El tipo de cambio importa menos

Uno de los aspectos que se suele destacar acerca del actual proceso inflacionario es la ausencia de alguna referencia (“ancla”) nominal, un rol que históricamente fue asociado al tipo de cambio. Así, y a grandes rasgos, los saltos devaluatorios tienen como resultado una aceleración de la inflación, mientras que la calma cambiaria ayuda en los procesos de desinflación. Durante la última década abundan ejemplos que siguieron este comportamiento, cuando atrasos del tipo de cambio real con el fin de estimular los ingresos reales en los años electorales se combinaron con correcciones -de diferente magnitud- en los “años pares”.

 

Por naturaleza, esta relación se verifica con mayor fuerza en el caso de los bienes que los servicios. Por este motivo, comparamos la evolución mensual del tipo de cambio oficial con la distribución de los aumentos mensuales -excluyendo frutas y verduras- utilizando la mayor apertura posible para los Precios Mayoristas (IPIM) que informa el INDEC y de los bienes que conforman IPC GBA Ecolatina.

 

Ambos gráficos reflejan algo novedoso. Desde comienzos de 2021 los precios de los bienes tienden a crecen sistemáticamente por encima de la depreciación mensual del tipo de cambio, registrándose lo que pareciera una interrupción en la tendencia recién entre septiembre y octubre pasado.

En su conjunto, este fenómeno refleja la consecuencia de un tipo de cambio oficial cada vez menos relevante como precio de referencia para la economía. No es casualidad que este comportamiento se generalizó al tiempo que la brecha cambiaria alcanzó un piso de 75% a mediados del año pasado y se ha mantenido incluso a lo largo del crawling peg de 2022.

¿Qué sucedía en otros periodos?

Este comportamiento contrasta con el período 2016-19, cuando los precios de los bienes reaccionaban con algo de rezago a la volatilidad cambiaria. Especialmente cuando se percibía que el cambio de la cotización del dólar era más permanente que transitorio. Incluso se diferencia con lo ocurrido durante buena parte del atípico 2020, cuando la pandemia y las restricciones contuvieron artificialmente la dinámica de la inflación.

En este punto vale la pena hacer la comparación con el período 2012-15, cuando también -aunque de un modo más informal- estaba vigente un cepo cambiario. Si bien la inflación mensual era significativamente más baja que en la actualidad, no se avizoró un crecimiento sistemático de los precios por encima del tipo de cambio a excepción de buena parte de 2014, tras la devaluación que tuvo lugar en enero de dicho año.

Surgen otras explicaciones

Pareciera que actualmente diferentes factores tienen un mayor peso a la hora de explicar la dinámica de la inflación en los bienes. El primero se desprende del contexto macroeconómico: la mayor cantidad de regulaciones cambiarias hacen que crezca la incertidumbre acerca del costo de reposición de los bienes, ya que se incrementa la posibilidad de que la actividad o sector en la que una empresa opera pueda ser la próxima en verse afectada por una nueva normativa. Más aún, si parte de estas operaciones tienen que realizarse con dólares propios, cuyo costo de reposición está asociado a un tipo de cambio paralelo caracterizado por una elevada volatilidad, la incertidumbre es incluso mayor.

Otra razón puede encontrarse en el hecho de que, con niveles de inflación más altos, la probabilidad que un precio quede atrasado respecto a otro es mayor, especialmente cuando hay características de la economía -como las mencionadas en el párrafo anterior- que inducen a que algunos precios aumenten más que otros. A fin de evitar esto, los ajustes de precios no sólo pueden ser más frecuentes sino ser más “agresivos”, máxime cuando la sombra constante de los controles de precios -a la que el oficialismo ha echado mano en diversas ocasiones- puede generar que el atraso se profundice en el tiempo.

Conclusiones y perspectivas

Esta devaluación en cuotas no sólo impactó sobre diversos sectores y actividades demandantes de divisas, sino que hasta tuvo con el “dólar soja” su correlato en los exportadores -a lo que se suma la reciente posibilidad que tienen turistas extranjeros de pagar al dólar paralelo con tarjeta.

Su principal ventaja -en lo que se refiere a los precios- reside en la minimización de los costos que esta política traería en los sectores más vulnerables, a través, fundamentalmente, de un aumento todavía mayor de los alimentos. Esto es especialmente válido en un contexto en el que la asistencia gubernamental está limitada por la necesidad de cumplir con las metas fiscales fijadas en el acuerdo con el FMI.

Sin embargo, el hecho que exista menor previsibilidad acerca de cuál será el tipo de cambio correspondiente a lo largo del tiempo para cada actividad y empresa provoca que una proporción creciente de los bienes sean afectados cada vez más por una mayor incertidumbre que deteriora el contenido informativo del sistema de precios. Esto no sólo ocurre en el ámbito de la producción, sino que también se traslada a los consumidores: no se sabe si un bien es caro o barato y las decisiones de consumo se realizan igualmente, reforzadas por la baja demanda de pesos, validando estos aumentos.

Si bien el análisis está enfocado en el precio de los bienes y su relación con el tipo de cambio, el caso de los servicios no escapa a esta generalidad. Justamente en estos casos, también resulta evidente que a la incertidumbre acerca de los costos relevantes para cada actividad se le suma, en algunos casos, una demanda cautiva, con pocas alternativas de ahorro para resguardar el valor de los ingresos.

Considerando la premisa de evitar un salto abrupto del tipo de cambio, el contexto de escasez de dólares y el largo camino hasta la llegada de la liquidación de una cosecha gruesa nuevamente afectada por la sequía implicará necesariamente que las regulaciones y restricciones no sólo continuarán vigentes, sino que tenderán a profundizarse. En consecuencia, no prevemos que la menor relevancia del tipo de cambio oficial se revierta durante el próximo año, sino más bien lo contrario.

Esto implicará que si, con el año electoral por delante, el Gobierno decide nuevamente apostar a frenar la depreciación del tipo de cambio oficial para moderar la inflación, puede tener resultados no tan efectivos en comparación a otros momentos en los que esta política fue utilizada.

