Finaliza una semana relativamente estable en el plano cambiario-monetario. Por un lado, la brecha cambiaria se mantuvo sin grandes variaciones. Por otro lado, el BCRA sostuvo la postura compradora y adquirió USD 283 M en las últimas cinco ruedas, aunque por debajo de los USD 578 M de una semana atrás.
La semana estuvo cruzada por las discusiones acerca del esquema cambiario-monetario y el potencial nuevo acuerdo con el FMI. Esto reavivó los debates acerca de la salida del CEPO, especialmente respecto a la tercera condición (la igualación de la BM con la BMA). Y es que, la recuperación de la demanda de dinero impulsó al alza a la base monetaria, que representa cómodamente más del 60% de la BMA desde principios de año. Como correlato a la recuperación del crédito, la falta de liquidez en pesos comenzó a tensar las licitaciones de Finanzas y obtener un rollover por debajo del 100%, llevando a los depósitos en pesos al nivel más bajo desde mayo del 2024. Sin embargo, también cuenta con depósitos en los bancos comerciales por $12,3 bn (nov-24 último dato disponible), aunque buena parte de ese stock corresponde a capital de trabajo y hay un nivel mínimo que debería quedar como remanente. Hacia adelante, el superávit fiscal dotaría de pesos para afrontar los compromisos financieros, pero el panorama no deja de ser desafiante frente a vencimientos que ascienden por más de $70 bn en los que resta del año.
Lo implícito de todo esto es hacía que esquema monetario-cambiario desean dirigirse las autoridades. Desde el punto de vista del Gobierno, la búsqueda es que la remonetización sea mediante la denominada dolarización endógena. No queda claro si las personas se inclinarán por estas operaciones (a diferencia de las transacciones de facto que ocurren en otros mercados), y suena dificultoso que la adaptación se realice en el tiempo y profundidad que requiere el esquema. De todas formas, se puede flexibilizar la BMA, evitando mantener un escenario que derivaría en tasas de interés más altas, lesionando la recuperación económica en curso y afectando la percepción sobre la sostenibilidad de la deuda pública.
Finaliza una semana relativamente estable en el plano cambiario-monetario. Por un lado, la brecha cambiaria se mantuvo sin grandes variaciones, con los dólares financieros rozando los $1.190. Por otro lado, el BCRA sostuvo la postura compradora, pero desacelerando la marcha al compás de una liquidación del sector agropecuario que sigue sin despegar (promedió USD 59 M los últimos cuatro días, la cifra más baja del mes). En números, la autoridad monetaria adquirió USD 283 M en las últimas cinco ruedas, por debajo de los USD 578 M una semana atrás. En este marco, el riesgo país, en medio de un panorama internacional volátil (el miércoles superó los 700 p.b.), finalizó en 675 puntos en la jornada de hoy.
La noticia positiva estuvo en el frente de los precios. En enero persistió la moderación inflacionaria (2,2% mensual; -0,5 p.p. respecto a diciembre), siendo no sólo la inflación mensual más baja desde mediados del 2020, sino también el mejor enero de los últimos 6 años. En cuanto a las categorías, los precios Estacionales (ayudados por las verduras) jugaron a favor de la moderación al avanzar apenas un 0,4% mensual, al tiempo que los precios Regulados aumentaron 2,6% y el IPC Núcleo subió 2,4% (-0,8 p.p. respecto a diciembre). Visto por agrupación, los Bienes desaceleraron por debajo del ritmo de devaluación (+1,5%), mientras que los Servicios (+3,8%) siguieron mostrando una mayor resistencia a la baja, aunque rompieron el 4% mensual por primera vez.
