La economía post cuarentena y reestructuración de la deuda

En las últimas semanas, la cuarentena comenzó a desandarse gradualmente, especialmente en lo que a la producción respecta. Pese a que los casos de Coronavirus siguen creciendo, la decisión oficial de extender -sin mayores cambios- hasta el 30 de agosto el ASPO en varias regiones del país muestra que no hay margen para endurecer las restricciones aún cuando el sistema sanitario está más demandando.

Asimismo, el proceso de reestructuración de la deuda pública ha avanzado significativamente tras el acuerdo con los principales grupos de acreedores ley extranjera. Si bien todavía falta efectivizar el canje, replicarlo a los bonos ley local en moneda dura y alcanzar un acuerdo con el FMI para extender la devolución del préstamo otorgado, este frente luce encaminado.

Por lo tanto, nos acercamos al día después de la cuarentena y la reestructuración de la deuda. En consecuencia, qué sucederá con el nivel de actividad económica se vuelve una de las principales dudas.

En primer lugar, hay que decir que las medidas de aislamiento impactaron de manera heterogénea en las distintas ramas de actividad. Si bien la mayoría de los sectores continúa en rojo, la profundidad de la caída varió inter e intra sectorialmente. Asimismo, aunque en los últimos meses se observa una recuperación de la actividad, el nivel se ubica claramente por debajo del registrado antes de la pandemia.

De hecho, la reactivación tendrá dos etapas bien marcadas. Una inicial, que ya está sucediendo, donde la oferta se “despertará”, recuperando parte de lo perdido consecuencia de la incapacidad de producir durante el confinamiento. Luego, hacia fines de año y durante 2021, la recuperación sería más lenta, pero ya no estaría asociada a la imposición y remoción de la cuarentena, sino a la evolución de la demanda (principalmente interna), donde algunos sectores podrían incluso recuperar los niveles pre-pandemia. Veamos.

Reactivación sectorial a distintas velocidades

Comencemos con la Construcción. La irrupción de la pandemia implicó una parálisis completa de las actividades para uno de los sectores más afectados durante la recesión 2018-2019. El incremento de la proporción de firmas para operar con normalidad permitió dos meses consecutivos de mejoras a partir de mayo. En el corto plazo, la dinámica de reactivación continuaría, producto de la flexibilización de las restricciones y el incremento de la demanda para refacciones en el hogar ya que su nivel de actividad sigue lejos de la pre-pandemia.

Asimismo, una vez que la economía ingrese en la nueva normalidad, podremos observar un repunte del sector por su carácter procíclico y porque en un escenario de restricciones cambiarias las opciones de ahorro se reducen y la construcción se configura como una alternativa atractiva para adquirir un bien “dolarizado” en un contexto de bajos costos de producción en moneda dura. Además, es una rama de actividad estratégica para el Ejecutivo: no insume casi divisas/importaciones y permite crear empleo dentro de los sectores de menores ingresos, que fueron los más golpeados por la pandemia/cuarentena. Anuncios como el Procrear y planes de obra pública marcan la intención oficial de impulsar la actividad.

Otro sector clave es la Industria manufacturera. Dado el carácter esencial de algunos rubros, la cuarentena impactó de manera muy heterogénea en esta rama de actividad: mientras que en abril los sectores productores de bienes de consumo intermedio, durables y de capital mostraron caídas inéditas (Automotriz y autopartes, -88,5% i.a. y Prendas de vestir y calzado, -79,8% i.a) otros como Alimentos y bebidas se mantuvieron prácticamente estables (-1,0% i.a.).

En el caso de las primeras, a partir de mediados de mayo comenzó un proceso de reapertura. En este sentido, la mejora relativa en el índice de producción industrial (pasó de -33,5% i.a. en abril a -6,6% i.a. en junio) fue, en parte, producto de puesta en marcha de fábricas no esenciales, donde se libraron órdenes de compra pendientes y se recompusieron stocks. Vale la pena destacar que la esta notoria mejora responde más a la “reapertura” que al incremento genuino de la demanda (salvo ramas vinculadas a bienes durables para el hogar, donde el consumo repuntó).

En este marco, esperamos que el impulso dure sólo un par de semanas, hasta recomponer stocks y cumplir órdenes de compra pendientes, dado que todavía resta un tiempo prudencial para que la demanda interna vuelva a los niveles pre-crisis. El año próximo, la nueva normalidad con recomposición del salario real y políticas destinadas a dinamizar el consumo en el año electoral (Ahora 12, por ejemplo), permitirían que las industrias orientadas al mercado interno se aproximen a los niveles pre-pandemia hacia fines del 2021.

Párrafo aparte merece la agroindustria. Con menores restricciones para operar y menor caída de la demanda (interna y externa), puede ser considerada la rama industrial menos golpeada por la pandemia/cuarentena. A futuro, tanto el sector primario como el agroindustrial son claves para la recuperación pues dinamizan ramas industriales vinculadas – agroquímicos y maquinaria agrícola- y son generadores de divisas genuinas. La elevada demanda de alimentos por parte de Asia y la recuperación de precios de los principales commodities agrícolas podrían apuntalar al sector el año entrante. Sin embargo, hay escollos por sortear: el tipo de cambio real es poco competitivo tras el pago de retenciones y existen riesgos climáticos (escasez de lluvias por el fenómeno climático de “la niña”) en la provisión de insumos importados.

