Brecha y crecimiento de las importaciones: malas noticias para el frente cambiario

En octubre, la balanza comercial bilateral con Brasil arrojó un déficit de USD 20 millones, más que revirtiendo el superávit de USD 250 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Esta dinámica obedeció mayormente al avance de las importaciones (+12,5% i.a., alcanzando USD 820 millones), en tanto las exportaciones al país vecino retrocedieron 18,4% i.a. el mes pasado. De esta forma, se acumuló el sexto rojo consecutivo, revirtiendo la dinámica positiva de 2019 y principios de 2020.

Anteriormente, la caída de las exportaciones a Brasil se explicaba por dos factores: la crisis brasileña y la depreciación del Real, que trepó más de 40% en los primeros diez meses del año, alcanzando 5,7 BRL/USD, en una economía casi sin inflación.

Sin embargo, el mes pasado se sumó una causa tan “propia” como novedosa: una brecha mayor al 100% entre el dólar oficial y paralelo, que alentó las expectativas de devaluación y pospuso exportaciones, a la par que impulsó la subfacturación de éstas, en la búsqueda por liquidar la menor cantidad de divisas posibles en el mercado oficial.

Más allá de esta dinámica adversa que agravó el rojo, vale destacar que el resto de las compras de Brasil cayeron todavía más (-27,8% i.a.), de modo que la participación argentina en la canasta importadora de la primera economía del Mercosur creció 0,7 p.p., pasando de 5,7% en octubre de 2019 a 6,4% el décimo mes de 2020.

Por su parte, las importaciones argentinas crecieron 12,5% i.a., mostrando un avance digno de una economía fuerte y en recuperación. Lamentablemente, nada más alejado de la realidad: el salto se explica íntegramente por temores devaluatorios o endurecimiento del cepo que genera una brecha cambiaria tan elevada en un contexto de Reservas netas en mínimos. Estas expectativas incentivan el adelantamiento de las compras, con el objetivo de atenuar los efectos negativos de un dólar más caro.

Este comportamiento, que maximiza el interés individual, pero que claramente va en contra del interés general, es un incentivo erróneo que urge corregir. Si la brecha no cede, el Banco Central deberá sacrificar cada vez más Reservas para controlar al tipo de cambio oficial. En este contexto de nulo ingreso de capitales desde el exterior, las posibilidades de apuntalar el poder de fuego de la autoridad monetaria en el corto plazo son muy bajas, de modo que las expectativas de devaluación se refuerzan vis a vis los comportamientos nocivos. Aunque la brecha se redujo sensiblemente en la última semana y el comienzo de la actual, todavía falta mucho terreno por recorrer.

Con estos números, la balanza comercial bilateral acumuló un déficit de USD 400 millones entre enero y octubre de 2020. De esta manera, se revirtió completamente el superávit de USD 400 millones alcanzado en igual período del año pasado y se encienden algunas señales de alerta, especialmente pensando en la cuestión cambiaria. Aunque es cierto que la depreciación del Real brasileño explica parte de este resultado, el crecimiento de las importaciones de septiembre y octubre producto de la elevada brecha y expectativas de devaluación, agravó la situación.

En este marco, será imposible repetir el superávit del año pasado (USD +760 millones) pero se puede aspirar a cerrar 2020 con un intercambio equilibrado, ya que noviembre y diciembre suelen ser meses superavitarios por la salida de la cosecha fina. La brecha complica todo. Su reciente baja prende alguna luz de esperanza; esperemos que no se apague tan rápido como llegó.

Una brecha tan grande que ya llega al comercio exterior

Una brecha tan grande que ya llega al comercio exterior
En septiembre de 2020, el superávit comercial alcanzó USD 580 millones, reduciéndose más de 66% en relación con igual mes de 2019 (USD +1.750 millones). De esta forma, representó el menor saldo positivo desde febrero del año pasado. Esta dinámica obedeció a un fuerte deterioro de las exportaciones (-18% i.a.), que alcanzaron USD 4.700 millones, y a un crecimiento de las importaciones (+3% i.a.), el primero en más de dos años, que rondaron USD 4.120 millones.

Las ventas externas aceleraron su ritmo de caída: pasaron de un retroceso de 12% i.a. entre enero y agosto de 2020 a -18% i.a. el mes pasado. Esta dinámica no estuvo asociada a un deterioro de los precios, que cayeron “solo” 2% i.a., sino a un desplome de las cantidades (-16% i.a.). La contracción estuvo liderada por los productos primarios (-30% i.a.), seguida por las manufacturas de origen industrial (-20% i.a.). Por su parte, las manufacturas de origen agropecuario retrocedieron “solo” 5% i.a., impulsadas por precios que avanzaron 1% i.a.

Usualmente, solemos atribuir la dinámica de las exportaciones a lo que pasa con nuestros socios comerciales, principalmente Brasil y China. Sin embargo, esta vez la causa estuvo “adentro”: una brecha cercana la 100% -en ese entonces- alentó las expectativas de devaluación y pospuso una parte importante de las exportaciones. En este punto, vale remarcar que menos exportaciones son menos dólares que ingresan al mercado oficial y más presiones cambiarias. Por lo tanto, esta expectativa se refuerza sola.

