Luego de cuatro meses, la construcción volvió a crecer en junio

¿Cómo le fue a la construcción en junio?

En junio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) creció 28,6% respecto al mismo mes del año anterior, acumulando una mejora de 61,6% en el primer semestre del año. Se debe notar que las variaciones se vieron afectadas por las bajas bases de comparación, ya que se correspondieron a los meses de cuarentena más estricta. De todas maneras, al comparar con el mismo mes de 2019, el sector se encontró también un 9,7% por encima.

Además, la construcción creció (+6,8% respecto a mayo) tras cuatro meses consecutivos de caída. De todas formas, aún no recuperó lo perdido en los últimos meses, ubicándose todavía un 3,7% por debajo de enero de 2021 -último mes que el sector había crecido de forma mensual-, pero manteniéndose firme en niveles superiores a la pre-pandemia (+23,2% por encima del primer bimestre de 2020).

En primer lugar, hay que tener en cuenta que en abril-mayo se concentró el impacto de la segunda ola. Si bien las medidas implementadas para contenerla fueron significativamente menores a las del año anterior, las restricciones en la primera quincena de mayo en la Ciudad de Buenos Aires y la vuelta a “fase 1” en el cierre del mes tuvieron un efecto sobre el sector, impactando principalmente en las obras privadas de magnitud. De esta forma, como junio fue un mes con menores restricciones y menor ritmo de contagios, era de esperar un “efecto rebote” al reanudarse determinadas obras que habían sido suspendidas por fuerza mayor.

En este sentido, 11 de los 13 insumos que compone el indicador mostraron un crecimiento respecto a mayo. Resaltó la evolución de ladrillos huecos (+10,4%) y hormigón elaborado (7,8%), que se encuentran asociados en gran medida a las obras privadas de mayor magnitud y al impacto de las menores restricciones antes mencionado.

Por su parte, la reanudación de la obra pública también va dinamizando al sector, tras la caída acumulada entre 2018 y 2020. Por un lado, los despachos de asfalto -el insumo que está más asociado a la obra pública- exhibió una caída desestacionalizada en junio (-3,5%), pero tras crecer de manera significativa en los dos meses anteriores (+16,6% en abril y +26,5% en mayo). A su vez, los gastos de capital del Gobierno Nacional treparon 61,8% i.a. en términos reales en el primer semestre, ayudados por la baja base de comparación.

¿Qué esperamos?

En julio, el indicador volvería a mostrar un crecimiento desestacionalizado, consolidando el rebote como consecuencia de las menores restricciones. En este sentido, el Índice Construya, que se encuentra asociado en mayor medida a la obra privada, creció 1,1% respecto a junio, mientras que los despachos de cemento crecieron 8,5% en comparación al mes anterior, ubicándose en niveles superiores a los del acumulado del mismo periodo de 2019.

Dejando detrás al impacto de la segunda ola, el sector tendría margen para seguir recuperándose en el segundo semestre, aunque a tasas menores que las que se vieron luego del piso de abril de 2020. En este sentido, un incremento de la brecha cambiaria en la previa electoral junto a tasas reales que se mantendrían en terreno negativo actuarían como drivers adicionales para el sector, debido a que incentivan el ahorro en ladrillo. Además, al tratarse de un año electoral, la obra pública también dinamiza la actividad en tanto el sector es de carácter esencial para dinamizar la creación de empleo informal, y con ello la demanda y el nivel general de actividad.

En síntesis, esperamos que el sector se mantenga en el resto del año por encima de la pre-pandemia, manteniendo la mejora en el segundo semestre del año. En este sentido, tras haber caído casi 20% en el 2020, esperamos que la construcción crezca en la zona del 25% en el 2021.

Julio, con inflación por debajo de 3%

En julio, la inflación fue de 2,6% mensual según el IPC GBA Ecolatina, acumulando 28% en los primeros siete meses del 2021. Con esta variación, tuvimos el avance más bajo desde septiembre de 2020, lo que representa una buena noticia: a pesar del arranque de año agitado, la suba de precios empezó a desacelerar en los últimos meses, ayudada por las anclas cambiarias y tarifarias.

Por su parte, alimentos y bebidas también estuvo por debajo del 3% por primera vez en el año. La mayor estabilidad obedeció al aumento moderado de carne vacuna (+1,0%, en comparación con 7,0% promedio mensual en el primer semestre), a la vez que la baja estacional de frutas también ayudó a este resultado. Por otro lado, los alimentos de consumo masivo siguieron creciendo por encima del 4% mensual en promedio, consecuencia del desarme de Precios Máximos.

A contramano de los últimos meses, los servicios les ganaron la carrera nominal a los bienes, algo que había ocurrido solo dos veces desde que empezó el congelamiento tarifario en abril de 2019. Si bien los servicios públicos siguieron congelados, los privados mostraron una aceleración relevante (+4,0%) y crecieron muy por encima de los bienes (+2,6%). En un contexto de reapertura de paritarias y dólar oficial planchado, esta dinámica podría repetirse en los próximos meses, achicando las diferencias acumuladas en los últimos años.

