen industrial” (+32,3% i.a.). En cuanto a las importaciones, todos los usos de estas mostraron un incremento con la excepción de “Vehículos de automotores de pasajeros”. Por caso, “Bienes de capital” creció casi 38% i.a., explicado principalmente por la expansión en cantidades de 30% i.a..

Por último, el valor del flete internacional volvió a presentar una aceleración respecto al mes previo y se ubicó más de 80% por encima de marzo de 2021. El mayor incremento interanual se dio en los fletes provenientes del Mercosur (61,6% i.a.) y China (55,5% i.a.), pero son estos últimos los de mayor impacto debido a que representa casi 11% del valor FOB de las importaciones.

¿Qué se espera en los próximos meses?

El conflicto bélico ruso-ucraniano impactó en los mercados de materias primas y esperamos que el mismo permanezca vigente en el mediano plazo afectando los precios de nuestros productos exportables -principalmente primarios y parte de las MOA-. No obstante, no son todas buenas noticias para el sector: también se disparó el precio de algunos insumos, como de los fertilizantes, que resultan imprescindibles para aumentar la productividad. Otro efecto negativo asociado al agro es la escasez de gasoil que se verificó diversas zonas del país en plena cosecha de soja y maíz, los dos principales complejos exportadores del país. Esto afecta costos logísticos y reduce las toneladas de granos ingresadas a los puertos, demorando el ansiado ingreso de divisas.

Adicionalmente, producto del conflicto no sólo se generó un problema de precios de combustibles y gas sino también condicionó el abastecimiento del mismo. Por lo tanto, no sólo habrá que prestar atención al balance energético durante la temporada invernal y la complicación en la balanza comercial y demanda de dólares, sino también la existencia de problemas de suministro en plantas industriales, ante la eventual disyuntiva de destinar el escaso gas a usuarios residenciales o industriales.

La balanza de pagos en el marco del acuerdo con el FMI

La cuenta corriente alcanzó un superávit de 1,4% del PBI en 2021

En 2021 la cuenta corriente del balance de pagos alcanzó un superávit de USD 6.800 millones, que representó 1,4% del PBI. Esta dinámica refleja una mejora respecto al 2020, cuando el superávit fue de USD 3.300 millones (0,9% del PBI).

A diferencia de lo ocurrido en 2020, cuando el superávit fue principalmente la consecuencia del desplome de las importaciones, el virtual cierre del turismo internacional (cuenta históricamente deficitaria) y la merma en los pagos de intereses externos producto de la reestructuración con acreedores privados, durante 2021 el superávit se correspondió más a un incremento en los ingresos externos.

En ese sentido, los precios internacionales de commodities jugaron un rol central: las ventas externas de los cuatro principales complejos agropecuarios (soja, trigo, maíz y girasol) creció 53%, arrojando un saldo positivo del orden de los USD 35.000 millones. Esto permitió financiar mayores importaciones de bienes (+47% i.a.), cuyo costo estuvo a su vez agudizado por altos costos en los fletes internacionales, para materializar el fuerte rebote de la actividad.

Dentro de la cuenta corriente, el ingreso primario (rentas de la propiedad, como pagos de intereses y giros de utilidades) arrojó una salida neta de casi USD 10.000 M (-2,1% del PBI), donde se incluye el pago de intereses al FMI (0,3% del PBI), mientras que el ingreso secundario (transferencias) alcanzó un saldo positivo de 0,3% del producto.

Si al resultado de la cuenta corriente le agregamos el de la cuenta capital, se observó que en 2021 la economía tuvo una capacidad de financiamiento de 1,5% del PBI, por encima de la registrada en 2020 (0,9% del PBI) y marcando un fuerte contraste con la necesidad de financiamiento externo de 2017-2019 (-3,6% del PBI).

Sin embargo, esta capacidad de financiamiento -a lo que se le suma un ingreso neto de inversión extranjera directa por 1,1% del PBI – tuvo impacto prácticamente neutro en el sector público: ni se acumularon reservas del BCRA (de hecho, cayeron levemente, USD 106 M) ni se redujeron pasivos externos en forma neta. Esto se debe a que la cancelación de pasivos externos por parte del sector público -títulos públicos y préstamos- por casi USD 4.000 M (donde se destacaron los pagos de capital al FMI en septiembre y diciembre), fue compensado con la asignación de DEG (USD 4.300 M) en el tercer trimestre. Esto también indica que el flujo neto con el FMI (asignación DEG – pagos de capital e intereses) fue deficitario en 0,2% del PBI (USD 870 M).

Por lo tanto, la contrapartida de la elevada capacidad de financiamiento y el saldo de inversión directa se reflejó principalmente en la acumulación de activos financieros (1,9% del PBI) y en la cancelación de pasivos (0,3% del PBI) por parte del sector privado.

Este es el punto de partida para 2022, un año en que el marco del acuerdo con el FMI y las condiciones internacionales tendrán implicancias significativas en nuestras cuentas internacionales.

El triángulo desafiante

En materia del balance de pagos, el marco del acuerdo con el FMI se establecen tres elementos centrales que configuran un “triangulo” desafiante de cara a este año.

