Brasil | A Tendências revisou a projeção do PIB para 2020 de -4,1% para -7,3%

Economía

A atividade econômica segue afetada por dois fatores principais: pandemia e quadro político. Os resultados consolidados no primeiro semestre mostraram um quadro preocupante para o ano. A queda de 1,5% do PIB na margem no primeiro trimestre é um indicativo do forte impacto da pandemia. Apenas algumas semanas já foram suficientes para gerar retração relevante na atividade econômica. As perspectivas para o segundo semestre devem continuar em direção a um cenário mais pessimista. A expansão das medidas de isolamento social resulta em forte retração da atividade. Dito de modo mais direto: o primeiro trimestre foi suficiente para jogar as projeções para um patamar pessimista. A Tendências revisou a projeção do PIB para 2020 de -4,1% para -7,3%. De todo modo, a retração da atividade já impacta as demais variáveis macroeconômicas. O cenário inflacionário segue bem comportado, com revisão baixista das projeções. A expectativa é de inflação de 1,5% para 2020, o que impõe um viés adicional para queda da taxa de juros. No limite, o impacto da pandemia é bastante condicionado pelo comportamento do mercado de crédito. Diversos programas do governo foram desenhados, mas ainda encontram limites por conta da percepção de risco mais elevada por parte dos bancos.

Política

O quadro político continua sendo bastante informado pelos efeitos da pandemia. Em linhas gerais, a cena política brasileira é ainda marcada pelos desdobramentos econômicos e sociais da covid-19. Assim, a agenda legislativa segue marcada por temas no campo das emergências, com particular destaque para a discussão em torno das medidas para o mercado de crédito e voltadas à ampliação da renda básica emergencial. Por ora, a governabilidade não é fonte de risco relevante. A dinâmica do processo decisório é marcada por amplas maiorias em torno dos temas e de continuidade de interlocução entre governo e Congresso, contribuindo para algum grau de racionalidade no debate público. Os riscos ao mandato presidencial permanecem elevados. As investigações judiciais podem resultar em acusações formais contra o presidente (e a chapa eleitoral), o que explica a disposição do governo em reforçar os laços com os parlamentares. De todo modo, o quadro político não autoriza a abertura de um processo de impeachment no curto prazo. O grau de velocidade na redução desses riscos é um importante componente para o entendimento da dinâmica da recuperação econômica.

Los infinitos prólogos de la reestructuración de la deuda

El futuro de la economía argentina reposa en gran medida en dos procesos que deberían cerrarse en el corto plazo, pero con efectos persistentes de cara a los próximos años: la cuarentena y la reestructuración de la deuda. En ambos casos, las decisiones poseen un alto componente político, y cuanto antes se cierren mejor para nuestro país -claro está que bajo algunos requisitos: un rebrote de Coronavirus es tan poco deseable como tener que volver a reestructurar la deuda en un par de años, por ejemplo-.

En la última semana hubo novedades sobre la negociación con los acreedores extranjeros. A mediados de junio venció el acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés) y tanto el Ministerio de Economía como los fondos de inversión involucrados hicieron públicas sus propuestas, desnudando las diferencias que, por ahora, extienden la situación de default. Sin embargo, analizando ambas posiciones pareciera que el acuerdo es una posibilidad concreta. Veamos.

Al momento, hay tres ofertas sobre la mesa: la del gobierno nacional, la del Comité de Acreedores de Argentina, al que se suman los fondos Fintech y Gramercy (BG), y la del grupo Ad-Hoc y Exchange (AE), integrado por BlackRock y Fidelity. Como era esperable, la propuesta oficial es la más austera de las tres, mientras que la de BG convalida una mayor quita que la de AE.

Como punto de partida, recordemos que el 17 de abril el Ministerio de Economía lanzó una propuesta, que tenía un valor presente neto (VPN) cercano a los 40 USD valuado a una tasa de descuento del 10%. La misma tuvo muy baja adhesión (menor al 20%) y debió ser mejorada.

Para ello, el Poder Ejecutivo propuso acortar el plazo de gracia, comenzando a pagar el año próximo en vez de hacerlo en 2023 como decía la primera oferta. Además, mejoró los pagos de cupones, reconoce los intereses corridos hasta el momento del acuerdo -pagándolos a través de un bono con vencimiento en 2024- y recortó la quita de capital. Considerando la misma exit yield (10%), el VPN de la propuesta se acerca a USD 51 por cada lámina de USD 100. Una mejora considerable respecto de los USD 40 iniciales, pero aún por debajo de las pretensiones de los acreedores.

