Superávit comercial pero no por avance exportador

Actividad y déficit fiscal, dos de las variables más importantes a la hora de analizar la performance económica del país, dependerán en buena medida de la evolución de las exportaciones. En ese sentido, el dato de enero 2019 es preocupante: las ventas de bienes al exterior cayeron casi  5% interanual, cortando una racha de tres meses consecutivos de incremento. Si bien la contracción se explica por la caída de los precios (las cantidades no mostraron variación alguna), es preocupante que tanto los bienes industriales como los combustibles hayan mostrado caídas de dos dígitos. La mejora de la actual cosecha agrícola respecto de la campaña anterior (afectada por una severa sequía) parece un hecho consumado, por lo que las exportaciones retomarían la senda expansiva en los próximos meses, dándole buenas noticias al gobierno: más actividad en la agroindustria, más divisas, y mejora de la recaudación por el salto de las retenciones. Dado que estas son un monto fijo de pesos por dólar exportado, es fundamental que el tipo de cambio no se dispare para que el crecimiento nominal también implique una mejora real.

Por el lado de las importaciones continúa la caída, demostrando que tanto el consumo como las inversiones están pasando un momento complejo. La compra de bienes finales muestra contracciones significativas (cercanas a 30% interanual) aunque su performance es levemente mejor a la de automóviles de pasajeros (durante enero se importaron la menor cantidad de vehículos desde comienzos de 2015). Por su parte, las compras externas de equipos no se recupera y mantiene caídas similares a las observadas durante la segunda mitad del año pasado, lo cual habla de una contracción importante en las inversiones. De todas formas, la serie desestacionalizada de las importaciones muestran que las compras externas habrían tocado piso: esto se condice con que tanto en diciembre como en enero el tipo de cambio se apreció nominalmente y la inflación acumuló promedió casi 3% mensual.

Finalmente, el saldo de enero de 2019 alcanzó un superávit de USD 372 millones, mejorando notablemente respecto del déficit registrado el primer mes del año pasado (USD -927 millones). Si bien los datos del intercambio comercial de bienes de enero obligaron a recortar nuestra proyección para el año, proyectamos un superávit de por lo menos USD 6.000 millones (1,3% del PBI).

Segundo superávit comercial consecutivo con Brasil

En el primer mes de 2019, el intercambio comercial bilateral con Brasil arrojó un leve superávit (USD 114 millones) y de esta forma es el segundo mes consecutivo en que la balanza sale de terreno negativo (en diciembre pasado la balanza comercial marcó USD 261 millones).

La mejora fue producto de un desplome de las importaciones argentinas (-43,7% i.a.) en un contexto de recesión económica y fuerte pérdida del poder adquisitivo, tanto en dólares como en pesos. Los rubros más afectados fueron los vehículos de pasajeros y de carga, tractores y autopartes.

Por su parte, las exportaciones mostraron un avance de 9,5% i.a., beneficiadas por la paulatina recuperación de la economía brasilera. A ello se sumó un tipo de cambio real más elevado, que a pesar de que el tipo de cambio nominal experimentó movimientos a la baja en el mes de enero, aún se mantiene en un nivel relativamente competitivo. Los principales avances fueron de vehículos de carga, trigo, gas y lácteos.

De esta forma, proyectamos para 2019 un saldo bilateral en la zona de equilibrio, con exportaciones que aumentarían en torno a 10% e importaciones que irían progresivamente moderando sus caídas para cerrar el año con una contracción próxima a 16%. No obstante, de materializarse la flexibilización del Mercosur -posibilidad dada a conocer por Macri y Bolsonaro en las últimas semanas- Argentina perdería su ventaja arancelaria y con ello nuestras exportaciones al país vecino se reducirían, afectando de este modo los resultados de la balanza comercial entre ambos países.

 

Volver al futuro: en 2019 retornará el superávit comercial

En diciembre de 2018, el intercambio comercial de bienes alcanzó un superávit mayor a USD 1.300 millones, el más alto desde 2014. El importante saldo positivo fue consecuencia de un aumento de 15,4% i.a. en las exportaciones (con un avance de casi 20% i.a. en cantidades), sumado a una contracción de las importaciones de 27,1% i.a. Con un final de año impensado meses atrás, tiene sentido repasar cómo fue la dinámica del comercio exterior en los últimos meses para saber qué nos esperará en 2019.

