Más brecha, menos superávit: ¿costumbres argentinas?

En noviembre de 2020, el superávit comercial de bienes fue menor a USD 300 millones, mostrando una caída de casi 90% i.a. en relación con el saldo positivo logrado en igual mes del año pasado (USD 2.500 millones). De esta forma, la balanza comercial se redujo por tercer mes consecutivo en la comparación interanual, encendiendo algunas señales de alarma. De hecho, el superávit de noviembre fue el menor desde septiembre de 2018, es decir, desde que la balanza comercial volvió a terreno positivo.

Esta dinámica obedeció tanto a un desplome de las exportaciones (-25,6% i.a., perforando USD 4.400 millones) como a un salto de las importaciones, que crecieron 20,7% i.a. en el mes y superaron los USD 4.100 millones. Lamentablemente, esta evolución no se explica únicamente por una recuperación de la actividad doméstica (en forma de “V” para la producción de bienes), sino también por el temor a una devaluación, que alienta el anticipo de compras.

En igual sentido, el desplome de las ventas no obedece a una mayor recesión en el resto del mundo (de hecho, se está recuperando a buen ritmo), sino a que las expectativas de un salto cambiario (elevada brecha) invitan a posponer los envíos al exterior. A la vez, el importante crecimiento de noviembre del año pasado (+10% i.a. contra un +1,2% i.a. de diciembre 2019, por caso) marca que en ese entonces se habían adelantado exportaciones, en búsqueda de evitar la mayor carga impositiva que traería el cambio de gobierno que se materializó en suba de retenciones a las exportaciones (principalmente del complejo sojero).

Teniendo presente esta dinámica, sorprende menos el desplome de 56,6% i.a. en las cantidades exportadas de productos primarios y de 38,6% i.a. en los volúmenes de manufacturas de origen industrial, afectadas también por la pérdida de competitividad cambiaria frente a Brasil. Sí se destacó el crecimiento de 5,2% i.a. en las cantidades exportadas de manufacturas de origen agropecuario, que obedecen a que la economía del sudeste asiático, su principal destino, ya se encuentra casi totalmente operativa.

Por su parte, las importaciones mostraron una dinámica más homogénea: crecimiento en casi todos los usos económicos. El avance estuvo liderado por los vehículos livianos, que escalaron más de 60% i.a. el mes pasado, motivados por las expectativas de devaluación, ya que representan una forma indirecta de comprar dólares al restringido cambio oficial. En tanto, el ingreso de bienes de capital y de bienes intermedios avanzó 39,0% i.a. y 30,2% i.a. en noviembre, marcando que no solo la brecha alienta las compras externas, sino también la incipiente recuperación de la producción de bienes. Por último, el ingreso de piezas y accesorios para bienes de capital y de bienes de consumo escaló 13,5% i.a. en el mes, mostrando que el stockeo de importaciones fue generalizado.

Mientras que en los primeros ocho meses del año el saldo comercial había avanzado más de 40% i.a., en el trimestre septiembre-noviembre se verificó una caída del 75% i.a. Tal como explicamos al principio, esta reducción obedece a una recuperación de la producción de bienes, pero también a la elevada brecha y escasas de reservas netas que alientan las expectativas de un salto cambiario.

De cara a diciembre, esta tendencia no se habría revertido. Aunque es probable que el superávit comercial se recupere en el último mes del año, en parte ayudado por el comienzo de la salida de la cosecha fina, y en parte porque la posposición de exportaciones y el adelantamiento de importaciones no puede durar para siempre. En este sentido, el creciente control a las importaciones podría mejorar el resultado comercial en el corto plazo, pero provocar algunas tensiones cada vez mayores en el frente inflacionario y en la actividad.

En este marco, proyectamos que 2020 cerrará con un superávit comercial menor a los USD 14.000 millones, mostrando un saldo positivo importante, pero bastante menor a los USD 16.000 millones del año pasado. Lamentablemente, una brecha tan alta genera incentivos perversos.

Mucha brecha, poco superávit: ¿la tristeza es solo argentina?

En noviembre de 2020, la balanza comercial bilateral con Brasil arrojó un déficit de USD 275 millones, más que revirtiendo el superávit de USD 160 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Esta dinámica obedeció a un retroceso de las exportaciones (-22,6% i.a., rozando USD 665 millones), acompañado de un avance de las importaciones (+34,7% i.a., orillando USD 940 millones).  

Contrariamente a lo que podría pensarse, este desempeño no se explicó por un crecimiento de la economía argentina o un deterioro de la brasileña, sino por la evolución del mercado cambiario paralelo de nuestro país. Aunque la brecha retrocedió levemente durante el mes pasado, permaneció en niveles muy altos, alentando las expectativas de devaluación vis a vis la compra de bienes importados como una manera indirecta de acceder a dólares oficiales.  

