Chile | La actividad caería un 4,6% en 2020

Economía

En el mes de junio la caída de la actividad (-12,4% en doce meses) fue menor a la esperada por el mercado, lo que obedecería a una buena capacidad de adaptación de la producción de bienes y servicios a las consecuencias de las cuarentenas y restricciones de movilización en general. De hecho la actividad registró un repunte respecto del mes previo en una serie desestacionalizada. Paralelamente, la aprobación del retiro de hasta un 10 por ciento de los ahorros previsionales personales de los afiliados al sistema de AFP´s, significará una importante inyección de recursos, a la economía, con un impacto sobre el consumo privado que alcanzaría a un 3,6 por ciento del PIB, concentrado principalmente entre los meses de agosto y diciembre de este año. Nuestra estimación de caída para el PIB del año se acota ahora a un 4,6 por ciento, con una recuperación parcial para el próximo que registraría un 4,3 por ciento de crecimiento. El desempleo muestra un marcado incremento, con una tasa que supera el 12 por ciento en el último trimestre móvil terminado en junio. Dicha tasa sería significativamente mayor si no se considera la brusca caída de la fuerza de trabajo y el efecto atenuador de trabajadores que aparecen como empleados pero que tienen su trabajo suspendido. Si se corrige por dichos factores, el desempleo efectivo podría empinarse a niveles cercanos al 25 por ciento. A pesar del buen nivel del precio del cobre y de una importante liquidez de dólares en el mercado, acentuada por las liquidaciones de inversiones externas de las AFP´s, por el retiro del 10 por ciento de los fondos, el tipo de cambio registra una importante volatilidad, acusando recibo de un escenario externo más incierto y, sobre todo, de una situación político institucional interna más amenazante. La inflación se mantiene contenida, con proyecciones que la sitúan en la parte baja del rango meta para fines de este año, lo que permitirá sostener tasas de interés muy expansivas por un prolongado período de tiempo.

Política

La coalición de gobierno ha tenido que enfrentar una importante crisis política en las últimas semanas, gatillada por la aprobación del retiro del 10 por ciento de los fondos previsionales, medida que rechazaba el ejecutivo y que contó con el respaldo de varios parlamentarios oficialistas. Ello ha derivado en un profundo cambio de gabinete, que involucra principalmente al equipo político. El gobierno centrará sus esfuerzos en la última parte de su período en atenuar el impacto económico de la crisis y propiciar una recuperación por la vía de un fuerte impulso de gasto público. Sin embargo, la importante concentración de eventos electorales en los próximos 18 meses, incluido un plebiscito para una nueva constitución, además de elecciones de alcaldes, gobernadores, parlamentarias y presidenciales, genera un importante grado de incertidumbre en relación al rumbo político institucional que seguirá el país en los próximos años. Ello sin duda incide en una mayor percepción de riesgo económico, lo que dificultará una recuperación más robusta en la inversión privada. Mientras el manejo político del ejecutivo ha estado muy lejos de lo necesario para recuperar el apoyo ciudadano, con falta de liderazgo e iniciativa, además de gruesos errores comunicacionales, la oposición e incluso parte de la centro derecha da muestras preocupantes de tendencias hacia el populismo. Tanto la oposición como, en menor medida, la coalición gobernante, dan señas de fragmentación, en un clima de mucha intolerancia respecto de posturas políticas distintas. La amenaza solapada de nuevas movilizaciones sociales que deriven en violencia sigue latente, lo que ha sido particularmente utilizado por los partidos políticos más disruptivos de la extrema izquierda.

Menos exportaciones y muchas menos importaciones: cuando el superávit no es buena noticia

En julio de 2020, el resultado comercial volvió a ser favorable para la Argentina, encadenando dos años en terreno positivo. El superávit rozó USD 1.500 millones, mostrando un avance de 55% i.a. frente a igual mes de año pasado (USD +950 millones). Al igual que en durante todo el primer semestre, la mejora obedeció al desplome de las importaciones (-30,1% i.a.), en tanto las exportaciones retrocedieron 16,3% en la comparación interanual. Por lo tanto, y como venimos repitiendo en los últimos meses, aunque la dinámica es favorable, en realidad es el síntoma de algo negativo: que la crisis es mayor en nuestro país que en el resto del mundo.

Las ventas externas totalizaron USD 4.900 millones, marcando un retroceso considerable frente a los USD 5.850 millones de igual mes de 2019. Lamentablemente, el rojo fue común a todos los grandes rubros: los productos primarios cayeron 10% i.a. -interrumpiendo así su dinámica positiva de la primera mitad del año-, las manufacturas de origen agropecuario 9% i.a. y las manufacturas de origen industrial 32% i.a. En todos los casos, el retroceso obedeció a una mayor baja de las cantidades en relación con los precios.

