El impacto desigual de la inflación

Componentes asimétricos del proceso inflacionario

El año pasado el IPC Nacional trepó 53,6% y acumula casi 16% en los primeros siete meses de 2020. Sin embargo, la suba del índice contiene muchas heterogeneidades a su interior: por ejemplo, hay mucha dispersión según qué región se analice. Asimismo, la suba se modifica a lo largo de la pirámide de ingresos. Dicho llanamente, la inflación de los pobres no es la misma que la de la clase media, que también difiere de la población de mayor poder adquisitivo.

En este sentido, dado los importantes efectos reales que tiene la suba de precios, es muy relevante sumar al análisis un componente que refleje en qué gasta cada familia. Por caso, los sectores de menores recursos se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos y bebidas que el resto de la sociedad, ya que destinan una mayor porción de su ingreso a satisfacer estos consumos básicos e indispensables. En dirección contraria, las familias más ricas gastan más en artículos para el hogar, educación y esparcimiento, entre otros.

Partiendo de estas diferencias, y utilizando la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) que publicó el INDEC para 2017-2018, es posible medir la inflación de distintos sectores sociales -considerando no solo los niveles de ingresos, sino también las heterogeneidades regionales-. Precisar la información nos permitirá comprender más acabadamente el impacto desigual que tiene la suba de precios a lo largo y ancho del país, así como sus efectos en el resto de las variables económicas.

La primera conclusión que resalta es el carácter regresivo de la inflación en el acumulado enero-julio de 2020: mientras que la suba de precios rozó 17% para el primer decil de ingresos, la misma fue menor al 15% en el 10% de los hogares de mayores recursos. El aumento del precio de los alimentos por encima del nivel general de precios (18,7% vs 15,8%, respectivamente) y el mayor peso en el gasto total de este rubro en los hogares de menores ingresos es la principal causa de esta de diferencia. Vale destacar también que la brecha podría haber sido mayor si descontáramos las subas aceleradas en Recreación y Cultura (+24,1%) y Educación (+18,1%).

Alcanzado este punto, es importante notar que esta dinámica tuvo lugar sin una disparada del tipo de cambio oficial -que avanzó 20% entre enero y julio, 4 p.p. por encima del nivel general del IPC-, principal motor del precio de los alimentos, y en un contexto de fuertes regulaciones a la suba de algunos bienes básicos (programa de Precios Máximos). En el extremo opuesto, el precio de los servicios privados -educación, salud, peluquería, reparaciones, etc.- es menos sensible a los movimientos del tipo de cambio por tratarse de rubros no transables cuyo principal costo es la mano de obra.

Sin embargo, también es importante notar qué, en los últimos años, la sociedad ha tendido a sofisticar su consumo, hacia bienes con un mayor componente importado y servicios privados, por lo que el histórico carácter regresivo del tipo de cambio en la suba de precios se fue atenuando. A modo de ejemplo, en el segundo semestre de 2019, la inflación afectó más a los hogares de mayores recursos que a los de menores (23% vs 22,1%, respectivamente), aun cuando la suba de precios estuvo impulsada por el salto del dólar (+40%).

En consecuencia, si bien la devaluación tuvo un impacto regresivo hacia el interior de la sociedad, ya que los sectores medios y altos pueden ahorrar, y mayormente lo hacen en divisas, protegiendo su riqueza de los saltos cambiarios, esta característica no se repitió hacia adentro del proceso inflacionario.

Medidas progresivas, ¿medidas insostenibles?

En las últimas semanas, el gobierno adoptó algunas medidas que podrían acentuar el carácter progresivo de la inflación. Sin embargo, no está del todo claro que las mismas sean sostenibles. Por caso, la decisión del Banco Central de que algunas empresas importadoras de bienes “no esenciales”, como ser electrodomésticos y artículos tecnológicos, debieran usar dólares propios para operar, con un impacto directo en su nivel de precios, afecta más a los hogares de mayores recursos, quienes destinan en este tipo de bienes una mayor proporción de su gasto.

En sentido contrario, garantizar “dólares oficiales” para la cadena alimenticia y la compra de medicamentos atenúa las presiones inflacionarias sobre las familias más desprotegidas. En consecuencia, si bien esta medida puede ser negativa desde el punto de vista de la sostenibilidad o los incentivos al crecimiento, es progresiva en términos distributivos.

En igual sentido, el congelamiento en las tarifas de servicios públicos también tiene un componente progresivo en materia de precios: su consumo es ineludible y representa un porcentaje mayor del gasto de los hogares de menores recursos. Por este motivo, más allá de su sostenibilidad o progresividad fiscal -en el primer semestre, los subsidios económicos representaron más de 1% del PBI-, esta decisión tiene un componente igualitario sobre la inflación en el corto plazo. No obstante, si se subsidiara solo a quienes más lo necesitan, esta decisión se volvería más progresiva no solo inflacionariamente, sino también en materia de gasto público.

