El flujo comercial con Brasil en mínimos desde 2004

En junio, el intercambio comercial bilateral entre Argentina y Brasil arrojó un déficit de USD 100 millones para nuestro país, más que duplicando el rojo de USD 45 millones obtenido en igual mes del año pasado. Más allá de este resultado negativo, la nota la volvió a dar el flujo comercial: por el desplome tanto de las exportaciones a ese mercado (-39,5% i.a.) como de las importaciones desde Brasil (-30,8% i.a.) el intercambio total entre ambos países cayó 35% i.a., registrando el menor valor para un junio desde 2003.

Por el lado exportador, los poco más de USD 500 millones enviados a Brasil desde Argentina en junio representaron un 4,8% de las importaciones totales de ese país. Comparando con el 6,4% de participación obtenido en junio de 2019, y más aún con el 7,2% de 2018, este número enciende algunas señales de alarma. Si bien era esperable una caída, ya que la principal economía del Mercosur está en rojo, nuestras ventas cayeron casi el doble que el resto de las importaciones brasileñas (-18,5% i.a.), relegando nuestra importancia en este mercado.

El frente cambiario fue clave para explicar esta dinámica dispar. Mientras que el Real brasileño se depreció casi 33% en el primer semestre, en una economía sin inflación, el peso argentino avanzó “solo” 17,6% y la suba de precios habría rondado el 13% en nuestro país. Como resultado, perdimos competitividad precio, y el tipo de cambio real bilateral con Brasil se apreció 22% en la primera mitad del 2020. Por lo tanto, no solo estamos sufriendo un ajuste por cantidades en esta plaza, sino también por precios.

Por otra parte, la parálisis de la industria automotriz en un contexto de fuertes restricciones a la producción también contribuyó a esta caída. La exportación de bienes “no-esenciales”, que además operan con estrictos protocolos que enlentecen -y encarecen- la producción, también fue relevante. Si nunca es lo mismo exportar acero que caramelos, mucho menos lo es en este contexto.

Obviamente, la caída de las ventas tiene como principal explicación la caída de la actividad en el país vecino, en línea con la tendencia a nivel global. En este sentido, los últimos datos de actividad resultan contundentes: en abril, la actividad económica se contrajo un 15% i.a y casi un 10% comparado con marzo. Adicionalmente, las ventas minoristas cayeron un 17% mensual, mientras que la producción industrial lo hizo un 23% mensual en el mismo mes. Sin datos desagregados de Brasil, sabemos que las exportaciones de vehículos cayeron un 82% i.a. según ADEFA, 7 p.p. más que los patentamientos locales (-75% i.a.).

Respecto de las importaciones desde Brasil, la caída de 30,8% dejó a las compras desde ese país en su menor valor desde 2003. Pensando en el desplome acumulado que mostraban las importaciones totales de nuestro país a mayo (-24% i.a.), también se observa un retroceso mayor de la economía vecina. Nuevamente la fuerte presencia de vehículos en la canasta importadora desde este país, y los importantes problemas de este sector para operar, explican parte de la caída.

Con estos números, el saldo comercial permaneció en equilibrio durante el primer semestre (USD -23 millones), mostrando una importante desmejora respecto de la primera mitad de 2019, cuando habíamos obtenido un superávit de USD 170 millones. Este retroceso obedeció a la caída de las exportaciones (-30,8% i.a.), ya que las importaciones desde el gigante latinoamericano también cayeron en la comparación interanual (-28,1% i.a.).

De cara al futuro, las perspectivas no son alentadoras: tanto el PBI argentino como el brasileño arrojarían caídas cercanas a los dos dígitos en 2020, golpeando fuertemente al comercio bilateral. De esta manera, será casi imposible repetir el superávit de USD 760 millones alcanzado en 2019. Aunque la reducción del déficit bilateral existente hasta 2018 es una buena noticia en un contexto de escasez de divisas, no poder sostener el resultado positivo del año pasado, o al menos la participación en la plaza brasileña, diluyen los aspectos a destacar. 2020 tendrá el menor flujo de comercio bilateral en más de una década y el frente externo con Brasil sumará preocupaciones a una economía argentina ya muy golpeada por todos los frentes. Al menos no se perderán divisas: ¿que podría ser peor? Eso no arregla.

 

Una de cal y otra de arena: superávit comercial en máximos, pero flujo en mínimos

El intercambio comercial de bienes mostró dos caras en mayo de 2020: una positiva y otra negativa. El vaso medio lleno es que el superávit avanzó un 35% i.a., rozando USD 1.900 millones, casi USD 500 millones por encima de igual mes de 2019 (USD +1.400 millones). El vaso medio vacío es que esta dinámica obedeció íntegramente al desplome de las importaciones (-31,6% i.a., apenas superando USD 3.150 millones), ya que las exportaciones también retrocedieron (-16,3% i.a., rondando USD 5.050 millones). Como resultado, el flujo comercial cayó 23% i.a. en mayo, alcanzando sólo USD 8.250 millones, el menor intercambio para este mes desde 2009.

Esta dinámica dispar obedeció al peor desempeño de la economía argentina respecto de la actividad mundial. A modo de ejemplo, siguiendo las últimas proyecciones del FMI, nuestro PBI sufriría la sexta peor recesión del mundo (-9,9% i.a.), cayendo casi el doble que la economía global (-4,9% i.a.). Por lo tanto, esta evolución se repetiría en los próximos meses.

