Frente externo a salvo: ¿hasta cuándo?

Luego de una década con déficit en las transacciones comerciales con el exterior, en 2020 Argentina evidenció un saldo favorable en la cuenta corriente del balance de pagos. Así, el frente externo aportó una de las pocas buenas noticias en un año plagado de dificultades económicas y sociales. Sin embargo, la mejoría de la cuenta corriente estuvo ayudada por varios factores que no necesariamente se mantendrán en el tiempo. En la primera mitad de este año, tras la recuperación de los flujos internacionales de bienes y la paulatina normalización del intercambio de servicios, esta variable continuó en terreno positivo. Considerando que la disponibilidad de divisas es uno de los problemas más importantes y recurrentes de nuestro país, vale la pena preguntarnos ¿qué explicó este superávit? Y, más importante aún, ¿qué nos espera hacia adelante?

Un 2020 excepcional

La cuenta corriente incluye a todos los intercambios de bienes y servicios entre residentes en Argentina y el resto del mundo. También, contempla los pagos de utilidades, dividendos e intereses entre agentes domésticos y extranjeros. Por último, incluye a las transferencias corrientes sin contraprestación entre residentes y no residentes (como, por caso, las remesas). De esta manera, el resultado de la cuenta corriente (junto con el saldo de la cuenta de capital) equivale a las necesidades de financiamiento del país, cuando es negativo, o las acreencias obtenidas frente al sector externo, cuando es positivo.

Nuestra cuenta corriente pasó a ser negativa en el año 2010. En aquel entonces, el intercambio de bienes era superavitario, pero no alcanzaba para compensar las salidas netas por los pagos de intereses, el giro de dividendos y el déficit del turismo. Desde ese momento, el desbalance fue creciente, con la erosión del superávit del comercio de bienes, el creciente déficit turístico y el persistente signo negativo del ingreso primario (intereses y dividendos). En 2017 y 2018 las necesidades de financiamiento alcanzaron el 5% del PBI cada año, agotando el financiamiento de mercado disponible y generando una crisis cambiaria.

El salto del dólar ayudó a balancear nuevamente el comercio de bienes: un dólar más caro hace más competitivos a nuestros productos en el exterior, a la vez que encarece a las importaciones en relación a la producción doméstica. Además, la importante caída de la actividad impacta en la demanda de bienes finales, insumos y maquinaria del exterior, pero no afecta de igual modo a las exportaciones. Es así que desde el último cuarto de 2018 el saldo comercial volvió a terreno positivo, y desde el último trimestre de 2019 la magnitud de este superávit fue tal que revirtió la cuenta corriente. De esta manera, el 2020 concluyó con un resultado positivo de USD 3.300 M (0,9% del PBI).

Sin embargo, un tipo de cambio mayor no fue el único motivo por el cual el saldo de la cuenta corriente fue superavitario en 2020. A este factor hay que sumar el derrumbe del intercambio de servicios, especialmente del turismo internacional, que fue uno de los sectores más afectados por la pandemia: a nivel global, los traslados de viajeros se contrajeron en un 74% debido a las restricciones sanitarias. En nuestro país, tanto la entrada como la salida de turistas se derrumbaron 77% i.a. De esta forma, el déficit de esta cuenta en el balance de pagos se redujo a una cuarta parte, mostrando la mínima necesidad de divisas en una década. Si el saldo de turismo hubiera repetido el del año previo, se habrían requerido alrededor de USD 3.100 M adicionales.

Por otra parte, el proceso de reestructuración de la deuda implicó un alivio en el pago de intereses del Gobierno. Considerando únicamente la deuda externa (según criterio de residencia de la balanza de pagos), el ahorro del cuarto trimestre del 2020 fue de alrededor de USD 1.400 M. De este modo, sin mediar la mejoría debida a las restricciones a los viajes internacionales y el ahorro en los servicios de la deuda pública externa, el saldo de la cuenta corriente habría sido deficitario en alrededor de USD 1.300 M (0,3% del Producto, similar al de 2010 o 2012).

2021 también contó con ayuda externa

En la primera mitad de este año la cuenta corriente exhibió un superávit externo de USD 3.300 M (0,7% del PBI), mostrando un resultado favorable muy similar al de igual período del año previo en términos de divisas. Sin embargo, tres factores impulsaron este dato al alza.

En primer lugar, el turismo siguió prácticamente cerrado: la llegada de viajeros volvió a caer 89% i.a. en comparación con la primera mitad del 2020 y estuvo 95% por debajo de igual lapso de 2019. La salida, en tanto, se redujo 59% i.a. y es 85% menor a la del último año antes de la pandemia. Una vez más, si tomáramos de referencia al 2019, el turismo habría insumido USD 2.100 M más que lo efectivamente observado.

Por otra parte, el pago de intereses volvió a ser acotado, dado el nuevo perfil de la deuda surgido de la reestructuración. Esta alejó los pagos de capital en el tiempo y redujo la carga de intereses, dejándole menores vencimientos al Tesoro en el corto plazo. Estimamos que el ahorro resultante para el primer semestre de este año alcanzó alrededor de USD 2.200 M.

Por último, el salto de los precios de los commodities en lo que va del año configuró unos términos de intercambio muy positivos para nuestro país, apuntalando el balance del comercio de bienes. Si bien en términos absolutos el saldo de bienes fue algo menor en el primer semestre respecto de igual lapso del 2020 (-9%), el INDEC estima que en los primeros seis meses hubo una ganancia por efecto de los precios de USD 4.200 M. Es decir, de haberse mantenido los precios internacionales de la primera mitad del 2020, el saldo de bienes habría caído alrededor de 60% i.a.

De esta forma estimamos que, sin mediar el derrumbe del turismo internacional, el alivio en la carga de intereses por la reestructuración ni la mejora en los términos de intercambio, el resultado de la cuenta corriente del primer semestre habría mostrado un déficit de USD 5.200 M (1,1% del PBI).