En respuesta, se pospusieron algunas ventas externas, a la par que se adelantaron algunas compras y stockeo, en pos de aprovechar los efectos de una devaluación. En este marco, noviembre fue el tercer mes seguido en el que las importaciones crecieron en la comparación interanual, aun cuando la mayoría de las actividades industriales continúan operando por debajo de 2019.  

En sentido opuesto, se agravó la caída de las exportaciones en relación con septiembre y octubre (-14% i.a en el acumulado del bimestre), a pesar de que la economía brasileña siguió recuperándose luego del pico de Coronavirus. Más aún, al comparar con el resto de las importaciones de la primera economía del Mercosur, sobresale que éstas cayeron solo 1,3% i.a. en noviembre, reflejando que el desplome a dos dígitos fue más la excepción argentina que la regla general. 

El principal problema de esta dinámica coyuntural es que puede auto convalidarse: las expectativas de devaluación disminuyen la oferta neta de divisas en el mercado oficial, alimentando las presiones cambiarias y las posibilidades de una depreciación del peso, reforzando así el movimiento inicial. Por lo tanto, aun cuando el nivel de tipo de cambio real no provoque “razones” para devaluar, la brecha cambiaria y la pérdida de Reservas están creándolas.  

Noviembre profundizó la dinámica de septiembre y octubre, encendiendo señales de alarma. En este sentido, resalta que entre enero y agosto el resultado comercial bilateral acumuló un déficit de USD 275 millones (contra un superávit de USD 160 millones en igual período del año pasado), que saltó a USD -400 millones en los últimos tres meses (versus un saldo positivo de USD +400 millones entre septiembre y noviembre del 2019). Se verifica entonces cómo la disparada de la brecha complicó el resultado con nuestro principal socio comercial, reforzando los problemas iniciales de oferta de divisas en el mercado oficial. 

Con estos números, proyectamos un déficit cercano a USD 800 millones en el acumulado anual. Aun cuando este resultado revierta el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019, las principales preocupaciones estarán puestas hacia adelante. De cara al 2021, el deterioro acelerado del resultado comercial podría sumar problemas cambiarios en el verano que está llegando. Los adelantamientos y las posposiciones no pueden durar indefinidamente, pero sí pueden alcanzar para torcer la mano del Banco Central en el corto plazo. En consecuencia, si estos movimientos puntuales no ceden, las tensiones cambiarias tampoco lo harán; y con este nivel de Reservas netas no hay mucho más tiempo para aguantar. 

Brecha y crecimiento de las importaciones: malas noticias para el frente cambiario

En octubre, la balanza comercial bilateral con Brasil arrojó un déficit de USD 20 millones, más que revirtiendo el superávit de USD 250 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Esta dinámica obedeció mayormente al avance de las importaciones (+12,5% i.a., alcanzando USD 820 millones), en tanto las exportaciones al país vecino retrocedieron 18,4% i.a. el mes pasado. De esta forma, se acumuló el sexto rojo consecutivo, revirtiendo la dinámica positiva de 2019 y principios de 2020.

Anteriormente, la caída de las exportaciones a Brasil se explicaba por dos factores: la crisis brasileña y la depreciación del Real, que trepó más de 40% en los primeros diez meses del año, alcanzando 5,7 BRL/USD, en una economía casi sin inflación.

Sin embargo, el mes pasado se sumó una causa tan “propia” como novedosa: una brecha mayor al 100% entre el dólar oficial y paralelo, que alentó las expectativas de devaluación y pospuso exportaciones, a la par que impulsó la subfacturación de éstas, en la búsqueda por liquidar la menor cantidad de divisas posibles en el mercado oficial.

Más allá de esta dinámica adversa que agravó el rojo, vale destacar que el resto de las compras de Brasil cayeron todavía más (-27,8% i.a.), de modo que la participación argentina en la canasta importadora de la primera economía del Mercosur creció 0,7 p.p., pasando de 5,7% en octubre de 2019 a 6,4% el décimo mes de 2020.

Por su parte, las importaciones argentinas crecieron 12,5% i.a., mostrando un avance digno de una economía fuerte y en recuperación. Lamentablemente, nada más alejado de la realidad: el salto se explica íntegramente por temores devaluatorios o endurecimiento del cepo que genera una brecha cambiaria tan elevada en un contexto de Reservas netas en mínimos. Estas expectativas incentivan el adelantamiento de las compras, con el objetivo de atenuar los efectos negativos de un dólar más caro.

Este comportamiento, que maximiza el interés individual, pero que claramente va en contra del interés general, es un incentivo erróneo que urge corregir. Si la brecha no cede, el Banco Central deberá sacrificar cada vez más Reservas para controlar al tipo de cambio oficial. En este contexto de nulo ingreso de capitales desde el exterior, las posibilidades de apuntalar el poder de fuego de la autoridad monetaria en el corto plazo son muy bajas, de modo que las expectativas de devaluación se refuerzan vis a vis los comportamientos nocivos. Aunque la brecha se redujo sensiblemente en la última semana y el comienzo de la actual, todavía falta mucho terreno por recorrer.