Asimismo, producto de la depreciación de varias monedas emergentes, el tipo de cambio real multilateral retrocedía 9% en el acumulado de los primeros cinco meses de 2020, que se hundía a 26% cuando se miraba el tipo de cambio real bilateral con Brasil. De esta forma, se observa cómo el golpe no vino solamente por la menor demanda, sino también por la pérdida de competitividad-precio.

Analizando las exportaciones de manera desagregada, resalta que los productos primarios crecieron en valores (+8,3% i.a.), impulsados las cantidades (+6,3% i.a.). En sentido contrario, las ventas de manufacturas de origen agropecuario cayeron 5,5% i.a., producto de la merma en volúmenes (-4,9% i.a.). Con estos números, podemos deducir que las tensiones cambiarias del mes pasado (el Banco Central vendió casi USD 1.000 millones en mayo hasta que endureció el cepo el 28 de ese mes) respondieron más a una cuestión comercial de adelantamiento de pagos y posposición de cobros que a un tema de despachos aduaneros: las exportaciones salieron y llegaron menos importaciones.

Por su parte, las ventas externas de manufacturas de origen industrial y de combustibles y lubricantes se desplomaron 50% i.a y 40% i.a., respectivamente. En el primer caso, el deterioro obedeció a las restricciones a la oferta y la crisis brasileña (caída 48% i.a. en cantidades), mientras que, en el segundo, la mala performance respondió al desplome de los precios (-67% i.a.).

Por el lado importador, el desplome fue generalizado. Las compras externas de vehículos livianos lideraron la caída con un derrumbe del 76% i.a., seguidas por combustibles y lubricantes (-59% i.a.) y piezas y accesorios para bienes de capital (-49% i.a.). En todos los casos, las restricciones de oferta a la producción industrial, especialmente en el AMBA, explicaron dicho resultado.

De cara al futuro, las perspectivas no mejoran. Para fundamentar esto, hay que destacar que la Bolsa de Cereales de Rosario proyectó una caída del 10% en las exportaciones del complejo sojero de 2020, lo que representa un ajuste cercano a USD 2.000 millones en nuestros envíos externos. Esta mala noticia no impactará solamente en el intercambio comercial, sino también en el resultado fiscal, ya que la oleaginosa es uno de los principales aportantes de retenciones. Asimismo, la crisis que está sufriendo la economía brasileña (el FMI proyecta una caída de 9% para su PBI % este año), nuestro principal destino exportador, complicará las cosas en este frente.

Por el lado importador, el probable endurecimiento de la cuarentena profundizaría la crisis. Asimismo, las restricciones de acceso al Mercado Único y Libre de Cambios impuestas a fines de mayo, que obligan a varias empresas a importar con dólares propios, agudizarían las caídas interanuales en los próximos meses, a la par que poseen un importante sesgo anti-exportador por el diferencial que generan entre el tipo de cambio importador (paralelo) y exportador (oficial).

Resultado de esta dinámica, proyectamos que el superávit comercial se acercaría a USD 18.000 millones en 2020 (+13% i.a.), marcando un récord en términos nominales. No obstante, tal como sucedió en los primeros meses del año, la mejora obedecería al desplome importador y no a un avance de las exportaciones, que también retrocederían significativamente.

En síntesis, pese a que el saldo comercial alcanzaría un máximo, el flujo comercial se acercaría a los mínimos de 2009 (USD 95.000 millones, 20% por debajo del valor de 2019).

 

 

 

 

 

Intercambio bilateral con Brasil: cuando un menor déficit puede ser una mala noticia

En mayo, la economía argentina siguió derrumbándose y el intercambio con Brasil no fue la excepción. En este sentido, resalta que el flujo de comercio bilateral se desplomó un 55,6% i.a., producto de una caída de ese porcentaje tanto para las exportaciones como para las importaciones.

Como resultado, las ventas al país vecino perforaron los USD 400 millones, registrando el menor valor para un mes desde abril de 2004. Lamentablemente, la brusca caída no fue solo consecuencia del mal desempeño de la economía brasileña: el resto de sus importaciones cayó “solo” 7,7% i.a., de modo que nuestra performance fue peor al promedio y nuestra participación en dicho mercado se redujo a la mitad, pasando de 6% en mayo de 2019 a 3% en 2020. Por su parte, las compras argentinas al gigante sudamericano rondaron los USD 450 millones, arrojando también el menor valor para un mes desde enero 2004.

Como resultado, el déficit comercial bilateral rozó USD 50 millones el mes pasado, lo que implica una reducción significativa respecto a igual mes de 2019 (USD -120 millones), muy por debajo de los valores de 2018 o 2017 (USD -450 millones o USD -630 millones). Lamentablemente, como se desprende de lo dicho más arriba, este avance no obedeció a una recuperación de las ventas, que se contrajeron 50% desde mayo de 2018, sino a un desplome de las compras (-64% en los últimos dos años).

Dos factores fueron claves para que se observaran estas dinámicas. Por un lado, la apreciación del 25% i.a. en el tipo de cambio real bilateral con nuestro principal socio comercial -producto esencialmente del salto nominal del Real brasileño,+ 43% en los últimos doce meses, en una economía con 2% de inflación anual- y el desplome de la actividad en ambos países, sin perspectivas de recuperación en ningún caso. En este sentido, la caída de 11% i.a. en marzo del PBI local se corresponde una contracción mayor al 4% en la economía brasileña. Por lo tanto, nuestros envíos al país vecino sintieron un golpe tanto a nivel de competitividad-precio como de cantidades demandadas.

