Frente externo: el lugar donde el salto cambiario y la recesión ayudan

¿Qué pasó con la balanza comercial de bienes en abril?

En abril de 2019, el saldo comercial de bienes fue positivo en USD 1.100 millones, más que revirtiendo el déficit de casi USD 900 millones arrojado en igual mes del año pasado. De manera similar a los meses precedentes, la mejora respondió casi íntegramente al desplome de las importaciones (-31,5% i.a.), ya que las exportaciones crecieron levemente (+1,7% i.a.). En este punto, cabe resaltar que abril fue el octavo mes consecutivo con un resultado comercial positivo, algo que no sucedía desde 2014.

Por su parte, en el primer cuatrimestre del año, el saldo comercial acumuló un superávit de USD 3.150 millones, marcando un notable avance respecto del déficit de casi USD 3.300 millones registrado en igual período del 2018. No obstante, la recuperación se explica por el deterioro de las importaciones (-29% i.a.), dado que las exportaciones también retroceden en la comparación interanual (-1% i.a.).

El frente externo y su vinculación con el contexto internacional

Analizar la evolución del comercio exterior nos permite entrever cómo está repercutiendo la guerra comercial en nuestro país, más allá del frente financiero. Producto de los avances y amenazas de Estados Unidos por sobre China, y la posterior imposición de aranceles a los productos norteamericanos por parte del gigante asiático, sus proyecciones de crecimiento de corto plazo se están derrumbando. Como respuesta, se deteriora su demanda y, con ella, el precio de los productos agropecuarios (es decir, aquellos que nuestro país exporta).

Además, la Argentina es un “país grande” –su oferta mueve el precio internacional- en la producción de algunos productos agropecuarios, principalmente los oleaginosos. Por lo tanto, la cosecha récord también impacta negativamente en los términos de intercambio.

Por su parte, la cerrazón norteamericana genera una menor demanda de productos industriales, que desata un exceso de producción que puja a la baja el precio estos bienes. Sin embargo, esta decisión también retira del mercado a parte importante de la oferta, de modo que el deterioro en los precios de los productos importados es acotado.

En este marco, se comprende que, pese a que las cantidades exportadas treparon 4% i.a. en el primer cuatrimestre (impulsadas, justamente, por los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario), la baja de 5% i.a. en los precios revirtió esta mejora. Por su parte, los volúmenes importados se desplomaron un 28% i.a., de modo que la contracción de 2% i.a. en sus precios si bien agravó la caída de las importaciones, tuvo un efecto menor. En un patrón típico de las recesiones, los retrocesos los lideran los bienes finales: vehículos cae casi 60% i.a. y bienes de consumo 33% i.a.

Por último, vale destacar que si se mantuvieran los precios de 2018, el superávit rondaría USD 3.800 millones, es decir que sería un 22% mayor.

2019 arrojará el mayor superávit comercial desde 2012

Producto de la crisis cambiaria del año pasado, el Poder Ejecutivo podrá mostrar una mejora significativa en el frente externo: el encarecimiento relativo de los bienes externos –avance de la competitividad cambiaria- y el deterioro de la demanda local, que golpea a las importaciones y alienta a las exportaciones (menores ventas internas que obligan a la búsqueda de nuevos mercados), se traduce en una recuperación del superávit comercial que se había perdido en 2017 y 2018.

En este marco, proyectamos que el saldo comercial rondará USD 10.000 millones este año, alcanzando un pico desde 2012. Este avance se explicará tanto por una recuperación de las exportaciones, impulsadas por una cosecha gruesa récord, como por un deterioro de las importaciones, resultado de la recesión y la depreciación del peso. De esta forma, las necesidades de divisas estarán más que cubiertas por esta vía, aportando dólares comerciales en momentos de necesidades financieras.

Exportaciones: la única forma de divisar divisas

El gobierno declaró el 2019 como el año de las exportaciones y no lo hizo por antojo. Frente al significativo incremento de la deuda pública en dólares, existe una necesidad imperiosa de poner las ventas al exterior como protagonistas en la economía argentina.