Con estos números, la balanza comercial bilateral acumuló un déficit de USD 400 millones entre enero y octubre de 2020. De esta manera, se revirtió completamente el superávit de USD 400 millones alcanzado en igual período del año pasado y se encienden algunas señales de alerta, especialmente pensando en la cuestión cambiaria. Aunque es cierto que la depreciación del Real brasileño explica parte de este resultado, el crecimiento de las importaciones de septiembre y octubre producto de la elevada brecha y expectativas de devaluación, agravó la situación.

En este marco, será imposible repetir el superávit del año pasado (USD +760 millones) pero se puede aspirar a cerrar 2020 con un intercambio equilibrado, ya que noviembre y diciembre suelen ser meses superavitarios por la salida de la cosecha fina. La brecha complica todo. Su reciente baja prende alguna luz de esperanza; esperemos que no se apague tan rápido como llegó.

Una brecha tan grande que ya llega al comercio exterior

Una brecha tan grande que ya llega al comercio exterior
En septiembre de 2020, el superávit comercial alcanzó USD 580 millones, reduciéndose más de 66% en relación con igual mes de 2019 (USD +1.750 millones). De esta forma, representó el menor saldo positivo desde febrero del año pasado. Esta dinámica obedeció a un fuerte deterioro de las exportaciones (-18% i.a.), que alcanzaron USD 4.700 millones, y a un crecimiento de las importaciones (+3% i.a.), el primero en más de dos años, que rondaron USD 4.120 millones.

Las ventas externas aceleraron su ritmo de caída: pasaron de un retroceso de 12% i.a. entre enero y agosto de 2020 a -18% i.a. el mes pasado. Esta dinámica no estuvo asociada a un deterioro de los precios, que cayeron “solo” 2% i.a., sino a un desplome de las cantidades (-16% i.a.). La contracción estuvo liderada por los productos primarios (-30% i.a.), seguida por las manufacturas de origen industrial (-20% i.a.). Por su parte, las manufacturas de origen agropecuario retrocedieron “solo” 5% i.a., impulsadas por precios que avanzaron 1% i.a.

Usualmente, solemos atribuir la dinámica de las exportaciones a lo que pasa con nuestros socios comerciales, principalmente Brasil y China. Sin embargo, esta vez la causa estuvo “adentro”: una brecha cercana la 100% -en ese entonces- alentó las expectativas de devaluación y pospuso una parte importante de las exportaciones. En este punto, vale remarcar que menos exportaciones son menos dólares que ingresan al mercado oficial y más presiones cambiarias. Por lo tanto, esta expectativa se refuerza sola.

Por su parte, las importaciones crecieron 3,1% i.a., marcando su primer avance interanual desde agosto de 2018. Lejos de una recuperación sostenida o de un crecimiento generalizado, esta dinámica también obedece a la brecha. Los temores a una devaluación o un endurecimiento del cepo -en parte confirmados con lo que pasó a mediados de septiembre- motivaron el adelantamiento de compras y el stockeo de bienes. En este marco, las compras externas rebotaron motivadas más por el miedo que por las expectativas de recuperación.

Desagregando a nivel de usos económicos, se verifica un crecimiento importante en vehículos livianos (+11,5% i.a.) y bienes de consumo (+11% i.a.). En ambos casos, al incluir muchos bienes no-indispensables, los temores a un endurecimiento del cepo que obligara a importar con dólares propios, conseguidos en los mercados paralelos, forzó a las empresas a adelantar compras. Por su parte, los bienes intermedios treparon 12,5% i.a., en este caso más impulsados por los temores devaluatorios que por un endurecimiento del cepo, ya que todas las partidas comprendidas dentro de este uso son insumos productivos. En un sentido similar, los bienes de capital avanzaron 9,5% i.a.

Tal como sucede con la posposición de las exportaciones, el adelanto de importaciones aumenta las presiones cambiarias, forzando al Banco Central a vender Reservas -en un contexto de Reservas netas en mínimos- y agrava los problemas. Por lo tanto, ambos comportamientos terminan auto convalidándose y reafirmando las probabilidades de un salto cambiario.

Por su parte, en el acumulado anual se repite la tendencia de los últimos meses: un superávit comercial que se agranda, pasando de USD 9.500 millones entre enero y septiembre de 2019, a poco menos de USD 11.600 millones en 2020, producto de importaciones que caen más rápido que las exportaciones (-21,0% i.a. y -12,5% i.a.). Aunque lo sucedido en septiembre -y posiblemente también en la primera mitad de octubre- erosiona el saldo comercial, todavía el acumulado no se refleja mucho en el acumulado. No obstante, podría impactar si no se corrigieran las expectativas de devaluación en el corto plazo.