Más allá de la baja del Nivel General, vale destacar que la inflación núcleo siguió por encima del 3% en julio: los precios regulados contuvieron otra vez a la variación agregada, marcando que los atrasos siguen profundizándose. En agosto, las subas ya anunciadas de prepagas y GNC (+9% y +5%, respectivamente) impulsarían a este componente, pudiendo generar que la inflación de este mes se ubique levemente por encima de la de julio.

Aún con una aceleración puntual en este mes, la inflación bajaría en la segunda mitad del año, y pasaría de la zona del 4% mensual en el primer semestre (60% anualizado) a la del 3% (40% anualizado). Un menor efecto de la emisión récord de 2020, sumado al ancla tarifaria y una moderada suba del tipo de cambio oficial ayudarán a controlar la suba de precios, incluso en un escenario de suba nominal de los salarios.

Antes de cerrar, vale destacar que Ecolatina proyecta una inflación de 48,5% para 2021 (para los números del IPC Nacional de INDEC, no los del IPC GBA Ecolatina que sirven de base para este informe). El gran problema no será solo la suba de precios de este año: con un dólar y tarifas congelados, y un acuerdo con el FMI pronto a firmarse, la primera mitad de 2022 también podría ser agitada en materia inflacionaria, dejando un piso de 40% para el año que viene.

La Canasta Alimentaria crece por encima de la inflación, ¿hasta cuándo?

¿Cómo evolucionaron las canastas en junio?

La Canasta Básica Alimentaria (CBA), que muestra el ingreso necesario para que debe tener un individuo para comprar una canasta de alimentos y ubicarse por encima de la línea de indigencia, creció 3,6% en junio (+57,6% i.a.), acelerándose 0,8 p.p. respecto al mes anterior. Por su parte, la Canasta Básica Total (CBT), muestra el ingreso necesario que debe tener un individuo para comprar una canasta de bienes y servicios y ubicarse por encima de la línea de pobreza, y trepó 3,2% en junio (+51,8% i.a., +0,8 p.p. respecto a mayo).

Hay que tener en cuenta que las canastas crecieron por encima de la evolución de la inflación en junio (+3,1% para GBA, que es para donde se realiza el cálculo de las canastas). Si bien este comportamiento no fue la regla en lo que va del año, la CBA (+25,3%) acumuló en el primer semestre una suba mayor a la de la CBT (22,7%) y la inflación se ubicó en el medio de ambas (+24,9%). Detrás de esto se encuentra el hecho de que los alimentos evolucionaron por encima del resto de los precios, tras un 2020 con importantes congelamientos. En este sentido, los alimentos que tienen especial importancia en el armado de las canastas se aceleraron: según el IPC GBA Ecolatina, la leche subió 29% en el primer semestre, mientras que el pan fresco creció 36%.

Dos Salarios Mínimos y dos AUH no alcanzan para cubrir la CBT

En junio, una familia compuesta por cuatro integrantes necesitó $28413 para comprar la canasta de alimentos y $66478 para adquirir la canasta básica total. Por otro lado, el Salario Mínimo Vital y Móvil se ubicó en $25272 con la actualización de este mes, mientras que la Asignación Universal por Hijo fue de $4503 gracias al último incremento. Por lo tanto, el ingreso de una familia compuesto por dos salarios mínimos y dos AUH se ubicó en $59552.

Así, el ingreso de una familia cubrió la totalidad de la CBA -algo que venía sucediendo en los meses anteriores- pero no alcanzó para cubrir la totalidad de la canasta de bienes y servicios (cubrió casi el 90% de la misma). En este sentido, hay que remarcar que estos ingresos no alcanzaron a cubrir la CBT desde que se irrumpió la pandemia, pero no fue la regla en los últimos años: a lo largo de 2016, 2017 y parte de 2018 y 2019 una familia con estos ingresos lograba ubicarse por encima de la línea de pobreza.

¿Qué esperamos?

Como vimos, producto de un primer semestre agitado en materia inflacionaria, las canastas se aceleraron y los ingresos reales continuaron deteriorándose luego de tres años consecutivos de contracción. Sin embargo, para el segundo semestre podría advenir un panorama levemente más favorable.

Por el lado de los precios, esperamos que la inflación se desacelere gracias al menor ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial y las escasas subas de los precios regulados, y se ubique levemente por debajo del 3% promedio en el periodo julio-diciembre. De la mano de esta evolución, las canastas también se desacelerarían. De todas maneras, como algunos precios de consumo masivo se mantendrían por encima de la evolución de la inflación, dado que aún no recuperaron todo el terreno perdido -especialmente durante 2020-, no esperamos un cambio rotundo en la tendencia actual.

