La recaudación continúa en terreno negativo, a pesar del aporte de las retenciones

¿Cómo comenzó el 2019 en materia de recaudación?

En el primer mes del año, la recaudación tributaria rozó los ARS 364 mil millones, lo que representa una variación de 39% i.a. respecto a enero de 2018. Al descontar la inflación, se observa una baja de 7% i.a., mejorando levemente respecto a diciembre, cuando la caída fue de 8% i.a.
Esta dinámica fue producto de un descenso en los derechos de importación, por el desplome de las compras externas (-21% i.a. deflactado); los aportes y contribuciones a la seguridad social, por la pérdida de poder adquisitivo del salario y de puestos de trabajo registrados (-14% i.a. en términos reales); y el IVA, por la caída en las ventas locales e importadas y una reducción de las alícuotas sobre estas últimas (-9% i.a. sin tener en cuenta la variación de precios). Estos números evidencian el impacto de la parálisis económica sobre la recaudación. Por el contrario, el impuesto a los créditos y débitos creció 1% i.a. deflactado y los derechos de exportación treparon 187% i.a. en términos reales.

¿Qué tributos impulsarán la recaudación este año?

En un escenario en que la economía se recuperará lentamente, el impuesto que más dinamizará la recaudación durante el 2019 serán los derechos de exportación. En septiembre del año pasado se frenó la reducción de las retenciones a la exportación de soja, a la vez que este tributo se amplió (por una suma fija de ARS 3 o ARS 4 por dólar exportado, según el nivel de valor agregado) a la venta de todos los bienes al exterior.
Al igual que en 2002 -luego de la devaluación del peso- las retenciones se introdujeron por la generación de ingresos adicionales por parte de los exportadores, fruto del salto cambiario. La ganancia de competitividad cambiaria y la redistribución favorable a estos sectores, permitieron que el Estado aprovechara esta base imponible aumentada para fortalecer las cuentas públicas. Así, como indica el decreto mediante el cual se reglamentaron, “el nuevo contexto internacional, la necesidad de acelerar la consolidación fiscal, y las recientes alteraciones cambiarias” justifican la medida. En este escenario, los derechos de exportación crecieron 270% i.a. en el último trimestre del 2018 y 327% i.a. en enero de este año.

Esta dinámica será mejor aún desde febrero, ya que empezarán a impactar en la recaudación las retenciones a la exportación de servicios, las cuales se implementan por primera vez en la economía argentina (el tributo alcanzará a la venta de servicios profesionales y software al exterior). Asimismo, debido a la sequía sufrida el año pasado, las exportaciones de la cosecha gruesa (soja, trigo y maíz) tienen una base de comparación muy baja y mostrarán grandes crecimientos en el segundo trimestre, aportando a la recaudación de este impuesto.

¿Cómo evolucionará la recaudación en 2019?

Por un lado, los ingresos por retenciones crecerán, aportando recursos directamente al Estado Nacional (ya que los impuestos al comercio exterior no se coparticipan con las provincias). Además, la modificación del impuesto a los bienes personales y la reincorporación de quienes estaban exentos por el blanqueo de capitales de 2016 (cerca de un tercio de los contribuyentes) podrían hacer que este tributo crezca y mejore los ingresos del Tesoro, a pesar de ser un impuesto coparticipable.
Sin embargo, los otros tributos no seguirán el mismo comportamiento. La recesión moderará el crecimiento del IVA sobre las ventas domésticas, mientras que la reducción de las alícuotas de este impuesto sobre las compras al exterior y su menor volumen disminuirán lo recaudado. Así, el mayor componente de la recaudación impositiva mostrará un magro desempeño. Además, una nueva caída del salario real formal durante este año tendrá como consecuencia que lo obtenido por aportes y contribuciones al sistema de seguridad social también decrezca. Esto incluso podría agravarse, si el nivel de empleo registrado cae.
En conclusión, a pesar de que la modificación del esquema de retenciones da aire a las cuentas públicas, la meta fiscal continúa siendo exigente. Con la recaudación tributaria todavía creciendo a un ritmo menor al de los precios y un 60% de los gastos indexados a la inflación pasada, alcanzar el equilibrio primario se ve difícil.

La meta fiscal fue la única que se cumplió en 2018

¿Cómo terminó el año fiscal?

En el último mes del año, el déficit primario fue de ARS 135.000 millones. De esta forma, el rojo operativo fue 13% mayor que en el mismo mes del año previo, achicándose 23% en términos reales. Este resultado se explica por una suba del gasto de 22% i.a. (-17% i.a. deflactado), desacelerando el avance frente al 35% i.a. de noviembre y una variación de los ingresos de 27% i.a (-14% i.a. tras descontar la suba de precios). Con este dato, y aislando los efectos del blanqueo, los ingresos del Sector Público Nacional acumulan 18 meses consecutivos creciendo a un ritmo mayor que los gastos.

Por su parte, el pago de intereses superó los ARS 57.000 millones, de modo que el déficit financiero alcanzó los ARS 193.000 millones. Así, esta cuenta aumentó 88% i.a. en diciembre (+28% i.a. en términos reales) frente a igual mes de 2017.

El déficit primario cerró 2018 en ARS 339.000 millones (-2,4% del PBI), un 16% menos que el año previo y 23% si se descuentan los ingresos correspondientes al blanqueo. Más aún, dada la elevada inflación, esto significó un fuerte ahorro en 2018: el rojo primario se redujo 45% i.a. en términos reales. Al incluir los gastos relacionados con el Programa de Inversiones Prioritarias (PIP) -es decir, siguiendo la metodología del FMI-, el déficit totalizó ARS 374.000 millones, apenas por debajo del objetivo establecido en el acuerdo stand-by (ARS 378.000 millones). De esta manera, se alcanzó la meta fiscal con lo justo, lo que habilita los desembolsos del FMI del primer trimestre de este año.