Por su parte, las importaciones crecieron 3,1% i.a., marcando su primer avance interanual desde agosto de 2018. Lejos de una recuperación sostenida o de un crecimiento generalizado, esta dinámica también obedece a la brecha. Los temores a una devaluación o un endurecimiento del cepo -en parte confirmados con lo que pasó a mediados de septiembre- motivaron el adelantamiento de compras y el stockeo de bienes. En este marco, las compras externas rebotaron motivadas más por el miedo que por las expectativas de recuperación.

Desagregando a nivel de usos económicos, se verifica un crecimiento importante en vehículos livianos (+11,5% i.a.) y bienes de consumo (+11% i.a.). En ambos casos, al incluir muchos bienes no-indispensables, los temores a un endurecimiento del cepo que obligara a importar con dólares propios, conseguidos en los mercados paralelos, forzó a las empresas a adelantar compras. Por su parte, los bienes intermedios treparon 12,5% i.a., en este caso más impulsados por los temores devaluatorios que por un endurecimiento del cepo, ya que todas las partidas comprendidas dentro de este uso son insumos productivos. En un sentido similar, los bienes de capital avanzaron 9,5% i.a.

Tal como sucede con la posposición de las exportaciones, el adelanto de importaciones aumenta las presiones cambiarias, forzando al Banco Central a vender Reservas -en un contexto de Reservas netas en mínimos- y agrava los problemas. Por lo tanto, ambos comportamientos terminan auto convalidándose y reafirmando las probabilidades de un salto cambiario.

Por su parte, en el acumulado anual se repite la tendencia de los últimos meses: un superávit comercial que se agranda, pasando de USD 9.500 millones entre enero y septiembre de 2019, a poco menos de USD 11.600 millones en 2020, producto de importaciones que caen más rápido que las exportaciones (-21,0% i.a. y -12,5% i.a.). Aunque lo sucedido en septiembre -y posiblemente también en la primera mitad de octubre- erosiona el saldo comercial, todavía el acumulado no se refleja mucho en el acumulado. No obstante, podría impactar si no se corrigieran las expectativas de devaluación en el corto plazo.

Con estos números, proyectamos un superávit mayor a USD 17.000 millones en el acumulado anual. El mismo se explicaría íntegramente por la caída de las importaciones (-18% i.a., según nuestras estimaciones), en tanto las exportaciones también retrocederían en la comparación con 2019 (-12% .a.). De cara al cierre del año, la brecha cumplirá un papel fundamental en la posposición de las ventas y el adelanto de las compras, o, si se calmara, en una normalización de estas variables. Dado que esta dinámica tiene un comportamiento decisivo dentro del mercado cambiario oficial, es probable que se auto convalide.

Las importaciones desde Brasil volvieron a crecer: ¿recuperación o temores devaluatorios?

En septiembre, la balanza comercial de bienes con Brasil arrojó un déficit de USD 105 millones. De esta forma, el rojo aumentó sensiblemente en relación con igual mes del año pasado, cuando el saldo había sido deficitario en USD 11 millones. Este retroceso obedeció no solo al deterioro de las exportaciones (-8,6% i.a., rondando USD 710 millones), sino, y más importante aún, al primer avance de las importaciones en el año (+3,4% i.a., alcanzando USD 815 millones).

Aunque nunca es bueno un mayor déficit, el repunte de las compras externas enciende algunas tibias señales de esperanza: representa el mayor incremento interanual desde abril de 2018 y es el segundo mes en más de dos años en donde no se verifica una caída. En consecuencia, podría notar cierta recuperación de la demanda en nuestro país.

No obstante, vale recordar que septiembre de 2019 fue el primer mes posterior a la devaluación pos-PASO y el primero, también, con control de cambios. Por lo tanto, el retroceso de ese mes (-16,9% i.a.) había sido muy significativo. En este sentido, se observa una caída de 14% i.a. al contrastar con septiembre de 2018, mostrando que la situación continúa siendo muy compleja.

En otro orden, los temores constantes a un endurecimiento del cepo que afectara la compra de dólares para importar o de un ajuste del mercado cambiario por precios -devaluación-, también puede haber “inflado” este número. La relevancia de Brasil en la importación de autos, más el riesgo siempre latente de un nuevo impuesto a los vehículos “de lujo”, podría ayudar a explicar parte de este crecimiento. Habrá que esperar entonces a los meses venideros para saber si estamos frente a una tendencia de recuperación o, simplemente, un oasis en medio de un derrotero general.

Por el lado exportador, las noticias fueron menos alentadoras, ya que se continuó con el retroceso de los últimos meses. Sin embargo, al hilar fino los números, resaltan algunas señales positivas. Por caso, la participación argentina en las compras brasileñas trepó 1,1 p.p. en el mes, al pasar de 4,7% en septiembre de 2019 a 5,8% en igual mes de 2019. Asimismo, el retroceso fue el menor desde diciembre del año pasado, ya que en todos los meses -incluidos los pre-pandemia- el rojo había superado el dígito. En consecuencia, “está mal, pero no tan mal” como diría un presentador de televisión.

