La venta de electrodomésticos en el menor nivel de los últimos cuatro años

¿Cómo cerró el 2018 la venta de electrodomésticos?

La caída en la venta de electrodomésticos y artículos para el hogar se profundizó en el último trimestre de 2018. Los datos publicados por el INDEC exhiben una retracción en términos nominales del 5% i.a., a pesar de que los precios del rubro crecieron 52% i.a. promedio en el periodo, según el IPC-GBA Ecolatina. De esta forma, en términos reales el consumo de estos bienes durables se desplomó 37% i.a. en los últimos tres meses de 2018 y 7,7% en el total del año. Quitando el efecto mundialista que incentivó la venta de televisores en el primer semestre, la caída del sector hubiese sido mayor al 13% anual.

¿Qué factores determinaron la dinámica durante 2018?

El sector transitó dos semestres claramente diferentes. En la primera mitad del año, el volumen de ventas creció 20% i.a. y alcanzó un récord histórico. La buena performance obedeció al impulso del consumo de televisores en el marco de un año mundialista, pero también al abaratamiento relativo del rubro, explicado por la eliminación de aranceles a la importación y de impuestos internos.
En cambio en el segundo semestre, el volumen de ventas experimentó una caída mayor al 30% i.a. a raíz del adverso contexto macroeconómico. El deterioro del poder adquisitivo en dólares y en pesos, el encarecimiento y desaparición del crédito y la incertidumbre reinante durante el periodo, frenaron fuertemente la demanda por bienes durables.
La abrupta caída de la demanda interna en la segunda parte del año se dio a pesar de que los comercios hicieron un esfuerzo por no trasladar completamente a precios el salto en el tipo de cambio. En este sentido, los productos del rubro no se encarecieron en términos relativos al resto de los bienes de la economía, siendo que un gran porcentaje de electrodomésticos son importados y/o presentan un alto componente de piezas provenientes desde el exterior. En esta línea, mientras que el dólar duplicó su valor en el acumulado de los 12 meses de 2018 y el IPC Nivel General trepó 48% i.a., los precios del rubro subieron “solo” 50%.

¿Cuáles son las perspectivas para 2019?

Las ventas del rubro volverían a colocarse en terreno negativo. Los salarios no experimentarían mejoras en términos reales hasta la segunda parte del año y ese crecimiento no alcanzaría para compensar el terreno cedido durante 2018. De manera adicional, el ingreso disponible de las familias se mantendrá acotado debido al encarecimiento relativo de bienes y servicios relativamente inelásticos al cambio de precios, tales como electricidad, combustibles, educación, salud, etc. Por último, la persistencia de altas tasas de interés continuará desalentando la demanda de electrodomésticos en un contexto de creciente incertidumbre electoral.

Lo que la crisis se llevó

El empleo asalariado privado volvió a niveles de enero de 2015

Según el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), en noviembre el empleo formal cayó 1,4% i.a. y acumula un crecimiento de 0,8% i.a. Pese a esto último, la tendencia es negativa desde el inicio de las turbulencias cambiarias: se perdieron más de 200.000 puestos de trabajo formales entre abril y noviembre de 2018, conforme a la serie desestacionalizada. En relación al empleo asalariado privado registrado, típicamente asociado a empleo de calidad, cayó 1,9% i.a. en noviembre (+0,3% i.a. en el acumulado), retornando de esta forma a niveles de enero de 2015.
A modo de comparación, la profundidad de la actual recesión en relación a la caída de la actividad en 2016, también se trasladó al empleo registrado. En términos desestacionalizados, en 2018 el trabajo formal se contrajo 1,6% entre abril y noviembre, cuando había cedido apenas 0,2% entre octubre de 2015 y junio de 2016 tras el cambio de gobierno y la posterior salida del cepo cambiario.
La diferencia corresponde a que durante 2016, la caída del empleo asalariado privado registrado (-1,4%) fue parcialmente compensada por la expansión de los asalariados públicos (+0,9%) y del cuentapropismo (+1,4%). En cambio, entre abril y noviembre de 2018, no hubo ningún tipo de modalidad de empleo formal que haya crecido para compensar la caída de 2,1% del empleo de calidad (asalariados privados): los asalariados públicos se redujeron 0,3%, mientras que los cuentapropistas se contrajeron en 2,8%.