Por otro lado, desde el lado de los ingresos vendrán nuevos aumentos. En línea con la reapertura de paritarias (tras una pauta de 29% que quedó vieja), el Salario Mínimo Vital y Móvil podría verse redefinido: si bien resta confirmar, la suba acordada del 35% en cuotas podría terminar siendo una cifra algo mayor, o se adelantarían algunos de los aumentos ya pactados. A su vez, los jubilados que cobran la mínima y los beneficiarios de la AUH obtendrán bonos compensatorios, que de todas maneras no alcanzarán para terminar con el deterioro. En este sentido, estos factores tendrían un efecto inmediato sobre el poder adquisitivo en la previa electoral: habrá que ver si la menor evolución de las canastas y una suba nominal mayor a la esperada de los ingresos de los sectores de menores recursos alcanzarán para llegar a cubrir la línea de pobreza en el cierre del año.

Caída desestacionalizada de la actividad en mayo, ¿la última del año?

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) creció 13,6% en la comparación interanual de mayo, acumulando una mejora de 9,5% en los primeros cinco meses del 2021. Más allá de este salto, vale destacar que el avance se explicó por las bajas bases de comparación que dejó el 2020: al comparar con la pre-pandemia, la actividad todavía se encontró un 9,2% por debajo de igual mes de 2019.

Por su parte, la economía cayó 2,0% respecto a abril pasado, perdiendo la mejora que se había observado en el primer cuatrimestre de 2021. Con este deterioro, el nivel de actividad retrocedió 0,6% en relación con diciembre del año pasado, marcando una caída en los primeros cinco meses del año. A la vez, se verifica una pérdida de 4% en relación con el primer bimestre de 2020; por lo tanto, si en enero-febrero nos habíamos acercado a los niveles pre-pandemia, al momento, volvimos a quedar lejos.

A nivel desagregado, la dinámica fue similar. Si bien los bienes y servicios mostraron avances importantes en la comparación interanual (+12,4% y +14,8%, respectivamente), cayeron 0,1% y 2,6% respecto de abril. Como resultado, mientras que los primeros siguieron por encima de la pre-pandemia (+1,4%), los segundos se hundieron 5,1% respecto de enero y febrero del 2020. Así como la caída del nivel de actividad fue heterogénea, el rebote también lo está siendo.

En términos de sectores, se reforzaron los patrones de los meses anteriores. Aunque la industria y el comercio cayeron en mayo (-0,6% y -0,9%, respectivamente), producto esencialmente del endurecimiento de las restricciones, siguen por encima de los valores pre-pandemia (+1,9% y +5,8%, respectivamente). En el otro extremo, hoteles y restaurantes, transporte y comunicaciones y servicios sociales y de salud siguen con caídas de dos dígitos respecto de los valores del comienzo de 2020.

De esta forma, se verifica que la crisis actual tiene un patrón opuesto a la de 2018-2019. Mientras que en ese entonces los bienes, encabezados por la industria, lideraban la caída, en la actualidad estos sectores llevan adelante la recuperación. Por el contrario, los servicios, menos golpeados por el retroceso 2018-2019, muestran los peores desempeños en 2020-2021.

De cara al futuro, sobresale que en mayo-junio de 2021 habría estado el piso del nivel de actividad de 2021. En estos meses se conjugaron los problemas de la primera parte del año -alta inflación- con los peores niveles en materia de contagios de Coronavirus y, en respuesta, las mayores restricciones. Por lo tanto, podemos afirmar que, en el escenario más probable, lo peor ya habría pasado.

En el segundo trimestre, la actividad habría marcado una caída desestacionalizada en torno al 2%, un valor relevante, pero lejos de los desplomes espectaculares del 2020. Con estos números, el nivel de actividad de junio 2021 habría sido menor al de diciembre 2020, de modo que la actividad retrocedió en la primera parte del año.

Por el contrario, la demanda y la producción se recuperarían a partir de julio. La celeridad del proceso de vacunación y las menores restricciones operativas, en un escenario de baja -lenta- de la inflación y recuperación -moderada- de los salarios reales, impulsarían al nivel de actividad en la segunda mitad del año.

Si el nivel de actividad de mayo se mantuviera inalterado hasta el cierre de 2021, el PBI crecería 6% este año. Empero, desde Ecolatina proyectamos un crecimiento apenas menor al 7%, en línea con algunas estimaciones del Ministerio de Economía. Por lo tanto, la economía debería avanzar en los próximos meses para lograr este objetivo, algo que, efectivamente, proyectamos que pasará.

Antes de cerrar, es importante destacar que las buenas noticias tendrían corto alcance. A comienzos del año que viene, tanto el dólar oficial como las tarifas de servicios públicos demandarían algunas correcciones, en línea con las recomendaciones del FMI -con quien esperamos un acuerdo en el arranque de 2022-. En este marco, el crecimiento de la segunda parte del 2021 se interrumpiría apenas superado el año electoral.