Por su parte, el pago de intereses acumuló ARS 389.000 millones el año pasado, mostrando un aumento de 73% i.a. frente a 2017. De este modo, el rojo financiero pasó de 6,0% del PBI en 2017 a 5,2% en 2018 (5,4% con PIP).

¿Qué explicó la mejora del déficit en 2018?

El déficit primario se redujo a la mitad en términos reales durante el año pasado, marcando un ahorro de 1,4 p.p. del PBI. Este comportamiento respondió a una caída del gasto, ya que los ingresos de la administración nacional disminuyeron en el agregado, producto del deterioro de la actividad y la desaparición de recursos por el blanqueo de capitales. Sin embargo, el comportamiento de los ingresos fue heterogéneo: por caso, los derechos de exportación y las rentas de propiedad sumaron 0,8 p.p. del PBI extra, pero los aportes y contribuciones a la seguridad social cayeron 0,4 p.p. motivados por la contracción de la masa salarial formal.

Las erogaciones primarias se recortaron en 1,8 p.p. del PBI, concentrando toda la mejoría del balance operativo. Los ajustes se vieron tanto en el consumo público como en la inversión. Esto último puede advertirse en los gastos de capital, que cayeron 0,3% del PBI por el freno en la obra púbica (aislando el cambio metodológico que se introdujo respecto al Fondo Federal Solidario de la Soja). Por parte de los gastos corrientes, la reducción más grande se observó en las prestaciones sociales: como consecuencia de la aceleración inflacionaria, estas se licuaron en términos reales. Al actualizarse en base a la inflación pasada, las jubilaciones y asignaciones sociales se rezagan en términos reales cuando la variación de precios se acelera, por lo que su peso en el presupuesto público se reduce. Asimismo, la reforma previsional hizo que el Gobierno “se ahorrara” un trimestre en 2018 -compensado parcialmente con un bono- por única vez. Como resultado, las prestaciones sociales se achicaron 0,5 p.p. del PBI el año pasado.

Por último, el pago de intereses llegó a 2,8% del PBI. De esta forma, se incrementó 0,6 p.p. frente al acumulado de 2017. Esta dinámica respondió a la fuerte depreciación del peso del año pasado, ya que alrededor del 80% de la deuda del Estado Nacional se encuentra nominada en divisas.

¿Cómo se buscará el equilibrio primario en 2019?

Este año, el acuerdo con el FMI establece una meta más exigente sobre el resultado primario: alcanzar el equilibrio entre ingresos y gastos, conforme a la metodología del Fondo (es decir, incluyendo PIP, lo que implica un ahorro de 2,7% del PBI frente al rojo de 2018). El Ministerio de Hacienda proyecta que la anulación del déficit esta vez no dependerá absolutamente de reducir el gasto, sino de una combinación entre una caída de las erogaciones (-1,5 p.p. del PBI) y un aumento de los ingresos (+1,2 p.p.). El gasto público disminuirá principalmente por la caída de subsidios, gastos de capital y transferencias a provincias, mientras que los ingresos crecerían traccionados por las retenciones y la generación de recursos no tributarios (inversiones financieras y ventas de activos), ya que los ingresos impositivos cederían, producto de la recesión.

Considerando la sensibilidad de la recaudación frente a la caída de la actividad, el cumplimiento del objetivo fiscal luce optimista. Concretamente, estimamos que el avance de los ingresos será menor al presupuestado a la par que el ajuste del gasto se verá limitado por ciertas rigideces. Por lo tanto, conforme a nuestras proyecciones, el déficit primario rondaría el 0,5% del PBI, de no introducirse nuevos impuestos ni transferencias de Servicios Públicos a provincias mayores a las pautadas. De todas formas, esto no afectaría los desembolsos acordados con el FMI, ya que la diferencia entre la meta y el resultado sería acotada.

Menos gasto primario y más intereses: el mix 2019

La deuda del Estado Nacional habría cerrado 2018 apenas por encima de USD 320.000 millones

Según las estadísticas del Ministerio de Hacienda, la deuda pública bruta alcanzó USD 308.000 millones al cierre del tercer trimestre de 2018, lo que representa 95,4% del PBI. De este modo, pese que el stock marcó un retroceso de 6% frente al segundo trimestre, cuando rondaba USD 327.000 millones, escaló 18 p.p. medido como porcentaje del PBI. Esta dinámica contrapuesta se explica por el salto cambiario del tercer trimestre: durante ese período, el Peso se depreció más de 40%, finalizando septiembre apenas por debajo de 41 ARS/USD. Dado que cuatro quintos de la deuda del Tesoro Nacional están en moneda dura, y que el PBI se mide en pesos, el avance del dólar acelera a este cociente. Por otro lado, el ratio de deuda relevante, aquella que sólo contempla pasivos en manos del sector privado y organismos multilaterales, saltó de 45% del PBI a mitad de año a 58% a fin de septiembre, alcanzando USD 187.000 millones (una caída cercana a USD 4.000 millones frente al trimestre previo).

