Frente a un nuevo ciclo de Stop & Go

La carta de intención del programa económico acordado con el FMI, precisa con lujo de detalles la evolución trimestral de las metas de inflación (con sus posibles desvíos) y los objetivos fiscales  (en sus diversas métricas y niveles del sector público). Incluso, aclara como debe contabilizarse en las cuentas públicas los aportes de fondos por parte del sector público bajo el esquema de Participación Público Privado (PPP).

No hubo precisiones sobre cómo va a reducirse el déficit externo (más de USD 30.000 millones en 2017) ni el devenir de la política cambiaria. La única definición presente en la carta de intención entregada al FMI fue la de aplicar un “tipo de cambio flexible y determinado por los mercados, (…) limitando las ventas de reservas internacionales a períodos en que haya una clara disfunción del mercado”.

Esta frase fue incluida para mostrarle al FMI que los recursos conseguidos no se iban a utilizar para financiar la fuga de capitales ante una corrida. Sin embargo, la flotación pura duró sólo dos días: el viernes pasado el BCRA retiró la oferta de USD 5.000 M a 25 ARS/USD,  pero el martes salió vender casi USD 700 M de reservas para calmar al mercado. Más aún, el miércoles Finanzas anunció que en los próximos tres meses va a vender USD 7.500 M provistos por el fondo. Pese a los esfuerzos realizados para contener el tipo de cambio, ayer el Central no salió a apuntalar la oferta de divisas, los privadas no liquidaron exportaciones y una demanda relativamente acotada de dólares, genero una nueva corrida cambiaria.

La reacción inicial del Ejecutivo fue desplazar a Federico Sturzenegger por Nicolás Caputo al frente del BCRA. Asimismo, para cubrir el puesto vacío en el Ministerio de Finanzas, el Ejecutivo decidió volver a unificar el Ministerio de Hacienda y Finanzas, bajo la tutela de Dujovne. El recambio de la cúpula del Central es positivo ya que implica reconocer que la intervención errática del BCRA fue parte de la inestabilidad cambiaria. Caputo tiene mayor conocimiento del mercado financiero, lo que garantiza un mejor funcionamiento de la mesa de dinero de la autoridad monetaria. Sin embargo, Macri pierde a un buen ministro de Finanzas y su expertise en política monetaria y estrategia anti-inflacionaria es más acotado.

Más aún, el flamante Presidente del BCRA y el nuevo Ministro de Economía deberán aprovechar el fin de semana y el feriado del miércoles 20 de junio, para lograr una nueva tregua cambiaria. Es probable que el dólar roce 30 pesos el lunes y/o el martes de la semana que viene, pero el gobierno tiene que frenar la corrida el jueves 21 de junio (cuando se acrediten los USD 15.000 M del FMI). Ya no hay margen para depender de la suerte (posible recategorización de argentina por parte del MSCI), por lo que el equipo económico necesita implementar un paquete de medidas (plazos para liquidación de divisas; retenciones; suba de encajes; etc.) para evitar que el panorama pase de castaña a oscuro.

En síntesis, producto del agotamiento del financiamiento externo, el gradualismo económico trazado por la administración Macri no llegó a buen puerto. Esto significa que la nuestra economía vuelve a sufrir la maldición de los años pares: aceleración de la inflación y recesión. En este contexto, la corrección del déficit gemelos (fiscal y externo) se está dando con elevados costos sociales, económicos y políticos. Sin crecimiento, bajar el déficit fiscal exige un doloroso recorte de gastos, mientras que el desequilibrio externo se cierra por el brusco freno de las importaciones y no por el ansiado despegue de las exportaciones.

En abril de 2016, la argentina acordaba con los holdouts y volvíamos a tener financiamiento externo disipando la amenaza de la restricción externa. El nuevo ciclo de “ilusión” se puso en marcha: las autoridades económicas afirmaron “vamos a crecer 20 años consecutivos”. Sin embargo, dos años después se iniciaba una corrida cambiaria que nos recordaba que la restricción externa sigue condicionando a la economía argentina como lo hizo en el último medio siglo.