A nivel desagregado, resalta el impacto de la crisis brasileña, principal destino de los productos industriales (MOI), en contraste con la performance de China y el sudeste asiático, demandante de nuestra agroindustria (PP y MOA), que permiten atenuar el rojo. Dicho esto, vale destacar que, si bien las MOI continúan derrumbándose en la comparación interanual, su ritmo de caída pasó de más de 50% i.a. en el segundo trimestre a 35% i.a. en julio.

Por el lado importador, las señales de alerta son más intensas. La caída de USD 4.900 millones en julio de 2019 (último mes con el tipo de cambio en la zona de 45 ARS/USD, ya que en agosto pasó a 60 ARS/USD) a poco más de USD 3.430 millones en igual mes de 2020 expresa un desplome generalizado y de dos dígitos en todos los usos económicos. En este sentido, resalta la contracción de vehículos livianos (-51,5% i.a.), en un contexto donde se complica el acceso al mercado cambiario de las terminales, y de piezas y accesorios para bienes de capital (-51% i.a.). En tanto, los bienes de capital retrocedieron 24% i.a., mostrando que la caída de la inversión será muy importante en 2020. Por último, impulsado en parte por la importación de medicamentos (-3,3% i.a.), las compras externas de bienes de consumo retrocedieron “solo” 17% i.a. en julio. De hecho, si sacáramos este capítulo afectado “positivamente” por la pandemia, este rubro se habría contraído casi 20% i.a.

Con estos números, el superávit comercial acumuló casi USD 9.600 millones entre enero y julio de 2020. De esta manera, el resultado avanzó más de 20% frente al acumulado de los primeros siete meses de 2019. No obstante, y tal como marcamos más arriba, la mejora obedece íntegramente a la retracción importadora (-24,4% i.a.), en tanto las exportaciones cayeron casi 12% i.a. En consecuencia, aunque arrastramos el mayor resultado positivo desde 2009, también tenemos el menor flujo desde 2007. Por lo tanto, la alegría no solo no es completa: arroja más señales de preocupación que de “festejo”.

Por último, y antes de cerrar, vale destacar que en los próximos meses la caída de las importaciones se atenuaría. El período agosto-diciembre de 2019 fue el de mayor tipo de cambio real y menor actividad. Además, la economía seguiría recuperándose, producto de una cuarentena en vías de relajación, impactando positivamente en las compras externas. Por su parte, las exportaciones también achicarían su caída, impulsadas por la recuperación brasileña y la tibia apreciación del Real. De esta forma, el saldo comercial seguiría en terreno positivo, pero su tasa de crecimiento sería menor.

Con estos números, proyectamos que la balanza comercial cerraría el año en la zona de USD 18.000 millones, marcando un avance cercano al 10% i.a. respecto al saldo de USD +16.000 millones de 2019. No obstante, esta mejora provendría íntegramente del desplome importador, cercano al 20% i.a., ya que las exportaciones caerían cerca de la mitad. Como resultado, el flujo comercial perforaría los USD 100.000 millones en 2020, alcanzando un piso desde 2009.

Brasil | A popularidade do Bolsonaro permanece estável

Economia

O cenário mais positivo para a economia brasileira no segundo trimestre parece já consolidadas e foram disseminadas entre os diferentes setores da indústria, seja no plano da produção, seja em termos de confiança, sugerindo, um impacto menos negativo da pandemia na atividade econômica. O desempenho do comércio também retrata esse cenário, em parte impulsionado pelo programa de renda básica emergencial. A discussão se volta mais para a sustentabilidade desse fenômeno. Há dois condicionantes principais para a avaliação da atividade prospectiva: 1) decisão em torno da continuidade do programa de transferência de renda e 2) percepção em torno do risco fiscal. O quadro inflacionário segue bem comportado, o que permitiu mais uma redução de 0,25 p.p. na Selic. A taxa básica de juros deve permanecer nesse patamar ao longo do ano. A política monetária segue respondendo mais aos movimentos internacionais do que às questões domésticas. Há viés positivo para a projeção do PIB para 2020.