Las últimas novedades de la propuesta oficial estriban en el pago de un cupón de hasta 0,75% atado a las exportaciones totales -no solo agropecuarias- medidas en dólares y comparadas con el promedio de los últimos cinco años. Este tipo de “endulzante” está atado a la capacidad de generación de divisas genuinas del país, por lo que evitaría potenciales descalces de moneda que podría generar un cupón PBI ante un crecimiento basado en atraso cambiario (que estimula la expansión de corto plazo mientras lesiona la capacidad de generación de divisas del país). Además, la nueva propuesta respeta los indenture originales de los bonos, una exigencia que desde el principio señalaron los acreedores de los bonos de la reestructuración de 2005, casualmente aquellos que poseen las indentures más duras.

En resumen, el Palacio de Hacienda mejoró su propuesta respecto de la escasamente adherida en abril. Sin embargo, todavía no alcanza: BG realizó una oferta que exige USD 53,8 por cada lámina de 100 a una exit yield del 10% y AE hizo lo propio con una que supera los USD 60,3/100. Además, el grupo AE pretende el cobro en efectivo de la mitad de los intereses corridos y la otra mitad con un bono, a la par que pidió un cupón vinculado al PBI en lugar del atado a las exportaciones ofrecido. Por último, este grupo, amenazó litigar en la justicia neoyorquina si el gobierno nacional no flexibilizaba su postura, agravando las consecuencias del default actual y frenando la negociación.

Ahora bien, la contracara de ir corrigiendo la oferta e intentando hacerla más atractiva es el mayor flujo de compromisos que deberá afrontar nuestro país en los próximos años. En este sentido, mientras que los pagos totales acumulaban sólo USD 330 millones hasta 2023 en la propuesta oficial de abril, en la última superarían los USD 1.800 millones. Más aún, si se estirara el horizonte temporal a 2028, la primera propuesta contemplaba pagos por USD 15.600 millones, mientras que la última lo hace por USD 25.500 millones, casi USD 10.000 millones más.

De todas formas, comparado contra el escenario previo a la reestructuración, el “ahorro” sigue siendo significativo: la propuesta de abril reducía pagos por USD 25.900 millones hasta 2023 y USD 47.500 millones hasta 2028, en tanto que, para la última, estas sumas ascienden a USD 24.400 y USD 37.500 millones, respectivamente.

Las partes parecen más cercanas que hace un tiempo, y a pesar de las declaraciones cruzadas o idas y venidas que puede haber en el camino, las negociaciones continúan, por ahora hasta el 24 de julio. El problema es que esta extensión y una negociación que parece a punto de cerrarse, pero no lo hace, generan un estrés demasiado alto como norma de la economía argentina, de modo tal que desalientan cualquier proyecto o inversión de mediano plazo.

Si bien es cierto que la pandemia trastocó los planes de todas las economías del mundo, la falta de indicios sobre el accionar del gobierno tras la cuarentena y la reestructuración de la deuda disparó la incertidumbre que ya arrastraba nuestra economía, llevándola a niveles extremos. Salir del default y levantar la cuarentena son condiciones necesarias para comenzar a poner nuevamente de pie a la economía argentina, de lo contrario la crisis seguirá profundizándose. Tan simple y complejo como encaminar ambos procesos en el corto plazo.

Bolivia | Las elecciones presidenciales serán en septiembre

Economía

El comercio internacional boliviano hasta el mes de abril muestra un superávit de US$ 26,6 millones (0,06% del PIB) debido a la caída en las importaciones del 29,5% principalmente por una menor importación de combustibles y bienes de capital. Las exportaciones tuvieron una caída menor (13,7%) particularmente en productos como el gas natural y algunos minerales (excepto estaño).

El Ministerio de Economía y el Gobierno en general, continúan en la tarea de mitigar los impactos del COVID-19 en la economía ya restringida por el déficit fiscal que en el 2019 llegó al 7,2%. Si bien en los últimos días el gobierno viene canalizando el 45% de los 287 millones de dólares comprometidos para el pago de salarios, también está realizando ajustes en el gasto público, tal es caso de la eliminación de los Ministerios de Deporte, Cultura y Comunicación al igual que el cierre de las embajadas de Bolivia en Irán y Nicaragua con lo cual prevé ahorrar aproximadamente US$ 19 millones.

Política

El Tribunal Supremo Electoral determinó la fecha de las ya postergadas elecciones presidenciales para el 6 de septiembre del 2020 en medio de presiones del Movimiento al Socialismo, que además manifiesta su inconformidad a las medidas del gobierno para mitigar los efectos del COVID-19, que a 93 días del primer caso se tienen 16.165 contagios y 533 fallecidos. Pese a que el gobierno ve poco prudente efectuar las elecciones en plena pandemia, determinó ratificar la fecha a fin de evitar desestabilidad.
Adicionalmente, el gobierno viene afrontando denuncias de sobre precio en la compra de insumos médicos por lo cual fue destituido y detenido el exministro de Salud junto a cuatro funcionarios públicos. A ello se suma la presión de los municipios que solicitan recursos para atender la pandemia a lo cual el Ministerio de Economía logró un acuerdo y establecerá un Fondo Solidario COVID-19 destinado a salud y otro Fondo Especial de US$ 57 millones para infraestructura.