Primer trimestre

A comienzos de 2018, parecía que sería un año similar a 2017: una economía en marcha con un dólar atrasado como uno de sus pilares centrales, lo que impulsaba al consumo y, en consecuencia, a las importaciones. Por su parte, resultado de un Brasil en recuperación pero un mundo inmerso en guerras comerciales, las exportaciones tenían menores perspectivas, aunque positivas. En este marco, el déficit récord de 2017 parecía que se profundizaría en 2018 y el primer trimestre convalidó las proyecciones: pese a que las ventas externas treparon 14% i.a., las compras saltaron 21% i.a. y el rojo comercial de bienes se duplicó, al pasar de USD 1.200 millones en el período enero-marzo de 2017 a USD 2.400 millones en igual período del año pasado.

Segundo trimestre

Sin embargo, en el segundo trimestre las perspectivas cambiaron completamente. Por un lado, el salto cambiario, la aceleración inflacionaria y la consecuente pérdida de poder adquisitivo golpearon a las perspectivas de las importaciones. Por el otro, la sequía, inesperada unos meses atrás, atacó a las proyecciones exportadoras. No obstante, dado que el primer punto opera con rezagos (su impacto comenzó a sentirse al cierre del segundo trimestre) y que el segundo se suplió con suba de precios (+11%) más la compra a Paraguay de porotos de soja y su exportación procesada, los cambios tardarían en observarse. En este marco, las ventas al exterior se mantuvieron prácticamente inalteradas en el período –aunque las cantidades cayeron 10% i.a.– a la par que las compras treparon 6% i.a. Como resultado, el rojo comercial pasó de USD 1.500 millones en el segundo cuarto de 2017 a USD 2.500 millones el año pasado.

Tercer trimestre

Durante el tercer trimestre, confluyeron diversos factores que golpearon a las exportaciones y a las importaciones. Por el lado de las primeras, la incertidumbre electoral de Brasil y un nuevo trimestre de alta incidencia de la cosecha gruesa provocaron una caída del 1,5% i.a. Asimismo, aunque el tipo de cambio se ubicaba en niveles competitivos, su volatilidad y heterogéneas perspectivas de sostenibilidad impidieron que los envíos externos despegarán. Por su parte, las importaciones sí se vieron afectadas por el dólar más caro y la menor actividad, de modo que cayeron 6% en la comparación interanual. Como resultado, el déficit comercial se redujo en casi USD 1.000 millones, al pasar de USD 2.500 millones en el tercer trimestre de 2017 a USD 1.600 millones en 2018. Asimismo, en septiembre se logró el primer superávit en veinte meses (USD 300 millones) y, aunque fue magro, marcó un cambio de tendencia.

Cuarto trimestre

En el cuarto trimestre la nueva coyuntura ya estaba totalmente instalada. La alicaída demanda interna y un tipo de cambio competitivo, más un Brasil en franco proceso de recuperación económica y apreciación cambiaria una vez pasadas sus elecciones, impulsaron a las exportaciones, que escalaron 10% i.a. en el período y orillaron USD 16.000 millones, el valor más alto para este trimestre desde 2013 –cabe destacar que esta dinámica positiva obedeció enteramente a las cantidades (+19%) ya que los precios se contrajeron 16% en comparación a 2013–. En sentido opuesto, las importaciones se desplomaron 25% i.a., marcando la principal caída trimestral desde 2009. Como resultado, se revirtió el rojo de USD 3.200 millones acumulado en octubre-diciembre de 2017 y se alcanzó un superávit de USD 2.600 millones. De este modo, 2018 cerró con un déficit comercial de bienes de USD 3.800 millones (-0,7% del PBI), ajustando sensiblemente al rojo de 2017 (USD -8.300 millones).

