La recuperación económica mantuvo su curso en noviembre

En noviembre, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) se contrajo -3,7% i.a., exhibiendo la menor caída interanual desde febrero del año pasado, pero ayudada por la baja base de comparación que dejó noviembre de 2019. De esta manera, la actividad económica acumuló una caída de 10,6% i.a. en los primeros once meses del 2020. En términos desestacionalizados, el crecimiento fue de 1,4%, la séptima mejora mensual consecutiva. De todas maneras, la economía se encuentra 3,3 p.p. por debajo del nivel que exhibía pre-pandemia en febrero.

Continuó reinando un impacto heterogéneo a nivel sectorial: solo cuatro de quince sectores mostraron crecimiento interanual en noviembre. De todas maneras, cabe destacar que todos los sectores mostraron un mejor desempeño respecto a lo observado en octubre.

Desagregando por bienes y servicios, la heterogeneidad se vuelve más clara. Los primeros se mantuvieron estables en el mes (+0,4% i.a.) traccionados por la mayor variación del año de la Industria manufacturera (+3,7% i.a.) y por la desaceleración de la caída de la Construcción (-3,4% i.a.), exhibiendo el mejor desempeño desde hace trece meses, como consecuencia de la paulatina mejora del empleo formal del sector y la mayor reanudación de obras de mayor magnitud.

Por otro lado, los Servicios mostraron una caída de 5,4% i.a. en noviembre, desacelerando su contracción en 2,2 p.p. En este sentido, los más afectados continuaron siendo los que mayores restricciones tuvieron para operar: Hoteles y restaurantes (-53,2% i.a.) y Transporte y comunicaciones (-18,2% i.a.), los que mayor incidencia negativa tuvieron en el índice. Esta dinámica fue compensada parcialmente por la mejora de Comercio (+3,9% i.a.) e Intermediación financiera (+11,7% i.a.).

En diciembre, la recuperación de la actividad mantendría su curso -aunque posiblemente con una nueva desaceleración-. El efecto de las menores restricciones a la oferta va perdiendo fuerza mes a mes, mientras que la aceleración de la inflación le puso un freno adicional a la recomposición de los ingresos de las familias y el repunte del consumo privado. De esta manera, el 2020 cerrará con una caída de la actividad en torno al 10%, generando que el PBI vuelva a los niveles del año 2007.

En 2021, el rebote de la actividad dependerá de qué tan rápido la pandemia se diluya, así como de las medidas tomadas para controlarla. En este sentido, creemos que el aprendizaje a vivir bajo pandemia permitirá que las restricciones a la producción y circulación sean menores que el año pasado, aunque complicaciones respecto a la vacunación masiva podría volver a generar presiones cambiarias ante la necesidad de un mayor financiamiento monetario del rojo fiscal.

Por otro lado, las elecciones legislativas también tendrán su papel. La necesidad de recomponer el poder adquisitivo podría impulsar el consumo privado a través de planes oficiales -Ahora 12, por ejemplo- y en tanto la inflación no continúe acelerándose. Para ello, será central controlar el dólar -lo que posiblemente implique reducir la depreciación mensual del tipo de cambio- y arrojar señales fiscales que reduzcan la incertidumbre cambiaria y permitan la acumulación de Reservas por parte del BCRA. Así, esperamos que la actividad crezca en torno al 4,5% en 2021 impulsada por el consumo privado (4,7%), pero en ambos casos no alcanzará para recuperar el terreno perdido por la pandemia.

La canasta básica alimentaria creció casi 10 p.p. más que la inflación

¿Cómo terminaron las canastas el año?

En diciembre de 2020, la Canasta Básica Alimentaria (CBA) -que mide el ingreso necesario para que una familia compre una canasta de alimentos y se ubique por encima de la línea de indigencia—creció 5,1% en comparación a noviembre. Por su parte, la Canasta Básica Total (CBT) trepó 4,7% respecto al mes anterior, compuesta por bienes y servicios donde los hogares que ganan por debajo de esta línea de ingresos son considerados pobres.

De esta manera, la CBA alcanzó 45,5% i.a. y la CBT subió 39,1% i.a. en diciembre, casi 10 p.p. y 3 p.p. respectivamente por encima de la inflación (+36,1% i.a.) y también por encima de la evolución del tipo de cambio oficial (+38,3% i.a.). Uno de los motivos, en un contexto de tarifas de servicios públicos congeladas y controles de precios sobre los bienes de consumo masivo, es la dinámica que adoptaron los alimentos frescos. La carne trepó 56,9% i.a., las frutas subieron 64,4% i.a. y las verduras 58,0% i.a., poniéndole un techo alto a la evolución de las canastas.

A su vez, mirando a lo largo del año, entre los meses de abril y agosto -cuando la economía se encontraba prácticamente paralizada por la cuarentena-, tanto la CBA como la CBT promediaron una suba de solo 1,6%. Las tarifas congeladas y el impacto del programa Precios Máximos explicaron gran parte de esta evolución.

Por lo tanto, al analizar por qué las canastas cerraron por encima de la inflación, se encuentra que la aceleración se agudizo en los últimos cuatro meses del año. La CBA acumuló una suba de 20,7% en el último cuatrimestre, mientras que la CBT 19,2%. En este sentido, impactó la autorización de subas de Precios Máximos en octubre y la aceleración del precio de la carne en los últimos dos meses del año, impactando directamente en la inflación de alimentos.

Con estos números, una familia tipo (compuesta por cuatro integrantes) necesitó $22681 para comprar la canasta básica alimentaria y $54207,5 para adquirir la canasta básica de bienes y servicios.