¿Qué podemos esperar para lo que viene?

En la segunda parte de este año, todos los factores que vienen ayudando a la cuenta corriente seguirán presentes. Por el lado del pago de intereses, la deuda externa del Gobierno Nacional sólo devengaría USD 1.700 M (el ahorro por la reestructuración sería de otros USD 1.900 que no se pagarán). Por la cuenta de servicios, el turismo internacional sigue muy limitado y sólo se incrementaría hacia el cierre del año. Por último, en lo que hace a los bienes, los resultados del bimestre julio-agosto fueron muy positivos, con las exportaciones en máximos. Así, esperamos que la cuenta corriente cierre el año con un superávit de más de 1% del Producto.

Sin embargo, las preocupaciones vuelven a aparecer mirando los números para el año próximo. Allí, desaparecerían las limitaciones al turismo y un potencial comienzo del tapering de la FED (un giro hacia una política monetaria más contractiva en Estados Unidos) podría revertir la mejora de los términos de intercambio. Así, más temprano que tarde, de los tres factores que mejoraron la cuenta corriente este año sólo seguiría vigente la baja carga de intereses por reestructuración de la deuda (se proyectan USD 4.000 M en 2022, un monto muy similar al de este año).

Para peor, aunque la facturación es récord, las cantidades exportadas no crecen a igual ritmo (en el primer semestre se ubicaron 1,5% por debajo de 2019). En este sentido, y considerando que en los próximos años se incrementarán los pagos por la cuenta financiera (en principio a los bonistas, mientras que resta definir la conclusión de las negociaciones con el FMI), destaca la necesidad de aumentar las exportaciones y mantener una cuenta corriente positiva. Incrementar los volúmenes vendidos es la manera más sostenible de hacerlo y evitar un endeudamiento externo que incremente los riesgos de una nueva crisis de la balanza de pagos.

Las exportaciones de agosto fueron las terceras mayores de la historia

¿Cómo fue el resultado comercial en agosto?

En el octavo mes del año, el superávit comercial superó los USD 2.300 millones. Este saldo es el mayor desde noviembre de 2019. Sin embargo, en aquel momento se obtuvo con un flujo de intercambio 33% menor al actual. Así, el superávit acumulado por el intercambio de bienes acumula más de USD 10.600 millones en lo que va del año, y se ubica apenas 5% por debajo de igual lapso del 2020 (cuando las importaciones se contrajeron fuertemente, por efecto de la pandemia). Sin considerar el año pasado, es el mayor resultado positivo para un período enero-agosto desde 2009.

Nuevamente, este dato estuvo vinculado con una evolución muy favorable de las exportaciones. Las ventas al exterior alcanzaron los USD 8.000 M (+63% i.a.), marcando su tercer mejor registro de la historia (solo detrás de agosto de 2011 y mayo de 2013). En simultáneo, las importaciones también crecieron a buen ritmo (+64% i.a.). De este modo, las exportaciones acumulan un total de USD 50.700 millones (+35% i.a.) en lo que va del año, mientras que las importaciones fueron de USD 40.100 millones (+53% i.a.).

¿Qué influyó en el avance de las compras y ventas?

Las exportaciones de agosto siguieron impulsadas por sus precios, que treparon 30% i.a. Sin embargo, a diferencia del mes previo, las cantidades también se incrementaron a buen ritmo, saltando 26% i.a. con respecto a igual mes de 2020. De esta forma, el crecimiento de las ventas al exterior se torna más sostenible, al ser un proceso independiente de la evolución de las cotizaciones. El producto que más avanzó fueron los combustibles, cuyas cantidades exportadas crecieron 67% i.a. De cualquier manera, el peso de este rubro es menor en nuestra canasta total de exportaciones. En segundo lugar, los volúmenes vendidos de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) subieron 39% i.a. Por último, en lo que hace a Manufacturas de Origen Agrícola (MOA) y Productos Primarios, su avance sigue más vinculado a los precios de los commodities que a un salto de las cantidades enviadas: aunque sus volúmenes avanzaron 11% i.a. y 23% i.a., respectivamente, sus precios treparon 32% i.a. y 38% i.a. En cualquier caso, se destacaron en agosto los envíos de porotos y aceite de soja (+130% i.a. y +117% i.a.), trigo (+233% i.a.) y aceite de girasol (+443% i.a.), que traccionaron las ventas de estos sectores.

Por el lado de las importaciones, también crecieron tanto los precios como las cantidades. Los primeros crecieron 23% i.a. y las segundas 33% i.a. En este caso, el producto que más creció fueron las piezas y accesorios para bienes de capital, cuyos volúmenes demandados se incrementaron en 84% i.a., aunque todos los rubros (excepto vehículos) mostraron importantes subas.

La variación de precios contribuyó con un tercio del superávit comercial del mes: a precios de agosto de 2018, el saldo positivo habría sido de USD 1.500 millones. Este monto sigue siendo un balance favorable. En lo que va del año, el efecto de las cotizaciones explicó algo más de la mitad del superávit acumulado.

¿Qué esperamos para lo que queda del año?

Teniendo en cuenta el buen desempeño de las exportaciones, esperamos que el superávit comercial sea superior al del año pasado. Aunque en los primeros ocho meses del año este todavía se ubica algo por debajo, en el último cuatrimestre de 2020 se dio una postergación de ventas y adelanto de compras que no esperamos que se repita en 2021. De esta manera, el último lapso del año mostraría un saldo mejor al del año previo.