Por su parte, el desplome del precio del petróleo y las restricciones a la circulación generaron que el sector Minas y canteras cayera cerca de 20% i.a., tanto en abril como en mayo. La recuperación del precio internacional y el acuerdo con los bonistas mejoró las golpeadas expectativas del sector petrolero y gasífero -principalmente para Vaca Muerta-, pero resta esperar la reversión del desplome de la demanda interna y la flexibilización de las férreas restricciones cambiarias. El panorama podría mejorar con la implementación del plan “Esquema gas 2020-2024”, que busca garantizar el abastecimiento interno y reducir importaciones, a la par que el descongelamiento de las tarifas de servicios públicos y naftas.

Por el lado de los servicios, Comercio minorista y mayorista es el rubro que mostró mayor incidencia negativa en el nivel de actividad. Pese a que desde mayo viene lentamente moderando su caída producto de un mayor número de comercios habilitados y la implementación de modalidades alternativas de comercialización (online, delivery, pick up, etc.), las ventas fueron acotadas a excepción de los consumos más básicos.

La pregunta del millón es cuánto tardará el resto de la demanda en volver a los niveles pre-crisis y qué hábitos de consumo sufrirán cambios estructurales tras la pandemia. Una parte importante de la respuesta dependerá del mercado laboral y, en particular, de las perspectivas de empleo y el temor a perderlo. En la medida que la percepción de crisis persista, las familias mantendrán un elevado ahorro precautorio demorando la recuperación.

Por último, cabe destacar que los sectores más rezagados por la pandemia serán los vinculados a los servicios no esenciales ni exceptuados, tales como Restaurantes y hoteles y Servicios comunitarios, sociales y personales. Las restricciones operativas que afectan a las actividades que congregan muchas personas en lugares cerrados serán las últimas en levantarse y los hogares serán reacios a consumir este tipo de servicios hasta que baje la percepción de riesgo de contagio de Covid-19. Pese a que se espera un rebote desde niveles de actividad prácticamente inexistentes (Ej: turismo internacional) sería imposible recuperar los niveles pre crisis antes de que la mayoría de la población sea vacunada contra el coronavirus.

La inflación se mantiene por encima del 2% en el interior del país

El IPC Nacional de INDEC trepó 1,9% en julio, desacelerándose 0,3 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, mostró un incremento del 42,4% i.a. -la menor cifra de los últimos 22 meses- y acumuló una suba del 15,8% en los primeros siete meses del año, representando la menor variación acumulada desde el año 2017 al séptimo mes del año.

En lo que respecta a los capítulos, la mayor evolución la tuvo Equipamiento y mantenimiento del hogar (+3,9%), como consecuencia de las restricciones cambiarias y mayor demanda de bienes y refacciones dentro del hogar. Cabe destacar que el capítulo acumula un incremento del 8,1% entre junio y julio -en comparación al 4,2% que acumula el Nivel general-, dado que, en este periodo, las restricciones para acceder al MULC para determinadas empresas impactaron de lleno en el incremento de precios de determinados bienes importados. Por su parte, se destacaron las subas de los capítulos Recreación y cultura y Prendas de vestir y calzado (ambos con incrementos del 3,3%).   

Analizando a las categorías, el IPC Núcleo creció 2,5% en el mes (+0,6 p.p. en comparación al Nivel general) y acumuló una suba del 17,3% en los primeros siete meses de año. A contramano se ubicaron las otras dos categorías: por un lado, el IPC Estacionales (+0,9%) mostró la variación más baja de los últimos catorce meses, pero acumuló una suba del 29,4% en lo que va del año (+13,6 p.p. por encima del Nivel general). Por otro lado, el IPC Regulados creció 0,5%, acumulando únicamente un incremento del 5,7% en los primeros siete meses del año.

A su vez, cabe destacar que existió una dinámica disímil entre las regiones. Las que se encuentran en una etapa de distanciamiento social exhibieron un avance promedio del 2,2% (en línea con lo observado en junio a nivel nacional). Por su parte, el índice creció 1,6% en GBA, siendo la única región que aún cuenta con restricciones fuertes a la circulación y producción, especialmente considerando que la primera mitad de julio se frenó el relajamiento que se venía dando en las semanas previas. En este sentido, el relevamiento presencial del total nacional se redujo a un 25,8% en julio (mientras que en junio había sido del 58,7%). Cabe destacar que imputándole el promedio del incremento del Nivel general de las otras regiones a GBA, la inflación hubiese mostrado un aumento del 2,2%.

¿Qué esperamos?

De cara al futuro, esperamos que la inflación se acelere en los últimos cinco meses del año y cierre en torno al 39% en 2020. Si bien se desactivaron dos de los principales drivers inflacionarios -las negociaciones salariales se mantendrán postergadas en un contexto de empleos en riesgo y las tarifas de servicios públicos continuarán congeladas-, tanto el tipo de cambio oficial como la brecha cambiaria actuarán como dinamizadores principales.

Además, esperamos una aceleración del capítulo Alimentos y bebidas no alcohólicas, dado que en base a nuestros relevamientos, observamos aceleraciones significativas en la última parte de julio, efecto que se verá plenamente en el próximo mes. Por su parte, en los próximos meses podríamos ver aceleraciones de servicios telefónicos y combustibles, que dinamizarán a los precios regulados.