Por lo tanto, las distorsiones del sistema de precios no se revertirán en el corto plazo, marcando que cualquier intento de corregir este proceso en el contexto de un plan de estabilización -en el momento que sea- necesitará una coordinación de expectativas muy clara para reordenar los desajustes ocasionados con anterioridad. De lo contrario, en el mejor de los casos, su éxito estará condenado a ser parcial y efímero.

 

Adelanto de inflación | Octubre 2022

El IPC GBA Ecolatina mostró un crecimiento de 6,3% entre la primera quincena de octubre y el mismo periodo de septiembre, desacelerándose 1 p.p respecto al registro anterior.

Al interior del índice, los capítulos con mayor evolución fueron Indumentaria (+10,6%); y Atención Médica y gastos para la salud (+8,6%), impulsado por los aumentos en prepagas. Por el contrario, las menores variaciones se vieron en Otros Bienes y Servicios (+2,5%) y en Educación (+3,7%).

El capítulo de Alimentos y Bebidas se ubicó por encima del nivel general (+6,7%). A su interior, se destacaron los aumentos en Verduras (+23,0%); Aceites (+10,1%); Frutas (+8,1%); Leche (+7,6%); Fideos y pastas (+7,5%) y Caramelos, Golosinas y Cacao (+7,5%).

En cuanto a las categorías, Regulados creció 5,7% (1,6 p.p por debajo de la primera quincena de septiembre), impulsado por aumentos en prepagas, en las tarifas de agua y en combustibles. Por su parte, Estacionales anotó 14,8%, explicado por los ya mencionados aumentos en Frutas y Verduras y en Indumentaria.

Por último, el IPC Core -que excluye Regulados y Estacionales- registró 5,0%, desacelerándose 0,8 p.p respecto a la comparación entre la primera quincena de septiembre y la primera de agosto. Al interior del IPC Núcleo se encuentran los productos de Consumo Masivo, que crecieron 5,9% (-1,5 p.p. respecto a la primera quincena de septiembre).

 

¿Qué esperamos para el mes?

Prevemos que el índice desacelere en la segunda parte del mes, por lo que el mismo registraría una variación en la zona del 6% en octubre, acumulando 88% en los primeros diez meses del año.

Si bien la inflación núcleo volvió a mostrar una desaceleración -indicador de la tendencia del nivel general de precios-, la elevada inercia inflacionaria se ve reflejada en una velocidad de ajuste de precios mayor a la de los meses previos, sumado a plazos de renegociación más cortos en los contratos tanto formales como informales, que deja como resultado una dinámica inflacionaria difícil de desarmar en el corto plazo.

Sobre esta base, el último trimestre del año mantendrá un piso elevado, con un crawling peg sostenido en niveles elevados y sin un ancla que estabilice las expectativas en el horizonte, aportando una mayor persistencia al fenómeno inflacionario. En consecuencia, esperamos que la inflación se acerque al 100% para fin de año.

De cara a 2023, los principales factores presionando sobre los precios que estuvieron presentes en 2022 (acuerdos salariales mayores y más frecuentes, expectativas desancladas, deslizamiento cambiario sostenido en niveles elevados, y una inercia inflacionaria que no parece disiparse en el futuro inmediato) seguirán encendidos; por lo que no hay indicios de una desaceleración sustancial de la inflación en el próximo año.

La inflación se desaceleró en septiembre: ¿lo seguirá haciendo?

El IPC Nacional INDEC creció 6,2% mensual en septiembre, desacelerándose 0,8 p.p. respecto al mes anterior y marcando un ritmo inferior a las expectativas relevadas por el REM (6,7%). De esta forma, acumuló 66,1% en los primeros nueve meses del año y alcanzó 83% en la comparación interanual, la más alta desde la salida de la hiperinflación (diciembre 1991, +84%). Así, promedió 5,1% mensual en el primer trimestre del año y, 5,4% en el segundo, para acelerarse a 6,9% en el tercer trimestre.  

 Al interior del índice, los capítulos con mayor evolución fueron Prendas de vestir y calzado (+10,6%) y Bebidas Alcohólicas y tabaco (+9,4%), impulsado por los aumentos en cigarrillos. Por el contrario, las menores variaciones se vieron en Comunicación (+2,5%). 

 Cabe destacar que en septiembre sobresalió el incremento salarial de trabajadores de casas particulares (que impactó en Equipamiento y mantenimiento del hogar) así como las subas en subterráneos, taxi, transporte aéreo que, sumado al arrastre que dejó el aumento de los combustibles de fines de agosto, impactaron en Transporte (+5,8%). 

 La categoría de Alimentos y Bebidas no alcohólicas fue nuevamente la que más incidió en el nivel general. Registró una variación mensual de 6,7% y acumuló 69,5% en lo que va del año.  A su interior, se destacaron los aumentos en Verduras, tubérculos y legumbres (+17,8%); Aceites, grasas y manteca (+11,7%); y Frutas (+7,0%). 

 Respecto a las categorías, Estacionales anotó 11,7%, explicada principalmente por las subas en Prendas de vestir, Verduras, tubérculos y legumbres, y Frutas. A diferencia, Regulados creció apenas 4,5% (+62,1% i.a.).  

 El IPC Núcleo creció 5,5% (+82,3% i.a), desacelerándose 1.3 p.p respecto a agosto. Al interior de esta categoría se encuentran los productos de Consumo Masivo, que treparon 6,5% en el séptimo mes del año (+85,7% i.a.) y los Bienes Durables, que registraron 5,9% (+86,7% i.a.). Los Bienes marcaron 7% y los Servicios, 4,2%. 

¿Qué esperamos? 

Para octubre, impactarán puntualmente aumentos en internet y telefonía móvil (+19%), prepagas (+11,5%), gas y agua (+10%); combustibles (+6%) y colegios privados en CABA y PBA (+20% y 6,2% respectivamente), que redundarán en una inflación que se mantendría por encima del 6%. 