Ahora bien, el descongelamiento de “Precios Máximos” impactaría más sobre alimentos y bebidas y, por lo tanto, en los hogares de menores recursos. Sin embargo, el esfuerzo fiscal para atenuar los efectos negativos de la pandemia y la cuarentena sobre los hogares de menor poder adquisitivo está compensando parte de esta dinámica regresiva sobre el “bolsillo”. De esta forma, se comprende por qué el consumo masivo es uno de los menos afectados por la crisis actual.

En resumen, gracias a que se adoptaron estas medidas en los últimos meses la brecha de la inflación entre el decil 1 y el decil 10 no fue mayor a lo que efectivamente terminó siendo. Sin embargo, es importante remarcar que, pese a que las políticas atenuaron parte del carácter regresivo de la inflación, su costo económico no es posible de saltear. En consecuencia, habrá que ver qué parte del importante esfuerzo de gasto público que viene realizando el Estado Nacional se sostiene pasada la cuarentena -o, al menos, en qué magnitudes-.

Como resultado, aun cuando el tipo de cambio no se mueva de manera abrupta o no haya un salto de las tarifas de servicios públicos en el corto plazo, no descartamos que el carácter regresivo de la inflación se acentúe en los próximos meses, impactando negativamente en la incipiente reactivación de la economía.

La inflación de alimentos se aceleró en la primera quincena de agosto

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación trepó 2,9% entre la primera quincena de agosto y el mismo período de julio. La aceleración se explicó principalmente por la dinámica de alimentos, bienes para el hogar y alquileres.

El capítulo Alimentos y bebidas creció 3,5% en la primera quincena de agosto (2,1 p.p. por encima de la misma quincena del mes anterior). Consideramos que el descongelamiento de muchos precios máximos, que venían acumulando mayores costos desde el inicio de la pandemia, y el relajamiento de la cuarentena a partir de la segunda mitad de julio fueron los principales factores que explicaron este proceso. Esto implicó que, a diferencia de otros momentos del año, en la primera quincena de agosto el incremento en los precios de los alimentos se de de forma generalizada.

A modo de ejemplo, en enero la inflación del capítulo de Alimentos y bebidas (se ubicó en +5,1% en ese mes) fue traccionada por aumentos puntuales y significativos en determinados bienes. Casi una quinta parte de los productos relevados mostraron incrementos por encima del 10%, a la par que el 60% de los bienes no mostraron subas. A contramano, en la primera quincena de agosto se achicó la proporción de bienes con incrementos superiores al 10%, pero se incrementó la proporción de bienes con aumentos más pequeños: el 85% de los productos relevados mostró subas menores a 10%, generando que únicamente el 10% de los precios de los bienes se mantenga sin incrementos.

Si a esto le sumamos la dinámica de alquileres y bienes para el hogar, se obtiene una marcada aceleración del IPC Núcleo (que excluye bienes y servicios con un componente estacional o regulados por el gobierno), que trepó 3,5% entre quincenas. Esto demuestra que a medida que la cuarentena se va relajando en el AMBA, la inflación subyacente va retornando a niveles previos a la pandemia (por encima del 3%). Se debe destacar que esto sucede incluso en ausencia de aumentos de precios Regulados y paritarias, factores que de activarse podrían continuar acelerando este indicador.

¿Qué esperamos?

A diferencia de julio, cuando la inflación promedió 2,2% en el resto del país vs 1,6% en la región metropolitana (+0,6 p.p. de diferencia), estimamos que la suba de precios será más uniforme durante agosto rozando el 3% a lo largo y ancho del país, especialmente considerando el reciente ajuste en los combustibles en todo el territorio nacional.

En este sentido, la inflación difícilmente vuelva a ubicarse debajo de 2% mensual en lo que queda del año. La magnitud de la aceleración dependerá de las negociaciones paritarias paralizadas durante la cuarentena, el grado de descongelamiento de algunos de precios Regulados como prepagas, servicios de telefonía y combustibles, y la evolución de tipo de cambio y/o restricciones en el mercado oficial.

En particular, esperamos que la inflación alcance una mayor tasa en el último trimestre del año producto del levantamiento de la cuarentena y la reanudación de las paritarias. En este marco, esperamos que la inflación cierre el año en 39% para 2020.