En primer lugar, se proyecta una menor capacidad de financiamiento externo de la economía: el acuerdo prevé que el superávit de cuenta corriente alcance este año un 0,5% del PBI (1% p.p. del producto por debajo del año pasado). De todos modos, vale destacar que el resultado final dependerá del impacto de las actuales condiciones globales (incremento de precios energéticos y agropecuarios, menor cosecha y fletes más caros) y de que el turismo emisivo no vuelva a representar más de medio punto del PBI, tal como lo hizo en 2019, por ejemplo.

En el segundo vértice del triángulo se encuentra la cuenta financiera del sector público: producto del acuerdo habrá mayores flujos de financiamiento neto del exterior, pero éstos deberán ser acumulados por el mismo sector público. Dado el esquema previsto de desembolsos y el cronograma de vencimientos en el marco del acuerdo con el FMI, este año el flujo neto con el organismo revertiría su signo y sería favorable en alrededor de 1% del PBI -diferencia entre la acumulación neta de pasivos en la cuenta financiera por USD 6.700 M, alrededor de 1,2% del PBI, y los pagos de intereses en la cuenta corriente por 0,3% del PBI -. Sin embargo, la totalidad del saldo deberá aplicarse íntegramente a la acumulación de reservas internacionales (las reservas internacionales netas deberán crecer en USD 5.800 M).

Los dos elementos anteriores implican que este año el espacio para que el sector privado acumule activos y/o cancele pasivos externos sería más acotado que en 2021: contemplando un influjo neto de inversión directa similar al de 2021, la suma de la acumulación de activos financieros y caída de pasivos externos del sector privado (sumando también los errores y omisiones de la cuenta financiera), deberá pasar de 2,6% del PBI alcanzado el año pasado a 1,6% del PBI en 2022.

Aquí es donde entra la tercera punta del triángulo: en el acuerdo se establece el compromiso de no intensificar las restricciones cambiarias o a las importaciones. En este sentido, la menor acumulación de activos externos privados debe lograrse por la vía virtuosa (anclaje de expectativas) en lugar de hacerlo por la vía de las restricciones.

La combinación de estos tres “vértices” del triángulo tornan desafiante la dinámica de las cuentas internacionales de cara a este año, especialmente teniendo en cuenta las condiciones internacionales.

Si, por caso, la combinación de precios de exportación (agro) y de importación (energía) se torna más desfavorable que lo previsto, se deterioraría aún más la cuenta corriente, erosionando la capacidad de financiamiento externo de la economía. Esto obligaría a: i) relajar la meta de acumulación de reservas (tensionando el segundo vértice), ii) compensar este efecto por la vía de menores importaciones de otros bienes (tensionando el tercer vértice), o iii) procurar que se acote aún más la acumulación de activos o cancelación de pasivos externos del sector privado (tensionando también el tercer vértice).

En este sentido, dadas las “restricciones” que impone el acuerdo, conformando el triángulo desafiante antes mencionado, será de vital importancia lograr en el corto plazo el anclaje de expectativas para acotar los incentivos a la acumulación de activos externos privados, y fortalecer las exportaciones en el mediano plazo, para robustecer la capacidad de financiamiento externo de la economía.

La cuenta corriente alcanzó un superávit de 1,4% del PBI

Luego de 12 años, el país encadenó dos años consecutivos con superávit de cuenta corriente. Tras representar 0,9% del PBI durante 2020 (USD 3300 MM), fue de 1,4% del PBI el año pasado, alcanzando USD 6800 MM), el máximo valor desde 2009.

Gran parte de este resultado se debe al favorable resultado comercial de los bienes de la mano de los buenos precios internacionales de nuestros productos exportables. Por otro lado, como es habitual, el saldo de los servicios jugó en contra: alcanzó un rojo de casi USD 3500 MM a lo largo del año pasado. Si bien este déficit implica un crecimiento superior al 50% respecto al de 2020, todavía se ubica 30% por debajo del de 2019 y es 60% al de 2018.

En este caso, el elevado costo internacional del flete fue factor que implicó una significativa salida de reservas, en tanto la reactivación del turismo internacional todavía no parece un problema significativo: la cuenta de viajes exhibió un déficit de USD 930 MM, aproximadamente un tercio del observado para 2019 y un quinto del de 2018.

Al positivo saldo comercial de bienes y servicios se le debe sumar las transferencias corrientes, que sumaron USD 1500 MM. Todo esto fue contrarrestado por la cuenta de ingreso primario, en donde la renta de la inversión alcanzó un rojo de casi USD 10000 MM. Si bien es un valor similar al del 2020, se observa un cambio de composición del mismo: mientras el rojo se explicó principalmente por el pago de intereses de la deuda en el año de la pandemia, la reestructuración frenó esta sangría e hizo que el déficit durante el año pasado se deba a un mayor pago de utilidades y dividendos del sector privado.

Desafíos para 2022

El acuerdo con el FMI plantea alcanzar un superávit de cuenta corriente de 0,5% del PBI. Sin embargo, partiendo del importante superávit comercial de bienes alcanzado este año, las dificultades ya son palpables: el conflicto entre Rusia y Ucrania elevó los precios internacionales de commodities que si bien ayudará a engrosar los valores exportables golpeará fuertemente en el déficit energético, que podría alcanzar USD 5000 MM, según algunas estimaciones.