¿Ya pasó lo peor dentro del mercado laboral?

La caída de la actividad en 2018 rondó el 2,5% i.a. y el mercado laboral no estuvo ajeno a esa dinámica. De hecho, la primera medida en una crisis suele ser el freno en las contrataciones, lo que se verificó con la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL): durante la segunda mitad del año, la tasa de entrada (trabajadores que ingresan a un puesto de trabajo) se ubicó en los mínimos desde 2002.
Sin embargo, bajo un nuevo escenario económico, las empresas tardan en ajustar sus factores de producción. Por lo tanto, es probable que el nivel de empleo todavía no haya tocado su piso. En este sentido, en diciembre pasado, a la caída en las contrataciones se sumó que la tasa de salida (relaciones laborales que cesan) experimentó un fuerte crecimiento, lo que sugiere que todavía la destrucción de puestos de trabajo se puede acelerar durante los meses de verano (descartando que una mayor tasa de salida se corresponda con que los trabajadores dejan un empleo para encontrar otro mejor). De manera adicional, la recuperación de la actividad será lenta y los sectores que traccionarán la economía este año (agropecuario, energético e industrias con potencial exportador), no son aquellos que utilizan la mano de obra como factor intensivo, por lo que no podemos esperar un significativo arrastre de los mismos en términos de empleo.

Por último, en un intento de reducir costos laborales, es probable que las empresas opten por pasar a la informalidad a una proporción de sus empleados para mantener (o iniciar) la relación laboral. Si bien esto se reflejaría en una contracción del trabajo registrado, el empleo informal podría no exhibir una caída de magnitud tras la recesión. No obstante, una mayor informalidad laboral sería un importante paso atrás en nuestro mercado de trabajo.

El ocaso de una estrella

Desde el retorno a la democracia pasaron nueve presidencias (tomando el periodo diciembre 2001 – mayo 2003 como un único ciclo), y solo cuatro lograron culminar su mandato con un PBI per cápita mayor al recibido.

Primero, Alfonsín, jaqueado por una situación compleja desde lo económico y político, se vio obligado a entregar el poder en elecciones anticipadas con un retroceso acumulado a lo largo de su presidencia de 5% en el PBI per cápita. Durante el periodo siguiente, se alcanzó el crecimiento, pero en el proceso se acumularon desequilibrios que culminarían con la mayor crisis económica y social de la historia del país. A partir de 2003 un nuevo ciclo político comenzó y con él un proceso de crecimiento pocas veces visto. Lamentablemente, nuevamente los desequilibrios macroeconómicos comenzaron a acumularse y hoy vivimos un intento, por ahora fallido, de corrección. Con buena parte de su mandato ya cumplido, hay consenso en que el gobierno de Macri no logrará terminar con un PBI per cápita mayor al recibido, e inclusive se ubicará por debajo.

Esta situación es diametralmente opuesta a la observada en el resto de los países de la región, los cuales sí lograron transitar procesos de crecimiento sostenido y elevado.

En 1983 Argentina ostentaba cómodamente el primer lugar de Latinoamérica en lo que respecta a PBI per cápita, pero su inestabilidad la relegó hasta perder ese lugar a manos de Chile en 2012. Desde el regreso a la democracia, Chile creció sostenidamente durante décadas, a tal punto que el crecimiento acumulado en 10 años se mostró cercano al 40%, una variación que Argentina logró solo en dos años consecutivos.

De esta forma, en 2014 Argentina volvió a perder la carrera del crecimiento y cedió su 2do lugar a Uruguay. Hoy nuestro país ocupa el 3er puesto.

