La inflación del primer trimestre será mayor al 10%

El IPC GBA Ecolatina trepó 3,4% en febrero, desacelerándose 0,3 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, este indicador mostró un acumulado de 7,3% en el primer bimestre del año (+2,1 p.p. por encima del primer bimestre de 2020) y exhibió una variación de 38,0% en la comparación interanual.

En lo que respecta a los capítulos, Esparcimiento (+6,1%) mostró la mayor evolución en el mes, con una variación de 45% i.a. (7 p.p. por encima del nivel general). Por su parte, Alimentos y bebidas creció 4,1%, desacelerándose 1,6 p.p. respecto al mes anterior. En este sentido, resaltó que el precio de la carne se desaceleró en comparación a enero, pero los precios de los bienes de consumo masivo (como panes, arroz, leche, quesos, entre otros) traccionaron la suba del capítulo.

En esta línea, el IPC de Consumo Masivo creció 3,3% en el mes, acelerándose 2,4 p.p. respecto a enero, mientras que el IPC Core no regulado subió 4,1%. En este sentido, el IPC Core trepó 4,0% en febrero, mostrando la fuerte inercia que posee el proceso inflacionario. Por último, el IPC Estacionales y el IPC Regulados crecieron 3,8% y 1,5%, respectivamente.

En el próximo mes la inflación no exhibirá una desaceleración. A la elevada dinámica que tienen los bienes y servicios que componen el IPC núcleo -que hace cinco meses consecutivos se encuentra por encima del 3%- se le sumará las subas estacionales propias de marzo de colegios e indumentaria, la actualización de prepagas, telecomunicaciones y los pautados aumentos en la tarifa de subte y taxi y la elevada dinámica de los precios. En este marco, esperamos que el primer trimestre del año cierre con una inflación en torno al 11,5% (ubicándose 3,7 p.p. por encima del primer trimestre de 2020 y solo 0,3 p.p. por debajo del mismo trimestre de 2019, año donde la inflación cerró en 54% anual).

Con estos números, la inflación mensual promedio entre abril y diciembre debería ser de 1,7% para alcanzar la meta del Ejecutivo exhibida en el Presupuesto de 2021 (29,0% de inflación anual). En este sentido, pareciera que anclar al tipo de cambio oficial será una de las principales herramientas que utilizará el gobierno para intentar desacelerar a la inflación, principalmente durante la previa electoral. A su vez, no hay que descartar que se apliquen controles de precios más duros y una continuidad del congelamiento de tarifas de servicios públicos para los usuarios residenciales, al menos hasta pasados los comicios.

A pesar de esto, los precios de los bienes y servicios que componen al IPC núcleo sin regulaciones continuarán con una dinámica elevada en los próximos meses, a la par que las negociaciones paritarias -luego de 3 años consecutivos de caída del salario real- actuarán como driver adicional. En este marco, la estrategia oficial podría lograr una relativa calma inflacionaria en los meses previos a las elecciones, pero no alcanzará para que la inflación se ubique por debajo del 40% en 2021.

La inflación se desacelerará en febrero pero no perforaría el 3%

El IPC GBA Ecolatina trepó 3,6% entre la primera quincena de febrero y el mismo período de enero. La desaceleración respecto a enero (4%) del Nivel General no se trasladó al IPC Núcleo, que se mantiene en 4% y refleja la fuerte inercia del proceso inflacionario.

Vale destacar que, si bien la carne vacuna cerraría el mes creciendo a un ritmo similar al del resto de los precios, se espera un mayor dinamismo de bienes de consumo masivo, a diferencia de lo ocurrido en los últimos meses.

Esta tendencia se sostendría durante la segunda parte de febrero, que cerraría con una inflación en torno del 3,3%. Sin embargo, la estacionalidad propia de marzo (educación, indumentaria, por ejemplo), así como ajustes en prepagas, combustibles y posible actualización de tarifas, le pondrían un piso elevado al tercer mes del año llevando la inflación acumulada del primer trimestre del año a superar 10%. En este contexto, atrasar el tipo de cambio oficial se perfila como la principal arma del gobierno para contener la suba de precios en la previa a la “temporada alta” de negociaciones paritarias.