En el acumulado a los primeros cinco meses del año, los datos no son mejores: nuestras exportaciones a Brasil cayeron casi 30% i.a. en el período y las importaciones hicieron lo propio en 27,5%. De esta forma, el saldo comercial pasó de USD 210 millones en el total enero-mayo de 2019 a USD 80 millones en 2020. En otro orden, dado que el resto el resto de las importaciones de la primera economía del Mercosur cayeron menos de 1% i.a., nuestra participación en ese mercado se contrajo casi 2 p.p. en el acumulado enero-mayo de 2020, apenas superando el 4%.

De cara al futuro, las perspectivas tampoco son alentadoras. Por el lado exportador, la economía brasileña no repuntaría en el corto plazo (las proyecciones de PBI del consenso de mercado de ese país cayeron casi 3 p.p. en los últimos treinta días, perforando el 6% actualmente). Además, la depreciación del Real tampoco se revertiría, ni inflación se aceleraría. En consecuencia, la competitividad cambiaria continuaría por debajo de 2019.

Más allá de estas malas noticias, el saldo comercial bilateral podría mejorar en 2020, producto del desplome de la economía argentina y el superávit acercarse a USD 1.000 millones, un 30% más que en 2019 cuando acumuló USD 750 millones. Más allá de este avance en el neto, dado que la mejora no obedecería a un incremento de las ventas sino a un mayor desplome de las compras, el flujo de comercio se derrumbaría y 2020 no sería un buen año en este frente.

Los flujos de comercio se desploman como consecuencia de la recesión global

En abril, la balanza comercial arrojó un superávit USD 1.411 M, siendo el mejor resultado para el mes desde 2012. Comparado con abril de 2019, el saldo positivo fue superior en un 21,1% i.a.

No obstante, el buen resultado “esconde” la fuerte dinámica recesiva que experimenta la economía global producto del COVID-19 y que impactó de lleno sobre los flujos del comercio. En este sentido, las exportaciones se desplomaron un 18,9% i.a y las importaciones un 30,1% i.a. Como consecuencia, el volumen del intercambio se retrotrajo un 23,8% i.a, siendo aún menor que el registrado durante la paralización mundial de 2009.

Las ventas externas sumaron USD 4.329 M (-18,9% i.), producto de una baja en las cantidades (-13% i.a) y, en menor medida, en los precios (-13% i.a). Si bien la dinámica es a todas luces negativa, se destaca que las exportaciones de Productos Primarios volvieron a crecer (+10,8% i.a), contrario a lo que había pasado en marzo, cuando todos los rubros habían experimentado bajas. Esto tuvo lugar gracias al incremento de las exportaciones de porotos de soja y maíz en grano, cuyos destinos principales fueron China y Vietnam, dos economías que de a poco comienzan a normalizar sus actividades.

Para las exportaciones de manufacturas la performance fue muy negativa (sobre todo para las de origen industrial) y estuvo vinculada a la fuerte contracción que están experimentando las economías de nuestros principales socios comerciales. Tal es el caso de Brasil, por ejemplo, -destino que concentra el 30% de las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) y el 70% de las del complejo exportador-, en donde la actividad cayó un 5,9% en marzo (desestacionalizado) y la producción industrial un 9,9%.

Puntualmente, las MOI se desplomaron un 58,3% i.a, la mayor baja interanual desde al menos. Dentro de este rubro, el complejo automotriz fue por lejos el más afectado, por menores despachos a Brasil. En cuanto a las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), el descenso fue menor (-2,7% i.a), combinando bajas en algunos productos (pellets de soja, -USD 62 M) con subas en otros (aceite de soja, + USD 124 M y carne bovina, +USD 24 M).

Por último, el descenso que experimentaron las exportaciones de Combustibles (-33,9% i.a) se explicó enteramente por el derrumbe de los precios (-53,5% i.a), que se inició como consecuencia de la menor demanda mundial de petróleo, y cuya tendencia se exacerbó por el conflicto petrolero entre Rusia y Arabia Saudita. Contrariamente, las cantidades aumentaron un 41,7% i.a: la falta de demanda local liberó un mayor saldo exportable, pero que, de todas formas, debió realizarse a precios muy inferiores.

Por la paralización completa de un gran número de actividades económicas, las importaciones se hundieron un 30,1% i.a en abril, lo que implicó una notable aceleración en la caída respecto al registro del primer trimestre (-18,6% i.a). Apenas sumaron USD 2.981 M, menos de la mitad de lo importado durante el mismo mes de 2018.

Todos los usos acusaron elevadas tasas de caídas, empezando por Vehículos (-57,6% i.a), cuyas importaciones fueron prácticamente nulas (USD 87M) y seguido por Combustibles (-47,6% i.a), Piezas y Accesorios para Bienes de Capital (-43% i.a),  Bienes de Capital (-35,9% i.a), Bienes de Consumo (-19,7% i.a) y Bienes Intermedios (-14,2% i.a), cuya baja se vio compensada por mayores importaciones de insumos médicos.

Un punto para destacar es que, en términos desestacionalizados, las importaciones experimentaron una fuerte baja del 8,9%, confirmando que la recesión económica se profundizará en abril respecto de marzo.

Con estos números, el primer cuatrimestre del año finalizó con un superávit comercial cercano a USD 4.720 M, resultando un 48% mayor al de igual período de 2019 y el más elevado desde 2009. Nuevamente, cabe destacar que no se debe a una dinámica “virtuosa” sino al hecho de que el desplome de las importaciones (21,5% i.a) duplicó la caída que acusaron las exportaciones (-10,1% i.a).