La inflación se mantiene por encima del 2% en el interior del país

El IPC Nacional de INDEC trepó 1,9% en julio, desacelerándose 0,3 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, mostró un incremento del 42,4% i.a. -la menor cifra de los últimos 22 meses- y acumuló una suba del 15,8% en los primeros siete meses del año, representando la menor variación acumulada desde el año 2017 al séptimo mes del año.

En lo que respecta a los capítulos, la mayor evolución la tuvo Equipamiento y mantenimiento del hogar (+3,9%), como consecuencia de las restricciones cambiarias y mayor demanda de bienes y refacciones dentro del hogar. Cabe destacar que el capítulo acumula un incremento del 8,1% entre junio y julio -en comparación al 4,2% que acumula el Nivel general-, dado que, en este periodo, las restricciones para acceder al MULC para determinadas empresas impactaron de lleno en el incremento de precios de determinados bienes importados. Por su parte, se destacaron las subas de los capítulos Recreación y cultura y Prendas de vestir y calzado (ambos con incrementos del 3,3%).   

Analizando a las categorías, el IPC Núcleo creció 2,5% en el mes (+0,6 p.p. en comparación al Nivel general) y acumuló una suba del 17,3% en los primeros siete meses de año. A contramano se ubicaron las otras dos categorías: por un lado, el IPC Estacionales (+0,9%) mostró la variación más baja de los últimos catorce meses, pero acumuló una suba del 29,4% en lo que va del año (+13,6 p.p. por encima del Nivel general). Por otro lado, el IPC Regulados creció 0,5%, acumulando únicamente un incremento del 5,7% en los primeros siete meses del año.

A su vez, cabe destacar que existió una dinámica disímil entre las regiones. Las que se encuentran en una etapa de distanciamiento social exhibieron un avance promedio del 2,2% (en línea con lo observado en junio a nivel nacional). Por su parte, el índice creció 1,6% en GBA, siendo la única región que aún cuenta con restricciones fuertes a la circulación y producción, especialmente considerando que la primera mitad de julio se frenó el relajamiento que se venía dando en las semanas previas. En este sentido, el relevamiento presencial del total nacional se redujo a un 25,8% en julio (mientras que en junio había sido del 58,7%). Cabe destacar que imputándole el promedio del incremento del Nivel general de las otras regiones a GBA, la inflación hubiese mostrado un aumento del 2,2%.

¿Qué esperamos?

De cara al futuro, esperamos que la inflación se acelere en los últimos cinco meses del año y cierre en torno al 39% en 2020. Si bien se desactivaron dos de los principales drivers inflacionarios -las negociaciones salariales se mantendrán postergadas en un contexto de empleos en riesgo y las tarifas de servicios públicos continuarán congeladas-, tanto el tipo de cambio oficial como la brecha cambiaria actuarán como dinamizadores principales.

Además, esperamos una aceleración del capítulo Alimentos y bebidas no alcohólicas, dado que en base a nuestros relevamientos, observamos aceleraciones significativas en la última parte de julio, efecto que se verá plenamente en el próximo mes. Por su parte, en los próximos meses podríamos ver aceleraciones de servicios telefónicos y combustibles, que dinamizarán a los precios regulados.

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación se aceleró en julio

¿Cómo fue la inflación en julio?

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación fue del 2,1% en julio, acelerándose 0,4 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, acumuló 16% en los primeros siete meses del año (8,7 p.p. menos que en el acumulado de 2019) y 43,3% en relación con igual mes del año pasado.

En lo que respecta a los capítulos, la dinámica más elevada la tuvo Esparcimiento (+3,4%), acumulando una suba del 22,3% en lo que va del año (6,4 p.p. por encima del Nivel general), como consecuencia de subas importantes en equipos electrónicos. Por su parte, Indumentaria creció 2,3% y ya lleva acumulada una suba del 20,1% en los primeros siete meses, 4,1 p.p. por encima del Nivel general.

Otro capítulo que evolucionó por encima de la inflación fue Alimentos y bebidas (+2,3%), destacándose subas de carnes, huevos y panificados. Cabe destacar que mostró una aceleración de 1,4 p.p. respecto al mes anterior, producto de una significativa aceleración en la segunda quincena del mes, como consecuencia, en parte, de la suba pactada de los Precios máximos que impactó sobre determinados productos. De este modo, el capítulo acumuló un incremento del 20,2% en lo que va del año (4,2 p.p. por encima de la inflación).