Todas las regiones aumentaron su nivel de exportaciones en el primer semestre

En un semestre marcado por la recuperación del comercio global y la suba de los precios de las commodities, las ventas argentinas al exterior crecieron 28% respecto a la primera mitad del 2020. A pesar de ser un salto respecto a un semestre de ventas particularmente bajas, estos datos las ubican 15% por encima del mismo período del 2019. Sin embargo, la dinámica fue muy heterogénea de acuerdo a las diversas regiones e industrias que coexisten a lo largo del país.

Si consideramos a los 19 principales sectores de exportación, sólo cuatro (que representan apenas el 4% de nuestras ventas al exterior) redujeron sus envíos al resto del mundo. Estos fueron los complejos avícola (-13% i.a.), hortícola (-12% i.a.), tabacalero (-10% i.a.) y frutícola (-8% i.a.). El resto de los rubros, en cambio incrementó sus ventas, destacándose el complejo automotriz (+77% i.a., ligado a la recuperación de la industria brasileña), el sector oleaginoso (+53% i.a., debido a la suba del precio de la soja y sus derivados) y el complejo azucarero (+48% i.a.).

La recuperación fue significativa en todas las regiones, con el sector pampeano liderando las ventas (+34% i.a.). Este efecto estuvo, nuevamente, muy vinculado con la campaña agrícola y el aumento de la cotización de sus productos. De este modo, las ventas de productos con origen santafecino treparon 58% i.a. En segundo lugar, las exportaciones del noreste crecieron 29% i.a., por un salto del 167% en los envíos de Corrientes. El producto que traccionó las ventas de esta provincia fueron los químicos, aunque también los envíos de arroz y combustibles y energía tuvieron buenos desempeños. En el siguiente puesto se ubicó la evolución de las ventas de la Patagonia, que crecieron 12% i.a. Chubut (+22%) y Santa Cruz (+21%) mejoraron significativamente sus ventas, por la suba en el precio del petróleo. En cuarto lugar, las ventas de Cuyo aumentaron 6% i.a., debido principalmente a un salto en los envíos de maíz desde San Luis. Por último, las ventas del Noroeste se incrementaron apenas 2% i.a., a pesar de que las exportaciones jujeñas saltaron 80% i.a. de la mano de mayores envíos de azúcar.

9 provincias disminuyeron sus envíos, a pesar de las condiciones favorables para la exportación. En particular, se destaca una reducción de las ventas de Neuquén (-56% i.a.), en donde hubo una mala performance de los envíos de gas (-82% i.a.), aunque también influyó una disminución de 10% en la venta de frutas. En simultáneo, La Rioja (-26% i.a.), Tierra del Fuego (-20% i.a.), la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (-19% i.a.), Chaco (-16% i.a.), Santiago del Estero (-15% i.a.), San Juan (-10% i.a.), Tucumán (-6% i.a.) y Entre Ríos (-4% i.a.) también acotaron sus envíos.

Para los próximos meses, esperamos que el desempeño de las exportaciones siga siendo positivo, y finalicen el año en la zona de los USD 70.000 M (+27% i.a.). Esto implicaría una desaceleración muy leve de las ventas en la segunda mitad del año, ya que los envíos en el último cuarto del 2020 no se vieron tan afectados por la pandemia, pero sí por la brecha cambiaria y el paro en varios puertos. Este monto sería el máximo desde 2013. El desafío pendiente será fortalecer las cantidades exportadas, para que las ventas puedan crecer independientemente de los precios internacionales.

Las exportaciones acumuladas a Brasil ya superaron a las de 2019

En agosto, el intercambio de bienes con Brasil superó los USD 2.100 millones, convirtiéndose en el mayor en 3 años. La variación del flujo de comercio fue de 57% i.a. con respecto a igual mes del año pasado, marcando una racha de 8 meses consecutivos al alza, y acumula un aumento de 49% i.a. en lo que va del 2021. A su vez, dicha recuperación más que compensa la caída causada por la pandemia, ya que la compraventa de bienes desde y hacia nuestro principal socio comercial supera en 7% a la de igual período de 2019.

El aumento en el comercio se dio tanto por el lado de las importaciones como de las exportaciones, que crecieron ambas a ritmos similares. Las importaciones provenientes del principal socio del MERCOSUR treparon 55% i.a. en agosto (acumulando un alza de 53% en el año), mientras que las exportaciones se incrementaron en 60% i.a. en el mes (avanzando 46% en lo que va del 2021).

El saldo comercial, en tanto, arrojó un saldo negativo de USD 116 millones, creciendo 20% en relación a igual mes de 2020. En lo que va del año, la balanza comercial con el país vecino mostró un déficit de USD 676 millones, frente a USD 211 millones en igual lapso del año pasado.

Tanto las exportaciones como las importaciones superaron a las de 2019. Considerando que el comercio global se vio golpeado por la pandemia en 2020, es más adecuado comparar el intercambio bilateral con el de 2019, año que no se vio afectado por ella. En este sentido, tanto las compras como las ventas ya superan sus valores de entonces. Al comparar con agosto de dicho año, las exportaciones fueron 21% superiores y las importaciones 29% mayores. En una visión de mayor alcance, en el acumulado anual las compras se ubicaron 14% por encima de los primeros 8 meses de 2019, mientras que las ventas por primera vez superaron esta referencia.

El crecimiento del intercambio comercial es el reflejo de la recuperación de ambas economías. Sin embargo, también implica para nuestro país un mayor uso neto de divisas, dado que la balanza comercial con Brasil es tradicionalmente deficitaria, más aún considerando que el crecimiento proyectado es mayor para Argentina (+7,0% anual) que para Brasil (+5,2%).

En adelante, esperamos que el flujo comercial continúe creciendo. Los datos de actividad doméstica serán buenos en los próximos meses, y la industria brasileña liderará la mejoría en el país vecino (se espera que crezca cerca de 6% anual). Sin embargo, las expectativas de una suba del tipo de cambio con posterioridad a las elecciones podrían causar que se adelanten algunas compras y se posterguen algunas ventas, profundizando el sesgo deficitario del intercambio. De cualquier manera, este rojo será más que compensado con saldos positivos con otros destinos, y contaremos con un superávit comercial a nivel agregado en 2021.

