Desaceleración inflacionaria y recuperación del salario, sueño de un semestre de elecciones

La inflación es uno de los principales problemas de la economía argentina. Mientras que la actividad y el dólar oficial podrían cerrar 2021 en línea con los objetivos del Presupuesto, la suba de precios consumiría su meta anual entre enero y agosto, donde acumularía más de 30%.

Al comienzo de la pandemia, la inflación fue la única variable “beneficiada” por la cuarentena: las menores presiones salariales, en un contexto de aumento de la demanda precautoria de dinero y programas de control de precios, llevaron a este índice a la zona de 1,5% mensual por primera vez desde 2018. Sin embargo, en parte por las presiones acumuladas durante los meses de calma y en parte por factores nuevos, la inflación se aceleró en el cuarto trimestre del año pasado, y no logró bajar sensiblemente desde entonces. Así, pasó de 3,7% promedio mensual entre octubre y diciembre de 2020, a 4,1% entre enero y marzo de 2021 y a 3,5% entre abril y junio.

En julio, la suba de precios habría estado por debajo de 3% por primera vez desde septiembre pasado. Pareciera entonces que llegó la desaceleración. Ahora bien, respondido el cuándo, tiene sentido preguntarnos por el cómo: las razones de la baja nos permitirán precisar su duración, además de su sostenibilidad y los cambios que podría producir al interior de la economía. Cuanto más forzada sea la baja, más insostenible será. Veamos.

Una de las principales anclas del proceso desinflacionario serán los precios regulados. Sacando los aumentos ya anunciados en prepagas (+29% en el segundo semestre), a priori no existirían otros grandes ajustes en los próximos meses en estos capítulos. Por el contrario, en la primera mitad del año habían mostrado algunas subas relevantes -a pesar, es cierto, del congelamiento extendido de las tarifas de servicios públicos-. A modo de ejemplo, entre enero y junio, los combustibles subieron 34%, las prepagas 14%, la telefonía 18%, en tanto que electricidad y gas aumentaron 9% y 6%, respectivamente.

Estos precios no sólo impactan de manera directa sobre el IPC -representan un quinto de éste-, sino que suelen tener efectos de segunda ronda. En este marco, las casi nulas actualizaciones en insumos y logística ayudarían a relajar tensiones sobre otros bienes y servicios finales, aun cuando sus precios, virtualmente, estén libres. Por lo tanto, la ayuda que darán los precios regulados será mayor a ese 20% que explican de manera directa.

Por otro lado, el alza de commodities a nivel global, que tuvo un rol relevante en el primer semestre -aunque, claro está, tan relevante como lejos de exclusivo- también pareciera haberse moderado en las últimas semanas. En este sentido, resaltan las subas de casi 10% mensual promedio en el Mercado de Liniers entre noviembre del año pasado y abril de 2021, explicadas, entre otros factores, por la suba de los precios internacionales de los alimentos, principales insumos en la cría de ganado vacuno. En respuesta a este salto, la carne minorista avanzó 6% promedio mensual en el primer semestre según nuestras estimaciones, sumando tensiones al nivel general de precios y al bolsillo de los argentinos.

En sentido contrario, a finales de junio se observó una baja de 5% en el Mercado de Liniers, que se sintió en las góndolas en julio cuando la carne vacuna subió 1%, muy por debajo de una inflación que habría acumulado poco más de 2,5% según el IPC GBA Ecolatina. Si bien el cierre de las exportaciones de carne fue poco efectivo para controlar precios, un dólar oficial planchado y precios internacionales que dejaron de subir permitieron lograr los resultados que la medida perseguía, aunque más no sea parcial y tardíamente.

Entre febrero y junio, el dólar oficial subió menos de 11%, ubicándose 10 p.p. por debajo de la inflación general. Si bien la apreciación de las monedas emergentes permitió relajar parte de la pérdida de competitividad, sumó algunas tensiones sobre el proceso inflacionario local. Por caso, si el Real se aprecia, tal como pasó en el primer semestre (-2,4%), hace falta una mayor cantidad de dólares para importar la misma cantidad de bienes brasileños que antes, exigiendo, en última instancia, más pesos.

Luego de un julio con menor influjo de capitales netos hacia los países emergentes, y depreciación de sus monedas -concretamente, el Real avanzó 2,6% durante el mes pasado-, este factor desaparecería en los próximos meses. En el mismo sentido, el ancla del dólar oficial está ganando efectividad en las últimas semanas, reforzando este proceso.

El endurecimiento del cepo de comienzos de julio marcó que el Banco Central restringirá todavía más las cantidades si lo cree necesario, en lugar de convalidar ajustes en el precio de la divisa. Si bien esta decisión recorta tensiones en el corto plazo sobre algunos bienes de primera necesidad -básicamente, alimentos y bebidas-, que no tendrían problemas en acceder al mercado oficial de cambios, no es gratuita en materia de precios.

