La inflación alcanzaría 3,8% en marzo

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires mostró un aumento de 3,8% entre la primera quincena de marzo y las dos primeras semanas de febrero.

El capítulo que mostró el mayor avance fue Educación, por la suba de las cuotas de colegios privados y otros bienes asociados al comienzo de las clases. A este le siguieron Vivienda y servicios básicos (por el aumento en la tarifa eléctrica y en las expensas) e Indumentaria (por el cambio de temporada).

La inflación volverá a ser elevada en marzo y estimamos que terminará el mes en torno a 3,8%. A los aumentos en precios regulados se sumarán subas estacionales en ropa.  Además, la carne vacuna y los lácteos continuarán la tendencia alcista que comenzaron en febrero. Por último, no podemos descartar que nuevas presiones cambiarias impulsen aun más la dinámica inflacionaria observada en el comienzo del año.

En febrero se aceleró otra vez la inflación: ¿Habrá tregua?

¿Qué pasó con la inflación en febrero?

En febrero, la inflación nacional alcanzó 3,8% según los datos del INDEC. De esta manera, acumula 51,3% en los últimos doce meses –el valor más alto desde 1992- y se aceleró por segundo mes consecutivo. En consecuencia, el proceso de desinflación encarado sobre el cierre de 2018 pareciera haberse revertido y las luces de alerta permanecen encendidas.

Al analizar por categorías, resalta el avance de Regulados (+4,2%) producto del aumento en las tarifas de electricidad, transporte y prepagas. Por su parte, el IPC Núcleo trepó 3,9% el mes pasado, impulsado por la suba de alimentos (un alza de casi 6% en el mes) y los precios Estacionales crecieron solo 1,9% i.a.

¿A qué respondió la aceleración de la inflación?

En primer lugar, cabe destacar que, aunque el tipo de cambio creció casi 6% durante el mes cerrando en torno a 39 ARS/USD, no alcanzó a los niveles de septiembre pasado (41 ARS/USD), de modo que su impacto fue acotado durante febrero.

En este marco, adquiere relevancia la inercia inflacionaria: precios que suben porque otros precios subieron antes en pos de no quedar atrasados frente al Nivel General. En este sentido, resalta la dinámica de la carne vacuna, que como consecuencia de los aumentos en el precio mayorista, registró un incremento en los precios al consumidor de hasta 15% -dependiendo del corte-, cuando en el último cuatrimestre del año pasado había acumulado un alza cercana al 5%. En la misma línea, la continuidad en el recorte de subsidios económicos implicó un nuevo ajuste mensual de tarifas (el rubro Vivienda, agua, electricidad y gas escaló 6,4% en el mes), que al ser un costo de central de la mayoría de los bienes y servicios tuvo un efecto considerable de segunda ronda.

Por último, las actualizaciones salariales producto de las cláusulas de recomposición que se vienen activando desde diciembre pasado también agregaron presiones a la inflación.

¿Qué pasará en los próximos meses?

Al comienzo de marzo, el tipo de cambio superó los niveles de septiembre pasado. Si bien este nuevo “récord” podría generar nuevos aumentos, por el momento estos serían acotados producto de la volatilidad que reviste el mercado cambiario y una demanda deprimida. Sin embargo, la mayor inercia inflacionaria eleva el riesgo que los agentes sobrereaccionen ante estas situaciones, por miedo a quedar retrasados.

Asimismo, ya hay pautadas subas de tarifas de Servicios Públicos para marzo (electricidad y transporte) y abril (gas) además de otros precios Regulados (colegios privados y prepagas). Como resultado, la inflación no cedería de manera significativa durante marzo y abril –cuando empiecen a cerrarse las negociaciones paritarias de este año-, y la suba de precios acumularía alrededor de 15% en el primer cuatrimestre del año.

