El efecto inflacionario de la corrección de precios relativos

El dilema de corregir precios relativos o bajar la inflación

Uno de los principales problemas económicos que heredó Cambiemos fue la distorsión de precios relativos, entre los que sobresalían el atraso tarifario y cambiario. A modo de ejemplo, entre 2007 y 2015 la inflación acumulada más que duplicó a la suba del tipo de cambio y de las tarifas.

En este contexto, el gobierno de Mauricio Macri intentó encarar un proceso de corrección de precios relativos en simultáneo con una reducción de la inflación general. Lamentablemente, este segundo objetivo estuvo lejos de alcanzarse: la corrección de precios relativos aceleró la inflación. No obstante, la mayor inflación no anuló la corrección de precios relativos: el alza de las tarifas de Servicios Públicos superó ampliamente al del IPC GBA Ecolatina entre 2016 y 2018 (370% y 160%, respectivamente).

La suba de tarifas no solo era necesaria para generar un esquema de precios relativos que reflejara más fielmente la estructura de costos de nuestra economía: además, era central para achicar el importante déficit fiscal primario. Por este motivo se explica que, pese a su impacto negativo en términos de “humor social”, los precios Regulados continuaron en ascenso durante la primera parte de este año. Como resultado, los subsidios económicos mostraron un retroceso de 14,5% i.a. en términos reales a lo largo del primer semestre de 2019.

De esta forma, los precios Regulados crecieron 2 p.p. por encima de la inflación general entre enero y junio de este año (24,5% y 22,5%, respectivamente). A contramano, en la segunda parte del año, mientras que la inflación general acumularía alrededor de 15%, los servicios públicos crecerían menos de 5%. En consecuencia, y dada la ajustada meta fiscal de superávit primario de 2020, la suba de tarifas seguirá el año próximo y ralentizará la baja de la inflación.

La suba de tarifas de la segunda parte de 2019 se pateó a 2020

El reciente congelamiento tarifario residencial puede percibirse como un estímulo no salarial al consumo. Por un lado, los menores incrementos restarían presiones a la inflación, de modo que el deterioro del poder adquisitivo se atenuaría, e incluso podría llegar a crecer en el margen en los meses electorales. Se observa de esta forma cómo, pese a que la principal herramienta oficial de desinflación sería la política monetaria contractiva, contener a los costos –dólar y tarifas- cumple un rol fundamental.

Por otra parte, al atrasarse coyunturalmente el precio de un bien inelástico, es decir, de un bien que no es sustituible por otro –el pago de la tarifa de electricidad o de gas no puede ser reemplazado dentro de la estructura de gastos de los hogares como sí se puede hacer con otros bienes- se deja más espacio para consumir otros productos, aun cuando el poder adquisitivo permanezca constante. En consecuencia, podríamos ubicar a esta medida junto a los créditos ANSES, relajaciones de los créditos UVA, el plan Ahora 12 y junio y julio 0 km.

Tal como lo afirmó alguna vez el presidente, estas medidas son un “alivio”, de modo que su impacto es, por definición, transitorio. Más aún, por la ambiciosa meta fiscal pautada con el FMI para el año que viene, no será posible incrementar el pago en subsidios. En consecuencia, los ajustes tarifarios pospuestos en la segunda parte de este año deberán llevarse a cabo a comienzos de 2020, sumándose así a las correcciones propias de ese período. Por lo tanto, el aumento de los precios Regulados excedería nuevamente a la inflación en la primera parte del año próximo.

Dicho esto, corresponde hacer una salvedad. La actualización tarifaria depende, en gran medida, de la dinámica cambiaria: el dólar es un componente central en la estructura de costos de las empresas de Servicios Públicos (así como lo es el precio del petróleo). En consecuencia, el ajuste necesario para la primera parte del año que viene dependerá de dónde termine el tipo de cambio este período electoral. Más allá de esta aclaración, la actualización tarifaria será significativa y superará a la inflación general.