Durante el comienzo de 2019 la dinámica sería bastante más similar a la del último trimestre del año pasado. En este marco, proyectamos que las exportaciones crecerían en torno a 7% y las importaciones retrocederían alrededor de 10% en el acumulado anual. De esta forma, la balanza comercial de bienes retornaría a terreno positivo luego de dos años “bajo cero”, registrando un superávit cercano a USD 7.000 millones. Para cerrar, cabe destacar que la incertidumbre electoral impactará de manera positiva en este frente: las presiones cambiarias que traerían las elecciones impulsarían al tipo de cambio y, con él, a la inflación. Este combo negativo para el poder adquisitivo podría golpear aún más a las compras externas a la par que apuntalaría la competitividad cambiaria y posicionaría a las exportaciones como una salida contracíclica. En consecuencia, lo que sería un “escenario pesimista” para el resto de las variables, actuaría de manera favorable en el frente externo.

Flexibilizar el Mercosur: ¿y ahora me lo venís a decir?

La primera reunión entre Bolsonaro y Macri estiró la vida del Mercosur

Poco antes de asumir la presidencia de Brasil, Jair Bolsonaro lanzó algunas declaraciones en contra del Mercosur, amenazando en el extremo con su disolución. Según el líder brasileño que irrumpió en la política sudamericana, era necesario flexibilizar las condiciones imperantes, virando rápidamente hacia un esquema de mayor libre comercio con menores restricciones y políticas proteccionistas. Considerando la hegemonía de nuestro país y del gigante sudamericano en el bloque (representan más del 90% de su PBI y cuatro quintos del intercambio intrazona), esto implicaría enfriar las relaciones bilaterales entre ambos.

Sin embargo, una vez en el cargo, tanto el nuevo mandatario brasileño como su ministro de economía Paulo Guedes matizaron estas propuestas. En este sentido, la primera reunión que mantuvo Bolsonaro con Mauricio Macri señaló que las políticas adoptadas en una línea de mayor flexibilidad –reducción paulatina del arancel externo común para las importaciones extrazona–, pero no a la velocidad que se podía presuponer. En consecuencia, la alianza regional permanecerá viva y el acuerdo que legisla la relación bilateral no cambiaría de manera sustancial, al menos en el corto plazo. Por lo tanto, es relevante analizar el estado de situación del bloque regional así como qué implicaría flexibilizarlo en este momento.

La economía argentina se estanca y la brasileña comenzaría a despegar

En los últimos años, las exportaciones argentinas de bienes cayeron de manera sistemática. El valor enviado al exterior pasó de USD 83.000 millones en 2011 a menos de USD 60.000 millones en 2017 (-30%), producto de una contracción tanto en precios (-19%) como en cantidades (-13%). Comparando entre los envíos al Mercosur y al resto del mundo, resultado de la recesión que atravesó la economía brasileña, la caída fue sensiblemente mayor hacia dentro del bloque regional que hacia afuera: mientras que las primeras se desplomaron un 40%, al pasar de casi USD 21.000 millones en 2011 a menos de USD 12.000 millones en 2017, las segundas se redujeron de USD 62.000 millones a USD 47.000 millones en igual período (-25%).  Sin embargo, cabe destacar que pese a la notable contracción, las ventas a la región continúan representando un quinto de nuestros envíos al exterior (en 2011 implicaban un cuarto), de modo que no es posible estimular la inserción comercial argentina sin considerar su centralidad. Más aún, si tomamos a las manufacturas de origen industrial –bienes en donde el agregado de valor es mayor y donde el establecimiento de relaciones comerciales demanda plazos más largos– la unión aduanera implica uno de cada dos dólares exportados.

Visto desde la óptica argentina, en 2019 nuestra demanda interna en Argentina permanecerá deprimida. Como respuesta, las exportaciones lucen como una importante salida contracíclica. Por lo tanto, la flexibilización inmediata del Mercosur no parecería ser la mejor noticia para los sectores exportadores locales (ni para la economía en su conjunto), ya que se perderían accesos privilegiados –sin aranceles– de manera inmediata, a la par que no se ganarían otros en el corto plazo. A esto se suma también un contexto internacional en que el comercio se cierra, dificultando la apertura de nuevos mercados especialmente para las manufacturas –de todo origen-.