En los meses posteriores, las presiones cambiarias podrían intensificarse, lo que apuntalaría las presiones por este lado. Sin embargo, las tarifas también ingresarían en su “período electoral”, aunque en este caso irían en el sentido opuesto a la divisa y permanecerían estables. En consecuencia, se cambiaría un factor por otro, de modo que la inflación no se desaceleraría sensiblemente. Como resultado, proyectamos una suba de precios superior a 35% para el acumulado anual.

Los drivers pasan pero la inflación queda

La inflación se aceleró en febrero, ¿hasta cuándo seguirá alta?

En octubre del año pasado, el Banco Central endureció su política monetaria y, como respuesta, la tasa de interés se disparó a más de 70% De esta forma, el tipo de cambio cayó en términos nominales y dio lugar a un proceso de gradual desaceleración de la inflación. Sin embargo, la inercia de este proceso provocó que la contracción fuera lenta, y la inflación mensual no retornó a los niveles previos a la crisis cambiaria (en torno a 2%). Sin embargo, en 2019, y aun sin mediar una nueva escalada cambiaria, la tendencia a la baja de la inflación se interrumpió: conforme al IPC Nacional que elabora el INDEC, la inflación pasó de 2,6% mensual en diciembre de 2018 a 2,9% en enero de este año, a la par que se ubicaría en torno a 3,2% en febrero según el REM que publica el BCRA (según los datos ya cerrados del IPC GBA Ecolatina, el resultado de febrero fue de 3,7% mensual).

La aceleración de la inflación respondió a varios factores. En primer lugar, producto de una demanda que permanece deprimida y contratos que permanecen cerrados -sin posibilidad de actualizarse de manera inmediata-, el traslado a precios de los saltos del dólar de 2018 es progresivo. Además, a lo largo del primer bimestre se cerraron ciertas actualizaciones de paritarias, por cláusulas gatillo y recomposición de las negociaciones del año pasado. A esta dinámica se sumó el ajuste de tarifas de Servicios Públicos y el aumento cercano al 40% en el precio mayorista de la carne, con un efecto tanto en su precio minorista como en los de bienes sustitutos (pollo, cerdo, etc.).

Dado que no persistirán a lo largo del año, vale hacer foco en los últimos dos “motores”. Respecto de las tarifas, sus ajustes tendrán un importante componente estacional en la primera mitad del 2019: en pos de alejar lo máximo posible las subas de las elecciones, los precios Regulados acumularían un alza cercana a 30% durante el primer cuatrimestre de 2019, a la par que treparían cerca de 10% en el resto del año. Por su parte, el precio mayorista de la carne vacuna se disparó por factores de oferta (ciclo del ganado vacuno) y demanda. En consecuencia, ambos drivers deberían atenuarse con el correr de los meses.

En este sentido, aunque la inflación seguirá elevada en todo 2019, irá cediendo a medida que los efectos de la crisi cambiaria de 2018 se diluya. A modo de ejemplo, mientras que la suba precios acumularía alrededor de 16,5% en el primer semestre según el REM que publica el Banco Central, rondaría 14% en la segunda parte del año. De esta forma, totalizaría 32% en el año, marcando una desaceleración significativa respecto a 2018 (casi 48%).

Comportamiento de precios diverso según canal y región

Uno de los efectos más adversos de la inflación es que genera incertidumbre sobre el curso futuro de los precios relativos, minando a la inversión ya que no se sabe qué bienes y servicios serán los más rentables en el futuro. Sin embargo, otra consecuencia tan perjudicial de la inflación como la primera, pero menos reconocida, es la dispersión de precios: las dinámicas de cada producto, canal, marca y región divergen entre sí. Veamos entonces qué viene pasando en esta materia en los últimos meses. Para realizar un seguimiento de la evolución de los precios en distintos canales de venta, se elaboró una canasta de productos que se venden tanto en supermercados minoristas como mayoristas. La cesta incluye diversos alimentos, bebidas (alcohólicas y no alcohólicas), productos de higiene personal y de limpieza.