Esperamos que la dinámica contractiva continúe en los próximos meses, acorde la recesión mundial se prolongue: de acuerdo con las estimaciones de la OMC, el comercio mundial podría caer entre un 13% y un 32% i.a este año. Mantenemos nuestras proyecciones inalteradas, aunque las mismas podrán sufrir modificaciones debido a algunos factores que podrían afectar. Por el lado de las exportaciones, dependerá de cómo vayan evolucionando la caída de la economía mundial, hasta ahora con una baja proyectada en 3,3% i.a (FMI), aunque en constante revisión por parte de cada uno de los países. Mientras que la dinámica de las importaciones estará sujeta a la evolución de la actividad económica local, sujeta a cuánto dure la vuelta a la “normalidad” y como se resuelva la reestructuración de la deuda.

Se acentúan los impactos del COVID-19: el flujo comercial bilateral se redujo 45% i.a en abril

El impacto negativo del COVID-19 sobre comercio bilateral entre Argentina y Brasil quedó en evidencia en el mes abril, y el flujo de comercio se desplomó 45% i.a. el mes pasado. Producto de la crisis que azota al mundo, tanto las exportaciones como las importaciones experimentaron severas contracciones, empeorando notablemente su performance respecto a los meses previos (-40,6% i.a. y -48,6% i.a., respectivamente).

En abril, el saldo del intercambio bilateral con Brasil fue superavitario en USD 62 millones, conjugando dos meses consecutivos en terreno positivo. Mejor aún, en la comparación con abril de 2019 el resultado mejoró considerablemente, ya que en dicho mes se había registrado un déficit de USD 20 millones. Sin embargo, esto no responde a una dinámica “virtuosa” por el lado de las exportaciones, sino al mayor desplome relativo de las importaciones.

Estas últimas sumaron USD 477 millones el mes pasado, lo que supuso una baja de 48,6% i.a. Si bien la dinámica contractiva se observa de forma casi ininterrumpida desde mayo de 2018, lo cierto es que en abril la caída fue mucho más profunda que en el primer trimestre del año (-6,9% i.a. acumulada). La retracción fue tan profunda que el valor importado fue el menor desde 2004. Este dato adelanta lo que será el resultado en materia de actividad económica interna, con un deterioro generalizado luego de la cuarentena.

Por su parte, las exportaciones totalizaron en USD 539 millones en abril, lo que implicó un derrumbe interanual del 40,6% i.a. respecto al mes pasado. Si bien esta dinámica se enmarcó en un retroceso generalizado de las compras externas de Brasil (cayeron 14,8% i.a), para el caso de los envíos desde Argentina el resultado fue mucho más negativo. Esto responde a la composición de la canasta exportadora de Argentina, en donde mas del 40% del total son Vehículos y el 65% son MOI y fueron los rubros con que registraron mayores bajas. Asimismo, la imposibilidad de producción de varios rubros puede haber generado faltantes en las cadenas productivas brasileñas, y considerando los tiempos de viaje -los envíos suelen realizarse en barco o por tierra-, posiblemente la cuarentena y sus dificultades logísticas continúen teniendo efectos negativos en los próximos meses.

Antes de cerrar, cabe destacar que la apreciación del tipo de cambio real bilateral con Brasil mayor al 20% acumulada en los últimos doce meses también golpeó a nuestros envíos al gigante sudamericano. En este sentido, que el tipo de cambio real ya se ubique 25% por debajo del promedio histórico atenúa las expectativas de recuperación.

Datos del primer cuatrimestre

En el primer cuatrimestre, el saldo comercial bilateral con Brasil acumuló un superávit de USD 131 millones, 60% inferior al del primer cuatrimestre de 2019. Las exportaciones sumaron USD 2.775 millones, un 23% i.a menos que en 2019, en tanto las importaciones tuvieron una retracción del 19% i.a, totalizando USD 2.644 millones. Lamentablemente, la crisis que azota a ambas economías, sumado a la pérdida de competitividad de nuestro país golpearon a la relación bilateral de comercio.

Para los meses siguientes esperamos que el flujo de comercio se mantenga en niveles muy bajos y siga cayendo en términos interanuales. Estará asociado al derrumbe de la actividad que sufrirán ambas economías: -5,2% i.a en el caso de Brasil según proyecciones de CEPAL y el FMI, y superior al 7% i.a para Argentina según nuestras proyecciones. En consecuencia, aunque este año el superávit comercial bilateral podría crecer respecto a 2019, el flujo de comercio entre ambos países se desplomaría.

La economía brasileña se engripó: ¿cómo nos impactará su recesión?

Las cifras del avance del COVID-19 en Brasil son alarmantes: se registraron casi 90.000 infectados y más de 6.000 muertos, superando en ambos casos los registros oficiales de China. Los datos indican que la pandemia está golpeando fuerte a nuestro principal socio comercial.

A contramano del camino adoptado por la mayoría de los países del mundo para evitar la propagación del virus y aplanar la curva, Jair Bolsonaro se volcó desde un inicio a un abordaje más permisivo de la crisis sanitaria, para no afectar a la economía: “es una gripecita”, fue su frase más famosa sobre el tema. Sin embargo, fueron los propios gobernadores quienes adoptaron cuarentenas en sus estados. Por caso, en San Pablo -principal estado industrial del gigante sudamericano y con una población similar a la de nuestro país- se impuso la cuarentena el 24 de marzo, cuatro días después de que se decretara en toda la Argentina. De esta dinámica contrapuesta se resalta un cortocircuito político, pero ¿qué pasa en materia económica?