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

La contracción del intercambio comercial se profundizó en el segundo trimestre, de la mano de la proliferación de contagios de COVID-19 a nivel global. Tanto en las importaciones como en las exportaciones, el retroceso se explicó por un efecto combinado de menores cantidades- afectadas tanto por la demanda como por la oferta- y, como la depresión fue tan profunda, también afectó a los precios. Esto hizo que, a pesar de que el resultado comercial haya sido superavitario (USD 4.788 millones, +32% i.a), el flujo de comercio se haya ubicado en niveles similares a los de 2007.
En el segundo trimestre, las exportaciones totalizaron en USD 14.176 millones, lo que implicó un retroceso de 14,7% i.a y una aceleración de la tasa de caída frente al trimestre anterior (-6,7% i.a). La baja, combinó casi en partes iguales una baja en precios (-7,4% i.a) como en cantidades (-7,8% i.a).
El resultado es más negativo si se observa la heterogeneidad de las dinámicas al interior de los rubros. Y esto porque la baja se concentró en aquellos sectores que generan mayor valor agregado, típicamente el sector productor de manufacturas. En este sentido, las MOI retrocedieron casi un 53% i.a, explicado por una baja en cantidades (-49,8% i.a) y reforzada por precios (-5,8% ia). Aquí jugaron varios factores, entre ellos los menores despachos hacia Brasil, debido al derrumbe de la actividad en el país vecino, así como también por la pérdida de competitividad cambiaria respecto al país vecino. No obstante, también tuvo un rol importante el hecho de que, durante ese período, la producción en muchos sectores estuvo en cuarentena al considerarse “no esenciales”.
En el otro extremo, los Productos Primarios avanzaron casi un 20% i.a, explicado enteramente por una suba en las cantidades. A diferencia de lo ocurrido con las MOI, al considerarse un rubro esencial, su producción no se vio alterada para las medidas de aislamiento, así como tampoco su demanda. Mientras que otro factor clave fue la pronta recuperación económica de socios como China, principal destino de este rubro, que en este trimestre llegó a desplazar a Brasil como primer socio comercial de Argentina.
En cuanto las importaciones, las mismas alcanzaron un valor de USD 9.388 millones en el segundo trimestre, lo que redundó en una baja de casi 28% en términos interanuales, explicado en mayor medida por la baja en cantidades (-24,2% i.a). Obviamente se debe al hecho de que en ese período la actividad local encontró un “piso” (según nuestras estimaciones superará el 21% desestacionalizado), en tanto ese trimestre albergó los tres meses de cuarentena más estricta. Todos los usos tuvieron bajas muy marcadas, con excepción de Bienes de Consumo, que “solo” cayeron un 7% i.a. El resto de los usos mostró bajas superiores al 30% i.a, destacándose por la magnitud las importaciones de Vehículos, cuyo retroceso fue de 64% i.a.

Con todo, el saldo comercial del trimestre fue de casi USD 4.800 millones, un 32% superior al mismo período del año anterior. Considerando el resultado del trimestre anterior, el superávit del semestre alcanzó los USD 8.100 millones. Los términos de intercambio jugaron en contra en el segundo trimestre, en tanto retrocedieron un 2,7% i.a. Dicho de otra manera, de haberse mantenido los precios estables, el resultado comercial habría resultado superior en casi USD 500 millones.
Para los próximos meses, esperamos que ambos flujos comerciales – exportaciones e importaciones- continúen mermando su tasa de caída, como sucedió en junio, debido a la recuperación tanto de cantidades como de precios, al ritmo en que la actividad local y global comienzan a recuperarse. Proyectamos que el superávit comercial de bienes acumularía USD 10.000 millones en el segundo semestre de 2020, creciendo levemente respecto de la segunda mitad del año pasado. Así, la balanza comercial alcanzaría USD 18.000 millones en 2020, el mayor saldo positivo al menos los últimos 28 años. De todas formas, resaltamos que, si bien el “sobrante” de dólares comerciales al menos no meterá mayor presión en el mercado cambiario, el escenario no será del todo positivo dado que no provendrá de un boom exportador

 

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación se aceleró en julio

¿Cómo fue la inflación en julio?

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación fue del 2,1% en julio, acelerándose 0,4 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, acumuló 16% en los primeros siete meses del año (8,7 p.p. menos que en el acumulado de 2019) y 43,3% en relación con igual mes del año pasado.

En lo que respecta a los capítulos, la dinámica más elevada la tuvo Esparcimiento (+3,4%), acumulando una suba del 22,3% en lo que va del año (6,4 p.p. por encima del Nivel general), como consecuencia de subas importantes en equipos electrónicos. Por su parte, Indumentaria creció 2,3% y ya lleva acumulada una suba del 20,1% en los primeros siete meses, 4,1 p.p. por encima del Nivel general.

Otro capítulo que evolucionó por encima de la inflación fue Alimentos y bebidas (+2,3%), destacándose subas de carnes, huevos y panificados. Cabe destacar que mostró una aceleración de 1,4 p.p. respecto al mes anterior, producto de una significativa aceleración en la segunda quincena del mes, como consecuencia, en parte, de la suba pactada de los Precios máximos que impactó sobre determinados productos. De este modo, el capítulo acumuló un incremento del 20,2% en lo que va del año (4,2 p.p. por encima de la inflación).