La nueva configuración de precios relativos

Producto de que no es posible bajar sensiblemente la inflación a la vez que se corrigen los precios relativos, y que no será posible incrementar el gasto en subsidios, en 2020 la suba de precios se desacelerará de manera paulatina. Concretamente, la misma pasaría de la zona del 40% en 2019 a un piso de 30% en 2020 (por caso, el FMI elevó su proyección de inflación para el próximo año de 21,2% a 32,1% en su última revisión).

Producto de estas dinámicas, durante la gestión Cambiemos habrá tenido lugar un reacomodamiento de precios relativos. Mientras que la inflación acumularía alrededor de 250% entre 2016 y 2019, las tarifas subirían cerca de 550% y el dólar escalaría más de 400%. La contracara de este proceso sería que los salarios nominales crecerían en torno a 200%, muy por debajo de la inflación.

Así, aunque prácticamente se habrán corregido los atrasos tarifarios y cambiarios heredados, el poder adquisitivo habrá retrocedido significativamente en el período. En este contexto, cabe preguntarse si otra dinámica era posible, es decir, si era posible ajustar precios relativos sin acelerar la inflación. Lamentablemente, y siguiendo la experiencia histórica, parecería que no. Habrá que ver entonces cómo se dirimirá este dilema en el próximo ciclo presidencial. Si bien todavía no podemos afirmar su resultado, algo es seguro: la inflación seguirá elevada.

El segundo semestre arrancó con una desaceleración de la inflación

¿Cómo fue la inflación en junio?

El IPC Nacional elaborado por el INDEC mostró una suba de 2,7% en el sexto mes del año. De esta manera, la inflación se desaceleró 0,4 p.p. con respecto al 3,1% observado en mayo. Así, el nivel general de precios acumula un avance de 22,4% en la primera mitad del año y un alza de 55,8% respecto a junio de 2018.

La caída de la inflación tuvo dos motivos principales. En primer lugar, los precios Regulados redujeron 0,9 p.p. su avance mensual (bajando de 3,7% a 2,8%). Por otra parte, hubo un menor ritmo de crecimiento de los precios de la canasta Núcleo, que pasaron de crecer 3,2% en mayo a 2,7% en junio. Esto se debió a la calma en el mercado cambiario (la cotización del dólar bajó en promedio 2,5% en el mes). Por su parte, los precios Estacionales subieron 2,5% en el mes, acelerándose respecto a mayo (cuando apenas habían variado 0,6%).

¿Cómo evolucionaron los precios en el inicio de julio?

De acuerdo con los relevamientos del IPC GBA Ecolatina, en la primera quincena del mes los precios crecieron 2,4% con respecto al mismo período del mes previo (0,1 p.p. menos que en la segunda quincena de junio). El principal motivo del descenso del ritmo de aumentos fue la mayor estabilidad cambiaria, que redujo el aumento de los bienes y servicios de la canasta Núcleo (que sólo creció 2,2% en la quincena). Por el contrario, el capítulo que más creció fue Atención médica y gastos para la salud, por el incremento de las prepagas.

Según nuestras proyecciones, los precios no modificarían su dinámica en lo que resta del mes, terminando julio con un aumento de 2,4%. De esta forma, el segundo semestre iniciaría con un nuevo descenso de la inflación. Así, el avance de los precios acumularía 24,7% desde diciembre y 54,8% con respecto a julio de 2018.

¿Cómo evolucionarán los precios en lo que queda del año?

La inflación en julio sería la más baja desde el inicio de la crisis cambiaria (mayo de 2018). Además, el promedio de aumentos mensuales se mantendría en la zona de 2-2,5% en el segundo semestre. Sin embargo la continuidad del proceso de desinflación es fuertemente dependiente del tipo de cambio. Teniendo en cuenta que la estabilidad del dólar es el principal activo del BCRA para lograr un descenso de los aumentos, un nuevo salto en la cotización de la divisa podría generar un rebrote inflacionario. Si este no sucediera y, mejor aún, el gobierno sostuviera el congelamiento de tarifas por los meses restantes de 2019, la inflación terminaría el año en torno a 40%.