Dado el nivel de actividad económica, esta dinámica implica una merma en el superávit comercial de bienes. Sobre la misma se montará un deterioro del rojo proveniente del comercio de servicios: la vuelta del turismo internacional tras la pandemia -todavía lejos de ser comparable con 2018 y 2019- comenzará a erosionar a una mayor velocidad las reservas internacionales, a la vez que tampoco resulta clara una reducción del costo del flete, cuyo crecimiento ya era de tres dígitos en el comienzo del año.

De este modo, el desafío para este año será el de acumular dólares en el mencionado escenario de la cuenta corriente, lo que requerirá un ingreso neto de divisas a través de la cuenta financiera. Si bien parte provendrá de los organismos internacionales, el resto de las necesidades de financiamiento deberá ser aportada por las otras líneas.

Guerra, boom de commodities y la encrucijada de la FED: ¿cómo impacta en Argentina?

Con la irrupción de la pandemia, la liquidez financiera internacional y la flexibilidad de las políticas monetarias globales alcanzaron niveles no vistos desde la Crisis Financiera Global (CFG) de 2008/2009. En el caso actual, la gran mayoría de los bancos centrales del mundo respondió a la inédita crisis con un set de herramientas monetarias similar a la de la CFG: políticas monetarias (convencionales y no convencionales) fuertemente expansivas, que llevaron a las tasas de interés de referencia a umbrales mínimos e inundaron de liquidez a los mercados financieros internacionales. Sin embargo, sostener la demanda agregada no fue gratuito: pasado lo peor de la crisis, la inflación internacional alcanzó los mayores niveles de los últimos 40 años, aumentando la presión sobre el accionar de los bancos centrales. Sobre esto, el reciente conflicto entre Rusia y Ucrania aceleró fuertemente la suba de los precios de los commodities, tensionando aún más el panorama inflacionario global.

Ante esta situación lógicamente surgen muchas preguntas. ¿Se refleja la inflación internacional como un fenómeno permanente en las expectativas de mercado? ¿Tendrá margen la FED para llevar a cabo una agresiva política anti-inflacionaria en un contexto bélico internacional sin precedentes recientes y, además, en un año electoral en EE.UU.? Y, más importante aún, ¿Cómo juega el rally reciente de los precios de los commodities para la Argentina?

Un histórico dilema

Aunque históricamente los bancos centrales tuvieron como objetivo central mantener la estabilidad de precios y preservar el valor de la moneda, en muchos casos también se preocuparon por influir en el nivel de actividad y empleo. En este sentido, muchas autoridades monetarias suelen enfrentar el dilema (al menos en el corto plazo) entre estimular el nivel de actividad económica y mantener la estabilidad de precios.

Con la pandemia, la gran mayoría (sino todos) de los bancos centrales priorizaron el primero por sobre el segundo. Y las colosales expansiones monetarias que buscaron aminorar el impacto de la crisis tuvieron como corolario un fuerte repunte de la inflación internacional (+7,5% i.a. en USA, la más alta de las últimas 4 décadas). Ciertamente, las dificultades operativas y logísticas que causó la crisis del Covid-19 sobre la oferta global de bienes también jugaron un rol en el alza de precios, ya que la inflación inicialmente se mantuvo contenida. Pero, con la gradual normalización de estos cuellos de botella, la inflación se aceleró y emergieron preocupaciones respecto de su posible carácter permanente.

¿Permanente?

A modo de respuesta, en los últimos meses los principales bancos centrales del mundo (la FED, el BCE y el BoE) comenzaron a virar hacia políticas monetarias menos expansivas. En lo que respecta a la FED, ésta disminuyó la velocidad a la cual inyectaba liquidez en los mercados vía la expansión de su hoja de balance. Incluso, adelantó que este proceso conocido como tapering finalizaría en marzo y que, además, no dudará en subir la tasa de interés para apaliar la escalada inflacionaria. La fed fund rate (FFR) se mantiene en 0% desde abril del 2020 y el mercado descuenta que la FED la aumentaría en 50 bps en la próxima reunión del FOMC (marzo).

Consideramos que hay margen para una suba. En materia de tasas la FFR está en el nivel mínimo histórico y tan solo tres años atrás se ubicaba en torno al 2,4%. Mas importante aún, aunque la tasa de desempleo norteamericana actual (4%) es ligeramente mayor que la del Q4 2019 (3,6%), es menor al desempleo promedio de los cuatro años anteriores a la pandemia (4,2%). La sólida recuperación del mercado laboral en Estados Unidos alivia fuertemente el trade off al que se enfrenta la FED y deja espacio para actuar en el plano inflacionario.

Ahora bien, respecto de si hay margen para que la suba de tasas sea agresiva, la respuesta deja de ser tan obvia. La Reserva Federal tiene un objetivo de inflación de largo plazo del 2%. ¿Qué tan desviadas están las expectativas de mercado de dicho objetivo? Observado la inflación breakeven implícita en los títulos del Tesoro (aquella que dejaría indiferente a un inversor entre un título nominal y uno atado a la inflación) puede verse que al cierre del viernes la de 5 años supera el 3%, a 10 y 20 años se ubica en torno al 2,5%, mientras que a 30 años no sobrepasa el 2,25%. A priori, las expectativas de mercado parecieran estar desviadas del target de la FED, aunque no significativamente.