Con estos números, proyectamos un superávit mayor a USD 17.000 millones en el acumulado anual. El mismo se explicaría íntegramente por la caída de las importaciones (-18% i.a., según nuestras estimaciones), en tanto las exportaciones también retrocederían en la comparación con 2019 (-12% .a.). De cara al cierre del año, la brecha cumplirá un papel fundamental en la posposición de las ventas y el adelanto de las compras, o, si se calmara, en una normalización de estas variables. Dado que esta dinámica tiene un comportamiento decisivo dentro del mercado cambiario oficial, es probable que se auto convalide.

Las importaciones desde Brasil volvieron a crecer: ¿recuperación o temores devaluatorios?

En septiembre, la balanza comercial de bienes con Brasil arrojó un déficit de USD 105 millones. De esta forma, el rojo aumentó sensiblemente en relación con igual mes del año pasado, cuando el saldo había sido deficitario en USD 11 millones. Este retroceso obedeció no solo al deterioro de las exportaciones (-8,6% i.a., rondando USD 710 millones), sino, y más importante aún, al primer avance de las importaciones en el año (+3,4% i.a., alcanzando USD 815 millones).

Aunque nunca es bueno un mayor déficit, el repunte de las compras externas enciende algunas tibias señales de esperanza: representa el mayor incremento interanual desde abril de 2018 y es el segundo mes en más de dos años en donde no se verifica una caída. En consecuencia, podría notar cierta recuperación de la demanda en nuestro país.

No obstante, vale recordar que septiembre de 2019 fue el primer mes posterior a la devaluación pos-PASO y el primero, también, con control de cambios. Por lo tanto, el retroceso de ese mes (-16,9% i.a.) había sido muy significativo. En este sentido, se observa una caída de 14% i.a. al contrastar con septiembre de 2018, mostrando que la situación continúa siendo muy compleja.

En otro orden, los temores constantes a un endurecimiento del cepo que afectara la compra de dólares para importar o de un ajuste del mercado cambiario por precios -devaluación-, también puede haber “inflado” este número. La relevancia de Brasil en la importación de autos, más el riesgo siempre latente de un nuevo impuesto a los vehículos “de lujo”, podría ayudar a explicar parte de este crecimiento. Habrá que esperar entonces a los meses venideros para saber si estamos frente a una tendencia de recuperación o, simplemente, un oasis en medio de un derrotero general.

Por el lado exportador, las noticias fueron menos alentadoras, ya que se continuó con el retroceso de los últimos meses. Sin embargo, al hilar fino los números, resaltan algunas señales positivas. Por caso, la participación argentina en las compras brasileñas trepó 1,1 p.p. en el mes, al pasar de 4,7% en septiembre de 2019 a 5,8% en igual mes de 2019. Asimismo, el retroceso fue el menor desde diciembre del año pasado, ya que en todos los meses -incluidos los pre-pandemia- el rojo había superado el dígito. En consecuencia, “está mal, pero no tan mal” como diría un presentador de televisión.

 

Al analizar los datos acumulados, las buenas señales se esfuman completamente. Entre enero y septiembre, las exportaciones argentinas a Brasil retrocedieron casi 29% i.a., al pasar de USD 7.800 millones en los primeros nueve meses del año pasado a menos de USD 5.600 millones en igual período de este año. Para peor, el resto de las compras externas de la primera economía del Mercosur cayeron “solo” 13,5% en el acumulado a septiembre, de modo que la participación argentina en el mercado brasileño se redujo de 5,8% en 2019 a 4,9% en 2020.

Por el lado importador, la caída acumulada es de 22,4% i.a., al pasar de USD 7.600 millones entre enero y septiembre de 2019 a poco menos de USD 6.000 millones en 2020. Como resultado, el superávit comercial de USD 160 millones acumulado en los primeros nueve meses del año pasado se transformó en un déficit de casi USD 400 millones este año.

Con estos números, proyectamos que la balanza comercial bilateral con Brasil cerraría este año en leve terreno negativo, orillando los USD -100 millones. De esta forma, el saldo positivo de USD 760 millones alcanzando en 2019 más que se revertiría, abriendo un nuevo foco de tensión. Aunque parte de esta dinámica adversa se explicaría por la crisis brasileña (caída del PBI 2020 de 5% según su consenso de mercado) y su menor demanda de productos argentinos, la pérdida de participación en el mercado vecino será un desafío para superar en 2021.

Más superávit, pero menos exportaciones: frente comercial con más sombras que luces

En agosto, la balanza comercial volvió a ser superavitaria para nuestro país, arrojando un saldo positivo mayor a USD 1.440 millones. De esta forma, se registró un crecimiento de 23% i.a. en relación con el superávit de igual mes de 2019 (USD 1.170 millones). Sin embargo, las buenas noticias terminan acá: la mejora del saldo obedeció íntegramente al desplome de las importaciones (-20,4% i.a., sumando USD 4.940 millones), en tanto las exportaciones se redujeron la mitad (-11,4% i.a., llegando a USD 3.500 millones).

