A poco más de 1.200 km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se puede encontrar un microclima, un lugar ajeno a la tormenta que atraviesa la economía argentina: Añelo, la capital del shale. En la localidad neuquina no se ve capacidad ociosa, sino una capacidad sobrepasada. Edificios en construcción, tubos al costado de los caminos que serán utilizados para transportar agua hacia los yacimientos, torres eléctricas que proveerán luz a los parques industriales e imponentes torres de perforación en busca del oro negro, son algunos de los elementos que permiten ilusionarse con un futuro promisorio.
No es para menos. Añelo es solo una pequeña muestra de la promesa que significa Vaca Muerta: una formación de recursos hidrocarburíferos cuya superficie supera en 148 veces a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que, en términos de reservas no convencionales, ubica a la Argentina en los primeros puestos a nivel mundial.
Hasta el momento se concesionó el 27% de la superficie y solo el 4% se encuentra bajo desarrollo. Sin embargo, esto alcanza para que los no convencionales representen cerca del 45% del total de gas producido en el país y cerca del 20% en el petróleo.
El desarrollo de Vaca Muerta comenzó en 2013 con el acuerdo de YPF con Chevron y Dow para explotar las áreas de Loma Campana y El Orejano. Ambas empresas, de origen estadounidense, trajeron el know how para extraer el shale a través de la fracturación hidráulica (fracking). A partir de entonces, primero gracias al Plan Gas (2012-15) y luego a la resolución N° 46-E (2017 en adelante), que otorgaron un precio estímulo a la producción de gas, se fueron sumando participantes. Finalmente, la actividad terminó de despegar en 2017 con un boom de inversiones realizadas en un contexto de mejora del precio internacional del petróleo y de reducción de los costos laborales (medidos en dólares) promovida por la devaluación del Peso y la concreción de un nuevo acuerdo laboral sectorial. Sin embargo, esta situación estuvo acompañada por un rápido aprendizaje de la industria petrolera argentina en el uso de la tecnología de fracking, acelerando la productividad y la reducción de costos.
Como contraste, el crecimiento exponencial de la actividad extractiva en Vaca Muerta presenta importantes desafíos y cuellos de botellas que deben ser superados si se pretende alcanzar un desarrollo masivo que permita un verdadero derrame sobre el resto de la población.
El primer desafío es el desarrollo territorial. El crecimiento del shale se traduce en un importante flujo migratorio de trabajadores que, junto a sus familias, se desplazan hacia las zonas de mayor actividad. Muestra de ello es que hoy entran más de 20 familias por día a la Provincia de Neuquén, atraídas por el desarrollo del shale. Por otro lado, sólo en Añelo, la población pasó de 3.500 habitantes en 2014 a 7.500 en la actualidad, a la que se suman 7.000 trabajadores flotantes. En 2024 se estima que la población se multiplicará por seis. Esta tendencia poblacional consolida una sobre-demanda en términos de acceso a la vivienda y a servicios básicos (educación, salud y transporte) que debe ser resuelta a través de una importante inversión social.
Al crecimiento poblacional hay que añadirle los conflictos sociales que emergen de esta dinámica. Por un lado, la creciente desigualdad de ingresos y el aumento del costo de vida (originados por el desacople de salarios entre el sector petrolífero y el resto de las actividades, además de la convergencia de los precios en línea con el primer grupo de trabajadores). Por el otro, el impacto e interferencia de la actividad en las pequeñas comunidades que viven en las zonas de los yacimientos, así como la competencia con las actividades agrícolas y ganaderas por el suelo y la mano de obra.
El segundo desafío se vincula con la capacidad nacional de proveer insumos y servicios demandados por la industria. Actualmente el mapa de empresas en la cuenca neuquinas se compone de casi 850 firmas que se distribuyen del siguiente modo: en un primer anillo, 17 empresas operadoras de las áreas concesionadas; en un segundo anillo, 30 firmas multinacionales de servicios especializados (como fracturas y perforación); en un tercer anillo, 800 empresas nacionales dedicadas a la provisión de servicios complementarios e insumos. Estas últimas, en su mayoría PyMEs, tienen una escala limitada para atender la demanda de la industria. Parte de este déficit se explica por la falta de financiamiento derivada de la coyuntura económica actual, a lo que se suma la velocidad del crecimiento de la actividad extractiva. También ilustra las discordantes velocidades la falta de servicios de luz, gas y agua en los dos parques industriales de Añelo, donde se radican 300 empresas prestadoras de servicios.
Por último, uno de los grandes cuellos de botella es la falta de capacidad de transporte y procesamiento del gas para su licuefacción y posterior exportación. De hecho, algunas empresas petroleras cerraron pozos o frenaron su actividad en el shale gas debido a la imposibilidad de dar curso a su producción. La necesidad de avanzar con el Gasoducto del Centro, que uniría Neuquén con Bahía Blanca y el Litoral, y poner en marcha la fabricación de una planta de Gas Natural Licuado, es imperativo para que la actividad no se detenga y alcance un desarrollo masivo.
En conclusión, llevar a Vaca Muerta a escala internacional y transformarla en uno de los epicentros de actividad, empleo y generación de divisas para Argentina, requiere la superación de importantes obstáculos. La condición insoslayable es lograr la estabilidad macroeconómica y brindar la seguridad jurídica necesaria para que estos proyectos de gran escala y maduración de largo plazo se concreten. No obstante, igual de importante es atender la coordinación y sinergia entre municipios, provincias y nación para impulsar el avance de la actividad en forma ordenada y eficiente, considerando las necesidades presentes y futuras de las comunidades.
Esta nota fue publicada en diario Perfil el 19 de octubre de 2019