¿Son valores inéditamente altos en perspectiva histórica? Para la de 5 años podría decirse que sí (llegó a ver niveles similares por un lapso breve de tiempo a comienzos del 2005), pero no para el resto: a 10, 20 y 30 años han visto valores más elevados que los actuales, especialmente en la previa de la burbuja de las Sub-Prime entre el 2005 y el 2006 y/o posterior a la CFG. En otras palabras, parecería que a corto plazo se espera que persista el problema inflacionario, pero que a mediano plazo el mercado descuenta que (todavía) está bajo control.

Aunque el mercado laboral luce sólido, el crecimiento futuro puede estar en riesgo. Suele decirse que la “inversión de la curva de rendimiento” (hecho que sucede cuando títulos de menor duration rinden más que títulos de mayor duration, como se da actualmente con los bonos en dólares argentinos) es útil a nivel país para anticipar recesiones (o situaciones de fuerte estrés económico-financiero). Si consideramos al spread de tasas entre el treasury a 10 y 2 años como un proxy de la curva de rendimientos, la dinámica reciente es preocupante (notar que cuando se volvió negativo aconteció una recesión posteriormente):

La evolución de este indicador de probabilidad de recesión a corto plazo no puede ser descartado y seguramente signifique un limitante para la agresividad del giro hawkish de la FED. Estos limitantes se ven acentuados al considerar que la economía norteamericana enfrenta elecciones de medio término este año.

Disparada del precio de los commodities: ¿un impacto agridulce para Argentina?

Por su parte, el devenir del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania que puso en vilo a los mercados financieros globales en las últimas semanas también podría limitar la agresividad del retiro de estímulos de la FED en un contexto de elevada volatilidad e incertidumbre. Pero, paralelamente, la escalada militar también disparó el precio de los commodities, lo cual añade presión a la Reserva Federal para responder más agresivamente. Aunque el efecto de este evento sobre las políticas monetarias futuras de la FED es incierto, al menos en materia de precios internacionales no lo sería para Argentina.

Según nuestras estimaciones, previo al conflicto estimábamos que gracias a los mejores precios los cuatro principales complejos agrícola, aun considerando una merma en los rindes de soja y maíz para la campaña 2021-22 respecto de la anterior, podrían compensar la mayor necesidad de divisas para satisfacer la demanda energética.

Pero los precios mostraron un nuevo salto con la escalada del conflicto, lo que por un lado representa una buena noticia por el lado de las exportaciones agropecuarias (de mantenerse los actuales precios el aporte sería de USD 2.000 M adicionales) pero una mala noticia por el lado energético, que consumiría la mitad de dicha “ganancia” y tensionaría aún más el frente fiscal (obligando a mayores subas de tarifas o haciendo peligrar el cumplimiento de la meta de déficit primario). Asimismo, cabe señalar por un lado que los riesgos de esta escalada de precios son asimétricos: las proyecciones de los commodities que juegan a favor hoy tienen riesgos a la baja (en relación a los rindes de soja y maíz), mientras que las estimaciones de demanda energética presentan riesgos al alza. Y, por otro lado, que no sólo no es seguro que los actuales precios se sostengan en todo el 2022, sino que además del impacto en los precios, un recrudecimiento de la incertidumbre por el conflicto tendría impactos sobre las condiciones financieras y el nivel de actividad global.

En síntesis, en medio de un contexto turbulento, los bancos centrales venían enfrentando desafíos significativos, y el estallido del conflicto entre Rusia y Ucrania no hizo más que acentuar la dificultad. Para nuestro país, que también enfrentaba desafíos de magnitud, los primeros corolarios trajeron algunas buenas noticias, pero también tensiones adicionales.

 

El superávit comercial fue de casi 300 millones de dólares en enero

Las mayores exportaciones de enero desde 2008

En enero, el superávit comercial de bienes orilló USD 300 millones de la mano del mejor inicio del año desde 2008 para las exportaciones, que superaron USD 5.500 millones (+13% i.a.) y permitieron sostener importaciones por encima de los USD 5.000 millones (+37% i.a.) por noveno mes consecutivo. Sin embargo, el intercambio comercial no superó USD 11.000 millones y fue el menor registrado desde marzo del año pasado.

De todos modos, vale destacar que el valor de las importaciones luce abultado en parte producto del encarecimiento del costo del flete internacional. El mismo exhibe un incremento superior al 120% respecto a igual mes del año pasado y de 46% en los últimos cinco meses. En este sentido, el INDEC estima que este efecto incidió en casi 8 p.p. sobre la suba del precio de las importaciones.

En lo que refiere a lo rubros exportados, la expansión se concentró en los productos primarios (+80% i.a. en valores) gracias a un crecimiento de más de 40% en las cantidades exportadas. En este sentido, se destacaron las ventas externas de cereales (+102% i.a.), de la mano de la favorable cosecha fina. Por su parte, las manufacturas de origen industrial (MOI) y combustibles y energía treparon 32% i.a. y 12,5% i.a. respectivamente como consecuencia en la mejora de los precios -de hecho, la cantidad exportada de combustibles y energía cayó más de 30% en la comparación interanual-, mientras que las manufacturas de origen agropecuario (MOA) cayeron 25% en valores, también como resultado de una contracción en las cantidades.