Todavía no hay publicaciones oficiales para el cierre del año. Sin embargo, conforme a nuestras estimaciones, tanto el stock de deuda pública bruta como la relevante (neta de vencimientos intra sector público) habrían aumentado durante el cuarto trimestre. Pese a que se redujo el stock de LETEs en divisas y que se canceló capital del BONAR, se recibieron en dos tramos USD 13.000 millones del FMI –incluyendo al desembolso correspondiente a la segunda cuota del acuerdo, pospuesto producto de la renegociación del acuerdo durante el tercer trimestre- y se rollearon y colocaron diversas letras y bonos a otros organismos del sector público y privado. Como resultado, el stock de deuda pública total habría cerrado el año apenas por encima de USD 320.000 millones, marcando un avance de 5% frente al tercer trimestre. Una vez más, el cociente deuda sobre PBI siguió el curso opuesto al stock: producto de la apreciación del 7,6% del tipo de cambio nominal en los últimos tres meses del año, este ratio finalizó 2018 en torno a 85% del PBI, lo que marca una contracción de 10 p.p. frente al trimestre anterior (95% del PBI).

El gasto primario ajustará en 2019 pero el pago de intereses crecerá

El FMI aportó los fondos frescos que ayudaron a estabilizar el frente cambiario y financiero en los peores meses de 2018, pero al costo de imponer un programa con fuertes impactos de mediano plazo.  Este clausuró el debate sobre la velocidad del ajuste de las correcciones entre “gradualismo” y “shock”. En consecuencia, se aceleró el ajuste de las cuentas públicas primarias, pero producto del stress cambiario y financiero se agravó el pago de intereses. Durante 2019, resultado de la ambiciosa meta fiscal acordada con el organismo multilateral, el gasto primario experimentará una caída en torno al 12% i.a. en términos reales, a la par que el pago de intereses se dispararía y marcaría un alza de 13% i.a. luego de deflactar por la suba de precios. En el mismo sentido, y considerando la contracción que presentará la actividad económica este año (esperamos que promedie 1% i.a.), esta partida aumentará su peso en relación a los ingresos totales del Sector Público Nacional no Financiero –si no se ponen en marcha nuevos impuestos- y al PBI: mientras que en el primer caso el pago de intereses saltará de 16,4% en 2018 a 18,2% este año, su peso sobre el PBI trepará de 3,1% el año pasado a 3,6% en 2019; de este modo, más que duplicará al valor heredado, ya que en 2015 dicho cociente se había ubicado en 1,3%. Por su parte, el gasto primario caerá desde 24% del PBI en 2015 a 19% este año. En consecuencia, el gasto público total habrá caído alrededor de 3 p.p. del producto, al pasar de 25,3% en 2015 a la zona de 22% este año.

Las políticas de austeridad llegaron para quedarse

En 2020 y 2021, el préstamo stand by del FMI no provocará grandes impactos las cuentas externas de nuestro país: los desembolsos y los pagos se compensarán mutuamente, de modo que no exigirá grandes esfuerzos por esta vía. Sin embargo, en 2022 y 2023 la Argentina deberá devolverle casi USD 45.000 millones (alrededor de 9% del magro PBI en dólares de 2018) al organismo multilateral. Considerando los resultados de cuenta corriente (ingreso neto de divisas genuinas al país) y fiscales de los últimos años, es imposible que esos pagos se realicen con fondos propios. Ante ello, quedarán tres opciones: o i) una salida a los mercados inusual por su monto, o ii) una renegociación de los plazos de pago con el FMI, o iii) una mezcla de ambas.

Conforme a nuestro análisis, el curso más probable es el último; siempre y cuando la opción política que triunfe en 2019 no adopte una estrategia de fuerte enemistad con el Fondo. En consecuencia, es posible afirmar que el FMI, y más importante aún, sus recomendaciones, llegaron para “quedarse”, por lo que también condicionarán al próximo presidente electo.​

Pese a la caída de la actividad, la recaudación se mantuvo estable en 2018

¿Cómo fue la recaudación en diciembre?

En el último mes del año, la recaudación tributaria alcanzó los ARS 320.000 Millones, mostrando un alza interanual de 36%. De esta forma, en el año se recaudó 31% más que en 2017, al rozar los ARS 3,4 Billones.

Descontado el avance de los precios, la recaudación de diciembre mostró una disminución de 8% i.a. en comparación a igual mes de 2017. Por su parte, en el total anual, la caída fue de 2% i.a. incluyendo al blanqueo y se mantuvo estable aislando este efecto (-0,1% i.a.). La peor performance de diciembre frente al acumulado anual respondió a la agudización de la recesión sobre el cierre del año: la contracción de la demanda golpeó a los diversos ingresos, de modo que los ingresos del fisco se vieron recortados.

¿Cómo se desempeñaron los distintos tributos en el año?

La principal novedad en la composición de los ingresos fue el comportamiento del IVA. Este impuesto está muy ligado al nivel de actividad. Por eso, su recaudación usualmente crece en términos reales los años en que el PBI aumenta y disminuye los años de recesión. Sin embargo, 2018 fue el primer año en que lo recaudado por IVA no se movió en el mismo sentido que el PBI. Mientras que el Producto cayó en torno a 2%, la recaudación de este impuesto avanzó 8% en el año, una vez descontada la inflación.

Este comportamiento tuvo varios motivos. En primer lugar, los servicios públicos (que tributan una alícuota mayor que el resto de los bienes y servicios, de 27% sobre el valor de la facturación) aumentaron su participación en el Producto. Además, la reforma tributaria estableció algunas modificaciones al impuesto, gravando actividades previamente no alcanzadas. Por último, se produjo una mayor formalización de las ventas.

Por su parte, los ingresos derivados del comercio exterior también mejoraron, tanto por el salto en la cotización del dólar como por el nuevo esquema de retenciones. Por eso, aun cuando esta suba se vio atenuada por la caída de las importaciones hacia fin de año, marcaron un crecimiento de 19% i.a. en términos reales.