La inflación se mantendrá por debajo de 2% en junio

El IPC GBA Ecolatina trepó 1,6% entre la primera quincena de Junio y el mismo período de mayo. El acotado incremento de los precios de los alimentos (+0,5%) ayudó a contener la suba de precios en lo que va del mes.

Estimamos que el Índice de Precios al Consumidor Nacional no superará el 2% en junio 2020, acumulando una suba inferior al 5% en el segundo trimestre del año. Este es el menor valor para un trimestre desde el tercer trimestre de 2016, cuando la vuelta atras de los aumentos de gas contuvo el avance del índice.

Como resultado, el nivel de precios acumulará un alza del 13% en el primer semestre del año. La significativa desaceleración de la inflación responde más a la pandemia/cuarentena, que trastocó las decisiones de todos los agentes de la economía, que a la política antiinflacionaria. De hecho, la dificultad para captar la dinámica de muchos precios (especialmente servicios privados) vuelve al índice menos representativo, dejando -posiblemente- “inflación a cuenta” para la nueva normalidad.

Además, si bien se desactivaron presiones inflacionarias vía salarios (por la crisis la prioridad es mantener el empleo, no recomponer salarios) y tarifas de servicios públicos (el incremento de los subsidios económicos tiene un impacto acotado), la creciente emisión para financiar el déficit fiscal incrementó las expectativas de devaluación.

Por último, para evitar un salto del tipo de cambio oficial y preservar las reservas, el BCRA bloqueo el acceso al MULC a algunas empresas a la hora de importar bienes no esenciales, haciendo que la brecha cambiaria sea más relevante a la hora de la formación de precios.

Lorenzo Sigaut Gravina, director de Ecolatina, anticipó que “la desaceleración de la inflación observada en los últimos meses tenderá a revertirse a medida que se levante la cuarentena. El despertar de diversos precios gracias a la finalización de las restricciones, el encarecimiento de costos por los protocolos sanitarios que impone la “nueva normalidad”, la presión cambiaria latente por la creciente emisión para financiar al fisco, la mayor injerencia de la brecha en la formación de precios producto del endurecimiento del cepo y la reanudación de las paritarias, acelerarán la inflación en la segunda mitad del año”.

Ecolatina proyecta una inflación de 45% en 2020.

 

Alimentos y bebidas con la menor dinámica en más de dos años

¿Cómo evolucionó la inflación en mayo?

Según el INDEC, la inflación en mayo fue del 1,5%. De esta manera, acumuló una suba del 11,1% en los primeros cinco meses del año con una variación interanual que se ubicó en 43,4% i.a., la más baja desde septiembre de 2018.

A nivel capítulos, la mayor dinámica se observó en Prendas de vestir y calzado (+7,5%). Esto correspondió a factores estacionales por cambios de temporada, tanto en los comercios que comenzaron a retomar sus actividades como en los que continuaron operando de manera online. A su vez, observamos que la variación fue heterogénea en las distintas regiones: en GBA, por ejemplo, explicó la mitad de la variación del índice. Además, si sacamos la dinámica del capítulo, la inflación se hubiese ubicado en la zona del 1%.

Por su parte, la variación de Equipamiento y funcionamiento del hogar (+2,5%) correspondió a la suba de los salarios de trabajadores de casas particulares y de bienes no durables para el hogar. La misma variación mensual registró Recreación y cultura (+2,5%), aunque es un dato poco representativo ya que solo corresponde solo a los precios de bienes y servicios que pudieron operar durante el mes.

Por otro lado, cabe destacar la desaceleración de Alimentos y bebidas no alcohólicas (+0,7%), que alcanzó la variación más baja desde diciembre de 2017. Además, exhibió una disminución de 2,5 p.p. respecto al mes anterior y se ubicó 0,8 p.p. por debajo del Nivel general. Sobresalieron las bajas en frutas, bebidas y carnes que incidieron negativamente en algunas regiones y compensaron las subas de, principalmente, productos lácteos y verduras. La baja significativa es posible relacionarla a la relativa estabilidad del tipo de cambio oficial, sumado a que el capítulo acumulaba cuatro meses con una dinámica por encima del Nivel general, algo que no es sostenible en el tiempo. Por este último motivo, el capítulo acumula una variación interanual de 49,6%, todavía por encima de la inflación (+6,2 p.p.).