Por otro lado, los distintos usos de las importaciones tuvieron un crecimiento bastante homogéneo, entre 30-45% i.a. en valores, a excepción de los vehículos, que cayeron casi 25% i.a.. No obstante, en este caso el incremento en los precios internacionales solo fue significativo para explicar el crecimiento de combustibles y lubricantes y bienes intermedios. Esta mejora en los términos del intercambio, captada por un efecto positivo mayor de los precios internacionales en nuestras exportaciones con relación al impacto negativo en las importaciones evitaron que la balanza comercial arranque el año en rojo (el INDEC estima que la ganancia fue de USD 309 millones).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

El sector externo continúa sumando interrogantes para el futuro inmediato. En primer lugar, las perspectivas de una cosecha regular con importantes riesgos a la baja se mantienen por el lado de las cantidades. Si bien este efecto por el momento se estaría compensando con precios favorables, -el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia continúa impulsando al alza los commodities- las acciones de la FED en materia de política monetaria -suba de las tasas de interés- implican riesgos adicionales.

También aparecen dudas en lo que refiere al costo de la energía a nivel mundial. Un deterioro de estas condiciones podría complicar aun más el saldo de bienes ante la mayor necesidad de energía durante el invierno. Por otro lado, también es un interrogante lo que ocurra con el crecimiento en el precio de los fletes, que podría incluso seguir incrementándose en caso de la continuidad del conflicto armado en Europa del Este.

El desenvolvimiento de estos factores externos determinará el margen con el que el país contará para financiar sus importaciones, necesarias para mantener el nivel de actividad -especialmente industrial- alcanzado durante 2021. Además, las cuestiones mencionadas convergen en las próximas semanas/meses, momento en que también deberá llegar a buen puerto la renegociación con el FMI para no agregar más incertidumbre al panorama.

La apertura del turismo y la cuenta corriente

El superávit comercial de bienes, pilar de las cuentas externas, alcanzó USD 15.000 M en 2021

Luego de un cuatrienio (2015-2018) donde promedió un déficit superior a los USD 3.000 M anuales, en 2019 se revirtió el saldo comercial de bienes, alcanzando un superávit de USD 16.000 M (3,5% del PIB) en dicho año. La mencionada reversión fue principalmente producto de un desplome de las importaciones (-25% i.a.), en el marco de la recesión iniciada en 2018.

En 2020 el saldo comercial se sostuvo en terreno positivo (USD 12.500 M, 3,2% del PIB), pero en un contexto en el que el flujo internacional de comercio se vio fuertemente impactado por la pandemia: en cantidades, el intercambio mundial de mercancías cayó 5% (en Argentina el intercambio comercial se redujo 15% en valores). En dicho año, las exportaciones se contrajeron 16% i.a. mientras que las importaciones volvieron a caer (-14% i.a.) registrando los mínimos valores desde 2009.

El desafío el año pasado era lograr financiar las importaciones necesarias para materializar la recuperación que comenzó hacia fines de 2020. En este sentido, la mejora de los términos del intercambio jugó un rol clave: en 2021 el alza de precios de las exportaciones (+26% i.a.) casi duplicó al de las importaciones (+15% i.a.), y esto permitió sostener un saldo comercial superavitario elevado (USD 15.000 M, 3,1% del PIB) pese a que el crecimiento de las cantidades importadas (+30% i.a.) triplicó al de las exportadas (+13% i.a.). De hecho, más de la mitad del superávit de comercio alcanzado en 2021 se explica por la dinámica de los precios internacionales.

La importancia de sostener un superávit de bienes robusto es central, habida cuenta de la estructura de nuestras cuentas externas, y especialmente en momentos como el actual donde los flujos financieros son escasos: el ingreso neto de dólares por esta vía -junto a las transferencias corrientes, que no es un monto tan relevante- financia el histórico déficit de servicios y renta de la inversión (ingreso primario), como parte de la acumulación de activos privados externos. De hecho, cuando el país no cuenta con un excedente en el intercambio de bienes la cuenta corriente suele ser deficitaria, lo cual genera una necesidad de financiamiento externo que debe suplirse mediante el influjo de divisas financieras (endeudamiento o inversión directa) o utilización de reservas (stocks); y cuando esto no es posible -por ejemplo cuando el financiamiento externo se corta abruptamente- la cuenta corriente debe ajustar rápidamente, generalmente por la vía de la combinación de devaluación con recesión.

Esto último ocurrió durante buena parte de la última década: entre 2013 y 2018, el rojo de la cuenta corriente promedió casi USD 19.000 millones por año (3,2% del PBI en promedio), generando una elevada necesidad de financiamiento externo que se cubrió con ingresos financieros netos. Luego, cuando abruptamente éstos se detuvieron a mediados de 2018, la moneda local se depreció fuertemente dando lugar a la recesión de 2018-2019, que condujo a la reversión del saldo de la cuenta corriente, del déficit previo al superávit actual.

El otro viento de cola

En 2020-2021 la cuenta corriente mostró un superávit de más de 1% del PIB en promedio (frente al déficit de 3,2% del PIB en 2013-2018). La mejora respecto al período precedente correspondió a la mencionada reversión en el saldo de bienes. Sin embargo, durante los últimos dos años el saldo de la cuenta corriente se vio además favorecido por dos factores adicionales: en primer lugar, la reducción del pago de intereses externos, producto del canje de títulos públicos realizado en 2020: el saldo neto de rentas por inversión de cartera promedió, entre el segundo trimestre 2020 y el tercero de 2021, poco más de USD 300 M, cuando entre 2018 y el primer trimestre de 2020 el rojo superó los USD 2.000 M trimestrales.