 

Al analizar los datos acumulados, las buenas señales se esfuman completamente. Entre enero y septiembre, las exportaciones argentinas a Brasil retrocedieron casi 29% i.a., al pasar de USD 7.800 millones en los primeros nueve meses del año pasado a menos de USD 5.600 millones en igual período de este año. Para peor, el resto de las compras externas de la primera economía del Mercosur cayeron “solo” 13,5% en el acumulado a septiembre, de modo que la participación argentina en el mercado brasileño se redujo de 5,8% en 2019 a 4,9% en 2020.

Por el lado importador, la caída acumulada es de 22,4% i.a., al pasar de USD 7.600 millones entre enero y septiembre de 2019 a poco menos de USD 6.000 millones en 2020. Como resultado, el superávit comercial de USD 160 millones acumulado en los primeros nueve meses del año pasado se transformó en un déficit de casi USD 400 millones este año.

Con estos números, proyectamos que la balanza comercial bilateral con Brasil cerraría este año en leve terreno negativo, orillando los USD -100 millones. De esta forma, el saldo positivo de USD 760 millones alcanzando en 2019 más que se revertiría, abriendo un nuevo foco de tensión. Aunque parte de esta dinámica adversa se explicaría por la crisis brasileña (caída del PBI 2020 de 5% según su consenso de mercado) y su menor demanda de productos argentinos, la pérdida de participación en el mercado vecino será un desafío para superar en 2021.

Más superávit, pero menos exportaciones: frente comercial con más sombras que luces

En agosto, la balanza comercial volvió a ser superavitaria para nuestro país, arrojando un saldo positivo mayor a USD 1.440 millones. De esta forma, se registró un crecimiento de 23% i.a. en relación con el superávit de igual mes de 2019 (USD 1.170 millones). Sin embargo, las buenas noticias terminan acá: la mejora del saldo obedeció íntegramente al desplome de las importaciones (-20,4% i.a., sumando USD 4.940 millones), en tanto las exportaciones se redujeron la mitad (-11,4% i.a., llegando a USD 3.500 millones).

Al desagregar las ventas externas por grandes rubros, se verifica el comportamiento heterogéneo de los últimos meses. Por caso, los envíos de productos primarios treparon 10,2% i.a. en valores, impulsados por la recuperación de las cantidades (+8,8% i.a.). En sentido contrario, las manufacturas de origen agropecuario retrocedieron 12,3% i.a. y las de origen industrial 26,0% i.a. En ambos casos, el rojo se explicó por el deterioro de los volúmenes físicos (-11,6% i.a. y 21,8% i.a., respectivamente).

Aunque siempre las caídas son malas noticias, pensando en las potencialidades de agregado de valor, esta dinámica es preocupante. No obstante, al considerar la crisis brasileña, que viene atenuándose en los últimos meses, y las posibilidades de diversas industrias de operar con protocolos sanitarios –algo que se viene generalizando hace algunos meses- se enciende una luz de esperanza sobre el futuro de esta serie.

Por el lado importador, la caída fue más generalizada: absolutamente todos los usos económicos presentaron caídas y, a excepción de bienes intermedios (-5,1% i.a.), caídas de dos dígitos. En este sentido, resalta el desplome de las piezas y accesorios para bienes de capital (-37,8% i.a.) y de bienes de capital (-23% i.a.), en ambos casos explicado por un mayor retroceso de las cantidades en relación con los precios. En otro orden, el deterioro de los vehículos livianos (-24,5% i.a.) obedece a la falta de certidumbre cambiaria -no se quieren vender bienes dolarizados- en un contexto de depresión del consumo. En último lugar, destacan el retroceso de bienes de consumo (-10% i.a.), atenuado por el aumento en las importaciones de alimentos y bebidas para consumo en el hogar (+50% i.a.).

En otro orden, resalta el crecimiento de 7% en la comparación desestacionalizada de las importaciones. Si bien esta dinámica no refleja con precisión el movimiento de la actividad en general, máxime en un período de inestabilidad cambiaria y rumores sobre un posible endurecimiento del cepo -concretado a mediados de septiembre, aunque no para las operaciones comerciales-, parecería anticipar que la economía continuó recuperándose en agosto.

Con estos números, se observa un saldo de USD 11.000 millones en el acumulado a los primeros ocho meses del año. De esta forma, se verifica un avance de 16% en relación con el superávit de USD 9.500 millones obtenido en igual período del año pasado. Al igual que en el dato mensual, este avance responde a una caída de las importaciones (23,9% i.a.) que más que duplica a la de las exportaciones (-11,8% i.a.). En consecuencia, aunque el resultado neto mejoró, no podemos decir lo mismo del flujo comercial: el mismo retrocedió 17,2% i.a., perforando USD 63.500 millones y ubicándose en el menor valor desde 2009.