Política

O quadro político aponta para um balanço de risco elevado para a gestão da política econômica, em especial para a questão fiscal. A despeito da redução do risco de interrupção do mandato, o governo não ganhou maior autonomia na condução da política econômica. A tentativa de melhorar as relações entre os poderes é limitada pelas disputas na centro-direita, com destaque para a corrida em torno do comando das casas legislativas. Não por acaso, dois partidos importantes (MDB e DEM) saíram do bloco parlamentar majoritário, resultado de uma postura de independência em relação ao governo. As pesquisas mais recentes de opinião pública mostram uma estabilidade na popularidade presidencial. O presidente conseguiu se proteger dos efeitos negativos da pandemia. Essa estabilidade do capital político confirma as chances mais reduzidas de impeachment. O governo deve intensificar os sinais para o eleitorado mais vulnerável em nome do projeto presidencial.

Bolivia | Más de medio millón de personas dejaron de trabajar por el coronavirus

Economía

Al primer trimestre el PIB creció 0,6%, la más baja desde 2003. Este resultado proviene tanto de la desaceleración económica que experimenta el país desde 2013 como por los resultados de la pandemia y la cuarentena. A su vez, el índice mensual de actividad económica a mayo reporta una caída de 7,9%, dentro de la cual sobresale la reducción de minería (-42%), construcción (-31%), transporte (-20%) y comercio (-16%). Esta caída se reflejó en el mercado laboral, donde la tasa de desempleo subió a 9,6%. Considerando la caída de personas activas, se estima que más de medio millón de personas dejaron de trabajar por efectos del Covid-19. Como resultado de esta caída, los ingresos tributarios cayeron 30%, que proviene tanto de la caída de la actividad como la postergación de los pagos tributarios por parte de los contribuyentes. Frente al aumento de las transferencias a hogares pobres (11 millones por un promedio de $70), implica que el déficit fiscal en el año estaría por encima de 10% del PIB.

Política

La tensión política y social en Bolivia es elevada. El conflicto se originó por la postergación de las elecciones generales del 6 de septiembre al 18 de octubre por la pandemia. Esto ha generado la insatisfacción de los adherentes y simpatizantes del partido de Evo Morales (MAS), quienes han cercado las ciudades e impedido el ingreso o salida tanto de personas y bienes. La reacción ocurre por varios factores: i) la prolongación del mandato transitorio de la presidenta Añez y la posibilidad de que las acciones que implemente contra la pandemia incrementen su popularidad y su votación; ii) una fecha posterior al punto máximo de la pandemia posibilitaría que más opositores al MAS voten y reduzcan la votación al partido de Morales; y, iii) la tentación de efectuar una venganza política para que Añez abandone el poder por la presión de las calles, tal como fue el caso de Morales en 2019. Es probable que esta situación se solucione en unos días, pero postergue la tensión después de la elección.

Recuperación desestacionalizada, desplome interanual: la actividad en rojo

En junio de 2020, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró una contracción de 12,3% respecto a igual mes del año pasado. De esta manera, la actividad se desplomó casi 13% i.a. en la primera mitad del año y 19,6% i.a. en el fatídico segundo trimestre de pandemia y cuarentena (que arrojó una caída de 16,6% en términos desestacionalizados).

Más allá de estos números, muy negativos por donde se los mire, podemos afirmar que la economía habría encontrado un piso en abril y, desde entonces, comenzó a recuperarse. En este sentido, resalta el crecimiento desestacionalizado de 7,4% en junio respecto de mayo, acumulando un avance de 17,7% en relación con el cuarto mes del año, piso de la actual crisis. Sin embargo, y pese a esta “suba”, la actividad cerró junio 13,5% por debajo del nivel de diciembre de 2019, marcando que todavía queda mucho terreno por recorrer.

Descripto el escenario actual y explicado que lo peor de la crisis ya pasó, tiene sentido entonces empezar a pensar en la recuperación. En primer lugar, lamentablemente, hay que decir que 2020 será un año perdido en materia de actividad económica: aun cuando la reestructuración de la deuda con acreedores privados sea exitosa y se reduzca la incertidumbre en el corto plazo, la economía no avanzará significativamente. Por el contrario, salvo algunas ramas que podrían mejorar impulsadas por los pedidos de pre-cuarentena atrasados, las caídas interanuales seguirán siendo de dos dígitos en el corto plazo.

La segunda mitad del año será mejor que la primera -o, en realidad, “menos peor”-, pero claramente estará por debajo de la segunda parte de 2019. A las restricciones productivas que impuso la pandemia y la cuarentena, corresponde sumarle los golpes a la demanda que está provocando. En este punto, resaltan la pérdida de puestos de trabajo en el sector formal y especialmente informal -donde una porción importante de los trabajadores se quedó sin ingresos-, su ajuste sobre el poder adquisitivo y la elevada volatilidad que arrastra nuestra economía. Además, el ahorro precautorio al que induce el Coronavirus y la crisis será un ancla de plomo para la recuperación del consumo privado y las inversiones, las dos variables más golpeadas por la crisis.