Analizando a las categorías, la dinámica más elevada la tuvo el IPC Núcleo (+2,8%), ubicándose 0,6 p.p. por encima del Nivel general con una interanual del 50,7%. Por su parte, el IPC Estacionales creció 1,9% con un crecimiento del 58,8% i.a., ubicándose 0,2 p.p. por debajo del Nivel general gracias a la desinflación observada en frutas. Por último, el IPC Regulados creció 0,5% y 58,8% i.a., ubicándose 1,7 p.p. por debajo del Nivel general y creciendo por debajo de las otras dos categorías por 14 meses consecutivos.

¿Qué esperamos?

Por un lado, considerando que el IPC Núcleo se aceleró notablemente en la última quincena de julio, esperamos que este impacto se vea plenamente en agosto. Por otra parte, teniendo en cuenta que los precios regulados continuarán con una dinámica reducida en lo que resta del año y las negociaciones salariales no se reanudarán hasta que ingresemos en una nueva normalidad, el principal driver que explicará la dinámica inflacionaria en los últimos cinco meses será el dólar.

Por un lado, el arreglo de la renegociación de la deuda permitirá relajar el panorama financiero en el corto plazo, lo cual podría dar cierto alivio a las cotizaciones paralelas en la medida que se despeje la incertidumbre. De todas formas, considerando que la brecha cambiaria continúa en niveles elevados junto con un cepo que impide el normal funcionamiento del aparato productivo, creemos que el arreglo de la deuda no alcanzará para evitar que existan presiones sobre la cotización oficial en lo que resta del año. En este sentido, una relajación del cepo cambiario implicaría que la cotización oficial comience a corregirse sin presentar saltos bruscos.

En este marco, esperamos que la inflación empezará a acelerarse mes a mes en lo que resta del año y se ubicará en torno al 40% en 2020.

Un nuevo paso hacia la reactivación

¿Cómo evolucionaron la construcción y la industria en junio?

En junio, el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) logró hilvanar dos meses consecutivos en crecimiento respecto al mes previo, dejando atrás el piso de actividad encontrado en abril. En efecto, el nivel de actividad se expandió 38% en relación a mayo, aunque se ubicó en un nivel aún 7% inferior al que se registraba en febrero, previo a la irrupción del COVID-19. Asimismo, el avance mensual contribuyó a una importante reducción en la magnitud de la caída interanual, que era de -48,6% en mayo y recortó a al -14,8% en junio. En esta dinámica influyó también la baja base de comparación que dejó junio 2019, mes en el cual las elevadas precipitaciones registradas habían condicionado seriamente a la actividad.

De esta forma, en el primer semestre la construcción expuso una contracción acumulada del 37,8% frente al mismo periodo de 2020, sumando 22 meses de descensos interanuales.

Por su parte, el índice de producción industrial manufacturero (IPI) registró en junio un crecimiento mensual del 13,8% en la serie sin estacionalidad, evidenciándose una mayor difusión de las mejoras mensuales entre los sectores: en mayo el 85% de los sectores mostraba caídas interanuales, mientras que en junio dicha proporción se redujo al 62%.  El avance permitió que la magnitud del retroceso interanual en la actividad se redujera al -6,6% i.a. en comparación al -26% i.a. visto en mayo. No obstante, el nivel alcanzado resultó aún 13% inferior al de febrero.

De esta forma, el piso de actividad parece haberse encontrado en el segundo trimestre, lapso en el cual la actividad fabril enseñó una contracción histórica del 22,4% i.a., conduciendo a un descenso acumulado del 14,6% i.a. en el primer semestre. La actual fase recesiva de la industria se ha extendido ya por 26 meses.

Por un lado, la recomposición de la actividad de la construcción se ve favorecida por el gradual relajamiento de las restricciones al aislamiento en gran parte del país y condiciones climáticas propicias. Por otra parte, la reactivación exhibe un mayor dinamismo fuera del AMBA, y particularmente en el segmento de la pequeña obra privada asociada a refacciones y/o ampliaciones. En este sentido, en junio se vieron crecimientos interanuales de los despachos de cemento en varias provincias del interior. Sumado a eso, los despachos de cemento en bolsa, asociados a obras de menor magnitud, se expandieron 21% i.a., mientras que las ventas a granel retrocedieron 43,4% i.a.. En este sentido, la obra pública, junto con las obras de mayor envergadura, enseñan un mayor rezago.

Por su parte, la producción industrial muestra que todos los tipos de bienes disminuyeron sus tasas de caída en junio, acumulándose una mayor baja en bienes de capital y bienes de consumo durable en relación a los despachos de bienes de uso intermedio y bienes de consumo no durable. En un contexto de elevada heterogeneidad, en junio ramas industriales completas expusieron incrementos interanuales. Destaca alimentos y bebidas, gracias a lácteos, carnes y vino, y sustancias y productos químicos, producto de las mejoras en pinturas, agroquímicos y materias primas plásticas. En sentido opuesto, las mayores caídas las siguen mostrando los sectores asociadas a equipo de transporte, prendas de vestir, cuero y calzado e industrias metálicas básicas.