El buen desempeño de estos segmentos se vio contrastado por el pobre resultado de los ingresos por aportes y contribuciones a la Seguridad Social. Este rubro cerró el año con una caída de 6% deflactado, como consecuencia del desplome de la masa salarial real y la reducción de las alícuotas de contribuciones patronales definida en la Reforma Tributaria.

¿Qué esperamos para 2019?

En el año entrante, estimamos que la recaudación seguirá siendo motorizada por las retenciones, ya que desde enero no sólo se gravarán las ventas al exterior de todo tipo de bienes, sino también las exportaciones de servicios. Adicionalmente, la reforma del Impuesto a los Bienes Personales puede brindar recursos extra al sector público, al igual que el nuevo impuesto a la renta financiera. Por su parte, el IVA podría empezar a sentir los efectos de la recesión y reducir su lugar en la generación de los ingresos tributarios, de la misma forma que ya lo hicieron los aportes y contribuciones a la seguridad social.

A un paso de cumplir la meta de déficit primario de 2018

¿Cómo fue el resultado fiscal de noviembre?

En el anteúltimo mes del año, el déficit fiscal primario del Sector Público Nacional alcanzó ARS 34.000 millones, incrementándose 14% i.a. (-23% i.a. en términos reales). Así, es la primera vez desde diciembre de 2017 –cuando se adelantaron gastos correspondientes a 2018- que el resultado primario empeora nominalmente respecto al mismo mes del año previo.

De esta manera, el resultado primario acumula un rojo de ARS 204.000 millones restando un mes para el cierre del ejercicio. En términos del Producto, implica un déficit de 1,5% PBI vs 2,7% PBI en los primeros 11 meses del año pasado. Incluyendo los gastos del Programa de Inversiones Prioritarias (PIP), como establece la metodología de seguimiento de las cuentas fiscales del FMI, el rojo primario se eleva a 1,7% del PBI, encaminándose al cumplimiento de la meta acordada para 2018 (-2,7% del PBI).

Asimismo, el rojo financiero rozó los ARS 73.000 millones, trepando 58% i.a. (+7% i.a. en términos reales), producto de un fortísimo incremento del pago de intereses (+139% i.a.). En el acumulado del año, el resultado financiero llega a un rojo de ARS 535.000 millones, equivalente a un déficit de 3,9% del PBI (-4,1% considerando gastos en PIP).

¿Cuál fue el motivo del deterioro?

El gasto primario creció sólo 32% i.a. retrocediendo 11% i.a. en términos reales (descontada la inflación). Asimismo, los ingresos redujeron su ritmo de expansión (+35% i.a.) exhibiendo una caída de 9% i.a. en términos reales, tras haber empardado a la inflación en octubre.

Analizando en términos reales las erogaciones se observa que: los subsidios treparon 36% i.a. (los energéticos se duplicaron); los gastos de capital avanzaron 13% i.a. (por segunda vez consecutiva, luego de 14 meses de caída); y las prestaciones sociales se derrumbaron 18% i.a.

Asimismo, en términos reales la mayoría de los ingresos se contrajeron. Las excepciones fueron: derechos de exportación (+131% i.a) por el nuevo esquema de retenciones y el salto cambiario; rentas de la propiedad (+68% i.a.) por la prefinanciación del programa financiero; y el impuesto a los créditos y débitos (+20% i.a.). Como novedad, se observa que la recaudación del IVA revirtió su signo: por la reducción de alícuotas a las importaciones y la caída de las ventas, este tributo cayó 13% i.a. Por su parte, los aportes y contribuciones a la seguridad social continúan en franco retroceso (-16% i.a.) por la reforma impositiva y la retracción de los salarios formales. Por último, los impuestos a los Bienes Personales y a las Ganancias también siguen cayendo (-68% i.a. y -27% i.a. en términos reales).

¿Cuál es la perspectiva para 2019?

De cara al año próximo, proyectamos que los impuestos a las exportaciones dinamizarán los ingresos tributarios, de la mano de una mayor competitividad cambiaria y la ampliación de las retenciones al resto de los bienes y a los servicios. Al mismo tiempo, la transferencia de parte de los subsidios económicos a las provincias alivianará las cuentas del Tesoro Nacional y el recorte en obra pública reducirá el peso del gasto primario en la economía.

Sin embargo, producto de un nivel de actividad por debajo de lo presupuestado y un posible aumento de la informalidad, será difícil alcanzar el equilibrio primario en 2019.

Además, el pago de intereses seguirá creciendo el año que viene: se ubicaría en torno a 3,5% del PBI y tendrá un peso creciente sobre el presupuesto, pudiendo alcanzar casi 15% de la Recaudación Nacional.

La recaudación se contrae en términos reales y ya acumula 5 meses en baja

¿Qué pasó con la recaudación en noviembre?

Durante noviembre, los ingresos tributarios crecieron 34% i.a., alcanzando los ARS 300 mil millones. Esto significa una caída de 10% en términos reales, al compararla con una inflación proyectada de casi 49% i.a. para el mes. De esta forma, la recaudación perdió poder adquisitivo por quinto mes consecutivo. Sin embargo, la magnitud de la pérdida fue in crescendo y, por primera vez, alcanza las dos cifras.

Los tributos con mejor desempeño volvieron a ser las retenciones, que saltaron 229% i.a. por el nuevo esquema y el salto cambiario. También los impuestos a los créditos y débitos (+45% i.a.), al valor agregado DGI (+41%) y a las ganancias (+38% i.a.) mostraron buenos resultados.