Por otra parte, si bien algunas exportaciones podrían arrojar buenos desempeños, especialmente aquellas vinculadas a los sectores esenciales y dirigidas a China -oleaginosas-, no alcanzarían a motorizar la reactivación económica. Por último, el gasto público servirá para atenuar la crisis, adoptando un carácter contracíclico, pero en este contexto de acotado financiamiento genuino y mucha emisión un incremento significativo de esta variable podría acarrear más problemas que soluciones. Con todos estos números, proyectamos una caída del PBI entre 12,5 y 13% i.a. en el promedio anual de 2020, que provocaría que la actividad vuelva a los niveles de 2009 y, más preocupante aún, que retroceda casi 18% i.a. en términos per cápita, acercándose a los niveles de 2005.

De cara a 2021, la recuperación estaría liderada por un sector público con una política expansiva y un consumo privado que mejoraría impulsado por el crecimiento del salario real y las bajas bases de comparación que dejará este año. Por su parte, la inversión también se recuperaría, pero más por el desplome de este año que por un avance genuino. Como resultado, la economía podría crecer cerca de 7% en el año electoral. Si bien esto marcaría un importante avance respecto de 2020, el PBI cerraría 2021 cerca de 7% por debajo del nivel de 2019. Quedará la entonces segunda mitad del mandato de Alberto Fernández para, con buena suerte, retornar al punto de partida.

La inflación de alimentos se aceleró en la primera quincena de agosto

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación trepó 2,9% entre la primera quincena de agosto y el mismo período de julio. La aceleración se explicó principalmente por la dinámica de alimentos, bienes para el hogar y alquileres.

El capítulo Alimentos y bebidas creció 3,5% en la primera quincena de agosto (2,1 p.p. por encima de la misma quincena del mes anterior). Consideramos que el descongelamiento de muchos precios máximos, que venían acumulando mayores costos desde el inicio de la pandemia, y el relajamiento de la cuarentena a partir de la segunda mitad de julio fueron los principales factores que explicaron este proceso. Esto implicó que, a diferencia de otros momentos del año, en la primera quincena de agosto el incremento en los precios de los alimentos se de de forma generalizada.

A modo de ejemplo, en enero la inflación del capítulo de Alimentos y bebidas (se ubicó en +5,1% en ese mes) fue traccionada por aumentos puntuales y significativos en determinados bienes. Casi una quinta parte de los productos relevados mostraron incrementos por encima del 10%, a la par que el 60% de los bienes no mostraron subas. A contramano, en la primera quincena de agosto se achicó la proporción de bienes con incrementos superiores al 10%, pero se incrementó la proporción de bienes con aumentos más pequeños: el 85% de los productos relevados mostró subas menores a 10%, generando que únicamente el 10% de los precios de los bienes se mantenga sin incrementos.

Si a esto le sumamos la dinámica de alquileres y bienes para el hogar, se obtiene una marcada aceleración del IPC Núcleo (que excluye bienes y servicios con un componente estacional o regulados por el gobierno), que trepó 3,5% entre quincenas. Esto demuestra que a medida que la cuarentena se va relajando en el AMBA, la inflación subyacente va retornando a niveles previos a la pandemia (por encima del 3%). Se debe destacar que esto sucede incluso en ausencia de aumentos de precios Regulados y paritarias, factores que de activarse podrían continuar acelerando este indicador.

¿Qué esperamos?

A diferencia de julio, cuando la inflación promedió 2,2% en el resto del país vs 1,6% en la región metropolitana (+0,6 p.p. de diferencia), estimamos que la suba de precios será más uniforme durante agosto rozando el 3% a lo largo y ancho del país, especialmente considerando el reciente ajuste en los combustibles en todo el territorio nacional.

En este sentido, la inflación difícilmente vuelva a ubicarse debajo de 2% mensual en lo que queda del año. La magnitud de la aceleración dependerá de las negociaciones paritarias paralizadas durante la cuarentena, el grado de descongelamiento de algunos de precios Regulados como prepagas, servicios de telefonía y combustibles, y la evolución de tipo de cambio y/o restricciones en el mercado oficial.