Como se verificó al cierre del año pasado y a principios de este, si aumenta el costo de reposición de algunas empresas, porque tienen que comprar con dólares propios en el exterior -es decir, dólares valuados hoy a 170 pesos-, la inflación se acelerará inevitablemente en aquellos rubros afectados. En este sentido, resalta que los productos importados saltaron 5,3% promedio mensual entre octubre 2020 y marzo 2021, según el Índice de Precios Internos Mayoristas que elabora el INDEC, muy por encima de un dólar oficial que aumentó “solo” 3,2% promedio mensual.

La incertidumbre sobre los costos de reposición es relevante. Una suba del “dólar efectivo importador”, una suerte de suma ponderada de las importaciones que se hacen al tipo de cambio oficial y las que necesitan de dólares propios, resultado de un ajuste eventual en la cantidad de empresas que tiene que valuar sus divisas a 170 pesos, ralentizaría el proceso de desaceleración inflacionaria.

Programas como Ahora 12, que alientan el consumo en cuotas de bienes durables, marcan que la prioridad del gobierno es apuntalar la recuperación de la actividad, aun cuando esto pueda implicar un retroceso en la lucha contra la inflación -y en su objetivo de controlar al dólar oficial, en tanto muchos de los productos incluidos en el programa son importados y demandan divisas para su consumo-.

En la misma línea se inscribe la reapertura de paritarias, alentada desde el Poder Ejecutivo. Motivados por algunos gremios públicos, que cerraron actualizaciones mayores al 40%, los bancarios lograron una suba de casi el 50% en sus haberes, un valor muy similar al del sindicato de Camioneros. De esta forma, el poder adquisitivo tendría su mejor semestre desde 2017, pudiendo fortalecer el consumo de los hogares, pero al costo de una mayor nominalidad. El nuevo equilibrio, entonces, aparece claro: más actividad, pero también precios más altos.

La inflación bajará en el segundo semestre. Más allá de algunos factores que puedan operar en sentido contrario -salarios y dólar paralelo-, los grandes motores se alinearán para que la suba de precios se relaje a partir de julio -dólar oficial y tarifas de servicios públicos- y deje los niveles particularmente elevados de la primera mitad del año: si el acumulado enero-junio se repitiera entre julio y diciembre, la inflación rozaría el 60% en 2021. Sin embargo, desde Ecolatina proyectamos que la suba de precios estará apenas por debajo del 50% este año, pasando de un promedio mensual de 4% en el primer semestre a otro de 3% en el segundo.

El gran problema es que esta baja no será duradera, sino que se volverá insostenible por su propio peso. Cuando las anclas son forzadas y se acumulan atrasos, la dinámica termina pasando factura más temprano que tarde. En consecuencia, no solo tendremos una inflación mayor al 40% en 2021: también será así en 2022.

 

Julio, con inflación por debajo de 3%

En julio, la inflación fue de 2,6% mensual según el IPC GBA Ecolatina, acumulando 28% en los primeros siete meses del 2021. Con esta variación, tuvimos el avance más bajo desde septiembre de 2020, lo que representa una buena noticia: a pesar del arranque de año agitado, la suba de precios empezó a desacelerar en los últimos meses, ayudada por las anclas cambiarias y tarifarias.

Por su parte, alimentos y bebidas también estuvo por debajo del 3% por primera vez en el año. La mayor estabilidad obedeció al aumento moderado de carne vacuna (+1,0%, en comparación con 7,0% promedio mensual en el primer semestre), a la vez que la baja estacional de frutas también ayudó a este resultado. Por otro lado, los alimentos de consumo masivo siguieron creciendo por encima del 4% mensual en promedio, consecuencia del desarme de Precios Máximos.

A contramano de los últimos meses, los servicios les ganaron la carrera nominal a los bienes, algo que había ocurrido solo dos veces desde que empezó el congelamiento tarifario en abril de 2019. Si bien los servicios públicos siguieron congelados, los privados mostraron una aceleración relevante (+4,0%) y crecieron muy por encima de los bienes (+2,6%). En un contexto de reapertura de paritarias y dólar oficial planchado, esta dinámica podría repetirse en los próximos meses, achicando las diferencias acumuladas en los últimos años.

Más allá de la baja del Nivel General, vale destacar que la inflación núcleo siguió por encima del 3% en julio: los precios regulados contuvieron otra vez a la variación agregada, marcando que los atrasos siguen profundizándose. En agosto, las subas ya anunciadas de prepagas y GNC (+9% y +5%, respectivamente) impulsarían a este componente, pudiendo generar que la inflación de este mes se ubique levemente por encima de la de julio.

Aún con una aceleración puntual en este mes, la inflación bajaría en la segunda mitad del año, y pasaría de la zona del 4% mensual en el primer semestre (60% anualizado) a la del 3% (40% anualizado). Un menor efecto de la emisión récord de 2020, sumado al ancla tarifaria y una moderada suba del tipo de cambio oficial ayudarán a controlar la suba de precios, incluso en un escenario de suba nominal de los salarios.