Si hiciéramos el ejercicio -tan irrealista como ilustrativo- de que los distintos países de la región continuaran creciendo al ritmo observado durante los últimos años, Argentina caería al 5to lugar para 2030, por detrás de países como Perú y Colombia.

Si como dice la frase, “la historia tiende a repetirse”, Argentina irá quedándo cada vez más relegada en la carrera por el crecimiento.

Tras un septiembre negro, la actividad se estabilizó en octubre

¿Qué pasó con la actividad en Octubre?

Luego de transitar un septiembre cargado de incertidumbre que hundió la actividad (cayó 2% respecto a agosto en términos desestacionalizados y 6% respecto al mismo mes de 2017), la economía logró estabilizarse en octubre. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) registró en octubre de 2018 una mejora del 0,9% respecto a septiembre, aunque se ubicó un 4% por debajo de los niveles alcanzados en octubre de 2017. En los primeros 10 meses del año la actividad acumula una caída del 1,7% i.a.

¿Qué explica esta dinámica?

El plan de estabilización llevado a cabo por el gobierno – ajuste fiscal, ajuste monetario e implementación de bandas cambiarias de no intervención – logró frenar la corrida cambiaria y reducir la incertidumbre, por lo que en octubre, en comparación con un septiembre negro para la economía, la actividad mostró mejores resultados.
No obstante, en términos interanuales la actividad continúa su retroceso, liderado por la caída del sector Comercio (-11% i.a.) y de la industria (-5% i.a.). Asimismo, la construcción marcó una contracción del 4,7%, la mayor desde diciembre de 2017. En este sentido, pasada la tormenta de la corrida cambiaria, el nuevo contexto macroeconómico dejó salarios en pesos y en dólares muy deteriorados y el costo de financiamiento muy elevado, lo que desplomó tanto el consumo como la inversión. De manera adicional, las exportaciones no responden rápidamente a un tipo de cambio real más competitivo, debido a las restricciones que genera el elevado costo de financiamiento al momento de hacer frente a una potencial demanda desde el exterior.

¿Cuáles son las perspectivas para 2019?

Actualmente la actividad transita por su peor momento y de cara al 2019 se espera que la economía muestre mejoras impulsadas principalmente por una buena cosecha agrícola, un tipo de cambio real más competitivo y el crecimiento de Brasil. En esta línea, las exportaciones serán el principal driver de expansión, pero no alcanzará para contrarrestar una demanda interna que continuará bajo terreno negativo. En este sentido, el poder adquisitivo de los salarios no mostrará mejoras en términos interanuales hasta recién la segunda parte de 2019, manteniendo debilitado el consumo en la mayor parte del año. Asimismo, aunque la tasa de interés se reducirá en línea con la desaceleración de la inflación, el costo de financiamiento permanecerá elevado, lo que desalentará la inversión. A esto último se suma, que la incertidumbre proveniente del proceso electoral será otros de los factores que pospondrán las decisiones de inversión, deteriorando aún más la demanda interna.
En conclusión, esperamos que la actividad económica se mantenga anémica durante 2019, con una mejora en torno al 3% entre fines de 2018 y fines de 2019, pero que en el promedio del año mostrará una caída del 1,4% anual.

Caída generalizada en la actividad

¿Qué pasó con la economía en el tercer trimestre?

Según las estimaciones del INDEC, en el tercer trimestre de 2018 el PBI cayó 3,5% en la comparación interanual y se redujo 0,7% respecto al trimestre anterior. A diferencia de lo que ocurrió en el segundo trimestre, cuando el desplome de la actividad se debió principalmente al efecto negativo de la sequía sobre el sector agropecuario, la contracción fue prácticamente generalizada entre los sectores.