La inflación no logra romper el piso del 3%

En junio, la inflación nacional fue de 3,2%, desacelerándose 0,1 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, el primer semestre del año cerró con una suba de precios de 25,3% (equivalente a 57% anualizado) y de 50,2% en la comparación interanual.

En lo que respecta a los capítulos, 8 de 12 se ubicaron por encima del 3%, mientras que en mayo solo habían sido 5. Dentro de las mayores evoluciones se ubicó Comunicación (+7,0%), como consecuencia de los aumentos en telefonía e internet, y Bebidas alcohólicas y tabaco (+5,0%) por el aumento de cigarrillos. Por su parte, se destacó la dinámica de Alimentos y bebidas no alcohólicas (+3,2%), que por segundo mes consecutivo se ubicó cerca de 3%, mostrando una marcada desaceleración respecto al 4,4% promedio que había mostrado en el primer cuatrimestre del año. De todas maneras, el desarme de precios máximos y las subas del precio de la carne otorgaron presiones al capítulo.

Por otro lado, el IPC Núcleo -que excluye bienes y servicios Regulados o con componente estacional- trepó 3,6% (+27% acumulado), por encima del IPC Regulados (+3,2% en junio, +24% en el acumulado) y del IPC Estacionales (+0,5% en el mes, +18% en el primer semestre). La referida dinámica de la inflación núcleo, que capta con mayor precisión la inercia, viene ubicándose por encima del 3,5% desde octubre del año pasado, dando cuenta la importante rigidez presente en el proceso inflacionario, especialmente considerando que no hubo un salto importante del tipo de cambio oficial.

Por su parte, una vez más los Bienes (+3,4%) se ubicaron por encima de los Servicios (+2,7%), acumulando subas de 27,6% y 20,2% respectivamente hasta junio. En este sentido, la menor evolución mensual de los Servicios se mantuvo durante todo el primer semestre, gracias a la reducida dinámica de los servicios públicos. En los próximos meses, la reapertura de paritarias, en un contexto en el cual perdió relevancia la pauta del 29%, podría reavivar nuevas presiones (principalmente) para los servicios privados, achicando la diferencia entre ambos grupos.

Además, hay que tener en cuenta que el menor alcance de los controles de precios tras el desarme de los precios máximos generará que los bienes de consumo masivo no muestren una desaceleración importante. A pesar de estos factores, el menor ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial y reducidas autorizaciones de subas de los precios regulados en la previa electoral ayudarían a que la desaceleración mensual del Nivel General se reafirme en el segundo semestre del año.

De esta manera, luego de observar una inflación promedio del 3,8% en el lapso enero-junio, esperamos que esta se ubique en torno al 2,8% mensual promedio en el segundo semestre. Con estos números, la interanual se mantendrá en la zona del 50% durante los meses del segundo semestre y cerraría con una suba aproximada de 48% en 2021, dejando atrasos pendientes para el año entrante: difícilmente la inflación pueda perforar el 40% en el 2022.

La inflación siguió arriba del 3% en junio

¿Cómo evolucionó la inflación?

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación alcanzó 3,6% en junio. De esta forma, acumuló 24,7% en el primer semestre de 2021, representando la cifra más alta desde 2016. Además, se ubicó en 48,7% i.a. para los últimos doce meses del año.

¿Qué sucedió al interior del IPC?

El capítulo que mayor incidencia tuvo sobre el índice fue Alimentos y bebidas (+4,1%), que acumuló una suba de 28,5% en el primer semestre y de 57,3% i.a. Al interior, la suba fue generalizada en junio: de las 65 categorías que componen al capítulo, 46 se ubicaron por encima del 3%. Por un lado, el desarme de precios máximos impactó sobre los productos de consumo masivo, donde se destacaron las subas de panes, lácteos y aceites. Por el otro, la evolución de carnes también se mantuvo elevada -por encima del 4%-, y ya acumula una suba de 51% en lo que va del 2021.

En lo que respecta al resto de los capítulos, solo 2 de 9 mostraron una evolución menor al 3%. En este sentido, resaltó la evolución de Indumentaria (+4,3%) y Transporte y comunicaciones (+3,9%), considerando que ambos se ubicaron por encima del Nivel General.

Un análisis complementario se observa con las categorías que componen al IPC. El IPC Core, que está compuesto por los precios que se encuentran más “expuestos” a la coyuntura económica, creció 4,1% en el mes (+26,9% acumulado y +52,2% i.a.). Al interior, tanto los precios de consumo masivo (+3,7%) como el resto (+4,2%) exhibieron dinámicas elevadas: los primeros, comenzaron a recuperar el terreno perdido tras varios meses de congelamiento, mientras que los segundos vienen ubicándose por encima de 3,8% luego de nueve meses consecutivos, dejando en evidencia que el proceso inflacionario actual cobró una importante inercia y es difícil de desarmar.