Antes de cerrar, vale destacar que Ecolatina proyecta una inflación de 48,5% para 2021 (para los números del IPC Nacional de INDEC, no los del IPC GBA Ecolatina que sirven de base para este informe). El gran problema no será solo la suba de precios de este año: con un dólar y tarifas congelados, y un acuerdo con el FMI pronto a firmarse, la primera mitad de 2022 también podría ser agitada en materia inflacionaria, dejando un piso de 40% para el año que viene.

La inflación no logra romper el piso del 3%

En junio, la inflación nacional fue de 3,2%, desacelerándose 0,1 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, el primer semestre del año cerró con una suba de precios de 25,3% (equivalente a 57% anualizado) y de 50,2% en la comparación interanual.

En lo que respecta a los capítulos, 8 de 12 se ubicaron por encima del 3%, mientras que en mayo solo habían sido 5. Dentro de las mayores evoluciones se ubicó Comunicación (+7,0%), como consecuencia de los aumentos en telefonía e internet, y Bebidas alcohólicas y tabaco (+5,0%) por el aumento de cigarrillos. Por su parte, se destacó la dinámica de Alimentos y bebidas no alcohólicas (+3,2%), que por segundo mes consecutivo se ubicó cerca de 3%, mostrando una marcada desaceleración respecto al 4,4% promedio que había mostrado en el primer cuatrimestre del año. De todas maneras, el desarme de precios máximos y las subas del precio de la carne otorgaron presiones al capítulo.

Por otro lado, el IPC Núcleo -que excluye bienes y servicios Regulados o con componente estacional- trepó 3,6% (+27% acumulado), por encima del IPC Regulados (+3,2% en junio, +24% en el acumulado) y del IPC Estacionales (+0,5% en el mes, +18% en el primer semestre). La referida dinámica de la inflación núcleo, que capta con mayor precisión la inercia, viene ubicándose por encima del 3,5% desde octubre del año pasado, dando cuenta la importante rigidez presente en el proceso inflacionario, especialmente considerando que no hubo un salto importante del tipo de cambio oficial.

Por su parte, una vez más los Bienes (+3,4%) se ubicaron por encima de los Servicios (+2,7%), acumulando subas de 27,6% y 20,2% respectivamente hasta junio. En este sentido, la menor evolución mensual de los Servicios se mantuvo durante todo el primer semestre, gracias a la reducida dinámica de los servicios públicos. En los próximos meses, la reapertura de paritarias, en un contexto en el cual perdió relevancia la pauta del 29%, podría reavivar nuevas presiones (principalmente) para los servicios privados, achicando la diferencia entre ambos grupos.

Además, hay que tener en cuenta que el menor alcance de los controles de precios tras el desarme de los precios máximos generará que los bienes de consumo masivo no muestren una desaceleración importante. A pesar de estos factores, el menor ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial y reducidas autorizaciones de subas de los precios regulados en la previa electoral ayudarían a que la desaceleración mensual del Nivel General se reafirme en el segundo semestre del año.

De esta manera, luego de observar una inflación promedio del 3,8% en el lapso enero-junio, esperamos que esta se ubique en torno al 2,8% mensual promedio en el segundo semestre. Con estos números, la interanual se mantendrá en la zona del 50% durante los meses del segundo semestre y cerraría con una suba aproximada de 48% en 2021, dejando atrasos pendientes para el año entrante: difícilmente la inflación pueda perforar el 40% en el 2022.

La inflación siguió arriba del 3% en junio

¿Cómo evolucionó la inflación?

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación alcanzó 3,6% en junio. De esta forma, acumuló 24,7% en el primer semestre de 2021, representando la cifra más alta desde 2016. Además, se ubicó en 48,7% i.a. para los últimos doce meses del año.

¿Qué sucedió al interior del IPC?

El capítulo que mayor incidencia tuvo sobre el índice fue Alimentos y bebidas (+4,1%), que acumuló una suba de 28,5% en el primer semestre y de 57,3% i.a. Al interior, la suba fue generalizada en junio: de las 65 categorías que componen al capítulo, 46 se ubicaron por encima del 3%. Por un lado, el desarme de precios máximos impactó sobre los productos de consumo masivo, donde se destacaron las subas de panes, lácteos y aceites. Por el otro, la evolución de carnes también se mantuvo elevada -por encima del 4%-, y ya acumula una suba de 51% en lo que va del 2021.

En lo que respecta al resto de los capítulos, solo 2 de 9 mostraron una evolución menor al 3%. En este sentido, resaltó la evolución de Indumentaria (+4,3%) y Transporte y comunicaciones (+3,9%), considerando que ambos se ubicaron por encima del Nivel General.