Analizando a las categorías, la dinámica más elevada la tuvo el IPC Núcleo (+2,8%), ubicándose 0,6 p.p. por encima del Nivel general con una interanual del 50,7%. Por su parte, el IPC Estacionales creció 1,9% con un crecimiento del 58,8% i.a., ubicándose 0,2 p.p. por debajo del Nivel general gracias a la desinflación observada en frutas. Por último, el IPC Regulados creció 0,5% y 58,8% i.a., ubicándose 1,7 p.p. por debajo del Nivel general y creciendo por debajo de las otras dos categorías por 14 meses consecutivos.

¿Qué esperamos?

Por un lado, considerando que el IPC Núcleo se aceleró notablemente en la última quincena de julio, esperamos que este impacto se vea plenamente en agosto. Por otra parte, teniendo en cuenta que los precios regulados continuarán con una dinámica reducida en lo que resta del año y las negociaciones salariales no se reanudarán hasta que ingresemos en una nueva normalidad, el principal driver que explicará la dinámica inflacionaria en los últimos cinco meses será el dólar.

Por un lado, el arreglo de la renegociación de la deuda permitirá relajar el panorama financiero en el corto plazo, lo cual podría dar cierto alivio a las cotizaciones paralelas en la medida que se despeje la incertidumbre. De todas formas, considerando que la brecha cambiaria continúa en niveles elevados junto con un cepo que impide el normal funcionamiento del aparato productivo, creemos que el arreglo de la deuda no alcanzará para evitar que existan presiones sobre la cotización oficial en lo que resta del año. En este sentido, una relajación del cepo cambiario implicaría que la cotización oficial comience a corregirse sin presentar saltos bruscos.

En este marco, esperamos que la inflación empezará a acelerarse mes a mes en lo que resta del año y se ubicará en torno al 40% en 2020.

¿Fin de la desaceleración?

¿Cómo fue la inflación en junio?

Según el INDEC, la inflación alcanzó el 2,2% en junio, acelerándose 0,7 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, acumuló un 5,4% en el segundo trimestre del año -lo cual representó la variación más baja desde el tercer trimestre del 2017-; 13,6% en el primer semestre y una interanual que se ubicó en 42,8%.

En lo que respecta a los capítulos, la dinámica más elevada la tuvo Prendas de vestir y calzado (6,6%). A su vez, existieron fuertes incrementos de electrodomésticos, equipos de telefonía y otros equipos durables que explicaron la elevada dinámica de los capítulos de Recreación y cultura (+4,2%) y Equipamiento y mantenimiento del hogar (+4,1%). El endurecimiento de las restricciones cambiarias a finales de mayo puede explicar gran parte de la evolución de estos capítulos en el mes, ya que la prohibición de acceder al MULC para importar bienes llevó a que algunas empresas comiencen a valuar sus costos de importación a las cotizaciones paralelas.

Por su parte, en lo que respecta a las categorías, el IPC Estacionales fue la que mostró el mayor incremento (+4,8%) -producto de lo observado en el capítulo de indumentaria- y acumuló un 28,2% en los primeros seis meses del año (+14,6 p.p. respecto al acumulado del Nivel general).  Por otro lado, el IPC Núcleo exhibió un incremento del 2,3% y acumuló un aumento del 14,4% en el primer semestre, levemente por encima del acumulado del Nivel general. Por último, el IPC Regulados continúo mostrando una dinámica acotada (+0,7%) y acumuló únicamente una suba del 5,2% en los primeros seis meses, 8,4 p.p. por debajo de la inflación.

¿Cómo siguió la dinámica en julio?

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación trepó 1,6% en la primera quincena de julio respecto al mismo periodo del mes anterior. El incremento de las restricciones a la circulación en el AMBA ayudaría a que el aumento de precios se mantenga contenido en lo que resta del mes, cerrando levemente por debajo del 2% en julio.

De todas maneras, cabe destacar que podría exacerbarse la diferencia inflacionaria registrada entre el GBA y otras regiones del país que ya se encuentran en una etapa de distanciamiento social. Por este motivo, esperamos que la dinámica reducida en el IPC GBA no sea la misma para el IPC Nacional, y, por lo tanto, la inflación para todo el país exhiba un incremento similar al observado en junio.

¿Cómo cerrará el año?

Para el segundo semestre del año, a pesar de que los servicios públicos continuarán congelados y las presiones salariales aparecerán -si es que lo hacen- al final del 2020, creemos que podrían existir factores que traccionen la inflación al alza. Por un lado, el gobierno autorizó una suba de precios máximos de entre el 2% y 4,5%, lo cual podría implicar un mayor dinamismo sobre algunos bienes esenciales en el corto plazo.

Por su parte, en la medida que las restricciones cambiarias no se relajen, las decisiones de precios sobre algunos bienes podrían basarse en mayor medida sobre las cotizaciones paralelas, dinamizando al proceso inflacionario. A su vez, la dilatación de la renegociación de la deuda generará presiones adicionales en la medida que un posible incremento de la brecha cambiaria aumente las expectativas de devaluación.