En este sentido, el tercer trimestre estuvo caracterizado por una alta incertidumbre que paralizó la actividad: la corrida cambiaria iniciada en agosto y un segundo acuerdo con el FMI que tardó en llegar, afectaron las decisiones de los agentes económicos. A ello se sumó, el desplome del poder adquisitivo de los salarios -tanto en pesos como en dólares- la abrupta suba de la tasa de interés -con la consecuente desaparición del crédito- y la caída del gasto público.

En este contexto, tanto la demanda interna (consumo + inversión) como las exportaciones sufrieron una retracción del 5,9% i.a. en el trimestre. Por su parte, las cantidades importadas se derrumbaron más de 10% i.a., como consecuencia de una devaluación del Peso mayor al 40% entre los meses de julio-septiembre. En esta línea, la producción de bienes cayó 4,5% i.a. y la de servicios se se contrajo 2,4% i.a., rompiendo esta última una racha de siete trimestres consecutivos sin caer.

¿Qué esperamos para el último trimestre del año?

En el último tramo de 2018 la recesión se profundizará. La aceleración de la inflación devenida por el salto en el tipo de cambio dejará a los salarios reales en su peor momento durante el año (-13% i.a. promedio en el cuarto trimestre), deprimiendo aún más el consumo interno. Asimismo, el elevado costo de financiamiento y la menor inversión en infraestructura por parte del Estado, contribuirán a que la inversión experimente una profunda caída . Un aliciente vendrá por el mercado externo, dado que las cantidades exportadas de bienes y servicios comenzarán a reactivarse frente a la mejora cambiaria y a la materialización de la cosecha fina. No obstante, esto no será suficiente y el PBI caerá 4,8% i.a. en el último trimestre, lo que se traduce en una leve caída en términos desestacionalizados respecto al tercer trimestre y una contracción  del 2,2% i.a. en el promedio de 2018.

¿Cuándo se reactiva la economía?

Si persiste la calma cambiaria, la actividad encontrará su piso en el último tramo de 2018 y en el primer trimestre de 2019 comenzará a mostrar una leve mejora. Dicha reactivación vendrá de la mano de una buena cosecha agrícola, la cual experimentará su mayor aporte a la producción en el trimestre abril-junio de 2019. En el segundo semestre, la economía entrará en una zona de turbulencias generada por la incertidumbre del proceso electoral, que detendrá la reactivación de la economía y que sólo permitirá transitar la segunda parte del año bajo estancamiento (en términos desestacionalizados). De esta forma, en la comparación desestacionalizada, la economía logrará en 2019 recuperar parcialmente el terreno cedido durante el 2018 , pero en el promedio del año se volverá a ubicar en terreno negativo (-1,4% i.a.)

Se acabó lo que se daba: la venta de electrodomésticos se desplomó

¿Qué nos dicen los últimos datos?

Luego de crecer por seis trimestres consecutivos, el volumen de venta de electrodomésticos quebró su tendencia y marcó en el tercer trimestre de 2018 una caída del 22% i.a. Según los datos publicados por el INDEC, la facturación (en términos nominales) de los centros de compras especializados creció 5% i.a. en dicho periodo, pero los precios del rubro, medido por el IPC-GBA Ecolatina, se incrementaron en promedio 38% i.a., lo que deja la facturación real claramente en terreno negativo (-22% i.a.). En el acumulado a septiembre el volumen de venta exhibe un crecimiento de 5% i.a.

¿Qué factores explican la fuerte caída de las ventas?

Existen dos razones. La primera, es que en el tercer trimestre de 2018 ya no se encuentra presente el “efecto mundialista”, motor de crecimiento de las ventas de televisores en la primera parte del 2018. En esta línea, hasta junio la facturación en términos reales del rubro televisores, video y fotografía marcaba un aumento de 75% i.a., mientras que el resto de los rubros en conjunto exhibía un incremento de sólo 6,4% i.a. En el tercer trimestre, la caída fue generalizada: el volumen de los primeros cayó 32% i.a., mientras que los segundos retrocedieron 20% i.a.