Anclándose en la dicotomía de “salud” o “economía”, el presidente brasileño alienta a los ciudadanos de ese país a “salir constantemente” para mantener a la economía funcionando “normalmente” y así morigerar el impacto negativo que provoca la cuarentena en varios estados. Sin embargo, el deterioro del nivel de actividad ya se está percibiendo.

A modo de ejemplo, el consenso económico de ese país indica que este año su PBI se contraerá 3,3%, perspectivas que se deterioraron significativamente en las últimas semanas, ya que un mes atrás auguraban una suba del 1,1%. Pero tanto CEPAL como el FMI prevén una caída del PBI brasileño superior al 5%. De cumplirse estas últimas estimaciones, la economía volvería a niveles similares a los de 2010, ubicándose 8% por debajo del pico de actividad registrado en 2014.

En este punto, vale destacar que hace varios años que la economía brasileña enfrenta dificultades para crecer. A la recesión de 2015 y 2016 (-6,7% en términos acumulados), le siguieron tres años de una recuperación muy magra (la mejora promedio 1% anual entre 2017-2019). Por lo tanto, la economía brasileña también llega a la crisis del Coronavirus golpeada.

La caída significativa del nivel de actividad esperada para 2020 impactarán de manera directa en nuestro país: Brasil es el principal comprador de las exportaciones argentinas, y una crisis en el gigante sudamericano afectará nuestra producción industrial. En este sentido, cabe analizar qué sectores se verán más golpeados por la recesión del gigante del Mercosur.

En primer lugar, hay que mencionar que las importaciones totales de Brasil cayeron 1,8% el año pasado, mientras que las provenientes de Argentina se desplomaron 8%, tendencia que se repitió en el primer trimestre de 2020 (+4,3% i.a. vs. -9,2% i.a., respectivamente). Por ende, venimos perdiendo participación en dicho mercado incluso antes de la llegada del Coronavirus.

Las exportaciones argentinas totales a Brasil rozaron USD 10.400 millones en 2019, representando el 16% de las ventas externas de nuestro país. Un 65% de los envíos fueron Manufacturas de Origen Industrial (MOI), por lo que de uno de cada tres dólares de MOI exportados fueron rumbo a Brasil. Estos productos son los que suelen gozar de un mayor grado de diferenciación y valor agregado, de modo que su inserción en nuevos mercados suele ser más lenta y complicada (no hay preferencias arancelarias).

Hacia dentro de las exportaciones industriales, la rama de mayor peso es la automotriz. En 2019, sus envíos totalizaron USD 4.430 millones, lo que quiere decir que casi el 70% de las exportaciones de este complejo tuvieron como destino a Brasil, país al que entran sin aranceles por el Mercosur y que los bienes extra-zona tributan un aforo del 35%.

Además, más de la mitad de las ventas externas de complejos como Textiles y confecciones, Caucho y manufacturas, Materias plásticas y Productos de molinería se dirigen a Brasil. En consecuencia, la menor demanda de este país golpeará a industrias como la automotriz, textiles y confecciones, y caucho y manufacturas -neumáticos-. En otros términos, el golpe será transversal a buena parte del entramado fabril argentino.

Ampliando un poco el horizonte temporal del análisis, se observa el fuerte retroceso que vienen experimentando las exportaciones argentinas a Brasil, derivado esencialmente de la recesión del país vecino. Así, el mejor año para las exportaciones fue el 2013, cuando alcanzaron los USD 17.400 millones, de los cuales USD 13.300 millones correspondieron a MOI dentro de las cuales destacaron los USD 8.700 millones exportados por el complejo automotor (que habían llegado a un récord de producción ese año). Lamentablemente, el desplome frente al pico es contundente: los envíos totales retrocedieron 40% (USD 7.000 millones), mientras que tanto MOI como vehículos se contrajeron un 50% en el acumulado.

Como si el golpe a la economía real fuera poco, nuestras exportaciones a Brasil también se verán resentidas por la fuerte depreciación del Real. Desde que comenzó el año, esta moneda perdió casi un 30% de su valor, cerrando abril apenas por debajo de 5,6 BRL/USD (había comenzado 2020 en 4 BRL/USD). Por su parte, los precios minoristas crecieron menos de 1% en el primer trimestre, e incluso podrían haber retrocedido en abril. Producto del tibio avance del peso argentino y de la mayor inflación relativa de nuestro país, el tipo de cambio real bilateral con Brasil retrocedió casi 30% en el primer cuatrimestre del 2020. Si bien hay expectativas de una apreciación del Real (el tipo de cambio cerraría el año en torno a 4,8 BRL/USD según el consenso de mercado), lo cierto es que la pérdida de competitividad no se revertiría en el corto plazo. En consecuencia, a la menor demanda de cantidades, habrá que sumarle el deterioro de la competitividad precio.

En resumen, Brasil no solo no será un aliciente para atenuar la crisis de este año, sino que además impondrá nuevos e importantes problemas, sobre todo en nuestro golpeado sector manufacturero. En momentos de derrumbe de la demanda interna sería fundamental poder incrementar nuestras exportaciones contracíclicas, este año ocurrirá lo contrario.

Radiografía de la competitividad externa

Luego de las sucesivas devaluaciones del Peso y marchas y contramarchas con el esquema de retenciones al sector exportador, vale preguntarse en qué estadio se encuentra la competitividad externa de la economía argentina. Principalmente, porque la economía argentina tiene la necesidad de generar dólares genuinos para hacer frente a los compromisos de deuda pública en moneda dura. En este sentido, el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral Efectivo (ITCRME), que incluye derechos y reintegros a la exportación, es el indicador más usado para medir la competitividad precio de una economía frente a sus países socios.