Para el último trimestre esperamos que la inflación siga en la zona del 6%. La continuidad en la actualización de precios regulados -tarifas de servicios públicos, prepagas, transporte público (+40% en diciembre)-, actualizaciones salariales y un crawling peg mensual consolidado por encima del 6% como estrategia para no perder mayor competitividad cambiaria son los principales drivers que seguirán encendidos en lo que resta del año.  

 Si bien la inflación núcleo mostró una desaceleración en el último mes, la elevada inercia inflacionaria se ve reflejada en una velocidad de ajuste de precios mayor a la de los meses previos, en conjunto con plazos de renegociación más cortos en los contratos formales e informales, dejando como resultado una dinámica inflacionaria difícil de desarmar en el corto plazo y una inflación anual que rozará el 100% en 2022. 

 En el año entrante, los principales drivers presentes en 2022 -acuerdos salariales mayores y más frecuentes, expectativas desancladas, un crawling peg sostenido en niveles elevados, y una inercia inflacionaria que no parece disiparse en el corto plazo- seguirán encendidos. 

Consecuencias de la mayor inflación: ¿más o menos regresiva?

La inflación se aceleró notablemente en 2022. Hasta agosto acumuló 56,4% según el IPC INDEC Nacional, con una variación interanual no vista en treinta años (+78,5% i.a.). Además, cobró una dinámica ascendente a lo largo de los meses del año: pasó de un promedio de 5,1% en el primer trimestre a 5,4% en el segundo, y se ubicaría en 7,1% en el tercer trimestre.

Ahora bien, la inflación de los sectores con menores ingresos no es la misma que la de la clase media, que también difiere de la población de mayor poder adquisitivo. En este sentido, hay que tener en cuenta que, además de esta aceleración, la suba de precios puede ser disímil a lo largo de la pirámide de ingresos y estar impactando en mayor medida sobre determinada parte de la sociedad.

Sobre esta base, en el estudio de la dinámica inflacionaria resulta relevante incorporar al análisis en qué gasta cada familia, a fin de ver el impacto de las subas en los precios a lo largo de los distintos niveles de ingresos. Los sectores de menores recursos se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos que el resto, dado que destinan una mayor porción de su ingreso a satisfacer estos consumos de primera necesidad. Por el contrario, las familias más ricas gastan más en bienes de segunda necesidad, como pueden ser artículos para el hogar, educación y esparcimiento, entre otros.

Utilizando la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) publicada por INDEC, es posible medir la inflación de distintos sectores sociales, considerando no sólo los niveles de ingresos, sino también heterogeneidades regionales. Para ello, se divide a las familias en deciles, siendo el primero correspondiente a las familias con menores ingresos y el décimo a las que tienen mayores ingresos.

Un análisis del pasado reciente

A pesar de que la inflación trepó 50% en 2021, el uso de anclas nominales -como el tipo de cambio oficial y las tarifas de servicios públicos- permitió una desaceleración de los precios en la segunda parte del año: pasaron de promediar casi 4% en el primer semestre a 3,1% en los últimos seis meses. Además, la implementación de controles de precios impactó principalmente sobre los alimentos, que se mantuvieron más contenidos en el semestre electoral (+2,9% promedio mensual).

Por este motivo, el proceso inflacionario no sólo cedió transitoriamente, sino también cobró un carácter más progresivo. La menor evolución de alimentos favoreció relativamente más a los sectores de menores recursos: en la comparación interanual, la inflación en el decil 1 se ubicó en 49,5% en diciembre, mientras que en el decil 10 fue de 52,3%. Como resultado, la inflación en los deciles más bajos fue inferior a la de los deciles de mayores ingresos y, junto con la recuperación de los ingresos, permitió una reducción de la pobreza en la segunda parte del año anterior.

Esta tendencia se revirtió a comienzo de año. Para el primer cuatrimestre, la aceleración de los precios de alimentos fue más pronunciada: en tres de cuatro de esos meses subieron por encima del nivel general, promediando 6,4% (1 p.p. por encima de la inflación). Detrás de este comportamiento se encontraron algunos factores globales, como el alza de los precios internacionales de alimentos tras el estallido de la guerra en Ucrania, pero en conjunto con algunos factores locales, como la sequía, que afectó a los cultivos y la ganadería en distintas zonas del país, y sobre todo la recomposición de precios de consumo masivo tras el congelamiento de fines de 2021.

Esta aceleración en los precios de los alimentos volvió más regresiva a la dinámica inflacionaria, afectando en mayor medida relativa a los sectores de menores recursos. Así, la inflación acumulada del decil más pobre fue mayor a la del decil más rico en el comienzo del 2022 (para el primer cuatrimestre, fue 23,8% para el decil 1 y 22,5% para el 10).

De haberse sostenido esta tendencia, la brecha entre estos dos deciles se habría sostenido en el segundo cuatrimestre del año, pero esto no sucedió. En el segundo cuatrimestre, en tres de los cuatro meses los alimentos subieron por debajo del nivel general, ubicándose casi 1 p.p por debajo del promedio mensual general. Esto se dio por un menor crecimiento en alimentos (pasaron de promediar 6,3% en los primeros cuatro meses a 5,5% en los segundos); pero también por una aceleración de otros capítulos que incidieron más en el nivel general, como es el caso de combustibles, prepagas y de algunos bienes con un gran componente importado (como electrodomésticos y electrónica).

Esta menor evolución de los alimentos, contenida principalmente por una mayor parsimonia en el precio de la carne la carne, favoreció relativamente más a los sectores de menores recursos. Por este motivo, el proceso inflacionario cobró un carácter más progresivo, donde la inflación acumulada del decil más rico fue mayor a la del decil pobre. (+1 p.p. de diferencia).