En particular, esperamos que la inflación alcance una mayor tasa en el último trimestre del año producto del levantamiento de la cuarentena y la reanudación de las paritarias. En este marco, esperamos que la inflación cierre el año en 39% para 2020.

La economía post cuarentena y reestructuración de la deuda

En las últimas semanas, la cuarentena comenzó a desandarse gradualmente, especialmente en lo que a la producción respecta. Pese a que los casos de Coronavirus siguen creciendo, la decisión oficial de extender -sin mayores cambios- hasta el 30 de agosto el ASPO en varias regiones del país muestra que no hay margen para endurecer las restricciones aún cuando el sistema sanitario está más demandando.

Asimismo, el proceso de reestructuración de la deuda pública ha avanzado significativamente tras el acuerdo con los principales grupos de acreedores ley extranjera. Si bien todavía falta efectivizar el canje, replicarlo a los bonos ley local en moneda dura y alcanzar un acuerdo con el FMI para extender la devolución del préstamo otorgado, este frente luce encaminado.

Por lo tanto, nos acercamos al día después de la cuarentena y la reestructuración de la deuda. En consecuencia, qué sucederá con el nivel de actividad económica se vuelve una de las principales dudas.

En primer lugar, hay que decir que las medidas de aislamiento impactaron de manera heterogénea en las distintas ramas de actividad. Si bien la mayoría de los sectores continúa en rojo, la profundidad de la caída varió inter e intra sectorialmente. Asimismo, aunque en los últimos meses se observa una recuperación de la actividad, el nivel se ubica claramente por debajo del registrado antes de la pandemia.

De hecho, la reactivación tendrá dos etapas bien marcadas. Una inicial, que ya está sucediendo, donde la oferta se “despertará”, recuperando parte de lo perdido consecuencia de la incapacidad de producir durante el confinamiento. Luego, hacia fines de año y durante 2021, la recuperación sería más lenta, pero ya no estaría asociada a la imposición y remoción de la cuarentena, sino a la evolución de la demanda (principalmente interna), donde algunos sectores podrían incluso recuperar los niveles pre-pandemia. Veamos.

Reactivación sectorial a distintas velocidades

Comencemos con la Construcción. La irrupción de la pandemia implicó una parálisis completa de las actividades para uno de los sectores más afectados durante la recesión 2018-2019. El incremento de la proporción de firmas para operar con normalidad permitió dos meses consecutivos de mejoras a partir de mayo. En el corto plazo, la dinámica de reactivación continuaría, producto de la flexibilización de las restricciones y el incremento de la demanda para refacciones en el hogar ya que su nivel de actividad sigue lejos de la pre-pandemia.

Asimismo, una vez que la economía ingrese en la nueva normalidad, podremos observar un repunte del sector por su carácter procíclico y porque en un escenario de restricciones cambiarias las opciones de ahorro se reducen y la construcción se configura como una alternativa atractiva para adquirir un bien “dolarizado” en un contexto de bajos costos de producción en moneda dura. Además, es una rama de actividad estratégica para el Ejecutivo: no insume casi divisas/importaciones y permite crear empleo dentro de los sectores de menores ingresos, que fueron los más golpeados por la pandemia/cuarentena. Anuncios como el Procrear y planes de obra pública marcan la intención oficial de impulsar la actividad.

Otro sector clave es la Industria manufacturera. Dado el carácter esencial de algunos rubros, la cuarentena impactó de manera muy heterogénea en esta rama de actividad: mientras que en abril los sectores productores de bienes de consumo intermedio, durables y de capital mostraron caídas inéditas (Automotriz y autopartes, -88,5% i.a. y Prendas de vestir y calzado, -79,8% i.a) otros como Alimentos y bebidas se mantuvieron prácticamente estables (-1,0% i.a.).

En el caso de las primeras, a partir de mediados de mayo comenzó un proceso de reapertura. En este sentido, la mejora relativa en el índice de producción industrial (pasó de -33,5% i.a. en abril a -6,6% i.a. en junio) fue, en parte, producto de puesta en marcha de fábricas no esenciales, donde se libraron órdenes de compra pendientes y se recompusieron stocks. Vale la pena destacar que la esta notoria mejora responde más a la “reapertura” que al incremento genuino de la demanda (salvo ramas vinculadas a bienes durables para el hogar, donde el consumo repuntó).

En este marco, esperamos que el impulso dure sólo un par de semanas, hasta recomponer stocks y cumplir órdenes de compra pendientes, dado que todavía resta un tiempo prudencial para que la demanda interna vuelva a los niveles pre-crisis. El año próximo, la nueva normalidad con recomposición del salario real y políticas destinadas a dinamizar el consumo en el año electoral (Ahora 12, por ejemplo), permitirían que las industrias orientadas al mercado interno se aproximen a los niveles pre-pandemia hacia fines del 2021.