La segunda razón, es el nuevo contexto macroeconómico. La fuerte devaluación del Peso argentino y el encarecimiento –inclusive la desaparición- del crédito, hicieron que se desplome la demanda de electrodomésticos. En este sentido, el salto en cotización del dólar, redujo el poder adquisitivo en moneda dura, desalentando la compra de bienes durables, pero también  aceleró la inflación, deteriorando al mismo tiempo el poder adquisitivo en pesos. Particularmente, en septiembre, cuando el dólar perforó los 40AR$ y la incertidumbre reinaba en los mercados, la facturación del sector experimentó una caída nominal del 1,8% i.a., siendo que los precios del sector treparon más del 50% i.a. De manera adicional, tras el salto cambiario, los electrodomésticos y artículos del hogar se encarecieron respecto al resto de bienes de la economía: en el bimestre septiembre-octubre el Nivel General de Precios, medido por IPC-GBA Ecolatina, creció 12,7%, mientras que los precios del rubro lo hicieron 24%.

¿Cuáles son las perspectivas?

Las perspectivas para el sector no son alentadoras. Esperamos que la caída en la venta de electrodomésticos se profundice en el último trimestre de 2018 y, que las mismas no muestren mejoras significativas durante 2019. Los salarios en pesos exhibirían crecimiento en términos reales recién a mediados del año que viene y la mejora no sería suficiente para compensar lo perdido durante 2018. Por lo cual, frente a la necesidad de recomponer consumo de bienes considerados de mayor necesidad que los bienes durables, la compra de electrodomésticos seguiría relegada en 2019. Asimismo, aunque se prevé una baja significativa de la tasa de interés, la misma continuará en niveles elevados, dificultando el acceso al financiamiento, herramienta clave del sector. Por último, no esperamos un abaratamiento relativo de los electrodomésticos que impulse las ventas, dado que prevemos que el tipo de cambio se mueva en línea con la inflación (el precio de los electrodomésticos está atado al dólar debido al alto componente importado del sector). De esta forma, hasta tanto la economía muestre mayor estabilidad, el costo de financiamiento se reduzca a niveles accesibles y los salarios se fortalezcan, las ventas del sector no mostrarían una recuperación.

Desplome de la producción y venta de maquinaria agrícola

¿Qué pasó?

Según datos de Key Market, la fabricación de equipos agrícolas marcó su tercera caída al hilo (-35% i.a. en el tercer trimestre) y en los primeros nueve meses del año se ubica un 27% por debajo del nivel alcanzado en el mismo periodo de 2017. No obstante, en el tercer trimestre del año la dinámica de los diferentes segmentos fue heterogénea. Mientras que los tractores y las cosechadoras permanecieron en terreno negativo, las sembradoras y pulverizadoras automáticas experimentaron avances.

¿Qué explica la caída?

Particularmente en el tercer trimestre, al efecto negativo de la sequía se le sumó un contexto económico adverso que terminó por congelar la demanda interna y desplomar la producción de maquinaria agrícola. En agosto y septiembre reino la incertidumbre tras la corrida cambiaria y la estrepitosa suba de la tasa de interés  encareció el crédito y lo volvió escaso. Como la mayoría de los bienes durables, un alto porcentaje de la compra de equipos agrícolas se realiza a través del financiamiento (70%) y, particularmente en este sector, las tasas subsidiadas siempre fueron un motor indispensable. En este marco, las ventas al mercado interno cayeron 48% i.a. entre julio-septiembre y registraron la contracción más profunda desde la crisis de 2009.

¿Cuáles son las perspectivas?