Por lo tanto, en el acumulado del año estas dos evoluciones se compensan hasta el momento. El decil 1 acumula una inflación de 55,6%, mientras que el decil 10 suma 55,1%. Gracias a la dinámica de los últimos meses, la brecha de la inflación entre el decil 1 y el decil 10 no es mayor a la de principio de año.  Más aún, si se divide a los hogares en dos, los más pobres acumulan en promedio 55% de inflación, prácticamente lo mismo que la mitad más favorecida (+54,9%).

Perspectivas para el cierre del año

La dinámica que adquiera el proceso inflacionario de acá a fin de año determinará que sectores acabarán más o menos golpeados. En las últimas semanas, el Gobierno adoptó medidas que podrían acentuar el carácter progresivo de la inflación, como es el caso de la segmentación de los subsidios a las tarifas de servicios públicos por niveles de ingreso que implicará mantener el subsidio a los deciles de menores ingreso. Para las familias de mayores ingresos, que gastan en promedio 7% de su canasta de consumo en gas, electricidad y agua -mientras que las de menores ingresos gastan 11% en promedio-, impactarán en mayor medida los aumentos de estos servicios en septiembre (gas 10,6% y electricidad 20,6%) y noviembre (gas 12%, electricidad 27% y agua 56%).

En el mismo sentido, continuará la ronda de actualizaciones en las cuotas de prepagas, con aumentos en octubre y diciembre, incidiendo más en los deciles más ricos, en tanto gastan una proporción mayor de su ingreso en este rubro (4,4% de la canasta en el decil 10 y 0,5% en el 1).

La decisión del BCRA de profundizar las restricciones a las importaciones, con un impacto directo en el nivel de precios de aquellos bienes con mayor componente importado (electrodomésticos y electrónica de consumo, maquinaria, vehículos, motos) afecta más a los hogares de mayores recursos, quienes destinan a este tipo de bienes una mayor proporción de su gasto -por ejemplo, la categoría Equipamiento y mantenimiento del hogar ocupa el 8% de la canasta del decil más rico, y 4,1% de la canasta del más pobre-.

En síntesis, la convivencia de los dos factores mencionados (el nuevo esquema de tarifas y las mayores restricciones a las importaciones) tendería a mitigar el impacto regresivo de la inflación en lo que queda del año. No obstante, dada la inestabilidad del proceso inflacionario, el endeble escenario macroeconómico, un esquema cambiario que podría sufrir modificaciones y ciertos precios de alimentos que han quedado rezagados (como el caso de la carne vacuna), los riesgos de una nueva aceleración de alimentos -creciendo por encima del Nivel General- siguen latentes y podrían actuar como contrapeso.

Adelanto de inflación | Septiembre 2022

El IPC Ecolatina para el Gran Buenos Aires mostró un crecimiento de 7,3% entre la primera quincena de septiembre y el mismo periodo de agosto, acelerándose 1 p.p respecto al registro anterior.

Al interior del índice, los capítulos con mayor evolución fueron Indumentaria (+17,7%); Equipo y mantenimiento del hogar (+8,4%) y Vivienda y Servicios Básicos (+7,8%), impulsado por los aumentos en las tarifas de gas, y electricidad. Por el contrario, las menores variaciones se vieron en Atención Médica y gastos para la salud (+1,8%).

El capítulo de Alimentos y Bebidas se ubicó, al igual que en la comparación de la primera quincena de los últimos 4 meses, por debajo del nivel general (+6,4%). A su interior, se destacaron los aumentos en Verduras (+15,7%), Quesos (+11,2%), Frutas (+10,8%), Pan Fresco (+10,4%), Pescados y Mariscos frescos y congelados (+10,3%) y Fiambres, embutidos y conservas (+9,4%).

En cuanto a las categorías, Regulados creció 7,3% (0,9 p.p por encima de la primera quincena de agosto), impulsado por los aumentos en las tarifas electricidad y gas, en taxis (+30%), y en Cigarrillos (+10%).

Por su parte, Estacionales anotó 17,7%, explicado por aumentos en Transporte por turismo (14,3%) y los ya mencionados en Frutas, Verduras, y en Indumentaria. Por último, el IPC Core -que excluye Regulados y Estacionales- registró 5,8%, desacelerándose 1,3 p.p respecto a la comparación entre la primera quincena de agosto y la primera de julio.

¿Qué esperamos?

Prevemos que el índice no desacelere significativamente en la segunda parte del mes, por lo que el mismo registrará una variación en la zona del 7% en septiembre, acumulando 66% en los primeros nueve meses del año. De todos modos, la mayor incidencia de los aumentos de tarifas en el GBA podría generar alguna discrepancia respecto a la medición nacional, que podría ubicarse algo por debajo.

En cualquier caso, el piso queda muy alto de cara al último trimestre del año, cuando tampoco existirá un ancla que estabilice las expectativas en un contexto de elevada inercia y un crawling peg que no se queda muy atrás, aportando una mayor persistencia del fenómeno inflacionario. En consecuencia, esperamos que la inflación se acerque al 100% al cierre del año.

 

 

La inflación acumuló 14,4% en los últimos dos meses

El IPC Nacional INDEC trepó 7,0% mensual en agosto, desacelerándose marginalmente respecto al mes anterior y registrando un número mayor al esperado. De esta forma, acumuló 56,4% en los primeros ocho meses del año y alcanzó 78,5% i.a., la variación interanual más alta desde la salida de la hiperinflación en 1991.

Como destacamos en nuestro último informe semanal, el proceso inflacionario viene mostrando ciertos rasgos particulares que lo diferencian del pasado. En primer lugar, se advierten aumentos de precios con mayor frecuencia, en conjunto con ajustes de mayor magnitud. Asimismo, la aceleración inflacionaria ya no responde mayormente ni a saltos cambiarios del tipo de cambio oficial o tarifarios ni a ajustes de precios congelados, como en el período 2018-2021. Por último, se advierte un mayor impacto del movimiento en los dólares paralelos, dando cuenta de un proceso inflacionario que se ha vuelto más frágil ante potenciales shocks.