En segundo lugar, por el achicamiento del saldo negativo de la cuenta de servicios. Este balance, que entre 2015-19 registró un déficit trimestral de casi USD 1.900 millones (más de USD 5.000 millones anuales), se redujo a una tercera parte (USD 625 millones) en 2020-2021.

Sin este comportamiento la cuenta corriente habría morigerado sensiblemente su saldo superavitario en 2020 y 2021, por lo que es una dinámica que merece atención. En este sentido, analizando los componentes de la cuenta corriente de servicios, se encuentra que en los últimos cinco años antes de la pandemia, el 80% del rojo se explicaba por los servicios asociados al turismo y el transporte de pasajeros.

 

Indudablemente, el freno del turismo internacional en los últimos casi dos años fue un aliciente para las cuentas externas en un país que exhibía una salida neta anual de turistas cercana al millón de personas. Al “cerrarse” esta canilla, estimamos que se habrían ahorrado entre USD 2.000-3.000 millones por año por esta vía y el peso del turismo y viajes en el déficit comercial de los servicios se redujo a la mitad entre 2020 y el tercer trimestre de 2021.

Lo(s) pasajero(s) no son transitorios: un empeoramiento del saldo de servicios es un factor más de tensión para un año desafiante en materia de cuentas externas

Si bien, como se mencionó previamente, el freno en el turismo internacional ayudó a fortalecer el superávit de la cuenta corriente en los últimos dos años, en el horizonte aparecen luces de alarma. El balance cambiario que publica el BCRA sugiere que la salida de dólares por esta vía se aceleró en octubre y noviembre, tendencia que habría mantenido al cierre del año y seguirá, al menos, en los próximos meses teniendo en cuenta el relajamiento de restricciones que se dio incluso con la nueva ola de casos a nivel mundial.

Vale destacar este punto porque la progresiva recuperación del turismo internacional, que según la Organización Mundial del Turismo se ubicó en 2021 más de 70% por debajo del nivel pre-pandemia, podría volver a tensionar las cuentas externas por la vía de la cuenta corriente.

Esto se reafirma por dos factores: en primer lugar, por una demanda reprimida de viajes tras dos años de virtual suspensión de los mismos. Y, en segundo lugar, porque es un servicio -que impuestos mediante- se puede acceder a un dólar a $180, por debajo del dólar informal libre (ya en la zona de $210), el más relevante a la hora de analizar el gasto en divisas del turismo.

En este sentido, la velocidad de la recuperación del turismo internacional será fundamental a la hora de monitorear la dinámica del saldo de la cuenta corriente. De hecho, la suspensión de las cuotas para pasajes a partir de noviembre y el intento de promover como política de estado el programa Pre-Viaje -para así tratar de contener el flujo de turistas al exterior- son medidas que “ayudan” a moderar la velocidad del deterioro de la cuenta corriente de servicios.

Esto es relevante de cara a este año porque no esperamos encontrar un efecto compensador en el resto de los componentes de la cuenta corriente de servicios. Los servicios informáticos y empresariales, históricamente superavitarios, tendrían algo más de margen para recuperar con la vuelta a la normalidad pero no llegarán a aportar lo suficiente para contrarrestar la salida de dólares por turismo. Por otro lado, un eventual abaratamiento de los fletes -que desde fines de 2020 vienen encareciéndose fuertemente y ha sido la principal salida de divisas por servicios este año- podría también reducir la pérdida de divisas, pero por su magnitud dentro de las cuentas externas, esto no sería suficiente.

No obstante, un eventual deterioro del saldo de servicios por la vía de la cuenta viajes será sólo un factor que adicionará más tensión a un año ya de por sí desafiante, ya que el saldo de bienes (principal pilar de las cuentas externas) tiene riesgos a la baja por el lado de los precios (endurecimiento de la política monetaria a nivel global) y las cantidades (por las condiciones climáticas), mientras que por el lado de la cuenta financiera aún no se renegoció el crédito con el FMI, que implica pagos por casi USD 19.000 M este año.

Todo esto reafirma que este año será crucial el monitoreo de diversos elementos (política monetaria global, clima, fletes, turismo, negociaciones con el FMI, etc.) para entender como transitarán nuestras cuentas externas un año desafiante.

El superávit comercial fue de 14.750 millones de dólares

Las mayores importaciones en más de 40 meses

En diciembre, el superávit comercial de bienes volvió a ubicarse levemente por debajo de USD 400 millones y acumulando un saldo positivo de USD 14.750 millones en 2021. Este valor equivale a 2,9% del PBI.

Lo destacable fue el significativo incremento en las importaciones, que marcaron el máximo en 41 meses tras superar los USD 6.200 millones (+59% i.a.). Por este motivo, la buena performance de las exportaciones, que volvieron a superar USD 6.500 millones (+86% i.a.) no se reflejó en un saldo comercial algo más abultado. Vale destacar que, en ambos casos, el peso como porcentaje del PBI se ubicó en los mayores desde 2011 (12,7% y 15,6%, respectivamente).