En el último tramo del año, la producción de equipos agrícolas se mantendrá en rojo, pero en 2019 se verá una reactivación de la industria que vendrá de la mano de la recuperación del campo y de la mayor competitividad cambiaria que dejó el 2018. En primer lugar, las previsiones para la campaña en curso (2018/19) son más que alentadoras. Según la Secretaría de Agroindustria la intención de siembra de granos y oleaginosas supera en más de 5% el área sembrada en la campaña anterior y la producción podría alcanzar un nivel récord de 140 millones de toneladas (+25%). Mayor área y mayor producción se traducen en un incremento de la demanda interna de equipos que traccionará la producción local. En segundo lugar, el incremento en la competitividad precio de la maquinaria nacional tendrá un efecto positivo relativamente rápido en los segmentos de sembradoras y pulverizadoras. Dada la experiencia que tiene Argentina en siembra directa, la industria local tiene un alto grado de especialización en estos segmentos que le permite insertarse con mayor facilidad en los mercados agrícolas del mundo. Señal de ello es el crecimiento en el tercer trimestre de la producción de sembradoras (+7% i.a.) y pulverizadoras automáticas (+92% i.a.).

No obstante, las buenas perspectivas para el sector de maquinaria agrícola estarán atadas a la estabilización de la macroeconomía y con ello la baja de la tasa de interés. Si el costo de financiamiento no se reduce y la banca pública no ofrece créditos accesibles, difícilmente la demanda interna pueda despegar.

A pesar del aumento de las cuotas, las prepagas tendrán menos rentabilidad

Luego del cuarto aumento autorizado en el año para las cuotas de la medicina prepaga (+8% en octubre), el gobierno acordó con las empresas del sector un nuevo incremento en diciembre del 8,5%. De esta forma, el precio de la salud privada acumulará en 2018 una suba del 40,8% i.a., por debajo de las estimaciones de la inflación que se ubican en torno al 48% i.a.

Bajo este marco, el gobierno incumplirá la promesa que hizo al sector al asumir respecto de recomponer su rentabilidad, tras varios años de aumentos autorizados de las cuotas por debajo de la inflación ocurridos en la Administración anterior. En este sentido, durante los dos primeros años de gestión de Macri, las empresas de medicina prepaga experimentaron un incremento de la rentabilidad, dado que los costos de atención acumularon una suba del 70% durante 2016 y 2017 y el aumento de las cuotas fue en torno al 86%. En 2018, la tendencia se revertirá dado que los costos de atención médica crecerán 42% promedio anual y el aumento de cuotas equivale a una suba del 32% promedio anual.

En esta línea, durante el primer semestre del año las empresas de medicina privada obtuvieron una leve mejora de la rentabilidad dado que las autorizaciones fueron mayor al incremento de los costos (+30% vs +28% anual promedio). No obstante, tras el salto cambiario y el incremento de tarifas, prevemos que los costos se aceleren significativamente en la segunda parte del año, superando los aumentos de las cuotas (34% vs 55% anual promedio).

A lo anterior se suma que, dado que la demanda por salud es relativamente inelástica respecto a los ingresos, en un contexto de deterioro del poder adquisitivo de los salarios, los beneficiarios de la salud optan por cambiar a planes de cobertura más económicos, por lo que la prima media que perciben las empresas se incrementa menos que el monto autorizado para las cuotas. Según estimaciones de Key Market, la prima media (cuota mensual promedio) para el subsistema privado de salud concluirá el 2018 con un incremento del 28%, frente a un aumento de costos del 32% promedio, lo que empeora aún más la ecuación financiera del sector.

Por su parte, la situación del subsistema de seguridad social (obras sociales nacionales, provinciales y PAMI) es aún más compleja, dado que se financia a través de los aportes de los trabajadores formales. En este sentido, la recaudación por aportes y contribuciones de la seguridad social acumula a septiembre un alza del 25,3% i.a., mientras que los costos subieron durante dicho periodo un 34% i.a. promedio. Asimismo, las paritarias promedio de los trabajadores registrados para todo 2018 se ubican en torno al 24,8% promedio anual, por debajo del aumento de costos estimado para el año.

De cara a 2019, no esperamos que la situación se revierta. Como es un año de elecciones presidenciales, los aumentos autorizados por la Superintendencia de Salud se encontrarán por debajo de la inflación con el fin de no sumar presiones sobre el nivel de precios y deteriorar aún más el salario de las familias. En consecuencia, en 2019 la rentabilidad de los servicios de salud se verá reducida nuevamente.