Después de la salida del cepo cambiario a fines de 2015 y la eliminación de los derechos de exportación– con excepción del complejo sojero para el cual se diagramó una reducción gradual- el ITCRME mejoró significativamente. En el promedio 2016-2017, el mismo fue 15% mayor al de 2015.

En 2018, dos corridas cambiarias (abril y agosto-septiembre) más que duplicaron la cotización del dólar en el año, incrementando notoriamente la competitividad precio del sector exportador. Por caso, tras el salto devaluatorio y en el marco de un segundo acuerdo con el FMI con metas fiscales más exigentes, en agosto de ese año, se redujeron los reintegros sobre gran parte de los productos de exportación y en septiembre se impusieron nuevamente los derechos (alícuota de 12% a las exportaciones de bienes y servicios, con un tope máximo de ARS 3 y ARS 4 por dólar exportado según el producto). De esta forma, parte de la mejora en la competitividad cambiaria se redujo con las medidas impositivas aplicadas y con posterior la aceleración de la inflación tras el salto del dólar. No obstante, en el acumulado del 2018 el ITCRME trepó 22% y alcanzó el pico más alto desde 2010.

En el último año de gestión de Cambiemos, nuevamente la inestabilidad cambiaria modificó bruscamente la competitividad precio del sector exportador. Los resultados electorales de las PASO resultaron en una nueva corrida que cerró agosto con un tipo de cambio nominal 35% mayor al de fines de julio. Esto quitó peso de las retenciones sobre las exportaciones, dado que eran un monto fijo (las retenciones iniciaron en 12% y 9% en septiembre de 2018 y finalizaron en 7% y 5% en noviembre 2019, por el tope de ARS 3 y ARS 4 por dólar facturado al exterior, respectivamente). Sin embargo, a esto hay que sumarle que la inflación se aceleró como consecuencia del salto cambiario, por lo que en los primeros once meses de 2019 el ITCRME trepó 9%.

Con el cambio de gobierno se modificó nuevamente el esquema de retenciones (Dec. 37/ 2019) vigente a partir de diciembre de 2019. El mismo dejó sin efecto el monto fijo de ARS 4 por dólar exportado y se pasó a un régimen porcentual en un nivel más alto al que regía hasta el momento para los productos alcanzados por dicho monto. Asimismo, se hicieron modificaciones de las posiciones arancelarias alcanzadas por los ARS 3 por dólar exportado y se aplicó una alícuota del 9% a un grupo de productos de origen agropecuario (entre ellos carnes, harina de trigo, arroz, maní y legumbres). Teniendo en cuenta este cambio en el esquema impositivo, si bien la competitividad precio del sector exportador en diciembre mejoró 4% i.a. implicó una pérdida neta del 4 p.p respecto al esquema anterior (noviembre 2019).

Por caso, cuando analizamos por grandes rubros, según la vigencia del Decreto 37/2019, las mayores cargas recaen sobre la Manufactura de Origen Agropecuaria al pasar de promediar (ponderado por su canasta de exportación) una alícuota de 16% a una de 20%. Dicho rubro es el de mayor exportación: USD 24.000 millones al año, 30% de las ventas externas del país. Le sigue en el orden de importancia, Productos Primarios (la alícuota pasó de 10% a 15%), Manufactura de Origen Industrial (de 5% a 7%, promedio ponderado) y Combustibles (de 7% a 12%).

En cambio, con la Resolución General (Res. Gral 4666/2020), los servicios, que concentran cerca de 20% del total exportado, mejoró su posición respecto al régimen vigente hasta noviembre de 2019, pasando de una alícuota de casi 7% a una del 5% en la actualidad. Es importante esta reducción sobre los servicios, dado que hasta septiembre de 2018 nunca habían sido gravados con derechos de exportación. En este sentido, el pago del impuesto compromete los incentivos de producción sobre uno de los sectores que concentra más trabajos de alta calificación y que a su vez, consume menos divisas.

Si continuase el esquema impositivo actual, con una lenta desaceleración de la inflación y con un tipo de cambio moviéndose a un ritmo levemente inferior que los precios, la competitividad cambiaria se ubicaría la mayor parte de 2020 en torno al promedio de los últimos 20 años. En este sentido, posibles aumentos de la alícuota podrían ubicar la competitividad del sector exportador por debajo de dicho promedio.

Con el cierre del registro de exportaciones, el cambio en las alícuotas es inminente. La Ley Solidaria aprobada en diciembre, faculta al ejecutivo a aumentar los derechos de exportación al 33% para el poroto soja y al 15% para el maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo (hoy en 30% y 12%, respectivamente). Si el gobierno hace uso de dicha facultad, aplicando el máximo de alícuotas, la competitividad precio del rubro Productos Primarios experimentaría un recorte adicional de casi 3 puntos porcentuales, dado que dichos productos representan más del 70% del rubro.

Mas allá de ello, el destino de la competitividad externa del sector exportador estará fuertemente determinada por la resolución de la negociación de la deuda. Particularmente, la evolución de la inflación y las presiones futuras sobre el mercado cambiario dependerán de qué tan exitosa resulte dicha negociación.

Al mismo tiempo, en el plano internacional, las magnitudes de los movimientos de la moneda de los países compradores – principalmente de Brasil, Estados Unidos y China-, afectados por el Coronavirus, también será un factor que influirá en el nivel de competitividad precio de Argentina y de la posibilidad de incrementar las ventas a dichos mercados.