 En lo que respecta a las categorías, el IPC Regulados mostró una caída de 0,1% en el mes, producto principalmente de la reducción observada en el capítulo de Educación (-0,4%). Por su parte, el IPC Estacionales mostró una suba del 4,7%, explicado principalmente por la suba de indumentaria. Por último, el IPC Núcleo mostró una variación del 1,6%, 0,1 p.p. por encima del Nivel general.

Dado que en mayo comenzaron a levantarse restricciones en determinadas provincias, y que el INDEC incrementó las modalidades de relevamiento no presencial, fue posible relevar una mayor cantidad de precios respecto a lo observado a abril. En este sentido, fue posible relevar un 96,7% de los informantes abiertos del total de la muestra (en comparación al 77,5% de abril).

¿Qué esperamos?

A partir del mes de junio, muchas provincias entraron en la etapa de distanciamiento social obligatorio, retomando las actividades con estrictos protocolos. En este sentido, prevemos que podríamos observar una dinámica disímil en las distintas regiones, con aumentos más pronunciados en las provincias que se encuentran volviendo a la normalidad.

Por otra parte, el impedimento del BCRA a empresas que poseen activos líquidos en dólares para acceder al mercado oficial para importar bienes, ya está teniendo un impacto en muchos bienes cuyo costo de reposición es incierto. En la medida que esta dinámica se generalice, podría presionar la inflación en junio y los meses venideros.

Teniendo en cuenta las posibles presiones en tipo de cambio producto de una dilatación en la renegociación de la deuda y la falta de precisiones acerca de la intervención de la autoridad monetaria post-cuarentena, prevemos que la inflación se ubicará en la zona del 46% en 2020.

Desaceleración inflacionaria, ¿transitoria o permanente?

En la última década, la inflación se ubicó sistemáticamente por encima del 20% anual, volviéndose parte de la vida cotidiana y anclándose en la formación de expectativas de los agentes económicos. De esta forma, se volvió normal que algunos precios subieran porque otros habían subido antes: aun cuando no hubiera factores puntuales que la explicaran, la inflación persistía. Como resultado, la misma se tornó más resiliente y difícil de desarmar.

Para atenuar esta “inercia inflacionaria”, Alberto Fernández asumió con el objetivo de concertar un acuerdo de precios y salarios que quedó trunco por la pandemia. Sin embargo, la cuarentena funcionó como política antiinflacionaria, aunque de manera poco tradicional y deseable: tras más de dos años, la suba de precios perforó el 2% mensual en abril y mayo. ¿Es sostenible esta nueva dinámica? ¿llegó para quedarse o solo durará lo que las restricciones?

Corresponde analizar los múltiples factores que hacen al proceso inflacionario para encontrar una respuesta. La suba de precios cederá de manera persistente solo si todos estos motores se apagan.

Vayamos primero entonces por aquellos que permiten avizorar cierto optimismo. En este sentido, destacan los precios regulados: tras acumular una suba del 130% entre 2018 y 2019, los mismos treparon cerca de 5% entre enero y mayo de 2020, menos de la mitad que el componente Núcleo del IPC Nacional del INDEC. El derrumbe de los precios del petróleo y la delicada situación social que dejará la cuarentena inducen a pensar que su dinámica seguiría acotada en los próximos meses. Por lo tanto, no tendríamos mayores presiones por esta vía en el corto plazo.

Por otra parte, en un año “normal”, la mayoría de las paritarias tienen lugar entre marzo y junio, sumando presiones adicionales a la inflación, a través de la suba del costo laboral. Sin embargo, por razones obvias, en 2020 no se están llevando a cabo. Más aún, muchos gremios están negociando bajas de salarios o pagos en cuotas a cambio de estabilidad de los puestos de trabajo. En consecuencia, estas presiones todavía no aparecieron.

Aunque el aumento de desempleo y la profundización de la recesión atenuarían las demandas de recomposición del poder adquisitivo de los trabajadores, las actualizaciones salariales probablemente tendrán lugar una vez superada la pandemia. Por lo tanto, la cuarentena pospuso y aminoró las tensiones provenientes del frente salarial, pero no las eliminó.

En otro orden, las restricciones propias del aislamiento y su división entre actividades esenciales y no esenciales alteraron el set de precios relativos. Por caso, la suba de alimentos se ubicó cómodamente por encima del nivel general, a pesar de los precios máximos introducidos por el Ejecutivo. A contramano, rubros como Esparcimiento o Educación, que operan con importantes obstáculos o directamente no lo hacen, quedaron rezagados. Asimismo, rubros como Comunicaciones o Medicamentos mostraron evoluciones negativas en los últimos meses, producto de disposiciones oficiales. Buena parte de estas dinámicas particulares quedarían atrás una vez pasada la cuarentena, por lo que el cambio en el set de precios relativos sería acotado. De hecho, esperamos que los precios de los rubros no esenciales muestren un mayor dinamismo en el segundo semestre, sumando argumentos a favor de una aceleración inflacionaria.