De cara al futuro, proyectamos que tanto la caída de las exportaciones como de las importaciones continúe atenuándose. Si bien ninguna de estas variables pasará a terreno positivo en los próximos meses, los desplomes de dos dígitos podrían ir quedando atrás de manera paulatina. En este marco, estimamos que el superávit comercial rozaría USD 18.000 millones en 2020, marcando un incremento cercano al 15% en relación con los USD 16.000 millones de 2019. No obstante, como la mejora obedecería al desplome importador (-20% i.a.), en tanto las exportaciones caerían cerca de la mitad (-11% i.a.), el flujo comercial retrocedería cerca de 15% i.a., una vez más, alcanzando un mínimo desde 2009. Por este motivo, pese al resultado positivo, el frente externo dejará muchas sombras en este 2020.

Caídas desacelerándose en el comercio bilateral con Brasil: una buena entre tantas pálidas

Caídas desacelerándose en el comercio bilateral con Brasil: una buena entre tantas pálidas

En agosto de 2020, nuestro país obtuvo un déficit de USD 110 millones en el comercio bilateral con Brasil, más que duplicando el rojo de USD 40 millones registrado en igual mes del año pasado. Este retroceso obedeció íntegramente al desplome de las exportaciones al país vecino (-25% i.a., orillando USD 620 millones, el menor valor para un agosto desde 2005), en tanto las importaciones cayeron 16,2% i.a., rozando USD 730 millones.

Si bien ambos números son preocupantes, implican una desaceleración de la caída respecto del segundo trimestre (-45% i.a. en ambos componentes) y también en relación con julio (-39% i.a. en el caso de los envíos a Brasil y -16% i.a. para las compras a ese origen). En consecuencia, la crisis de ambos países pareciera ir quedando atrás y, aunque todavía resta muchísimo terreno por recuperar, podríamos afirmar que lo peor ya pasó -suponiendo que no hay un rebrote de Coronavirus ni un endurecimiento de la cuarentena-.

En este tendal de “rojos” hubo otra buena noticia: por primera vez en el año, en agosto, la caída de las exportaciones argentinas a Brasil fue menor que la del resto de las compras del gigante sudamericano. En este sentido, destaca que las importaciones de Brasil excluyendo Argentina retrocedieron casi 29%, 4 p.p. más que las compras a nuestro país. Como resultado, la participación argentina en la canasta importadora brasileña pasó de 5,3% en agosto de 2019 a 5,6% en igual mes de 2020.

No obstante, este avance desaparece al analizar el acumulado a los primeros ocho meses del año. Por caso, las exportaciones argentinas a Brasil retrocedieron más de 30% i.a., en tanto las importaciones brasileñas de otros orígenes cayeron “solo” 12% i.a. De esta forma, el share argentino pasó de 6,0% en los primeros ocho meses de 2019 a 4,7% en lo que va de 2020. En valores, si hubiésemos mantenido la participación del año pasado, nuestras exportaciones habrían sido de casi USD 6.150 millones y no USD 4.850 millones, como efectivamente fueron. Visto de otra perspectiva, este deterioro de la relación bilateral representó una pérdida de casi USD 1.300 millones para nuestro país. Un número nada despreciable considerando la delicada situación de nuestro entramado productivo.

Al desagregar los números de manera sectorial –y usando el acumulado enero-julio, ya que no hay datos actualizados a agosto todavía-, se observa que la caída fue tan generalizada como significativa y diversa hacia el interior de nuestro entramado productivo. En materia de participación en el mercado brasileño, resalta la industria automotriz, que perdió 7 p.p. de participación (-50% i.a. en sus exportaciones), molinería, que resignó 6,8 p.p. de share (-29,0% i.a. en sus exportaciones) y hortalizas y frutas, que cedió 12,6 p.p., producto de una caída de 35% i.a. en su valor exportado.

Antes de cerrar, vale destacar que en el acumulado a los primeros ocho meses del año se verifica un déficit comercial de USD 280 millones en contra de nuestro país. Contrastando con el superávit de USD 170 millones alcanzado entre enero y agosto de 2019, los números se tornan más preocupantes. Tal como explicamos más arriba, este retroceso obedeció íntegramente al desplome exportador (-31,1% i.a.), en tanto las importaciones cayeron 25% i.a.

Por último, para el cierre del año proyectamos un equilibrio comercial. De esta forma, si bien se podría revertir el déficit acumulado hasta agosto, no se lograría sostener el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019. Esta dinámica obedecería no solo al retroceso de la actividad en ambos países (la caída del PBI brasileño sería de 5% i.a. según su consenso de mercado, mientras que nuestro país retrocedería más de 12,5% i.a.), sino también a la pérdida de competitividad argentina, producto del salto del Real brasileño (+30% desde que comenzó 2020) en una economía casi sin inflación.