El resultado de nuestros relevamientos indica que los precios en los supermercados aumentaron por encima de los mayoristas hasta mediados del año pasado. Sin embargo, desde junio del año pasado, motivado por los sucesivos saltos cambiarios, los segundos elevaron significativamente su ritmo de aumentos. A contramano, los supermercados, producto de la caída de las ventas, no pudieron trasladar estos incrementos con tanta facilidad al consumidor minorista. Como resultado, se revirtió el encarecimiento relativo que estaban exhibiendo respecto al canal mayorista.

Por otra parte, la elevada nominalidad argentina no solo causa comportamientos diversos en cuanto a la remarcación de precios: también genera una mayor dispersión. La volatilidad dificulta al comprador recordar y comparar precios, dejándolo sin valores de referencia. De esta forma, producto de menor información para la toma de decisiones, tiende a convalidar precios más elevados.

Un modo de analizar esta dispersión es considerando la ubicación geográfica de los puntos de ventas. Esta diferencia se observa al comparar los precios medios de productos en supermercados situados en la zona sur y en la zona norte del GBA, tal como da cuenta el próximo gráfico. Si el precio promedio para un mismo producto fuera igual en ambas zonas, tendríamos un punto sobre la línea central del gráfico; sin embargo, vemos que muchos no coinciden con esta línea. La mayoría (señalados en rojo) se encuentran por encima, indicando que el precio promedio del producto es mayor en el norte que en el sur, aunque con unos pocos (verdes) sucede lo contrario.​

En promedio, los bienes relevados son 2,8% más baratos en la zona sur de GBA respecto a la zona norte también del GBA. Sin embargo, estas diferencias no son iguales para todos los rubros. Mientras que los artículos de tocador y utensilios de limpieza son hasta 6,6% más baratos en comparación, las frutas y carnes son levemente más caras.

Esto da cuenta de que aquellos bienes de primera necesidad (frutas, verduras, carnes, bebidas no alcohólicas, lácteos, etc.) tienen una dispersión menor que bienes menos indispensables (productos no alimenticios, pero también condimentos y dulces). Dadas las diferencias socio-económicas entre ambas zonas, se podría inferir que los bienes más básicos poseen una menor dispersión en sus precios, producto de una demanda menos sensible al precio. A contramano, los bienes menos necesarios son más consumidos solo si son más baratos, de modo que su precio es menor donde la demanda es más débil.

Volviendo al punto inicial, si en los próximos meses la elevada inflación tiene detrás un significativo aumento en el precio de los alimentos (impulsados por la carne), se reforzaría esta dinámica y se profundizaría el deterioro de la situación de los sectores de menores ingresos (gastan una mayor porción del ingreso en esos bienes). A contramano, si los drivers son los productos de mayor elasticidad-precio, su efecto no sólo se sentirá menos en los barrios bajos por razones de consumo, sino también por motivos geográficos.

La inflación se aceleró a 3,7% en febrero

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires creció 3,7% en el segundo mes del año. Así, mostró un alza de 50,4% respecto al mismo período de 2018 y acumula una variación de 6,5% en lo que va del año.

Durante febrero, a pesar de la estabilidad cambiaria y la rígida política monetaria del BCRA, la inflación se aceleró (en enero había exhibido una suba de 2,6%), cortando con una racha de 4 meses consecutivos a la baja. El motivo de la aceleración del IPC GBA Ecolatina fue el impulso de algunos capítulos que, sumados a un piso elevado por efecto de la inercia inflacionaria, dinamizaron el índice. Estos rubros fueron Vivienda y servicios básicos, por el aumento en la tarifa de electricidad, Atención médica y gastos para la salud, debido a aumentos en los servicios de medicina prepaga y a subas en los precios de medicamentos, y Alimentos y bebidas, por la suba en el precio mayorista de la carne. Estos capítulos incluyen tanto precios regulados por el Gobierno, que tiene intención de concentrar los aumentos del 2019 antes del inicio del período electoral, como movimientos propios del sector privado, motivados por dinámicas sectoriales particulares.

