La relación comercial de Argentina con Brasil: ¿un amor no correspondido?

Desde los albores del Tratado de Asunción a inicios de la última década del siglo XX, hecho que tiempo después diera a luz al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), las relaciones comerciales[1] entre Argentina y Brasil han transitado un largo recorrido de profundización y, con sus luces y sombras, de integración comercial. Dicho impulso generó que el intercambio comercial (medido en moneda constante) pegara un salto entre 1993 y 1997 (previo al contagio de la crisis asiática en Brasil en 1998-99 y la crisis argentina de inicios de los 2000), acumulando un crecimiento del 75%.

Desde un punto de vista local, la relevancia de Brasil es incuestionable. Es nuestro principal socio comercial y primer destino de nuestras exportaciones desde hace no menos de veinte años. Además, es al país al que mayor colocación de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) logramos realizar, concentrando en promedio cerca del 40% del total exportado por este rubro durante la última década.

No obstante, como veremos más adelante, la profundización de las relaciones comerciales ha instaurado una dinámica deficitaria para la balanza comercial argentina: desde inicios del presente siglo, en sólo seis años hemos logrado un superávit comercial con el Gigante Sudamericano.

Esta realidad “perversa” (déficit comercial crónico con el principal destino de nuestras exportaciones y mayor socio comercial) tiene lugar actualmente en un escenario signado por la escasez de reservas, con un año que involucrará pagos netos al FMI y una aguda merma del ingreso de divisas comerciales producto de la sequía. En este marco, el Gobierno -al calor de la afinidad con la nueva gestión de Lula- y la opinión pública desempolvaron en los últimos meses el antiguo proyecto de una moneda común entre ambos países, a lo que se sumaron entendimientos entre los países asociados a la posibilidad de un swap, la provisión de energía eléctrica y medidas para utilizar las monedas locales en el intercambio comercial bilateral, entre otros, buscando obtener aire en el frente de las divisas y financiamiento para el segundo tramo del Gasoducto NK.

En este marco, cabe realizarse las siguientes preguntas: ¿qué explica el déficit comercial crónico de Argentina con Brasil? ¿cuáles son los incentivos de Brasil de compartir instrumentos que beneficien a Argentina? ¿qué impacto esperamos para 2023?

Sobre incentivos y dinámicas de intercambio: el punto de vista de Brasil

El sector externo brasileño ha sido uno de los más dinámicos de la región. En promedio, durante el período 2010-2021, las exportaciones del país vecino crecieron al ritmo del 6,5% promedio anual, ubicándose por encima del crecimiento mundial (5,5%) y del flojo desempeño de la economía nacional (4,1%).

Sin embargo, este buen desempeño no tuvo como aliado a la Argentina, que fue el país que mayor participación perdió entre los años 2010 y 2022. Al observar el flujo comercial (importaciones + exportaciones) brasileño, la abrupta caída del peso de la economía nacional se encuentra explicada por la irrupción de China y su profundización como principal socio comercial. Como resultado, mientras perdimos 4 p.p. – la mayor caída entre los más de 200 países – la ganancia del gigante asiático fue de 10 p.p., siendo así la de mayor crecimiento. Resultado similar ocurre si se observa la participación nacional en las exportaciones brasileras, que durante el mismo período se redujeron 4,6 p.p., pasando de 9,2% a 4,6%.

De hecho, luego del mencionado impulso de las relaciones en la década de los 90´, se registran dos etapas posteriores bien diferenciadas en el vínculo. Durante el período 2003-11 se verificó una notable expansión, con un crecimiento promedio anual del 17%, para luego registrar un quiebre y caer durante la etapa 2012-21 a un ritmo anual promedio del 5%. De todas maneras, la alicaída relación entre ambos aún no es suficiente para sacarnos de la terna de los principales aliados comerciales, ubicándonos en el tercer lugar detrás de China y Estados Unidos, denotando la relevancia que aún prevalece en el vínculo.

Asimismo, un factor a señalar es la matriz en la que se desenvuelven dichas relaciones. Tomando como referencia el año 2022, mientras las colocaciones brasileñas hacia Argentina fueron en más de un 80% explicadas por las MOI, la proporción de MOI exportadas por Brasil al resto del mundo (excluyendo Arg.) fue de menos del 25%. Todo esto en un escenario de pérdida de dinamismo de la actividad industrial brasilera (-0,7% en 2022), registrando un descenso del 16% desde el último pico en 2013, sin lograr aún retornar a los niveles de actividad de la prepandemia (-1,3% vs 2019). Como correlato, la participación de las MOI en las exportaciones del país durante 2022 (27%) se encontró en los niveles más bajos desde 2009 (38%).

Por otra parte, la balanza comercial superavitaria de Brasil con Argentina se explica por las exportaciones de MOI. Los resultados comerciales por grandes rubros (exportaciones – importaciones) en 2022 arrojaron que Productos Primarios, Combustibles y MOA implicaron un déficit comercial para Brasil de cerca de USD 3.400 M. Por su parte, el superávit de las MOI contribuyó a un ingreso de aproximadamente USD 5.000 M y, muy por detrás, minerales aportó USD 725 M netos.

En concreto, el intercambio comercial con Argentina es motivado por las MOI y la relación con el resto del mundo es explicada por las materias primas. De este modo, durante 2022 Argentina se ubicó en el segundo lugar de destino de las MOI, quedando detrás de Estados Unidos, destino que nos desplazó del primer lugar desde 2014.

La Industria Automotriz es el factor principal a la hora de explicar la composición de las MOI. Como es de esperarse, los primeros cuatro productos brasileños exportados hacia Argentina durante el 2022 estuvieron relacionados a dicha industria[2], en la cual se registra una complementariedad productiva e integración vertical, con un Brasil más especializado en las fases iniciales de la producción -las autopartes explicaron el 57% de esta industria en las exportaciones hacia nuestro mercado durante 2022- y Argentina en las etapas finales de la misma, lo que explica el déficit comercial crónico de la Argentina. A pesar de ello, el sector no ha estado exento de las transformaciones del comercio regional derivados del emergente chino. En particular, las exportaciones nacionales de autopartes se han visto postergadas: durante los últimos doce años, las ventas nacionales de las mismas hacia Brasil representaron un 17% del total de la industria, mientras que en la primera década del presente siglo rozaron el 34%, alcanzando picos de más de la mitad durante el 2004.

No obstante, debe destacarse la trascendencia de los insumos intermedios que Brasil exporta hacia Argentina, fruto a su vez del segmento automotriz, los cuales involucran sectores de la industria relacionados a la metalmecánica (productos laminados de hierro) y productos químicos, caucho y plástico (derivados del caucho como neumáticos, polímeros de etileno, entre otros) y bienes de capital asociados al sector agropecuario (tractores, principalmente).

Como corolario, el mercado nacional es el destino de una industria brasileña con problemas de competitividad para exportar hacia el resto del mundo. Durante 2022, mientras son 18 los principales productos MOI de exportación hacia Argentina que concentran el 50% del total, señalando la heterogeneidad de estas, tan sólo 8 productos explican más del 50% de las MOI colocadas a Estados Unidos, y la mitad de dicho 50% se explica en productos minerales con reducido valor agregado (productos intermedios de hierro o acero sin alear y fundición en bruto en lingotes).

Concretamente, los incentivos de Brasil para cooperar se anclan en la predominancia de los bienes manufacturados en el intercambio bilateral. Los intereses del país vecino se fueron gestando a lo largo del tiempo, con un estrechamiento en las relaciones que ha derivado en una vinculación económica con diferentes grados de integración vertical y complementariedad que excedieron la reconocida industria automotriz, alcanzando a segmentos como los productos químicos, caucho, plástico y metalmecánica.

¿Qué esperamos hacia adelante?