El estancamiento estructural del comercio exterior: mirando más allá del superávit

El letargo de las exportaciones y su problema para el crecimiento

Argentina tuvo, en 2020, la menor apertura económica de la región. Aunque esta es una característica estructural de nuestra economía (por caso, todos los años desde 1960 tuvimos un flujo comercial menor que el promedio de Latinoamérica y que los países de ingreso medio-alto), se profundizó a lo largo de los últimos años. Uno de los principales motivos fue el declive de nuestras exportaciones en la última década: las ventas al exterior de 2011 fueron 27% superiores a las de 2019 (y 51% mayores a las del 2020 de pandemia).

A pesar de que este dato no se ve alentador, gran parte de la caída podría atribuirse a la disminución del precio internacional de la soja: tras alcanzar máximos en 2012, la cotización de este producto descendió fuertemente, arrastrando consigo a los precios de sus derivados. Así, la caída de las ventas medidas en dólares podría tener más que ver con una baja de los términos de intercambio que con un descenso de los volúmenes enviados al exterior. Rompiendo con esta tendencia a la baja, en los primeros siete meses de este año se observaron las mayores exportaciones desde 2013. Mejor aún, tuvimos el julio más alto de toda la serie, sólo superado en 2012. Considerando la importancia que tiene la evolución de las exportaciones para la disponibilidad de divisas en nuestro país, vale la pena preguntarnos ¿esta suba es producto de una mejora genuina en los volúmenes vendidos? ¿o se corresponde con un mero rebote de los precios? ¿estamos revirtiendo la debacle de las exportaciones, responsable importante del estancamiento de nuestra economía?

Desde fines de los años ochenta, nuestras ventas externas mostraron un sendero sostenido de crecimiento. Aunque éste tuvo algunas interrupciones (una entre fines del ’99 y comienzos del 2000 y otra más importante con la crisis internacional de 2008-09), la tendencia fue definitivamente al alza. De este modo, los volúmenes vendidos al exterior eran, a principios de 2012, más del quíntuple de los de fines de los ‘80. Ese momento marcó un máximo en la cantidad de productos enviados al resto del mundo, al igual que en la facturación (que, como vimos, alcanzó su pico en 2011). Desde entonces, no solo los precios ponderados de nuestras ventas cayeron entre 15% y 25%, según el lapso que se tome, sino que las cantidades se estancaron, contribuyendo también al deterioro general de las exportaciones.

La falta de divisas que generó esta situación marcó a la economía local los siguientes años. No poder generar los recursos para aumentar el nivel de actividad (lo que requiere importaciones) nos llevó a convivir con una importante inestabilidad cambiaria, emparchada en algunos lapsos con controles de cambios y en otros con endeudamiento externo.

La dinámica de las ventas no fue homogénea entre rubros. Todos los tipos de bienes comenzaron a crecer a fines de la década del ’80, pero el fin del período de crecimiento fue distinto para cada uno de ellos. En primer lugar, hay dos componentes que estuvieron desacompasados de la evolución general de las ventas: combustibles y energía y productos primarios, que representan conjuntamente alrededor de un tercio de nuestras ventas al exterior. Los primeros alcanzaron su pico a principios de 2002, para después caer sostenidamente hasta 2016, alcanzando volúmenes semejantes a los de 1990. Esta evolución tiene su correlato en una mayor actividad industrial y un consumo doméstico pujante, que no fue acompañado por un salto en la oferta de energía. En simultáneo, el congelamiento de tarifas motivaba subas de la demanda, revirtiendo la balanza comercial energética desde 2011. Luego, producto de los saltos tarifarios y una menor utilización, estas ventas volvieron a crecer hasta casi duplicarse en 2020. De forma contraria, la expansión de los productos primarios nunca cesó: éstos crecieron sostenidamente hasta el comienzo de la pandemia, de la mano de una producción de cereales y oleaginosas que no se detuvo en 2012. Así, llegaron a quintuplicar las exportaciones del comienzo de la serie.

Por otro lado, podemos analizar una performance distinta de los bienes manufacturados (tanto de origen agropecuario -MOA- como industrial -MOI-) que, representando dos tercios del total exportado, fueron los que marcaron el ritmo del total de las ventas. Las MOA, en donde se destacan los productos de la molinería, aceites, otros derivados de cultivos, productos de la ganadería y alimentos y bebidas, alcanzaron máximos a comienzos de 2008. Desde entonces, el conflicto de los productores agrícolas con el gobierno, los controles y prohibiciones a la exportación de carne y la crisis externa impactaron en estas ventas (junto con la caída de precios que llegaría desde 2013).

Por parte de las MOI, en donde resaltan los vehículos, productos químicos y plásticos, maquinaria y metales, su momento cúlmine fue 2011. Después, la pérdida de competitividad cambiaria derivada de la apreciación del peso complicó su evolución. A esto debe sumarse un leve descenso de su precio internacional y, sobre todo, la larga recesión en la que ingresó Brasil en 2014. En este marco, y a pesar de haber repuntado desde 2016, todavía no alcanzaron los máximos de una década atrás.

¿Qué pasó, entretanto, con las importaciones?

La dificultad para aumentar los volúmenes enviados al exterior y la mencionada reducción de precios de nuestras ventas afectaron el flujo de ingreso de divisas al país. Esto no fue inocuo para la actividad económica. La falta de divisas afectó, en cada salto cambiario, al poder adquisitivo y la demanda doméstica, impactando en el nivel de producción. Además, fue el disparador de los controles a las importaciones, que buscaron frenar la sangría de reservas.