¿Qué esperamos?

Los primeros datos de actividad de julio permiten avizorar un nuevo repunte mensual en la actividad constructiva y de las fábricas, aunque de menor intensidad. En este sentido, las mayores restricciones a la circulación impuestas en el AMBA condicionaron aún más la recuperación productiva y comercial de las actividades, particularmente respecto al entramado industrial.

En relación a la construcción, la venta de insumos medida por el Índice Construya creció 13,6% i.a. en julio y superó en un 27% el nivel del mes pasado en la serie desestacionalizada. Sumado a esto, los despachos de cemento crecieron 8,2% respecto al mes pasado. Asimismo, datos sobre la demanda de energía eléctrica del sector permiten confirmar esta mayor dinámica en el séptimo mes del año.

El reciente anuncio de relanzamiento del plan Pro.Cre.Ar contribuye a una mejora en las expectativas, sumado a un costo de construcción en dólares que se mantiene bajo, un nivel de brecha cambiaria que seguirá incentivando la adquisición de insumos y la mayor permanencia de las familias en sus hogares. No obstante, este impulso es contrarrestado por los riesgos asociados a un retroceso en las fases de reapertura de comercios e industrias, frente a un nivel de contagios lejos de encontrar un techo. De esta forma, y puntualmente para las obras privadas de mayor magnitud, las fuertes restricciones en el AMBA y otros centros urbanos seguirán imponiendo límites a una reactivación más robusta. Por estos motivos, esperamos que la construcción exhiba en 2020 una contracción en la zona del 25%, siendo la rama de actividad más golpeada en el año.

Por el lado de la industria, se conoció que la producción automotriz, con un importante peso dentro del índice, se recuperó 36,1% respecto a junio, marcando un tercer mes en alza tras el apagón de abril. Adicionalmente, mientras que el consumo energético se amesetó durante el primer tramo del mes, volvió a retomar la senda alcista durante las últimas dos semanas. Si bien las industrias exportadoras, sus cadenas de proveedores y las industrias emplazadas en parques industriales permanecieron abiertas, gran parte del entramado PyMe de sectores como textil, calzado y  juguetes, entre otros, se mantuvo inactivo.

En línea con lo dicho, la evolución de la industria manufacturera también dependerá de cómo evolucione la magnitud de las restricciones, así como de la respuesta de la demanda doméstica e internacional y el status financiero de las firmas. A su vez, existen ramas que, si bien su ubicación geográfica les permite operar con menores restricciones, su demanda depende de lo que suceda en el AMBA.

Por otra parte, los anuncios de desinversión realizados por algunas empresas, así como ciertas dificultades en el acceso al mercado de cambios para la importación de partes y piezas generan impedimentos en el abastecimiento de suministros y podrían reducir la oferta de insumos industriales a futuro. En este sentido, es esperable que una parte importante de las ramas industriales deba esperar un tiempo importante para volver a experimentar los niveles de producción previos a la pandemia. Como corolario, esperamos que la industria exhiba una contracción superior al 15% en 2020, acumulando así tres años consecutivos en caída, ubicándose en un nivel 20% inferior al vigente en 2017.

En el comercio exterior, la tristeza no es solo brasileña

En el comercio exterior, la tristeza no es solo brasileña

En julio, nuestro país tuvo un déficit bilateral con Brasil de USD 150 millones. Partiendo del superávit de USD 50 millones obtenido en igual mes del año pasado, se verificó un importante retroceso que obedeció a que, el desplome de las exportaciones (-39% i.a., apenas superando USD 550 millones), más que duplicó a la baja de las importaciones (-19% i.a., totalizando USD 700 millones). Producto de esta magra dinámica, el flujo comercial apenas alcanzó USD 1.255 millones, representando un piso para el mes desde 2004.

Considerando que el resto de las importaciones de Brasil cayeron 35% i.a. el mes pasado, nuestro país siguió perdiendo participación en el mercado vecino (-0,3 p.p., rondando 4,8% en julio). Si bien este dato representa una mala noticia en sí mismo, vale destacar que la diferencia se atenuó sensiblemente en relación con la primera mitad del año: en ese entonces, los rojos fueron de 3,5% y 20,3%, respectivamente. Por lo tanto, el deterioro de los envíos argentinos a ese destino se pareció mucho más a la dinámica general en julio que en la primera parte del año, aunque por un peor desempeño de la economía brasileña y no por una recuperación de nuestro país.

Dos factores explican principalmente esta dinámica. En primer lugar, la apreciación del tipo de cambio real bilateral con Brasil, que había cerrado 2019 en línea con su promedio histórico, pero que actualmente muestra un atraso cercano al 20%. En segunda instancia, el tipo de bienes que le enviamos a la primera economía sudamericana, muchos de ellos manufacturas de origen industrial -automóviles y autopartes, por ejemplo-, usualmente relacionados con los rubros “no esenciales”, de peor performance que el resto de las ramas de actividad en medio de esta pandemia.

En la misma dimensión, las importaciones desde este origen cayeron 26% i.a. en julio, cuando a nivel agregado retrocedieron solo 3% i.a. Se verifica entonces cómo, el patrón de comercio de bienes industriales, buscado por la política económica de muchos años -unión aduanera del Mercosur, por caso-, producto de las potencialidades de agregado de valor que posee esta rama de actividad representa un “problema” durante la pandemia del Coronavirus.