En un año de escasez de oferta de divisas comerciales, los acuerdos buscarán evitar un freno en las importaciones desde Brasil y el daño que eso podría causarle a la actividad. Por caso, dentro de las medidas en danza, la ampliación de entidades financieras que ofrezcan herramientas de prefinanciamiento para las importaciones y exportaciones y la ampliación de los plazos resulta ser la más factible de entrar en funcionamiento en el corto plazo. Este esfuerzo de cooperación y coordinación entre el Banco Nación y el Banco do Brasil permitiría a los importadores locales extender el plazo de pago a 366 días y representaría un alivio para las menguadas arcas del BCRA. De realizarse, podría ser un vehículo que permita sostener los niveles de importaciones en uno de los frentes que tendremos a lo largo de 2023.

Otro de los aspectos a destacar se concentra en el sector energético. En concreto, el Memorando firmado durante noviembre de 2022 entre ambos países habilitó que la compra-venta de energía eléctrica se realice a través de monedas locales. A su vez, existen negociaciones para que Brasil reduzca la importación de gas boliviano, lo que abriría las puertas para que Argentina inicie negociaciones para su compra previo a la temporada invernal. Por último, seguimos en la búsqueda para obtener financiamiento por parte del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para el segundo tramo del Gasoducto NK (con efectos hacia 2024), el cual permitiría exportar gas de Vaca Muerta hacia Brasil. El mismo sería para financiar caños y materiales necesarios para la construcción, lo que trae a escena la relevancia del sector manufacturero brasilero para el mercado local.

Con todo, existen incentivos para la instrumentación de herramientas de cooperación por el lado de Brasil. Como vimos a lo largo de este informe, somos el tercer socio comercial en orden de importancia, 2° destino de las colocaciones de MOI y compartimos una interdependencia industrial en una variedad de sectores. Dicho esto, no esperamos grandes cambios en el intercambio bilateral en el corto plazo, donde la efectividad de dichas medidas determinará si se pueden contener los niveles de intercambio y aislarlos de los coletazos de la economía nacional.

[1] En este informe nos concentraremos en las relaciones comerciales entre ambos países, omitiendo, entre otras cuestiones, las implicancias geopolíticas y/o de agendas conjuntas de coordinación y desarrollo regional.

[2] La misma se encuentra motorizada por el acceso preferencial que concede el Acuerdo de Complementación Económica (ACE-14) entre ambos países, el cual data desde 1990 (prorrogado y modificado hasta la actualidad), bajo el paraguas del MERCOSUR (protección arancelaria mediante). El ACE-14 estableció derechos de importación para vehículos finales del 50% y un 2% para autopartes, sumado a diferentes medidas como los requisitos de componentes nacionales en el valor agregado total.

El 2022 cerró con el menor saldo comercial desde 2018

En diciembre el saldo comercial orilló los USD 1.100 millones. Concretamente, las exportaciones alcanzaron los USD 6.100 millones (-7% i.a., tercera reducción interanual en 2022), mientras que las importaciones registraron una marcada caída del 19% en su comparación interanual, registrando apenas USD 5.000 millones en el último mes en el marco de la continuidad de las restricciones.

Centrando la mirada en los rubros, por el lado de las ventas externas, se destacó el descenso de Productos Primarios (-26% i.a.) y las Manufacturas de Origen Industrial (-9% i.a.). En cuanto a las compras, los principales rubros que explicaron la caída fueron Bienes de Capital (-24% i.a.) y Bienes Intermedios (-19% i.a.).

Con estos números, el saldo comercial acumulado en 2022 trepó a USD 6.800 millones, el más bajo desde el 2018, pese a unos términos de intercambio históricamente elevados. Tanto las exportaciones (USD 88.300 millones aproximadamente) como las importaciones (cerca de USD 81.500 millones) alcanzaron valores inéditos, donde influyó la elevada inflación global. Como resultado, respecto al promedio histórico el precio de los productos vendidos al exterior creció un 78%, mientras que el de las compras externas lo hizo en un 31%.

Con todo, ¿qué explicó la reducción en el saldo comercial ante términos de intercambio en máximos históricos? ¿qué esperamos para 2023?

Pasando revista a 2022

Durante el 2022, el intercambio comercial reflejó limitantes estructurales. Esto es, los beneficios de la suba en el precio de las commodities, desatado por la guerra entre Rusia y Ucrania, no impulsaron un aumento de las cantidades exportadas, que, lejos de esto, retrocedieron respecto al año anterior (-2%), afectadas en parte por la sequía. En este sentido, una economía doméstica dependiente de las exportaciones agropecuarias y que no logra aumentar los volúmenes exportados (estancados desde 2008) no pudo más que ser un sujeto pasivo con relación a los vaivenes del mercado internacional. Para dimensionar, si los precios se hubieran mantenido constantes con relación al promedio de 2021, las exportaciones hubieran totalizado cerca de USD 76.000 millones (USD 12.300 menos que este año).

Asimismo, las inconsistencias macroeconómicas impactaron en las cuentas externas. La apreciación del tipo de cambio real (25% acumulada desde finales de 2019) y la elevada brecha cambiaria generaron persistentes expectativas de devaluación, configurando un año de incentivos a la demora de las exportaciones y el adelantamiento de las importaciones. En efecto, el aumento de las compras externas (+11% i.a.) contribuyó al deterioro del saldo comercial.

A esto se le sumaron las ya conocidas consecuencias del desmanejo de la política energética que se arrastran de los últimos años que, lejos de mejorar, continuó agravándose. De este modo, durante 2022 las importaciones del sector crecieron USD 7.000 millones con relación a 2021 (pasaron de USD 5.900 M a USD 12.900 M). Más allá de que este salto estuvo propiciado principalmente por el marcado incremento en los precios de la energía (+72% i.a.), si las cotizaciones se hubieran mantenido constantes respecto a 2021 el salto en los volúmenes importados (+26% i.a.) hubiese explicado por si sólo un crecimiento en las importaciones por USD 1.700 millones.

En este marco, las restricciones a las importaciones surgieron para quebrar la dinámica del frente externo y facilitar la acumulación de reservas. La combinación de limitantes estructurales, inconsistencias macroeconómicas y las obligaciones en el cumplimiento de las metas con el FMI “obligaron” al Gobierno a tomar medidas que torcieran el rumbo, imponiendo restricciones que posibilitaran el ingreso de divisas en las arcas del BCRA.

Concretamente, durante el último mes de 2022 los volúmenes de las importaciones no energéticas (medidas de forma desestacionalizada) sufrieron la primera variación interanual negativa del año (-12%).

¿Qué esperamos para 2023?

Durante el primer trimestre, es probable que las restricciones a las importaciones se intensifiquen, en línea con lo ocurrido en diciembre. La instrumentación del Programa de Incremento Exportador (PIE, también conocido como “dólar soja”), en sus diferentes versiones, logró las metas de liquidación que buscaba el Gobierno, pero a la vez resultó inconsistente temporalmente: redujo el producto a vender a lo largo del 1T de 2023 y generó incentivos para retener a la espera de una nueva edición.

A esto se le suma el estrés sobre las cuentas externas que impone la sequía, lo que constituye un panorama aún más delicado. Los diferentes informes de las entidades especializadas del sector estiman, bajo un escenario base, una caída en las exportaciones agrícolas del orden de los USD 8.000 a los USD 10.000 millones con relación a 2022. A su vez, a diferencia de lo ocurrido el año pasado, los precios internacionales no compensarán los menores volúmenes de la cosecha.

El set de políticas macroeconómicas seguirá vigente durante 2023. En el año electoral, el Gobierno evitará una corrección abrupta en el tipo de cambio oficial y, en pos de evitar una apreciación que profundicé aún más el drenaje de divisas, se buscará sostener un ritmo de devaluación en línea con la inflación.

Por ende, en un contexto de menor influjo de divisas comerciales, la persistencia de un atraso cambiario seguirá teniendo como correlato un exceso de demanda de divisas que deberá ser administrado. Como consecuencia, este desbalance será compensado a través de una continuidad en las restricciones a las importaciones, probables nuevas ediciones del “dólar soja” e ingresos adicionales que puedan conseguirse vía la cuenta financiera.

En este escenario, cobra un rol fundamental la puesta en marcha del Gasoducto NK previo al inicio de la temporada invernal. Como ya mencionamos, el año pasado el aumento de las cantidades energéticas importadas erosionó buena parte del resultado del saldo comercial. En este sentido, no sólo su inauguración es relevante per se, sino también las expectativas del cumplimiento de los plazos que, de no validarse, derivarían en la necesidad de prever mayores licitaciones para la compra y posterior importación de energía previo a la temporada invernal.