Lorenzo Sigaut Gravina, director de Ecolatina, anticipó que “la aceleración de la inflación, más marcada aún en el sensible rubro alimentos y bebidas, ha generado una reacción dual del gobierno. Por un lado, insistir en la estrategia fútil de controles de precios. Por el otro, comenzar a utilizar el tipo de cambio oficial como ancla para contener la suba de precios de los productos transables. Esta riesgosa estrategia -podría alterar la frágil calma cambiaria alcanzada- moderaría la suba de precios en el corto plazo, ayudando a encauzar las próximas negociaciones paritarias. No obstante, lograr que la mayoría de los acuerdos cierren en torno a la intención oficial del 30% en un año electoral no será nada sencillo: el salario real cayó por tercer año consecutivo en 2020 y la suba de precios superaría 10% durante el primer trimestre del año.

Ecolatina prevé que la inflación sea de 43% en 2021.

La inflación se mantuvo en 4% durante enero

La inflación nacional fue de 4% en el primer mes de 2021 y de esta forma el avance de los precios fue de 38,5% en los últimos doce meses, acelerándose significativamente respeto al 35,8% interanual alcanzado en Noviembre 2020. A diferencia de lo que venía ocurriendo hace más de un año, los precios de bienes y servicios Regulados traccionaron la suba del mes (+5,1%) como resultado de incrementos en combustibles y servicio telefónico. Los precios Estacionales crecieron 3% y el IPC Núcleo avanzó 3,9%, en línea con la dinámica de los últimos meses y evidenciando la fuerte inercia que tomó el proceso inflacionario junto con las menores restricciones a la movilidad.

A nivel capítulos, lo más destacado es el aumento en Comunicaciones (15%) y en Restaurantes y hoteles (5,4%). Sin embargo, lo más significativo fue el avance de Alimentos y Bebidas no Alcohólicas (4,8%, +42,3% interanual), que explicó más de un tercio de la variación del mes.

En este sentido, excluyendo a los alimentos del cálculo, el índice habría mostrado un incremento de 3,7%. A excepción de lo sucedido en noviembre, el desacople entre el precio de los alimentos y el resto de los bienes y servicios se fortalece desde agosto pasado. Esta dinámica no solo responde al comportamiento estacional de frutas y verduras y al incremento en la carne durante las últimas semanas sino que también está vinculado a un mayor ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial, a una flexibilización del programa de precios máximos y cierta presión en los precios internacionales.

Este tema sensible de cara al año electoral hizo que el gobierno ya ponga la lupa sobre el mismo. La amenaza de controles más duros (que también podrían alcanzar a las exportaciones) y declaraciones oficiales que sugieren una menor depreciación del tipo de cambio demuestran la preocupación oficial sobre el tema. Tras dos meses de subas mensuales del 4% (60% anualizado) el Ejecutivo está implementando un mix de medidas para frenar la inflación: búsqueda de acuerdo de precios y salarios, un menor deslizamiento del dólar oficial, subas acotadas de precios regulados (excepto combustibles) y posibles limitantes sobre las exportaciones.

Sin embargo, no será tan sencillo. El resto de los bienes y servicios privados continuarán con aumentos de consideración en los próximos meses. Problemas en la oferta producto de las restricciones en el mercado de cambios y paritarias tras un nuevo año de caída del salario real podrían impulsar al resto del índice en el corto plazo. En este sentido, prevemos que la inflación difícilmente perfore el 3% en el primer cuatrimestre del año.

Si el Ejecutivo puede sostener en el corto plazo la receta del atraso cambiario y tarifario (lo cual no está garantizado por las escasas reservas netas disponibles y la meta de no aumentar el peso de los subsidios a los servicios públicos propuesta en el Presupuesto 2021) podría lograr una desaceleración de la inflación en la previa electoral pero no alcanzaría para que la suba de precios acumule un alza inferior al 40% al cierre del año.

Alimentos y bebidas siguen impulsando a la inflación

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación alcanzó el 3,7% en enero, desacelerándose 0,3 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, la suba de precios exhibió un 36,3% i.a. en el comienzo del año.