Por otra parte, el IPC Regulados subió 3,2% en el mes, como consecuencia de subas en cigarrillos, teléfono, mantenimiento de los vehículos y combustibles. De esta manera, acumuló una suba de 20,8% en los primeros seis meses y de 31,8% i.a.: la pequeña diferencia entre estas variaciones corresponde a que la corrección de regulados se concentró en los primeros meses del 2021. A contramano, el IPC Estacionales creció solo 1,5% (+18,8% acumulado y +69,9% i.a.), principalmente por la baja suba de frutas.

¿Qué esperamos?

Como consecuencia de una suba de precios que se desacelera más lento de lo proyectado al principio del año, desde Ecolatina modificamos nuestra estimación y esperamos que la inflación ronde el 48% en 2021. Sin embargo, para que esta cifra se cumpla, seguimos pensando que habría una paulatina desaceleración en la segunda parte del año. Luego de una inflación promedio de 4% en los primeros seis meses, la suba de precios debería ser levemente menor al 3% en el periodo julio-diciembre para que se concrete nuestra proyección anual.

Detrás de estos números, se encuentra el hecho de que el impacto del alza de precio de los commodities, las presiones del Mercado de Liniers sobre el precio de la carne minorista y la autorización de subas de combustibles (que poseen fuertes efectos de segunda ronda) serían factores que ya no estarán presentes en la segunda parte del año. A su vez, el atraso tarifario y un menor deslizamiento del tipo de cambio oficial también ayudarán a este fin, pero dejarán correcciones pendientes para el 2022.

Recuperación interanual, pero caída desestacionalizada: la segunda ola impactó sobre la actividad en abril

¿Cómo le fue a la economía en el cuarto mes del año?

En abril, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) creció 28,3% respecto al mismo mes del año pasado, acumulando una suba de 8,2% i.a. en el primer cuatrimestre del 2021. En este sentido, hay que tener en cuenta que en abril de 2020 la economía se había deteriorado un 25% i.a., producto de la primera respuesta de gobierno a la pandemia. De esta forma, había marcado el piso de la crisis y dejado una base de comparación excesivamente baja. En consecuencia, sus números son poco representativos: al comparar con abril de 2019, se observa que el nivel de actividad se encontró un 4,4% por debajo.

Por otro lado, la economía cayó un 1,2% respecto de marzo 2021, acumulando tres meses consecutivos de contracción desestacionalizada. Como resultado, la actividad avanzó solo 0,5% en el primer cuatrimestre de 2021 -y todo concentrado en enero-. De esta manera, se verifica cómo el crecimiento de este año será más efecto de arrastre estadístico (+6%) que una mejora genuina, explicada por un buen desempeño económico.

¿Qué sucedió al interior de la economía real?

A nivel sectorial, tanto los Bienes (+28,5% i.a.) como los Servicios (+25,8% i.a.) mostraron un avance importante en términos interanuales, al ser contrastados con el piso de la crisis. De todas maneras, al comparar con meses anteriores a la pandemia los números dejan de ser tan alentadores: la producción de Bienes se mantuvo en niveles similares a la pre-pandemia (+0,3%), pero un 5,2% por debajo que abril de 2019. Por su parte, los Servicios se ubicaron por debajo de ambos periodos (-11,7% y -5,4%, respectivamente), marcando que el rebote no sólo tiene vaivenes, sino que también es heterogéneo.

Hoteles y restaurantes siguen siendo una de las ramas de actividad más afectadas respecto de 2019, marcando una caída mayor al 50% desde entonces. En la misma línea, Servicios y sociales y de salud retrocedió 30%, y transporte, 9%. Las restricciones directas a la oferta explican esta dinámica dispar.

Del otro lado, la Industria manufacturera marca un avance de 2,2% respecto de 2019, en tanto el Comercio mayorista y minorista saltó 5,1% en relación con el último año de la gestión Cambiemos. Estas ramas, creadoras de empleo formal y de alta incidencia sobre el PBI, están liderando la mejora.

¿Qué esperamos para lo que resta del año?

Durante mayo y junio, la actividad económica habría seguido condicionada por el incremento de contagios y las restricciones sanitarias. Si bien éstas fueron más focalizadas que en 2020, inevitablemente impactaron sobre la producción. En este sentido, las ramas de mayor trabajo nocturno -Hoteles, restaurantes y esparcimiento-, se mantuvieron en niveles muy inferiores a los de la pre-pandemia. Por otro lado, la producción de bienes estuvo menos afectada, pero no exenta: en la medida que hubo contagio de personal, muchas industrias se vieron obligadas a cerrar sus plantas temporalmente y determinadas obras se vieron pospuestas. Las limitaciones a la oferta, en estos casos, llegaron más por decisión de las empresas que del Poder Ejecutivo.