Por último, cuando todo el país comience a ingresar a una nueva normalidad y la demanda agregada empiece a recuperarse, el excedente inyectado de liquidez podría generar presiones en el mercado cambiario si el BCRA no toma las medidas correspondientes para terminar de absorberlo. En este marco, considerando que podrían existir presiones en lo que queda del año, esperamos que la inflación cierre en torno al 41% en 2020.

Segundo trimestre con desinflación

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación alcanzó el 1,7% en junio, acelerándose 0,2 p.p. respecto al mes anterior. Además, acumuló 5,2% en el segundo trimestre del año -la variación más baja desde el tercer trimestre de 2017- y creció 43,6% en la comparación interanual.

Se destacó la dinámica de Alimentos y bebidas (+0,9%), que exhibió la evolución más baja para el IPC GBA Ecolatina desde septiembre de 2015. Sin embargo, el capítulo acumuló una suba de 17,5% en el primer semestre del año (4 p.p. más que el Nivel general) y de 49,6% respecto al mismo mes del año anterior. Vale aclarar que en la segunda quincena de junio se reincorporó la información de comercios de cercanía (que se habían dejado de relevar en la etapa más estricta de la cuarentena) mejorando la estimación del capítulo.

Por otra parte, la nueva restricción cambiaria implementada por el BCRA a fines de mayo, en la cual se les prohibió a algunas empresas acceder al mercado de divisas oficial para importar bienes, propició significativos aumentos en algunos bienes en junio. En este sentido, el capítulo con mayor dinamismo fue Esparcimiento (+5,4%, 2,8 p.p. más que el mes anterior), donde se destacaron las subas de equipos y elementos electrónicos y juguetes.

En lo que respecta a las categorías, el IPC Core creció 2,1%, acumuló una suba del 15,6% y se ubicó en 49,8% en la comparación interanual, levemente por encima de lo observado en el Nivel general.  Por su parte, el IPC Estacionales creció 1,4% -casi en su totalidad explicado por los aumentos de frutas e indumentaria-, acumuló una suba de 19,1% en los primeros seis meses (5,5 p.p. por encima del Nivel general) y creció 64,6% i.a. Por último, el IPC Regulados fue la categoría que siguió mostrando la menor evolución (+0,6%), acumulando únicamente 6,4% en el primer semestre del año junto a un aumento del 23,3% i.a.

¿Qué proyectamos?

Con tarifas congeladas en lo que queda del año y paritarias que no se reanudarán en el corto plazo, el principal driver que explicará la dinámica inflacionaria en el segundo semestre será el tipo de cambio.

Por un lado, la dinámica de la cotización oficial dependerá de en qué cuantía ayuden las nuevas restricciones cambiarias para evitar una depreciación del Peso en el corto plazo. De todas formas, las nuevas restricciones podrían tener un impacto inflacionario, en la medida que las cotizaciones paralelas se tornen más relevantes para tomar decisiones de precios. Por su parte, la dilatación de la renegociación de la deuda podría traer presiones adicionales, por medio de un incremento de la brecha cambiaria que acelere las expectativas de devaluación.

A su vez, aún faltan especificaciones por parte del BCRA sobre qué se hará con el excedente inyectado de liquidez, pero tampoco se sabe cuál será el pass through en el corto plazo, en un contexto de desplome de demanda agregada tan grande y alargamiento de las restricciones a la circulación. En este marco, considerando que podrían existir presiones en lo que queda del año, esperamos que la inflación cierre en torno al 40-45% en 2020.

La inflación se mantendrá por debajo de 2% en junio

El IPC GBA Ecolatina trepó 1,6% entre la primera quincena de Junio y el mismo período de mayo. El acotado incremento de los precios de los alimentos (+0,5%) ayudó a contener la suba de precios en lo que va del mes.

Estimamos que el Índice de Precios al Consumidor Nacional no superará el 2% en junio 2020, acumulando una suba inferior al 5% en el segundo trimestre del año. Este es el menor valor para un trimestre desde el tercer trimestre de 2016, cuando la vuelta atras de los aumentos de gas contuvo el avance del índice.

Como resultado, el nivel de precios acumulará un alza del 13% en el primer semestre del año. La significativa desaceleración de la inflación responde más a la pandemia/cuarentena, que trastocó las decisiones de todos los agentes de la economía, que a la política antiinflacionaria. De hecho, la dificultad para captar la dinámica de muchos precios (especialmente servicios privados) vuelve al índice menos representativo, dejando -posiblemente- “inflación a cuenta” para la nueva normalidad.