En otro orden, este año no solo es el “de las exportaciones” para los membretes oficiales: es también el año en que nuestro país inicia con el tipo de cambio real más alto en una década. Además, el Real se fortalecería este año producto de la menor incertidumbre que presenta Brasil una vez pasadas sus elecciones presidenciales y con un equipo económico market friendly: según su consenso de mercado, su moneda cerraría 2019 en torno a 3,8 BRL/USD, lo que implicaría una apreciación nominal cercana a 5%. Por lo tanto, no solo la producción argentina se abaratará frente al pasado, sino que también la brasileña se encarecerá. En consecuencia, las perspectivas en este sentido son auspiciosas.

Por otro lado, tras cinco años de caída o virtual estancamiento económico, 2019 sería el primer año en que el PBI del gigante sudamericano crecería de manera sostenida, trepando alrededor de 3% según el relevamiento que realiza periódicamente su Banco Central. En este marco, proyectamos que el comercio bilateral con nuestro principal socio comercial se recuperará este año: las ventas a Brasil crecerían cerca de 10% i.a. en 2019, orillando USD 12.200 millones, a la par que las importaciones desde ese origen retrocederían 15% i.a., ubicándose en la zona de USD 12.500 millones. En consecuencia, la balanza comercial de bilateral de bienes prácticamente se equilibraría (luego de un déficit récord en 2017 que se redujo a la mitad en 2018), algo que no sucede desde el 2014. Por ende, por este lado el panorama también es alentador.

A modo de conclusión, podemos afirmar que, pese a la magra performance del bloque en los últimos años, y especialmente de Brasil, la flexibilización inmediata del Mercosur no sería una buena noticia para nuestro país en un contexto de demanda interna anémica y cuando la competitividad precio de la economía local se encuentra en su nivel más alto de los últimos años. Si además consideramos que el gigante sudamericano ingresaría definitivamente en una etapa de recuperación económica, tiene sentido preguntarnos como solía hacer el personaje de Todos Contra Juan: ¿y ahora me lo venís a decir?

El rojo bilateral con Brasil se redujo a la mitad en 2018

En el mes de diciembre se alcanzó un superávit en el intercambio comercial de bienes con Brasil (USD 260 millones), el primero desde 2014. Esto fue producto de un fuerte avance exportador (+29,3% i.a.) y un nuevo desplome de las importaciones (-55,2% i.a.).

De esta forma, el año cerró con una reducción del rojo bilateral del orden del 52% (pasando de cerca de USD -8.200 millones en 2017 a USD -3.900 millones en 2018) explicado por un aumento de las exportaciones de 17% y un retroceso de las importaciones de -15%. Sin embargo, al igual que en el resto de las variables de la economía argentina, la dinámica no fue homogénea a lo largo del año, por lo que vale la pena recordar cómo fue que se llegó a esta disminución del déficit.

 

Primer trimestre

En el primer trimestre de 2018, la actividad local aún marcaba un avance vigoroso. Además, el tipo de cambio –pese a ciertos saltos en el verano pasado– se mantenía apreciado, de modo que el poder adquisitivo en divisas era elevado. En este marco, el intercambio bilateral repitió la dinámica del cierre de 2017: el salto de las importaciones (+14% i.a.) superó significativamente al de las exportaciones (+9% i.a.) y el déficit se agravó, al pasar de USD -1.700 millones en el primer trimestre de 2017 a USD -2.000 millones en 2018.

 

Segundo trimestre

Sin embargo, al igual que en el resto de las variables, esta dinámica no era sostenible. En el segundo trimestre, producto del salto cambiario más una actividad local que comenzó a mostrar señales de deterioro, las importaciones se estancaron (0% i.a.). Por su parte, la economía brasileña comenzó a fortalecer su crecimiento y, pese a la huelga de camioneros que experimentó el país vecino, el déficit en el intercambio bilateral se contrajo en el período. Concretamente, el mismo pasó de USD -2.000 millones en abril-junio de 2017 a USD -1.700 millones en 2018. De este modo, el primer semestre cerró con el mismo saldo neto que en 2017; sin embargo, en el acumulado anual las cifras mejoraron. Veamos por qué.