La inflación descendió a 2,7% en junio

En junio, según el IPC GBA Ecolatina, la inflación fue de 2,7% mensual. De esta forma, se desaceleró 0,4 p.p. respecto al aumento de precios observado en mayo (+ 3,1%). Así, el avance de los precios acumuló 21,8% en el primer semestre del año y 55,4% con respecto a junio de 2018.

Los capítulos del índice que más subieron en el mes fueron Otros bienes y servicios, debido al aumento de los artículos para el cuidado personal, Equipo y mantenimiento del hogar, por el incremento de productos y utensilios de limpieza, y Vivienda y servicios básicos, gracias al avance de gas y alquileres. Por su parte, Alimentos y bebidas creció levemente por debajo del Nivel General por tercer mes consecutivo.

De acuerdo con nuestras proyecciones, la inflación se mantendrá por debajo de 3% mensual en lo que queda del 2019. Considerando que los aumentos tarifarios se concentraron en el primer cuatrimestre del año, en caso de que se mantenga la calma en el mercado cambiario, la inflación mensual promedio será en promedio 1 p.p. menor en la segunda mitad del año en relación a la observada durante el primer semestre.

Como se mencionó, los movimientos del dólar serán la clave: si la dolarización de activos y ahorros pre-electoral no puede ser contenida por el BCRA, el tipo de cambio impulsará los precios de la canasta Núcleo e impondrá presiones a los Regulados, ya que la meta de déficit impide aumentar los subsidios a las empresas proveedoras de Servicios Públicos, que tienen costos dolarizados.

La inflación perforaría el 3% en junio

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires mostró un aumento de 3,0% entre la primera mitad de mayo y las dos primeras semanas de junio.

El capítulo que mostró el mayor avance fue Otros bienes y servicios, debido al aumento en cigarrillos y artículos de tocador y belleza. A este le siguieron Equipamiento y mantenimiento del hogar, motivado por la suba de productos de limpieza, y Vivienda y servicios básicos.

Esperamos que la inflación descienda nuevamente en la segunda mitad del mes y finalice junio en 2,8%. Así, romperá la barrera de 3% mensual por primera vez desde enero. Hacia adelante, si el dólar persistiera calmo, la inflación se mantendría en la zona de 2-2,5% mensual en el segundo semestre, marcando una desaceleración significativa respecto a la primera mitad del año (promedió 3,3% mensual).

La inflación entró en su veranito electoral en mayo

¿Cómo fue la inflación en mayo?

El aumento de precios fue de 3,1% en el quinto mes del año, según el IPC Nacional elaborado por el INDEC. De esta forma, la inflación desaceleró su ritmo por segunda vez consecutiva, ya que había sido de 3,4% en abril. Así, el Nivel General de precios acumula un alza de 19,2% en los primeros cinco meses del año y de 57,3% con respecto a mayo de 2018.

La caída de la inflación se debió en gran parte a la desaceleración del IPC Núcleo, que creció 3,2% en el mes (-0,6 p.p. respecto a abril). Dentro de esta canasta, se destaca el acotado avance de los Alimentos y bebidas no alcohólicas, que crecieron 2,4% en mayo, ubicándose por segunda vez en el año por debajo del Nivel General. Mientras tanto, los precios Regulados treparon 3,7%, impulsados por los aumentos en agua, gas y prepagas (Salud fue el capítulo que más creció durante el mes). Por último, los precios Estacionales avanzaron apenas 0,6% en el mes.

¿Esta desaceleración es distinta a la de fin de año?

Tras alcanzar un pico de 6,5% mensual en septiembre de 2018, la inflación siguió una trayectoria descendente hasta fin de año, terminando en diciembre con una variación de precios de 2,6%. Sin embargo, la desinflación fue efímera y volvió a acelerarse en el primer trimestre del 2019. En esos meses, las subas programadas de tarifas se combinaron con un alza significativa en el precio de la carne y de los lácteos impulsando las subas. Frente a la ausencia de un precio de referencia del dólar, que flotaba en una ancha banda cambiaria, la formación de precios se volvió más volátil. De hecho, la inflación acumuló 11,8% en el primer trimestre del año.