 

Menos exportaciones y muchas menos importaciones: cuando el superávit no es buena noticia

En julio de 2020, el resultado comercial volvió a ser favorable para la Argentina, encadenando dos años en terreno positivo. El superávit rozó USD 1.500 millones, mostrando un avance de 55% i.a. frente a igual mes de año pasado (USD +950 millones). Al igual que en durante todo el primer semestre, la mejora obedeció al desplome de las importaciones (-30,1% i.a.), en tanto las exportaciones retrocedieron 16,3% en la comparación interanual. Por lo tanto, y como venimos repitiendo en los últimos meses, aunque la dinámica es favorable, en realidad es el síntoma de algo negativo: que la crisis es mayor en nuestro país que en el resto del mundo.

Las ventas externas totalizaron USD 4.900 millones, marcando un retroceso considerable frente a los USD 5.850 millones de igual mes de 2019. Lamentablemente, el rojo fue común a todos los grandes rubros: los productos primarios cayeron 10% i.a. -interrumpiendo así su dinámica positiva de la primera mitad del año-, las manufacturas de origen agropecuario 9% i.a. y las manufacturas de origen industrial 32% i.a. En todos los casos, el retroceso obedeció a una mayor baja de las cantidades en relación con los precios.

A nivel desagregado, resalta el impacto de la crisis brasileña, principal destino de los productos industriales (MOI), en contraste con la performance de China y el sudeste asiático, demandante de nuestra agroindustria (PP y MOA), que permiten atenuar el rojo. Dicho esto, vale destacar que, si bien las MOI continúan derrumbándose en la comparación interanual, su ritmo de caída pasó de más de 50% i.a. en el segundo trimestre a 35% i.a. en julio.

Por el lado importador, las señales de alerta son más intensas. La caída de USD 4.900 millones en julio de 2019 (último mes con el tipo de cambio en la zona de 45 ARS/USD, ya que en agosto pasó a 60 ARS/USD) a poco más de USD 3.430 millones en igual mes de 2020 expresa un desplome generalizado y de dos dígitos en todos los usos económicos. En este sentido, resalta la contracción de vehículos livianos (-51,5% i.a.), en un contexto donde se complica el acceso al mercado cambiario de las terminales, y de piezas y accesorios para bienes de capital (-51% i.a.). En tanto, los bienes de capital retrocedieron 24% i.a., mostrando que la caída de la inversión será muy importante en 2020. Por último, impulsado en parte por la importación de medicamentos (-3,3% i.a.), las compras externas de bienes de consumo retrocedieron “solo” 17% i.a. en julio. De hecho, si sacáramos este capítulo afectado “positivamente” por la pandemia, este rubro se habría contraído casi 20% i.a.

Con estos números, el superávit comercial acumuló casi USD 9.600 millones entre enero y julio de 2020. De esta manera, el resultado avanzó más de 20% frente al acumulado de los primeros siete meses de 2019. No obstante, y tal como marcamos más arriba, la mejora obedece íntegramente a la retracción importadora (-24,4% i.a.), en tanto las exportaciones cayeron casi 12% i.a. En consecuencia, aunque arrastramos el mayor resultado positivo desde 2009, también tenemos el menor flujo desde 2007. Por lo tanto, la alegría no solo no es completa: arroja más señales de preocupación que de “festejo”.

Por último, y antes de cerrar, vale destacar que en los próximos meses la caída de las importaciones se atenuaría. El período agosto-diciembre de 2019 fue el de mayor tipo de cambio real y menor actividad. Además, la economía seguiría recuperándose, producto de una cuarentena en vías de relajación, impactando positivamente en las compras externas. Por su parte, las exportaciones también achicarían su caída, impulsadas por la recuperación brasileña y la tibia apreciación del Real. De esta forma, el saldo comercial seguiría en terreno positivo, pero su tasa de crecimiento sería menor.

Con estos números, proyectamos que la balanza comercial cerraría el año en la zona de USD 18.000 millones, marcando un avance cercano al 10% i.a. respecto al saldo de USD +16.000 millones de 2019. No obstante, esta mejora provendría íntegramente del desplome importador, cercano al 20% i.a., ya que las exportaciones caerían cerca de la mitad. Como resultado, el flujo comercial perforaría los USD 100.000 millones en 2020, alcanzando un piso desde 2009.