Desde que asumió Cambiemos, la deuda pública creció 38%, de la cual el 76% es en moneda dura, alcanzando los USD253.696 millones. En 2018, las exportaciones ascendieron a USD75.766 millones, por lo que el ratio deuda en moneda extranjera/exportaciones supera el 330%, el valor más alto desde 2004. En este marco, resulta relevante preguntarse cuáles serán los sectores que mayores aportes harán en términos de divisas los próximos años y de esta forma contribuyan a la sostenibilidad de la deuda.

Históricamente, las actividades que más divisas generaron son aquellas donde Argentina tiene una ventaja comparativa. Particularmente en 2018, pese a la sequía, solo el complejo oleaginoso y cerealero aportó el 33% de las exportaciones. Si a ello  se le suma el resto de los complejos agropecuarios, dicho valor asciende al 44%.

La previsión de una cosecha récord de granos y oleaginosas para la campaña en curso (144 millones de toneladas), auguran un crecimiento significativo de las exportaciones del complejo en 2019. Hacia adelante, teniendo en cuenta que el sector se caracteriza por presentar una importante capacidad instalada y por la continua incorporación de tecnología, mientras el clima acompañe, las ventas al exterior se incrementarán. No obstante, por tratarse de commodities, su suerte está mayoritariamente atada a los precios internacionales. En este sentido, el reciente deterioro del  precio internacional de la soja tras la guerra comercial de Estados Unidos y China, resulta en una amenaza para el sector.

En cuanto al resto de los productos agropecuarios, la situación es mucho más heterogénea, pero es donde Argentina tiene alto potencial de expansión a través del desarrollo de productos diferenciados. Este complejo está liderado por el sector bovino y el vitivinícola, que representan el 76% de las exportaciones del complejo (9% del total). En ambos casos, la creciente demanda de China, la apertura de nuevos mercados y un tipo de cambio más competitivo apuntalan los envíos al exterior. No obstante, encuentran limitaciones para expandir su oferta, ante la baja rentabilidad percibida por la suba de costos, la implementación de derechos de exportación y reducción de reintegros y la falta de previsibilidad en materia cambiaria.

Más allá de ello, la potencialidad de este complejo radica en la posibilidad de desarrollar productos diferenciados que logren sortear la volatilidad de la coyuntura nacional y/o internacional. Este tipo de productos, a diferencia de granos y oleaginosas, no enfrentan precios dados internacionalmente. Por lo que la generación de nuevos productos de distinta variedad o de mayor calidad, pueden incidir en la demanda externa y elevar las exportaciones.

Luego de los dos complejos agropecuarios, en términos de volúmenes de divisas se ubica el complejo automotor, el cual aporta el 10,5% de las exportaciones totales. El segmento estrella son las pick ups, donde la industria se está especializando y donde se concentran más del 60% de las ventas externas del sector. Particularmente en el mercado brasilero, las pick-ups argentinas pasaron de representar el 18% de los patentamientos en 2014 al 24% en 2018.

Con un menor aporte, pero con un alto potencial de crecimiento, se encuentran las exportaciones de servicios basados en conocimiento (8%) y el turismo (7%). En el primer caso, las ventas al exterior experimentaron un significativo crecimiento en la última década impulsadas por la expansión de las exportaciones de software y servicios informáticos. Dicho sector se ve beneficiado desde 2004 con un régimen fiscal especial, que reduce la carga impositiva y otorga beneficios crediticios para su desarrollo. Es en esta línea, que se intenta ampliar los beneficios a otros servicios a través de una nueva ley (de economía del conocimiento) de similares características para el complejo en su conjunto. De concretarse su aprobación, sería esperable un incremento de las exportaciones, dado que contempla la exención a los derechos a la exportación, entre otras cosas.

En el segundo caso, la depreciación del tipo de cambio ocurrida desde la salida del cepo, proporcionó un contexto más propicio para el ingreso de divisas por turismo, las cuales crecen sostenidamente desde 2016. En este sentido, de mantenerse el abaratamiento relativo de los destinos locales, el turismo se configura como uno de los sectores de mayor potencial de crecimiento en el corto plazo.