Desde abril, el ritmo de aumentos volvió a aminorarse, y el último mes la calma cambiaria tras el anuncio de que el BCRA podría intervenir en el mercado de dólares spot aún por debajo del techo de la Zona de No Intervención (ZNI) volvió a provocar un menor ritmo en el crecimiento de los precios. Esta vez, la desinflación podría ser más duradera: no prevemos que haya movimientos bruscos en los precios relativos en los próximos meses y las tarifas de Servicios Públicos permanecerán prácticamente congeladas por lo que queda del 2019. Además, a diferencia del primer trimestre, los aumentos salariales que definen los acuerdos paritarios ya están cerrados. Así, en la medida en que la autoridad monetaria pueda contener las presiones cambiarias, la inflación seguirá su tendencia descendente. En definitiva, el tipo de cambio serála variable que determinará la continuidad del proceso de desinflación, en lo que resta del año.

¿Qué se puede esperar de la desinflación?

En la medida en que la política cambiaria sea efectiva, la inflación descenderá en la segunda mitad del año. Así, pasaría de ubicarse en un promedio de 3,3% mensual en el primer semestre a alrededor de 2,5% en la segunda parte del 2019. Si bien estos datos implicarían una mejoría notoria, la inflación permanecerá elevada y difícilmente finalice el año por debajo del 40%. Producto del acuerdo con el FMI, las herramientas del Gobierno para llevar a cabo una desinflación más fuerte son limitadas. La ambiciosa meta de equilibrio primario impide un incremento de los subsidios a los Servicios Públicos y los márgenes de intervención del BCRA en el mercado cambiario, pese a la reciente flexibilización de la ZNI, siguen siendo acotados.

La inflación en mayo fue de 3,1%

En mayo, la inflación fue de 3,1%, según el IPC GBA Ecolatina, desacelerándose 0,6 p.p. en relación a abril (+ 3,7%). De esta forma, el avance de los precios acumuló 18,6% en los primeros 5 meses del año y 56,6% respecto a mayo de 2018.

Los capítulos del índice que más subieron en el mes fueron Vivienda y servicios básicos (+6,0%), debido al aumento del agua, el gas, los alquileres y las expensas, Atención médica y gastos para la salud (+5,1%), por el incremento de las prepagas y medicamentos, Indumentaria (+4,4%), gracias al avance de ropa y accesorios, y Otros bienes y servicios (+3,3%), por el aumento en los cigarrillos. Por su parte, Alimentos y bebidas (+1,9%) volvió a crecer por debajo del Nivel General, de la mano de un tipo de cambio que se mantuvo estable a lo largo del mes.

De acuerdo a nuestras proyecciones, desde junio la inflación se ubicaría por debajo de 3%, gracias a la calma cambiaria lograda con el anuncio de que el BCRA podría intervenir en el mercado del dólar spot y a un menor aumento de los precios Regulados. La continuidad del proceso de desinflación dependerá de que estos dos elementos persistan. Mientras que el congelamiento de los servicios públicos depende de la decisión del Gobierno (que evitará ajustes de tarifas en la previa de los comicios), el comportamiento del dólar lo excede. Si el nuevo régimen cambiario resultara efectivo para contener subas del dólar incluso durante la dolarización de activos pre-electoral la inflación descenderá durante el segundo semestre. En cambio, si hubiera nuevos saltos cambiarios, es altamente probable que estos sean trasladados a los precios minoristas, dado lo volátil del contexto.

La inflación se desaceleraría a 3,1% en mayo

¿Cuál fue la inflación en abril?

El IPC Nacional elaborado por el INDEC reflejó un aumento 3,4% en el cuarto mes del año. Este dato implica una fuerte desaceleración respecto al 4,7% que había exhibido en marzo. De esta forma, los precios acumularon un alza de 15,6% en el primer cuatrimestre del año y de 55,8% respecto a igual mes del año pasado.

La desaceleración respondió a la ausencia de aumentos que habían traccionado las subas en marzo (tarifa eléctrica y educación, que generaron un retroceso de 1,6 p.p. en Regulados) y a un menor ritmo en el crecimiento de los alimentos, que subieron 2,5% y se ubicaron por primera vez en el año por debajo del Nivel General.