Cerrando el frente externo: las importaciones como variable de ajuste

En los últimos años el intercambio comercial de bienes representó el principal flujo entrante de divisas a nuestro país. Concretamente, entre 2019 y 2021 el saldo comercial del ICA promedió un superávit de USD 14.400 millones. Tanto en 2019 como en 2020 tales resultados positivos se lograron en gran medida debido a una fuerte contracción de las importaciones frente al encarecimiento que generó el mayor tipo de cambio y al magro desempeño de una economía que se vio perjudicada en primera instancia por una abrupta devaluación (2018-19) y posteriormente por el impacto de una pandemia (2020).

Distinta fue la historia en 2021, donde la rápida recuperación de la economía impulsó un crecimiento del 50% i.a. en las importaciones, acercándolas a su promedio entre 2014 y 2018. Sin embargo, la recuperación de la economía mundial y los elevados precios internacionales les permitieron a las exportaciones alcanzar su mayor nivel de los últimos 9 años, camuflando el incremento en las compras externas.

Ya en 2022, el Gobierno se veía obligado a mantener un resultado comercial positivo, no sólo para poder cumplir con la meta de acumulación de reservas internacionales acordada con el FMI, sino también para incrementar el poder de fuego del BCRA para intervenir en el mercado cambiario y aplacar las expectativas de devaluación. Sin embargo, el atraso cambiario que comenzó a gestarse en 2021, un desempeño mayor al esperado en materia de actividad económica, un salto en los precios de la energía producto de la guerra en Europa y una brecha cambiaria persistiendo en niveles elevados le complejizaron aún más al Gobierno el desafío de acumular reservas, pese a contar con unas exportaciones en niveles récord (principalmente por efecto precio).

En este contexto, las autoridades decidieron restringir las importaciones en distintos momentos del año, utilizándolas como variable de ajuste para poder cerrar el frente externo sin la necesidad de convalidar una devaluación abrupta. Ahora bien, ¿se observa un impacto concreto en el nivel de importaciones? ¿hay rubros más afectados que otros? ¿continuarán las restricciones en 2023?

Las restricciones a las importaciones, ¿iguales para todos?

Durante el primer semestre de 2022 el crecimiento interanual de las importaciones de bienes prácticamente duplicó al de las exportaciones. Más allá del efecto precio generado por las repercusiones del conflicto bélico en Ucrania (se elevaron cerca de un 22% tanto los precios de las exportaciones como de las importaciones), fue la divergencia en cuanto a las cantidades lo que diferenció el desempeño de las compras y ventas con el exterior. Concretamente, mientras que el volumen de exportación creció menos de un 3% i.a. en la primera mitad del año, las cantidades importadas se incrementaron casi un 20% i.a.

Dentro de las compras al exterior se destacó el nivel de las importaciones energéticas, que casi se triplicaron durante la primera parte del año, no sólo por un notable incremento en los precios (+78% i.a.), sino también en las cantidades (+63% i.a.). No obstante, incluso si excluimos las compras de energía y combustible el crecimiento de las importaciones no energéticas en el acumulado hasta junio (+32% i.a.) fue superior al de las exportaciones (+26% i.a.).

Frente a este escenario, y ante el cumplimiento de una meta de reservas que lucía poco probable, las autoridades lanzaron una batería de medidas (entraron en vigor durante la última semana de junio) que apuntaron a postergar los pagos de las importaciones para reducir la demanda de divisas, lo cual ensanchó otra brecha menos difundida: la diferencia entre las importaciones devengadas (ICA-INDEC) y las efectivamente pagadas (MULC). Por consiguiente, según nuestras estimaciones, sólo durante el mes de junio la postergación de pagos trepó en USD 1.700 millones, representando la mitad del stock de deuda acumulado durante el primer semestre.

Como resultado, las importaciones comenzaron a evidenciar una desaceleración en su crecimiento interanual. Del mismo modo, las importaciones no energéticas, medidas de forma desestacionalizadas (s.e.), pasaron de promediar más de USD 5.900 millones durante los primeros nueve meses del año a menos de USD 5.300 millones entre octubre y noviembre.

Ahora bien, la caída en los valores de las importaciones no energéticas no tuvo como correlato una reducción en las cantidades importadas, sino que respondió en mayor medida a una disminución en los precios. Entre julio y octubre los volúmenes se ubicaron un 2% s.e. por encima de su promedio durante el primer semestre, y recién en noviembre mostraron una caída de apenas el 2% s.e. mensual.

Esta mayor estabilidad a la prevista fue clave para que el enfriamiento de la actividad económica en los últimos meses haya sido inferior al esperado al comienzo de las medidas: aún con la merma del 0,5% acumulada en septiembre y octubre (s.e.), en el décimo mes del año la economía se mantuvo 0,6% por encima del nivel de junio.

Al observar la dinámica de los distintos rubros, el comportamiento muestra cierta heterogeneidad: mientras algunos usos detienen su marcha, otros comienzan a presentar una caída en las cantidades importadas. En concreto, mientras las cantidades de los Bienes Intermedios se redujeron en un 5% i.a. en lo que va desde julio (luego de crecer un 6% i.a. en el primer semestre), el volumen de Bienes de Capital junto con sus Piezas y Accesorios sólo mostró una leve desaceleración en su evolución, mostrando subas en torno al 20% i.a.

En este marco, los próximos meses serán relevantes a la hora de analizar si la reducción observada durante el último bimestre constituye un cambio de tendencia hacia una contracción de las cantidades, explicado por la instrumentación del SIRA y la marcada ampliación de licencias no automáticas implementada en octubre, o si se continua bajo una dinámica de contención y recortes “quirúrgicos” en las importaciones.

¿Qué esperamos para 2023?

El frente externo presentará mayores dificultades este año, especialmente durante el verano. Por un lado, las perspectivas de la economía mundial para 2023 no son auspiciosas: se pronostica una desaceleración en el crecimiento y una moderación respecto a este año en los precios de las commodities. La lucha por bajar la inflación en los principales países mediante una política de tasas elevadas genera una incógnita de cara al próximo año. En tanto la tasa de inflación no ceda, se espera que se mantenga el tightening de la política monetaria y se desacelere el crecimiento mundial.

El escenario local tampoco viene acompañado de buenas noticias: 1) a diferencia de los últimos dos años los precios internacionales no compensarán los menores volúmenes esperados para la cosecha producto de la sequía, la cual alargó asimismo el puente hasta la próxima cosecha gruesa; 2) el “dólar soja 2.0” dejaría menos producto para vender en 2023 y generaría incentivos a retener hacia adelante ante la expectativa de que se vuelvan a repetir los beneficios concedidos; 3) la brecha persistirá en niveles incompatibles con un escenario de estabilidad económica y el nivel de tipo de cambio real no jugará a favor; 4) el financiamiento neto del FMI será negativo cuando desde 2018 viene siendo positivo. En este contexto, será clave la puesta en marcha del Gasoducto NK para reducir las importaciones energéticas previo a la temporada invernal.

Al margen de esto, ante la necesidad de acumular reservas para evitar una devaluación brusca y cumplir con lo acordado con el FMI, estimamos que el grado de restricciones a las importaciones continuará siendo elevado en 2023, e incluso podría endurecerse en caso de ser necesario. A su vez, surgen interrogantes sobre cuánto podrán seguir postergándose los pagos pendientes de importaciones (deuda comercial).

El déficit comercial con Brasil en 2022 fue el mayor de los últimos 4 años

El comercio bilateral con nuestro principal socio comercial mostró un resultado prácticamente equilibrado en diciembre, pero concluyó el año con el déficit más elevado desde 2019. Luego de diez meses en terreno negativo, la balanza bilateral se tornó superavitaria en noviembre y evidenció un saldo prácticamente nulo en el último mes del año (apenas +USD 4 millones).