Al interior, las divisiones con mayor incremento en el mes fueron Prendas de vestir y calzado, que trepó 9,9% mensual y alcanzó 109% en la comparación interanual; Bienes y servicios varios (+8,7%), y Equipamiento y mantenimiento del hogar (+8,4%; impulsada por el aumento a trabajadores de casas particulares).

El capítulo de Alimentos y bebidas se ubicó por encima del nivel general (+7,1%) y expuso la mayor incidencia al nivel general (explicó 30% del número de agosto). A su interior, se destacaron Verduras, tubérculos y legumbres (+14,0%); Azúcar, dulces, chocolate, golosinas (+9,7%); Frutas (+8,6%); Aceites, grasas y manteca (+9,4%); y Leche, productos lácteos y huevos (+9,0%).

Se destacó también la suba de la cuota de la medicina prepaga, que incidió en Salud (+5,7%), así como el impacto sobre Transporte (+6,8%) de la suba de tarifas del transporte público (sobre todo en el Gran Buenos Aires) y el alza de los combustibles sobre fin de mes.

En cuanto a las categorías, Estacionales lideró el alza (+8,7%), explicada en parte por las subas en Prendas de vestir y calzado, en Frutas y en Verduras, tubérculos y legumbres. Regulados anotó 6,3% mensual y 59,7% en la interanual.

Por último, preocupa el dato del IPC Núcleo (+6,8%). La inflación núcleo se utiliza como proxy de la tendencia del nivel general de precios, ya que excluye precios con comportamiento estacional, sujetos a regulación o con alto componente impositivo. Este indicador promedió 7,1% en los últimos dos meses, 2,1 puntos porcentuales por encima del promedio de los dos meses anteriores, reafirmando el predominio de una fuerte inercia inflacionaria.

¿Qué esperamos para septiembre?

La inflación continuará superando el 6% en septiembre. Sumado al arrastre que dejó agosto, el mayor deslizamiento cambiario que viene convalidando el Banco Central (el tipo de cambio oficial viene corriendo a un ritmo de 6,5% en el mes, superando, más de un punto porcentual que en agosto) y la fuerte inercia mencionada, en septiembre impactarán puntualmente distintos aumentos.

Los principales serán electricidad y gas (estimamos una incidencia directa en el IPC de 0,4 p.p.); el aumento en la tarifa de subte (+40%) y de taxis (+30%); así como los aumentos a empleadas domésticas (+9%), colegios de la Provincia de Buenos Aires (+9%) y cigarrillos, entre otros. Así, el índice de septiembre rondaría el 6,5%.

Para el resto del año, el adelantamiento de los aumentos pautados en las paritarias, un ritmo devaluatorio consolidado en niveles superiores a los meses pasados y los efectos de primera y segunda ronda que tendrán los ajustes en tarifas (estimamos que en total incidirían en 2,8 p.p de septiembre a marzo) y combustibles se combinarán para mantener a la inflación por encima del 5,5% mensual.

La vulnerabilidad que expone la dinámica inflacionaria exigirá como condición necesaria (no suficiente) un sendero de reconstrucción de la confianza y reputación de la conducción económica para comenzar a coordinar expectativas de inflación hacia la baja. La rapidez con que se pueda revertir el desanclaje de expectativas será determinante a los efectos de evitar seguir escalando posiciones en los próximos meses.

Con todo -aún sin mediar ningún shock hacia adelante- estimamos una lenta moderación, dejando como resultado una inflación con un piso del 95% en 2022 y sin indicios de una desaceleración sustancial en 2023.

Nominalidad en ascenso: una mirada al interior del fenómeno inflacionario

Una inflación alcanzando nuevos escalones

La inflación se aceleró notablemente en 2022. El IPC INDEC acumularía una suba de 55,4% en los primeros ocho meses del año, magnitud que no se veía desde la salida de la hiperinflación a principios de la década del 90’. Para el mismo período de tiempo, el registro de 2018 era 24,3%, en 2019 era 30%, en 2020 era 28,9% y el año pasado fue 32,3%. Esta aceleración del proceso inflacionario es mayormente explicada por factores locales, pero los internacionales contribuyeron también a la aceleración, aunque en menor medida.

Los factores detrás de la aceleración inflacionaria a nivel global fueron las políticas monetarias expansivas de distintos países, cuellos de botella que complicaron la oferta en las cadenas globales de valor y una demanda pujante. Sobre esta dinámica se montaron los impactos más recientes de la escalada bélica en Ucrania, intensificando dos tendencias previas: mayores precios de la energía y los alimentos y más elevados costos de transporte, resultando en crecientes presiones inflacionarias.

Más allá del contexto internacional, los factores locales fueron los que explicaron en mayor medida la aceleración inflacionaria. En este sentido, la actualización -al menos parcial- de algunos precios regulados (como combustibles y tarifas de servicios públicos), registros estacionales más altos a los esperados a principio de año (como frutas y verduras e indumentaria), una mayor sensibilidad de los precios ante variaciones de los dólares paralelos y un creciente financiamiento monetario del déficit fiscal generaron un desanclaje de expectativas. A lo mencionado anteriormente se le suma el fuerte componente inercial de la inflación, que adquiere mes a mes mayor preponderancia, viéndose reflejado en la aceleración del IPC Núcleo (en agosto se ubicó 2,1 p.p. por encima del promedio de los últimos 12 meses, según el IPC GBA Ecolatina).

Pasada la mitad del año, a un escenario nominal frágil y vulnerable a nuevos shocks se le sumó la profundización del cepo cambiario -con foco en una mayor restricción a las importaciones- impuesta para paliar el drenaje de reservas. Junto a esto, la incertidumbre financiera y consecuente alza en los dólares financieros ocasionada por los cambios en el gabinete económico presionaron sobre los precios y colaboraron a que el registro de julio sea el mayor en veinte años. En este sentido, el alza de los dólares paralelos hizo más débil la referencia del tipo de cambio oficial, dando lugar a un contexto de fuerte incertidumbre y traspaso a precios. Como resultado, la inflación volvió a acelerarse y marcó 7,5% en julio, mientras que estimamos un piso de 6,5% a nivel nacional en agosto.