¿Cómo evolucionaron los precios en el inicio de mayo?

Los relevamientos del IPC GBA Ecolatina indican que la inflación continuó en un sendero decreciente durante las primera quincena de mayo. En primer lugar, esta dinámica se dio tras un menor aporte de los Regulados, que pese a incrementos en agua, gas y prepagas mostraron un avance más acotado que el mes previo. Adicionalmente, de la mano de una mayor estabilidad cambiaria – y dejando atrás el salto de carne y lácteos de los últimos meses – los alimentos volvieron a desacelerarse, contribuyendo así a un menor crecimiento en la del IPC Núcleo.

Si bien la mejoría observada tanto en abril como en mayo disminuye la inercia para los meses venideros, el dólar y los salarios podrían impulsar los aumentos de precios en lo que queda de 2019, incluso en ausencia de aumentos de tarifas, tal como está estipulado.

¿Qué esperamos en materia de inflación para el segundo semestre?

Hubo dos novedades en el plano de la formación de precios que podrían afectar la inflación esperada de acá a fin de año. El primero de ellos es el congelamiento y la posterior desaparición de las Zonas de No Intervención cambiaria que en la práctica permite al Banco Central intervenir en el mercado del dólar spot aun si el tipo de cambio se ubicara por debajo del techo de las bandas. A pesar de desconocer el poder de fuego con el que cuenta la autoridad monetaria , el anuncio de que el BCRA ‘volvería a jugar’ desalineó las expectativas respecto a la trayectoria del dólar –bajo las cuales, este alcanzaba el techo de la banda rápidamente-. De esta forma, se espera conseguir una nueva (y, quizás, sólo temporal) estabilidad en el frente externo que ayudaría a disminuir las presiones cambiarias y los aumentos preventivos de precios, conteniendo las expectativas de inflación.

Por otra parte, se están comenzando a conocer los resultados de algunas negociaciones paritarias. Si bien todavía no es una práctica generalizada, existe el riesgo de que se cierren de forma masiva acuerdos con ajustes salariales trimestrales conforme a la inflación observada. Este mecanismo propagaría con mayor velocidad los shocks de precios al Nivel General del IPC, por lo que la búsqueda de acotar eventuales caídas del salario real dificultaría la desinflación en un año complejo. Teniendo en cuenta las modificaciones cambiarias y salariales, que en principio actúan en direcciones opuestas, mantenemos nuestra proyección de inflación en 40% para el cierre del 2019.

Los riesgos de una mayor nominalidad

¿Controlar el dólar implicará menos inflación?

El BCRA comunicó, al inicio de la semana pasada, el virtual abandono de la zona de no intervención (ZNI) del mercado cambiario, lo que implica la posibilidad de intervenir en él aun cuando la cotización de la divisa se encuentre por debajo de 51,45 ARS/USD (el techo de la ZNI establecido para el resto del año). Esta medida tiende a fortalecer el poder de fuego de la autoridad monetaria en caso de una elevada demanda de divisas, lo cual luce altamente probable dada la actual incertidumbre electoral. Sin embargo, incluso en el escenario en el que las presiones cambiarias logren ser domadas por el BCRA, no esperamos que se observe durante los próximos meses una significativa desaceleración de la inflación. Si bien controlar el mercado cambiario reduce la probabilidad de una nueva aceleración en el avance de los precios, no es condición suficiente para que la inflación se encuentre en un nivel significativamente más bajo.
Esto se debe a que por el momento no se percibe la existencia de un plan integral que logre coordinar expectativas. Por caso, en las últimas semanas comenzó a tomar fuerza el visto bueno del gobierno en relación al ajuste trimestral de las paritarias, siendo incluso el costo laboral un driver más importante que el dólar a la hora de analizar el proceso inflacionario y al que no se le suele dar tanta importancia.

¿Cuál es el factor de propagación?