Por el contrario, los derechos de importación crecieron 32% i.a. y el IVA DGA apenas 6% i.a., a pesar del tipo de cambio más elevado, disminuyendo 11% i.a. y 28% i.a. respectivamente en términos reales. El principal motivo de esta baja fue la disminución de las alícuotas del IVA DGA, aunque la caída de lo recaudado vía aranceles también refleja que hubo una reacción de las importaciones a un dólar más caro y un nivel de actividad menor. A la vez, el desarrollo de la cumbre del G20 interrumpió la operatoria portuaria durante parte del jueves 29 y el viernes 30 de noviembre, reduciendo la actividad gravada durante el mes.

Por su parte, los ingresos del sistema de seguridad social también crecieron por debajo de la inflación (+23% i.a., -18% i.a. deflactado), por la caída del salario real y del empleo formal, y el impuesto a los bienes personales cayó 53% i.a. (-69% i.a. deflactado).

¿Cómo cambió la recaudación tributaria este año?

En los primeros once meses de 2018, y a pesar de los ingresos extra que aportaron las retenciones a las exportaciones por fuera del complejo sojero, la recaudación tributaria se contrajo 1,3% descontando la inflación. Ahora bien, si se corrigen los efectos en la base de comparación causados por el blanqueo ocurrido el año pasado, el monto recaudado se mantuvo prácticamente estancado en términos reales (+0,3%). Este resultado es producto de una caída en algunos tributos, que evolucionaron por debajo del avance de los precios. Tal es el caso del impuesto a los bienes personales, cuyo ingreso cayó a la mitad descontando la inflación (-49% i.a.), y de los aportes y contribuciones a la seguridad social, que perdieron 5% i.a. en términos reales por la magra evolución de la masa salarial formal durante el año. A contramano, el IVA total creció 10% i.a. deflactado (traccionado por un muy buen primer semestre, en donde trepó más de 15% i.a.); y los ya mencionados derechos a la importación y exportación subieron 8% i.a. en términos reales.

¿Cuáles son las perspectivas?

Conforme a nuestras estimaciones, la recaudación tributaria finalizará el año en torno a los ARS 3,4 billones, lo que implica un avance nominal del 32% i.a. Este monto representa un 24,0% del PBI, mostrándose en línea con el resultado de 2017, cuando fue de 24,4%. De este modo, la retracción en términos reales será de alrededor de 1%.

En este sentido, no se observarán grandes modificaciones en el monto de la recaudación agregada. Sin embargo, en cuanto a su composición, se puede observar que la distribución de la carga impositiva será más regresiva que el año anterior ya que el IVA crecerá en importancia, aumentando del 29,7% al 32,2% del total, y que la participación del impuesto a los bienes personales se reducirá a la mitad.

Por último, producto de la depreciación del peso durante 2018, el valor del total de recursos tributarios recaudados en 2018 medido en dólares será 19% menor al mismo monto de 2017. Esto genera que, debido al descalce de monedas en la estructura de la deuda pública (que esta mayormente denominada en dólares), sea más difícil afrontar el pago de intereses con los recursos generados mediante impuestos. De esta manera, una fuente de financiamiento que es clave en una etapa de mercados privados de crédito cerrados pierde capacidad de pago.

La baja de la inflación ¿ayuda o perjudica a las cuentas fiscales?

El cumplimiento de la meta de equilibrio primario será la condición central que permita o impida al gobierno recibir los fondos acordados con el FMI. Sin embargo, la principal preocupación en el corto plazo parece ser moderar la inflación. A pesar de mejorar el “humor social”, este objetivo no necesariamente va por el mismo camino que alcanzar el equilibrio de las cuentas públicas. Una desaceleración abrupta de la inflación podría deteriorar el resultado fiscal. En este sentido, un ritmo mayor de aumentos podría ayudar a alcanzar el déficit cero, dependiendo de cuáles sean los drivers que lo impulsen.

Para entender por qué y los distintos escenarios posibles, realizaremos un pequeño ejercicio. En él, compararemos dos proyecciones: nuestro escenario más probable para 2019 y uno alternativo en que la inflación promedio anual es 10 p.p. mayor al mismo. Realizamos la proyección con los precios promedio en lugar usar la variación i.a. que compara ambos diciembres, porque los ingresos y gastos se acumulan durante todo el año. Así, en el primer caso esta medida será de 40% y en el segundo de 50%.

Los ingresos del sector público tienen una relación estrecha con la inflación: un tercio de la recaudación corresponde al cobro de IVA, que es un porcentaje sobre la facturación final de los bienes y servicios. Lo mismo ocurre con muchos otros impuestos, cuya percepción aumenta con incrementos nominales de la base imponible. De esta manera, saltos en la inflación no modificarían significativamente la recaudación en términos reales, ya que la incrementarían nominalmente en línea con el aumento de precios, siempre y cuando no afecten el nivel de actividad. Estimamos que los ingresos reales del sector público crecerán ligeramente en 2019 en cualquiera de los dos escenarios planteados, de no mediar nuevas modificaciones en la estructura tributaria.

Pero las erogaciones del Estado también dependen de la nominalidad de la economía. Las prestaciones sociales (jubilaciones, asignaciones sociales, pensiones, etc.) están indexadas al Índice de Movilidad Jubilatoria. Estas partidas representan casi el 60% del gasto primario y se actualizan automáticamente con la inflación y los aumentos salariales formales pasados. El rezago temporal entre el aumento de estos y su reflejo en los beneficios sociales es de dos trimestres. Por esto, cuando la inflación se acelera, las jubilaciones y asignaciones pierden poder adquisitivo y el gasto en prestaciones sociales cede lugar como porcentaje del PBI. Por el contrario, cuando la inflación cae, estas partidas crecen en términos reales. En nuestro escenario más probable, las prestaciones sociales recuperarán el terreno cedido en la segunda mitad de 2018 y cerrarán el año en el mismo nivel, generando que el gasto primario se contraiga 8% deflactado (por la reducción de otras partidas). Sin embargo, en caso de haber una mayor inflación, el gasto social se licuaría 6% en el año y las erogaciones primarias caerían 13%, descontando el aumento de precios.