Por último, los complejos de petróleo y gas y el minero, son otras de las promesas en cuanto a la generación de divisas. Cada uno de ellos concentró en 2018 el 7% de las exportaciones y dado los recursos naturales con los que cuenta Argentina, sus participaciones podrían crecer significativamente. Particularmente en el primer caso, el incremento podría darse con mayor velocidad gracias a las fuertes inversiones que se han hecho en Vaca Muerta y a los subsidios que recibe el sector. Por su parte, el sector minero tardará un poco más en reaccionar, debido a que los proyectos tienen un tiempo mayor de maduración y debido al fin de la vida útil de proyectos históricos.

En resumen, existen diversos caminos donde Argentina puede potencialmente generar mayores divisas para hacer frente a sus obligaciones de deuda. No obstante, en el corto plazo seguirá dependiendo de sus exportaciones tradicionales, las cuales están expuestas en mayor medida a la volatilidad del contexto internacional. Para desarrollar opciones alternativas, en primer lugar es necesario un contexto económico y político más estable y, en segundo lugar,  políticas focalizadas que generen los incentivos necesarios para desarrollar productos diferenciados y de mayor valor agregado.

 

Publicada en Perfil:  https://www.perfil.com/noticias/columnistas/exportaciones-la-unica-forma-de-generar-divisas.phtml

VIDEO | Competitividad cambiaria dispar entre sectores

El 2018 fue un año duro para Argentina debido, principalmente, a un salto cambiario que llevó a nuestra economía a una nueva recesión. Sin embargo, no todo fueron malas noticias. De hecho, el alza del tipo de cambio mejoró la competitividad exportadora, aunque esta se vio atenuada por la inflación y las modificaciones arancelarias. Aquí analizamos cuál fue el resultado final en términos de competitividad cambiaria efectiva para los sectores exportadores.

El saldo comercial con Brasil mejora por menores importaciones

En abril de 2018, el comercio bilateral de bienes con Brasil se ubicó en equilibrio (USD 4 millones) explicado por el desplome de las importaciones (-45,9% i.a.) ya que las exportaciones retrocedieron 6,6% i.a. en el período.

La marcada caída de las compras al país vecino se explica por un lado por la nueva ola de volatilidad vista en el mercado cambiario, a lo que se suma un nivel de actividad deprimido en el plano local que presiona sobre las importaciones de bienes intermedios y de capital. En este sentido, las principales contracciones se dieron en las importaciones de hierros, aluminios, plásticos, papel y cerámicos, todos ellos insumos clave para la industria manufacturera y la construcción, dos de las ramas más afectadas por la recesión en nuestro país.

Por otro lado, el retroceso de las exportaciones dejó ver sus mayores caídas en vehículos de pasajeros y autopartes (industrias cuya rentabilidad se vio afectada por la imposición de derechos de exportación adicionales en septiembre de 2018, medida que dejó ver sus efectos sobre las colocaciones en el exterior durante los últimos meses), combustible, aceite de girasol y trigo. Esta dinámica respondió al constante recorte de perspectivas de crecimiento para el PBI brasileño, que pasaron de más de 2,5% a comienzos de año a menos de 2% en el promedio de abril, sumada a la depreciación del Real (+1,2% el mes pasado, en una economía casi sin inflación) que limita el poder de compra externa de la principal economía del Mercosur.

Para 2019 proyectamos un superávit de la balanza comercial de bienes con Brasil en la zona de USD 900 millones como consecuencia de una dinámica importadora contractiva que mostraría una lenta desaceleración, sumado a exportaciones que, a pesar de experimentar un comportamiento algo más errático y sufrir por la reducción de las expectativas de crecimiento pronosticadas para el Gigante de Sudamérica, cerrarían el año con un avance consolidado. De esta forma, se alcanzaría el primer superávit en el intercambio bilateral de bienes desde 2003, aunque más no sea por un retroceso importador: las exportaciones no llegarían al nivel de 2014.