De esta manera, según INDEC, la inflación promedió 5,1% en el primer trimestre de este año, se aceleró a 5,4% en el segundo y proyectamos que vuelva a acelerarse en el tercer trimestre (julio-septiembre) a la zona de 6,5%. Así, la nominalidad alcanza un nuevo escalón, muy por encima de los promedios mensuales del último lustro: en 2018 la inflación promediaba 3,3% mensual, en 2019 3,7%, en 2020 2,6% y el año pasado 3,4%.

Cambios al interior del proceso inflacionario: magnitud y periodicidad de ajustes

La reciente aceleración inflacionaria esconde al interior un cambio en la dinámica de aumentos de precios. Utilizando los datos de relevamientos quincenales de precios de consumo masivo en supermercados para el IPC GBA Ecolatina, es posible diferenciar la cantidad de bienes que se movieron según distintos rangos de magnitud de aumento en los últimos cinco años, y la periodicidad de los incrementos de cada bien.

Tanto en 2018 como en 2019, la aceleración inflacionaria fue impulsada principalmente por shocks cambiarios, donde la mayoría de los bienes transables ajustan significativa y rápidamente durante el transcurso de una quincena. Mientras que para la primera mitad de 2018 el promedio de aumentos mayores al 10% representaban solamente 13% de los relevamientos, para el segundo semestre este promedio pasó a ser de 26,9%, con picos en septiembre y octubre de 46,7% y 46,0%, respectivamente. Esto estuvo explicado principalmente por la devaluación del 25% del tipo de cambio el último día de agosto, a lo que se le sumaron los aumentos de los servicios públicos en septiembre y octubre del mismo año. En contraparte, los incrementos más moderados (de 0 a 4%) se redujeron a la mitad para la misma comparación.

Durante 2019, la inflación también se aceleró por el mismo motivo. El salto del tipo de cambio de 23% post-PASO implicó que los aumentos mayores al 10% se triplicaron respecto a la quincena anterior durante la segunda mitad de agosto. De hecho, el porcentaje de precios que ajustaron más del 10% en promedio tanto en 2018 como en 2019 más que duplico al registro de 2021, con inflaciones anuales no tan disímiles -47,6% i.a en 2018, 53,8% i.a. en 2019 y 50,9% i.a. en 2021.

A lo largo del 2020, los precios de consumo masivo se movieron de manera muy particular, afectados por los controles de precios y por el freno de la actividad económica producto de la pandemia. En este sentido, durante los meses de pleno congelamiento (como marzo-abril) el porcentaje de precios que mostraba incrementos era muy pequeño (menor al 10%), pero tendía a compensarse en los meses en que se autorizaban aumentos (en estos periodos, el porcentaje de precios que exhibía aumentos superaba el 85%).

A diferencia, en 2021 se tendió a una “normalización” de la cantidad de aumentos de bienes de consumo masivo. Los incrementos se distribuyeron más uniformemente a lo largo del año, donde más de la mitad de los precios no exhibía aumentos, y dentro de los que aumentaban (aproximadamente el 40%) sólo un 15% lo hacía a un ritmo mayor al 10%.

Este fenómeno sucede porque actualizar precios conlleva un costo. Entonces, en una economía sin grandes shocks, se tiende a ajustar precios más espaciadamente y en magnitudes no tan grandes -como se dijo, los aumentos mayores al 10% para este período fueron la mitad a los de 2018 y 2019-.

Vale destacar que a fines de 2021, semestre donde transcurrieron las elecciones legislativas, volvió a suceder un fenómeno similar al de 2020, aunque más “suavizado”. En el último trimestre del año pasado se volvieron a implementar controles de precios a los bienes de consumo masivo. Como resultado, sólo el 20% de los precios mostraron incrementos durante el periodo de congelamiento. A diferencia, tras el desarme del programa, en los primeros meses de 2022 hubo un nuevo pico de incrementos, donde casi el 70% de los precios mostraron aumentos (muy significativo, pero algo más bajo que los picos de 2020 posiblemente debido a que este programa fue menos abarcativo que los anteriores).

Remarcaciones más frecuentes y acentuadas

Queda en evidencia que sin controles de precios que distorsionen los precios relativos la frecuencia con que se ajustan los precios tiende a ser mayor. En cambio, cuando el proceso inflacionario empieza a acelerarse y las expectativas se desanclan, cada vez resulta necesario ajustar precios con mayor frecuencia, porque las referencias nominales se hacen más difusas y alteran el contenido informativo del sistema de precios. Esto se puede ver gráficamente en los últimos dos meses (julio-agosto): para este período, la proporción de precios que mostró incrementos llegó a superar el 70% en promedio en las últimas cuatro quincenas. Es decir, del total del relevamiento de precios de productos de consumo masivo, siete de cada diez mostraron un aumento, mientras que los tres restantes se mantuvieron inalterados o con variaciones negativas.

Esto no sólo sugiere que el periodo de ajuste se achicó, sino también que los ajustes tendieron a ser de mayor magnitud. En la última quincena de agosto casi el 60% de los precios mostró incrementos mayores al 7%, algo que no había sucedido nunca en los años previos.

Cabe destacar que este fenómeno excepcional sucedió sin la existencia de un desmantelamiento de controles previos -que suele llevar a que una mayor proporción de precios muestre un ajuste- ni de ningún salto cambiario discreto, como fue el de las PASO de 2019, donde el proceso inflacionario cobró una dinámica similar a la observada en los últimos dos meses.