Un análisis complementario se observa con las categorías que componen al IPC. El IPC Core, que está compuesto por los precios que se encuentran más “expuestos” a la coyuntura económica, creció 4,1% en el mes (+26,9% acumulado y +52,2% i.a.). Al interior, tanto los precios de consumo masivo (+3,7%) como el resto (+4,2%) exhibieron dinámicas elevadas: los primeros, comenzaron a recuperar el terreno perdido tras varios meses de congelamiento, mientras que los segundos vienen ubicándose por encima de 3,8% luego de nueve meses consecutivos, dejando en evidencia que el proceso inflacionario actual cobró una importante inercia y es difícil de desarmar.

Por otra parte, el IPC Regulados subió 3,2% en el mes, como consecuencia de subas en cigarrillos, teléfono, mantenimiento de los vehículos y combustibles. De esta manera, acumuló una suba de 20,8% en los primeros seis meses y de 31,8% i.a.: la pequeña diferencia entre estas variaciones corresponde a que la corrección de regulados se concentró en los primeros meses del 2021. A contramano, el IPC Estacionales creció solo 1,5% (+18,8% acumulado y +69,9% i.a.), principalmente por la baja suba de frutas.

¿Qué esperamos?

Como consecuencia de una suba de precios que se desacelera más lento de lo proyectado al principio del año, desde Ecolatina modificamos nuestra estimación y esperamos que la inflación ronde el 48% en 2021. Sin embargo, para que esta cifra se cumpla, seguimos pensando que habría una paulatina desaceleración en la segunda parte del año. Luego de una inflación promedio de 4% en los primeros seis meses, la suba de precios debería ser levemente menor al 3% en el periodo julio-diciembre para que se concrete nuestra proyección anual.

Detrás de estos números, se encuentra el hecho de que el impacto del alza de precio de los commodities, las presiones del Mercado de Liniers sobre el precio de la carne minorista y la autorización de subas de combustibles (que poseen fuertes efectos de segunda ronda) serían factores que ya no estarán presentes en la segunda parte del año. A su vez, el atraso tarifario y un menor deslizamiento del tipo de cambio oficial también ayudarán a este fin, pero dejarán correcciones pendientes para el 2022.

La inflación del primer semestre será cercana a 25%

En mayo, la inflación nacional fue de 3,3%. De esta forma, aumentó 48,8% en la comparación interanual y acumuló 21,5% en los primeros cinco meses del año, la mayor para este período desde 2016.

El capítulo que mayor incidencia tuvo sobre el índice continuó siendo Alimentos y bebidas (+3,1%), que acumula 22,4% en lo que va del año y casi 50% interanual. Vale destacar que, a diferencia de meses previos, cuando la variación del capítulo era impulsada por algunos productos puntuales, este mes la suba fue generalizada: se destacó la evolución de carnes, lácteos, aceites, café, panes, verduras, entre otros.

En otro orden, sobresale que los Bienes (+3,5%) volvieron a ubicarse por encima de los Servicios (+2,7%). Esta dinámica recurrente durante 2021 implica que los primeros acumulen una suba de 23,4%, +6,4 p.p. que los segundos, que corren detrás como consecuencia del fuerte atraso relativo que presentan los servicios públicos, configurando un nuevo set de precios relativos durante los últimos meses.

En este sentido, pese a que el IPC Regulados trepó 3,8% en mayo, por encima del IPC Núcleo (+3,5%) y de los Estacionales (+1,5%), la tendencia es preocupante: la inflación nacional crece por encima del 3% mensual desde octubre de 2020 -ocho meses consecutivos-, algo que no había ocurrido tras los saltos cambiarios durante el gobierno de Cambiemos. Más aún, el IPC Núcleo, que muestra con mayor precisión la inercia del proceso inflacionario, crece a un ritmo mensual promedio superior al 4%. Esta dinámica, a la que probablemente se le sumen reclamos salariales cada vez más elevados -considerando la imposibilidad del cumplimiento de la meta oficial de inflación del 29%-, complicarán la desaceleración en la previa electoral.

Teniendo en cuenta que la suba de precios de mayo fue la más baja en lo que va del año, el cierre del semestre podría ser el inicio de la desaceleración, que se combinará en los próximos meses con una depreciación muy lenta del tipo de cambio oficial y un freno a las autorizaciones de incrementos en distintos precios Regulados. Sin embargo, el relevamiento quincenal del IPC GBA Ecolatina da indicios de la rigidez de este proceso: durante la primera mitad de junio el índice subió 3,8% respecto al mismo periodo de mayo, destacándose nuevamente el avance de casi 4% de Alimentos y bebidas (+3,9%), posiblemente afectado por el desarme de precios máximos hace unos días. De todos modos, prevemos que la inflación cierre por encima del 3% en el sexto mes del año, sin una considerable desaceleración respecto a mayo.

