En noviembre de 2020, el superávit comercial de bienes fue menor a USD 300 millones, mostrando una caída de casi 90% i.a. en relación con el saldo positivo logrado en igual mes del año pasado (USD 2.500 millones). De esta forma, la balanza comercial se redujo por tercer mes consecutivo en la comparación interanual, encendiendo algunas señales de alarma. De hecho, el superávit de noviembre fue el menor desde septiembre de 2018, es decir, desde que la balanza comercial volvió a terreno positivo.
Esta dinámica obedeció tanto a un desplome de las exportaciones (-25,6% i.a., perforando USD 4.400 millones) como a un salto de las importaciones, que crecieron 20,7% i.a. en el mes y superaron los USD 4.100 millones. Lamentablemente, esta evolución no se explica únicamente por una recuperación de la actividad doméstica (en forma de “V” para la producción de bienes), sino también por el temor a una devaluación, que alienta el anticipo de compras.
En igual sentido, el desplome de las ventas no obedece a una mayor recesión en el resto del mundo (de hecho, se está recuperando a buen ritmo), sino a que las expectativas de un salto cambiario (elevada brecha) invitan a posponer los envíos al exterior. A la vez, el importante crecimiento de noviembre del año pasado (+10% i.a. contra un +1,2% i.a. de diciembre 2019, por caso) marca que en ese entonces se habían adelantado exportaciones, en búsqueda de evitar la mayor carga impositiva que traería el cambio de gobierno que se materializó en suba de retenciones a las exportaciones (principalmente del complejo sojero).
Teniendo presente esta dinámica, sorprende menos el desplome de 56,6% i.a. en las cantidades exportadas de productos primarios y de 38,6% i.a. en los volúmenes de manufacturas de origen industrial, afectadas también por la pérdida de competitividad cambiaria frente a Brasil. Sí se destacó el crecimiento de 5,2% i.a. en las cantidades exportadas de manufacturas de origen agropecuario, que obedecen a que la economía del sudeste asiático, su principal destino, ya se encuentra casi totalmente operativa.
Por su parte, las importaciones mostraron una dinámica más homogénea: crecimiento en casi todos los usos económicos. El avance estuvo liderado por los vehículos livianos, que escalaron más de 60% i.a. el mes pasado, motivados por las expectativas de devaluación, ya que representan una forma indirecta de comprar dólares al restringido cambio oficial. En tanto, el ingreso de bienes de capital y de bienes intermedios avanzó 39,0% i.a. y 30,2% i.a. en noviembre, marcando que no solo la brecha alienta las compras externas, sino también la incipiente recuperación de la producción de bienes. Por último, el ingreso de piezas y accesorios para bienes de capital y de bienes de consumo escaló 13,5% i.a. en el mes, mostrando que el stockeo de importaciones fue generalizado.
Mientras que en los primeros ocho meses del año el saldo comercial había avanzado más de 40% i.a., en el trimestre septiembre-noviembre se verificó una caída del 75% i.a. Tal como explicamos al principio, esta reducción obedece a una recuperación de la producción de bienes, pero también a la elevada brecha y escasas de reservas netas que alientan las expectativas de un salto cambiario.
De cara a diciembre, esta tendencia no se habría revertido. Aunque es probable que el superávit comercial se recupere en el último mes del año, en parte ayudado por el comienzo de la salida de la cosecha fina, y en parte porque la posposición de exportaciones y el adelantamiento de importaciones no puede durar para siempre. En este sentido, el creciente control a las importaciones podría mejorar el resultado comercial en el corto plazo, pero provocar algunas tensiones cada vez mayores en el frente inflacionario y en la actividad.
En este marco, proyectamos que 2020 cerrará con un superávit comercial menor a los USD 14.000 millones, mostrando un saldo positivo importante, pero bastante menor a los USD 16.000 millones del año pasado. Lamentablemente, una brecha tan alta genera incentivos perversos.