Este episodio quebró la confianza de los agentes económicos llevándonos a un nuevo desencanto. Si se toman las medidas adecuadas, el acuerdo con el FMI y el cambio de autoridades pueden ser el comienzo de solución de una situación económica crítica, pero ya no hay margen para el optimismo en el esquema pactado con el FMI. El próximo presidente electo deberá pensar en una nueva estrategia para alcanzar el desarrollo económico, superando una vez por todos al principal escollo del país: “la restricción externa”.

Programa Económico 2.0 (actualizado por el FMI)

Tras el anuncio de un préstamo Stand By del FMI por hasta USD 50.000 millones por tres años, el Ministro de Hacienda y el Presidente del BCRA relanzaron el programa económico de la administración Macri. Bajo la atenta supervisión del staff técnico del FMI, se modificó la velocidad del gradualismo fiscal y el “tempo” de las metas de inflación.

En el frente fiscal, el Ministro de Hacienda se comprometió a un ajuste más fuerte para alcanzar el equilibrio primario en 2020, ratificando el rojo primario del 2,7% PBI para este año pero endureciendo la meta de 2019 (pasó de -2,2% del PBI a -1,3% PBI). Esto significa que en un año de elecciones presidenciales, Cambiemos deberá hacer un esfuerzo fiscal de 1,4 p.p. del PBI.

Existen dos incógnitas sobre la viabilidad del planteo fiscal. La primera es sobre la fortaleza política del Ejecutivo ¿puede el gobierno implementar dicho ajuste del gasto ya que necesita la aprobación del Congreso del presupuesto 2019. La segunda es sobre la factibilidad económica del ajuste. Si el PBI no crece (no mejoran los ingresos) el recorte del gasto sería aún mayor al estipulado, dificultando sobremanera el cumplimiento de la meta.

Por el lado de la inflación, el BCRA recuperó el control sobre la fijación de las metas y acordó con el Tesoro tres cuestiones que le otorgan mayor margen de maniobra a la hora de desacelerar la suba de precios: el Tesoro va a cancelar anticipadamente Letras Intransferibles para que el BCRA pueda reducir el stock de LEBAC; el BCRA va a dejar de comprar las divisas provenientes de la colocación de deuda pública por lo que el Tesoro va a tener que venderlas en el mercado cambiario; y se acordó la eliminación de la asistencia al Tesoro, y el envío por parte del Ejecutivo de una reforma de la Carta Orgánica del BCRA para cristalizar legalmente la mayor autonomía conseguida.

La pregunta del millón es si finalmente el BCRA podrá cumplir con la meta de inflación pactada (se eliminó la de 2018 y se anunció 17% para 2019 13% para 2020 y 9% en 2021). El principio de solución para la bola de nieve de las LEBAC, la reducción de la emisión monetaria (por asistencia al Tesoro y acumulación de reservas), y precios relativos (tarifas y dólar) más alineados, ayudan a alcanzar el 17% el año próximo. Pero, tres años consecutivos de incumplimiento han minado la credibilidad del BCRA, la elevada inercia y lo que suceda con el tipo de cambio nominal serán claves. .

En materia cambiaria el Presidente del Central mencionó que intervendrá frente a tendencias disruptivas, pero en la práctica dejó de poner un techo al dólar mayorista (oferta de USD 5.000 millones a 25 ARS/USD), dando la señal de volver a un esquema de mayor flotación como exige el FMI.

Sin embargo, el Ministerio de Finanzas se comprometió a vender las divisas conseguidas por colocaciones de deuda pública en el mercado cambiario en momentos de presión, por lo que aún no se sabe cuán activa será la participación del Tesoro. Si se consolida la estabilidad con los dólares aportados por los organismos financieros internacionales, la atrasar tentación de planchar el tipo de cambio el año próximo son elevadas: en el corto plazo el atraso cambiario ayuda a cumplir las metas del programa económico y ganar elecciones.

Para quienes piensan que el problema de Argentina es fiscal, dicho financiamiento será el puente para llegar al superávit primario que permite estabilizar el ratio deuda pública producto y además corrige “pari passu” el déficit externo, llevando a nuestro país a la senda del desarrollo.

Lamentablemente, el principal problema de nuestra economía es la restricción externa, por lo que sin una estrategia clara de crecimiento con  promoción de las exportaciones (tipo de cambio real competitivo y apertura de mercados externos) dicho financiamiento sólo servirá para sostener por más tiempo un déficit de cuenta corriente elevado, acumulando mayor deuda en moneda extranjera.