Proyectamos que la inflación rondará el 47,0% en 2021. Teniendo en cuenta que la inflación acumularía una suba en torno al 25% en el primer semestre, la suba de precios debería promediar alrededor de 2,7% entre julio y diciembre para alcanzar nuestra proyección, algo que podría lograrse utilizando el tipo de cambio y las tarifas como ancla, a costa de postergar ajustes para el año entrante. Por este motivo, es difícil que también en 2022 la inflación esté por debajo del 40%.

Los precios libres aumentan todos a la misma velocidad y no es una buena noticia

Con cada cambio de precios relativos la inflación se acelera

La inflación anual en nuestro país es de dos dígitos desde hace más de diez años y, más allá de los vaivenes causados por los incentivos electorales, ha exhibido una tendencia creciente. Así, en la primera mitad de la década pasada la inflación anual promedió casi 28%, teniendo su pico de casi 38% en 2014, un registro muy cercano a la media de la segunda mitad de la década, cuando solo en 2017 se observó una inflación inferior al 30%.

Distintos fueron los factores que propiciaron las sucesivas aceleraciones y desaceleraciones a lo largo de todos estos años: en 2014 el tipo de cambio mostró un salto discreto que aceleró la inflación de forma significativa, en 2016 la aceleración también estuvo relacionada con el mercado cambiario, pero se sumaron aumentos de tres dígitos en los servicios públicos, situación que volvió a observarse en 2018. En cada uno de estos episodios las distorsiones previas (atraso cambiario o tarifario) se saldaron con un reacomodamientos de precios relativos que aceleró la inflación. La experiencia histórica nos marca que cuanto mayores y abruptas son las distorsiones en los precios, más probable es que den lugar a incrementos que aceleren la inflación.

En este marco, nos preguntamos si la actual aceleración inflacionaria es producto del reacomodamiento de algunos precios como en las experiencias pasadas o, por el contrario, es un proceso en el que los precios tienden a moverse de forma homogénea.

¿La actual aceleración es producto de algunos ajustes puntuales?

Como marcamos, en 2014, 2016, 2018 y 2019 la inflación se aceleró por saltos cambiarios y tarifarios que impactaron rápidamente en algunos grupos puntuales. En todos estos casos, primero aumentaron los bienes (y los servicios públicos en 2016 y 2018) y luego el resto. Es decir, un grupo de bienes traccionó la inflación y luego lo siguió el resto. Este no parece ser el caso en 2021. Veamos.

Son múltiples las formas de medir la distorsión o cambios en precios relativos, una de ellas es comparando las dinámicas de las variaciones de los distintos capítulos del IPC respecto al promedio de estas variaciones. Así, la variabilidad o dispersión sería mayor cuanto mayor sea la diferencia entre los aumentos de cada capítulo y el promedio. Como mencionamos anteriormente, es de esperar que este indicador guarde una relación directa con la dinámica inflacionaria, cuando la inflación se acelera la dispersión debería aumentar.

En el siguiente gráfico cada punto es la combinación entre inflación promedio de los capítulos que componen el IPC y variabilidad de esos aumentos. Se observa, como comentamos previamente, una relación positiva entre ambas variables, pero también pueden verse cuatro “zonas”. Los puntos verdes son meses en los que la inflación fue alta y los aumentos heterogéneos, la mayoría de estos puntos pertenecen a 2018, año en los que la inflación fue traccionada por saltos cambiarios y tarifarios. Los puntos amarillos representan aquellos meses en los cuales la inflación fue “baja” y los aumentos heterogéneos, muchos de estos puntos pertenecen a 2020, año de desaceleración de la inflación aunque a velocidades distintas. Los puntos rojos esconden meses en los cuales la inflación fue “baja” y los aumentos homogéneos, buena parte de 2017 está en este cuadrante. Por último, los puntos azules son meses en los que la inflación fue alta y los aumentos homogéneos, aquí aparecen muchos meses de 2019 y 2021. Abril de este año es un claro ejemplo, la inflación se posicionó en 4,1% y siete de los doce capítulos del IPC aumentaron entre 3,5% y 4,3%.

Alta inflación y aumentos homogéneos, ¿debemos preocuparnos?

Sí, la homogenización de la inflación genera algunas inquietudes. La primera e inmediata es que este comportamiento se está dando incluso sin un salto cambiario de magnitud. Si bien es cierto que la emisión récord de 7% del PBI del año pasado y el hecho de que cada vez más empresas tuvieron que recurrir a divisas propias para importar son factores que pueden explicar esta tendencia, la aceleración de los últimos siete meses no deja de ser preocupante.

Por otro lado, las expectativas de inflación son una cuestión a atender. Si los precios libres se mueven más o menos en la misma magnitud se dificulta la recomposición de precios relativos. La evolución del nivel de precios no está traccionada por ninguno de sus componentes en particular; no ocurre porque suben las tarifas tras casi dos años de congelamiento, porque los bienes de consumo masivo recuperan su precio relativo pre-pandemia o porque hay significativos aumentos salariales por encima de la inflación que justifican una remarcación en rubros más vinculados a los servicios privados. No hay una causa y, por lo tanto, controlar el proceso inflacionario y retornarlo a valores más cercanos al 2% es una tarea más compleja.