 

En 2019 retornará el superávit comercial

Marzo arrojó un superávit comercial de bienes de casi USD 1.200 millones. De esta forma, más que revirtió el déficit de USD 550 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Lamentablemente, esta dinámica positiva obedeció al desplome de las importaciones (-33,7% i.a.) ya que las exportaciones también se contrajeron en la comparación interanual (-5,0% i.a.).

Si bien en momentos de escasez de oferta de divisas lo más relevante es el valor exportado –la cantidad de dólares genuinos que ingresa al país-, cabe destacar que la caída respondió a la baja de los precios (-5,2% i.a.) ya que las cantidades crecieron levemente respecto de marzo 2018 (+0,3% i.a.). En este punto, vale señalar el deterioro de los envíos a Brasil (-13% i.a.), ya que el resto de los principales destinos mostraron un avance. El retroceso constante de las expectativas de crecimiento de nuestro principal socio comercial es una mala noticia, dado que obliga a fortalecer nuevos destinos y mercados en un contexto interno recesivo; es decir, añade un foco de conflicto más en momentos de demanda interna anémica.

Por su parte, en el acumulado anual, la balanza comercial de bienes muestra un saldo positivo mayor a USD 2.000 millones, dando vuelta el rojo de USD 2.400 millones alcanzado en el período enero-marzo del año pasado. Al igual que en el dato mensual, esta evolución favorable responde íntegramente al retroceso de las importaciones (-28% i.a.), ya que las exportaciones caen 2,3% i.a. en relación al comienzo de 2018.

Para el acumulado anual, proyectamos un superávit comercial de bienes cercano a USD 8.500 millones. Este resultado sería la consecuencia de envíos al exterior que crecerían alrededor de 7% en 2019, impulsados por una cosecha récord y el excedente exportable que está dejando un consumo interno deprimido sumado a un tipo de cambio más competitivo a lo largo del año, y un retroceso de 12% i.a. de las importaciones consecuencia de la recesión que pesa sobre la demanda interna. Considerando la importante necesidad de dólares genuinos que posee nuestro país (fundamentalmente, para el pago de intereses de la deuda), este resultado positivo es una buena e importante noticia.

No obstante, la política errática del gobierno nacional, la falta de previsibilidad sobre la evolución del tipo de cambio real –que una vez más parece ser una variable secundaria en un año electoral- y que parte del objetivo fiscal se intente alcanzar a través de una mayor carga impositiva para los exportadores y un freno a las mejoras en infraestructura (doble golpe a la competitividad no cambiaria) no aportan perspectivas optimistas de cara al corto plazo: en cuanto la actividad económica comience a recuperarse, reaparecerán los viejos problemas y el déficit comercial no tardará en volver a manifestarse.

El stop & go de la política comercial

La crisis cambiaria volvió a poner el foco en la política comercial

A lo largo de la historia argentina, una de las herramientas usuales para promover el desarrollo económico fue la industrialización por sustitución de importaciones: proteger a la producción doméstica para que logre suplantar la producción del exterior. De este modo, se apuntaba a generar puestos de trabajo de calidad, alentar la inversión y promover el ahorro de divisas. Por sus sucesivos fracasos, dicha política cayó en desgracia en los últimos tiempos. A su vez, luego de algunas experiencias exitosas, comenzó a ganar peso la industrialización orientada a la exportación.

En este marco, la crisis cambiaria de 2018 puso en discusión la relevancia de la política comercial como factor de crecimiento: la menor demanda interna redujo de manera forzada a las compras externas a la par que apuntaló los saldos exportables. Por caso, en el último trimestre del año pasado, las cantidades importadas se desplomaron casi 30% i.a. y, durante el primer bimestre de 2019, se redujeron 20% i.a. Por el contrario, los volúmenes exportados treparon más de 10% i.a. en el último cuarto de 2018 y 7% i.a. en enero y febrero de 2019.