Conclusiones y comentarios finales

Si bien el análisis se concentró en precios de bienes de consumo masivo, y no a la totalidad del IPC, no deja de ser relevante, dado que representan casi el 20% del total de la canasta y llegan a explicar casi un 30% de la canasta de los deciles más bajos, que consumen una mayor proporción del ingreso en este tipo de bienes. En este sentido, es relevante destacar que la escalada inflacionaria de los últimos dos meses generó que la dinámica inflacionaria muestre aumentos de precios con mayor frecuencia, en conjunto con ajustes de mayor magnitud.

Este nuevo fenómeno está asociado a que la aceleración inflacionaria ya no responde mayormente ni a saltos cambiarios del tipo de cambio oficial o tarifarios ni a ajustes de precios congelados, como en el período 2018-2021.

En este sentido, el alza en los dólares paralelos y la ampliación y endurecimiento de las restricciones a las importaciones implicaron un fuerte mecanismo de transmisión hacia los precios. Este fenómeno no sucedió con igual intensidad en periodos anteriores, mostrando que la dinámica inflacionaria se volvió más frágil ante potenciales shocks. Esta vulnerabilidad no responde únicamente a la falta de ancla en las expectativas que, por ejemplo, repercute acortando el período de paritarias, sino también por una falta de control en la emisión monetaria que alteró las expectativas de inflación.

Que tan rápido se pueda disipar este efecto determinará el número final de 2022 y el año entrante. La necesidad de coordinar expectativas a la baja es esencial para no seguir alimentando a la dinámica inflacionaria, pero la actualización automática de determinados precios relativos (como prepagas, por caso) agrava el riesgo de ir a un régimen inflacionario con mayor indexación al actual, y, por ende, más difícil de desarmar.

Para septiembre, sumado al elevado arrastre que dejó la aceleración de la segunda parte de agosto (el IPC Ecolatina pasó de subir 6,2% en la primera quincena a 7,2% en la segunda) y a un sostenido deslizamiento cambiario por parte del Banco Central, impactarán en el nivel de precios puntualmente los aumentos en electricidad y gas (estimamos un impacto directo en el IPC de 0,4 p.p.); el aumento en la tarifa de subte (+40%) y de taxis (+30%); y los aumentos a empleadas domésticas y en colegios de la Provincia de Buenos Aires. Así, el índice de septiembre se ubicaría cerca del 6% (+82% i.a.).

Para el resto del año, el adelantamiento de los aumentos pautados en las paritarias, un deslizamiento cambiario consolidado en niveles superiores a los meses pasados y los efectos de primera y segunda ronda que tendrán los ajustes en tarifas (estimamos que en total incidirían en 2,8 p.p de septiembre a marzo) y combustibles se combinarán para mantener a la inflación por encima del 5% mensual. En principio, estimamos una lenta moderación, dejando como resultado una inflación que se acercaría al 95% en 2022, sin indicios de una desaceleración sustancial en 2023.

El IPC GBA Ecolatina trepó 6,7% en agosto

El IPC GBA Ecolatina subió 6,7% mensual en agosto, desacelerándose 0,8 p.p respecto al registro de julio. No obstante, la comparación interanual se aceleró y alcanzó 75,9% i.a., representando la cifra más alta desde enero de 1992 (76,0%). A su vez, acumuló 55% los primeros ocho meses del año.

Al interior del índice, los capítulos con mayor evolución fueron Equipo y mantenimiento del hogar (+9,4%), Atención Médica y gastos para la salud (+7,9%) y Alimentos y Bebidas (+7,4%). Por otro lado, los capítulos con menor variación fueron Esparcimiento (+3,5%), Indumentaria (+4,9%) y Transporte y comunicaciones (+6,6%).

Dentro de Alimentos y Bebidas -categoría que explicó 40% del aumento del nivel general- se destacaron los aumentos en Verduras (+16,7%), Fideos y pastas (+10,3%), Quesos (+9,3%), Fiambres, embutidos y conservas (+9,1%), Productos lácteos y huevos (+8,6%) y Frutas (+8,4%). Por el contrario, los aumentos más moderados se vieron en Carne Vacuna (+2,2%) -contenido por la caída del precio de la hacienda en el Mercado Agroganadero de Cañuelas- y en Comidas listas para llevar (+1,1%).

En cuanto a las categorías, Estacionales marcó 7,1%, donde sobresalieron las subas en Verduras y Ropa exterior, que fueron compensados por las caídas en los precios de servicios asociados al turismo. Por su parte, el aumento en Regulados fue de 6,2%, impulsado por los aumentos en trasporte público, combustibles y prepagas.

Por otro lado, el IPC Núcleo -que excluye Regulados y Estacionales- marcó 6,8%. De esta manera, se desaceleró 1,4 p.p respecto al registro de julio y creció 77,3% en la comparación interanual. De todos modos, el IPC Core se ubicó 2,1 p.p por encima del promedio mensual de los últimos 12 meses, dato que sugiere la perdurabilidad de una fuerte inercia inflacionaria. Al interior de esta categoría se encuentran los productos de Consumo Masivo, que treparon 7,3% en el séptimo mes del año (+62,9 i.a).

¿Qué esperamos?

Para septiembre, sumado al elevado arrastre que dejó la aceleración de la segunda parte de agosto (el IPC Ecolatina pasó de subir 6,2% en la primera quincena a 7,2% en la segunda) y a un sostenido crawling peg, impactarán puntualmente los aumentos en electricidad y gas, el aumento en la tarifa de subte (+40%) y de taxis (+30%); y los aumentos a empleadas domésticas y en los colegios de la Provincia de Buenos Aires. Así, el índice de septiembre se ubicaría cerca del 6% (+82% i.a.). De esta manera, los precios acumularían 65% en los primeros tres trimestres del año.

Para el resto del año, la reapertura de paritarias, un deslizamiento cambiario consolidado en niveles superiores a los meses pasados y los efectos de primera y segunda ronda que tienen los ajustes en tarifas y combustibles se combinarán para mantener a la inflación por encima del 5% mensual, frente a la falta de un ancla robusta para coordinar expectativas a la baja. Aún estimando esta leve desaceleración en los próximos meses, proyectamos que la inflación cerrará el 2022 con un piso del 92%.