Además, si bien se desactivaron presiones inflacionarias vía salarios (por la crisis la prioridad es mantener el empleo, no recomponer salarios) y tarifas de servicios públicos (el incremento de los subsidios económicos tiene un impacto acotado), la creciente emisión para financiar el déficit fiscal incrementó las expectativas de devaluación.

Por último, para evitar un salto del tipo de cambio oficial y preservar las reservas, el BCRA bloqueo el acceso al MULC a algunas empresas a la hora de importar bienes no esenciales, haciendo que la brecha cambiaria sea más relevante a la hora de la formación de precios.

Lorenzo Sigaut Gravina, director de Ecolatina, anticipó que “la desaceleración de la inflación observada en los últimos meses tenderá a revertirse a medida que se levante la cuarentena. El despertar de diversos precios gracias a la finalización de las restricciones, el encarecimiento de costos por los protocolos sanitarios que impone la “nueva normalidad”, la presión cambiaria latente por la creciente emisión para financiar al fisco, la mayor injerencia de la brecha en la formación de precios producto del endurecimiento del cepo y la reanudación de las paritarias, acelerarán la inflación en la segunda mitad del año”.

Ecolatina proyecta una inflación de 45% en 2020.

 

Alimentos y bebidas con la menor dinámica en más de dos años

¿Cómo evolucionó la inflación en mayo?

Según el INDEC, la inflación en mayo fue del 1,5%. De esta manera, acumuló una suba del 11,1% en los primeros cinco meses del año con una variación interanual que se ubicó en 43,4% i.a., la más baja desde septiembre de 2018.

A nivel capítulos, la mayor dinámica se observó en Prendas de vestir y calzado (+7,5%). Esto correspondió a factores estacionales por cambios de temporada, tanto en los comercios que comenzaron a retomar sus actividades como en los que continuaron operando de manera online. A su vez, observamos que la variación fue heterogénea en las distintas regiones: en GBA, por ejemplo, explicó la mitad de la variación del índice. Además, si sacamos la dinámica del capítulo, la inflación se hubiese ubicado en la zona del 1%.

Por su parte, la variación de Equipamiento y funcionamiento del hogar (+2,5%) correspondió a la suba de los salarios de trabajadores de casas particulares y de bienes no durables para el hogar. La misma variación mensual registró Recreación y cultura (+2,5%), aunque es un dato poco representativo ya que solo corresponde solo a los precios de bienes y servicios que pudieron operar durante el mes.

Por otro lado, cabe destacar la desaceleración de Alimentos y bebidas no alcohólicas (+0,7%), que alcanzó la variación más baja desde diciembre de 2017. Además, exhibió una disminución de 2,5 p.p. respecto al mes anterior y se ubicó 0,8 p.p. por debajo del Nivel general. Sobresalieron las bajas en frutas, bebidas y carnes que incidieron negativamente en algunas regiones y compensaron las subas de, principalmente, productos lácteos y verduras. La baja significativa es posible relacionarla a la relativa estabilidad del tipo de cambio oficial, sumado a que el capítulo acumulaba cuatro meses con una dinámica por encima del Nivel general, algo que no es sostenible en el tiempo. Por este último motivo, el capítulo acumula una variación interanual de 49,6%, todavía por encima de la inflación (+6,2 p.p.).

 En lo que respecta a las categorías, el IPC Regulados mostró una caída de 0,1% en el mes, producto principalmente de la reducción observada en el capítulo de Educación (-0,4%). Por su parte, el IPC Estacionales mostró una suba del 4,7%, explicado principalmente por la suba de indumentaria. Por último, el IPC Núcleo mostró una variación del 1,6%, 0,1 p.p. por encima del Nivel general.

Dado que en mayo comenzaron a levantarse restricciones en determinadas provincias, y que el INDEC incrementó las modalidades de relevamiento no presencial, fue posible relevar una mayor cantidad de precios respecto a lo observado a abril. En este sentido, fue posible relevar un 96,7% de los informantes abiertos del total de la muestra (en comparación al 77,5% de abril).

¿Qué esperamos?

A partir del mes de junio, muchas provincias entraron en la etapa de distanciamiento social obligatorio, retomando las actividades con estrictos protocolos. En este sentido, prevemos que podríamos observar una dinámica disímil en las distintas regiones, con aumentos más pronunciados en las provincias que se encuentran volviendo a la normalidad.

Por otra parte, el impedimento del BCRA a empresas que poseen activos líquidos en dólares para acceder al mercado oficial para importar bienes, ya está teniendo un impacto en muchos bienes cuyo costo de reposición es incierto. En la medida que esta dinámica se generalice, podría presionar la inflación en junio y los meses venideros.