Al desagregar las ventas externas por grandes rubros, se verifica el comportamiento heterogéneo de los últimos meses. Por caso, los envíos de productos primarios treparon 10,2% i.a. en valores, impulsados por la recuperación de las cantidades (+8,8% i.a.). En sentido contrario, las manufacturas de origen agropecuario retrocedieron 12,3% i.a. y las de origen industrial 26,0% i.a. En ambos casos, el rojo se explicó por el deterioro de los volúmenes físicos (-11,6% i.a. y 21,8% i.a., respectivamente).

Aunque siempre las caídas son malas noticias, pensando en las potencialidades de agregado de valor, esta dinámica es preocupante. No obstante, al considerar la crisis brasileña, que viene atenuándose en los últimos meses, y las posibilidades de diversas industrias de operar con protocolos sanitarios –algo que se viene generalizando hace algunos meses- se enciende una luz de esperanza sobre el futuro de esta serie.

Por el lado importador, la caída fue más generalizada: absolutamente todos los usos económicos presentaron caídas y, a excepción de bienes intermedios (-5,1% i.a.), caídas de dos dígitos. En este sentido, resalta el desplome de las piezas y accesorios para bienes de capital (-37,8% i.a.) y de bienes de capital (-23% i.a.), en ambos casos explicado por un mayor retroceso de las cantidades en relación con los precios. En otro orden, el deterioro de los vehículos livianos (-24,5% i.a.) obedece a la falta de certidumbre cambiaria -no se quieren vender bienes dolarizados- en un contexto de depresión del consumo. En último lugar, destacan el retroceso de bienes de consumo (-10% i.a.), atenuado por el aumento en las importaciones de alimentos y bebidas para consumo en el hogar (+50% i.a.).

En otro orden, resalta el crecimiento de 7% en la comparación desestacionalizada de las importaciones. Si bien esta dinámica no refleja con precisión el movimiento de la actividad en general, máxime en un período de inestabilidad cambiaria y rumores sobre un posible endurecimiento del cepo -concretado a mediados de septiembre, aunque no para las operaciones comerciales-, parecería anticipar que la economía continuó recuperándose en agosto.

Con estos números, se observa un saldo de USD 11.000 millones en el acumulado a los primeros ocho meses del año. De esta forma, se verifica un avance de 16% en relación con el superávit de USD 9.500 millones obtenido en igual período del año pasado. Al igual que en el dato mensual, este avance responde a una caída de las importaciones (23,9% i.a.) que más que duplica a la de las exportaciones (-11,8% i.a.). En consecuencia, aunque el resultado neto mejoró, no podemos decir lo mismo del flujo comercial: el mismo retrocedió 17,2% i.a., perforando USD 63.500 millones y ubicándose en el menor valor desde 2009.

De cara al futuro, proyectamos que tanto la caída de las exportaciones como de las importaciones continúe atenuándose. Si bien ninguna de estas variables pasará a terreno positivo en los próximos meses, los desplomes de dos dígitos podrían ir quedando atrás de manera paulatina. En este marco, estimamos que el superávit comercial rozaría USD 18.000 millones en 2020, marcando un incremento cercano al 15% en relación con los USD 16.000 millones de 2019. No obstante, como la mejora obedecería al desplome importador (-20% i.a.), en tanto las exportaciones caerían cerca de la mitad (-11% i.a.), el flujo comercial retrocedería cerca de 15% i.a., una vez más, alcanzando un mínimo desde 2009. Por este motivo, pese al resultado positivo, el frente externo dejará muchas sombras en este 2020.

Caídas desacelerándose en el comercio bilateral con Brasil: una buena entre tantas pálidas

Caídas desacelerándose en el comercio bilateral con Brasil: una buena entre tantas pálidas

En agosto de 2020, nuestro país obtuvo un déficit de USD 110 millones en el comercio bilateral con Brasil, más que duplicando el rojo de USD 40 millones registrado en igual mes del año pasado. Este retroceso obedeció íntegramente al desplome de las exportaciones al país vecino (-25% i.a., orillando USD 620 millones, el menor valor para un agosto desde 2005), en tanto las importaciones cayeron 16,2% i.a., rozando USD 730 millones.

Si bien ambos números son preocupantes, implican una desaceleración de la caída respecto del segundo trimestre (-45% i.a. en ambos componentes) y también en relación con julio (-39% i.a. en el caso de los envíos a Brasil y -16% i.a. para las compras a ese origen). En consecuencia, la crisis de ambos países pareciera ir quedando atrás y, aunque todavía resta muchísimo terreno por recuperar, podríamos afirmar que lo peor ya pasó -suponiendo que no hay un rebrote de Coronavirus ni un endurecimiento de la cuarentena-.