En este sentido, cabe destacar que es probable que la suba de precios del Área Metropolitana de Buenos Aires (IPC GBA) quede rezagada en relación con el resto del país en mayo y junio. La apertura de la cuarentena por regiones provocará que el índice Nacional promedie las situaciones heterogéneas que convivirán en las distintas zonas del país.

Volviendo a los componentes del proceso inflacionario, vale destacar que la cuarentena disparó el gasto primario y desplomó la recaudación del Sector Público Nacional (la dinámica es similar aunque menos intensa a nivel provincial), provocando un mayor rojo fiscal. Dado que los mercados de crédito en pesos y dólares no convalidan un mayor endeudamiento del Tesoro Nacional, éste se está financiando con emisión monetaria. De hecho, la asistencia del Banco Central al Tesoro alcanzó los ARS 740.000 millones en abril y mayo, acumulando casi 3% del PBI. Este exceso de liquidez y la incertidumbre propia de la economía argentina, aumentada por el Coronavirus y la negociación de la deuda pública, impulsaron la demanda de dólares paralelos, elevando la brecha cambiaria de 40% a 80% entre mediados de marzo y mayo.

Las crecientes expectativas de depreciación del dólar oficial redujeron la oferta e impulsaron la demanda de divisas en el Mercado Único Libre de Cambios (MULC). Para evitar que dicha presión generara un salto del dólar oficial, y en consecuencia de la inflación, la autoridad monetaria vendió casi USD 1.500 millones de Reservas desde el 15 de abril.

Como resultado, las Reservas netas perforaron USD 10.000 millones a fines de mayo, forzando al Banco Central a endurecer el cepo cambiario. Desde entonces, aquellas firmas que tengan “activos líquidos en moneda extranjera” o hayan cancelado deudas con proveedores externos en lo que va de 2020 no podrán comprar divisas oficiales para importar. Asimismo, se extendió la prohibición de acceso al MULC a aquellas empresas que hubieran vendido títulos valores en moneda extranjera (realizado contado con liquidación o dólar MEP) en los últimos 90 días.

Si bien esta medida evitó la devaluación del dólar oficial en el corto plazo, también le restó relevancia para la formación de precios. Cuantas menores sean las posibilidades de acceder al MULC, mayor será el impacto de las cotizaciones paralelas en las importaciones y, por ende, en el nivel de precios. Por lo tanto, esta medida tendría un efecto inflacionario en el corto plazo. Ahora bien, si esta prohibición de operar en el MULC fuera percibida más como transitoria que como permanente, se podrían postergar la importación y/o las ventas de bienes provenientes del exterior, a la espera de definiciones sobre el costo de reposición (¿al dólar oficial o al financiero?). En este caso, tendría un mayor impacto sobre la actividad que sobre los precios. De todas maneras, lo más probable es que el resultado sea una combinación de ambos efectos: menores importaciones y más inflación.

En resumen, se acumulan argumentos como para sostener que la baja de la inflación será más transitoria que permanente y que la misma volvería a los niveles pre-cuarentena, o incluso los superaría, una vez pasadas las restricciones. Paritarias que se desarrollarán algunos meses más tarde de lo usual y la mayor importancia del dólar paralelo para la formación de precios serán las claves de esta dinámica. En este marco, proyectamos que la inflación superaría el 45% en 2020, de modo que la inercia entraría tan viva a 2021 como durante los últimos diez años.

La industria y construcción, derrumbadas por la cuarentena

¿Cómo evolucionó la construcción en abril?

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró una caída del 75,6% i.a. en abril, acumulando una contracción del 40,2% i.a. en el primer cuatrimestre del año. Por su parte, en la versión desestacionalizada se observó una caída del 51,5% respecto al mes anterior, ubicándose en los niveles más bajos desde la primera publicación del indicador, que comenzó en la década de los 90. La implementación de la cuarentena y la consecuente imposibilidad de ejercer las actividades apareció para empeorar la situación de un sector que ya se encontraba muy golpeado.

En este sentido, en abril alcanzó veinte meses consecutivos de caída interanual de la actividad, principalmente por una demanda que se mantuvo paralizada debido al racionamiento del crédito y al deterioro del poder de construcción del salario tras las sucesivas devaluaciones durante 2018 y 2019. Por su parte, la oferta de la obra privada tampoco ayudó: la incertidumbre sumado a la histórica falta de créditos para inversión explicaron el deterioro. A su vez, la obra pública se mantuvo sin dinamismo en un contexto sin margen para aumentar el rojo fiscal.