Así, de aumentar considerablemente la inflación, el rojo fiscal primario se contraería, al licuarse el mayor rubro del gasto. De esta forma, el déficit primario lograría quedar contenido en la salvaguarda por gasto social del stand-by -en caso de aplicarse, permite un rojo primario de hasta 0,2% del PBI-. De esta manera, una mayor inflación podría ayudar al gobierno en sus objetivos. A pesar de esto, la clave estará en cuál sea el motor de la inflación. El resultado obtenido no es el mismo dependiendo del origen del shock que impacte los costos e impulse los precios.

Si una inflación más alta se desatara por una nueva escalada del dólar, nos encontraríamos ante una situación fiscal adversa. En este caso habría, además de movimientos nominales más amplios, un golpe a la actividad económica. La profundización y prolongación de la crisis haría caer los ingresos tributarios del Estado, no sólo vía impuestos, sino también a través de una menor recaudación por aportes y contribuciones a la seguridad social (de aumentar el desempleo y/o deteriorarse los salarios formales). Por el diseño del nuevo esquema de derechos a las exportaciones, una depreciación tampoco incrementaría significativamente estos ingresos, que están definidos como un monto fijo de pesos por dólar exportado. También, se dispararía el gasto en subsidios energéticos, debido a que la estructura de costos de generación eléctrica está dolarizada. Por último, saliendo de las cuentas primarias, crecería el gasto en intereses, debido a que la deuda pública está denominada principalmente en moneda extranjera.

Un escenario diferente sería aquel en que la inflación sea traccionada por aumentos de tarifas. Si lo que pagan los consumidores por los servicios públicos subiera por encima de nuestras estimaciones, el efecto sería ambiguo: los subsidios a la generación, transporte y distribución de energía se contraerían, reduciendo el gasto, pero la caída de la actividad haría caer también a los ingresos. Sin embargo, creemos que este evento tiene poca probabilidad de ocurrencia, en la medida en que el gobierno pueda alcanzar la meta fiscal sin recurrir a ello, dado que sería contraproducente para sus objetivos políticos en un año electoral.

Un último escenario sería que la inflación sea dinamizada por un aumento de salarios privados, que dé un impulso adicional a los costos de las empresas. De ocurrir, los ingresos fiscales subirían por mayores aportes y contribuciones a la seguridad social, mayores impuestos directos y, en general, una recuperación más rápida y sostenida del nivel de actividad. Este sería el caso ‘positivo’: el gasto crecería por debajo de la inflación, por el rezago en la indexación de las prestaciones sociales, y los ingresos treparían por la mejora en la economía real que provocaría una suba de salarios.

De cara al 2019, y frente a todas las posibilidades mencionadas, la última parece ser la más favorable. Aumentos salariales mayores, a pesar de postergar la lucha contra la inflación, contribuirían a descomprimir una economía real estancada y, al mismo tiempo, obtener mejores resultados fiscales. En este sentido, el objetivo presupuestario del gobierno podría complementarse con el político.

Mientras que el déficit primario cae a la mitad, el pago de intereses se duplica

¿Cuál fue el resultado fiscal primario?

Durante octubre, los ingresos totales del Sector Público Nacional no Financiero rozaron ARS 246.000 millones. Por su parte, los gastos primarios superaron ARS 262.000 millones. De esta forma, el déficit primario fue de ARS 16.000 millones, la mitad que el registrado en octubre de 2017. Asimismo, al deflactar por la suba de precios, se observa un ahorro del 65% i.a.

La reducción del déficit fue, una vez más, producto de un aumento de los ingresos (+46% i.a.) mayor a la variación de los gastos (+30% i.a.). Analizando en términos reales, mientras que los primeros se mantuvieron prácticamente neutros (-0,2% i.a.), las erogaciones sufrieron una contracción del 11% i.a.

Del lado de los ingresos, resaltan los incrementos por Derechos de Exportación, gracias a la implementación del nuevo esquema de retenciones fijas por dólar exportado (+296% i.a.) –en un mes de tipo de cambio en baja, lo que impulsó su incidencia- y de las Rentas de Propiedad (+224% i.a.). Respecto de las erogaciones, sobresale la magra dinámica de Prestaciones Sociales (+23% i.a., lo que marca una caída de 16% i.a. deflactado) producto del nuevo coeficiente de actualización. Por su parte, los subsidios económicos continúan in crescendo (+74% i.a.) motivados por el salto cambiario y una estructura de costos dolarizada para las prestadoras de servicios públicos.

De esta manera, el déficit primario se achicó 33% i.a. en los primeros diez meses del año, acumulando ARS 170.000 millones. En consecuencia, redujo a la mitad su participación respecto del PBI, al pasar de -2,4% en el período enero-octubre de 2017 a -1,2% en 2018.

¿El déficit financiero también se redujo?