 

Tercer trimestre

En el tercer trimestre, la recuperación en las cuentas bilaterales se acentuó. Pese a que la economía brasileña estuvo marcada por su incertidumbre electoral, la ganancia de competitividad cambiaria y la recesión de la economía local provocaron un desplome de las importaciones (-25% i.a.) y un sensible avance de las exportaciones (+28% i.a.). En este marco, el saldo se mostró equilibrado en septiembre y acumuló un déficit menor a USD -400 millones en el trimestre, un ahorro de 83% frente al rojo de igual período de 2017 (USD -2.200 millones).

 

Cuarto trimestre

En el cierre del año, las tendencias “favorables” se acentuaron. Por caso, la economía brasileña dejó atrás su incertidumbre electoral y mejoró levemente su marcha. Además, pese a la apreciación nominal del trimestre, el dólar permaneció en una zona competitiva. Por último, producto de las altas tasas de interés la demanda interna continuó alicaída. En consecuencia, la balanza comercial trimestral estuvo cerca de alcanzar un superávit de USD 200 millones, lo que implica una notable mejora frente al último cuarto de 2017 (USD -2.300 millones), producto otra vez de un desplome importador (-44% i.a.) y una recuperación de las ventas (+16% i.a.).

 

Perspectivas 2019

De cara a este año, la dinámica será más similar a la de la segunda mitad de 2018 que al primer semestre: producto de un Brasil en crecimiento (según el consenso de mercado, el PBI de ese país crecería más de 3% este año), un Real que se mantendría estable en términos nominales (conforme al mismo relevamiento, cerraría 2019 en torno a 3,9 BRL/USD) y una economía argentina que permanecerá anémica con un dólar no apreciado, las mejoras se sostendrían. En este marco, proyectamos que este año cerraría con un déficit en el intercambio bilateral cercano al equilibrio, siendo de esta forma el más bajo desde 2014.

El menor déficit de cuenta corriente no garantiza la calma cambiaria en 2019

¿Qué pasó con la cuenta corriente del balance de pagos en el tercer trimestre del año?

En el tercer trimestre de 2018, se redujo el déficit de cuenta de corriente del balance de pagos. Esta mejora obedeció a un menor rojo en bienes y servicios: en conjunto, el saldo negativo de ambas cuentas pasó de USD 4.400 millones en el tercer cuarto de 2017 a menos de USD 3.000 millones igual período de este año, producto de la caída de las compras externas (-8,4%), ya que las ventas al exterior también se contrajeron en la comparación interanual (-2,8%). A contramano, la cuenta rentas incrementó su desbalance y atenuó la corrección del déficit externo.

Sin embargo, en la comparación trimestral, las principales novedades estuvieron en la cuenta capital y financiera. Motivado por la reversión del saldo de inversiones de cartera, es decir, del desarme generalizado de posiciones en pesos de no residentes, este apartado transformó su superávit de USD 7.000 millones en el tercer trimestre del año pasado en un déficit de casi USD 4.900 millones en dicho período de 2018. En consecuencia, la cuenta financiera pasó de aportar divisas a ser un demandante. Puesto en otros términos, la reversión del flujo de capitales presionó al alza el tipo de cambio. Como desenlace de esta dinámica, las Reservas Internacionales cayeron casi USD 13.000 millones durante el tercer trimestre de 2018, contrarrestando los desembolsos del FMI por USD 15.000 millones a fines de junio de 2018 (contabilizados en el segundo trimestre).

¿Qué implicancias tiene en materia económica?

El principal resultado de este cambio de signo en las cuentas fundamentales del balance de pagos fueron las presiones sobre el peso: el importante atraso cambiario que marcó a la economía argentina en 2017 estaba sostenido en el influjo constante de dólares financieros. Dado que los mismos no estaban garantizados, su reversión generalizada y abrupta provocó una corrida cambiaria: el dólar acumuló un alza superior al 40% a lo largo del tercer trimestre, al pasar de menos de 29 ARS/USD al cierre de junio a casi 41 ARS/USD a fines de septiembre. Cabe destacar que, si la anterior dinámica era insostenible (el ingreso de divisas financieras no iba a “durar para siempre”), esta dinámica también lo es: la salida tenderá a moderarse. En este sentido, la importante reducción del stock de LEBACs y su sustitución por activos de menor liquidez y sin mercado secundario (LELIQ), una política monetaria muy astringente y las mayores regulaciones sobre las tenencias en moneda dura de los bancos, evitaron que esta sangría se repitiera en el cuarto trimestre.