¿Y la industria?

Por su parte, el Indicador de Producción Industrial (IPI) mostró una caída del 33,5% i.a. en abril, acumulando una contracción de 13,5% i.a. en el primer trimestre del año. En la medición desestacionalizada, mostró una reducción del 18,3% respecto al mes anterior y, de esta manera, se ubicó en niveles similares a los observados en 2002, en los albores de la recuperación económica.

Todas las ramas industriales mostraron una contracción por segundo mes consecutivo. En este sentido, si bien la caída fue generalizada, las más golpeadas fueron las que más restricciones tuvieron para operar. Por el contrario, caídas menos profundas se vieron en las ramas que continuaron funcionando y que son consideradas esenciales por parte del gobierno: Alimentos y bebidas se mantuvo prácticamente estable (cayó 1% i.a.) y Madera, papel, edición e impresión mostró una caída del 8,7% i.a.

Por otra parte, el resto de las ramas sufrieron una contracción que alcanzó los dos dígitos. Las caídas más profundas se vieron en Automotriz y autopartes, Transporte, Prendas de vestir, cuero y calzado, Otros equipos y aparatos y Minerales no metálicos (88,5% i.a., 82% i.a., 79,8% i.a., 75% i.a. y 70% i.a., respectivamente). Estas ramas corresponden, por lo general, a industrias orientadas al mercado interno de producción de bienes durables o de capital que no pudieron operar durante todo el mes.

¿Se alcanzó el piso?

Las perspectivas para la construcción son alarmantes. A pesar de que en algunas provincias donde hay prácticamente nula circulación del virus se están retomando actividades y ya está habilitada la venta de insumos para la construcción, el retome de actividades en el AMBA será mucho más lento, principalmente por la imposibilidad de utilizar el transporte público. En este sentido, esperamos que la recesión continuará para el sector en gran parte de lo que resta del año.

Respecto a la construcción privada, la parálisis de la oferta por las restricciones mencionadas y la falta de financiamiento postergará la consecución de nuevas obras en el corto plazo. Incluso el anunció oficial en favor de un mayor gasto de capital para reactivar la obra pública no será suficiente para compensar la caída de la obra privada –que representa más del 70% del total-. Por lo tanto, creemos que la construcción será la rama de la actividad más golpeada en 2020, alcanzando una caída que superará el 20%.

Por otro lado, la evolución de la industria también dependerá principalmente de cómo se vayan levantando las restricciones. Según un decreto oficial, a partir de mayo algunas ramas industriales fuera del AMBA fueron habilitadas pero evitando el uso de transporte público, con estrictos protocolos y sistemas de turnos: industria automotriz y autopartes, electrónica y electrodomésticos, textil, calzado e indumentaria y productos del tabaco son algunos de los ejemplos. Por este motivo, la caída del mes de abril –mes en el cual rigieron las restricciones más fuertes- podría marcar un piso y, ya a partir de mayo, podríamos observar una leve reactivación respecto al mes anterior.

Sin embargo, en la mayoría de las ramas pasaran varios meses hasta recuperar el nivel de producción pre-pandemia. Los sectores menos esenciales o cuya producción depende parcialmente de lo que se haga en AMBA cerrarán el año con caídas mucho más profundas. Por otro lado, esperamos que las ramas esenciales que tuvieron prácticamente nulas restricciones desde un principio terminen el año con relativa estabilidad. En este sentido, también creemos que la industria promediará una caída en la zona del 13% en 2020, encadenando su tercer año consecutivo de contracción.

La inflación, también en stand by

El IPC GBA Ecolatina avanzó 1,5% en mayo, ubicándose en el nivel más bajo desde septiembre de 2017. De esta manera, acumuló 11,6% en los primeros cinco meses del año y 45% en los últimos doce meses.

Lo destacable es que esta nueva desaceleración fue de la mano de Alimentos y bebidas, que también mostró una variación del 1,5%, 1,3 p.p. por debajo del mes de abril. De todas formas, ya exhibe un avance de 16,4% en el año, 4,8 p.p. por encima del Nivel general. Haciendo una comparación respecto a otros años, el capítulo en 2018 acumulaba 10,9% (-1,2 p.p. por debajo del Nivel general) y en 2019 17,6% (pero ubicándose también por debajo de la evolución de la inflación, -1 p.p.)

A nivel categorías, la mayor dinámica la continuó teniendo el IPC Estacionales (+2,6%)–producto de subas en indumentaria y verduras- que, de todas maneras, se desaceleró más de 2 p.p. respecto al mes anterior. Por su parte, el IPC Núcleo mostró una variación del 1,7%, levemente por encima del Nivel general (+0,2 p.p.). El IPC Regulados (+0,7%) acumula doce meses consecutivos mostrando una dinámica menor al resto de los componentes, coincidiendo con el congelamiento de las tarifas al inicio del segundo semestre de 2019.