En este tendal de “rojos” hubo otra buena noticia: por primera vez en el año, en agosto, la caída de las exportaciones argentinas a Brasil fue menor que la del resto de las compras del gigante sudamericano. En este sentido, destaca que las importaciones de Brasil excluyendo Argentina retrocedieron casi 29%, 4 p.p. más que las compras a nuestro país. Como resultado, la participación argentina en la canasta importadora brasileña pasó de 5,3% en agosto de 2019 a 5,6% en igual mes de 2020.

No obstante, este avance desaparece al analizar el acumulado a los primeros ocho meses del año. Por caso, las exportaciones argentinas a Brasil retrocedieron más de 30% i.a., en tanto las importaciones brasileñas de otros orígenes cayeron “solo” 12% i.a. De esta forma, el share argentino pasó de 6,0% en los primeros ocho meses de 2019 a 4,7% en lo que va de 2020. En valores, si hubiésemos mantenido la participación del año pasado, nuestras exportaciones habrían sido de casi USD 6.150 millones y no USD 4.850 millones, como efectivamente fueron. Visto de otra perspectiva, este deterioro de la relación bilateral representó una pérdida de casi USD 1.300 millones para nuestro país. Un número nada despreciable considerando la delicada situación de nuestro entramado productivo.

Al desagregar los números de manera sectorial –y usando el acumulado enero-julio, ya que no hay datos actualizados a agosto todavía-, se observa que la caída fue tan generalizada como significativa y diversa hacia el interior de nuestro entramado productivo. En materia de participación en el mercado brasileño, resalta la industria automotriz, que perdió 7 p.p. de participación (-50% i.a. en sus exportaciones), molinería, que resignó 6,8 p.p. de share (-29,0% i.a. en sus exportaciones) y hortalizas y frutas, que cedió 12,6 p.p., producto de una caída de 35% i.a. en su valor exportado.

Antes de cerrar, vale destacar que en el acumulado a los primeros ocho meses del año se verifica un déficit comercial de USD 280 millones en contra de nuestro país. Contrastando con el superávit de USD 170 millones alcanzado entre enero y agosto de 2019, los números se tornan más preocupantes. Tal como explicamos más arriba, este retroceso obedeció íntegramente al desplome exportador (-31,1% i.a.), en tanto las importaciones cayeron 25% i.a.

Por último, para el cierre del año proyectamos un equilibrio comercial. De esta forma, si bien se podría revertir el déficit acumulado hasta agosto, no se lograría sostener el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019. Esta dinámica obedecería no solo al retroceso de la actividad en ambos países (la caída del PBI brasileño sería de 5% i.a. según su consenso de mercado, mientras que nuestro país retrocedería más de 12,5% i.a.), sino también a la pérdida de competitividad argentina, producto del salto del Real brasileño (+30% desde que comenzó 2020) en una economía casi sin inflación.

 

Menos exportaciones y muchas menos importaciones: cuando el superávit no es buena noticia

En julio de 2020, el resultado comercial volvió a ser favorable para la Argentina, encadenando dos años en terreno positivo. El superávit rozó USD 1.500 millones, mostrando un avance de 55% i.a. frente a igual mes de año pasado (USD +950 millones). Al igual que en durante todo el primer semestre, la mejora obedeció al desplome de las importaciones (-30,1% i.a.), en tanto las exportaciones retrocedieron 16,3% en la comparación interanual. Por lo tanto, y como venimos repitiendo en los últimos meses, aunque la dinámica es favorable, en realidad es el síntoma de algo negativo: que la crisis es mayor en nuestro país que en el resto del mundo.

Las ventas externas totalizaron USD 4.900 millones, marcando un retroceso considerable frente a los USD 5.850 millones de igual mes de 2019. Lamentablemente, el rojo fue común a todos los grandes rubros: los productos primarios cayeron 10% i.a. -interrumpiendo así su dinámica positiva de la primera mitad del año-, las manufacturas de origen agropecuario 9% i.a. y las manufacturas de origen industrial 32% i.a. En todos los casos, el retroceso obedeció a una mayor baja de las cantidades en relación con los precios.

A nivel desagregado, resalta el impacto de la crisis brasileña, principal destino de los productos industriales (MOI), en contraste con la performance de China y el sudeste asiático, demandante de nuestra agroindustria (PP y MOA), que permiten atenuar el rojo. Dicho esto, vale destacar que, si bien las MOI continúan derrumbándose en la comparación interanual, su ritmo de caída pasó de más de 50% i.a. en el segundo trimestre a 35% i.a. en julio.