En los próximos meses habrá nuevas subas de Regulados (por aumentos en las tarifas de electricidad, gas y agua y alzas en los precios de la nafta, el transporte público y el teléfono). De esta forma, la inflación persistirá elevada. Por el contrario, durante el segundo semestre, la dinámica de los precios obedecerá mucho más a los movimientos del dólar que a las decisiones gubernamentales.

A la inercia inflacionaria se le suma el salto del precio de la carne

Como un “déjà vu”, el presidente Macri volvió a realizar una declaración desafortunada en materia inflacionaria. El miércoles 13 de febrero, afirmó en una entrevista radial que la inflación estaba bajando. Un día después el INDEC dio a conocer el IPC Nacional de Enero 2019 que mostraba una leve aceleración de la inflación (tanto del Nivel General como del componente Núcleo).

Más preocupante que el fallido, es que la inflación de febrero muestra una nueva aceleración: podría superar 3,5% producto del alza de tarifas y un nuevo salto del precio de la carne vacuna. Este complejo comienzo del año en materia inflacionaria ratifica nuestras proyecciones de inflación en torno al 35%, rectifica las estimaciones del mercado (el último REM del BCRA arrojó una inflación apenas por debajo del 30% para este año) y da por tierra la previsión oficial de suba de precios del 23% plasmada en el Presupuesto 2019.

Las autoridades económicas de Cambiemos han cometido varios errores en el frente inflacionario. Inicialmente, pensaron que los precios de los bienes y servicios de la economía habían ajustado al valor del dólar blue. La aceleración inflacionaria post liberación del cepo cambiario demostró que los precios seguían mayormente atados  a la cotización del tipo de cambio oficial.

Luego, minimizaron el impacto del alza de las tarifas de servicios públicos, argumentando que por la restricción presupuestaria, las familias iban a consumir menos de otros bienes y servicios, generando presiones deflacionarias en otros precios. La realidad mostró que el impacto inflacionario de la suba de tarifas (especialmente en materia energética) se amplifica porque al impacto directo en el IPC se le suma el efecto indirecto del alza de costos de producción de las empresas.

Sin embargo, el principal error del gobierno fue subestimar el componente inercial del proceso inflacionario. Por caso, implementó un esquema de metas de inflación ambicioso (con la determinación de la tasa de interés como principal herramienta) que sólo había sido exitoso en economías con inflación moderada (un dígito alto, cercano al 10% anual).

Lamentablemente, hace más de diez años que convivimos con una suba de precios alta y persistente (en torno al 30% anual). Y, la suba de precios a una velocidad crucero de 2% mensual, sólo se pudo perforar en períodos (pre-electorales) en que el dólar y las tarifas se congelaron (lo que significó un fuerte atraso en términos reales).

La magnitud del shock cambiario del año pasado, llevó la inflación a un peligroso 50% anual. En estos niveles, la duración de los contratos nominales se recortaron (la mayoría de las paritarias de 2018 se reabrieron a fines del año pasado), hecho que cristaliza la inercia y tiende a acelerar la suba mensual de los precios.

El anuncio de un fuerte ajuste de las tarifas para comienzos de este año y la dificultad de volver a atrasar el tipo de cambio (sólo el FMI está dispuesto a financiar a la argentina en moneda dura y el piso de la zona de intervención tiende a ajustar en línea con la inflación esperada), llevaron a prever a que la inflación rozaría 35% en 2019 (como escribimos junto a Federico Moll aquí).

Llovido sobre mojado

Lamentablemente, este año la suba de precios podría superar el 35% mencionado producto de la aparición de un shock acelerador de la inflación: los precios de la hacienda vacuna treparon casi 40% en lo que va del verano alcanzando la suba del dólar (ver el “catch up” en el gráfico).

Expertos del sector ganadero, afirmaban a principios del 2018 que la sequía también había encarecido significativamente la alimentación del ganado (perdida de pasturas y fuertes subas del precio de la alfalfa y del maíz). Producto de un stock vacuno acotado (fuerte descapitalización tras el cierre de las exportaciones en 2006) y un ciclo ganadero más corto, hubo oferta abundante en 2018 y escasez de animales en los primeros meses del año. Pese a que el precio en Liniers ya equiparó la suba del tipo de cambio acumulada desde abril de 2018 y la demanda interna está deprimida, aún podría quedarle recorrido alcista pues el costo de la alimentación trepó más que el dólar en dicho período y hay demanda por el lado de las exportaciones.