En otro orden, durante la semana Finanzas obtuvo en la licitación un rollover por debajo del 80%. Con este resultado los depósitos del Tesoro en el BCRA caerían cerca de $1,5 bn (la subasta se liquida hoy, pero el dato se conocerá después), arrojando un stock por debajo de $2,8 bn, el valor más reducido desde mayo de 2024 previo a la rotación de pesos desde Pases del BCRA al Tesoro. Al margen de esto, en la adjudicación siguió primando el apetito por la renta fija (90% de lo adjudicado), siendo la novedad la colocación de tan sólo el 2% en el nuevo bono dollar linked (vencimiento enero del 2026) ofrecido en medio de los debates públicos en torno al esquema cambiario y las negociaciones con el FMI. De esta forma, los inversores continúan inclinándose por una postura de carry en USD en detrimento de la cobertura cambiaria ofrecida.
Justamente, en el rally mediático del Presidente y el Ministro de Economía en medio de las discusiones del esquema cambiario-monetario y el acuerdo con el Fondo, aclararon cuales son las tres condiciones para salir del CEPO: 1) Que la inflación converja al crawling peg + la inflación internacional; 2) Que la Base Monetaria (BM) se iguale con la Base Monetaria Amplia (BMA), es decir, que la demanda de dinero absorba el excedente monetario heredado; y 3) Una recapitalización del BCRA.
Con respecto al primer punto, dada la velocidad actual del crawling peg (1% mensual) ello implicaría una inflación mensual del 1,5%. Frente a la baja de retenciones, la suba de la carne en febrero y las eventuales presiones estacionales que podrían aparecer en marzo, luce poco probable alcanzar el objetivo durante el primer trimestre. Sin embargo, no descartamos que en caso de lograrlo continúen reduciendo el crawling peg, lo cual movería hacia abajo el objetivo de inflación mensual.
En cuanto al tercer punto, las autoridades aclararon que la idea sería utilizar los eventuales desembolsos del FMI para recomponer la hoja de balance de la autoridad monetaria (lo cual estimamos que podría ser a través de la cancelación de Letras Intransferibles, cuyo stock ronda los USD 70.000 M). Más allá de ello, la maniobra podría tener en paralelo el objetivo de mantener constante la deuda bruta de la administración central (aunque cambiaría su composición, incrementando la deuda con acreedores internacionales) para evitar que el eventual nuevo programa con el FMI tenga que pasar por el Congreso.
Además, el Presidente agregó que un nuevo programa con el FMI podría acelerar la salida del CEPO, aunque en los días posteriores el Ministro salió a aclarar que ello no implicaría un salto discreto del tipo de cambio ni un levantamiento de los controles cambiarios al día siguiente. En tal sentido, vemos muy poco probable que el Gobierno decida convalidar un salto cambiario en la previa a las elecciones, dado que implicaría interrumpir el proceso de moderación inflacionaria, el principal sostén del apoyo popular.
En esta misma línea, más allá de las condiciones mencionadas, desde nuestra perspectiva la salida del CEPO no sólo depende de la evolución de diferentes variables macroeconómicas, sino que se trata de una decisión de política económica (con sus consecuentes beneficios, costos y riesgos) en el medio de un año electoral.
Volviendo a las condiciones económicas establecidas por las autoridades, hoy centraremos el análisis en el segundo punto: la igualación de la BM con la BMA. Recordemos que, a finales de julio del año anterior, el BCRA lanzó la denominada Fase 2 del programa monetario. El mismo consistió en dejar fija la cantidad de dinero en $47,7 bn representados por la Base Monetaria Amplia, que se encuentra compuesta por la Base Monetaria (circulante en pesos + encajes en el BCRA), las LEFI (ex Pases) y Depósitos en pesos del Tesoro (contrapartida de la recaudación + instrumentos financieros). La fijación del techo se mantendrá hasta que la BM vaya ganando participación y represente los $47,7 bn, valor equivalente en términos reales a la BM con la que operaba la economía en agosto del 2019 (previo a la imposición de controles cambiarios).
Ahora bien, ¿qué factores hacen crecer la BM? En pocas palabras, la asistencia al Tesoro, la compra/venta de divisas en el MULC y un aumento de la demanda de dinero. Cerrar las dos primeras canillas fueron parte de la primera (superávit fiscal) y segunda etapa (venta de USD en el mercado financiero) del programa monetario. Ergo, se busca que en la medida que persista la moderación inflacionaria, las tasas de interés acompañen y se recuperen los ingresos, la demanda de dinero vaya absorbiendo el sobrante monetario de modo que la BM se iguale a la BMA.