Consumo de Servicios Públicos: lo peor está por venir

¿Qué pasó?

En julio, el Indicador Sintético de Servicios Públicos elaborado por el INDEC no mostró avances (-0,1% i.a.) y se encuentra bajo terreno negativo desde octubre de 2017 (con excepción de abril que marcó un leve crecimiento del 0,4% i.a.). En los primeros siete meses de 2018, acumula una caída del 0,8% i.a. liderada por los sectores vinculados a la comunicación: telefonía fija, telefonía móvil y correo postal.

¿Qué explica la caída?

Por un lado, el encarecimiento relativo de los servicios públicos y, por el otro, el deterioro del poder adquisitivo de los salarios y el menor ingreso disponible de las familias. Bajo este contexto, se ven obligadas a cambiar hábitos de consumo y reordenar prioridades en el gasto.

En este sentido, dentro de los servicios públicos que acumulan contracciones a julio se encuentran los sectores que podrían considerarse menos esenciales respecto al resto, como es el caso de los servicios de comunicaciones. En los primeros siete meses del año se dieron de baja 500 mil líneas de teléfono fijo y 1,4 millones de líneas de celulares. Por su parte, el correo postal se redujo 2,4%, lo que se traduce en 2,2 millones de envíos menos que en diciembre de 2017.

Por su parte, el marcado aumento del precio de los servicios públicos por encima de la inflación genera sobre las familias un mayor control sobre el consumo de estos, congelando la demanda o retrayéndola levemente. En esta línea, el transporte de pasajeros exhibe un brusco freno en los dos últimos meses (+0,5% i.a. en junio y +0,7% i.a. en julio). Particularmente, el precio del servicio de transporte público de pasajeros acumuló una suba del 35% a julio, liderada por los ómnibus (+56%), frente a una inflación del 19% a dicho momento. Como consecuencia, el transporte urbano terrestre retrocedió 3,5% i.a. en julio. A ello se suma que la caída del salario real y la devaluación del Peso desincentivaron el turismo de los argentinos, tanto en el interior como en el exterior del país, afectando la demanda de servicios de transporte y peajes. Por caso, la cantidad de pasajeros transportados en vuelos internacionales marcó dos meses de caída consecutiva (-3% i.a. en junio y -2,5% i.a. en julio), luego de crecer ininterrumpidamente desde julio de 2015. Por su parte, los servicios por peajes en rutas nacionales se desplomaron 14% i.a. en el séptimo mes del año, en línea con la menor actividad turística en las vacaciones de invierno (los viajeros residentes cayeron 6% i.a. en julio).

En el caso del consumo de electricidad y gas, este no muestra un deterioro en los primeros siete meses de 2018 debido a que se combinaron las bajas temperaturas registradas en el invierno y los aumentos escalonados de las tarifas por lo que, al mes de julio, el consumidor aún no había percibido plenamente el incremento en el precio de la energía.

¿Cuáles son las perspectivas?

La contracción del consumo de servicios públicos se profundizará en lo que resta del año. Por un lado, la aceleración de la inflación y el fuerte retroceso del poder adquisitivo de los salarios devenido con el último salto cambiario auguran un retroceso de la demanda. Particularmente, transporte de pasajeros y peajes marcarán contracciones profundas frente a la menor actividad turística de los argentinos y al incremento del precio de los combustibles. A ello se suma que se prevén nuevos aumentos para el transporte público de pasajeros y peajes en octubre, lo que terminará por desincentivar aún más la demanda de estos servicios. De igual manera, la recesión de la economía tendrá su correlato en una caída de la demanda por servicios de transporte de carga y de correo postal, como así también en un menor consumo de energía desde la industria y el comercio.