A nivel minorista, el IPC acusaría el impacto en mayor medida en febrero. De hecho, según el IPC GBA Ecolatina, la carne vacuna trepó 3% en enero y más de 10% en la primera quincena de febrero (vs 1er quincena de enero). Además, todavía no se observó un alza en productos sustitutos como el pollo y el cerdo, ni en rubros relacionados como Comidas para llevar. Por ende, esperamos que el alza de la carne vacuna impulse la inflación en Alimentos (y en el Nivel general) este mes y el próximo.

En síntesis, producto del shock de tarifas y de la carne vacuna, esperamos una inflación rozando 10% en el primer trimestre del año. Esto equivale a un ritmo del 3% mensual, por encima de la velocidad crucero de la suba de precios y del ajuste de las bandas cambiarias para los primeros tres meses de año (2% mensual). Esto dilata la recomposición del poder adquisitivo de las familias y condiciona la reactivación.

Por último, vale destacar que el segundo acuerdo alcanzado con el FMI a fines de 2018 logró estabilizar el mercado cambiario, evitando una espiral ascendente dólar-precios. Sin embargo, implementar un plan económico consistente que tenga en cuenta la elevada inercia del proceso inflacionario, será un desafío a abordar en el próximo mandato presidencial.

-Esta nota fue publicada en Ámbito Financiero el 26 de febrero de 2019-

La inflación se aceleraría a 3,3% en febrero

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires mostró un crecimiento de 3,4% en la primera quincena de febrero respecto a las dos primeras semanas de enero.

El capítulo que mostró el mayor avance fue Vivienda y servicios básicos, por la suba de la tarifa eléctrica. A este le siguieron Atención médica y gastos para la salud (por el aumento de prepagas y productos medicinales) Alimentos y bebidas (por un salto en el precio de la carne) y Otros.

La inflación se aceleraría durante febrero respecto a enero y estimamos que podría alcanzar 3,3%.

La dinámica observada en los últimos meses impone un piso inercial alto al avance de los precios en el comienzo de 2019. Por sobre esta base, este mes el aumento de precios Regulados elevó el Nivel General. Dado que en marzo se atenuarán los ajustes de tarifas, la inflación descendería levemente. Ya pasado el primer trimestre, con las actualizaciones de paritarias y un dólar que podría despertarse, la suba de precios pronunciaría su marcha.

La inercia interrumpió la desaceleración de la inflación

¿Cuál fue la inflación del primer mes del año?

Según el INDEC la inflación nacional alcanzó 2,9% en enero de 2019. Los rubros que mostraron las mayores subas durante el mes fueron Comunicación (+7,4%, por la suba del servicio telefónico), Restaurantes y hoteles (+3,7%, debido al comportamiento estacional por las vacaciones), y Otros bienes y servicios (+3,6%, como resultado del aumento en cigarrillos).

De esta forma, la variación interanual del Nivel General alcanzó 49,3%. Esta elevada cifra responde a los saltos disruptivos del tipo de cambio observados entre abril y septiembre del año pasado. La depreciación del peso impulsó los precios de los transables que, sumados a los aumentos de precios regulados, causaron que la inflación fuera la más elevada desde 1991.

¿Por qué se interrumpió la desaceleración de la inflación?

Luego de la implementación del control de agregados monetarios y la estabilización del dólar, la inflación mensual descendió en el último trimestre de 2018 desde un pico máximo de 6,5% en septiembre hasta 2,6% en diciembre. Sin embargo, la tendencia se revirtió a comienzos de 2019.