¿Pronto se acelerará la inflación?

La inflación también está en cuarentena. En las próximas semanas, podrían aparecer presiones al alza de los precios en la medida que la economía vuelva a cierta normalidad, especialmente en el caso de los bienes y servicios no esenciales. Además, las recientes medidas adoptadas por el Banco Central que impide la compra de dólares a empresas que adelantaron importaciones encareció el costo de reposición de bienes importados, impactando directamente en el nivel de precios.

Al mismo tiempo, la emisión necesaria para financiar el esfuerzo fiscal durante la cuarentena será relevante a la hora de analizar la dinámica inflacionaria en la medida que no se absorban los pesos una vez abandonada el aislamiento. De esta manera, esperamos que la inflación cierre el año en torno al 46,5% en 2020.

Intercambio bilateral con Brasil: cuando un menor déficit puede ser una mala noticia

En mayo, la economía argentina siguió derrumbándose y el intercambio con Brasil no fue la excepción. En este sentido, resalta que el flujo de comercio bilateral se desplomó un 55,6% i.a., producto de una caída de ese porcentaje tanto para las exportaciones como para las importaciones.

Como resultado, las ventas al país vecino perforaron los USD 400 millones, registrando el menor valor para un mes desde abril de 2004. Lamentablemente, la brusca caída no fue solo consecuencia del mal desempeño de la economía brasileña: el resto de sus importaciones cayó “solo” 7,7% i.a., de modo que nuestra performance fue peor al promedio y nuestra participación en dicho mercado se redujo a la mitad, pasando de 6% en mayo de 2019 a 3% en 2020. Por su parte, las compras argentinas al gigante sudamericano rondaron los USD 450 millones, arrojando también el menor valor para un mes desde enero 2004.

Como resultado, el déficit comercial bilateral rozó USD 50 millones el mes pasado, lo que implica una reducción significativa respecto a igual mes de 2019 (USD -120 millones), muy por debajo de los valores de 2018 o 2017 (USD -450 millones o USD -630 millones). Lamentablemente, como se desprende de lo dicho más arriba, este avance no obedeció a una recuperación de las ventas, que se contrajeron 50% desde mayo de 2018, sino a un desplome de las compras (-64% en los últimos dos años).

Dos factores fueron claves para que se observaran estas dinámicas. Por un lado, la apreciación del 25% i.a. en el tipo de cambio real bilateral con nuestro principal socio comercial -producto esencialmente del salto nominal del Real brasileño,+ 43% en los últimos doce meses, en una economía con 2% de inflación anual- y el desplome de la actividad en ambos países, sin perspectivas de recuperación en ningún caso. En este sentido, la caída de 11% i.a. en marzo del PBI local se corresponde una contracción mayor al 4% en la economía brasileña. Por lo tanto, nuestros envíos al país vecino sintieron un golpe tanto a nivel de competitividad-precio como de cantidades demandadas.

En el acumulado a los primeros cinco meses del año, los datos no son mejores: nuestras exportaciones a Brasil cayeron casi 30% i.a. en el período y las importaciones hicieron lo propio en 27,5%. De esta forma, el saldo comercial pasó de USD 210 millones en el total enero-mayo de 2019 a USD 80 millones en 2020. En otro orden, dado que el resto el resto de las importaciones de la primera economía del Mercosur cayeron menos de 1% i.a., nuestra participación en ese mercado se contrajo casi 2 p.p. en el acumulado enero-mayo de 2020, apenas superando el 4%.

De cara al futuro, las perspectivas tampoco son alentadoras. Por el lado exportador, la economía brasileña no repuntaría en el corto plazo (las proyecciones de PBI del consenso de mercado de ese país cayeron casi 3 p.p. en los últimos treinta días, perforando el 6% actualmente). Además, la depreciación del Real tampoco se revertiría, ni inflación se aceleraría. En consecuencia, la competitividad cambiaria continuaría por debajo de 2019.

Más allá de estas malas noticias, el saldo comercial bilateral podría mejorar en 2020, producto del desplome de la economía argentina y el superávit acercarse a USD 1.000 millones, un 30% más que en 2019 cuando acumuló USD 750 millones. Más allá de este avance en el neto, dado que la mejora no obedecería a un incremento de las ventas sino a un mayor desplome de las compras, el flujo de comercio se derrumbaría y 2020 no sería un buen año en este frente.

Los flujos de comercio se desploman como consecuencia de la recesión global

En abril, la balanza comercial arrojó un superávit USD 1.411 M, siendo el mejor resultado para el mes desde 2012. Comparado con abril de 2019, el saldo positivo fue superior en un 21,1% i.a.