En lo que respecta a los capítulos, Alimentos y bebidas fue uno de los que más creció en el mes (+5,7%), ubicándose 2,0 p.p. por encima del Nivel General y exhibiendo una variación de 44,7% i.a. en los últimos doce meses. En este sentido, se destacaron las subas de alimentos frescos, principalmente de carnes, panes y frutas. Por su parte, cabe destacar que se observó mayor dinamismo en determinados bienes de consumo masivo -bebidas alcohólicas, por ejemplo- como consecuencia de la quita de algunos bienes no esenciales del programa, a la par que se destacó la evolución de comidas elaboradas, producto del encarecimiento de los insumos.

En lo que respecta a las categorías, el IPC Core exhibió una variación de 4,1% (+39,6% i.a.) en enero, acelerándose 0,2 p.p. respecto al mes anterior. Por su parte, tanto el IPC Regulados como el IPC Estacionales crecieron 3,0% en el mes (+17,4% i.a. y +69,0% i.a., respectivamente).

Hay varios factores que complicarán que se logre una desaceleración en los próximos meses. Por un lado, si el BCRA decide mantener la depreciación de la cotización oficial en base a la inflación pasada (que ya se encuentra en la zona del 3%-4%), con el objetivo de evitar un atraso real de la moneda, la inercia inflacionaria será mayor. En este marco, difícilmente la suba de precios pueda ubicarse por debajo del 3% promedio mensual en los primeros tres meses de 2021.

A su vez, en un contexto de subas salariales acotadas en el 2020, las negociaciones paritarias actuarían como un driver inflacionario adicional, principalmente en el segundo trimestre de 2021. Sin embargo, es probable que en la previa electoral el gobierno priorice desacelerar la inflación para mejorar el salario real y acelerar la recuperación económica, a través de un menor deslizamiento del tipo de cambio oficial y/o una postergación del ajuste de tarifas de Servicios Públicos.

Para evitar profundizar estas dinámicas, la suba de precios podría volver a la zona del 3%-4% mensual en los últimos meses de 2021, como consecuencia de correcciones que ya no podrían ser postergables -tipo de cambio y tarifas de servicios públicos-. En este marco, esperamos que la inflación se ubique en torno al 45% en 2021, acelerándose casi 10 p.p. respecto a 2020.

La inflación comienza 2021 por encima del 3% mensual

El IPC GBA Ecolatina trepó 3,9% entre la primera quincena de enero y el mismo período de diciembre. Analizando a los capítulos, Alimentos y bebidas mostró una variación por encima del Nivel general (+5,4%), donde se destacaron las subas de carnes, frutas y comidas elaboradas. Por su parte, se destacaron las subas de combustibles, seguros y servicios vinculados al mantenimiento del hogar.

En lo que respecta a las categorías, el IPC Núcleo trepó 4%. Cuando se lo divide en dos grupos -por un lado, los precios que se encuentran regulados mediante el programa de Precios Máximos y por el otro los no controlados- aparece que el IPC de Consumo masivo creció sólo 0,6%, mientras que el IPC Core no controlado subió 5,8%. Por su parte, el IPC Estacionales creció 3,8% y el IPC Regulados 3,0%.

En consecuencia, proyectamos que la suba de precios se ubicará en torno del 3,5% en el primer mes del año. Esto implica una mínima desaceleración respecto a diciembre 2020, pero refleja que la suba de precios persiste en niveles muy elevados (50% anualizado). Si el tipo de cambio sigue ajustando en línea con la inflación pasada, la inercia del proceso inflacionario será aún mayor manteniendo la suba de precios en torno del 3% promedio mensual durante el primer trimestre.

De cara a las elecciones de mitad de término el Ejecutivo intentaría desacelerar la inflación -como ocurrió en otros años impares- acotando la suba de los precios regulados (principalmente tarifas de servicios públicos), reforzando controles/acuerdos de precios, y deslizando a menor ritmo el tipo de cambio oficial. Así, a costa de contener precios relevantes, la inflación podría perforar 3% mensual en los meses previos a las elecciones, permitiéndole a los salarios recuperar parte del terreno perdido.

De esta manera, la inflación en 2021 cerraría en torno a 45%. Esto se corresponde con presiones cambiarias que podrían reaparecer, aumentos tarifarios que serán impostergables al cierre del año y unas negociaciones paritarias que serán más dinámicas que el año pasado, en un contexto sanitario crítico pero que, a diferencia de 2020, no vendría acompañado de fuertes restricciones a la circulación/actividad.

La inflación acumuló 36% en 2020, ¿hasta dónde llegará en 2021?