Párrafo aparte merece la agroindustria. Con menores restricciones para operar y menor caída de la demanda (interna y externa), puede ser considerada la rama industrial menos golpeada por la pandemia/cuarentena. A futuro, tanto el sector primario como el agroindustrial son claves para la recuperación pues dinamizan ramas industriales vinculadas – agroquímicos y maquinaria agrícola- y son generadores de divisas genuinas. La elevada demanda de alimentos por parte de Asia y la recuperación de precios de los principales commodities agrícolas podrían apuntalar al sector el año entrante. Sin embargo, hay escollos por sortear: el tipo de cambio real es poco competitivo tras el pago de retenciones y existen riesgos climáticos (escasez de lluvias por el fenómeno climático de “la niña”) en la provisión de insumos importados.

Por su parte, el desplome del precio del petróleo y las restricciones a la circulación generaron que el sector Minas y canteras cayera cerca de 20% i.a., tanto en abril como en mayo. La recuperación del precio internacional y el acuerdo con los bonistas mejoró las golpeadas expectativas del sector petrolero y gasífero -principalmente para Vaca Muerta-, pero resta esperar la reversión del desplome de la demanda interna y la flexibilización de las férreas restricciones cambiarias. El panorama podría mejorar con la implementación del plan “Esquema gas 2020-2024”, que busca garantizar el abastecimiento interno y reducir importaciones, a la par que el descongelamiento de las tarifas de servicios públicos y naftas.

Por el lado de los servicios, Comercio minorista y mayorista es el rubro que mostró mayor incidencia negativa en el nivel de actividad. Pese a que desde mayo viene lentamente moderando su caída producto de un mayor número de comercios habilitados y la implementación de modalidades alternativas de comercialización (online, delivery, pick up, etc.), las ventas fueron acotadas a excepción de los consumos más básicos.

La pregunta del millón es cuánto tardará el resto de la demanda en volver a los niveles pre-crisis y qué hábitos de consumo sufrirán cambios estructurales tras la pandemia. Una parte importante de la respuesta dependerá del mercado laboral y, en particular, de las perspectivas de empleo y el temor a perderlo. En la medida que la percepción de crisis persista, las familias mantendrán un elevado ahorro precautorio demorando la recuperación.

Por último, cabe destacar que los sectores más rezagados por la pandemia serán los vinculados a los servicios no esenciales ni exceptuados, tales como Restaurantes y hoteles y Servicios comunitarios, sociales y personales. Las restricciones operativas que afectan a las actividades que congregan muchas personas en lugares cerrados serán las últimas en levantarse y los hogares serán reacios a consumir este tipo de servicios hasta que baje la percepción de riesgo de contagio de Covid-19. Pese a que se espera un rebote desde niveles de actividad prácticamente inexistentes (Ej: turismo internacional) sería imposible recuperar los niveles pre crisis antes de que la mayoría de la población sea vacunada contra el coronavirus.

La inflación se mantiene por encima del 2% en el interior del país

El IPC Nacional de INDEC trepó 1,9% en julio, desacelerándose 0,3 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, mostró un incremento del 42,4% i.a. -la menor cifra de los últimos 22 meses- y acumuló una suba del 15,8% en los primeros siete meses del año, representando la menor variación acumulada desde el año 2017 al séptimo mes del año.

En lo que respecta a los capítulos, la mayor evolución la tuvo Equipamiento y mantenimiento del hogar (+3,9%), como consecuencia de las restricciones cambiarias y mayor demanda de bienes y refacciones dentro del hogar. Cabe destacar que el capítulo acumula un incremento del 8,1% entre junio y julio -en comparación al 4,2% que acumula el Nivel general-, dado que, en este periodo, las restricciones para acceder al MULC para determinadas empresas impactaron de lleno en el incremento de precios de determinados bienes importados. Por su parte, se destacaron las subas de los capítulos Recreación y cultura y Prendas de vestir y calzado (ambos con incrementos del 3,3%).   

Analizando a las categorías, el IPC Núcleo creció 2,5% en el mes (+0,6 p.p. en comparación al Nivel general) y acumuló una suba del 17,3% en los primeros siete meses de año. A contramano se ubicaron las otras dos categorías: por un lado, el IPC Estacionales (+0,9%) mostró la variación más baja de los últimos catorce meses, pero acumuló una suba del 29,4% en lo que va del año (+13,6 p.p. por encima del Nivel general). Por otro lado, el IPC Regulados creció 0,5%, acumulando únicamente un incremento del 5,7% en los primeros siete meses del año.