En una economía que presenta un creciente peso de los subsidios económicos y que está en las vísperas de un acuerdo con el FMI, en donde el salario registrado promedió caerá por cuarto año consecutivo, y la extensión a los controles de precios condicionan la oferta de muchos bienes de consumo, no es de esperar que, en virtud de revertir estos desequilibrios, la inflación se aleje del 3% mensual del período 2017-2020, durante este año y el próximo. En ambos casos, esperamos que la inflación anual continúe en la zona de 40-50% hasta 2022 inclusive.

 

La inflación se desaceleró levemente en mayo: según el IPC GBA Ecolatina, perforó el 3,5%

¿Cómo fue la inflación en mayo?

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación fue de 3,4% en mayo, desacelerándose 1 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, subió 20,4% en los primeros cinco meses del año, representando la variación acumulada más alta desde 2016, y exhibió un aumento de 45,9% en la comparación interanual.

En lo que respecta a los capítulos, solo 3 de 9 se ubicaron por debajo del 3%. Si bien esta proporción representa una cifra menor en comparación al mes anterior, cuando solo 2 capítulos se habían ubicado por debajo del 4%, no deja de resultar llamativo: como consecuencia de la elevada inercia que está teniendo el proceso inflacionario, la inflación se volvió más homogénea y la mayor proporción de los precios crece a un ritmo entre el 2,5% y 4%.

Esto mismo puede visualizarse con el IPC Core, que creció 3,5% en el mes (-1,1 p.p. respecto al mes anterior) y muestra con mayor precisión la inercia de los precios. Trepó 49,4% en la comparación interanual y 21,9% en el acumulado en el año, exhibiendo la mayor variación para los primeros cinco meses desde el 2002. Al interior, la diferencia entre la evolución de precios se achicó: los precios de consumo masivo crecieron 3%, mientras que el resto subió 3,8%.

Por su parte, el IPC Regulados subió 3,7%, tras la suba de la electricidad, combustibles, prepagas y educación. De esta manera, acumuló una suba de 17,1% en lo que va del año y de 28,5% en los últimos doce meses. Por último, el IPC Estacionales creció solo 1,3%, lo cual ayudó a la desaceleración en el nivel general, como consecuencia de la menor evolución de frutas y verduras, principalmente (+17,1% acumulado y +69,6% i.a.).

El capítulo que mayor variación mostró fue Atención médica y gastos para la salud (+4,8%), como consecuencia del incremento de prepagas y aumentos en medicamentos. Por su parte, Educación (+4,4%), Indumentaria (+3,9%) y Transporte y comunicaciones (+3,8%) fueron otros de los capítulos que se ubicaron por encima del nivel general.

Párrafo aparte merecen los precios de alimentos y bebidas (+3,3%). El capítulo perforó el 4% por primera vez después de 6 meses consecutivos, ubicándose 0,1 p.p. por debajo de la inflación y desacelerándose 0,8 p.p. respecto al mes anterior.

La menor evolución se concentró en la segunda quincena del mes (+2,9% en la segunda vs +3,8% en la primera), como consecuencia de la moderación en la dinámica de frutas (manzana y cítricos, fundamentalmente), verduras y determinados bienes de consumo masivo. A contramano, la variación de carnes continuó elevada (en torno al 6%) y se aceleró en la segunda parte de mayo, mientras que otros bienes de consumo masivo, como lácteos, mostraron una dinámica elevada en ambas quincenas.

¿Qué esperamos?

Para los primeros seis meses del año, esperamos que la inflación acumule una suba en torno al 25%, lo cual representa una inflación mensual promedio de casi 4% entre enero y junio. Con estos números, y como consecuencia de una inflación que se desarmó más lento de lo esperado en el primer semestre, proyectamos que la suba de precios rondará el 47% anual en 2021.

Esta cifra implica que habría una paulatina desaceleración en los últimos seis meses del 2021: la suba de precios debería ser de 2,7% promedio mensual entre julio y diciembre para alcanzar el 47% anual. El ancla del tipo de cambio y mínimos movimientos en precios regulados ayudarán en este fin pero postergará ajustes pendientes para 2022.

Precios mayoristas: acumularon en el primer cuatrimestre la mayor suba desde el 2002

¿Cómo evolucionaron los precios mayoristas en abril?

En abril, el Índice de Precios Internos al por Mayor (IPIM) creció 4,8%, acelerándose 0,9 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, aumentó 61,3% en términos interanuales, representando la cifra más alta desde agosto de 2019, periodo en el cual impactó el salto cambiario pos-PASO.

A su vez, analizando el acumulado del año, crecieron 21,9% en el primer cuatrimestre (más de 5% promedio mensual). Este número implica una importante aceleración en comparación a 2020, dado que los precios habían trepado solamente 2,3% hasta abril, y, a su vez, representa la variación más alta desde el 2002 (+61,3% en el primer cuatrimestre), cuando los precios mayoristas habían sido impulsados por la salida de la convertibilidad.