El pago de intereses exhibió un comportamiento muy diferente al del resultado primario: esta cuenta más que se duplicó (+110% i.a.) para alcanzar ARS 62.000 millones en octubre. De esta manera, acumula más de ARS 292.000 millones en el año, un monto equivalente al 2,1% del PBI (aumento de 0,4 p.p. respecto de 2017). Como resultado, el déficit financiero, que incluye el pago de intereses, casi triplica al rojo primario y representó -3,3% del PBI en los primeros diez meses del año (lo que marca un ahorro de 0,8 p.p. frente al déficit registrado en igual período del año pasado).

Durante la gestión Cambiemos, el gasto público está sufriendo grandes cambios. Mientras que las erogaciones primarias se contrajeron –en términos reales-, el pago de intereses se disparó; esta dinámica es el corolario del ajuste fiscal con endeudamiento. A modo de ejemplo, el peso de los intereses sobre los ingresos tributarios más que se duplicó entre los primeros diez meses de 2015 e igual período de 2018 (pasó de 6% al 14%) a la par que el gasto primario redujo su incidencia en términos del PBI, al pasar de 19% a 16%. Esta dinámica tiene dos implicancias directas: por un lado, las obligaciones más apremiantes dejan de ser en moneda local para ser en moneda dura; por el otro, la mayoría de los gastos pasan a ajustar de manera directa –compromisos asumidos con anterioridad- de modo que el margen de maniobra es menor.

¿Qué podemos esperar para lo que sigue?

Está descontado que este año el gobierno cumplirá su meta de déficit fiscal primario (-2,7% del PBI). Mejor aún, siguiendo la performance de los primeros diez meses del año, es muy probable que la sobrecumpla, lo que le permitiría adelantar algunos gastos del 2019, principalmente aquellos vinculados a subsidios energéticos. Ahora bien, pese a esta dinámica alentadora, estimamos que el año próximo no se alcanzará el objetivo de equilibrio fiscal primario: en otro año de estancamiento económico, los ingresos no crecerán –a excepción de que se endurezcan algunos impuestos- de modo que no se logrará solo con la baja del gasto. Además, considerando la posible desaceleración de la inflación de 2019, las prestaciones sociales aumentarían su peso en términos reales; por lo tanto, el recorte en el resto de las partidas debería ser muy importante. En consecuencia, si bien el rojo primario se achicará frente a 2018, no se anulará.

Estabilizar el dólar será clave para el repago de la deuda

¿Cómo fue la evolución de la deuda pública?

Al cierre del segundo trimestre de 2018, la deuda del Estado Nacional rozó USD 330.000 millones. Esto implica casi 80% del PBI, muy por encima del 59% observado en el primer cuarto del año. Sin embargo, el dato con mayor sentido económico no está dado por el stock total sino por la “deuda relevante”, es decir, aquella que incluye sólo los pasivos contraídos con el sector privado y organismos multilaterales de crédito (excluye los compromisos intra-sector público). Al cierre de la primera mitad del año, la deuda relevante superaba los USD 190.000 millones, trepando 7% en moneda respecto del primer trimestre de 2018 y saltando del 32% al 45% de PBI en sólo tres meses. La dinámica dispar entre el ratio y el stock medido en divisas responde al salto cambiario: dado que tres cuartas partes de los pasivos están nominados en moneda extranjera, y que el PBI se mide en pesos, este cociente es muy sensible a los vaivenes del dólar.

Producto de las tensiones cambiarias del tercer trimestre, en donde la divisa trepó más de 40%, estos porcentajes ya son “viejos”.  Suponiendo un stock de deuda estable -dado que los desembolsos del FMI pautados para el tercer trimestre tuvieron lugar en octubre, estimamos que el crecimiento de la deuda entre julio y septiembre habría sido marginal-, sólo por el salto cambiario, el ratio deuda total sobre PBI habría crecido otros 19 p.p. en el período, para rozar el 95% del Producto. Por su parte, la deuda pública relevante (privados y organismos multilaterales) habría saltado 15 p.p. en dicho lapso, alcanzando 60% del PBI al final del tercer trimestre de 2018.

 ¿El endeudamiento seguirá creciendo?

De conseguirse una renovación total de las Letras del Tesoro en lo que queda de este año, la deuda pública ascendería a 93% del PBI al cierre de 2018, y la deuda relevante permanecería en torno al 60% del producto. Pese a que el nivel de endeudamiento se estabilizaría a fin de año, lo haría muy por encima del promedio de Sudamérica (45%) y en nuestro país el porcentaje de pasivos en moneda extranjera es muy elevado (representa 80% de la deuda en manos de privados y organismos internacionales). Por su parte, si en 2019 se lograse un roll over del 60% del stock de las LETEs y LECAPs –como estima el programa financiero del Ministerio de Hacienda-, el ratio de deuda sobre PBI cerraría el año próximo en torno al 85%, con la deuda relevante en la zona del 55-60%, según nuestras estimaciones de tipo de cambio nominal.

Más allá de esta dinámica, los desembolsos del FMI (sujetos al cumplimiento de las condicionalidades acordadas) garantizarán la disponibilidad de fondos para hacer frente a los vencimientos de 2018 y 2019, ya que ingresarían al país USD 50.000 millones netos, monto superior a los servicios de deuda excluyendo Adelantos Transitorios con el BCRA, Letras del Tesoro y vencimientos intra-sector público. Por lo tanto, los riesgos de default en el actual mandato presidencial lucen contenidos. Sin embargo, el próximo Presidente deberá en 2020-21 conseguir financiamiento externo para cubrir los servicios de deuda con privados y, en 2022-23, además enfrentará elevados compromisos con el FMI (USD 46.000 millones).

¿Cuáles serán los riesgos para la deuda pública de cara al futuro?