Con estos números, en el acumulado anual se verifica un déficit de USD -170 millones, marcando un deterioro importante respecto al superávit de USD +170 millones alcanzado entre enero y julio de 2019. Además de la apreciación cambiaria comentada más arriba, la otra novedad respecto al año pasado fue la entrada de la economía brasileña en recesión, que redujo drásticamente su demanda de productos argentinos (-32% i.a.), en tanto que las ventas desde Brasil a nuestro país cayeron “solamente” 14% i.a. Como resultado, el flujo comercial cayó casi 30% i.a.

Por último, y de cara al futuro, en los próximos meses, volvería el calor a Brasil y con él su crisis por el Coronavirus podría atenuarse. Asimismo, nuestro país va ingresando levemente en la nueva normalidad y, si bien la actividad económica permanecerá muy lejos del cierre de 2019, comenzará a recuperarse en la comparación desestacionalizada. En consecuencia, aunque los números seguirían en rojo, las caídas podrían atenuarse. En este sentido, proyectamos que el año podría cerrar con una contracción de nuestras exportaciones a Brasil no menor al 20% i.a. en tanto que nuestras importaciones desde este país retrocederían cerca de 10% i.a. Como resultado, se borraría el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019, arrojando un saldo bastante más parecido al equilibrio.

 

Uruguay | El presidente cuenta con alta aprobación

Economía

La inflación interanual a mayo se ubicó en 11,1% superando el 10,9% del mes anterior lo que supone un nuevo máximo que no se verifica desde 2002. En los próximos meses finalizan los convenios colectivos en gran parte de los trabajadores privados. En las últimas siete rondas de negociación, incorporaron correctivos al final del convenio de manera de corregir eventuales diferencias entre los ajustes pactados y la inflación efectiva, de manera de evitar caídas en el poder adquisitivo de los salarios. Todavía es incierto el rumbo y los contenidos de una futura negociación, pero en la medida en que los precios al consumo sigan en aumento, mayor será el porcentaje necesario para cubrir la diferencia entre lo acordado y lo que se requiere para mantener el salario real.

Política

El actual Gobierno cumplió los primeros 100 días de su gestión, instancia en que usualmente se valoran los lineamientos que perseguirá durante el resto de su mandato. En esta instancia, esa valoración quedó de lado por la pandemia decretada apenas 15 días de asumida la jefatura por el Dr.Luis Lacalle. No obstante ello, el Presidente de la República recoge una alta aprobación de su gestión, sustentada en la rápida respuesta en la implementación de medidas de distanciamiento social voluntario, y de suspensión de actividades educativas y recreativas de manera de disminuir lo máximo posible la propagación del virus COVID-19, así como de la instrumentación de herramientas de cobertura económica (diferimiento de pago de tributos, entre otros) y social (flexibilización del Seguro de Desempleo, entre otros).

En el plano estrictamente político, el Gobierno presentó al Parlamento la Ley de Urgente Consideración (LUC) con un variado articulado (casi 500) que abarca distintos temas que marcarán el rumbo de la actual administración. Como se esperaba la Ley contó con el apoyo de las distintas bancadas parlamentarias que conforman la coalición de Gobierno (en mayoría), y el rechazo del opositor Frente Amplio (FA). No obstante ello, el FA votará favorablemente varios artículos de la LUC que alcanzan casi al 50%.

Mucho superávit, pero poco volumen de intercambio: un frente externo con claroscuros

En junio de 2020, el superávit comercial rozó USD 1.500 millones, superando en casi un 40% i.a. al resultado obtenido en igual mes del año pasado (USD +1.070 millones). Sin embargo, y como viene pasando en los últimos meses, la mejora obedeció al mayor desplome de las importaciones (-21% i.a.) respecto de las exportaciones (-8,6% i.a). Asimismo, el flujo comercial cayó 14% i.a., ubicándose en USD 8.100 millones, el menor valor para junio en casi quince años.

Analizando de manera desagregada, resalta que las ventas externas cayeron producto del deterioro de los precios (-6,7% i.a.), mientras que las cantidades mermaron solo 2,1% i.a. Pero la caída “acotada” de las exportaciones obedece enteramente al salto de productos primarios (+51,5% i.a. en volúmenes), ya que las manufacturas de origen agropecuario e industrial retrocedieron 6,6% i.a. y 42,8% i.a., respectivamente. Esta dinámica no es positiva puesto que los grandes rubros con mayor agregado de valor mostraron números en rojo, mientras que avanzaron los commodities.

De esta manera, durante el segundo trimestre los PP sortearon la pandemia, pero las manufacturas quedan rezagadas. La mala performance de la economía brasileña (-14% entre marzo y mayo) y los productos que este país demanda, explica en buena medida dicho resultado.

Por el lado importador, se observaron caídas en casi todos los usos económicos, a excepción de bienes de consumo (+7,1% i.a., impulsada por el avance en volúmenes de +8,8% i.a.). Los peores desempeños los arrojaron vehículos livianos (-54% i.a.), combustibles y lubricantes (-51% i.a.), piezas y accesorios para bienes de capital (-38% i.a.) y bienes de capital (-27% i.a.). El parate que atraviesa la producción y la demanda por la cuarentena explican esta dinámica.