Las restricciones a las importaciones también se evidenciaron en el intercambio bilateral. Luego de un año con un volumen de importaciones ubicado por encima en su comparación con 2021, en diciembre las compras externas de Argentina provenientes de Brasil rozaron los USD 1.000 (-14% i.a.), erigiéndose como el segundo mes de menor valor detrás de enero y como el único mes del año con una caída interanual. Situación similar se evidenció en el flujo comercial, en el cual se produjo la primera variación interanual negativa de 2022 (-17% i.a.).

Como resultado, la balanza comercial acumuló un déficit de USD 2.300 millones en el año, en línea con el promedio de los últimos 20 años. Las exportaciones acumuladas fueron de USD 13.100 millones (+10% i.a.), la marca más elevada desde el 2014, mientras las importaciones finalizaron en USD 15.400 millones (+29% i.a.).

De este modo, finaliza un año sin grandes cambios en el intercambio comercial, con una participación de Argentina en las importaciones brasileñas gravitando en torno a los registros de los últimos 5 años (4,6%), muy por debajo del promedio de 7% del presente siglo. Dicha participación se produjo a pesar de que el flujo comercial acumulado trepó 19% i.a. (USD 28.500 millones), siendo el más elevado desde 2013 y evidenciando el efecto precio prevaleciente en el comercio internacional.

En cuanto a la composición de las ventas externas, las ventas de Vehículos de Transporte y Pasajeros alcanzaron los USD 2.500 millones (+45% i.a.) en 2022, representando el 36% de las exportaciones. Detrás de ellos se encontró Trigo y Centeno, totalizando USD 1.600 millones (+10% i.a.) y representando el 13% de las colocaciones de bienes en el mercado brasileño.

Por el lado de las importaciones, los grupos de Vehículos para Pasajeros y Partes y Accesorios para Vehículos totalizaron USD 3.200 millones (+62% i.a.), el valor más elevado desde 2018, representando el 22% de las compras externas, aunque 8 p.p. por debajo del promedio de los últimos 10 años. Esta pérdida de participación se encuentra parcialmente compensada por los rubros de Energía Eléctrica y Aceites de Petróleo, cuyas importaciones registraron en conjunto un crecimiento de 3 p.p..

¿Qué esperamos para 2023?

De cara al nuevo año, la principal incógnita gravitará en torno a dos factores: el nivel de actividad en Brasil y el fortalecimiento de la relación bilateral entre el nuevo gobierno brasileño y el local.

Respecto al primer punto, la marcada desaceleración de la actividad que espera el mercado brasileño (del 3% en 2022 al 0,8% en 2023) podría significar una menor demanda a las exportaciones nacionales, principalmente de manufacturas industriales (principal país de destino). Por otra parte, el intercambio comercial se vería afectado por menores ventas de trigo por parte de Argentina (producto de la sequía y las heladas tardías) y una continuidad en las restricciones a las importaciones aplicadas por nuestro país.

Además, la novedad que trajo el cambio de gestión es una expectativa de mayor persistencia de la inflación para el 2023, que podría poner un freno o al menos moderar al sendero de reducción de la tasa SELIC del Banco Central de Brasil, complejizando los caminos hacia un repunte de la actividad. Asimismo, aún existe incertidumbre en torno al frente fiscal y la decisión del Congreso de aumentar el límite del gasto público.

Por otro lado, la cercanía política entre ambas administraciones nacionales abre las puertas a una relación bilateral más estrecha en 2023, donde probablemente se estudien mecanismo para fortalecer el comercio bilateral y una agenda de cooperación con perspectiva global. En este sentido, continuarán los acuerdos estratégicos en materia energética alcanzados con la administración saliente y podría acelerarse el acuerdo para el financiamiento del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES) en la segunda etapa del Gasoducto NK. Sin embargo, se abre un interrogante con relación a qué postura tomará Lula en materia del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, con sus respectivas rispideces al interior del bloque regional.

Las restricciones a las importaciones comienzan a evidenciarse en el frente externo

La balanza comercial registró un saldo positivo de USD 1.340 millones durante noviembre, alcanzando tres meses consecutivos de saldo positivo y el mayor desde 2019. El resultado se explica en torno a dos variables: por el lado de las importaciones, comienzan a verse con mayor claridad los efectos de las restricciones impuestas en el marco del SIRA, mostrando la primera contracción interanual en lo que va del año (-0,3% i.a.); por el lado de las exportaciones, como observamos en informes anteriores, el rezago del impacto del “dólar soja” volvió a incidir en la performance, siendo el mejor noviembre desde la década del 90’.

Con este resultado, el saldo comercial acumula un superávit de USD 5.700 millones hasta noviembre, cifra 60% inferior al año 2021 (USD 14.400 millones) y la menor para el periodo desde 2019. En este marco, en lo que va del año las exportaciones totalizan USD 82.200 millones (+15% i.a.), mientras que las importaciones suman USD 76.500 millones (+34% i.a.).

Continua el rezago del “dólar soja” y se consolidan las restricciones

Al igual que octubre, las exportaciones volvieron a crecer (+15% i.a.) en su comparación interanual, con crecimientos en todos los rubros. El histórico nivel (casi USD 7.100 millones) respecto a noviembres previos se continúa explicando por el rezago en los embarques de las exportaciones en el marco del “dólar soja”. De esta manera, los Productos Primarios y las Manufacturas de Origen Agropecuario destacaron en su aporte y registraron una variación interanual del 14% y 18%, respectivamente. Por último, las Manufacturas de Origen Industrial, si bien se ubicaron en los valores promedio de los primeros 10 meses del año (aproximadamente USD 2.100 millones), en su comparación interanual tuvieron un crecimiento del 12%, traccionado por un alza en los precios que más que compensó la merma en las cantidades exportadas.

Por su parte, las importaciones ascendieron a USD 5.700 millones y consolidaron su merma, ubicándose como el segundo mes de menor valor del año y representando un cuarto de las importaciones promedio de los últimos 6 meses (USD 7.700 millones). La contracción estuvo explicada principalmente por lo sucedido con las importaciones de Bienes Intermedios (-11,4% i.a.), que se ubicaron 22% debajo del promedio de los últimos cuatro meses (julio-octubre). En segundo orden de importancia destacó el rubro de Energía que, a pesar de que su precio sigue 25% por encima de 2021, registró un retroceso interanual del -9%, arrastrado por una reducción de las cantidades de casi 30% i.a..

Costo récord en los fletes

El costo de los fletes alcanzó un récord de USD 170 por tonelada, el mayor de la serie desde que el INDEC comenzó a publicar su medición. De esta manera, el valor unitario aumentó un 20% respecto a octubre y se encontró un 8% por encima del pico de USD 157 de enero 2022.

¿Qué esperamos para el cierre del año y el 2023?

Para el último mes del año estimamos que el saldo comercial continuará siendo superavitario, principalmente debido a la consolidación de las restricciones a las importaciones. Si bien no descartamos algún rezago en el impacto del devengamiento de las exportaciones efectuadas en el marco del “dólar soja”, su caída estacional estará más que compensada por la dinámica observada en el control de las importaciones.

Sin embargo, de cara a 2023 las consecuencias de la sequía -entre otros factores- ubican en una delicada situación al frente externo. Se espera que el fenómeno de La Niña se extienda hasta el primer trimestre del próximo año y comience a darse paso a una fase neutral con un 71% de probabilidad durante el trimestre Febrero-Abril.

En un año signado por el financiamiento neto negativo del Fondo -en claro contraste con este año-, un menor dinamismos en el crecimiento mundial y un tipo de cambio apreciado, el estrés sobre las cuentas externas en el primer tramo de 2023 colocará a la finalización del Gasoducto Néstor Kirchner como una variable fundamental de cara a la necesidad de obtener un saldo superavitario. Por estas razones, es de esperarse que se continúen intensificando las restricciones a las importaciones en un primer semestre de elevada incertidumbre en la performance de las exportaciones.