En diciembre, la inflación nacional fue de 4%, acumulando poco más de 36% en todo 2020. De esta forma, el año cerró con su mayor registro y una inflación mensual anualizada del 60%. El avance del nivel de precios estuvo impulsado por alimentos y bebidas -carnes y frutas-, salud -que contempla el incremento de prepagas- y Recreación y cultura -tras la apertura de nuevas actividades y la temporada de turismo-. De este modo, el IPC Núcleo avanzó casi 5% en diciembre, muy por encima de Regulados (+2,6%), lo que fue una constante durante todo el año, y Estacionales (+1,3%).

En el acumulado anual, sobresalieron los aumentos de Indumentaria (+60%) y Alimentos y Bebidas (+42,5%), algo que preocupa bastante pensando en el carácter regresivo de la inflación. A nivel de categorías, resalta la suba de Estacionales (+64,4%), muy por encima del IPC Núcleo (39,4%) y los precios regulados (+14,8%). Se observa de esta forma cómo el congelamiento tarifario fue importante para desacelerar la suba de precios durante el año pasado, a la par que, en el mismo período, se acumuló un atraso significativo en los precios de la luz, el gas y el agua y en otros precios regulados.

Por su parte, la suba de los precios de los bienes casi duplicó a la de los servicios (+43% y +22%, respectivamente), encadenando, de esta forma, el tercer año consecutivo con esta dinámica. Entre fines de 2019 y de 2017 los bienes habían saltado casi 140%, mientras que los servicios treparon “solo” 110%, producto, esencialmente, del disímil impacto del tipo de cambio en la estructura de costos de ambas canastas. En tanto, en 2020 la diferencia obedeció a las restricciones a la movilidad, que golpearon más a los segundos que a los primeros y al mencionado congelamiento de tarifas de los servicios públicos.

De esta manera, a pesar de la baja de casi 20 p.p. en relación con 2019, la inflación de 2020 dejó presiones latentes. En primer lugar, resalta que las tarifas de servicios públicos no se actualizan hace más de un año y medio y permanecerán congeladas, al menos, hasta marzo, disparando el gasto en subsidios (alcanzó 2,6% del PBI en 2020, trepando 1,0 p.p. respecto del año anterior). Dado que los mercados de crédito siguen cerrados para nuestro país, el gobierno deberá elegir entre un mayor rojo financiado con emisión o mayores correcciones en las tarifas de servicios públicos con un impacto en la inflación de los hogares. Lamentablemente, ambas salidas tienen más contras que pros.

En segundo lugar, destacan los controles de precios en varios alimentos y bebidas. Con estas políticas, el Poder Ejecutivo contuvo varios ajustes en bienes de “consumo masivo”, que subió poco más de 20% en el año, pero generó otro atraso importante, cuya corrección está presionando los precios. De la misma forma que un ajuste de tarifas, un descongelamiento en el precio de los alimentos tendría mayor impacto en los hogares de menores recursos, producto de su inelasticidad de consumo, pero sostener los precios máximos podría generar problemas de abastecimiento. Otra vez, un dilema con más contras que pros.

Por otro lado, aparece la cuestión cambiaria. Por un lado, un salto del dólar oficial aceleraría inevitablemente la inflación. El Banco Central está comprando Reservas desde diciembre y, aunque su poder de fuego sigue en niveles muy bajos, la corrida pareciera haberse relajado. Ahora bien, uno de los factores que relajó las presiones fue el mayor control de importaciones, no con un criterio productivo, sino cambiario. En este sentido, varios artículos “no esenciales” comenzaron a importarse con dólares propios del exterior y muchos otros tienen incertidumbre sobre a qué tipo de cambio lo harán en el futuro. Por lo tanto, estas restricciones también impactan en el nivel de precios, aunque focalizadas en los consumos de los hogares de mayores recursos.

Analizando entonces cómo cerró el 2020 y los atrasos que dejó el año pandémico, podemos dar cuenta que la inflación se acelerará este año. Hasta dónde llegará dependerá, en parte, de las decisiones del gobierno nacional y de cuán efectivas sean las mismas: cuanto se pospondrán la corrección de desequilibrios para llegar con la economía “andando” al período electoral. Asumiendo que no hay un salto cambiario, pero que la brecha sigue alta, y un ajuste de tarifas que permite no expandir el gasto en subsidios durante este año, la inflación cerraría en torno al 45% en 2021.