De esta manera, las compras al resto del mundo (que están íntimamente relacionadas con la demanda interna) se vieron doblemente afectadas, y su avance también se frenó desde el 2012. Dejando de lado la importación de combustibles, cuya dinámica está más vinculada a factores del mercado energético que a variables macroeconómicas, la evolución del resto de usos económicos fue similar. Al estancamiento que comenzó entre 2011 y 2013 le siguió una importante recuperación en 2017 (cuando el tipo de cambio real se encontraba en valores bajos y no existían restricciones a las compras externas) y un derrumbe con la crisis cambiaria de 2018. Este avance fue algo más marcado en bienes de consumo y vehículos livianos, que pasaron de representar 18% del total en 2012-15 a 23% en 2017, pero también fue importante en bienes intermedios y de capital. Este proceso terminó cuando la incapacidad de generar dólares genuinos le puso un techo, una vez más, a las compras externas y al nivel de actividad.

Hoy en día, el repunte en algunos sectores y la tracción de la industria brasileña están ayudando a las cantidades exportadas. Así, el volumen de las ventas fue un 6% mayor en los primeros siete meses del año al de 2020 (y 2% inferior al de 2019). Sin embargo, los principales motores del saldo comercial favorable actual son los términos de intercambio y una actividad en niveles todavía bajos. De acuerdo con los cálculos de INDEC, casi el 60% del superávit acumulado del 2021 se debió a una mejoría de los precios respecto al mismo lapso del 2020. En el primer semestre del año, los términos del intercambio se ubicaron apenas 4% por debajo de su mejor dato histórico (el último trimestre del 2012). Por otra parte, con la mejora de la actividad (que fue palpable en junio y julio, a pesar de que sólo hay datos del primero de estos meses) las importaciones crecieron 72% i.a. en el bimestre y 28% respecto a igual lapso de 2019.

Esto implica que el saldo comercial favorable (que fue de USD 12.500 millones en 2020 y sería de un monto similar en 2021) podría empezar a erosionarse con la continuidad de la recuperación económica. Peor aún, si los commodities se abarataran (por ejemplo, producto de una suba de tasas de la FED que mejore el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense), el flujo de divisas se contraería más rápidamente. Esto nos lleva a la conclusión de que la clave para evitar la restricción externa está en las cantidades exportadas. Las reservas internacionales netas no abundan, pero sí los pagos de deuda en moneda dura: generar dólares genuinos es la única salida no contractiva.

De la mano de los precios de exportación, el superávit comercial sigue creciendo

¿Cómo fue el resultado comercial en julio?

En el séptimo mes del año, el superávit comercial rondó USD 1.500 millones. Con este dato, el saldo favorable del intercambio de bienes acumula más de USD 8.300 millones en lo que va del año. Aunque este monto es levemente inferior al del mismo lapso del año pasado, cuando la pandemia afectó seriamente a las importaciones, es el máximo superávit para enero-julio desde 2009.

Dicho resultado se compuso de un aumento de las exportaciones, que alcanzaron los USD 7.200 millones, junto con una suba de las importaciones, que se ubicaron en USD 5.700 millones. Aunque la variación de las compras fue superior a la de las ventas (66% i.a. y 47% i.a., respectivamente), la baja base de comparación de las primeras hizo que el saldo creciera 4% respecto a julio del año pasado. Al comparar estos montos con el mismo mes del 2019, las subas son de 17% y 24%, respectivamente. Así, las exportaciones superan los USD 42.600 millones (+31% i.a.) en lo que va del año, mientras que las importaciones fueron de USD 34.300 millones (+51% i.a.).

¿Qué influyó en el avance de las compras y ventas?

Las exportaciones de julio fueron traccionadas principalmente por sus precios. Mientras que éstos crecieron 33% i.a., las cantidades se incrementaron 9% i.a. Esta suba estuvo vinculada al aumento de los commodities agrícolas: el precio de los productos primarios y las Manufacturas de Origen Agrícola (MOA) trepó 33% i.a. y 35% i.a. respectivamente. Sin embargo, también influyó en el mismo sentido el salto del precio de los combustibles y energía (+128% i.a.), aunque este rubro no tiene un peso tan importante en la canasta de exportación. Por último, las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) también se encarecieron un 22% i.a. Las cantidades exportadas, en cambio, tuvieron un avance más magro: a pesar de que las MOI saltaron 45% i.a. y los productos primarios 15% i.a., las MOA cayeron 5% i.a. y los combustibles se derrumbaron 48% i.a. De este modo, a nivel agregado, se vendieron 2% menos productos (en volúmenes) que en julio de 2019.

Por el lado de las importaciones, la composición del aumento entre precios y cantidades estuvo más repartida: mientras que los primeros crecieron 23% i.a., las segundas treparon 35% i.a. Así, los volúmenes importados fueron 2% superiores a los comprados en julio de 2019.
En definitiva, la variación de precios contribuyó con la mitad del superávit comercial del mes. En este sentido, si los precios de 2020 se hubieran mantenido estables, el saldo comercial habría sido menor a USD 800 millones. A lo largo del 2021, este efecto fue incluso mayor: a precios del año pasado, el superávit acumulado habría sido menos de la mitad del que efectivamente fue (USD 3.400 millones).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Considerando que los buenos resultados en el frente comercial se deben a la mejora de los términos de intercambio, estos podrían ser transitorios. Sin embargo, no esperamos que la suba de nuestros precios de exportación se revierta en el segundo semestre. Además, la demanda brasileña (principal demandante de MOI) sigue pujante, en particular en lo que hace a su industria manufacturera. Por último, aunque el saldo comercial de los primeros siete meses del año fue inferior al del año pasado, el superávit se contrajo fuertemente en el último cuatrimestre del 2020. Para este año, esperamos que esta contracción no se repita en la misma magnitud. De este modo, proyectamos que el balance se ubique nuevamente por encima de los USD 12.000 millones.