Ahora bien, pongámosle números a todo esto. Desde abril (período base de fijación del techo) la demanda de crédito en pesos viene creciendo a un ritmo mensual del 7% en términos reales y sin estacionalidad, propulsado por un acelerado crecimiento de los créditos vinculados al sector hipotecario y prendario (+9%), aquellos dirigidos al consumo (+8%) y en menor medida los créditos comerciales (+6%).
Producto del repunte del crédito, los bancos privados evidenciaron una reducción de la liquidez disponible en pesos. La liquidez amplia de las entidades financieras[1] en moneda doméstica llegó a ubicarse en 35,9% a finales de enero, el valor más bajo para la serie iniciada en 2017. De esta forma, los bancos privados comenzaron a desprenderse de LEFIs hasta una tenencia actual de $3,3 bn (vs un pico de más de $6 bn), venta de títulos en el mercado secundario, Pases activos e interbancarios, y cada vez en mayor medida de vencimientos de letras y bonos con Finanzas (es decir, no “rolleando” la deuda).

Relacionado a ello, la base monetaria comenzó a viajar al 5% mensual y a ganar una creciente participación en la BMA, representando cómodamente más del 60% desde principios de año. Como correlato, la falta de liquidez en pesos comenzó a tensar las licitaciones de Finanzas, al tiempo que puso sobre la mesa la discusión en torno a un eventual rediseño de la estrategia monetaria dada la proximidad a su cumplimiento.
Pero, vayamos de a poco. Lo primero a preguntarse es ¿cuánto más tiene para crecer la BM? Dada una BM, los bancos privados tienen la cualidad de “multiplicar” el dinero que pone en circulación el BCRA (cuando da un préstamo, “crea” un depósito). Este multiplicador monetario se encuentra acercándose al histórico promedio cercano al 2x (2003-17) con el que operan las entidades (cada 1 billete circulando, el sistema financiero privado duplica la cantidad). En este sentido, el gobierno podría ganar un poco de tiempo relajando la exigencia de encajes sobre los depósitos que tienen las entidades, otorgando mayor margen de maniobra para el otorgamiento de créditos.
No obstante, en perspectiva el trecho sigue siendo enorme. Cuando se compara los agregados monetarios con relación a la cantidad de bienes y servicios que produce la economía, aún se encuentran muy por debajo del promedio 2016-19 (meses sin CEPO). Para dimensionar, la base monetaria se aproxima al 4% del PIB (vs más de 8%), el circulante de pesos 2,5% (vs 6%) y el M3 privado que incluye depósitos a la vista y plazos fijos está en 13% (vs 17%).
Por estas razones, el rollover por debajo del 100% del Tesoro asociado a la falta de liquidez no necesariamente es una noticia negativa, porque implica una reducción de la deuda pública y una mayor disponibilidad de pesos para prestarle al sector privado. El problema viene con el respaldo en pesos que posee Hacienda, que como vimos al principio están cayendo a su nivel más bajo desde mayo del 2024. Asimismo, los saldos en dólares que tiene el Tesoro estimamos que los estaría reservando para afrontar los compromisos próximos en moneda extranjera (pago al FMI, vencimientos con bonistas en julio, entre otros).
Sin embargo, además de los pesos en la cuenta del BCRA, la administración nacional tiene saldos en los bancos comerciales por $12,3 bn (nov-24 último dato disponible), siendo seguramente menor en la actualidad debido al déficit fiscal de diciembre. De todas formas, aparecen algunas cuestiones a considerar: 1) No todos esos pesos son del Tesoro, sino que también se incluye a organismos descentralizados, la ANSES y otros entes; y 2) Buena parte de ese stock corresponde al capital de trabajo, es decir, hay un nivel mínimo que debería quedar como remanente y no estaría disponible para afrontar pagos de deuda en pesos (promedió $8,5 bn entre 2022-23 a precios de hoy).