Primer Superávit Bilateral con Brasil en 2022

El comercio bilateral con Brasil mostró el primer superávit mensual para Argentina desde diciembre del 2021. Pese a la caída interanual de las exportaciones, el impacto de las restricciones a las importaciones permitió alcanzar un saldo bilateral positivo en noviembre, cortando así una racha de diez meses consecutivos en rojo. En números, con un flujo comercial que volvió a superar los USD 2.400 millones, el saldo comercial bilateral en noviembre mostró un superávit de USD 57 millones. No obstante, dicho superávit presenta menos de un quinto del saldo alcanzado para el mismo mes en 2021 (más de USD 300 millones), lo que refleja una reducción interanual superior al 80%.

Con esta dinámica, las exportaciones acumuladas hasta noviembre superaron ya los USD 12.000 millones (+13% i.a.), aunque fueron ampliamente superadas por unas importaciones que rozando los USD 14.400 millones (+34% i.a.). En consecuencia, el saldo comercial bilateral acumulado en lo que va de 2022 muestra un rojo de USD 2.256 millones, el más elevado en los últimos cuatro años.

Volviendo a noviembre, las exportaciones alcanzaron el mayor valor de los últimos tres meses pese a hilar dos meses consecutivos de reducción en su comparación interanual (-8% i.a. en noviembre). Concretamente, las ventas a Brasil se ubicaron en USD 1.250 millones y se ubicaron un 15% por encima de su promedio para los primeros diez meses del año. En su composición, las ventas de vehículos (tanto para el transporte de mercaderías como para pasajeros) se incrementaron en su comparación interanual (+28%) y explicaron más del 40% de las exportaciones bilaterales al totalizar USD 515 millones.

Paralelamente, las exportaciones alcanzaron el mayor nivel de representación dentro de las importaciones de su principal socio comercial en lo que va del año (5,8% en noviembre cuando promedió el 4,7% en los primeros diez meses). En el acumulado hasta noviembre, las exportaciones argentinas a Brasil explicaron menos del 5% de las importaciones total, cuando en 2019 promediaban un 6% y a principios de los 2000 un 12%.

Por su parte, las importaciones desde Brasil mostraron su menor nivel mensual desde febrero y desaceleraron su evolución interanual por segundo mes consecutivo. Concretamente, pasaron de crecer un 47% i.a. en septiembre y un 37% i.a. en octubre a menos de un 14% i.a. en el noveno mes del año. En cuanto a montos, las compras a Brasil se ubicaron por debajo de los USD 1.200 millones en noviembre, lo que implica una reducción del 18% contra el promedió que mostraron en los seis meses previos. A su interior, se destacaron tanto los vehículos destinados al transporte de pasajeros como sus piezas y accesorios, que en conjunto sumaron USD 265 millones y representaron más de un quinto de las importaciones bilaterales.

¿Qué esperamos para 2023?

Con vistas a 2023, habrá que prestarle una especial atención a dos factores que marcarán la dinámica de nuestras exportaciones hacia Brasil: el rumbo económico que decida adoptar la nueva gestión en Brasil y la evolución de la actividad económica.

En cuanto a lo primero, pese a ya haber atravesado el periodo de volatilidad asociada a las elecciones presidenciales, aún persiste cierta incertidumbre en el mercado sobre la elección del ministro de Economía de Lula y el rumbo económico que esbozarán las nuevas autoridades. En este sentido, habrá que monitorear el impacto que tendrá en los mercados financieros no sólo la eventual designación, sino también las medidas económicas que se adopten en los primeros meses de gestión. No obstante, más allá de la expectativa por las nuevas autoridades y la posibilidad de una mayor integración regional, el comercio bilateral con Brasil se ve influenciado principalmente por factores estructurales de largo y mediano plazo. Consecuentemente, no esperamos una variación sustancial en nuestras exportaciones para 2023.

Con relación al segundo punto, el mercado ha ajustado levemente al alza las expectativas de crecimiento tanto para 2022 (+2,7%) como para 2023 (+0,7%), mientras que las expectativas de inflación y devaluación también se han mostrado en niveles relativamente estables gracias a los elevados niveles de la tasa SELIC.

En conclusión, un buen desempeño de las exportaciones con destino a Brasil, principalmente vinculadas al sector industrial, será crucial durante 2023 para sostener el ingreso de divisas frente a la merma en las exportaciones del agro generada por la sequía.

Impacto rezagado en el superávit de octubre

Síntesis

La balanza comercial en octubre alcanzó el tercer superávit mensual más alto desde 2020 y el mejor octubre de los últimos 30 años. Más allá del recorte en las importaciones ante la vigencia de restricciones y mayores controles, buena parte del resultado comercial positivo encuentra su explicación en la demora de los embarques de las exportaciones efectuadas en el marco del “dólar soja” durante septiembre. Por tal motivo, si bien las estadísticas de Intercambio Comercial que comunica el INDEC muestran un elevado superávit, aquel ingreso neto de divisas se dio efectivamente durante el mes previo. En números, con un intercambio de USD 13.975 millones, el saldo comercial del último es fue positivo por USD 1.827 millones.

En este marco, el superávit comercial en los primeros diez meses del año fue apenas un tercio del acumulado hasta octubre en 2021 (-68% i.a.). Concretamente, en lo que va de 2022 las exportaciones acumularon USD 75.143 millones (+15% i.a.) y las importaciones USD 70.738 millones (+38% i.a.). De tal forma, el superávit comercial hasta octubre se ubicó en USD 4.405 millones, un monto sumamente inferior los más de USD 13.955 millones que se acumularon en el mismo periodo para 2021.

 

Más exportaciones por “dólar soja” y 5to mes de moderación de las importaciones

Las exportaciones volvieron a crecer (+15% i.a.) en su comparación interanual luego de dos meses consecutivos de contracción. De tal forma, alcanzaron el mayor valor desde julio, aunque se ubicaron en niveles similares al promedio de los 6 meses previos (abril-septiembre). Su elevado nivel (USD 7.900 millones) se encuentra principalmente explicado por la demora en los embarques de las exportaciones del agro que se efectuaron en septiembre en el marco del “dólar soja”. De hecho, más allá del buen desempeño de las Manufacturas de Origen Industrial (alcanzaron el segundo valor mensual más alto del año y crecieron casi un 17% i.a.), los Productos Primarios se incrementaron más de un 30% i.a. y explicaron más de la mitad del crecimiento de las exportaciones totales.

Las importaciones mostraron el nivel más bajo de los últimos 8 meses, situándose apenas por encima de los USD 6.000 millones. Concretamente, mostraron ya el quinto mes consecutivo de desaceleración en su evolución interanual. A su vez, cayeron casi un 22% contra su nivel en el tercer trimestre y más de un 15% contra su promedio en los primeros 9 meses del año. Si bien buena parte de su reducción contra los niveles del tercer trimestre se explica por la caída estacional en las importaciones de energía, casi la mitad del recorte se debe a las restricciones impuestas sobre las importaciones no energéticas gracias a la implementación de las SIRA en la segunda mitad del mes. Al igual que en los últimos meses, el principal uso económico ajustado (exceptuando el energético) fueron los Bienes Intermedios, que se ubicaron un 15% por debajo de su promedio en el tercer trimestre.

Mayor costo de fletes

Por su parte, los costos de fletes continuaron el repunte que se evidencia desde julio. El valor unitario del flete internacional superó los USD 140 por tonelada en octubre, mostrando un aumento del 2,5% contra septiembre y del 32% contra el piso de junio. Si bien dicho valor es aún un 10% inferior al pico de enero, muestra una suba del 25% contra octubre de 2021 y del 147% contra el mismo mes en 2020.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

De cara al último bimestre del año, estimamos que el saldo comercial continuará siendo superavitario, dado que impactará el mayor control sobre las importaciones y también seguirán reflejándose con cierto retraso el devengamiento de las exportaciones del agro que se dieron en septiembre. Adicionalmente, si bien es de esperarse una baja en los niveles para noviembre y diciembre vinculada a la reducción estacional de las exportaciones del agro, no descartamos que una nueva edición del “dólar soja” o algún mecanismo que incentive la liquidación pendiente del sector genere un mayor ingreso de divisas en el MULC, aunque seguramente comience a vislumbrarse en las estadísticas del INDEC ya en 2023.