El ratio Deuda PBI, principal indicador observado por los mercados financieros para determinar la sostenibilidad de la misma, es sumamente inestable. Más aún, no solo es volátil sino también endógeno: depende de la evolución cambiaria que, como se vio este año, también responde (entre muchos otros factores) a la evolución de dicho cociente. Por caso, al elevarse el ratio Deuda Producto tras un salto cambiario, los inversores internacionales se preocupan por el repago de la deuda y profundizan el desarme de posiciones en moneda local generando mayores presiones cambiarias, lo que impulsa, nuevamente, el crecimiento del ratio. Por ende, la estabilidad cambiaria será vital para no repetir episodios de stress.

Teniendo en cuenta el carácter incierto que revisten las elecciones presidenciales del 2019 (y siguiendo la dinámica de agosto 2017), tiene sentido esperar una mayor dolarización de carteras en la previa a los comicios. Este salto cambiario no solo implicaría un aumento contable del cociente deuda-PBI, sino que también agravaría el descalce de moneda, ya que los pagos de los servicios de la deuda se realizan principalmente en divisas, mientras que la recaudación tributaria se recolecta en pesos.

Además, una depreciación impactaría en el nivel de actividad, golpeando a los ingresos del Sector Público Nacional. Una menor recaudación afectaría el cumplimiento de la meta fiscal de equilibrio primario complicando los desembolsos del FMI. Y, a diferencia del pasado, saltos cambiarios no generan ingresos adicionales por retenciones, ya que las mismas son un monto fijo en pesos por dólar exportado mientras que algunos gastos, como los subsidios económicos, sí aumentan a la par del dólar. Por ende, la estabilidad cambiaria es clave para la sostenibilidad de la deuda.

 

Las nuevas retenciones apuntalaron la recaudación, pero: ¿alcanzan para llegar al déficit cero?

¿Qué pasó con la recaudación tributaria en octubre?

Durante octubre, la recaudación tributaria fue de ARS 312 mil millones, marcando un crecimiento de 42% frente a igual mes del año pasado. Considerando la inflación del período, se observa una contracción del 3% i.a. en términos reales. Con estos números, acumula ARS 2.700 mil millones en los primeros diez meses del año, lo que implica un 30% i.a. más que en el mismo período de 2017. De este modo, se mantiene prácticamente estable en términos reales (-0,5% i.a.) y alcanza un avance de 1% i.a. descontando los ingresos del blanqueo percibidos en el primer cuatrimestre de 2017.

Al analizar la composición de los ingresos tributarios, se advierte un comportamiento diverso: mientras que los impuestos relacionados con el comercio exterior crecieron por encima de la media -derechos de exportación 266% i.a.; aranceles a la importación 65% i.a.; e IVA aduanero 63% i.a.-, los que dependen de la actividad doméstica quedaron rezagados. Por caso, los aportes y contribuciones a la seguridad social perdieron terreno, al crecer sólo 25% i.a. nominal (-15% i.a. deflactado). Por su parte, el IVA DGI trepó 56% i.a. medido en valores corrientes, reflejando un avance de 7% i.a. en términos reales.

La dinámica heterogénea respondió a la caída de la masa salarial –en términos reales- combinada con un aumento de la carga de retenciones a las exportaciones. Además, el salto cambiario potenció los ingresos al fisco motivados por los aranceles a las importaciones.

¿Qué habría pasado sin el aumento de las retenciones?

Previo al cambio de septiembre, el pago de retenciones era un porcentaje fijo del valor exportado y alcanzaba solo al complejo sojero. Además, existía un cronograma de relajación gradual de la alícuota de este tributo, de 0,5 p.p. por mes. Luego del anuncio de la ambiciosa meta de equilibrio primario para 2019, y el consecuente endurecimiento de la política fiscal, se implementó un esquema de ARS 3 o 4 según tipo de bien por cada dólar exportado.

Si se hubiera mantenido el esquema original, y siguiendo nuestras proyecciones de envíos al exterior para octubre (al momento no hay datos oficiales), los derechos a las exportaciones habrían alcanzado ARS 8.400 millones durante el mes pasado. Esto habría implicado un avance de 118% i.a. y una 75% i.a. tras deflactar por la suba de precios; con estos números habría representado un 3% de los ingresos totales.

En cambio, con las modificaciones de septiembre, su recaudación trepó a ARS 14.000 millones (+266% i.a. corriente y +150% i.a. deflactado) a la par que significó un 5% del total.

De este modo, se observa cómo los nuevos aforos son un pilar para alcanzar el equilibrio primario. No obstante, considerando la caída de la demanda interna de 2019 y la apreciación cambiaria reciente, las retenciones pueden ser una carga sobre una de las principales salidas contracíclicas de la recesión (las ventas externas), principalmente en el caso de las exportaciones de productos industriales (aquellos con mayor elasticidad precio de demanda).

¿Qué proyectamos para el cierre del año?

El último bimestre será magro en materia de actividad, y la recesión continuará siendo generalizada. Sin embargo, motivado por la salida de la cosecha fina (trigo y maíz) y la imposición de retenciones a estos productos, el cobro de este impuesto continuaría en expansión. Por lo tanto, estimamos que el efecto de la recesión y los menores salarios reales sería compensado por el nuevo esquema impositivo. En consecuencia, la caída de la actividad interna no será determinante para la recaudación.

Por último, vale remarcar que el cambio en las alícuotas del impuesto a los Bienes Personales que está siendo tratado en la Cámara de Senadores impactaría en la recaudación recién en 2020. Si bien el mismo entraría en vigencia el año próximo –en caso de ser aprobado en 2018-, al pagarse a año vencido no modificará los ingresos de 2019.