No obstante, el buen resultado “esconde” la fuerte dinámica recesiva que experimenta la economía global producto del COVID-19 y que impactó de lleno sobre los flujos del comercio. En este sentido, las exportaciones se desplomaron un 18,9% i.a y las importaciones un 30,1% i.a. Como consecuencia, el volumen del intercambio se retrotrajo un 23,8% i.a, siendo aún menor que el registrado durante la paralización mundial de 2009.

Las ventas externas sumaron USD 4.329 M (-18,9% i.), producto de una baja en las cantidades (-13% i.a) y, en menor medida, en los precios (-13% i.a). Si bien la dinámica es a todas luces negativa, se destaca que las exportaciones de Productos Primarios volvieron a crecer (+10,8% i.a), contrario a lo que había pasado en marzo, cuando todos los rubros habían experimentado bajas. Esto tuvo lugar gracias al incremento de las exportaciones de porotos de soja y maíz en grano, cuyos destinos principales fueron China y Vietnam, dos economías que de a poco comienzan a normalizar sus actividades.

Para las exportaciones de manufacturas la performance fue muy negativa (sobre todo para las de origen industrial) y estuvo vinculada a la fuerte contracción que están experimentando las economías de nuestros principales socios comerciales. Tal es el caso de Brasil, por ejemplo, -destino que concentra el 30% de las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) y el 70% de las del complejo exportador-, en donde la actividad cayó un 5,9% en marzo (desestacionalizado) y la producción industrial un 9,9%.

Puntualmente, las MOI se desplomaron un 58,3% i.a, la mayor baja interanual desde al menos. Dentro de este rubro, el complejo automotriz fue por lejos el más afectado, por menores despachos a Brasil. En cuanto a las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), el descenso fue menor (-2,7% i.a), combinando bajas en algunos productos (pellets de soja, -USD 62 M) con subas en otros (aceite de soja, + USD 124 M y carne bovina, +USD 24 M).

Por último, el descenso que experimentaron las exportaciones de Combustibles (-33,9% i.a) se explicó enteramente por el derrumbe de los precios (-53,5% i.a), que se inició como consecuencia de la menor demanda mundial de petróleo, y cuya tendencia se exacerbó por el conflicto petrolero entre Rusia y Arabia Saudita. Contrariamente, las cantidades aumentaron un 41,7% i.a: la falta de demanda local liberó un mayor saldo exportable, pero que, de todas formas, debió realizarse a precios muy inferiores.

Por la paralización completa de un gran número de actividades económicas, las importaciones se hundieron un 30,1% i.a en abril, lo que implicó una notable aceleración en la caída respecto al registro del primer trimestre (-18,6% i.a). Apenas sumaron USD 2.981 M, menos de la mitad de lo importado durante el mismo mes de 2018.

Todos los usos acusaron elevadas tasas de caídas, empezando por Vehículos (-57,6% i.a), cuyas importaciones fueron prácticamente nulas (USD 87M) y seguido por Combustibles (-47,6% i.a), Piezas y Accesorios para Bienes de Capital (-43% i.a),  Bienes de Capital (-35,9% i.a), Bienes de Consumo (-19,7% i.a) y Bienes Intermedios (-14,2% i.a), cuya baja se vio compensada por mayores importaciones de insumos médicos.

Un punto para destacar es que, en términos desestacionalizados, las importaciones experimentaron una fuerte baja del 8,9%, confirmando que la recesión económica se profundizará en abril respecto de marzo.

Con estos números, el primer cuatrimestre del año finalizó con un superávit comercial cercano a USD 4.720 M, resultando un 48% mayor al de igual período de 2019 y el más elevado desde 2009. Nuevamente, cabe destacar que no se debe a una dinámica “virtuosa” sino al hecho de que el desplome de las importaciones (21,5% i.a) duplicó la caída que acusaron las exportaciones (-10,1% i.a).

Esperamos que la dinámica contractiva continúe en los próximos meses, acorde la recesión mundial se prolongue: de acuerdo con las estimaciones de la OMC, el comercio mundial podría caer entre un 13% y un 32% i.a este año. Mantenemos nuestras proyecciones inalteradas, aunque las mismas podrán sufrir modificaciones debido a algunos factores que podrían afectar. Por el lado de las exportaciones, dependerá de cómo vayan evolucionando la caída de la economía mundial, hasta ahora con una baja proyectada en 3,3% i.a (FMI), aunque en constante revisión por parte de cada uno de los países. Mientras que la dinámica de las importaciones estará sujeta a la evolución de la actividad económica local, sujeta a cuánto dure la vuelta a la “normalidad” y como se resuelva la reestructuración de la deuda.