Este comportamiento fue resultado de los aumentos de Regulados (+3,4% mensual) -servicio telefónico, agua, transporte público y cigarrillos-, pero también por una nueva aceleración en el IPC Núcleo en enero (+3,0%, +0,3 p.p. respecto al mes previo) pese a que el tipo de cambio se mantuvo estable durante el mes pasado y ante la ausencia de aumentos en electricidad y gas (que tienen un impacto de segunda ronda en esta categoría). Esto refleja la inercia del actual proceso inflacionario en el cual una vez desaparecido el shock inicial -salto cambiario, aumentos tarifarios-, los precios continúan ajustando.

¿Qué pasará en los próximos meses?

Para los próximos tres meses de 2019 están pautadas las mayores subas de precios regulados del año: ajustes en las tarifas de gas y electricidad, en el boleto de transporte público y en el precio de las prepagas, la educación y los combustibles.

Adicionalmente, hacia abril comenzará la temporada alta de las negociaciones paritarias, en las cuales los trabajadores intentarán recomponer el poder adquisitivo perdido el año pasado. Los aumentos salariales que surjan de las mismas también impondrán presiones sobre los costos de las empresas impulsando, en particular, los precios de los servicios privados.

Por último, la estabilidad del dólar será clave para que no haya otra disparada en los precios. La elevada tasa de interés de las LELIQs ancló las expectativas de devaluación, convirtiendo a la estabilidad cambiaria en la herramienta de política monetaria más efectiva. Al calmar el precio de la divisa (tanto su cotización spot como futura), la desaceleración de los precios se dio de forma simultánea al recorte de tasas de interés nominales y reales.

Sin embargo, el calendario electoral podría ejercer nuevas presiones cambiarias producto de una mayor dolarización de carteras a medida que se acerquen las elecciones. En un escenario de mayor volatilidad en el frente externo, el tipo de cambio podría volverse poco sensible a aumentos de la tasa de interés, por lo que la inflación dependerá más de las novedades electorales que de la política monetaria, aunque la venta de dólares (por parte del Tesoro y el BCRA) podría ponerle un techo a la cotización de la divisa.

La inflación fue de 2,6% en enero

El Índice de Precios al Consumidor Ecolatina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires varió 2,6% en el primer mes del año. Así, mostró un alza de 49,2% respecto al mismo período de 2018.

Durante enero, la inflación de los precios minoristas volvió a desacelerarse (en diciembre había exhibido una suba de 2,9%). De esta manera, acumula cuatro meses seguidos descendiendo, luego del salto producto de la dinámica cambiaria.

El comportamiento de los precios no fue el mismo para los distintos capítulos que componen el índice. Los rubros que exhibieron mayor incremento en el mes fueron Otros bienes y servicios producto del alza de los artículos de tocador y cuidado personal y cigarrillos, Esparcimiento debido a un comportamiento estacional por el turismo y subas en diarios y entretenimiento, Transporte y comunicaciones como consecuencia del aumento en los boletos del subte, tren y colectivo, y Alimentos y bebidas que se aceleró en la segunda quincena del mes, debido a incrementos en frutas, lácteos y panificados.

Pese a la estabilidad del tipo de cambio, la tendencia desinflacionaria se revertirá el próximo mes, cuando tenga lugar la suba de la tarifa de la electricidad (que impacta en el costo de otros bienes y servicios). Además, los nuevos ajustes en el boleto del Transporte Público y las prepagas sumarán presiones a los precios.

La línea de pobreza creció por encima de la inflación en 2018

¿Qué pasó con las canastas básicas en diciembre?

En el último mes de 2018, la Canasta Básica Alimentaria (CBA) aumentó 0,7% y la Canasta Básica Total (CBT) creció 1,1% respecto a noviembre, ubicándose así en $3.300 y $8.250, respectivamente. Así, estos indicadores volvieron a crecer por debajo de la inflación por primera vez desde agosto y por tercer mes en el año. Con esta evolución, un hogar tipo de cuatro miembros necesitó $10.200 para no ser indigente y $25.500 para estar por fuera de la pobreza. Haciendo un ejercicio teórico, un ingreso posible de esta familia (conformado por un Salario Mínimo Vital y Móvil y dos Asignaciones Universales por Hijo) es 46% mayor a la CBA, pero cubre menos de un 60% de la CBT. Si consideramos el bono recibido en diciembre por AUH, supera en 76% a la CBA, pero alcanza para adquirir apenas el 70% de una CBT. Al compararlo con la situación existente dos años atrás, este indicador decayó significativamente: el mismo ingreso en diciembre de 2016 (año en que también se cobró un bono compensatorio) alcanzaba para 2,16 CBA y un 90% de la CBT.