Al desagregar al índice, se observa que la suba fue generalizada: los importados crecieron 20,8% en el primer cuatrimestre, mientras que los nacionales treparon 22,0%. Al interior de los segundos, los primarios saltaron 24,8%, los productos manufacturados 20,9% y la energía eléctrica 35,6% en el mismo periodo.

¿Qué explicó esta dinámica?

A diferencia de otros periodos, hay que tener en cuenta que la aceleración sucedió sin que hubiera un salto cambiario de magnitud. De hecho, el tipo de cambio oficial trepó 12,4% en el primer cuatrimestre, casi la mitad que la variación acumulada de los precios mayoristas. A su vez, el CCL creció menos de 10% y el dólar MEP por debajo del 5%, por lo que tampoco se explicó por el alza de las cotizaciones paralelas.

En este marco, el proceso inflacionario se volvió más complejo de explicar: en otros periodos la aceleración venía de la mano de la suba de algún driver claro -como el tipo de cambio-, mientras que en el actual no existe un importante acelerador. En este sentido, cobra mayor relevancia la inercia que están teniendo todos los precios de la economía (tanto los mayoristas, como el costo de la construcción y el índice de precios al consumidor) y las explicaciones no son tan sencillas ni lineales, sino una mezcla de factores.

Un primer motivo que pudo haber influido en la aceleración es que los dólares paralelos hayan cobrado mayor relevancia para determinar el tipo de cambio efectivo importador. En otras palabras, mayores trabas a las importaciones, dificultades de algunas empresas para conseguir dólares propios o cierta incertidumbre sobre los costos de reposición generaron que determinadas empresas valuaran sus compras externas a un dólar “de 150”, incrementando el tipo de cambio efectivo para la importación. Si bien es difícil determinar en qué momento predominó este efecto, es uno de los factores por los que los precios manufacturados alcanzaron un 56,6% i.a. en abril y los importados un 63,8% i.a.

Por otro lado, otra de las razones se encuentra en las presiones que generó el alza de los precios de los commodities. Para poner un ejemplo, el repunte del crudo presionó directamente sobre los productos minerales (que forman parte de los precios primarios), ya que acumularon una suba de 33,8% en el primer cuatrimestre (+5,5% en abril). A su vez, también existió un impacto sobre algunos precios manufacturados: los bienes refinados en petróleo crecieron 34,4% en el periodo (+9,5% en el último mes) y las sustancias químicas básicas 40,9% (+13,1%).

Además, las autorizaciones de subas de precios regulados, que habían acumulado importantes atrasos durante el año anterior, también impactaron sobre el índice. En este sentido, la suba de combustibles ya acumuló poco menos de 30% en el primer cuatrimestre, otorgando presiones sobre varios precios que componen al indicador: un ejemplo es el de vehículos automotores, carrocerías y repuestos, que acumuló una suba de casi 20% entre enero y abril. A su vez, la autorización de incrementos de tarifas para usuarios no residentes del 9% impactó directamente sobre la energía eléctrica (+8,9% en abril), que ya acumuló una suba de 35,6% en lo que va del año. Teniendo en cuenta que la suba de este índice durante todo el 2020 había sido solamente del 1,2%, queda en evidencia como la corrección de los regulados está tensando al nivel de precios.

Para finalizar, resta remarcar que los precios mayoristas no son necesariamente un “adelanto” de lo que sucederá con los minoristas. En este sentido, los bienes ponderan más en esta canasta (dado que está compuesto en su mayoría por transables) que en el índice de precios al consumidor. De todas formas, la aceleración es preocupante: que el IPIM haya promediado más de 5% en el primer cuatrimestre y el IPC más de 4% forma todo parte del mismo proceso inflacionario.

¿Qué esperamos?  

En los próximos meses, se podría visualizar una desaceleración de los precios mayoristas. En este sentido, el efecto del alza de los precios de los commodities se irá diluyendo en el corto plazo, a la par que el menor ritmo de depreciación de la cotización oficial ayudará a contener la suba de precios. A su vez, hay que tener en cuenta que, descontando la nueva alza de combustibles de mayo, no habrá otro incremento en lo que resta del año. De todas maneras, a pesar de la posible menor evolución de los próximos meses, el alza en lo que va del año condicionará a la variación anual: difícilmente la evolución de los mayoristas se ubique por debajo de 45% en 2021.