La inflación se desaceleró en 2020 y acumuló 36%: ¿tomando impulso para 2021?

En diciembre, la inflación mensual alcanzó el 4% según el IPC GBA Ecolatina, su valor más alto del año. De esta manera, la suba de precios rozó 36% en 2020, desacelerándose casi 15 p.p. en relación con el promedio 2018-2019. A priori, este resultado parece positivo.

Sin embargo, al mirar la trayectoria mensual las perspectivas son menos alentadoras: luego de un segundo trimestre pandémico e inéditamente bajo, con un promedio inferior al 2% mensual, este valor pasó al 2,5% mensual entre julio y septiembre para alcanzar 3,5% promedio mensual en el último trimestre del año (más de 50% anualizado). Por lo tanto, tiene sentido preguntarse cuán sostenible será la baja del 2020.

En nuestro país, las últimas aceleraciones inflacionarias coincidieron con períodos de caída del nivel de actividad. En consecuencia, hay que buscar sus razones más por el lado de oferta que de la demanda: los precios aumentan traccionados principalmente por el lado de los costos. Veamos entonces qué pasará con estos 2021.

En primer lugar, vale destacar que la inflación fue muy heterogénea durante el año pasado. Aunque el nivel general de precios aumentó 36%, este valor contiene muchas disparidades en su interior. Por caso, las tarifas de servicios públicos estuvieron congeladas durante todo el 2020, estirando a dieciocho los meses sin ajustes. En la misma línea, el Poder Ejecutivo pospuso varias actualizaciones de prepagas, combustibles y otros precios regulados. Como resultado, el IPC Regulados acumuló una suba de 16% el año pasado, ubicándose 20 p.p. por debajo del nivel general. Aunque esta dinámica perseguía un fin distributivo, alivianar la carga de aquellos consumos esenciales e inelásticos, provocó un atraso que deberá corregirse, agregando presiones a la futura suba de precios.

Siguiendo el mismo objetivo distributivo, la Secretaría de Comercio congeló los precios de varios bienes de consumo masivo durante los peores meses de la pandemia. En este sentido, resalta que el IPC Consumo Masivo, que representa un quinto del nivel general de precios, aumentó solo 21,5% el año pasado, ubicándose 15 p.p. por debajo de la inflación de 2020. De esta forma, se observa cómo el programa de Precios Máximos podría ser víctima de su propio éxito: su efectividad durante el segundo trimestre (aumentos menores al 1% mensual) forzó algunos descongelamientos en el cierre del año (+1,7% promedio mensual) que se acelerarían durante el comienzo de este año producto del atraso (frente a la suba de costos) acumulado.

En sentido contrario, el IPC Core libre, compuesto de la inflación núcleo sin acuerdos de precios, saltó 47% en 2020, triplicando la suba del IPC Regulados y duplicando la del IPC Consumo Masivo. De esta manera, queda en evidencia la dimensión del retraso en ambas canastas, atraso que, inevitablemente, sumará presiones importantes este año. Más preocupante aún, el IPC Estacionales, que representa al 10% restante del nivel general de precios se disparó 70% el año pasado, liderado por frutas (+140%) y verduras (+110%). Si parte del desfasaje de precios relativos acumulados durante 2020 se corrige, la inflación tendrá un piso elevado este año.

Sin embargo, estos no serán los únicos motores inflacionarios de 2021. Por caso, la dinámica salarial también aportará presiones en la materia. En nuestro país, las paritarias suelen desarrollarse durante el segundo trimestre de cada año. Empero, la llegada de la pandemia pospuso estas negociaciones en 2020, trasladándolas para octubre-noviembre. Asimismo, la cuarentena y el sucesivo desplome de la actividad profundizaron la pérdida de puestos de trabajo, moderando esta variable los reclamos salariales. En este marco, las actualizaciones del año pasado fueron magras y, en muchos casos, de suma fija. Por lo tanto, habrá una búsqueda de recomposición del poder adquisitivo que, posiblemente, el Poder Ejecutivo acompañará en este año electoral, en búsqueda de romper la racha negativa de tres años de caída del poder adquisitivo. Aunque estas actualizaciones no alcanzarán para revertir el deterioro acumulado desde 2018, ni siquiera lo perdido en 2020, sí alcanzarán para agregar presiones a una dinámica inflacionaria que arrancó el año en un nivel elevado (3% mensual).