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

La contracción del intercambio comercial se profundizó en el segundo trimestre, de la mano de la proliferación de contagios de COVID-19 a nivel global. Tanto en las importaciones como en las exportaciones, el retroceso se explicó por un efecto combinado de menores cantidades- afectadas tanto por la demanda como por la oferta- y, como la depresión fue tan profunda, también afectó a los precios. Esto hizo que, a pesar de que el resultado comercial haya sido superavitario (USD 4.788 millones, +32% i.a), el flujo de comercio se haya ubicado en niveles similares a los de 2007.
En el segundo trimestre, las exportaciones totalizaron en USD 14.176 millones, lo que implicó un retroceso de 14,7% i.a y una aceleración de la tasa de caída frente al trimestre anterior (-6,7% i.a). La baja, combinó casi en partes iguales una baja en precios (-7,4% i.a) como en cantidades (-7,8% i.a).
El resultado es más negativo si se observa la heterogeneidad de las dinámicas al interior de los rubros. Y esto porque la baja se concentró en aquellos sectores que generan mayor valor agregado, típicamente el sector productor de manufacturas. En este sentido, las MOI retrocedieron casi un 53% i.a, explicado por una baja en cantidades (-49,8% i.a) y reforzada por precios (-5,8% ia). Aquí jugaron varios factores, entre ellos los menores despachos hacia Brasil, debido al derrumbe de la actividad en el país vecino, así como también por la pérdida de competitividad cambiaria respecto al país vecino. No obstante, también tuvo un rol importante el hecho de que, durante ese período, la producción en muchos sectores estuvo en cuarentena al considerarse “no esenciales”.
En el otro extremo, los Productos Primarios avanzaron casi un 20% i.a, explicado enteramente por una suba en las cantidades. A diferencia de lo ocurrido con las MOI, al considerarse un rubro esencial, su producción no se vio alterada para las medidas de aislamiento, así como tampoco su demanda. Mientras que otro factor clave fue la pronta recuperación económica de socios como China, principal destino de este rubro, que en este trimestre llegó a desplazar a Brasil como primer socio comercial de Argentina.
En cuanto las importaciones, las mismas alcanzaron un valor de USD 9.388 millones en el segundo trimestre, lo que redundó en una baja de casi 28% en términos interanuales, explicado en mayor medida por la baja en cantidades (-24,2% i.a). Obviamente se debe al hecho de que en ese período la actividad local encontró un “piso” (según nuestras estimaciones superará el 21% desestacionalizado), en tanto ese trimestre albergó los tres meses de cuarentena más estricta. Todos los usos tuvieron bajas muy marcadas, con excepción de Bienes de Consumo, que “solo” cayeron un 7% i.a. El resto de los usos mostró bajas superiores al 30% i.a, destacándose por la magnitud las importaciones de Vehículos, cuyo retroceso fue de 64% i.a.

Con todo, el saldo comercial del trimestre fue de casi USD 4.800 millones, un 32% superior al mismo período del año anterior. Considerando el resultado del trimestre anterior, el superávit del semestre alcanzó los USD 8.100 millones. Los términos de intercambio jugaron en contra en el segundo trimestre, en tanto retrocedieron un 2,7% i.a. Dicho de otra manera, de haberse mantenido los precios estables, el resultado comercial habría resultado superior en casi USD 500 millones.
Para los próximos meses, esperamos que ambos flujos comerciales – exportaciones e importaciones- continúen mermando su tasa de caída, como sucedió en junio, debido a la recuperación tanto de cantidades como de precios, al ritmo en que la actividad local y global comienzan a recuperarse. Proyectamos que el superávit comercial de bienes acumularía USD 10.000 millones en el segundo semestre de 2020, creciendo levemente respecto de la segunda mitad del año pasado. Así, la balanza comercial alcanzaría USD 18.000 millones en 2020, el mayor saldo positivo al menos los últimos 28 años. De todas formas, resaltamos que, si bien el “sobrante” de dólares comerciales al menos no meterá mayor presión en el mercado cambiario, el escenario no será del todo positivo dado que no provendrá de un boom exportador

 

En el comercio exterior, la tristeza no es solo brasileña

En el comercio exterior, la tristeza no es solo brasileña

En julio, nuestro país tuvo un déficit bilateral con Brasil de USD 150 millones. Partiendo del superávit de USD 50 millones obtenido en igual mes del año pasado, se verificó un importante retroceso que obedeció a que, el desplome de las exportaciones (-39% i.a., apenas superando USD 550 millones), más que duplicó a la baja de las importaciones (-19% i.a., totalizando USD 700 millones). Producto de esta magra dinámica, el flujo comercial apenas alcanzó USD 1.255 millones, representando un piso para el mes desde 2004.

Considerando que el resto de las importaciones de Brasil cayeron 35% i.a. el mes pasado, nuestro país siguió perdiendo participación en el mercado vecino (-0,3 p.p., rondando 4,8% en julio). Si bien este dato representa una mala noticia en sí mismo, vale destacar que la diferencia se atenuó sensiblemente en relación con la primera mitad del año: en ese entonces, los rojos fueron de 3,5% y 20,3%, respectivamente. Por lo tanto, el deterioro de los envíos argentinos a ese destino se pareció mucho más a la dinámica general en julio que en la primera parte del año, aunque por un peor desempeño de la economía brasileña y no por una recuperación de nuestro país.

Dos factores explican principalmente esta dinámica. En primer lugar, la apreciación del tipo de cambio real bilateral con Brasil, que había cerrado 2019 en línea con su promedio histórico, pero que actualmente muestra un atraso cercano al 20%. En segunda instancia, el tipo de bienes que le enviamos a la primera economía sudamericana, muchos de ellos manufacturas de origen industrial -automóviles y autopartes, por ejemplo-, usualmente relacionados con los rubros “no esenciales”, de peor performance que el resto de las ramas de actividad en medio de esta pandemia.