El intercambio comercial con Brasil sigue recuperándose

En julio, el flujo de intercambio de bienes con nuestro principal socio comercial creció 58% i.a. Así, acumula una racha de 7 meses al hilo creciendo y un alza de 48% i.a. en lo que va del año. La compraventa de bienes se recuperó más que totalmente del impacto de la cuarentena de 2020: fue en el mes un 12% superior al intercambio de julio de 2019 y en los primeros 7 meses del 2021 se ubica 5% por encima del mismo lapso del último año de la gestión Cambiemos.

Esta mejoría fue producto de una suba tanto de las compras como de las ventas. Por el lado de las importaciones, el avance fue de 61% i.a. (acumulando una mejora de 54% i.a. en el período enero-julio). Con este dato, ya demandamos a Brasil 25% más envíos que en el mismo mes del 2019. Respecto a las exportaciones, la suba interanual fue de 70% en julio (45% en el acumulado anual). Comparando con el mismo mes de 2019, las ventas se redujeron en un 1%.

La recuperación del intercambio es una buena noticia, ya que implica un mayor nivel de actividad en ambas economías. Sin embargo, la “vuelta a la normalidad” también implica un mayor déficit por esta cuenta: el intercambio bilateral es deficitario desde 2004 (con la excepción de 2019). De este modo, aunque las expectativas de crecimiento de Brasil siguen trepando y ya alcanzan 5,3%, el intercambio dejó un saldo negativo de USD 170 millones en julio y USD 560 millones en lo que va del año.

Este rojo comercial no está vinculado con una menor participación de productos argentinos en el mercado brasileño. Por el contrario, nuestras ventas a Brasil están siendo más dinámicas que las del resto del mundo. El aumento global de las importaciones del gigante sudamericano fue 10 p.p. menor al salto de las ventas argentinas en julio, y 14 p.p. inferior en lo que va del año. De este modo, la participación de los productos argentinos en el mercado brasileño creció 0,5 p.p. en el mes respecto del 2020, pasando de 4,7% en julio de 2020 a 5,2% en 2021, aunque todavía se encuentra muy lejos de la media de los últimos diez años (6,5%).

Hacia adelante, esperamos que el saldo bilateral siga siendo deficitario, aunque las exportaciones a Brasil crecerían más de 25%. Sin embargo, este rojo será más que compensado con saldos positivos con otros destinos. El superávit será producto conjuntamente de un aumento de los precios de venta y una recuperación de las cantidades exportadas, dejando al intercambio de bienes como un aportador neto de divisas. Este resultado se dará incluso a pesar de que podrían postergarse algunas ventas por el incremento de la brecha cambiaria de cara a las elecciones. Por el contrario, las sangrías de divisas estarán en las cuentas de pagos de deuda e intervenciones cambiarias. El stock de tenencias del BCRA no es ilimitado y las autoridades deberán balancear estos movimientos para no sufrir sobresaltos.

 

Las exportaciones del primer semestre fueron las máximas desde 2013

¿Cómo fue el resultado comercial en junio? ¿y en el primer semestre?

En el sexto mes del año, el saldo comercial fue superavitario en más de USD 1.000 millones, debido a exportaciones por casi USD 7.000 millones (+46% i.a.) e importaciones superiores a los USD 5.900 M (+79% i.a.). Con este dato, el flujo comercial trepó 59% i.a., debido a la baja base de comparación de 2020, cuando la pandemia todavía afectaba al comercio global. Sin embargo, al comparar las compras y ventas externas en relación con junio de 2019, las variaciones también son positivas, con un avance de 33% de las exportaciones, 42% en las importaciones y 37% en la suma de ambas.
Así, la primera mitad del año cerró un superávit de USD 6.700 millones, o 1,5% del PBI. Aunque este es algo menor al del año pasado, cuando las importaciones se habían derrumbado 24% i.a., exceptuando 2020, es el mayor para este lapso desde 2010.

¿Cómo se comportaron las compras y ventas?

Las exportaciones del primer semestre fueron las mayores desde 2013. Esto estuvo motivado por el aumento de los precios de los commodities agrícolas, que incrementó el valor de la cosecha gruesa y también de sus derivados (harina, pellets y aceite). De este modo, los precios ponderados de nuestras exportaciones crecieron 22% i.a. en el primer semestre, muy por encima de las cantidades, que subieron 5% i.a. El producto más destacado de nuestras ventas fueron las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), que treparon 47% i.a. En segundo lugar, se ubicaron las Manufacturas de Origen Industrial (MOI), que crecieron 44% i.a. En este caso, el aumento fue debido a una mayor demanda y no a la tracción de los precios. Por caso, en junio las cantidades vendidas de estos productos crecieron 84% i.a., ubicándose 5% por encima de las vendidas en el mismo mes de 2019. Por último, la venta de Combustibles y Productos Primarios también creció (3% y 2% i.a., respectivamente), aunque explican una porción menor de la dinámica del comercio exterior.

Por el lado de las importaciones, las compras treparon 49% i.a. en el primer semestre, ubicándose 14% por encima de los valores de la primera mitad de 2019. De forma contraria a las exportaciones, esta recuperación vino más por el lado de las cantidades (+37% i.a.) que de los precios (+9% i.a.). Sin embargo, al igual que para las ventas, la mejoría también abarcó a todos los rubros: la compra de piezas para bienes de capital trepó 62% i.a., la de combustibles 59% i.a., la de bienes intermedios 52% i.a., la de bienes de capital 48% i.a., la de autos 47% i.a. y la de bienes de consumo 17% i.a. Así, autos y combustibles son los únicos segmentos que todavía no recuperaron sus valores de 2019.

¿Qué esperamos en el frente externo para el segundo semestre?