Por último, falta mencionar el motor cambiario. El año pasado, el dólar oficial siguió de cerca a la inflación en la mayoría de los meses -incluso la superó en 5 p.p. en el acumulado anual-, de manera tal de no resignar competitividad, pero fijándole un piso a la suba de precios.

Esta dinámica cambiaria (crawling peg), atada a la inflación reciente, pareciera continuar al inicio del 2021. El problema de deslizar el tipo de cambio en línea a la inflación reciente es que esta última se aceleró al 3,5% mensual al cierre del año pasado, de modo que si el dólar oficial ajustara en igual cuantía le pondría un piso elevado a la suba de precios en el futuro inmediato.

Además, no está garantizado que la calma cambiaria lograda en noviembre y diciembre persista. Por un lado, porque las tensiones políticas hacia el interior del Frente de Todos y la dinámica de marchas y contramarchas respecto de algunas decisiones económicas sembraron incertidumbre, terreno fértil para que reaparezcan las presiones sobre la brecha y las Reservas.

En segunda instancia, porque una segunda ola de Coronavirus y un endurecimiento de la cuarentena volverían a golpear al resultado fiscal, forzando al Banco Central a acelerar la emisión y agravando el desequilibrio del mercado monetario, desequilibrio que en las últimas semanas tendía a normalizarse. Si el exceso de oferta de pesos se re-acentuara, posiblemente también se re-acentuaría el exceso de demanda de dólares, en esta oportunidad con el agravante de que el poder de fuego de la autoridad monetaria está mucho más debilitado que el año pasado: en 2020, las Reservas netas cayeron 65%. En consecuencia, un nuevo shock de emisión podría desembocar en un salto del tipo de cambio oficial, que acelerase aún más la suba de precios.

En síntesis, en la medida que la actividad se recupere, la inflación se acelerará este año. Durante el 2020, y motivado por la pandemia, el Poder Ejecutivo pospuso muchos ajustes de precios regulados, en su búsqueda por atenuar el efecto regresivo de la cuarentena. En igual sentido, limitó las subas en varios bienes de consumo masivo, abaratándolos en términos relativos. Estos congelamientos no se pueden estirar ad infinitum, de modo que sumarán presiones -la discusión al interior de la coalición gobernante es cuánta- a la inflación de este año. Asimismo, las actualizaciones salariales pendientes y un dólar oficial que seguiría subiendo en línea con el nivel general de precios, de mínima, agregarán tensiones en este frente. Como resultado, la inflación alcanzaría 45% (o más) este año, acelerándose casi 10 p.p. en relación con 2020.

Tarifas 2021: ¿minimizar aumento o recomponer precios relativos?

Debido al impacto inflacionario y en la estructura de gasto del Estado, las tarifas de los servicios públicos son un tema relevante para nuestra economía. Además, tienen un costo político importante: Cambiemos suspendió los aumentos previstos para el segundo semestre de 2019, esperando que esto no afectara negativamente su performance electoral. En la misma línea, el Frente de Todos extendió el congelamiento seis meses más a comienzos de su gestión, en pos de controlar la inflación durante el primer semestre de 2020. Luego, la irrupción de la pandemia/cuarentena estiró el congelamiento al resto del año y, recientemente, se agregaron tres meses más, al menos hasta marzo de 2021.

Este último anuncio da cuenta de una situación social que sigue compleja: en los primeros meses de 2021, la recuperación del salario real será esquiva y la inflación no cederá. Además, la posible llegada de una segunda ola de contagios de Covid-19 antes de la vacunación a gran escala, pondría en riesgo la incipiente mejora de la actividad.

Sin embargo, la necesidad de alcanzar una reducción significativa del gasto, en el marco de un acuerdo con el FMI, y de evitar un mayor atraso tarifario que podría desembocar en crecientes dificultades en la segunda parte de la gestión de Alberto Fernández, juegan en favor de una pronta corrección en las tarifas, ya que es posible que menores aumentos representen mayores ajustes mañana. Poner en números esta situación nos permitirá divisar las alternativas que tendrá el gobierno de cara al año electoral.