Teniendo en cuenta las posibles presiones en tipo de cambio producto de una dilatación en la renegociación de la deuda y la falta de precisiones acerca de la intervención de la autoridad monetaria post-cuarentena, prevemos que la inflación se ubicará en la zona del 46% en 2020.

Desaceleración inflacionaria, ¿transitoria o permanente?

En la última década, la inflación se ubicó sistemáticamente por encima del 20% anual, volviéndose parte de la vida cotidiana y anclándose en la formación de expectativas de los agentes económicos. De esta forma, se volvió normal que algunos precios subieran porque otros habían subido antes: aun cuando no hubiera factores puntuales que la explicaran, la inflación persistía. Como resultado, la misma se tornó más resiliente y difícil de desarmar.

Para atenuar esta “inercia inflacionaria”, Alberto Fernández asumió con el objetivo de concertar un acuerdo de precios y salarios que quedó trunco por la pandemia. Sin embargo, la cuarentena funcionó como política antiinflacionaria, aunque de manera poco tradicional y deseable: tras más de dos años, la suba de precios perforó el 2% mensual en abril y mayo. ¿Es sostenible esta nueva dinámica? ¿llegó para quedarse o solo durará lo que las restricciones?

Corresponde analizar los múltiples factores que hacen al proceso inflacionario para encontrar una respuesta. La suba de precios cederá de manera persistente solo si todos estos motores se apagan.

Vayamos primero entonces por aquellos que permiten avizorar cierto optimismo. En este sentido, destacan los precios regulados: tras acumular una suba del 130% entre 2018 y 2019, los mismos treparon cerca de 5% entre enero y mayo de 2020, menos de la mitad que el componente Núcleo del IPC Nacional del INDEC. El derrumbe de los precios del petróleo y la delicada situación social que dejará la cuarentena inducen a pensar que su dinámica seguiría acotada en los próximos meses. Por lo tanto, no tendríamos mayores presiones por esta vía en el corto plazo.

Por otra parte, en un año “normal”, la mayoría de las paritarias tienen lugar entre marzo y junio, sumando presiones adicionales a la inflación, a través de la suba del costo laboral. Sin embargo, por razones obvias, en 2020 no se están llevando a cabo. Más aún, muchos gremios están negociando bajas de salarios o pagos en cuotas a cambio de estabilidad de los puestos de trabajo. En consecuencia, estas presiones todavía no aparecieron.

Aunque el aumento de desempleo y la profundización de la recesión atenuarían las demandas de recomposición del poder adquisitivo de los trabajadores, las actualizaciones salariales probablemente tendrán lugar una vez superada la pandemia. Por lo tanto, la cuarentena pospuso y aminoró las tensiones provenientes del frente salarial, pero no las eliminó.

En otro orden, las restricciones propias del aislamiento y su división entre actividades esenciales y no esenciales alteraron el set de precios relativos. Por caso, la suba de alimentos se ubicó cómodamente por encima del nivel general, a pesar de los precios máximos introducidos por el Ejecutivo. A contramano, rubros como Esparcimiento o Educación, que operan con importantes obstáculos o directamente no lo hacen, quedaron rezagados. Asimismo, rubros como Comunicaciones o Medicamentos mostraron evoluciones negativas en los últimos meses, producto de disposiciones oficiales. Buena parte de estas dinámicas particulares quedarían atrás una vez pasada la cuarentena, por lo que el cambio en el set de precios relativos sería acotado. De hecho, esperamos que los precios de los rubros no esenciales muestren un mayor dinamismo en el segundo semestre, sumando argumentos a favor de una aceleración inflacionaria.

En este sentido, cabe destacar que es probable que la suba de precios del Área Metropolitana de Buenos Aires (IPC GBA) quede rezagada en relación con el resto del país en mayo y junio. La apertura de la cuarentena por regiones provocará que el índice Nacional promedie las situaciones heterogéneas que convivirán en las distintas zonas del país.

Volviendo a los componentes del proceso inflacionario, vale destacar que la cuarentena disparó el gasto primario y desplomó la recaudación del Sector Público Nacional (la dinámica es similar aunque menos intensa a nivel provincial), provocando un mayor rojo fiscal. Dado que los mercados de crédito en pesos y dólares no convalidan un mayor endeudamiento del Tesoro Nacional, éste se está financiando con emisión monetaria. De hecho, la asistencia del Banco Central al Tesoro alcanzó los ARS 740.000 millones en abril y mayo, acumulando casi 3% del PBI. Este exceso de liquidez y la incertidumbre propia de la economía argentina, aumentada por el Coronavirus y la negociación de la deuda pública, impulsaron la demanda de dólares paralelos, elevando la brecha cambiaria de 40% a 80% entre mediados de marzo y mayo.