Durante diciembre, la expansión de las importaciones estuvo impulsada por combustibles y lubricantes (+391% i.a.), bienes intermedios (+61% i.a.) y bienes de capital (+45,5% i.a.). Por el lado de las exportaciones, los productos primarios (+139% i.a. en valores) y las manufacturas de origen agropecuario (MOA) avanzaron apenas 113% dieron cuenta de la expansión. Vale destacar que la base de comparación se ve fuertemente afectada porque en diciembre de 2020 había tenido lugar un paro que afectó las operaciones portuarias que condicionó los envíos al exterior en ese entonces.

Breve racconto del año

En 2021, las exportaciones orillaron USD 78.000 millones (+42% i.a.), marcando el mayor valor desde 2012 y sumando USD 23.000 millones respecto a 2020. En este sentido, el principal aporte provino de las MOA, que superaron USD 30.000 millones (+42% i.a.) y de las MOA, que alcanzaron USD 20.000 millones (+50% i.a.). En el primer caso, contribuyó en mayor medida la mejora en los precios internacionales (+27% i.a.), mientras que, en el segundo, las cantidades exportadas (+33% i.a.) fueron las que facilitaron la mejor performance.

Por el lado de las importaciones, volvieron a superar los USD 60.000 (+49% i.a.), tal como ocurrió durante el período 2011-18. La mayor contribución vino por el lado de los bienes intermedios (+54% i.a.), combustibles y lubricantes (+121% i.a.), piezas y accesorios (+57% i.a.) y bienes de capital (+38% i.a.).

 

La mejora en los términos del intercambio experimentada durante 2021 es central para que la mejora en las exportaciones se deba en mayor medida a un efecto precio (explica el 60% del aumento de las exportaciones en valores) y, a la inversa, el desempeño de las importaciones se explica más por las cantidades (que explicaron el 60% del incremento de las importaciones en valores). En este sentido, de no haber sido por la evolución favorables de los precios, el saldo comercial hubiera sido menos de la mitad, apenas rozando los USD 7.000 millones.

¿Qué esperamos para 2022?

Como se ha mencionado reiteradas veces, la mejora de los precios internacionales de commodities no será la norma el próximo año. La necesidad de controlar una inflación en dólares que ya se reconoce como “menos transitoria” tendrá como resultado la apreciación de la divisa, afectando negativamente los precios internacionales y, en definitiva, la posibilidad que nuestro país vuelva a gozar de una sustancial mejora en los términos del intercambio. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa, condicionando aún más los valores exportados.

Por otra parte, el rebote en las principales economías del mundo tras el fatídico 2020 no volverá a estar presente este año, por lo que no necesariamente habrá una mayor demanda de los bienes producidos internamente, especialmente por Brasil, para el que se prevé un crecimiento en la zona de 1%. Esta mayor austeridad en las perspectivas de crecimiento también se traslada a nuestro país, pero por motivos algo diferentes: el postergamiento de correcciones necesarias durante el año pasado no podrán continuar dejándose de lado, lo que condicionará el crecimiento económico -en torno al 2%- y la demanda de importaciones.

Estos factores convergerán en una reducción del saldo comercial para este año, será algo inferior a USD 10.000 millones, representando 1,6% del PBI.

El mayor flujo comercial acumulado a noviembre desde 2013

Se modera el superávit comercial al cierre del año

En noviembre, el superávit comercial de bienes rozó USD 400 millones, en línea con lo observado en igual mes del año pasado y acumulando un saldo positivo de USD 14.300 millones en lo que va del año. Las exportaciones superaron los USD 6.100 millones (+37% i.a.), cifra no vista desde 2012 para un mes de noviembre, mientras que las importaciones se ubicaron en torno a USD 5.700 millones (+40% i.a.). De esta manera, a falta de un mes para el cierre del año, el flujo comercial alcanzó USD 128 mil millones, el mayor desde 2013 a esta altura del año.

A diferencia de los últimos meses, el resultado positivo de la balanza comercial no fue impulsado por una significativa diferencia de los precios internacionales, ya que estos mostraron un avance del 23% i.a. para las exportaciones y de 21% i.a. para las importaciones, en donde se incluye el incremento de 50% del costo del flete frente a un año atrás.

A nivel desagregado, los productos primarios (PP, +75% i.a. en valores) lideraron la expansión debido a las mejoras tanto de los precios internacionales como de las cantidades. Fue seguido por las manufacturas de origen industrial (MOI, +60% i.a.) principalmente gracias a una mejora de más de 40% de las cantidades vendidas al resto del mundo. Finalmente, combustibles y energía avanzó 25% y las manufacturas de origen agropecuario (MOA) aumentaron apenas 13,5%, afectadas por un deterioro de casi 7% en las cantidades vendidas.

Por el lado de las importaciones, la principal suba se dio en combustibles y lubricantes (+217% i.a.). Además, se evidenció un incremento superior al 50% de bienes intermedios y de casi 30% de piezas y accesorios. Sin embargo, tanto los bienes de capital y de consumo mostraron avances en torno a 20% i.a., evidenciando que el principal énfasis en las importaciones estuvo más asociada a la dinámica propia del proceso productivo que de la inversión o del consumo final. En este sentido, se destaca que la importación de vehículos automotores de pasajeros se contrajo más de 20% en la comparación interanual.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Prevemos que la balanza comercial cierre el año por encima de los USD 15.000 millones. Sin embargo, 2022 traerá consigo algunas cuestiones a considerar.