Balance del primer semestre y perspectivas

En el primer semestre de 2020, el superávit comercial llegó a USD 8.100 millones, su mayor valor desde 2009 (USD 10.000 millones), marcando un salto de 44% i.a. Reafirmando la expuesto en la primera parte: se observó un mayor desplome de las importaciones (-23,3% i.a. con su menor valor desde 2009) en comparación al retroceso de las ventas externas (-11% i.a.). Producto de esta dinámica, el flujo comercial cayó 16,6% i.a. en la primera mitad del año (y 28,1% respecto del primer semestre de 2018) alcanzando, su menor valor en una década.

Asimismo, resalta el cambio en nuestro principal socio comercial: Brasil cedió el primer lugar a China. El mayor impacto del Coronavirus en la actividad del gigante sudamericano más la depreciación de su moneda, que pasó de 4 BRL/USD al cierre de 2019 a 5,2 BRL/USD en la actualidad (+30%), contrastaron con el tibio rebote del país más poblado del mundo. Además, la canasta exportadora a cada economía -bienes industriales y agropecuarios, respectivamente-, que podría pensarse como “no esencial” y “esencial” profundizó el impacto.

De hecho, excluyendo las exportaciones a China las ventas externas en el primer semestre hubieran desplomado 14% (vs 11%), mientras que las exportaciones de nuestro país hubieran caído 7% i.a., si excluimos las ventas externas a Brasil (vs 11%). Considerando las posibilidades de agregar valor en los bienes exportados a cada país, esta dinámica no parece favorable. No obstante, el primer semestre fue demasiado atípico como para marcar tendencia.

De cara al futuro, proyectamos que el superávit acumularía USD 10.000 millones en el segundo semestre de 2020, creciendo levemente respecto de la segunda mitad del año pasado. De esta manera, el superávit comercial alcanzaría USD 18.000 millones en 2020, producto de un desplome de las importaciones (mayor al 20% i.a.), en un contexto de caída de las exportaciones que superaría el dígito.

En síntesis, los beneficios “cambiarios” de un abultado superávit comercial no responde a un boom exportador sino al desplome importador (el flujo comercial es el más bajo desde 2009).

El impacto de la pandemia en los ingresos de los hogares

La pauperización del empleo y la “redistribución” del poder adquisitivo

En el primer trimestre del 2020, el ingreso total familiar mostró un mejor desempeño en los hogares de menores recursos que en los de mayores. Concretamente, el ingreso creció casi 1% i.a. en términos reales en los hogares correspondientes a los cuatro primeros deciles, mientras que en las familias del 20% superior de la pirámide cayeron cerca de 4% i.a.

Esta dinámica respondió fundamentalmente a que la pérdida de poder adquisitivo de los sectores de menores recursos en 2018 y 2019 alentó a nuevos miembros del hogar a sumarse al mercado de trabajo y/o a que los miembros activos incrementaran las horas remuneradas. De esta manera, se generaron mayores fuentes de ingreso, que mejoraron los recursos totales compensando el menor ingreso real individual. En este sentido, el impulso del empleo informal de los últimos años, en especial bajo la modalidad cuentapropista, explica esta dinámica.

No obstante, estos datos “positivos” no pudieron sostenerse más allá de marzo 2020: con la llegada de la pandemia y la cuarentena, los hogares de menores recursos volvieron a ser los más perjudicados producto de la mayor incidencia de trabajos que no pueden realizarse a distancia y la elevada informalidad (la imposibilidad de operar en pequeñas unidades productivas no registradas implica dejar de cobrar). De todas formas, la implementación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) -el Estado Nacional asiste transitoriamente a más de nueve millones de personas- está compensando parte del fuerte deterioro de los ingresos laborales en dichos hogares.

El impacto asimétrico de la pérdida de empleo en los ingresos laborales

Según nuestras estimaciones, cerca de tres millones de trabajadores, compuesto principalmente por informales y cuentapropistas, tuvieron serias dificultades para realizar sus actividades durante el aislamiento. Ramas como construcción, hotelería, gastronomía, servicios vinculados al entretenimiento, servicio doméstico, fueron los más afectados. Considerando el elevado grado de informalidad y desprotección que pesa sobre estos sectores, es probable que los ingresos laborales se hayan reducido muy significativamente.

En el extremo opuesto, los sectores de mayores ingresos -y también de mayor formalidad- pudieron realizar gran parte de sus tareas de manera remota cuando no estuvieran empleados en sectores “esenciales”.

Por lo tanto, podemos afirmar que el porcentaje de empleos paralizados por el aislamiento está siendo mayor en los hogares de menores ingresos. En términos numéricos, alrededor de la mitad de los puestos de trabajo del 20% de los hogares de menores ingresos (per cápita) habrían sido afectados por la cuarentena. Este porcentaje se reduce paulatinamente hasta rondar el 25% en el 30% de los hogares de mayores recursos.

Estos factores sugieren que la cuarentena está teniendo un impacto regresivo sobre la distribución de los ingresos laborales de los hogares.