En la misma dimensión, las importaciones desde este origen cayeron 26% i.a. en julio, cuando a nivel agregado retrocedieron solo 3% i.a. Se verifica entonces cómo, el patrón de comercio de bienes industriales, buscado por la política económica de muchos años -unión aduanera del Mercosur, por caso-, producto de las potencialidades de agregado de valor que posee esta rama de actividad representa un “problema” durante la pandemia del Coronavirus.

Con estos números, en el acumulado anual se verifica un déficit de USD -170 millones, marcando un deterioro importante respecto al superávit de USD +170 millones alcanzado entre enero y julio de 2019. Además de la apreciación cambiaria comentada más arriba, la otra novedad respecto al año pasado fue la entrada de la economía brasileña en recesión, que redujo drásticamente su demanda de productos argentinos (-32% i.a.), en tanto que las ventas desde Brasil a nuestro país cayeron “solamente” 14% i.a. Como resultado, el flujo comercial cayó casi 30% i.a.

Por último, y de cara al futuro, en los próximos meses, volvería el calor a Brasil y con él su crisis por el Coronavirus podría atenuarse. Asimismo, nuestro país va ingresando levemente en la nueva normalidad y, si bien la actividad económica permanecerá muy lejos del cierre de 2019, comenzará a recuperarse en la comparación desestacionalizada. En consecuencia, aunque los números seguirían en rojo, las caídas podrían atenuarse. En este sentido, proyectamos que el año podría cerrar con una contracción de nuestras exportaciones a Brasil no menor al 20% i.a. en tanto que nuestras importaciones desde este país retrocederían cerca de 10% i.a. Como resultado, se borraría el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019, arrojando un saldo bastante más parecido al equilibrio.

 

Mucho superávit, pero poco volumen de intercambio: un frente externo con claroscuros

En junio de 2020, el superávit comercial rozó USD 1.500 millones, superando en casi un 40% i.a. al resultado obtenido en igual mes del año pasado (USD +1.070 millones). Sin embargo, y como viene pasando en los últimos meses, la mejora obedeció al mayor desplome de las importaciones (-21% i.a.) respecto de las exportaciones (-8,6% i.a). Asimismo, el flujo comercial cayó 14% i.a., ubicándose en USD 8.100 millones, el menor valor para junio en casi quince años.

Analizando de manera desagregada, resalta que las ventas externas cayeron producto del deterioro de los precios (-6,7% i.a.), mientras que las cantidades mermaron solo 2,1% i.a. Pero la caída “acotada” de las exportaciones obedece enteramente al salto de productos primarios (+51,5% i.a. en volúmenes), ya que las manufacturas de origen agropecuario e industrial retrocedieron 6,6% i.a. y 42,8% i.a., respectivamente. Esta dinámica no es positiva puesto que los grandes rubros con mayor agregado de valor mostraron números en rojo, mientras que avanzaron los commodities.

De esta manera, durante el segundo trimestre los PP sortearon la pandemia, pero las manufacturas quedan rezagadas. La mala performance de la economía brasileña (-14% entre marzo y mayo) y los productos que este país demanda, explica en buena medida dicho resultado.

Por el lado importador, se observaron caídas en casi todos los usos económicos, a excepción de bienes de consumo (+7,1% i.a., impulsada por el avance en volúmenes de +8,8% i.a.). Los peores desempeños los arrojaron vehículos livianos (-54% i.a.), combustibles y lubricantes (-51% i.a.), piezas y accesorios para bienes de capital (-38% i.a.) y bienes de capital (-27% i.a.). El parate que atraviesa la producción y la demanda por la cuarentena explican esta dinámica.

Balance del primer semestre y perspectivas

En el primer semestre de 2020, el superávit comercial llegó a USD 8.100 millones, su mayor valor desde 2009 (USD 10.000 millones), marcando un salto de 44% i.a. Reafirmando la expuesto en la primera parte: se observó un mayor desplome de las importaciones (-23,3% i.a. con su menor valor desde 2009) en comparación al retroceso de las ventas externas (-11% i.a.). Producto de esta dinámica, el flujo comercial cayó 16,6% i.a. en la primera mitad del año (y 28,1% respecto del primer semestre de 2018) alcanzando, su menor valor en una década.

Asimismo, resalta el cambio en nuestro principal socio comercial: Brasil cedió el primer lugar a China. El mayor impacto del Coronavirus en la actividad del gigante sudamericano más la depreciación de su moneda, que pasó de 4 BRL/USD al cierre de 2019 a 5,2 BRL/USD en la actualidad (+30%), contrastaron con el tibio rebote del país más poblado del mundo. Además, la canasta exportadora a cada economía -bienes industriales y agropecuarios, respectivamente-, que podría pensarse como “no esencial” y “esencial” profundizó el impacto.

De hecho, excluyendo las exportaciones a China las ventas externas en el primer semestre hubieran desplomado 14% (vs 11%), mientras que las exportaciones de nuestro país hubieran caído 7% i.a., si excluimos las ventas externas a Brasil (vs 11%). Considerando las posibilidades de agregar valor en los bienes exportados a cada país, esta dinámica no parece favorable. No obstante, el primer semestre fue demasiado atípico como para marcar tendencia.