En cuanto a las compras al exterior, si extrapolamos la variación interanual acumulada hasta octubre al total anual (suponiendo que continuarán con la misma dinámica), las importaciones en 2022 se ubicarían por encima de los USD 87.000 millones. Sin embargo, estimamos que en función de menores pagos de energía y especialmente por la necesidad de cuidar las Reservas Internacionales y evitar un salto cambiario discreto, las importaciones encontrarán un techo más bajo en el último trimestre del año. Esto ya comenzó a evidenciarse con el endurecimiento de las restricciones y la implementación del SIRA.

Nuevo régimen de importación: principales cambios

Comunicación “A” 7622 BCRA: principales modificaciones

La Comunicación “A” 7622 del BCRA modifica las condiciones de acceso al MULC a partir del 17/10/2022, en línea con lo establecido en el nuevo régimen de importación que reemplaza al SIMI, el Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA): fin de pagos anticipados, sí al pago con dólares propios y a la balanza comercial propia.

Modificaciones más relevantes

– Se eliminan los cupos para acceder en forma inmediata al MULC.

– Todas las operaciones de importación serán con pago diferido.

– El plazo de pago lo establecerán, caso por caso, la Secretaría de Comercio y el BCRA en la declaración SIRA.

– Excepciones al pago diferido:

* Pagos a través de una cuenta local en moneda extranjera de importador (pago con dólares propios).

   * Bienes exceptuados durante el régimen anterior: bienes de capital; ciertos productos médicos y farmacéuticos; aceites y gases de petróleo; hulla bituminosa para centrales de generación eléctrica; ciertos bienes para la construcción de obras de infraestructura contratadas por el sector público.

* Importaciones financiadas con líneas de crédito del exterior, bajo ciertos requisitos.

  * Cancelación de deudas comerciales por la importación de bienes con entidades financieras del exterior, bajo ciertos requisitos.

* Empresas que cuenten con una “Certificación de aumento de las exportaciones de bienes” por el monto de la importación.

Observaciones

– Se reduce el peso del BCRA en la determinación de los plazos de pago de importaciones, en favor de la Secretaría de Comercio (y también de Aduana, dentro del régimen SIRA).

– La normativa no explicita los criterios que se utilizarán para establecer las fechas de pago (¿por tipo de producto?, ¿por tamaño de empresa?, ¿por perfil del importador?).

– No se explicitan los plazos máximos de pago que se podrán asignar. Con la normativa anterior, salvo excepciones, la mayor parte de las importaciones “extra-cupo” debían financiarse a 180 días; con la actual no se sabe.

– Se habilita la posibilidad de compensar importaciones con incremento de exportaciones para reducir los plazos de pago: “balanza comercial propia” (algo similar a lo ocurrido durante la vigencia de las DJAI).

Extraoficial

Con relación a los plazos de pago y a los criterios para su definición, funcionarios de la Secretaría de Comercio han manifestado en reuniones con cámaras empresarias que, una vez analizadas las proyecciones de importación 2023 que presenten las empresas y en función de su tamaño, los plazos “mínimos” para acceder al MULC desde el registro aduanero, podrán ser los siguientes:

– Micro y pequeñas: 60 días

– Medianas Tramo I: 90 días

– Medianas Tramos II: 120 días

– Grandes: 180 días

Por asesoramiento en asuntos de Comercio Exterior, por favor escribir a info@ecolatina.com o comunicarse al +54 911 2668 4444. 

Un zoom a la Balanza de Pagos dentro del programa con el FMI

La Balanza de Pagos resume las transacciones comerciales y financieras que realiza un país con el resto del mundo. En tal sentido, las estimaciones expuestas en la actual hoja de ruta (el programa acordado con el FMI) reflejan cómo se espera que evolucione la dinámica de las cuentas internacionales de la Argentina durante los próximos años, lo cual tiene una importancia central.

Analizando dicha trayectoria, el programa proyecta que en los próximos 5 años la economía argentina deberá generar una mayor capacidad de financiamiento externo en el corto plazo y apuntar a una reapertura de la Cuenta Financiera en el mediano plazo para hacer frente a los pagos netos al FMI y la acumulación de reservas internacionales. En este contexto, analizar las distintas líneas dentro de la Balanza de Pagos resulta crucial para comprender los supuestos detrás del escenario estimado y evaluar así las condiciones que deberían darse para garantizar una cierta estabilidad económica y la sostenibilidad de la deuda externa.

En el presente informe analizaremos los supuestos que subyacen a esta trayectoria para contrastarlos con el punto de partida actual.

El Balance de Pagos en 2022

Luego de dos años consecutivos con un saldo positivo, la Cuenta Corriente (que resume las transacciones comerciales entre residentes y no residentes) volvería a mostrar un déficit en 2022. Si bien tanto en el programa original como en la primera revisión se proyectaba un superávit de Cuenta Corriente (0,5% del PIB), los acontecimientos que se dieron en los últimos meses y las perspectivas para lo que resta del año empujaron a modificar las estimaciones, apuntando a un déficit en torno al 0,3% del PIB para 2022.

Cabe señalar que un saldo deficitario de la Cuenta Corriente implica una necesidad externa que debe ser financiada. Por el contrario, cuando al saldo es superavitario, la economía muestra una capacidad de financiamiento que puede ser aplicada a la acumulación de activos o la cancelación de pasivos externos. En resumen:

  • En la primera mitad del año, la Cuenta Corriente arrojó un resultado negativo por poco más de USD 2.400 millones cuando para el mismo periodo en 2021 evidenció un superávit de casi USD 3.000 millones.
  • Dicho deterioro encuentra su explicación tanto en la reducción en el superávit comercial de bienes (principal pilar de la cuenta corriente) como en el engrosamiento del déficit (histórico) en servicios.
  • En primer lugar, el saldo de bienes para el primer semestre apenas rozó los USD 5.700 millones, cuando entre enero y junio de 2021 superó los USD 8.400 millones. Pese a que las exportaciones se ubicaron en niveles históricamente elevados gracias al incremento en sus precios internacionales, se vieron opacadas por unas importaciones (FOB) récord que fueron impulsadas tanto por la recuperación de la actividad económica como por los altos costos de la energía.
  • A su vez, con unas importaciones que casi se duplicaron, el saldo de servicios amplió su balance negativo, pasando de -USD 1.250 millones en el primer semestre de 2021 a casi -USD 3.600 millones en la primera mitad de 2022. Dicha dinámica se explica no sólo en el salto que pegaron los costos logísticos, sino también en la mayor salida que indujo la reactivación del turismo, profundizada por el atraso cambiario.
  • Por su parte, el déficit en Rentas se mantuvo en niveles similares a los últimos años durante el primer semestre: rozó los USD 5.500 millones, cuando en 2021 se ubicó levemente por debajo de los USD 5.000 millones. No obstante, si bien los pagos de intereses tienen un peso considerable, cerca de la mitad del rojo se explica por el giro de utilidades, que ante la vigencia del cepo cambiario deben ser reinvertidas en el mismo país. Esto último explica buena parte del flujo entrante de IED.
  • Al incluir los superávits del Ingreso Secundario (Transferencias) y de la Cuenta Capital, la economía argentina en la primera mitad del 2022 evidenció una necesidad de financiamiento por casi USD 2.400 millones.
  • A aquellas necesidades se les sumaron la formación de activos externos y los pagos de deuda del sector privado, que se cubrieron mediante un ingreso neto en la Cuenta Financiera, principalmente por el financiamiento neto del FMI (USD 6.800 millones), los créditos comerciales y la inversión directa neta (en parte explicada por la mencionada reinversión de utilidades). Excluyendo el efecto del FMI, las necesidades implicaron una reducción en las Reservas Internacionales de USD 1.600 millones.

En este marco, las proyecciones contenidas en el acuerdo para 2022 son consistentes con un resultado levemente positivo en la Cuenta Corriente para el segundo semestre del año, donde seguramente jugarán a favor: 1) la normalización en la liquidación de granos que llevó a niveles récord las exportaciones en septiembre; 2) el mayor control sobre los pagos por importaciones; y 3) el encarecimiento de los distintos dólares vinculados al turismo y los servicios. En esta misma línea, si bien aún es temprano para cuantificar el impacto de las reciente medidas, los números expuestos por el FMI muestran que las importaciones de bienes y servicios pasarían de promediar casi USD 8.300 mensuales en los primeros 9 meses del año a poco más de USD 6.600 millones durante el último trimestre.