Superávit comercial con exportaciones estancadas: ¿Cómo será el 2020?

En enero de 2020, el intercambio de bienes comercial resultó superavitario en USD 1.015 millones, lo que representa un avance de 170% en relación con el registrado en igual mes de 2019, cuando el saldo había sido positivo en USD 372 millones. Lastimosamente y al igual que el año completo 2019, el saldo positivo fue producto del deterioro de las importaciones (-16% i.a.) y no por el crecimiento de las exportaciones (-0.8% i.a.).

Analizando las exportaciones, estas alcanzaron los USD 4.550 millones, lo que representó un virtual estancamiento en relación con enero de 2019. Este resultado no solo obedeció al deterioro de los precios (-2,2% i.a.), sino también al magro crecimiento de las cantidades exportadas (+ 1,5% i.a.). En este sentido, las cantidades de 3 de los 4 rubros que componen las exportaciones tuvieron un desempeño negativo en enero: Combustibles y Energía (-23% i.a.), Manufactura de Origen Agropecuaria (-8% i.a.) y Manufactura de Origen Industrial (-2% i.a.). En tanto, Productos Primarios mostró un avance (+22% i.a.), atenuando la caída general.

Por otro lado, las importaciones alcanzaron los USD 3.534 millones y se ubicaron en el nivel más bajo desde 2010, para un mes de enero. Al igual que en 2019 y parte de 2018, dicha dinámica se explica por el achicamiento de la economía argentina ante la crisis cambiaria y la lenta recuperación (que aún no llega). En este sentido, tanto los precios como las cantidades se redujeron en su comparación interanual 7% y 10% i.a. respectivamente. Entre las peores caídas de las cantidades compradas, resaltó Vehículos (-50% i.a.), le sigue en orden Piezas y accesorios (-18% i.a.), Bienes de consumo (-8% i.a.), Bienes de capital (-7% i.a.), Bienes Intermedios (-2% i.a.) y Combustibles y lubricantes (-2% i.a.).

Hacia adelante, proyectamos cerrar 2020 con un superávit en la balanza comercial de USD 16.000 millones, similar al de 2019. Dicho dinamismo será explicado por el pobre desempeño tanto de las exportaciones como de las importaciones. En este sentido, las perspectivas de mejora de la economía brasileña y un tipo de cambio real más alto, podría estimular los envíos al exterior. Por el lado de las importaciones, la baja performance de la economía doméstica, en conjunto con políticas comerciales más agresivas, seguirán morigerando a las importaciones, aunque a un ritmo menor (cercana al -1% i.a.).

Vuelta al déficit bilateral con Brasil: muchas menos exportaciones e importaciones estancadas

Luego de un semestre en terreno positivo, el intercambio comercial con Brasil volvió a arrojar un resultado negativo en enero de 2020: en este caso, el saldo fue de USD -20 millones, más que revirtiendo el superávit de USD 120 millones alcanzado en el primer mes del 2019. Más allá de este deterioro, al incluir en la comparación el resultado de enero 2018 (USD -485 millones), se observa el efecto base de comparación; por lo tanto, nuestra performance no fue tan negativa como parecería a priori.

La reversión del saldo respondió a la caída exportadora (-16,5% i.a.), ya que las importaciones se mantuvieron virtualmente estancadas en la comparación interanual (-0,3% i.a.). La baja en los envíos a Brasil fue significativa, al punto tal que las ventas externas a este destino alcanzaron su menor valor desde marzo de 2017 y un piso para el mes de enero desde 2016. Dos factores fueron claves para esta dinámica. Por un lado, que la demanda de la principal economía del Mercosur no terminara de despegar. Por el otro, la depreciación nominal del Real (+5,3% durante enero) en un país con baja inflación, encareciendo relativamente a nuestros bienes respecto de los brasileños.

Si bien la caída de las importaciones brasileñas fue generalizada, lo cierto es que la contracción en los envíos desde nuestro país fue mucho mayor a la del resto de los orígenes (-17% i.a. y -0,5% i.a., respectivamente). Como resultado, la participación argentina en el mercado vecino pasó de casi 5% en el primer mes de 2019 a 4,1% en enero 2020.

Por el lado importador, el virtual estancamiento representa una buena noticia: las compras argentinas a Brasil mostraron caídas espectaculares entre julio 2018 y noviembre 2019, siempre superiores al 20% i.a. Habrá que esperar a la publicación de los datos agregados de nuestro país para saber si esta mejora se trasladó al resto del intercambio comercial o representó una recuperación aislada, tal como sucedió en diciembre cuando las importaciones desde Brasil crecieron levemente (+0,4% i.a.) pero cayeron casi 20% i.a. a nivel agregado.

Para finalizar, resta decir que proyectamos un tenue superávit, menor a los USD 1.000 millones, para el resultado comercial de 2020. De esta manera, el saldo caería levemente respecto del acumulado en 2019 (USD +1.020 millones). Esto se explicaría por exportaciones e importaciones que crecerían tibiamente (por debajo del 2% i.a.). En consecuencia, la mejora en el neto se estiraría, pero el flujo de comercio continuaría en niveles muy bajos. De que las expectativas de recuperación de la economía brasileña efectivamente se materialicen y que el Real no siga depreciándose y el Peso argentino apreciándose, dependerá que este tibio superávit no se transforme en un equilibrio o, peor aún, nuevamente en un déficit.

Nueva política comercial: ¿proteccionismo inteligente o vuelta atrás?