En este sentido, esperamos que el impacto de la segunda ola se haya traducido en un retroceso desestacionalizado de la actividad en el periodo abril-junio. Sin embargo, en la segunda parte del año, la economía se recuperaría tanto de manera desestacionalizada como interanual: el mayor ritmo de vacunación y la baja de contagios por el calor permitirían menores restricciones en comparación a los meses previos. Además, la desaceleración de la inflación en un contexto de reapertura de paritarias sería el principal mecanismo para que el consumo muestre un crecimiento en la previa electoral.

La mejora del poder adquisitivo de los hogares, en el margen, y la recuperación del nivel de empleo ayudaría a impulsar a determinadas ramas industriales y de comercio. A su vez, el incremento de la obra pública y la falta de alternativas de ahorro que deja el cepo serán un motor para el rebote de la construcción y la inversión.

Para cerrar, hay que tener en cuenta que, si la actividad se mantuviera inalterada en lo que resta del año, el PBI crecería poco menos de 7% en el promedio de 2021. Teniendo en cuenta que en mayo-junio se podrían observar nuevas caídas desestacionalizadas, producto de la segunda ola de Coronavirus y sus mayores restricciones, es probable que el número final termine por debajo de este “arrastre” actualizado. No obstante, dado que a partir de la segunda parte del año se recuperaría el terreno cedido, estimamos que el crecimiento para 2021 se ubicará por encima del 6%. El desafío quedará para 2022: habrá que ver si será posible extender la recuperación de los últimos meses de este año con presiones cambiarias e inflacionarias que podrían reavivarse luego de las elecciones.

La inversión y las exportaciones traccionaron la suba del PBI en el primer trimestre

¿Qué pasó con la economía en el primer trimestre?

En el primer trimestre de 2021, la economía creció 2,5% respecto al primer cuarto del año pasado. Mientras que la actividad retrocedió durante enero y febrero de este año (-1,9% i.a. y -2,1% i.a., respectivamente), creció 11,4% i.a. en marzo de 2021, impulsado por la baja base de comparación que dejó el arranque de la pandemia en 2020. Dicho esto, al comparar con el primer trimestre del 2019, el nivel de actividad todavía se encontró un 2,6% por debajo, marcando que todavía falta mucho para lograr un crecimiento genuino.

Por su parte, la economía creció 2,6% en términos desestacionalizados. Si bien esto representa una buena noticia, hay que tener en cuenta que redujo el ritmo de recuperación: en el tercer y cuarto trimestre del 2020 el PBI había saltado 13,2% y 4,4%, respectivamente. No obstante, considerando que la economía se acercaba a los niveles pre-pandemia, y que no había ya un efecto flexibilización de la cuarentena, esta dinámica es lógica.

A nivel desagregado, las cantidades exportadas mostraron una importante mejora. Durante el 2020, este componente fue el único que no había mostrado signos de recuperación (cayó cuatro trimestres consecutivos), como consecuencia del desplome de la demanda global y la incertidumbre cambiaria que reino durante la última parte del año anterior. A la vez, el menor flujo de turistas que trajo la pandemia también golpeó al comercio exterior por la vía de servicios. En sentido contrario, durante el arranque de este año, la recuperación de Brasil y la mayor demanda de China permitieron que las ventas externas crecieran 19,2% respecto al trimestre anterior -ubicándose en los niveles más altos desde fines de 2019- y 1,2% en términos interanuales.

Por su parte, la inversión también mantuvo la mejora (+38,4% i.a.) y avanzó 6,1% en términos desestacionalizados, alcanzando los niveles más altos desde 2018 y dejando en evidencia el fuerte carácter procíclico que tiene este componente: tras haber sido el más golpeado por la pandemia, también está siendo el más rápido en recuperarse.

Por último, el desempeño del consumo fue más conservador. Por un lado, la parte privada de este componente de la demanda cayó 0,7% i.a., pero se recuperó 2,9% en términos desestacionalizados. La aceleración de la inflación en los primeros tres meses del 2021 deterioró ingreso real de los hogares, atacando a las compras de las familias. En un sentido similar, el consumo público retrocedió 0,5% i.a., producto de la menor expansión fiscal con que empezó este año. No obstante, a pesar de los mejores números de déficit, esta variable avanzó 1,4% en términos desestacionalizados.

¿Qué esperamos para el resto del año?

A partir de abril, el gobierno implementó restricciones focalizadas para frenar la nueva ola de contagios. Esperamos que esto se traduzca en un retroceso desestacionalizado del PBI en el segundo trimestre, pero que distará de ser de igual magnitud que su contracción en igual período del 2020. De no existir una reducción en la cantidad de casos diarios de Coronavirus, los efectos de la pandemia y las restricciones seguirían llegado julio y agosto: la caída del segundo trimestre se convertiría en un estancamiento o “avance acotado” del nivel de actividad durante el tercer trimestre del año.