El Estado compensa parte de la caída de los ingresos de los hogares vulnerables

El consumo está sufriendo una fuerte contracción durante la cuarentena, tanto por las restricciones a la oferta como a la demanda. En este sentido, no es una novedad marcar que sectores como esparcimiento, gastronomía, turismo, entre otros, están con ventas en mínimos históricos. Asimismo, tampoco es “novedoso” puntualizar que, por la incertidumbre y el temor a la pérdida de los puestos de trabajo, se incrementó el ahorro precautorio, desplomando las compras de bienes durables. En este marco, lo único que se sostienen son las ventas de consumo masivo, aunque con heterogeneidad. Pero, ¿cómo impactará el efecto distributivo de la cuarentena? ¿y cómo se reconfigurará el consumo una vez pasada la pandemia?

Partiendo de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares del INDEC, sabemos que el 30% de los hogares de mayores recursos concentra casi la mitad del gasto total de las familias. Dado que este sector sería el menos golpeado por la cuarentena, su impacto sobre el consumo debería ser acotado. Pensando también que los ahorros previos son mayores que en el resto de la población, no necesita aumentar significativamente el “ahorro precautorio” e incluso puede utilizar los excedentes acumulados para no modificar significativamente su consumo.

Sin embargo, también se evidencia un deterioro -aunque menor- del poder adquisitivo de dichos hogares. Incluso en el caso de los trabajadores formales, se verifican caídas importantes del salario en términos reales, e incluso nominales (trabajadores suspendidos, profesionales cuentapropistas y dueños de PyMEs). Habrá que ver especialmente qué sucede con las negociaciones colectivas una vez terminada la pandemia -que explican alrededor del 60% de los ingresos de este segmento de hogares-, pero la situación actual no permite ser optimista.

Por otra parte, según la misma ENGHo, el 40% de las familias de menores ingresos, es decir, aquellas que más se ven afectadas por la cuarentena, explican el 25% del gasto total. Por lo mencionado anteriormente, las perspectivas de ingreso laborales son más desalentadores en estos hogares, pero este deterioro está siendo atenuado por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), al cubrir en promedio cerca del 40% de los ingresos laborales de este segmento. En consecuencia, se reduce la caída del consumo de los hogares de menores recursos, que justamente destinan una mayor parte de su ingreso al consumo masivo.

En este sentido, es preocupante la situación de los sectores medios. Sin ahorros significativos sobre los cuales apoyarse, el deterioro del empleo y/o salarios los afecta particularmente ante la ausencia de ingresos no laborales que compensen la dinámica. En este punto, no solo es relevante la cantidad de hogares que pueden caer bajo la línea de pobreza sino las perspectivas del mercado laboral.

La velocidad de la recuperación del empleo y la reanudación de paritarias cuando se levante plenamente la cuarentena, marcarán el ritmo del gasto de los hogares, especialmente de la clase media. Asimismo, la evolución de los ingresos no laborales y las políticas públicas (renta universal) serán claves para entender qué pasará con el gasto de los hogares de bajos ingresos.

Lamentablemente, será muy difícil que el consumo recupere el nivel de 2019 durante la primera mitad del mandato de Alberto Fernández. No obstante, la recuperación post pandemia, permitiría a los rubros más afectados (bienes y servicios no esenciales) comenzar a recuperar el largo terreno perdido.

 

 

Perú | Martin Vizcarra pierde popularidad

Economía

En línea con la recuperación del precio del cobre, la extensión de la cuarentena general, el tono populista del Congreso, el mayor retiro de los fondos de las AFP y la resiliencia mostrada por el sector servicios, se revisó ligeramente a la baja el crecimiento del PBI para 2020, de -11.6% a -11.8%, y al alza el de 2021, de 8.7% a 8.9%. Sin embargo, los riesgos en el horizonte de proyección se han incrementado.

A nivel sectorial, los sectores primarios volverían a niveles precovid-19 más rápido que sus pares no primarios, quienes serían los más afectados por la crisis del covid-19. La mayoría de estos últimos no se recuperarían, incluso en 2021 (caso manufactura no primaria, construcción y comercio). El sector
servicios sería el más resiliente de este grupo. Por el lado del gasto, el componente privado sería el más afectado. El consumo privado tardaría por lo menos dos años en retornar a su nivel precovid-19. Ello debido, principalmente, a la fuerte caída del empleo e ingresos. La inversión privada no regresaría sus niveles precovid-19, incluso el próximo año por la elevada brecha del producto, las medidas populistas del Congreso y el año electoral en
2021.

Política

El presidente Martin Vizcarra viene perdiendo gradualmente popularidad (desde 87% a fines de marzo a 80% en mayo) debido al desgaste de las medidas de confinamiento y algunas fallas operativas atribuidas a su gobierno. Por otro lado, el actual Congreso, que inició su legislatura en plena cuarentena, ha sorprendido al empezar con el nivel más alto de respaldo popular desde 2001 (47% en abril y 52% en mayo). Ello responde a sus iniciativas y leyes populistas, sobre todo, de aquellos quienes buscarían ser candidatos presidenciales en 2021.

Este contexto es peligroso, ya que se corre el riesgo de minar el modelo económico vía leyes que tienen como finalidad ganar votos. Ejemplo de ello es el retiro de fondos de las AFP, suspensión del cobro de peajes, controles de precios de medicamentos y tasas de interés, agravamiento de las penas para la especulación, etc.