¿Qué corresponde esperar para 2019?

El balance de pagos mostrará mejoras significativas el año que viene. En primer lugar, la Cuenta Corriente se verá beneficiada por el buen desempeño de los envíos externos, tanto de bienes como de servicios. Asimismo, la menor rentabilidad de la economía argentina en general, y las menores ganancias en moneda dura de las empresas extranjeras en particular, acotarán la sangría de dólares por motivos de renta. Por su parte, los fondos frescos del FMI apuntalarán a la Cuenta Capital y Financiera. En este caso, se observará un cambio de prestamista: habrá ingresos netos de organismos internacionales (reflejados en el rubro “otras inversiones” de la cuenta financiera) y, posiblemente, salidas netas de acreedores privados (reflejados en “inversiones de cartera” de dicha cuenta). En consecuencia, como resultado, las Reservas Internacionales deberían recuperarse durante el año electoral.

No obstante, cabe hacer una salvedad: el balance de pagos no contabiliza las compras de dólares por parte de residentes que quedan en el sistema financiero local (depósitos en bancos). En consecuencia, no refleja en toda su magnitud la dolarización de activos del sector privado. Dado que ésta será elevada en 2019 producto de la incertidumbre electoral, el grado de mejora del balance de pagos dependerá de si los agentes privados optan por sacar sus divisas del sistema bancario local (dólares en el colchón/cajas de seguridad o giros al exterior) ya que esta decisión impactará, o no, en las Reservas Internacionales.

El contexto internacional en 2019

Argentina, un país dependiente

La economía argentina ha repetido muchas veces el mismo ciclo: atraso cambiario con endeudamiento, expansión de la actividad económica con creciente déficit externo que desemboca en una crisis de balanza de pagos cuando se revierte el ingreso de capitales foráneos. Esto produce un fuerte salto cambiario que acelera la inflación y provoca significativas pérdidas de poder adquisitivo de la población, lo que lleva a una brusca recesión que termina recomponiendo el equilibrio externo. La llamada “restricción externa” ha marcado los tiempos económicos y políticos del país durante varias décadas y es un recordatorio de la importancia de generar divisas genuinas (provenientes del comercio internacional y la inversión extranjera directa) para sostener el crecimiento.

De esta forma, resulta interesante analizar cómo el contexto internacional podría moderar o intensificar la restricción externa, lo cual afectará la solidez y solvencia argentina de cara al 2019. En este sentido, se destacan tres variables claves: precios de los commodities agrícolas, tasas de interés y crecimiento de la economía mundial.

Buenas y malas noticias

En su reciente anuncio, la Reserva Federal norteamericana oficializó su última suba de tasas del 2018 y dejó la puerta abierta para dos incrementos adicionales para el año que viene. Si bien esto plantea una política monetaria contractiva más moderada (la mitad respecto a las cuatro subas aplicadas este año), no será inocua para la economía argentina que todavía requiere acceso al financiamiento externo.

La suba de tasas incrementará el costo y reducirá la disponibilidad de crédito en los mercados. Pese a que el año que viene las necesidades financieras en moneda extranjeras se encuentran prácticamente cubiertas por desembolsos del FMI, en 2020 el Tesoro tendrá que salir a colocar bonos soberanos para hacer roll-over de los vencimientos de la deuda pública. Además, los mayores rendimientos en la economía norteamericana resultarían en una apreciación del dólar que podría presionar a la baja el precio de las commodities. Y la suba de tasas norteamericanas afecta las proyecciones de crecimiento de la economía mundial, con su consecuente efecto negativo sobre la demanda de alimentos. De esta forma, los ingresos por exportaciones argentinas podrían verse impactados por ambas vías (precios y cantidades).