Resalta entonces que un diseño adecuado de política comercial puede ser un paliativo para la recesión interna, máxime considerando la magra recuperación de salario real que tendrá lugar en el corto plazo. Dejando de lado el debate sobre cuál es la política adecuada, queda claro que las recientes marchas y contramarchas en la materia no son favorables para alentar un proceso de desarrollo. Veamos.

Cambiemos: la política cambiaria y comercial con un lugar residual

Los últimos años del kirchnerismo estuvieron signados por la restricción externa: la escasez de oferta de divisas condicionó la política económica. En este marco, se adoptaron diversas medidas para sortear la situación con los menores sobresaltos posibles. Entre ellas, resaltan el cepo cambiario (ajuste por cantidades del mercado de divisas) y los controles a las importaciones (ajuste por cantidades de dicho mercado).

Una vez que asumió Cambiemos, y en línea con la teoría económica más tradicional, los ajustes comenzaron a hacerse vía precios: a la liberalización del mercado cambiario le siguió una flexibilización de las compras externas. Como respuesta a ambas políticas, el tipo de cambio real escaló 16% en el promedio de 2016. En consecuencia, las cantidades exportadas treparon 7% en dicho año –impulsadas también por la cosecha retenida de 2015- y, pese a la recesión, los volúmenes importados avanzaron casi 4%.

A contramano, en 2017 esta dinámica positiva se atenuó. Durante ese año, se eliminaron los últimos controles a la cuenta capital, dando lugar a una afluencia masiva de capitales financieros en un primer momento. En este marco, el tipo de cambio se apreció 9% y las cantidades importadas se dispararon 15%. Por su parte, pese a una buena cosecha, las exportaciones se mantuvieron prácticamente inalteradas (+1% en volúmenes).

Por último, en 2018 la reacción favorable de la cuenta capital se revirtió y dio lugar a la crisis cambiaria conocida. En este marco, el tipo de cambio real subió casi 30% en el promedio anual y los volúmenes importados retrocedieron 6,5%. A contramano, las cantidades exportadas también permanecieron estables, producto de la sequía; sin embargo, cabe destacar que las manufacturas de origen industrial escalaron 8,5%. Se observa entonces cómo la dinámica del sector externo fue una variable de segundo orden, quedando supeditada a los resultados de otras áreas de política económica. 

La volatilidad nunca alienta la inversión

A partir de esta “ensalada” de números, se observa una evolución particularmente errática: no hubo una conjunción de política comercial y cambiaria consistente y con horizontes de mediano plazo implícitos ni explícitos. Pese a los discursos oficiales sobre la importancia de estimular las exportaciones, lo cierto es que en los últimos tiempos las novedades en este frente fueron marginales y con demasiadas marchas y contramarchas.

Por caso, las primeras medidas adoptadas luego del endurecimiento de las metas fiscales minaron la rentabilidad de todo el arco exportador: reimposición de retenciones y supresión de la mayoría de los reintegros. En igual sentido, la disparada de la tasa de interés recorta el crédito, impidiendo mejoras de productividad, a la par que se traslada al precio de venta (mayor costo financiero) de modo que también golpea a una competitividad que se había recuperado. Además, los últimos esfuerzos del equipo económico se dirigieron a contener al tipo de cambio, provocando una apreciación de 17% i.a. en el período.

Se observa entonces cómo, pese a que las ventas externas podrían ser una salida de corto plazo para la crisis y una solución de mediano plazo para la escasez crónica de divisas, las mismas quedan relegadas frente a otras exigencias, principalmente las fiscales. En este punto, y a modo de conclusión, vale recordar que más allá de qué política se decida, lo importante es dar un horizonte de certidumbre a mayor plazo plazo; por el contrario, la volatilidad y la imprevisibilidad, siempre desalientan la inversión y el desarrollo.

Superávit comercial con Brasil en el primer trimestre del año

En el mes de marzo, el comercio bilateral de bienes con Brasil arrojó un nuevo superávit, en esta oportunidad por un valor de USD 184 millones. El mismo fue explicado por un nuevo avance exportador (+12,2% i.a.), sumado a importaciones que profundizaron su desplome (-53,3% i.a.).