El acortamiento de la vigencia de las paritarias constituye un intento de proteger los ingresos reales de los trabajadores en un contexto de inflación elevada e incierta y frenar la caída del consumo de cara a las elecciones. Sin embargo, la mayor nominalidad que provoca esta dinámica, así como la incorporación de cierto grado de indexación (en lugar de las cláusulas de renegociación generalizadas en las paritarias pasadas) puede ser nociva en lo que refiere al proceso inflacionario.
Pongamos el ejemplo de los trabajadores de la construcción. En los últimos días, UOCRA acordó subas trimestrales hasta marzo del 2020 que se caracterizan por tener un ajuste automático al cierre del tercer mes en caso de que el aumento sea finalmente menor a la inflación del período. Vale destacar que el monto del aumento sólo se fijó para el primer tramo, en tanto que los próximos serán establecidos en función de la dinámica que tome la inflación de acá en adelante. Si bien la cantidad de empleados formales del sector –quienes se benefician con este acuerdo- es acotada, todo parece indicar que otros gremios importantes –comercio, metalúrgicos- cerrarán sus negociaciones en esta tónica, generalizándose entonces esta modalidad, e imponiendo, cada tres meses, el costo adicional que implica sentarse a negociar, aumentando el riesgo de una mayor conflictividad.
De esto se desprende que el aumento en los costos salariales será una constante durante el año. En la medida que los márgenes de las empresas no se achiquen, el aumento en la estructura de costos de las mismas será trasladado a los precios de sus productos. Por lo tanto, en un contexto como el actual, en el cual la inercia que posee la inflación es elevada, la incorporación de un esquema de paritarias que propague rápidamente la misma puede contrarrestar –parcial o totalmente- el efecto positivo de la política cambiaria.

¿Cuáles son los riesgos?

Una mayor nominalidad es el riesgo al que se expone el gobierno al respaldar este tipo de acuerdos, lo que parece ser la última carta para afrontar las elecciones. Sin embargo, supeditar los acuerdos salariales a la inflación pasada, en un intento de fijar el salario real bajo condiciones macroeconómicas muy inestables, puede ser peligroso al menos por dos motivos.
En principio, el siguiente gráfico refleja que las recomposiciones nominales no muestran una relación clara con las mejoras reales (de hecho esperamos aumentos nominales elevados y caída de salario real durante prácticamente todo el año). Por este motivo, en los meses que faltan para las elecciones, los incrementos salariales pueden no ser suficientes para apuntalar el consumo –vía un mayor salario real- y en consecuencia, los mayores costos a los que las empresas se enfrentan difícilmente sean saldados con más ventas.

Este escenario de alta nominalidad se da junto a una política monetaria más restrictiva, lo que implicaría una mayor tasa de interés y agrega más dificultades a la delicada situación en la que muchas empresas se encuentran. En este escenario, el tiro podría salir por la culata ya que se habría intercambiado, en la previa electoral, el riesgo de una caída el salario real por el riesgo de perder el empleo.
Por otro lado, esta suerte de indexación deja activo un mecanismo de transmisión que, si bien puede desacelerar rápidamente la inflación ante shocks positivos (apreciación cambiaria), también puede acelerarla producto de presiones en el frente externo o de incapacidad de coordinar expectativas. En este escenario de marcada inestabilidad, esto puede llevar a una espiral precios-salarios en pocos meses. Después de todo, no hay nada como un plan de estabilización fallido para acelerar la inflación.

 

La inflación se desaceleró a 3,7% en abril

En abril la inflación fue de 3,7%, según el IPC GBA Ecolatina. De esta forma, el ritmo de aumentos se desaceleró medio punto porcentual respecto al mes previo (había sido de 4,2% en marzo). Así, los precios acumularon un 14,9% de aumento en los primeros 4 meses del año y crecieron 55,2% respecto a abril de 2018.

Los capítulos del índice que más crecieron en el mes fueron Indumentaria (+8,9%), por la suba estacional de la ropa en el cambio de temporada, Transporte y comunicaciones (+5,7%), por el aumento en el servicio telefónico, el transporte público y las naftas, y Esparcimiento (+4,2%), por el alza en el precio de diarios, libros, cines y transporte por turismo. Por su parte, los Alimentos y bebidas moderaron sus aumentos y crecieron 3,3%. Por último, Vivienda y servicios básicos (1,4%) fue el rubro que menos subió, gracias al retroceso de los alquileres.