A este contexto internacional se le suma la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Si bien se logró una suerte de impasse tras el G20, nada garantiza que ambos países no retomen su actitud beligerante en el corto plazo, generando una atmósfera de incertidumbre y volatilidad que afectaría al comercio internacional (ambas explican más del 20% del intercambio global).

Sin embargo, podrían llegar buenas noticias desde Brasil. El mayor dinamismo esperado para su economía, sumado a una posible apreciación del Real, favorecerían una mejora en el intercambio bilateral. De todas formas, preocupa la posición que adoptará el país vecino en cuanto al Mercosur, aunque resulta difícil pensar en una ruptura en el corto plazo.

Sin viento de cola para 2019

En conclusión, el contexto internacional relevante para nuestro país no luce favorable para el año que viene: las condiciones financieras internacionales serán algo más restrictivas y no esperamos un alza del precio de las commodities. Sin embargo, las perspectivas de crecimiento de nuestros principales socios comerciales son positivas, particularmente en Brasil.

En noviembre, se acentuó el superávit comercial

Noviembre trajo consigo el tercer superávit comercial consecutivo en el intercambio de bienes. Más aún, este rozó los USD 1.000 millones, cifra no observada desde junio de 2014. La novedad es que este abultado superávit no fue producto solo de una significativa caída en las importaciones (-29,2% i.a.) sino también de un fuerte avance de las exportaciones (+14,5% i.a.).

Las ventas al exterior, beneficiadas por la mayor competitividad externa (el tipo de cambio real multilateral experimentó una mejora de casi +37% i.a. en noviembre) treparon 13% i.a. en cantidades. De hecho, es el primer mes en que todos los rubros de exportaciones muestran crecimientos en volúmenes, habiendo dejado atrás el efecto negativo de la sequía que afectó los envíos de productos primarios y manufacturas agropecuarias. A esto se sumó un mínimo avance de los precios de exportación (+1,2% i.a.).

En cuanto a las importaciones, estás profundizaron su dinámica contractiva en un entorno de fuerte recesión y depreciación cambiaria. Los volúmenes se desplomaron un notable 34% i.a. (cifra que no se observa desde el año 2009) constituyéndose en el tercer mes consecutivo de caída en las cantidades importadas de todos los rubros. Los aumentos de precios de las importaciones (casi 8% i.a.) evitaron una mayor caída de las compras externas.

Por último, para diciembre se espera que persista el superávit, explicado por un nuevo avance de las exportaciones y una caída en las importaciones. Si bien esta última podría verse acrecentada por el reciente desplome del precio del petróleo, una base de comparación no tan alta en diciembre de 2017 moderaría la caída. De esta forma, el 2018 cerraría con un déficit por debajo de USD 5.000 millones.

Para 2019, esperamos una nueva caída de las importaciones (el PBI promediará otra caída y tipo de cambio se mantendrá competitivo) y un nuevo avance de las exportaciones gracias a la recuperación del agro, el mayor dinamismo de Brasil y el incremento en la producción de hidrocarburos. Esta dinámica redundará en un superávit comercial en torno a USD 6.000 millones.

En noviembre, nuevo equilibrio comercial con Brasil

En noviembre, el saldo comercial bilateral con Brasil fue equilibrado (USD -4 millones), manteniendo la evolución de los últimos meses y neutralizando así el déficit de USD 730 millones registrado en igual mes de 2017. Esta dinámica respondió a un desplome importador (-40% i.a.) y a una recuperación de las exportaciones (+12% i.a.). No obstante, considerando el salto de casi 30% i.a. que mostraron las compras brasileñas a otros países –excluida la Argentina-, la perspectiva alentadora se morigera. De hecho, como resultado de esta evolución dispar, la participación argentina en las compras brasileñas se redujo 0,8 p.p. al pasar de 6,3% en noviembre de 2017 a 5,5% en igual mes de 2018.