En cuanto a las ventas al país vecino, estas se vieron impulsadas por la depreciación de la segunda mitad de febrero y marzo, a lo que se sumaron los mayores excedentes exportables dado el contexto recesivo de la economía argentina. Entre los rubros con mayores avances se destacan vehículos de carga, trigo y combustible. En otra línea de análisis, las exportaciones mundiales a Brasil crecieron solo 4% i.a., por lo que los productos argentinos lograron aumentar su participación en el mercado del Gigante Sudamericano.

Por el lado importador, la contracción respondió tanto a un poder adquisitivo golpeado como a un nivel de actividad que en términos interanuales aún se mantiene en rojo. En este sentido, las principales caídas se pudieron observar en rubros tales como vehículos de pasajeros y carga, autopartes, maquinaria agrícola y laminados de hierro.

Para los meses restantes de 2019 proyectamos que el intercambio bilateral continuará en recuperación para nuestro país, aunque esta dinámica iría paulatinamente mostrando signos de desaceleración. De esta forma, el año cerraría con una balanza comercial prácticamente equilibrada (USD -100 millones) a raíz de un aumento de las exportaciones en torno a 9% i.a. y un retroceso importador en la zona de 18% i.a. En cuanto a las importaciones, será clave la evolución del tipo de cambio en un año electoral incierto y su efecto sobre el poder de compra y el nivel de actividad. Asimismo, a medida que vaya transcurriendo el año, las menores bases de comparación que dejó el último tramo de 2018 hará que las caídas de las importaciones se reduzcan. Por el lado de las exportaciones, hay un factor adicional a tener en cuenta: el mercado brasilero ha reducido sus expectativas de crecimiento para 2019 durante las últimas semanas (pasando de 2,5% a 2%), lo cual indica que su demanda podría no mostraría crecimientos tan significativos como los proyectados algunos meses atrás.

Superávit comercial en febrero

En febrero, el intercambio comercial de bienes alcanzó un superávit de USD 460 M gracias a exportaciones que volvieron a crecer (3,7% i.a.) tras el impasse de enero (mes en que habían mostrado un retroceso de 4,7% i.a.) e importaciones que, a pesar de arrojar una desaceleración en su caída, continúan marcando importantes contracciones (-22,9% i.a.).

En cuanto a las ventas externas, las cantidades mostraron un avance de 6,7% i.a. que, gracias a una moderación en la baja de los precios internacionales frente a la ocurrida el mes anterior, posibilitaron que las exportaciones vuelvan a crecer. A nivel desagregado, todos los rubros mostraron incrementos en la comparación interanual.

Por el lado de las importaciones, todos los rubros mostraron caídas, destacándose la de bienes de capital (-32,6% i.a., señal del duro golpe que ha sufrido el nivel de actividad y la inversión en particular), los bienes de consumo (-28,8% i.a.) y los vehículos de pasajeros (-46,5% i.a.), estos últimos como consecuencia de la notable reducción del poder adquisitivo en dólares y la necesidad de priorizar el consumo de bienes de primera necesidad.

No obstante, cabe destacar que febrero fue el tercer mes consecutivo con un alza intermensual desestacionalizada de las importaciones. Si bien esto podría entenderse como que las compras al exterior ya habrían alcanzado su piso, lo cierto es que la estabilidad cambiaria del período diciembre – mitad de febrero posiblemente haya favorecido esta evolución. Independientemente de esa recuperación, nada quita que nuevas subas del tipo de cambio vuelvan a acelerar la tendencia contractiva de las importaciones.

Para 2019, estimamos una significativa mejora de la balanza comercial, la cual alcanzaría un superávit cercano a los USD 7.000 M, explicado por un avance exportador gracias a la recuperación del agro y sectores conexos, el dinamismo del sector energético (con las nuevas autorizaciones de exportación) y un contexto internacional que, a priori, luce algo más favorable que en 2018. Esto es producto de la recuperación esperada en Brasil (+2,5% según su consenso de mercado) y tasas de interés que no aumentarán en Estados Unidos, reduciendo la presión sobre el precio de los commodities. No obstante, la desaceleración de la economía china y europea y la reintroducción de derechos y reducción de reintegros a las exportaciones harán que el desempeño de las mismas no se transforme en un boom de ventas al exterior.