El último incremento en las tarifas de servicios públicos se remonta al primer semestre de 2019. En todo este tiempo, el avance de los precios tuvo diversos drivers: traslado a precios del salto cambiario post-PASO de 2019, cierto dinamismo de algunos precios regulados (combustibles, comunicaciones, prepagas) y, ya en 2020, un fuerte aumento en productos estacionales -frutas, verduras e indumentaria- junto a subas de bienes no esenciales, más permeables a la creciente brecha cambiaria. De este modo, los precios siguieron trepando a un ritmo elevado, en torno al 3% promedio mensual, acumulando una suba del 80%. En cambio, las tarifas de servicios públicos (luz, gas, agua y transporte) avanzaron al ritmo de 0,5% mensual, acumulando un incremento cercano al 10%.

Si además contemplamos los precios mayoristas y los salarios privados, que son parte de los costos operativos de los servicios públicos, durante el período de vigencia del congelamiento, observamos incrementos del orden del 85% y 67% respectivamente. Ante esta dinámica nominal, el congelamiento implica que el Estado se haga cargo de una porción cada vez mayor de las facturas a pagar por parte de hogares y, en menor medida, firmas. Esto explica la suba de los subsidios económicos, que pasaron de 1,6% del PBI en 2019 a 2,6% del PBI en 2020.

La extensión del congelamiento a marzo continuará presionando sobre los precios relativos y las cuentas públicas. Pensando en lo que pueda ocurrir una vez finalizado el mismo, aparecen dos alternativas con significativas implicancias en la inflación y en el sendero fiscal. Una es sostener el congelamiento tarifario durante todo 2021 y la otra es dar lugar a una recomposición -relativa- de estos precios.

Para analizar el primer caso, nos iremos a diciembre del año que viene: en este momento la inflación y los salarios acumularán un alza superior a 150% desde el último ajuste de tarifas. En este escenario, utilizando la información del IPC GBA Ecolatina el atraso de las tarifas en relación con los servicios privados y los bienes no estaría muy lejos del nivel de fines de 2015. La principal consecuencia será el crecimiento de los subsidios económicos, que superarían 3% del PBI. Por otro lado, la inflación que se evitaría posponiendo la corrección tarifaria podría ser neutralizada si el gasto extra que se usa para sostener los precios “pisados” se financiara con emisión y el exceso de pesos se fuera al dólar, forzando una devaluación.

La segunda alternativa implica el aumento en alguna magnitud de las tarifas en el segundo trimestre del año, ya no muy lejos de las elecciones legislativas. La dificultad radica en encontrar un monto que no agregue presiones adicionales sobre la inflación, pero que frene el avance de los subsidios económicos. Como se observa en el gráfico, el aumento debería ubicarse en torno al 40% para estabilizar el gasto en subsidios en relación al PBI, una magnitud nada despreciable -al momento del aumento, pesa más la suba que el tiempo de congelamiento-.

 

De todos modos, el gobierno parece demorar las decisiones para evaluar cómo inicia en 2021 la dinámica inflacionaria y, fundamentalmente, la velocidad de recuperación de la actividad. Esto también determinará el espacio que tendrán los ingresos laborales para solventar la suba de las tarifas y la capacidad que tenga el gobierno de focalizar los aumentos manteniendo la tarifa social para los sectores más postergados.

Luego del congelamiento de 2019 y 2020, las tarifas deberían subir alrededor de 40% el año que viene para que los subsidios económicos no sigan aumentando como porcentaje del PBI. Se viene un año electoral complejo, donde las tensiones sociales e inflacionarias acumuladas a lo largo de este año tan pandémico como atípico podrían pasar factura. ¿Facturas que se trasladarán a la luz, el gas y el agua?

La inflación rozará 36% en 2020

¿Cómo fue la inflación en noviembre?

Según el INDEC, la inflación alcanzó 3,2% en noviembre, desacelerándose 0,6 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, la suba de precios fue de 30,9% hasta el anteúltimo mes del año y de 35,8% interanual.

En lo que respecta a los capítulos, la variación más alta fue de Equipamiento y mantenimiento del hogar (+3,9%). Le siguieron Salud (+3,7%) y Prendas de vestir y calzado (+3,7%), que ya acumula una suba de 54,7% hasta noviembre.