Una vez pasado el invierno, el panorama será más favorable, de modo que la economía podría volver a crecer. En primer lugar, el avance de la campaña de vacunación podría permitir que las restricciones se reduzcan en comparación a los meses previos. A su vez, las expectativas sobre las cantidades exportadas continuarán siendo favorables a lo largo del año, gracias a la mayor demanda de manufacturas industriales (por parte de Brasil) y agropecuarias (por parte de China).

Además, el menor ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial y la “moderada” suba de precios regulados permitirían una desaceleración inflacionaria en los meses previos a las elecciones y una mejora del poder adquisitivo. De todas maneras, la reapertura de paritarias -en un contexto en el cual la pauta del 29% quedó vieja-, podría llevarnos a un equilibrio de mayor nominalidad: la suba de los salarios nominales también trae consigo mayores presiones inflacionarias, corriendo el riesgo de que se trunque la recuperación real de los ingresos.

Estos factores, junto a planes oficiales como Ahora 12 y al incremento de la demanda de bienes dolarizados típico de la previa electoral -y de momentos con expectativas de devaluación, como el tercer y cuarto trimestre del año pasado-, ayudarían a que la recuperación del consumo privado se acelere sobre el último trimestre del año. Este comportamiento posiblemente vendrá acompañado de una mejora algo más acotada de la inversión, teniendo en cuenta que en la actualidad ya superó todo el terreno perdido por la pandemia.

Si el nivel de actividad del primer trimestre se mantuviera inalterado durante el resto del año, la economía crecería cerca de 8% en 2021. Sin embargo, desde Ecolatina proyectamos que avanzará algo menos, ubicándose alrededor del 6%: el magro desempeño del segundo y tercer trimestre explicarán este desenlace. Por último, vale remarcar que, si bien el cuarto trimestre sería positivo en materia económica, las chances de una devaluación pos-electoral impedirían que el buen cierre de este año se trasladase al comienzo del 2022.

Las canastas se ubicaron por debajo de la inflación en mayo

¿Cómo evolucionaron las canastas en mayo?

La Canasta Básica Alimentaria (CBA), que muestra el ingreso necesario que debe tener un individuo para comprar una canasta básica de alimentos y no ser indigente, creció 2,8% en mayo, desacelerándose más de 1 p.p. respecto al mes anterior. Por su parte, la Canasta Básica Total (CBT), que mide el ingreso que necesita un individuo para cubrir un conjunto de bienes y servicios y no ser considerado pobre, aumentó 2,4% en el mismo mes (-1 p.p. respecto a abril).

La “buena” noticia es que las canastas llevan dos meses consecutivos ubicándose por debajo de la evolución de la inflación general, 3,4% para GBA en mayo. De todas maneras, analizando el agregado de los últimos meses, se ve como las canastas ganaron la carrera nominal: mientras que el IPC GBA subió 46,8% en los últimos doce meses, la CBA creció un 53,4% y la CBT, 49,6%.

El principal motivo que se encuentra detrás es la evolución del capítulo de alimentos y bebidas, que también se ubicó por encima de la inflación (+47,2% i.a. para GBA). Si bien esta diferencia no parece tan abrupta, los alimentos que tienen principal incidencia sobre el armado de las canastas crecieron por encima del resto: según los relevamientos de precios que realiza el INDEC, la papa subió 61,8% i.a., el pan 51,2% i.a. y la leche 41,5% i.a., siendo los tres principales alimentos que mueven la valorización de las canastas.

Se reforzaron los ingresos, pero no alcanzaron para cubrir las necesidades básicas

Lamentablemente, los ingresos siguieron corriendo por detrás de la evolución de las canastas. En este sentido, para evaluar el poder de compra es útil comparar a las canastas con los ingresos de los deciles más bajos.

En mayo, una familia compuesta por cuatro individuos necesitó $27424 para cubrir la canasta de alimentos y $64445 para cubrir la canasta básica total. Por su parte, el Salario Mínimo Vital y Móvil se ubicó en $24408 con la última actualización (+44,6% i.a.), mientras que la Asignación Universal por Hijo fue de $4016,96 (+29,5% i.a.).

Al igual que en los meses anteriores, la AUH no alcanzó para saldar la canasta de alimentos correspondiente para un niño (llegó a cubrir un 65% de la CBA), y solo alcanzó para cubrir un 27,5% de la CBT. Si a esta cifra le incorporamos la Tarjeta Alimentar, un programa que sirve para adquirir alimentos que lo pueden cobrar los beneficiarios de la AUH con hijos de hasta 14 años, este monto llegó a cubrir la totalidad de la CBA (160%), pero siguió sin alcanzar para cubrir la canasta total relativa de un niño (69%).