Por otra parte, las importaciones se ubicarían en rojo durante gran parte del año debido al golpe que sufrió el poder adquisitivo –en pesos y dólares- y el nivel de actividad. A esto se suma la volatilidad cambiaria propia de un año electoral, que pone un manto de incertidumbre sobre el segundo y tercer trimestre, retrayendo tanto el consumo a plazo como la inversión. Si pensamos a las compras externas como un indicador adelantado del nivel de actividad, cabe concluir que las mismas no se recuperarán en este magro 2019.

La mejora de las cuentas externas no se traducirá en calma cambiaria en 2019

En 2017, el Gobierno cumplió sus principales objetivos económicos: la inflación bajó y la economía creció. Sin embargo, para lograrlo, se recurrió a un importante atraso cambiario, que agravó al déficit de la cuenta corriente del balance de pagos (intercambio de bienes y servicios entre residentes y no residentes), llevándolo a USD 30.000 millones (5% del PBI), un nivel insostenible para la economía argentina.

Esta dinámica de “comprar más de lo que vendemos” fue financiada con capitales financieros, especialmente de corto plazo. El año pasado, los mismos optaron por otros destinos –con menores rendimientos y riesgos-, dando lugar a las sucesivas crisis cambiarias. Por lo tanto, es relevante analizar la evolución del balance de pagos a lo largo del 2018 para comprender cómo se incubó y desarrolló la crisis que aun hoy afecta a la economía argentina.

El 2018 había comenzado con perspectivas optimistas, principalmente de relativa estabilidad cambiaria y un repunte de la actividad. En este marco, el déficit de cuenta corriente pasó de USD 7.200 millones en el primer cuarto de 2017 a USD 9.600 millones en igual período del año pasado. Pese a que el superávit de la cuenta Capital y Financiera cayó de USD 17.200 millones a USD 15.800 millones en dicho lapso, más que permitió solventar el déficit, de modo que se acumularon reservas por más de USD 6.600 millones.

Lamentablemente, la calma no se pudo extender más allá de marzo. Con el segundo trimestre llegó la sequía, y las exportaciones de bienes se resintieron. Además, pese a la suba del dólar de mayo, el ajuste en el frente externo todavía era acotado: producto del desfase entre las órdenes de compra comerciales y su recepción, “las estadísticas” tardan en reaccionar. En este marco, el rojo de cuenta corriente pasó de USD 6.800 millones en 2017 a USD 8.600 millones en 2018. De este modo, alcanzó a 5,7% del PBI (promedio últimos cuatro trimestres) abriendo paso a una dinámica claramente insostenible. Por su parte, impulsada por el ingreso de USD 15.00 millones del FMI, la cuenta Capital y Financiera alcanzó para cubrir el rojo del intercambio operativo y acumular reservas por USD 750 millones.

En el tercer trimestre los problemas de la economía real se trasladaron al sector externo: la contracción del rojo de cuenta corriente, que pasó de USD 8.300 millones en el acumulado julio-septiembre de 2017 a USD 7.500 millones en 2018, obedeció a una importante caída de las importaciones (-9% i.a.) ya que las exportaciones retrocedieron 3% i.a. en el período. Se observa así como la crisis permitió achicar el rojo de cuenta corriente mediante el ajuste de las compras, dado que las ventas –producto de la sequía- retrocedieron. En este lapso, sin ingresos del FMI por la renegociación del acuerdo, la Cuenta Capital y Financiera revirtió su superávit y arrojó un déficit cercano a USD 4.500 millones, agravando los problemas de la economía real. De esta forma, las reservas cayeron más de USD 12.000 millones en el período.