A su vez, cabe destacar que existió una dinámica disímil entre las regiones. Las que se encuentran en una etapa de distanciamiento social exhibieron un avance promedio del 2,2% (en línea con lo observado en junio a nivel nacional). Por su parte, el índice creció 1,6% en GBA, siendo la única región que aún cuenta con restricciones fuertes a la circulación y producción, especialmente considerando que la primera mitad de julio se frenó el relajamiento que se venía dando en las semanas previas. En este sentido, el relevamiento presencial del total nacional se redujo a un 25,8% en julio (mientras que en junio había sido del 58,7%). Cabe destacar que imputándole el promedio del incremento del Nivel general de las otras regiones a GBA, la inflación hubiese mostrado un aumento del 2,2%.

¿Qué esperamos?

De cara al futuro, esperamos que la inflación se acelere en los últimos cinco meses del año y cierre en torno al 39% en 2020. Si bien se desactivaron dos de los principales drivers inflacionarios -las negociaciones salariales se mantendrán postergadas en un contexto de empleos en riesgo y las tarifas de servicios públicos continuarán congeladas-, tanto el tipo de cambio oficial como la brecha cambiaria actuarán como dinamizadores principales.

Además, esperamos una aceleración del capítulo Alimentos y bebidas no alcohólicas, dado que en base a nuestros relevamientos, observamos aceleraciones significativas en la última parte de julio, efecto que se verá plenamente en el próximo mes. Por su parte, en los próximos meses podríamos ver aceleraciones de servicios telefónicos y combustibles, que dinamizarán a los precios regulados.

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

Los precios y cantidades del comercio exterior se derrumbaron en el segundo trimestre

La contracción del intercambio comercial se profundizó en el segundo trimestre, de la mano de la proliferación de contagios de COVID-19 a nivel global. Tanto en las importaciones como en las exportaciones, el retroceso se explicó por un efecto combinado de menores cantidades- afectadas tanto por la demanda como por la oferta- y, como la depresión fue tan profunda, también afectó a los precios. Esto hizo que, a pesar de que el resultado comercial haya sido superavitario (USD 4.788 millones, +32% i.a), el flujo de comercio se haya ubicado en niveles similares a los de 2007.
En el segundo trimestre, las exportaciones totalizaron en USD 14.176 millones, lo que implicó un retroceso de 14,7% i.a y una aceleración de la tasa de caída frente al trimestre anterior (-6,7% i.a). La baja, combinó casi en partes iguales una baja en precios (-7,4% i.a) como en cantidades (-7,8% i.a).
El resultado es más negativo si se observa la heterogeneidad de las dinámicas al interior de los rubros. Y esto porque la baja se concentró en aquellos sectores que generan mayor valor agregado, típicamente el sector productor de manufacturas. En este sentido, las MOI retrocedieron casi un 53% i.a, explicado por una baja en cantidades (-49,8% i.a) y reforzada por precios (-5,8% ia). Aquí jugaron varios factores, entre ellos los menores despachos hacia Brasil, debido al derrumbe de la actividad en el país vecino, así como también por la pérdida de competitividad cambiaria respecto al país vecino. No obstante, también tuvo un rol importante el hecho de que, durante ese período, la producción en muchos sectores estuvo en cuarentena al considerarse “no esenciales”.
En el otro extremo, los Productos Primarios avanzaron casi un 20% i.a, explicado enteramente por una suba en las cantidades. A diferencia de lo ocurrido con las MOI, al considerarse un rubro esencial, su producción no se vio alterada para las medidas de aislamiento, así como tampoco su demanda. Mientras que otro factor clave fue la pronta recuperación económica de socios como China, principal destino de este rubro, que en este trimestre llegó a desplazar a Brasil como primer socio comercial de Argentina.
En cuanto las importaciones, las mismas alcanzaron un valor de USD 9.388 millones en el segundo trimestre, lo que redundó en una baja de casi 28% en términos interanuales, explicado en mayor medida por la baja en cantidades (-24,2% i.a). Obviamente se debe al hecho de que en ese período la actividad local encontró un “piso” (según nuestras estimaciones superará el 21% desestacionalizado), en tanto ese trimestre albergó los tres meses de cuarentena más estricta. Todos los usos tuvieron bajas muy marcadas, con excepción de Bienes de Consumo, que “solo” cayeron un 7% i.a. El resto de los usos mostró bajas superiores al 30% i.a, destacándose por la magnitud las importaciones de Vehículos, cuyo retroceso fue de 64% i.a.