Del mismo modo que venimos viendo en lo que va del año, esperamos que haya dos factores que traccionen nuestras ventas al exterior. En primer lugar, la demanda brasileña seguirá pujante (se espera que el PBI de nuestro principal socio crezca 5,3% anual, y esta proyección viene revisándose sistemáticamente al alza desde hace tres meses), motivando la venta de MOI. Por otra parte, los precios agrícolas no revirtieron su alza, haciendo que la venta de MOA mantenga sus niveles. En simultáneo, proyectamos que las importaciones seguirán recuperándose, más aún con la mejoría de la actividad que se vería con la baja de los casos y el fin de las restricciones a la movilidad. De este modo, aunque el saldo de la segunda parte del año será algo menor al de la primera, el superávit se ubicará nuevamente por encima de los USD 12.000 millones.

Argentina: del granero del mundo a la falta de rumbo

Nuestro país sufre recurrentemente de crisis cambiarias motivadas por la escasez de divisas. Este problema se debe, en parte, a la indefinición de nuestras políticas sobre el tipo de estructura productiva que necesitamos. En qué actividades debemos especializarnos es un interrogante estrechamente vinculado con cómo fomentar exportaciones que nutran nuestra balanza de pagos y alivien la restricción externa.

Nuestro país transitó el camino a la globalización como proveedor de materias primas agrícolas. A medida que la población se incrementaba y la demanda internacional de commodities sufría vaivenes, apareció también un incipiente tejido industrial, principalmente para proveer y emplear a los argentinos. Luego, el “granero del mundo” fue dejando espacio, desde fines de los años cuarenta, a la exportación de productos de la ganadería (carnes, lanas y cueros). Actualmente, las ventas argentinas al exterior se componen principalmente de soja, trigo, maíz y sus derivados (aceite, harina, pellets y biocombustibles), aunque también exportamos productos de la industria automotriz (pick-ups y utilitarios), algo de petróleo y, en menor medida, carne y minerales.

El estancamiento y declive de las ventas al exterior lleva más de una década, e impide crecer de manera sostenida sin sufrir la escasez de divisas (los dólares son necesarios para comprar insumos y bienes finales del exterior en dicho proceso). Entre otros factores, este hecho indiscutible puede asociarse a los bruscos cambios de las políticas macro y microeconómicas tomadas por distintos gobiernos. Así, cuál debe ser nuestra inserción internacional es una discusión que sigue abierta, y que volvió a ponerse sobre la mesa con las recientes prohibiciones a algunas actividades, potenciales proveedoras de divisas. Entonces, qué podemos vender al resto del mundo?

Una primera pregunta al respecto es si podemos prescindir de la manufactura y vivir de los recursos naturales. Sin embargo, una indagación más exhaustiva nos dice que esto no es posible: a pesar de contar con diversos climas, una importante superficie fértil para el cultivo, reservas de agua, petróleo y minerales, Argentina se ubica en el puesto 47 de riqueza natural per cápita sobre un total de 141 países, según las estimaciones del Banco Mundial. La distancia con quienes que encabezan dicho ranking es abismal: Qatar tienen 40 veces más capital natural por habitante que nosotros, y hay otros diez países que nos cuadruplican. Esto nos brinda una idea de la magnitud de la brecha en disponibilidad de recursos. Incluso, poseemos 71% menos riqueza natural que Chile y 56% menos que Brasil, países comparables de la región. Si en lugar del stock observamos las rentas por habitante que los países obtienen de sus recursos naturales (el flujo anual de dólares generado por los mismos), nos encontramos en el puesto número 46 de 182. Nuevamente “de mitad de tabla para arriba”, pero lejos del podio.

Al observar los primeros 20 países de cada uno de estos rankings, encontramos que son, casi en su totalidad, potencias petroleras (Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes y Arabia Saudita, por nombrar sólo algunos). Las excepciones a esta norma exportan mineral de hierro (Australia), oro (Surinam y Guyana), cobre (Chile) y carbón (Mongolia). Adicionalmente, muchos de estos países complementan la ventaja que les da la tenencia de un recurso clave con la producción de otros, como la industria automotriz que Canadá combina con sus yacimientos petrolíferos o la producción de pescado (disparadora de la polémica en nuestro país) en Noruega y Chile, quienes exportan principalmente petróleo y cobre. Las posibilidades para Argentina de insertarse en este selecto grupo están, como vimos, limitadas.

Entonces, ¿qué alternativas tenemos?

Países comparables al nuestro (no insulares de ingreso medio-alto y sin tanta disponibilidad de recursos naturales) en muchos casos exportan petróleo en grandes cantidades (Colombia, Ecuador, Brasil y Bulgaria), a pesar de no contar con un stock tan importante de este recurso. Si bien hoy nuestra balanza comercial de gas y petróleo es neutra, las inversiones en Vaca Muerta permiten pensar que podríamos crecer en este rubro, pero no lo suficiente como para descansar en él como único proveedor de dólares para el funcionamiento de la economía. Otros de estos países explotan la disponibilidad de algún mineral. Dejando de lado el caso de Chile, también Perú, Armenia y Bulgaria disponen de cobre; Colombia exporta carbón y oro; y Bolivia y Sudáfrica también realizan envíos de este último. Otros basan sus ventas en la industria automotriz (como México, Turquía y Rumania, entre otros), farmacéutica (Bulgaria) u otras (de calzado en Albania).