Adelanto de inflación | Agosto 2022

El IPC GBA Ecolatina mostró un crecimiento de 6,3% entre la primera quincena de agosto y el mismo periodo de julio, desacelerándose 1,6 p.p respecto a dicho registro (+7,9%). No obstante, en términos interanuales se aceleró, pasando de exhibir un incremento de 67,8% en la primera quincena de julio a 74,1% en agosto.

Al interior del índice, los capítulos con mayor evolución fueron Equipo y mantenimiento del hogar (+8,4%) y Atención Médica y gastos para la salud (+7,8%). Por el contrario, Indumentaria sólo aumentó 0,9%, aunque su variación interanual alcanza 83,8%.

Dentro del capítulo de Alimentos y bebidas los aumentos fueron generalizados y el indicador creció por encima del nivel general (+7,2%), siendo el capítulo con mayor incidencia en el resultado general (explicó el 58% del total de la variación en el período). Al interior, se destacaron las variaciones en Verduras (+17,7%), Azúcar, Miel, Dulces y cacao (+13,7%), Fideos (+10,4%), Infusiones (+7,5%) y Productos lácteos y huevos (+7,3%).

En cuanto a las categorías, Regulados creció 6,4%, impulsado por los aumentos en Sistemas de salud y servicios auxiliares (+11,5%) y por las nuevas tarifas en colectivos y trenes. Por su parte, Estacionales anotó 3,9%, moderado por la caída en los precios de Turismo (-7,2%). Por último, el IPC Core -que excluye Regulados y Estacionales- registró 6,6% (+76,5% i.a.). Este elevado registro (superior al promedio) pone en evidencia la existencia de una fuerte inercia inflacionaria que no se desvanecerá en el futuro inmediato.

¿Qué esperamos?

Un mayor deslizamiento cambiario, en conjunto con la inercia mencionada y los impactos puntuales del aumento de 40% en colectivos y trenes en el AMBA y la ronda de actualizaciones de precios previstas en prepagas (+11,3%) y expensas (+8% en promedio) llevarían al índice de agosto a situarse en torno al 6,2% (+74,6% interanual). De esta manera, los precios acumularían más de 53% en los primeros ocho meses del año.

De cara a los próximos meses, la falta de un ancla robusta que estabilice las expectativas, ajustes en tarifas, reapertura de paritarias y un sostenido crawling peg contribuirán a una mayor persistencia del fenómeno inflacionario. Aún estimando una desaceleración en los últimos cinco meses del año, que podría estacionarse en la zona del 5% mensual, proyectamos que la inflación cerraría el año con un piso del 90%.

La inflación mensual de julio fue la más alta en 20 años

El IPC Nacional INDEC trepó 7,4% mensual en julio, acelerándose más de 2 p.p. respecto al mes anterior. De esta forma, acumuló 46,2% los primeros siete meses del año y alcanzó 71% i.a., la variación interanual más alta de los últimos 30 años (enero 1992).

La aceleración fue generalizada al interior del IPC, con bienes registrando una variación de 7,3% y servicios subiendo 7,5 % respecto al mes anterior. Los capítulos con mayores subas fueron Recreación y cultura (+13,2%), impulsado por los aumentos en servicios asociados al turismo durante las vacaciones de invierno. Le siguieron las subas en Equipamiento y mantenimiento del hogar (+10,3%), traccionado por incrementos en bienes durables para el hogar y muebles; y en Restaurantes y hoteles (+9,8%), esta última también dinamizada por el receso invernal.

Por otro lado, los capítulos con menor variación fueron Vivienda, agua, electricidad, gas y otros (+4,6%); Transporte (+5,5%) y Comunicación (+5,5%).

Alimentos y bebidas tuvo nuevamente la mayor incidencia en el número de julio. Aún así, el indicador se ubicó por debajo del nivel general (+6,0%, +70,6% i.a.). Al interior, se destacaron los aumentos en Azúcar, dulces, chocolate, golosinas (+10,4%); Frutas (+9,4%); Bebidas alcohólicas (+9,3%) y Pan y cereales (+7%).

En cuanto a las categorías, Estacionales anotó 11,3%, donde sobresalieron las subas en Frutas y Verduras, tubérculos y legumbres y los ya mencionados aumentos en servicios de turismo. A diferencia, el aumento en Regulados fue de apenas 4,9%, 0,4 p.p por encima del registro de junio, impulsado por algunos aumentos aislados en agua y servicios sanitarios; funcionamiento y mantenimiento de vehículos y teléfono.

Por otro lado, el IPC Núcleo, que excluye Regulados y Estacionales, marcó 7,3%. De esta manera, se aceleró 2,3 p.p respecto al registro de junio, y creció 72,2% en la comparación interanual. Al interior de esta categoría se encuentran los productos de Consumo Masivo, que treparon 7,8% en el séptimo mes del año (+71,2% i.a.).

¿Qué esperamos?

Para agosto prevemos una desaceleración en la dinámica inflacionaria, aunque el registro seguirá en niveles elevados. El dato de agosto estará impactado por el aumento de 40% en colectivos y trenes en el AMBA, a lo que se le sumará la ronda de actualizaciones de precios previstas en prepagas (+11,3%) y expensas (+8% en promedio). Todo esto, sumado a una inercia que parece difícil de disipar en el corto plazo y un mayor deslizamiento cambiario, ubicarían al índice del octavo mes del año por encima del 6%.

De cara a los próximos meses, la falta de un ancla robusta que estabilice las expectativas, ajustes en tarifas, reapertura de paritarias y un sostenido crawling peg contribuirán a una mayor persistencia del fenómeno inflacionario. Aún estimando una desaceleración en los últimos cinco meses del año, que podría estacionarse en torno al 5% mensual, proyectamos que la inflación cerraría el año en torno al 90%. Así, dejaría un piso elevado para la desaceleración esperada para el próximo año, que se ubicaría por encima del 70%.