En el acumulado anual, el déficit en el intercambio bilateral super USD 4.100 millones, lo que implica un ahorro de más del 40% i.a. frente a los primeros once meses del año pasado (alrededor de USD 3.200 millones). Esta evolución responde a un avance exportador (+16% i.a.) y a una contracción importadora (-11% i.a.). Una vez más, al considerar el comercio del gigante del Mercosur con el resto del mundo, las mejoras argentinas se atenúan: excluyendo al intercambio bilateral, las importaciones de Brasil treparon 20% i.a. Por otro lado, al comparar la dinámica anual se observan dos etapas: una que va de enero a mayo, signada por un avance importador (+8% i.a.) que deterioró a la balanza comercial (pasó de USD -3.000 millones a USD -3.200 millones) y otra que abarca al período junio, en donde las compras a nuestro principal socio se desplomaron (-23% i.a.), lo que recortó sensiblemente al rojo (pasó de USD -4.400 millones en junio-noviembre de 2017 a USD -1.000 millones en 2018).

Para diciembre, estimamos que el intercambio permanecería equilibrado, de modo que el déficit acumularía alrededor de USD 4.200 millones en 2018, marcando un importante ahorro frente al rojo USD 8.200 millones registrado el año pasado. Por otro lado, para 2019 proyectamos una dinámica similar a la del segundo semestre de este año y las mejoras continuarían, especialmente durante la primera parte del año, cuando la base de comparación será más débil.

Octubre encadenó el segundo mes de superávit comercial

Tras el superávit comercial de bienes alcanzado en septiembre (el primero luego de 20 meses en rojo) octubre trajo consigo un nuevo saldo positivo en el intercambio con el resto del mundo, aunque muy tímido: USD 277 millones. Con exportaciones que mostraron un magro avance (+1,4% i.a.) e importaciones que se mantienen en notable caída (-18,2% i.a.), las cuentas externas sostuvieron la dinámica de ajuste, aunque no logran recuperarse de manera definitiva.

En el caso de las exportaciones, el aumento fue traccionado por un leve incremento en los precios internacionales (+1,2%) ya que las cantidades se mantuvieron en el mismo nivel en comparación a octubre de 2017 (+0,2% i.a.). De hecho, la sequía aún deja ver algunos coletazos: las colocaciones en el exterior de productos primarios mostraron una caída de 5,8% i.a. No obstante, el resto de los rubros avanzaron en la comparación interanual debido a mayores excedentes a raíz del contexto recesivo que golpea a la demanda local y una tibia recuperación de la competitividad cambiaria. Si bien la misma mejoró frente a comienzos de año, la elevada inflación y el nuevo esquema de retenciones recortaron parte de las ganancias obtenidas en agosto. En este sentido, la apreciación del Real durante el mes pasado (-8%), motivado por elecciones que comenzaban a definirse, también alentó a los envíos a ese país.

Por el lado de las importaciones, si bien la contracción en las cantidades rozó 25% i.a., el incremento en los precios (+8% i.a.) moderó esta caída y atenuó la mejora del saldo. Lo destacable es que, por segundo mes consecutivo, todos los rubros de compras al exterior mostraron un retroceso en los volúmenes. Tanto por el lado de la industria (que demanda bienes de capital, bienes intermedios y piezas) como por el lado de la demanda final (que adquiere bienes de consumo y vehículos), el menor nivel de actividad y el encarecimiento relativo de los bienes importados ya se están haciendo sentir. Paralelamente, el incremento en la producción de petróleo y gas en nuestro país no solo permitió incrementar las exportaciones sino también sustituir parte de las importaciones energéticas.

Para el último bimestre de 2018 esperamos que el terreno positivo se mantenga. Por el lado de las exportaciones los avances se acelerarían (se atenúa la incidencia agropecuario y aumenta la industrial). En cuanto a las importaciones, una base de comparación no tan alta en el mes de diciembre haría que la caída se atenuase. De esta forma, el saldo comercial cerraría el año en la zona de USD -6.000 millones, una mejora nada despreciable en comparación al rojo de 2017 (USD -8.300 millones). Asimismo, dado que las bases del superávit del último cuatrimestre se mantendrían en 2019, esperemos que el año próximo nuestro país obtenga un saldo positivo en el intercambio de bienes.