Particularmente, en nuestra región, algunos países vecinos aprovechan actividades que Argentina deja de lado: Uruguay y Paraguay son grandes exportadores de carnes, cuyas ventas hoy están limitadas parcialmente en nuestro país. Al mismo tiempo, Ecuador y Chile son grandes exportadores de pescado, la producción que dio lugar a la discusión actual, cuando algunos días atrás la Legislatura de Tierra del Fuego prohibió la cría de salmones en aguas provinciales, motivada principalmente por los costos ambientales de dicha producción. La controversia surgió por la resignación de los beneficios económicos (producción, exportaciones y empleo) que habría traído dicha actividad. Para entender la magnitud potencial de la misma, resalta que el país trasandino recibe más dólares anuales por la exportación de salmón que nosotros por todo el complejo bovino (carnes, cueros y lácteos). Por lo tanto, podríamos afirmar que, sin descuidar las regulaciones necesarias en materia ecológica, un país que sufre de recurrentes crisis cambiarias difícilmente pueda darse el lujo de despreciar actividades que proveen tantos dólares.

Hoy en día, la producción de alimentos y bebidas es uno de los rubros que más exportaciones brinda (principalmente, por la vía de los cultivos), pero tiene aún potencial para seguir creciendo. Algunas propuestas en este sentido serían promover la producción de pescado -de forma ecológicamente sustentable-, la carne bovina y porcina (hay un plan para casi duplicar la producción de cerdos en la próxima década) y los vinos y frutas, entre otros. De este modo, no solo engrosaríamos el flujo de divisas, sino que también reduciríamos la volatilidad en estos ingresos asociada a los precios internacionales de los commodities. Adicionalmente, otras industrias (como la automotriz o la química) pueden potencialmente competir con sus productos en el exterior, principalmente aprovechando la protección que el Mercosur brinda en nuestra región, pero también expandiéndose a otros países. Actualmente, se envían vehículos a otros destinos como México, Australia y Europa. La exploración de nuevos mercados para nuestros bienes manufacturados llevó recientemente a impulsar la producción de cannabis medicinal, cáñamo industrial y baterías de litio, con la intención de exportar estos productos.

Por fuera de la venta al exterior de bienes, nuestro país tiene un importante potencial en la producción y exportación de servicios. Destacan entre estos aquellos basados en el conocimiento: servicios empresariales, producción audiovisual, diseño gráfico y software son producciones posibles para nuestro país, ya que cuenta con alta calificación profesional y salarios bajos, y pueden venderse fácilmente al exterior. Además, el turismo receptivo es una actividad que puede proveer tanto divisas como empleo. Aunque la pandemia viene retrasando su reactivación (en el primer trimestre del 2021, los ingresos de dólares por transporte y viajes fueron 83% menores a los del mismo lapso de 2019), los atractivos turísticos de Argentina hacen que éste sea un rubro para desarrollar.

En conclusión, la dotación de recursos que nos dio la naturaleza no es suficiente para desarrollarnos únicamente en base a ellos y así ‘salvar’ el frente externo. Por esto, la estrategia de crecimiento no puede prescindir de los bienes primarios, pero tampoco depender de ellos. Si hay consenso en que se deben incrementar las exportaciones, es necesario que éstas se diversifiquen y abarquen a otras actividades productivas. Delinear cuáles y realizar políticas sostenidas y sostenibles para ellas es el desafío pendiente. Nunca es tarde para empezar.

Más flujo, pero también más déficit en el intercambio con Brasil

En junio, el flujo comercial con nuestro principal socio creció por sexto mes consecutivo. Así, el intercambio de bienes con Brasil consolida su recuperación, siendo 80% superior al de junio de 2020 y ubicándose 17% por encima de junio de 2019. Esta suba se debió a un alza de 20% i.a. de nuestras ventas a dicho país y un salto de 80% i.a. en nuestras compras desde este origen. De esta forma, el comercio bilateral de bienes refleja la normalización de la actividad económica en ambos países luego del desplome visto el año pasado. En este escenario, nuestras exportaciones a Brasil acumulan un alza de 41% promedio en los primeros seis meses del año, mientras que nuestras importaciones muestran un crecimiento del 58%.

Aunque un mayor intercambio signifique una buena noticia, el signo del saldo comercial no necesariamente implica lo mismo. A pesar de que las expectativas de crecimiento de la potencia vecina siguen revisándose al alza (treparon 1 p.p. en junio, pasando de 4,1% a 5,1%), el balance fue deficitario en casi USD 60 millones en el mes, y ya acumula un rojo de USD 580 millones en lo que va del año. Este es el peor saldo para un primer semestre desde 2018 y encuentra su causa en una recuperación más veloz por el lado de las importaciones que por el componente exportador.

Mirando los datos globales del comercio exterior brasileño, esta dinámica no es particular de nuestro país: las compras de Brasil a todos los destinos subieron 27% i.a. en el primer semestre, significativamente menos que sus ventas, que treparon 36% i.a. De este modo, aunque las compras de origen argentino crecieron menos que las ventas a nuestro país, lo hicieron en mayor medida que de otros destinos. En respuesta, la participación de los productos argentinos en el mercado brasileño creció en junio 0,9 p.p. respecto del mismo mes del 2020, pasando de 4,6% a 5,5% del total. En este mismo sentido, el share de nuestras ventas pasó de 4,7% en el primer semestre de 2020 a 5,3% en el mismo lapso del 2021. Más allá de esta dinámica positiva, todavía seguimos lejos de la media de los últimos diez años (6,5%).

 

Para los próximos meses, no esperamos que el desbalance comercial bilateral se convierta en un problema. Nuestras exportaciones a Brasil crecerían más de 20% este año y, aunque nuestras compras posiblemente terminen siendo superiores, este déficit bilateral será más que compensado con saldos positivos con otros destinos. En consecuencia, el comercio de bienes aportará divisas en 2021, tal como lo viene haciendo desde 2019. Sin embargo, la situación no será una panacea: podría haber pérdida de Reservas a nivel agregado, considerando las intervenciones que podrían llegar en los mercados cambiarios, oficial y paralelo, en tanto los vencimientos de deuda con el FMI, por ahora no reprogramados, también podrían debilitar a este stock clave.