El cambio de gobierno trajo varias novedades en materia de política económica, y la gestión de la política comercial externa es una de las principales áreas donde se observan modificaciones. En este sentido, pasamos de un esquema de apertura casi irrestricta a otro en donde se intentará proteger a ciertas industrias consideradas sensibles, sea por el empleo que generan o por la cantidad de divisas que demandan.

Concretamente, se agregaron alrededor de 300 posiciones arancelarias (PA) al esquema de Licencias No Automáticas (LNA) para importaciones de bienes, llegando de esta manera a 1.500 partidas (es decir, un incremento cercano al 25% respecto de las 1.200 posiciones observadas anteriormente). Este cambio es mucho mayor cuando analizamos en términos de dólares: mientras que el set anterior comprendía posiciones por las que se importó poco menos de USD 8.000 millones en los primeros onces meses de 2019, el nuevo esquema abarca a más de USD 14.000 millones, representando una suba del 80%. En otros términos, las licencias automáticas (LA) pasaron de comprender a cuatro de cada cinco dólares importados a menos de dos de cada tres.

Por lo tanto, podemos afirmar que estamos ante un esquema a priori más cerrado, donde las posiciones bajo análisis involucran a un mayor flujo de comercio. Si bien esto es cierto, hay que remarcar que los números pueden exagerar por dos razones. En primer lugar, porque la comparación es entre las posiciones protegidas del esquema anterior y posiciones que entraban automáticamente. En consecuencia, las importaciones de las PA bajo LNA eran bajas por razones de política comercial. En otro orden, la comparación puede ser exagerada porque las LNA no son una prohibición al ingreso de bienes -si fuera así, los ingresos desde partidas incluidas en el esquema anterior debería ser cero-, sino la demanda de ciertos requisitos burocráticos y la demora del proceso de entrada. Por ende, si bien estamos frente a una lógica más restrictiva, el aumento es menor de lo que los números indican.

En otro orden, es importante destacar que estas herramientas de política comercial son toleradas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), bastante reacia al uso de políticas proteccionistas. En este punto, estamos frente a una diferencia importante con lo que pasaba con las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), entre otras herramientas. En este contexto de importantes pagos de deuda en divisas y mercados de crédito cerrados, sostener una buena relación con los organismos internacionales -y no recibir denuncias en ellos- es fundamental.

Por otra parte, vale recordar que se recortó el plazo de validez de las autorizaciones de 180 días corridos a 90 días. Esta decisión desalienta la importación de bienes de capital, sobre todo desde destinos lejanos -principalmente China-, ya que el menor plazo que media entre que se puede efectivizar la compra y que el bien llega al país torna prácticamente imposible poder adquirir este tipo de productos, usualmente hechos a medida y con plazos de entrega mayores a los estipulados por las nuevas normativas.

Analizando a nivel rama de actividad, resalta la inclusión de partidas vinculadas a la industria automotriz, de publicaciones, de juguetes y de productos químicos para consumo, cuando antes casi todas sus PA se encontraban bajo el régimen de LA. A excepción del primer caso, se observa que desde el Ministerio de Desarrollo Productivo se está priorizando proteger las industrias de mayor cociente entre empleo y producción. Por su parte, en el caso de la industria automotriz podemos ver un doble rol: por un lado, la importación de autos terminados implica una salida importante de divisas, por el otro, el sector está en crisis, con suspensiones sistemáticas en las diversas terminales.

Párrafo aparte merece el caso de alimentos y bebidas. En esta área, donde se protegió a un quinto de las compras externas frente a una importación automática en el régimen pasado, podemos vincularla a la política de Precios Cuidados. Es probable que se estén pautando importaciones frente a estabilidad de precios, de ahí los frenos burocráticos a las compras externas de un sector que gasta pocas divisas -es significativamente superavitario en el agregado-, no posee un ratio empleo-producto elevado y su nivel de productividad está muy cerca de la frontera internacional.

En otro orden, calzado, indumentaria, maquinaria agrícola y marroquinería, las ramas de actividad beneficiadas por la política anterior también seguirán con elevados niveles de protección en el esquema actual. Para finalizar, huelga remarcar que los productos electrónicos, de un elevado consumo de divisas, no quedaron dentro de las posiciones con LNA a grandes rasgos. En consecuencia, podemos afirmar que, al menos por ahora, la política de aliento al régimen promocional de Tierra del Fuego que se registró entre 2009 y 2015 no se repetiría en la gestión actual: solo el 10% de las importaciones de productos electrónicos poseen trabas para ingresar al país.

En resumen, los principales esfuerzos de este esquema proteccionista renovado no parecieran dirigidos al ahorro de divisas ni a desarrollar proveedores locales en los sectores intermedios de la cadena de productiva -lo que incrementaría el costo de producción doméstica, generando un salto del nivel de precios y reduciendo la competitividad de la industria argentina-, sino a bienes finales que poseen un elevado coeficiente empleo-producción en su proceso de fabricación y donde permanecemos lejos de la frontera productiva internacional.

Al menos, en su diseño inicial, la nueva política comercial se sitúa en un punto intermedio entre las estrategias pendulares de cerrazón absoluta y apertura total de los esquemas recientes. Sin embargo, en este marco de pérdida de competitividad por un dólar que se atrasa y una presión impositiva que aumenta, las exportaciones mostrarán un dinamismo acotado. Por lo tanto, la posibilidad de ahorrar divisas a través de un freno a las importaciones para honrar los pagos de deuda si los mercados de crédito siguen cerrados estará latente, y volver a un sistema de restricciones generalizado tendría un importante costo en materia de actividad y productividad.