A su vez, se espera que el financiamiento neto con Organismos Internacionales supere los USD 1.000 millones en el último trimestre, y que, junto a los desembolsos restantes del FMI, la reinversión de utilidades y los créditos comerciales, faciliten la acumulación de Reservas Internacionales Netas (RIN) para cumplir con la meta acordada de USD 5.000 millones (flexibilizada en USD 800 millones luego de la última revisión).

¿Qué se proyecta para 2023?

Con vistas a 2023, el panorama externo se torna más complejo. Por un lado, los USD 800 millones que se redujeron en la meta de Reservas para fines de 2022 deberán compensarse en 2023: la meta de RIN para el año próximo pasó de USD 4.000 millones a USD 4.800 millones. A su vez, el financiamiento neto con el FMI, que fue positivo en 2020-22, volverá a ser negativo a partir de 2023. Este punto no es menor, dado que tres de cada cuatro RIN acumuladas en 2022 (en caso de cumplir con la meta) obedecen al financiamiento neto de dicho organismo.

Para cumplir con dicho objetivo, partiendo de un escenario deficitario, la economía argentina debería revertir el saldo de la Cuenta Corriente hasta un superávit de 0,6% del PIB (USD 3.700 millones) en 2023. Pero, ¿cómo espera el programa que Argentina recupere su capacidad de financiamiento externo?

Los supuestos clave en esta trayectoria pasarían por la reducción en el rojo de servicios y el ensanchamiento del superávit comercial de bienes. En cuanto al primer punto, el rojo en servicios debería reducirse a menos de la mitad en 2023, al pasar de USD 4.600 millones a menos de USD 2.000 millones, donde tres cuartos de dicha mejora se explicarían por una reducción en las importaciones de servicios.

Con relación al segundo punto, el saldo comercial de bienes se incrementaría un 36% al pasar de USD 12.500 millones en 2022 a USD 17.000 millones en 2023. A su interior, el incremento se debería a una suba 2,8% en las exportaciones y a una reducción en las importaciones (-2,6%). En esta dinámica, las menores compras de energía (finalización del gasoducto mediante) seguramente sean el eje central de la reducción, ya que el mismo programa contempla que la economía crecería un 2%, lo cual implicaría una mayor necesidad de compras externas.

A su vez, en ambos casos jugarían a favor tanto los precios como las cantidades. No obstante, como ya tratamos en informes anteriores, estos supuestos no sólo dependen de la puesta en marcha del gasoducto en la previa de la temporada invernal, sino que también serán puestos en jaque por una sequía que perjudicaría el desempeño del sector agrícola, una creciente probabilidad de recesión a nivel mundial y un endurecimiento de las condiciones financieras internacionales que podría deteriorar nuestros términos de intercambio.

Más allá de 2023

Sin embargo, 2023 no debe analizarse como un caso separado, sino como uno de los eslabones dentro de la dinámica del sector externo sobre la cual se cimienta el programa acordado con el FMI. A grandes rasgos, el programa proyecta que la economía argentina en los próximos 5 años deberá enfrentar cancelaciones netas de deuda con el Fondo por USD 9.000 millones y acumular reservas internacionales por USD 18.000 millones, en paralelo a un sector privado que continuará demandando divisas financieras (especialmente formación de activos).

Ahora bien, ¿cómo haría frente a tales necesidades la economía según lo plasmado en el programa? En primera instancia, sería necesario que la economía acumule una capacidad de financiamiento en torno a los USD 17.000 millones entre 2023 y 2027 (USD 3.400 millones por año), lo que implicaría mantener acotado el rojo en servicios (de hecho, se proyecta que se vuelva superavitario hacia 2027) y sostener en un nivel elevado el superávit de bienes.

No obstante, el aporte de la Cuenta Corriente y la Cuenta Capital no sería suficiente para cubrir las exigencias mencionadas. Entonces, sería necesario que la evolución del sector externo cuente también con otros tres elementos para llevar las fuentes financieras a los niveles requeridos:

  • Una reapertura a los mercados financieros internacionales (estimada para 2025).
  • Un fuerte incremento de la Inversión Extranjera Directa, estimada en USD 11.000 millones por año en 2023-27 (un 86% superior al promedio entre 2016 y 2022).
  • Un considerable financiamiento neto proveniente del resto de los Organismos Internacionales (excluyendo FMI) que sea suficiente para cubrir los vencimientos de capital con el FMI (cerca de USD 1.800 millones por año).

En conclusión, los supuestos reflejados en el acuerdo sobre la evolución del sector externo para los próximos años son desafiantes. En este marco, garantizar una cierta estabilidad económica y la sostenibilidad del programa acordado con el FMI le exigirá a la economía argentina no sólo revertir el déficit de Cuenta Corriente y sostener en el tiempo un saldo positivo, sino también normalizar la situación financiera del país en los mercados externos.

Camino a 2023: el agro bajo la lupa

El acuerdo con el FMI y el Proyecto de Presupuesto coinciden en señalar que un elevado superávit comercial para 2023 se constituiría como uno de los pilares en la dinámica macroeconómica y la necesidad de seguir acumulando reservas el año que viene. Sobre este último punto cabe señalar que los USD 4.800 M que deberán sumarse al stock de activos internacionales del BCRA implican un monto sustancialmente mayor al de este año, considerando que dos tercios de la meta de 2022 se cumpliría con financiamiento neto positivo del FMI (a diferencia de 2023).

En las proyecciones macroeconómicas utilizadas para la formulación del Presupuesto, las autoridades estiman un importante incremento en el saldo comercial (bienes y servicios) en casi USD 4.600 M, el cual totalizaría USD 12.347 M. Sobre esa base, se prevé un mayor dinamismo en los volúmenes exportados (+7,1%) que en los importados (+2%), al tiempo que al incorporar el efecto de los precios dichas estimaciones se traducirían en un crecimiento del 2% para las exportaciones y una caída de casi el 3% para las importaciones.

Asimismo, en la segunda revisión del FMI se plantea que el superávit comercial de bienes y servicios estaría cerca de duplicarse, de la mano de una fuerte mejora en el saldo de bienes (de +USD 12.500 M a +USD 17.000 M o +36%) y una abrupta reducción (-59%) en el rojo de servicios, lo cual es un supuesto fuerte (en los próximos días analizaremos las estimaciones de balanza de pagos de la nueva revisión).

En cualquier caso, este factor clave dentro de la hoja de ruta del Gobierno se sostendría sobre dos premisas fundamentales: 1) la puesta en marcha del Gasoducto Néstor Kirchner previo a la temporada invernal, y 2) el buen desempeño esperado por el oficialismo para el sector agropecuario con vistas al año próximo.

En cuanto al primero, en caso de que el gasoducto se encuentre finalizado en tiempo y forma, le permitiría al Gobierno ahorrar un monto considerable de dólares que de otra manera se irían al exterior vía pagos por importaciones de energía, como sucedió en 2022, cuando en el lapso abril-julio 2022 los pagos sumaron casi USD 6.500 M, 135% más que los menos de USD 2.800 M del mismo periodo de 2021. Máxime en un contexto en el que los precios internacionales de la energía continúan elevados.

No obstante, las restricciones a las importaciones llegaron para quedarse. Si bien la construcción del Gasoducto puede aportar cierto alivio y una posible (muy leve) flexibilización en algún momento del año, estimamos que las restricciones seguirán operando en 2023 e incluso podrían endurecerse en caso de ser necesario para acumular reservas o evitar un salto cambiario discreto.

Por su parte, dado que el sector agropecuario es el principal generador de divisas de nuestra economía (aporta el 65% de las exportaciones pero explica la totalidad de superávit comercial) su dinámica resulta fundamental para analizar las perspectivas del sector externo.  Pese a que el Gobierno espera un crecimiento del 6% para el sector luego de 3 años consecutivos sin crecer, se abren ciertos interrogantes sobre la próxima campaña agrícola en un contexto más complejo que el esperado inicialmente. Por tal motivo, abordaremos con mayor profundidad el panorama agropecuario para 2023.