Con todo, el saldo comercial del trimestre fue de casi USD 4.800 millones, un 32% superior al mismo período del año anterior. Considerando el resultado del trimestre anterior, el superávit del semestre alcanzó los USD 8.100 millones. Los términos de intercambio jugaron en contra en el segundo trimestre, en tanto retrocedieron un 2,7% i.a. Dicho de otra manera, de haberse mantenido los precios estables, el resultado comercial habría resultado superior en casi USD 500 millones.
Para los próximos meses, esperamos que ambos flujos comerciales – exportaciones e importaciones- continúen mermando su tasa de caída, como sucedió en junio, debido a la recuperación tanto de cantidades como de precios, al ritmo en que la actividad local y global comienzan a recuperarse. Proyectamos que el superávit comercial de bienes acumularía USD 10.000 millones en el segundo semestre de 2020, creciendo levemente respecto de la segunda mitad del año pasado. Así, la balanza comercial alcanzaría USD 18.000 millones en 2020, el mayor saldo positivo al menos los últimos 28 años. De todas formas, resaltamos que, si bien el “sobrante” de dólares comerciales al menos no meterá mayor presión en el mercado cambiario, el escenario no será del todo positivo dado que no provendrá de un boom exportador

 

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación se aceleró en julio

¿Cómo fue la inflación en julio?

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación fue del 2,1% en julio, acelerándose 0,4 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, acumuló 16% en los primeros siete meses del año (8,7 p.p. menos que en el acumulado de 2019) y 43,3% en relación con igual mes del año pasado.

En lo que respecta a los capítulos, la dinámica más elevada la tuvo Esparcimiento (+3,4%), acumulando una suba del 22,3% en lo que va del año (6,4 p.p. por encima del Nivel general), como consecuencia de subas importantes en equipos electrónicos. Por su parte, Indumentaria creció 2,3% y ya lleva acumulada una suba del 20,1% en los primeros siete meses, 4,1 p.p. por encima del Nivel general.

Otro capítulo que evolucionó por encima de la inflación fue Alimentos y bebidas (+2,3%), destacándose subas de carnes, huevos y panificados. Cabe destacar que mostró una aceleración de 1,4 p.p. respecto al mes anterior, producto de una significativa aceleración en la segunda quincena del mes, como consecuencia, en parte, de la suba pactada de los Precios máximos que impactó sobre determinados productos. De este modo, el capítulo acumuló un incremento del 20,2% en lo que va del año (4,2 p.p. por encima de la inflación).

Analizando a las categorías, la dinámica más elevada la tuvo el IPC Núcleo (+2,8%), ubicándose 0,6 p.p. por encima del Nivel general con una interanual del 50,7%. Por su parte, el IPC Estacionales creció 1,9% con un crecimiento del 58,8% i.a., ubicándose 0,2 p.p. por debajo del Nivel general gracias a la desinflación observada en frutas. Por último, el IPC Regulados creció 0,5% y 58,8% i.a., ubicándose 1,7 p.p. por debajo del Nivel general y creciendo por debajo de las otras dos categorías por 14 meses consecutivos.

¿Qué esperamos?

Por un lado, considerando que el IPC Núcleo se aceleró notablemente en la última quincena de julio, esperamos que este impacto se vea plenamente en agosto. Por otra parte, teniendo en cuenta que los precios regulados continuarán con una dinámica reducida en lo que resta del año y las negociaciones salariales no se reanudarán hasta que ingresemos en una nueva normalidad, el principal driver que explicará la dinámica inflacionaria en los últimos cinco meses será el dólar.

Por un lado, el arreglo de la renegociación de la deuda permitirá relajar el panorama financiero en el corto plazo, lo cual podría dar cierto alivio a las cotizaciones paralelas en la medida que se despeje la incertidumbre. De todas formas, considerando que la brecha cambiaria continúa en niveles elevados junto con un cepo que impide el normal funcionamiento del aparato productivo, creemos que el arreglo de la deuda no alcanzará para evitar que existan presiones sobre la cotización oficial en lo que resta del año. En este sentido, una relajación del cepo cambiario implicaría que la cotización oficial comience a corregirse sin presentar saltos bruscos.

En este marco, esperamos que la inflación empezará a acelerarse mes a mes en lo que resta del año y se ubicará en torno al 40% en 2020.