Mayo será el último mes con fuertes subas de Regulados, por lo que la inflación podría descender en los siguientes meses. De cualquier forma, este proceso dependerá de la efectividad del nuevo régimen cambiario para mantener la calma del dólar, ya que saltos cambiarios podrían generar nuevos brotes inflacionarios y es muy probable que pequeñas subas de la divisa sean rápidamente trasladadas a los precios minoristas en un contexto de volatilidad creciente. Considerando que los aumentos de Regulados acumularán menos de 10% en los últimos 7 meses de 2019 y suponiendo que el dólar permanecerá relativamente estable, dos grandes motores de la inflación estarían contenidos. En este marco optimista, en el cual el plan del Gobierno es exitoso, la suba de precios podría descender en la segunda parte de 2019.

La inflación se aceleró a 4,7% en marzo

¿Cuál fue la inflación en marzo?

En el tercer mes del año, la variación de precios alcanzó 4,7%, de acuerdo al IPC Nacional relevado por el INDEC. Este avance fue impulsado principalmente por la suba de dos rubros estacionales: la educación –que trepó 17,9%, debido al inicio del ciclo lectivo anual- y la indumentaria –que subió 6,6% producto del cambio de temporada-. Además, los alimentos y bebidas (+6,0%) volvieron a crecer por encima del Nivel General de precios, impulsados por una suba del pollo, los lácteos y el pan.

De esta forma, la inflación acumuló 11,8% en el primer trimestre del año y 54,7% en los últimos 12 meses. En particular, Transporte y Alimentos y bebidas no alcohólicas (67,5% i.a. y 64,0% i.a.) son los rubros que más subieron, mientras que Bebidas alcohólicas y tabaco y Educación (34,9% i.a. y 36,5% i.a.) permanecieron rezagados.

¿Qué pasó con los precios relativos en el último año?

En 2018, el principal motor inflacionario fue el dólar. Esta dinámica provoca que los precios de los productos transables, es decir, de aquellos que se pueden exportar e importar, suban más que lo de los no transables. En este sentido, los bienes treparon casi 60% en los últimos doce meses a la par que los servicios privados escalaron poco menos de 45% i.a. Por su parte, los Servicios Públicos tuvieron un comportamiento diferente: al tener una estructura de costos dolarizada, más la ambiciosa meta pautada con el FMI de equilibrio primario para este año (que implica un mayor recorte de subsidios), su avance fue similar al de los bienes (58% i.a.).

Teniendo en cuenta que los sectores de menores ingresos destinan una mayor proporción de sus recursos a consumir bienes (alimenticios, entre otros) y a pagar las tarifas de Servicios Públicos, este cambio de precios relativos los afecta en una mayor medida que a los sectores medios y altos, quienes destinan una mayor proporción de sus ingresos a servicios privados. En consecuencia, durante 2018 y el comienzo de 2019 se acentuó el componente regresivo del proceso inflacionario.

¿Cómo evolucionará la inflación en los próximos meses?

La suba de tarifas (de transporte y electricidad) puso presión sobre los precios entre enero y marzo. Adicionalmente, saltos en el precio de algunos alimentos por problemas de oferta (carnes y lácteos) se sumaron a la inercia y la corrección tarifaria para configurar un primer el primer trimestre con elevados aumentos. Sin embargo, en abril y mayo los ajustes en los precios Regulados serán menores. Más aun, desde junio en adelante los precios entrarán en modo electoral: no habrá nuevas subas de tarifas, pero podría haber dinámicas cambiarias disruptivas que generen nuevos impulsos inflacionarios. Esto podría darse en caso de que la incertidumbre política lleve a una dolarización de activos y ahorros, a la vez que se retraiga la oferta de divisas. Así, el aumento de precios en el segundo semestre quedará determinado por la evolución del tipo de cambio. En este contexto, esperamos que la inflación anual termine 2019 alrededor de 39%.