Finalmente, en la última parte del año las familias comenzarán a sentir el efecto pleno del aumento de tarifas de energía, por lo que el consumo de electricidad y gas mostrarán variaciones negativas. Para el último mes del año, el precio del gas se habrá incrementado 75% i.a. y el de la electricidad 54% i.a., frente a una inflación rondará que el 45% i.a.

La construcción acumula tres meses de estancamiento

¿Qué pasó?

En agosto el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción -ISAC- publicado por el INDEC, no mostró avances en la comparación interanual (+0,1% i.a.). De esta forma, el sector no exhibe crecimiento desde mayo pasado y acumula a agosto un incremento del 8% i.a.

Por su parte, el Índice Construya (elaborado a partir de las ventas al sector privado de insumos para la construcción de once empresas representativas) marcó en agosto la caída más profunda desde diciembre de 2016 (-12% i.a.) y acumula en los primeros ocho meses del año un avance de 2,7% i.a.

¿Qué explica el estancamiento?

El nuevo escenario macroeconómico acaecido por la crisis cambiaria se configura como un contexto adverso para el desarrollo de la construcción, paralizando la obra pública y desalentando la puesta en marcha de proyectos privados. En relación con la construcción pública, las exigentes metas de déficit fiscal significaron un recorte de la obra pública, por lo que el gasto de capital de la Administración Pública Nacional cayó en el acumulado a agosto un 35% en términos reales. Particularmente el gasto destinado a vivienda sufrió un recorte de casi el 60% y el de transporte un 34%. En cuanto a la construcción privada, la inestabilidad macroeconómica y la fuerte devaluación del Peso, frenaron los proyectos. Desde el punto de vista de las familias, en los primeros ocho meses del año los salarios en dólares de los trabajadores registrados se derrumbaron a menos de la mitad, mientras que el costo de construcción, medido en la misma moneda, cayó 33%. En consecuencia, a pesar de que este último se ubica en el menor nivel desde octubre de 2007, un trabajador hoy puede construir un 36% menos con su sueldo, respecto de diciembre de 2017. En este marco, los permisos para construcción caen hace 5 meses ininterrumpidamente y acumulan a agosto una contracción del 10% i.a. De igual manera, el incremento de la tasa de interés de referencia congeló al sector inmobiliario y apagó su principal motor: los créditos hipotecarios indexados. Estos últimos, con caídas del 38% i.a. promedio en los últimos tres meses, pasaron de representar en enero pasado el 45% de las escrituras celebradas en CABA y Provincia de Buenos Aires, a sólo el 15% en agosto.

¿Cuáles son las perspectivas?

Las perspectivas son pesimistas. En lo que resta del año, la recesión del sector de la construcción se profundizará a raíz del deterioro del poder adquisitivo en dólares, el encarecimiento del financiamiento y el repliegue de la obra pública. De esta manera, al crecimiento del primer semestre experimentado por la actividad, le seguiría un segundo semestre de contracción mayor, por lo que el 2018 concluiría con una leve caída del 0,9%. En esta línea, los avatares macroeconómicos persistirán durante la primera parte de 2019, por lo que la actividad no encontrará la recuperación hasta el último trimestre del año que viene. A diferencia de otros años electorales, el 2019 no tendrá como motor principal de la construcción a la obra pública, dado que el Estado nacional prevé un gasto de capital que caerá en términos nominales (-7% anual). En este sentido, se prevé compensar parte de dicho retroceso con proyectos de Participación Público Privada, pero el contexto interno recesivo y de incertidumbre política, la persistencia de tasas altas de interés y la menor liquidez mundial, difícilmente permitan un desarrollo significativo de estos proyectos. Al mismo tiempo, a los pequeños proyectos privados de construcción les costará ver la luz, dado que el salario en dólares no se recompondrá y el acceso al crédito continuará siendo exiguo. Un aliciente serán los proyectos de grandes desarrolladores destinados al sector premium, donde la demanda no estará tan contenida y la rentabilidad es alta en un contexto de caída de los costos en dólares y aumento del precio de las viviendas.