El cuarto trimestre, aquel de dólar más caro y menor actividad, mostró el principal ajuste de cuenta corriente: el déficit pasó de más de USD 9.000 millones en 2017 a menos de USD 2.500 millones. Si bien este desenlace respondió principalmente al desplome de las compras (23% i.a.) también se explicó por un repunte de las ventas (+7% i.a.), alentadas por la recuperación de Brasil, la mayor competitividad cambiaria y el incremento de los excedentes exportables. Por su parte, la cuenta Capital y Financiera estuvo motorizada por los desembolsos del FMI y el swap con China, mostrando un superávit de USD 19.000 millones. Como resultado, la acumulación de Reservas rozó los USD 17.000 millones en el período.

Con estos números, el 2018 finalizó con un rojo de cuenta corriente de USD 28.000 millones, marcando un ajuste de 11% i.a. frente al déficit de USD 31.600 millones de 2017. Si bien se redujeron tanto el rojo de bienes como de servicios, la importante caída del primero (-80% i.a. y 4% i.a., respectivamente) explica el menor déficit. Por su parte, la cuenta capital mostró un superávit cercano a USD 40.000 millones, motivado por el acuerdo con el FMI, que más que revirtió la salida de capitales privados de corto plazo.

De cara a 2019, la dinámica será más similar a la del segundo semestre que a la primera mitad del año pasado, que ya luce como propia de un pasado remoto. En este marco, proyectamos que la cuenta corriente cerrará otro año más en rojo, pero ya lejos de los valores insostenibles de 2017 y comienzos de 2018, arrojando un déficit cercano a USD 13.500 millones (3,1% del PBI). En este marco, asumiendo que se destraban todos los desembolsos del FMI –lo que prevemos pasará-, la Cuenta Capital y Financiera alcanzaría un superávit capaz de acumular reservas. Sin embargo, producto de la dolarización preelectoral y los acotados grados de libertad del Tesoro Nacional y el Banco Central, la mejora de las cuentas externas no se traducirá en una mayor calma cambiaria.

Equilibrio comercial con Brasil en febrero

En el segundo mes del año, el intercambio comercial de bienes con Brasil cerró en equilibrio (USD +36 millones). Considerando el rojo de más de USD 700 millones de febrero 2018, se observa un importante avance. El mismo obedeció a exportaciones que mostraron un salto de casi 20% i.a. e importaciones que mantuvieron su dinámica contractiva, cayendo más de 40% i.a.

En cuanto a las ventas al país vecino, estas se vieron impulsadas por una economía brasilera que paulatinamente acelera su recuperación (el mercado espera un crecimiento del PBI del 2% i.a. para el primer trimestre de 2019, frente a 1,5% i.a. en el último cuarto de 2018), sumado a un tipo de cambio que, a pesar del retraso que mostró en enero y gran parte de febrero, aún se mantiene en una zona competitiva. En este sentido, la participación argentina en las importaciones del país vecino treparon a 7,1%, frente a 5,2% en febrero de 2018. Por último, los principales crecimientos se registraron en trigo (ayudado por una cosecha récord) y cebada, vehículos de carga, combustible y aluminio.

Por otro lado, las importaciones desaceleraron su contracción en febrero; no obstante, la misma continúa siendo por demás contundente. La fuerte caída del salario real que observa nuestro país golpea la demanda de bienes finales, mientras que la recesión económica presiona sobre las compras de insumos, maquinaria y combustible. En esta línea, las mayores caídas se dejaron ver en vehículos (tanto de pasajeros como de carga), maquinaria agrícola, neumáticos y autopartes.

Siguiendo estos números, aún no se ve un cambio de paradigma producto de la asunción de Bolsonaro. En este marco, proyectamos que en 2019 la dinámica de mejora del saldo para nuestro país se mantendría, repitiendo la tendencia del cierre de 2018; impulsado más por la dinámica local –recesión y salto cambiario- que brasileña –mejora de la demanda y relativa apreciación cambiaria-. No obstante, a medida que pasen los meses y las bases de comparación arrojen resultados “más ajustados”, la recuperación se atenuaría, principalmente en el caso de las importaciones. Como resultado, proyectamos un saldo levemente negativo para el cierre del año, dejando atrás de manera definitiva el abultado déficit de 2017 y la primera mitad de 2018.