Por último, el ingreso de una familia compuesto por dos salarios mínimos y dos AUH se ubicó en $56850. Por lo tanto, alcanzó para cubrir el doble de la CBA (207%), pero no para completar la totalidad de la CBT (+88%). Este comportamiento no fue la regla durante los últimos años: a partir de 2019 comenzó a suceder que en determinados meses este ingreso no logre cubrir el umbral de pobreza.

¿Qué esperamos para el resto del año?

Según nuestras estimaciones, la inflación no logrará perforar el 3% en junio. Por lo tanto, el primer semestre del año cerrará agitado en materia inflacionaria: la suba de precios acumulará cerca del 25% en el primer semestre, y esperamos que las canastas cierren en la misma línea. A diferencia, el aumento del Salario Mínimo Vital y móvil, al igual que la mayor parte de ingresos de la economía, será algo menor: el deterioro real de este ingreso se ubicará en torno al 2% en los primeros seis meses del año.

A partir del segundo semestre, la depreciación más lenta del tipo de cambio oficial y la baja actualización que tendrán los precios regulados permitirían que el proceso inflacionario se desacelere en la previa electoral. Además, el reciente refuerzo focalizado de los programas de asistencia social (como la ampliación de beneficiarios de la tarjeta alimentar y la actualización del salario mínimo en siete etapas), sumado a la recuperación del empleo -principalmente informal y cuentapropista-, podrían ayudar a visualizar un panorama algo más favorable sobre el cierre del año. De todas maneras, esto no alcanzaría para frenar completamente el deterioro real de los ingresos de los deciles más bajos, y menos aún para compensar la pérdida de poder adquisitivo de los últimos 4 años.

La inflación del primer semestre será cercana a 25%

En mayo, la inflación nacional fue de 3,3%. De esta forma, aumentó 48,8% en la comparación interanual y acumuló 21,5% en los primeros cinco meses del año, la mayor para este período desde 2016.

El capítulo que mayor incidencia tuvo sobre el índice continuó siendo Alimentos y bebidas (+3,1%), que acumula 22,4% en lo que va del año y casi 50% interanual. Vale destacar que, a diferencia de meses previos, cuando la variación del capítulo era impulsada por algunos productos puntuales, este mes la suba fue generalizada: se destacó la evolución de carnes, lácteos, aceites, café, panes, verduras, entre otros.

En otro orden, sobresale que los Bienes (+3,5%) volvieron a ubicarse por encima de los Servicios (+2,7%). Esta dinámica recurrente durante 2021 implica que los primeros acumulen una suba de 23,4%, +6,4 p.p. que los segundos, que corren detrás como consecuencia del fuerte atraso relativo que presentan los servicios públicos, configurando un nuevo set de precios relativos durante los últimos meses.

En este sentido, pese a que el IPC Regulados trepó 3,8% en mayo, por encima del IPC Núcleo (+3,5%) y de los Estacionales (+1,5%), la tendencia es preocupante: la inflación nacional crece por encima del 3% mensual desde octubre de 2020 -ocho meses consecutivos-, algo que no había ocurrido tras los saltos cambiarios durante el gobierno de Cambiemos. Más aún, el IPC Núcleo, que muestra con mayor precisión la inercia del proceso inflacionario, crece a un ritmo mensual promedio superior al 4%. Esta dinámica, a la que probablemente se le sumen reclamos salariales cada vez más elevados -considerando la imposibilidad del cumplimiento de la meta oficial de inflación del 29%-, complicarán la desaceleración en la previa electoral.

Teniendo en cuenta que la suba de precios de mayo fue la más baja en lo que va del año, el cierre del semestre podría ser el inicio de la desaceleración, que se combinará en los próximos meses con una depreciación muy lenta del tipo de cambio oficial y un freno a las autorizaciones de incrementos en distintos precios Regulados. Sin embargo, el relevamiento quincenal del IPC GBA Ecolatina da indicios de la rigidez de este proceso: durante la primera mitad de junio el índice subió 3,8% respecto al mismo periodo de mayo, destacándose nuevamente el avance de casi 4% de Alimentos y bebidas (+3,9%), posiblemente afectado por el desarme de precios máximos hace unos días. De todos modos, prevemos que la inflación cierre por encima del 3% en el sexto mes del año, sin una considerable desaceleración respecto a mayo.

Proyectamos que la inflación rondará el 47,0% en 2021. Teniendo en cuenta que la inflación acumularía una suba en torno al 25% en el primer semestre, la suba de precios debería promediar alrededor de 2,7% entre julio y diciembre para alcanzar nuestra proyección, algo que podría lograrse utilizando el tipo de cambio y las tarifas como ancla, a costa de postergar ajustes para el año entrante. Por este motivo, es difícil que también en 2022 la inflación esté por debajo del 40%.