Asimismo, a diferencia de la cuenta en el BCRA, esos pesos están circulando dentro del sistema financiero, razón por la cual su utilización tendría otras repercusiones adicionales en el esquema monetario. ¿A qué nos referimos? Más allá de lo que puedan cubrir los bancos públicos con su liquidez en efectivo, buena parte de los depósitos tienen como contrapartida LEFIs ($7,3 bn al 13/02) o incluso títulos públicos. Por ende, la eventual asistencia de liquidez al Tesoro vería reducir el stock de LEFIs, o un desprendimiento de títulos públicos con un potencial impacto en el mercado secundario.
En suma, si bien es verdad que Hacienda cuenta con más recursos que los que se reflejan en sus cuentas en el BCRA, estimamos que dichos recursos no estarían completamente disponibles para afrontar los pagos de deuda, razón por la cual habrá que seguir de cerca el rollover en las próximas licitaciones.

Hacia adelante, sin dudas que el superávit fiscal ayudaría a acumular una mayor disponibilidad de pesos para afrontar los compromisos financieros. No obstante, el panorama no deja de ser desafiante frente a vencimientos que ascienden a más de $70 bn en los que resta del año, en medio de una expansión del crédito en pesos, una menor liquidez en moneda local y la típica incertidumbre de un año electoral.
Entonces, ¿qué estamos discutiendo? Lo implícito de todo esto es hacía que esquema monetario-cambiario desean dirigirse las autoridades. Probablemente, esto se encuentra sobre la mesa en las discusiones que se están sosteniendo para el nuevo programa con el FMI.
Desde el punto de vista del Gobierno, la búsqueda es que la remonetización sea mediante la denominada dolarización endógena. Esto es, ante la escasez de pesos en el sistema, que las personas comiencen a transaccionar en dólares (habilitado recientemente para comercios). No obstante, obviando los tiempos en la aplicación de las nuevas normativas, no queda claro si las personas se inclinarán por estas operaciones. A priori, a diferencia de las transacciones de facto que ocurren en mercados como el inmobiliario y de vehículos, suena dificultoso que la adaptación se realice en el tiempo y profundidad que requiere el esquema.
De todas formas, siempre se puede apelar a una flexibilización de la BMA mediante una serie de medidas, como el aumento del techo y/o dejar de esterilizar las compras de USD. Lo que queda claro, es que el paso del tiempo obligará a una toma de decisiones, ya que de mantenerse este escenario las tasas de interés se tornarán cada vez más positivas, lo que lesionaría la recuperación económica en curso y podría afectar la percepción sobre la sostenibilidad de la deuda pública.
El BCRA compra divisas en el MULC
Durante las últimas 5 ruedas, BCRA sostuvo la postura compradora al hacerse de USD 283 M, desacelerando respecto a la semana previa (USD 578 M) al compás de una liquidación del sector agropecuario que sigue sin despegar (promedió USD 59 M los últimos cuatro días, la cifra más baja del mes). En consecuencia, las Reservas Netas cerraron la semana en terreno negativo por cerca de USD 8.800 M (-USD 6.300 M si no se descuentan los depósitos del Tesoro).
La brecha se mantiene relativamente estable
Durante la última semana, los dólares paralelos se mantuvieron estables. En números, mientras el dólar blue subió 1,2% semanal ($1.220), el dólar MEP bajó 0,2% ($1.185) y CCL se redujo 0,5% ($1.197). Como resultado, la brecha cambiaria promedio terminó la semana en la zona del 13%.
Estabilidad en los futuros del dólar
Los contratos a futro del dólar terminaron la semana sin variaciones significativas. En detalle, tanto los contratos del primer trimestre del año (los más relevantes en cuanto a volumen) como aquellos con vencimiento de mayo en adelante cerraron en terreno neutro. Respecto a las devaluaciones implícitas, promedian un 1,6% entre febrero y abril, y un 1,9% en adelante.
[1] Proporción de efectivo, cuenta corriente en BCRA, LEFI, Pases, instrumentos del BCRA y títulos públicos encajables con relación a los depósitos.