 La campaña agrícola 2022/23 se presenta particularmente desafiante

El ciclo 2022/23 se desarrollará en un marco complejo y de elevada incertidumbre, no sólo desde el lado climático sino también desde un contexto internacional con riesgos para los precios de commodities sesgados a la baja, a lo que se suman inquietudes respecto a la disponibilidad de insumos, todo lo cual podría traducirse en un menor aporte de divisas por parte del campo a la economía.

En el lanzamiento de la campaña gruesa, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) proyectó un escenario de menor cosecha para la campaña 22/23 para los principales cinco cultivos, que pasaría de 117,7 M/Ton a 115,5 M/Ton (-1,9%), con caídas en trigo y maíz y una recuperación de la soja.

El principal driver detrás de esta dinámica lo constituye un desfavorable escenario climático. Se aproximaría una tercera campaña consecutiva afectada por el fenómeno “La Niña”, que en estas latitudes provoca una reducción en las precipitaciones hacia niveles inferiores a los normales, afectando los rendimientos. Es la tercera vez desde 1950 que se observa este fenómeno por tercer año consecutivo, siendo la última la del período 1998-2001.

En concreto, la mayoría de los modelos de pronósticos indican para el trimestre octubre-diciembre una probabilidad del 89% de que continúe “La Niña”. Esta probabilidad disminuiría hacia el inicio de 2023 (se mantiene por encima del 60% hasta el verano inclusive) para dar paso a una fase neutral entre febrero y abril que beneficiaría a los cultivos de invierno 2023-24.

Volviendo a 2022, las principales zonas productivas del país ya registran precipitaciones por debajo de lo normal, lo que se suma a una limitada agua almacenada en el suelo luego de atravesar el invierno más seco desde 1995 y a un efecto arrastre por falta de lluvias del otoño y verano pasados. Específicamente, la zona núcleo (región con mayores rendimientos por sus mejores suelos) se encuentra actualmente con un 80% de déficit hídrico. Peor aún, según INTA, para el futuro inmediato no se vislumbran lluvias suficientes para revertir o moderar la baja humedad en los suelos.

Trigo: fuerte caída en la producción

La superficie sembrada de trigo descendió entre un 9% y 14% respecto a 2021 de acuerdo a los relevamientos oficiales y privados. La intención de siembra estuvo condicionada por la falta de incentivos para asumir mayores riesgos productivos en un marco de aumento de la inversión necesaria por hectárea por el aumento de costos y focos de incertidumbre a nivel local e internacional y el escenario climático desalentador señalado. Según la BCBA, a finales de septiembre un 50% de esa superficie informa una condición hídrica que se ubica entre regular y sequía (vs 34% en el mismo lapso de 2021). En la zona núcleo, la condición de regular a mala alcanza el 70% del área.

En consecuencia, se trataría de una de las peores campañas en los últimos años. La producción caería del récord de 22,4 M/Ton en la campaña anterior a 17,5 millones (-22%). La Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) proyecta una caída incluso superior, producto de una cosecha que caería a 16,5 M/Ton (-28% i.a.), siendo el volumen más bajo de los últimos 7 años y con riesgos sesgados a la baja producto de una sequía que comienza a hacer mella en el núcleo triguero de Buenos Aires.

Ahora bien, gracias a una importante mejora en los precios, el impacto negativo se reduce. Considerando los precios FOB a cosecha actuales (BCBA) en relación a los efectivos del ciclo anterior, el valor de la cosecha de trigo podría reducirse en cerca de USD 800 M en relación al ciclo pasado, caída que no es más aguda gracias a los mayores precios (+20%).

Campaña gruesa: aumento de la soja a expensas del maíz

Tras 5 años de crecimiento, la implantación de maíz se verá reducida a raíz de la falta de agua y también de un escenario de mayores costos asociados a su siembra, que hacen que la soja sea una alternativa menos riesgosa. Además, debido a la falta de humedad en los suelos la siembra se retrasó: la mayor parte del maíz se sembrará en fechas tardías con el propósito de limitar el potencial estrés hídrico en una fecha critica como es enero.

Con todo, la producción de maíz con destino comercial totalizaría unas 50 M/Ton según la BCBA, 3,8% menos que en la campaña 21/22 y por debajo del promedio de los últimos cuatro ciclos (54 M/Ton).

En contraste, la soja se presenta como la alternativa más segura por su mayor tolerancia relativa a situaciones de sequía, por la menor inversión que conlleva y los crecientes márgenes brutos (que llevan 3 campañas en crecimiento). Por este motivo, según la BCBA la oleaginosa tendría una recuperación importante: se producirían 48 millones de toneladas contra 43,3 millones en 2021/22 (+10,9%), en lo que sería el mejor ciclo desde 2019/20.

Como corolario, en base a los precios FOB considerados se advierte que el valor de la cosecha 2022/23 de soja y maíz podría reducirse en cerca de USD 1.200 M en comparación a la presente campaña.

En suma, considerando cierto anticipo en septiembre de ventas de soja que se darían en el último trimestre, la demora en la siembra de maíz y soja y los menores volúmenes de trigo, el puente hasta la hasta la próxima cosecha gruesa se alarga.

Los precios de las commodities estarán expuestos a varios factores en 2023

A pesar de haber dejado atrás los picos alcanzados en los momentos más crudos de la guerra en Ucrania, en los últimos meses las cotizaciones de las materias primas agrícolas han logrado mantenerse por encima de los promedios históricos. Sin embargo, de cara a los próximos meses entrarán en juego ciertos factores que, combinados, podrían arrojar un sesgo de estable a bajista en los precios de las commodities.

Factores alcistas. Se destacan la elevada incertidumbre que sigue generando el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania (jugadores importantes principalmente en el mercado de trigo y en menor medida en maíz); la caída en la producción de Estados Unidos tanto para el trigo, el maíz y la soja (acompañada de una relación stock/consumo menor a la esperada en dicho país); y la menor producción de trigo en Argentina.

Factores bajistas. Aquí entran en juego la posible menor demanda de China producto de un menor crecimiento, junto a los riesgos de una recesión a nivel mundial; una postura más agresiva de la FED en materia de tasas que fortalezca aún más al dólar (si bien las recientes subas en las tasas no resultaron en grandes desplomes en los precios de los commodities, no hay que pasar por alto que esto es susceptible de modificarse) y estimaciones de una mayor producción global.

Consideraciones finales

El deterioro esperado para el desempeño del sector agroexportador tornará más desafiante y compleja la hoja de ruta del Gobierno de cara a 2023, en un año en el que la meta de acumulación de reservas será aún más desafiante que la de este año y donde la construcción del gasoducto NK resultará fundamental para evitar una mayor sangría de divisas vía pagos de importaciones de energía. En este marco, las restricciones a las importaciones llegaron para quedarse.

El comportamiento climático tendrá la última palabra a la hora de determinar el volumen final de la próxima campaña. De hecho, según un reporte de la Secretaría de Agricultura la superficie de siembra estimada “puede seguir disminuyendo de no registrarse precipitaciones para permitir las labores de siembra”.

Paralelamente, aparecen también otros factores no menores que podrían incidir en el proceso de acumulación de reservas. Las expectativas de devaluación -o de eliminación de retenciones- post-elecciones presidenciales podrían incentivar una demora en la comercialización de la cosecha. A su vez, una floja campaña producto de la sequía no sólo tendría un impacto negativo en los activos externos del BCRA, sino que también podría complicar el frente fiscal ante una menor recaudación por Derechos de Exportaciones.

En conclusión, la fuerte dependencia que tiene Argentina con el sector agroexportador genera que la campaña agrícola y la evolución en los precios de las commodities se vuelvan variables económicas con una importancia de primer orden. Entonces, si bien aún es temprano para analizar resultados concluyentes, seguiremos monitoreando de cerca el estado de situación ante riesgos que no pueden ser pasados por alto.