Con el cierre de diciembre, la CBA avanzó 53,5% en 2018, levemente por encima de la CBT, que creció 52,9%. Esta evolución es superior a la de la inflación (+47,6% i.a.), los salarios registrados (32,6% i.a.), las jubilaciones, asignaciones y pensiones (28,5% i.a., sin tener en cuenta bonos de una única vez) y el salario mínimo (27,5% i.a.).

¿Por qué la CBA y CBT aumentaron por encima del nivel general de precios?

La fuerte depreciación del peso experimentada en 2018 elevó el precio relativo de los bienes transables. Dado que los alimentos son uno de los principales ejemplos de este tipo de bienes, su precio se aceleró con la suba del tipo de cambio. Dado que este rubro es un componente fundamental de estas canastas creció durante 8 meses de 2018 por encima del Nivel General, acumulando una inflación 4 p.p. mayor en el total del año.

En simultáneo, la CBT también comprende las tarifas de los Servicios Públicos, no así la CBA que, como su nombre lo indica, solo comprende alimentos. Debido a la reducción de subsidios económicos y el fuerte grado de dolarización en la estructura de costos de su prestación, sus precios crecieron más que la inflación en 2018 (en el ámbito de GBA) superando al 60% conforme a los datos del IPC GBA Ecolatina. En consecuencia, es posible afirmar que la inflación tuvo un fuerte componente regresivo el año pasado, algo que no había sucedido tan marcadamente en 2017.

¿Cómo afectarán estos datos a las mediciones de pobreza?

Dado que la CBA y CBT aumentaron muy por encima de los salarios y prestaciones sociales el año pasado, la incidencia de la pobreza e indigencia creció en el segundo semestre de 2018, revirtiendo la tendencia descendente que mostró en 2017. Este efecto se vio atenuado por la compensación parcial mediante un bono de $1500, otorgado por la caída de ingresos en términos reales a los beneficiarios de estas políticas. Sin embargo, el mismo no alcanzó para revertir la pérdida de poder adquisitivo en el promedio de la segunda mitad del año, ya que solamente se entregó en septiembre ($1.200) y diciembre. Del mismo modo, no impactará en los meses venideros.

De cara al futuro, la desaceleración de la inflación ayudará a que las prestaciones sociales crezcan por encima de los precios ya que las mismas ajustan en base a la inflación pasada. Así, el rezago temporal en la actualización hará que las jubilaciones y pensiones recuperen en 2019 parte del terreno perdido el año pasado, sobre todo si un tipo de cambio contenido aminora el aumento en el precio de los alimentos. A la vez, los salarios crecerían en línea con la inflación, estabilizando estos indicadores. No obstante, estos efectos positivos serán observados recién en la segunda mitad de año, momento en que cesarán las subas tarifarias pautadas para 2019 (que inciden sobre la CBT) y podría pensarse en retomar la baja de la pobreza aunque la caída no permitirá revertir la suba del año pasado.

Lenta desaceleración de la inflación en 2019

La economía argentina convive hace más de una década con inflación elevada y persistente. Según el IPC GBA Ecolatina la inflación en los últimos 10 años promedió casi 30% anual y, salvo en 2009, nunca perforó el 20%. Producto de la elevada inercia, el aumento del nivel general de precios se ubica en una velocidad crucero cercana al 2% mensual, con aceleraciones o desaceleraciones según la evolución de los costos empresarios, entre los que se destacan el salario, el tipo de cambio, y las tarifas de servicios públicos.