En primer lugar, la mejora de los precios internacionales de commodities no será la norma el próximo año. La necesidad de controlar una inflación en dólares que ya se reconoce como “menos transitoria” por parte de la FED, golpeará en cierta medida los precios internacionales impidiendo que el efecto precio gobierne durante 2022. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa durante el próximo año, condicionando aún más los valores exportados.

Por otro lado, el ritmo de crecimiento de la economía brasilera, nuestro principal socio comercial, dejará atrás las altas tasas vistas en 2021 (que fueron producto de la recuperación de la pandemia) y se desacelerará marcadamente. Esta moderación también afectará a China y al resto del mundo en general, poniéndole un techo a la expansión de la demanda externa de los bienes producidos en el país.

La dinámica de las exportaciones definirá la cantidad de dólares disponibles para las importaciones. Efectos negativos en los primeros complicarán la disponibilidad de divisas para las segundas, condicionando la recuperación de la economía y en especial de la actividad industrial, el motor de la recuperación en la salida de la pandemia.

El saldo comercial superará USD 15.000 millones este año

Continúa el efecto precio de las exportaciones

En octubre, el superávit comercial de bienes alcanzó USD 1.600 millones, más que duplicando los USD 670 millones del año pasado y acumulando un saldo positivo de casi USD 14.000 millones en lo que va del año. Las exportaciones rozaron los USD 6.900 millones (+46,5% i.a.), cifra no vista desde 2012 para un mes de octubre, mientras que las importaciones se ubicaron en torno a USD 5.200 millones (+31% i.a.), exhibiendo una expansión inferior a la de las exportaciones por segundo mes consecutivo.

Nuevamente, el desempeño favorable de la balanza comercial se vio traccionado por los precios internacionales, que mostraron un avance del 28% i.a. para las exportaciones pero solo 17,9% i.a. para las importaciones (a pesar de la duplicación en el costo del flete frente a un año atrás, principalmente en los envíos provenientes de China).

De esta forma, de no haber sido por el efecto precio, el saldo comercial se hubiese posicionado en la zona de USD 900 millones gracias al desempeño de las cantidades, que también fue positivo: en el caso de los envíos al exterior el incremento fue del 13,6% i.a., mientras que las compras mostraron una expansión del 11,1% i.a.

Dinámicas similares a nivel desagregado

A nivel desagregado, combustibles y energía lideró el alza de las exportaciones (+153% i.a. en valores) en gran parte debido a la más que duplicación de los precios. Este rubro fue seguido de productos primarios (PP, +73% i.a.), manufacturas de origen industrial (MOI, +56% i.a.) y manufacturas de origen agropecuario (MOA, 16% i.a.). Entre los desempeños más favorables se destacan el caso de cereales (+127% i.a.), oleaginosas (+73% i.a.), combustibles y aceites minerales (+171% i.a.), metales y sus manufacturas (+124% i.a.), petróleo crudo (+313% i.a.) y gas (+195% i.a.).

Por el lado de las importaciones, la principal suba se dio en combustibles y lubricantes (+191% i.a.), aunque hubo un avance en todos los rubros motivado por mayores cantidades demandadas, con la excepción de vehículos de pasajeros que mostró una caída de casi 44% i.a. Entre las mayores alzas se destacan los casos de combustibles y lubricantes elaborados (+310% i.a.), computadoras y teléfonos (+47% i.a.) y medicamentos (+95% i.a.).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

No esperamos cambios significativos en la dinámica vista hasta el momento para lo que resta del año. Así, prevemos que la balanza comercial cierre en torno a los USD 16.000 millones. Sin embargo, 2022 traerá consigo algunas diferencias importantes.

Por un lado, el ritmo de crecimiento de la economía brasilera, nuestro principal socio comercial, dejará atrás las altas tasas vistas en 2021 (que fueron producto de la recuperación de la pandemia) y se desacelerará marcadamente, algo que se observa en el recorte de las proyecciones de crecimiento por parte del mercado, que pasó de 1,4% a 0,7% para 2022 en el último mes. China, por su parte, moderaría también su expansión y crecería “solo” 5,6%, de acuerdo a las últimas proyecciones del FMI. De esta forma, nuestras cantidades exportadas verían los efectos de una menor demanda.

En cuanto a los precios de los commodities, la bonanza ya no será la norma en 2022. La FED ya ha confirmado la disminución de sus estímulos monetarios y se espera que dé inicio a una política de suba de tasas en algún momento de 2022. No obstante, el mercado ya se ha hecho eco de este cambio en la política monetaria y los precios han comenzado a ver ajustes. En este sentido, la soja y el maíz se encuentran 15% y 22% debajo de sus máximos recientes alcanzados en el primer semestre de 2021, aunque aún se mantienen 36% y 45% por encima del precio promedio de 2020. Asimismo, la existencia de complicaciones climáticas durante el verano podría resentir la cosecha gruesa durante el próximo año, condicionando aún más los valores exportados.
Paralelamente, el barril de petróleo en la zona de los USD 80 juega de manera ambivalente. Por un lado, encarece nuestras importaciones de combustible.

Por otro, incrementa la rentabilidad en el sector de hidrocarburos no convencionales, estimulando el desarrollo de nuevos proyectos y mayores exportaciones.

De esta forma, esperamos para 2022 un superávit comercial de bienes inferior, en la zona de los USD 10.000 millones.