De cara al futuro, proyectamos que el superávit acumularía USD 10.000 millones en el segundo semestre de 2020, creciendo levemente respecto de la segunda mitad del año pasado. De esta manera, el superávit comercial alcanzaría USD 18.000 millones en 2020, producto de un desplome de las importaciones (mayor al 20% i.a.), en un contexto de caída de las exportaciones que superaría el dígito.

En síntesis, los beneficios “cambiarios” de un abultado superávit comercial no responde a un boom exportador sino al desplome importador (el flujo comercial es el más bajo desde 2009).

El flujo comercial con Brasil en mínimos desde 2004

En junio, el intercambio comercial bilateral entre Argentina y Brasil arrojó un déficit de USD 100 millones para nuestro país, más que duplicando el rojo de USD 45 millones obtenido en igual mes del año pasado. Más allá de este resultado negativo, la nota la volvió a dar el flujo comercial: por el desplome tanto de las exportaciones a ese mercado (-39,5% i.a.) como de las importaciones desde Brasil (-30,8% i.a.) el intercambio total entre ambos países cayó 35% i.a., registrando el menor valor para un junio desde 2003.

Por el lado exportador, los poco más de USD 500 millones enviados a Brasil desde Argentina en junio representaron un 4,8% de las importaciones totales de ese país. Comparando con el 6,4% de participación obtenido en junio de 2019, y más aún con el 7,2% de 2018, este número enciende algunas señales de alarma. Si bien era esperable una caída, ya que la principal economía del Mercosur está en rojo, nuestras ventas cayeron casi el doble que el resto de las importaciones brasileñas (-18,5% i.a.), relegando nuestra importancia en este mercado.

El frente cambiario fue clave para explicar esta dinámica dispar. Mientras que el Real brasileño se depreció casi 33% en el primer semestre, en una economía sin inflación, el peso argentino avanzó “solo” 17,6% y la suba de precios habría rondado el 13% en nuestro país. Como resultado, perdimos competitividad precio, y el tipo de cambio real bilateral con Brasil se apreció 22% en la primera mitad del 2020. Por lo tanto, no solo estamos sufriendo un ajuste por cantidades en esta plaza, sino también por precios.

Por otra parte, la parálisis de la industria automotriz en un contexto de fuertes restricciones a la producción también contribuyó a esta caída. La exportación de bienes “no-esenciales”, que además operan con estrictos protocolos que enlentecen -y encarecen- la producción, también fue relevante. Si nunca es lo mismo exportar acero que caramelos, mucho menos lo es en este contexto.

Obviamente, la caída de las ventas tiene como principal explicación la caída de la actividad en el país vecino, en línea con la tendencia a nivel global. En este sentido, los últimos datos de actividad resultan contundentes: en abril, la actividad económica se contrajo un 15% i.a y casi un 10% comparado con marzo. Adicionalmente, las ventas minoristas cayeron un 17% mensual, mientras que la producción industrial lo hizo un 23% mensual en el mismo mes. Sin datos desagregados de Brasil, sabemos que las exportaciones de vehículos cayeron un 82% i.a. según ADEFA, 7 p.p. más que los patentamientos locales (-75% i.a.).

Respecto de las importaciones desde Brasil, la caída de 30,8% dejó a las compras desde ese país en su menor valor desde 2003. Pensando en el desplome acumulado que mostraban las importaciones totales de nuestro país a mayo (-24% i.a.), también se observa un retroceso mayor de la economía vecina. Nuevamente la fuerte presencia de vehículos en la canasta importadora desde este país, y los importantes problemas de este sector para operar, explican parte de la caída.

Con estos números, el saldo comercial permaneció en equilibrio durante el primer semestre (USD -23 millones), mostrando una importante desmejora respecto de la primera mitad de 2019, cuando habíamos obtenido un superávit de USD 170 millones. Este retroceso obedeció a la caída de las exportaciones (-30,8% i.a.), ya que las importaciones desde el gigante latinoamericano también cayeron en la comparación interanual (-28,1% i.a.).

De cara al futuro, las perspectivas no son alentadoras: tanto el PBI argentino como el brasileño arrojarían caídas cercanas a los dos dígitos en 2020, golpeando fuertemente al comercio bilateral. De esta manera, será casi imposible repetir el superávit de USD 760 millones alcanzado en 2019. Aunque la reducción del déficit bilateral existente hasta 2018 es una buena noticia en un contexto de escasez de divisas, no poder sostener el resultado positivo del año pasado, o al menos la participación en la plaza brasileña, diluyen los aspectos a destacar. 2020 tendrá el menor flujo de comercio bilateral en más de una década y el frente externo con Brasil sumará preocupaciones a una economía argentina ya muy golpeada por todos los frentes. Al menos no se perderán divisas: ¿que podría ser peor? Eso no arregla.