El gobierno anterior utilizó al dólar y las tarifas como anclas nominales para moderar la suba de precios en los años electorales. El resultado? Inflación elevada y atraso cambiario y tarifario, los cuales condujeron a abultados déficits gemelos (externo y fiscal). En la búsqueda de recuperar el equilibrio macroeconómico, el actual gobierno levantó esas anclas al mismo tiempo que planteaba ambiciosas metas de inflación. La unificación del mercado cambiario y la corrida de 2018, los continuos y significativos aumentos en las tarifas de servicios públicos (energía y transporte) y negociaciones paritarias que no fueron consistentes con las metas de inflación planteadas por el gobierno, explicaron el importante desacople entre objetivos y realidad. En este marco, el deseo de la administración Macri de culminar su primer mandato con una inflación cercana al 5% no se cumplirá.

Las perspectivas para el año que comienza no son auspiciosas. Creemos que la inflación superará claramente el 23% estipulado en la Ley de Presupuesto 2019. Incluso si el tipo de cambio se desliza en forma controlada (hecho que dependerá de la magnitud de la dolarización pre-electoral), esperamos que la suba de precios sea más cercana al 35% que al 28,7% que estima el consenso del mercado (REM del BCRA). Esta lenta desinflación responde a la falta de un ancla nominal.

Producto del salto cambiario (que impacta sensiblemente en los costos de producción de los servicios públicos) y la necesidad de reducir subsidios para alcanzar la ambiciosa meta fiscal de equilibrio primario, el Ejecutivo ha anunciado subas de tarifas de servicios públicos que, en promedio, superan el 40%. Estas tienen un significativo impacto directo e indirecto (a través del alza de los costos de las empresas) sobre el IPC. De hecho, ambos efectos sumarán 5 puntos de inflación en 2019, elevando las expectativas de inflación de los agentes económicos.

Asimismo, los aumentos nominales de salarios (costo laboral) superarán los del año pasado: la paritaria de 2019 puede cerrar en torno a la meta oficial (20-25%), pero en los primeros meses de este año se aplican muchas cláusulas de revisión por la fuerte caída del salario real ocurrida el año pasado. De esta manera, las remuneraciones del sector privado registrado (proyectamos un incremento del 37% en 2019) liderarán el alza de los costos laborales, que treparían en torno al 35%.

La evolución del tipo de cambio tal vez sea la mayor incógnita de 2019. Sabemos que difícilmente se aleje de forma sostenida de la Zona de No Intervención (ZNI), pero lo ancho de la misma (30%) cubre con un manto de incertidumbre el valor final que alcance el dólar. El ajuste trimestral del piso y techo de la ZNI seguiría las expectativas de inflación del mercado, lo que implica en la práctica que las bandas se ajusten levemente por debajo del alza de los precios (las expectativas de inflación del mercado tienden a subestimar la magnitud del problema). Siendo, optimistas el tipo de cambio fluctuará entre el piso y el centro de la banda, lo que implica una suba cercana al 30% en 2019.

En síntesis, con costos laborales creciendo al 35%, un tipo de cambio marcando un deslizamiento de 30% y tarifas trepando en promedio más de 40%, la inflación no se alejará significativamente del 35% en 2019. Esta lenta desinflación es producto de un escenario macroeconómico más estable en relación al año pasado, pero ni siquiera será suficiente para alcanzar la inflación promedio de la última década.

Podrá el lector pensar que con un regla estricta de emisión monetaria (incremento prácticamente nulo en el primer semestre y del 1% mensual en la segunda mitad del año) esta vez será diferente. Sin embargo, durante esta administración quedó demostrado que una política monetaria dura es insuficiente para bajar la inflación: se necesita un plan integral que ataque la inercia del proceso, para lo cual será crucial coordinar las diferentes aristas de la política económica (ingresos, fiscal, monetaria y cambiaria) de forma tal de blindar la estrategia anti-inflacionaria.

-Esta nota fue publicada enel portal infobae el 18 de enero de 2019-