Las crecientes expectativas de depreciación del dólar oficial redujeron la oferta e impulsaron la demanda de divisas en el Mercado Único Libre de Cambios (MULC). Para evitar que dicha presión generara un salto del dólar oficial, y en consecuencia de la inflación, la autoridad monetaria vendió casi USD 1.500 millones de Reservas desde el 15 de abril.

Como resultado, las Reservas netas perforaron USD 10.000 millones a fines de mayo, forzando al Banco Central a endurecer el cepo cambiario. Desde entonces, aquellas firmas que tengan “activos líquidos en moneda extranjera” o hayan cancelado deudas con proveedores externos en lo que va de 2020 no podrán comprar divisas oficiales para importar. Asimismo, se extendió la prohibición de acceso al MULC a aquellas empresas que hubieran vendido títulos valores en moneda extranjera (realizado contado con liquidación o dólar MEP) en los últimos 90 días.

Si bien esta medida evitó la devaluación del dólar oficial en el corto plazo, también le restó relevancia para la formación de precios. Cuantas menores sean las posibilidades de acceder al MULC, mayor será el impacto de las cotizaciones paralelas en las importaciones y, por ende, en el nivel de precios. Por lo tanto, esta medida tendría un efecto inflacionario en el corto plazo. Ahora bien, si esta prohibición de operar en el MULC fuera percibida más como transitoria que como permanente, se podrían postergar la importación y/o las ventas de bienes provenientes del exterior, a la espera de definiciones sobre el costo de reposición (¿al dólar oficial o al financiero?). En este caso, tendría un mayor impacto sobre la actividad que sobre los precios. De todas maneras, lo más probable es que el resultado sea una combinación de ambos efectos: menores importaciones y más inflación.

En resumen, se acumulan argumentos como para sostener que la baja de la inflación será más transitoria que permanente y que la misma volvería a los niveles pre-cuarentena, o incluso los superaría, una vez pasadas las restricciones. Paritarias que se desarrollarán algunos meses más tarde de lo usual y la mayor importancia del dólar paralelo para la formación de precios serán las claves de esta dinámica. En este marco, proyectamos que la inflación superaría el 45% en 2020, de modo que la inercia entraría tan viva a 2021 como durante los últimos diez años.

La inflación, también en stand by

El IPC GBA Ecolatina avanzó 1,5% en mayo, ubicándose en el nivel más bajo desde septiembre de 2017. De esta manera, acumuló 11,6% en los primeros cinco meses del año y 45% en los últimos doce meses.

Lo destacable es que esta nueva desaceleración fue de la mano de Alimentos y bebidas, que también mostró una variación del 1,5%, 1,3 p.p. por debajo del mes de abril. De todas formas, ya exhibe un avance de 16,4% en el año, 4,8 p.p. por encima del Nivel general. Haciendo una comparación respecto a otros años, el capítulo en 2018 acumulaba 10,9% (-1,2 p.p. por debajo del Nivel general) y en 2019 17,6% (pero ubicándose también por debajo de la evolución de la inflación, -1 p.p.)

A nivel categorías, la mayor dinámica la continuó teniendo el IPC Estacionales (+2,6%)–producto de subas en indumentaria y verduras- que, de todas maneras, se desaceleró más de 2 p.p. respecto al mes anterior. Por su parte, el IPC Núcleo mostró una variación del 1,7%, levemente por encima del Nivel general (+0,2 p.p.). El IPC Regulados (+0,7%) acumula doce meses consecutivos mostrando una dinámica menor al resto de los componentes, coincidiendo con el congelamiento de las tarifas al inicio del segundo semestre de 2019.

¿Pronto se acelerará la inflación?

La inflación también está en cuarentena. En las próximas semanas, podrían aparecer presiones al alza de los precios en la medida que la economía vuelva a cierta normalidad, especialmente en el caso de los bienes y servicios no esenciales. Además, las recientes medidas adoptadas por el Banco Central que impide la compra de dólares a empresas que adelantaron importaciones encareció el costo de reposición de bienes importados, impactando directamente en el nivel de precios.

Al mismo tiempo, la emisión necesaria para financiar el esfuerzo fiscal durante la cuarentena será relevante a la hora de analizar la dinámica inflacionaria en la medida que no se absorban los pesos una vez abandonada el aislamiento. De esta manera, esperamos que la inflación cierre el año en torno al 46,5% en 2020.