Por el lado importador, las señales de alerta son más intensas. La caída de USD 4.900 millones en julio de 2019 (último mes con el tipo de cambio en la zona de 45 ARS/USD, ya que en agosto pasó a 60 ARS/USD) a poco más de USD 3.430 millones en igual mes de 2020 expresa un desplome generalizado y de dos dígitos en todos los usos económicos. En este sentido, resalta la contracción de vehículos livianos (-51,5% i.a.), en un contexto donde se complica el acceso al mercado cambiario de las terminales, y de piezas y accesorios para bienes de capital (-51% i.a.). En tanto, los bienes de capital retrocedieron 24% i.a., mostrando que la caída de la inversión será muy importante en 2020. Por último, impulsado en parte por la importación de medicamentos (-3,3% i.a.), las compras externas de bienes de consumo retrocedieron “solo” 17% i.a. en julio. De hecho, si sacáramos este capítulo afectado “positivamente” por la pandemia, este rubro se habría contraído casi 20% i.a.

Con estos números, el superávit comercial acumuló casi USD 9.600 millones entre enero y julio de 2020. De esta manera, el resultado avanzó más de 20% frente al acumulado de los primeros siete meses de 2019. No obstante, y tal como marcamos más arriba, la mejora obedece íntegramente a la retracción importadora (-24,4% i.a.), en tanto las exportaciones cayeron casi 12% i.a. En consecuencia, aunque arrastramos el mayor resultado positivo desde 2009, también tenemos el menor flujo desde 2007. Por lo tanto, la alegría no solo no es completa: arroja más señales de preocupación que de “festejo”.

Por último, y antes de cerrar, vale destacar que en los próximos meses la caída de las importaciones se atenuaría. El período agosto-diciembre de 2019 fue el de mayor tipo de cambio real y menor actividad. Además, la economía seguiría recuperándose, producto de una cuarentena en vías de relajación, impactando positivamente en las compras externas. Por su parte, las exportaciones también achicarían su caída, impulsadas por la recuperación brasileña y la tibia apreciación del Real. De esta forma, el saldo comercial seguiría en terreno positivo, pero su tasa de crecimiento sería menor.

Con estos números, proyectamos que la balanza comercial cerraría el año en la zona de USD 18.000 millones, marcando un avance cercano al 10% i.a. respecto al saldo de USD +16.000 millones de 2019. No obstante, esta mejora provendría íntegramente del desplome importador, cercano al 20% i.a., ya que las exportaciones caerían cerca de la mitad. Como resultado, el flujo comercial perforaría los USD 100.000 millones en 2020, alcanzando un piso desde 2009.

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

La contracción del intercambio comercial se profundizó en el segundo trimestre, de la mano de la proliferación de contagios de COVID-19 a nivel global. Tanto en las importaciones como en las exportaciones, el retroceso se explicó por un efecto combinado de menores cantidades- afectadas tanto por la demanda como por la oferta- y, como la depresión fue tan profunda, también afectó a los precios. Esto hizo que, a pesar de que el resultado comercial haya sido superavitario (USD 4.788 millones, +32% i.a), el flujo de comercio se haya ubicado en niveles similares a los de 2007.
En el segundo trimestre, las exportaciones totalizaron en USD 14.176 millones, lo que implicó un retroceso de 14,7% i.a y una aceleración de la tasa de caída frente al trimestre anterior (-6,7% i.a). La baja, combinó casi en partes iguales una baja en precios (-7,4% i.a) como en cantidades (-7,8% i.a).
El resultado es más negativo si se observa la heterogeneidad de las dinámicas al interior de los rubros. Y esto porque la baja se concentró en aquellos sectores que generan mayor valor agregado, típicamente el sector productor de manufacturas. En este sentido, las MOI retrocedieron casi un 53% i.a, explicado por una baja en cantidades (-49,8% i.a) y reforzada por precios (-5,8% ia). Aquí jugaron varios factores, entre ellos los menores despachos hacia Brasil, debido al derrumbe de la actividad en el país vecino, así como también por la pérdida de competitividad cambiaria respecto al país vecino. No obstante, también tuvo un rol importante el hecho de que, durante ese período, la producción en muchos sectores estuvo en cuarentena al considerarse “no esenciales”.
En el otro extremo, los Productos Primarios avanzaron casi un 20% i.a, explicado enteramente por una suba en las cantidades. A diferencia de lo ocurrido con las MOI, al considerarse un rubro esencial, su producción no se vio alterada para las medidas de aislamiento, así como tampoco su demanda. Mientras que otro factor clave fue la pronta recuperación económica de socios como China, principal destino de este rubro, que en este trimestre llegó a desplazar a Brasil como primer socio comercial de Argentina.
En cuanto las importaciones, las mismas alcanzaron un valor de USD 9.388 millones en el segundo trimestre, lo que redundó en una baja de casi 28% en términos interanuales, explicado en mayor medida por la baja en cantidades (-24,2% i.a). Obviamente se debe al hecho de que en ese período la actividad local encontró un “piso” (según nuestras estimaciones superará el 21% desestacionalizado), en tanto ese trimestre albergó los tres meses de cuarentena más estricta. Todos los usos tuvieron bajas muy marcadas, con excepción de Bienes de Consumo, que “solo” cayeron un 7% i.a. El resto de los usos mostró bajas superiores al 30% i.a, destacándose por la magnitud las importaciones de Vehículos, cuyo retroceso fue de 64% i.a.