Por su parte, vale destacar que la diferencia entre la inflación acumulada a noviembre de Bienes (+37,6%) vs. Servicios (+17,5%) alcanzó 20 p.p. Esto responde a que el shock de oferta de la pandemia/cuarentena afectó a los servicios privados y también propició la continuidad del congelamiento de tarifas de los servicios públicos.

Además, se aceleró el IPC Núcleo y alcanzó la variación más alta del año (+3,9%, 0,4 p.p. por encima del mes anterior). En este sentido, la menor evolución del Nivel General fue explicada por la desaceleración del IPC Estacionales que creció 2,0% (-7,6 p.p. respecto a octubre) y el IPC Regulados (+1,2%, 0,3 p.p. por debajo de octubre).

¿Cómo siguió en la primera quincena de diciembre?

El IPC GBA Ecolatina trepó 3,7% entre la primera quincena de diciembre y el mismo período de noviembre. Fue traccionado por el alza de la carne vacuna, a lo que se le sumó una nueva aceleración en frutas y verduras. Además, incrementos en prepagas, indumentaria y algunos bienes no esenciales puntuales (como juguetes, artículos para deporte, libros) aceleraron al nivel general.

En consecuencia, proyectamos que la suba de precios se ubicará entre 3,5%-4% en el último mes del año, cerrando 2020 rozando 36% a nivel nacional. Esto implica un descenso de más de 15 p.p. respecto al dato del año pasado.

El piso inflacionario será del 3% en el cierre del año

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación alcanzó el 3,4% en noviembre, acelerándose 0,2 p.p. respecto a octubre. De esta manera, se ubicó un 35,5% por encima del mismo mes del año anterior, con una variación acumulada que fue del 30,1% a falta de un mes para que termine el 2020.

En lo que respecta a los capítulos, Alimentos y bebidas (+4,3%) mostró la mayor evolución. En este sentido, se aceleró 1,8 p.p. respecto al mes anterior y acumuló una suba del 35,1% hasta noviembre (+5,0 p.p. por encima del Nivel general). La autorización de incrementos de Precios Máximos impactó en la primera quincena del mes, a la par que también se observó una aceleración en carnes, frutas y verduras durante todo noviembre.

Por su parte, resaltó la dinámica de Indumentaria (+3,9%), que ya acumuló una suba del 47,8% hasta noviembre (+17,7 p.p. por encima de la inflación). Le siguieron Vivienda y servicios básicos (+3,1%) dinamizado por alquileres y Equipo y mantenimiento del hogar (+3,1%), donde se destacaron subas de muebles y artefactos para el hogar.

En lo que respecta a las categorías, el IPC Core subió un 3,4%, acelerándose 0,2 p.p. respecto al mes anterior. Cabe destacar que al interior de esta categoría hubo un comportamiento heterogéneo. Por un lado, el IPC compuesto por los precios de los bienes de Consumo masivo creció 2,0% (fundamentalmente por la autorización de incrementos en octubre), mientras que el IPC Core no alcanzado por las regulaciones trepó 3,7%.

Por otro lado, el IPC Estacionales creció notablemente por encima de la inflación (+8,8%) como consecuencia de incrementos en frutas, verduras e indumentaria. Por último, la menor variación continuó de la mano del IPC Regulados (+1,2%), únicamente dinamizado por las subas de combustibles y cigarrillos.

Para el último mes del año difícilmente la inflación se desacelere. El incremento de Prepagas y la quita de algunos productos no esenciales del Programa de Precios Máximos ayudarán a que el piso inflacionario se mantenga en la zona del 3%. Con estos números, proyectamos que la inflación cierre en la zona del 36% en 2020.

Hay que tener en cuenta que la desaceleración de casi 20 p.p. respecto a 2019 esconde varios atrasos de precios relativos. Por un lado, las tarifas de Servicios Públicos llevan más de un año congeladas, a la par que el programa de Precios Máximos generó que los precios de Consumo Masivo se ubiquen sistemáticamente por debajo de la inflación. A su vez, las paritarias fueron prácticamente postergadas y las presiones sobre el tipo de cambio oficial no ceden en un contexto de elevada brecha cambiaria y escasez de reservas.

En este marco, de existir una corrección de los principales drivers inflacionarios en los próximos meses, la inflación en 2021 podría acelerarse rápidamente y retronar a los niveles de 2018-2019.