En mayo, la inflación perforará el 4%

  • Entre la primera quincena de abril e igual período de mayo, el IPC GBA Ecolatina avanzó 3,4%. De esta forma, marcó una desaceleración importante en relación con el último mes, cuando había escalado 4,4%.
  • Las restricciones a la circulación nocturna, a la vez que algunas ofertas en indumentaria y electrodomésticos, ayudaron a esta desaceleración. En este marco, todavía falta para decir que la desaceleración se mantendrá más allá de algunas semanas: los primeros rasgos son más transitorios que permanentes.
  • Alimentos y bebidas seguirá por encima del nivel general en mayo. Aumentos generalizados en carnes, lácteos y bebidas provocarán que este capítulo de suma relevancia esté alrededor del 4% en este mes, agravando el carácter regresivo de la suba de precios.
  • La actualización de 9% en la tarifa eléctrica para los hogares del Gran Buenos Aires -con mayor impacto en el IPC GBA Ecolatina que en el IPC Nacional de INDEC- y la suba de combustibles, prepagas y comunicaciones generarán que los precios regulados sigan en alza. Aunque este último ajuste todavía no fue avalado oficialmente, ya está impactando en el IPC -y podría hacerlo posteriormente a la baja si se revirtiera-.
  • Por último, Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina, afirmó: “en los primeros cinco meses del año, la inflación acumulará más de 20%, dando por tierra no solo con la meta oficial del Presupuesto (29%), sino también con las posibilidades de lograr una desaceleración este año (en 2020, el índice de precios avanzó 36%, un piso claro para este año). En este marco, desde Ecolatina proyectamos que la inflación rondará el 45% en 2021, y que recién podría perforar el 3% en el segundo semestre del año”.

Inflación sin tregua: ¿llega la desaceleración?

En abril, la inflación fue de 4,1%. De esta forma, acumuló 17,6% en el primer cuatrimestre (equivalente a 62,5% anualizado) y 46,3% en los últimos doce meses, el valor más alto desde abril del año pasado cuando empezó la cuarentena. Si bien este número representa una desaceleración de 0,7 p.p. respecto de marzo 2021, cuando la inflación había sido de 4,8%, y está en línea con el promedio mensual del último semestre (4%), no por eso deja de ser muy preocupante.

Con este número, ya se consumió más del 60% de la meta del Presupuesto 2021, totalmente imposible de cumplir. A la vez, la suba de precios debería promediar 1,8% entre mayo y diciembre para no superar el 36,1% acumulado en 2020. Inevitablemente, la inflación no solo terminará este año por encima del objetivo oficial, que sirvió de referencia solo para algunas pocas paritarias y ya quedó en el olvido, sino que también se acelerará considerablemente en relación 2020.

El nivel general no es lo único preocupante. Por caso, el rubro alimentos y bebidas, principal consumo de los sectores de menores recursos, siguió subiendo más rápido que el promedio. En abril, este capítulo avanzó 4,3%, acumulando 18,7% en los primeros cuatro meses del año. En tanto, educación saltó 32,6% entre enero y abril, seguido de prendas de vestir y calzado (+22,4%) y transporte (+20,7%). Por el contrario, vivienda y electricidad subió menos de 9%, producto del congelamiento tarifario -levemente actualizado en mayo-, a la par que equipamiento y mantenimiento del hogar avanzó 15,8% entre enero y abril, en un contexto de dólar oficial y paralelo calmo.

En otro orden, los bienes volvieron a subir por encima de los servicios (4,7% y 2,5%, respectivamente), acumulando una diferencia de casi 6 p.p. en lo que va del año (+19,2% y +13,8%). Además del mencionado congelamiento tarifario, esto refleja un nuevo patrón de precios relativos: desde 2018, impulsado por las sucesivas devaluaciones del peso, los bienes le están ganando sistemáticamente la carrera nominal a los servicios.

Por último, en lo que al análisis de abril respecta, sobresale que la inflación núcleo volvió a estar por encima del nivel general (4,6%), en tanto los precios regulados y los estacionales quedaron por debajo (3,5% y 2,2%, respectivamente). Este ranking se repite en el acumulado anual, ya que a una suba de 18,2% del IPC Núcleo, le sigue una de 16,3% de los precios estacionales y de 16,2% los precios regulados. Dado que la inflación core o núcleo es la más difícil de desarmar y la más lenta de bajar, esta dinámica preocupa de cara a los meses que vienen.

Luego de un primer cuatrimestre muy complicado en la materia, desde Ecolatina proyectamos que la inflación rondará 45% en 2021 (+9 p.p. en relación con el acumulado del año pasado). Para que esto se cumpla, la suba de precios debería promediar 2,7% entre mayo y diciembre, un valor difícil de alcanzar con este arranque, pero no imposible considerando que el dólar oficial seguiría planchado y en “modo electoral”, a la vez que ni las tarifas de servicios públicos ni los salarios crecerían sustancialmente este año. A la vez, con esta proyección, la inflación terminaría cerca de los niveles de 2018 y 2019; sin embargo, más allá del valor agregado, la situación será más preocupante: mientras que en ese entonces se corregían precios relativos -dólar y tarifas-, en este contexto se están acumulando atrasos, que, posiblemente, dejarán a la inflación por encima de 40% también en 2022.