Con todo, el saldo comercial del trimestre fue de casi USD 4.800 millones, un 32% superior al mismo período del año anterior. Considerando el resultado del trimestre anterior, el superávit del semestre alcanzó los USD 8.100 millones. Los términos de intercambio jugaron en contra en el segundo trimestre, en tanto retrocedieron un 2,7% i.a. Dicho de otra manera, de haberse mantenido los precios estables, el resultado comercial habría resultado superior en casi USD 500 millones.
Para los próximos meses, esperamos que ambos flujos comerciales – exportaciones e importaciones- continúen mermando su tasa de caída, como sucedió en junio, debido a la recuperación tanto de cantidades como de precios, al ritmo en que la actividad local y global comienzan a recuperarse. Proyectamos que el superávit comercial de bienes acumularía USD 10.000 millones en el segundo semestre de 2020, creciendo levemente respecto de la segunda mitad del año pasado. Así, la balanza comercial alcanzaría USD 18.000 millones en 2020, el mayor saldo positivo al menos los últimos 28 años. De todas formas, resaltamos que, si bien el “sobrante” de dólares comerciales al menos no meterá mayor presión en el mercado cambiario, el escenario no será del todo positivo dado que no provendrá de un boom exportador

 

En el comercio exterior, la tristeza no es solo brasileña

En el comercio exterior, la tristeza no es solo brasileña

En julio, nuestro país tuvo un déficit bilateral con Brasil de USD 150 millones. Partiendo del superávit de USD 50 millones obtenido en igual mes del año pasado, se verificó un importante retroceso que obedeció a que, el desplome de las exportaciones (-39% i.a., apenas superando USD 550 millones), más que duplicó a la baja de las importaciones (-19% i.a., totalizando USD 700 millones). Producto de esta magra dinámica, el flujo comercial apenas alcanzó USD 1.255 millones, representando un piso para el mes desde 2004.

Considerando que el resto de las importaciones de Brasil cayeron 35% i.a. el mes pasado, nuestro país siguió perdiendo participación en el mercado vecino (-0,3 p.p., rondando 4,8% en julio). Si bien este dato representa una mala noticia en sí mismo, vale destacar que la diferencia se atenuó sensiblemente en relación con la primera mitad del año: en ese entonces, los rojos fueron de 3,5% y 20,3%, respectivamente. Por lo tanto, el deterioro de los envíos argentinos a ese destino se pareció mucho más a la dinámica general en julio que en la primera parte del año, aunque por un peor desempeño de la economía brasileña y no por una recuperación de nuestro país.

Dos factores explican principalmente esta dinámica. En primer lugar, la apreciación del tipo de cambio real bilateral con Brasil, que había cerrado 2019 en línea con su promedio histórico, pero que actualmente muestra un atraso cercano al 20%. En segunda instancia, el tipo de bienes que le enviamos a la primera economía sudamericana, muchos de ellos manufacturas de origen industrial -automóviles y autopartes, por ejemplo-, usualmente relacionados con los rubros “no esenciales”, de peor performance que el resto de las ramas de actividad en medio de esta pandemia.

En la misma dimensión, las importaciones desde este origen cayeron 26% i.a. en julio, cuando a nivel agregado retrocedieron solo 3% i.a. Se verifica entonces cómo, el patrón de comercio de bienes industriales, buscado por la política económica de muchos años -unión aduanera del Mercosur, por caso-, producto de las potencialidades de agregado de valor que posee esta rama de actividad representa un “problema” durante la pandemia del Coronavirus.

Con estos números, en el acumulado anual se verifica un déficit de USD -170 millones, marcando un deterioro importante respecto al superávit de USD +170 millones alcanzado entre enero y julio de 2019. Además de la apreciación cambiaria comentada más arriba, la otra novedad respecto al año pasado fue la entrada de la economía brasileña en recesión, que redujo drásticamente su demanda de productos argentinos (-32% i.a.), en tanto que las ventas desde Brasil a nuestro país cayeron “solamente” 14% i.a. Como resultado, el flujo comercial cayó casi 30% i.a.

Por último, y de cara al futuro, en los próximos meses, volvería el calor a Brasil y con él su crisis por el Coronavirus podría atenuarse. Asimismo, nuestro país va ingresando levemente en la nueva normalidad y, si bien la actividad económica permanecerá muy lejos del cierre de 2019, comenzará a recuperarse en la comparación desestacionalizada. En consecuencia, aunque los números seguirían en rojo, las caídas podrían atenuarse. En este sentido, proyectamos que el año podría cerrar con una contracción de nuestras exportaciones a Brasil no menor al 20% i.a. en tanto que nuestras importaciones desde este país retrocederían cerca de 10% i.a. Como resultado, se borraría el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019, arrojando un saldo bastante más parecido al equilibrio.