Lamentablemente, los ingresos no evolucionaron de la misma forma. El Salario Mínimo Vital y Móvil se ubicó en $20587,5 en diciembre (+22% en 2020), lo cual implicó una pérdida de 9,9% en términos reales, mientras que la AUH se ubicó en $3717 (y creció en línea con la inflación). En este sentido, el ingreso de una familia compuesto por un salario mínimo y dos AUH se ubicó en $26469, lo cual alcanzó para satisfacer la CBA pero apenas la mitad de la CBT.

¿Qué esperamos?

Difícilmente la evolución de las canastas se desacelere considerablemente en el corto plazo. El precio de la carne y las frutas continuaron presionando sobre los precios de alimentos en enero, lo cual les pondrá un piso importante a las canastas este mes. A su vez, el alcance del programa de precios máximos se redujo y aquellos bienes que permanecen seguramente tendrán algún ajuste en los próximos meses producto del atraso respecto a gran parte de los precios de la economía.

Por su parte, las perspectivas de los ingresos son conservadoras. En un contexto en el cual no hay margen fiscal, ya fue anunciado que no habrá nuevos pagos de IFE en el año electoral. Por su parte, existirían actualizaciones trimestrales del pago de AUH -actualizadas por la recaudación de ANSES y los salarios-, lo cual podría permitir que no pierdan en términos reales, pero no necesariamente una significativa mejora si la inflación es creciente.

Además, hay que tener en cuenta que, si bien el relajamiento de la cuarentena está permitiendo una recomposición paulatina de los empleos informales y cuentapropistas, el poder adquisitivo tardará algo más en recomponerse, lo que dificultará la baja de la pobreza y la indigencia durante la primera parte del año.

La inflación comienza 2021 por encima del 3% mensual

El IPC GBA Ecolatina trepó 3,9% entre la primera quincena de enero y el mismo período de diciembre. Analizando a los capítulos, Alimentos y bebidas mostró una variación por encima del Nivel general (+5,4%), donde se destacaron las subas de carnes, frutas y comidas elaboradas. Por su parte, se destacaron las subas de combustibles, seguros y servicios vinculados al mantenimiento del hogar.

En lo que respecta a las categorías, el IPC Núcleo trepó 4%. Cuando se lo divide en dos grupos -por un lado, los precios que se encuentran regulados mediante el programa de Precios Máximos y por el otro los no controlados- aparece que el IPC de Consumo masivo creció sólo 0,6%, mientras que el IPC Core no controlado subió 5,8%. Por su parte, el IPC Estacionales creció 3,8% y el IPC Regulados 3,0%.

En consecuencia, proyectamos que la suba de precios se ubicará en torno del 3,5% en el primer mes del año. Esto implica una mínima desaceleración respecto a diciembre 2020, pero refleja que la suba de precios persiste en niveles muy elevados (50% anualizado). Si el tipo de cambio sigue ajustando en línea con la inflación pasada, la inercia del proceso inflacionario será aún mayor manteniendo la suba de precios en torno del 3% promedio mensual durante el primer trimestre.

De cara a las elecciones de mitad de término el Ejecutivo intentaría desacelerar la inflación -como ocurrió en otros años impares- acotando la suba de los precios regulados (principalmente tarifas de servicios públicos), reforzando controles/acuerdos de precios, y deslizando a menor ritmo el tipo de cambio oficial. Así, a costa de contener precios relevantes, la inflación podría perforar 3% mensual en los meses previos a las elecciones, permitiéndole a los salarios recuperar parte del terreno perdido.

De esta manera, la inflación en 2021 cerraría en torno a 45%. Esto se corresponde con presiones cambiarias que podrían reaparecer, aumentos tarifarios que serán impostergables al cierre del año y unas negociaciones paritarias que serán más dinámicas que el año pasado, en un contexto sanitario crítico pero que, a diferencia de 2020, no vendría acompañado de fuertes restricciones a la circulación/actividad.

La actividad continúa recuperándose, pero aún se ubica debajo de la pre-pandemia

En octubre 2020 el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) cayó 7,4% i.a., acumulando una contracción de 11,3% i.a. en los primeros diez meses del año. En términos desestacionalizados, la mejora se mantuvo firme en el mes (+1,9%) alcanzando seis meses consecutivos de crecimiento luego del piso de la crisis. De todas maneras, aún resta recuperar más de 5 p.p. respecto a los niveles pre-pandémicos.

A nivel sectorial, la recuperación se ralentizó. Mientras que en septiembre 2020 seis sectores mostraron mejoras interanuales, en octubre solo uno (intermediación financiera) de quince mostró expansión.

En lo que respecta a los Servicios (-7,2% i.a., +0,1 p.p. respecto al mes anterior), los sectores más golpeados continuaron siendo los que mayores restricciones tuvieron para operar (Hoteles y restaurantes cayó -54,5% i.a. y Servicios comunitarios y personales -26,7% i.a.). Además, a pesar de las menores restricciones a la circulación (apertura de shoppings y restaurantes en determinadas partes del AMBA), el Comercio se contrajo -0,7% i.a. luego de haber mostrado una mejora interanual significativa en septiembre.

Por su parte, los Bienes exhibieron un impacto negativo algo menor (-5,0% i.a.). De todas maneras, aceleraron su caída en 2,8 p.p. respecto a septiembre, afectados por la incertidumbre cambiaria -la brecha llegó a superar el 100%-.

En los últimos dos meses del año la magnitud de la recuperación mensual sería menor a la observada entre mayo-octubre y tendería a estancarse, ya que el efecto de las menores restricciones sobre la oferta ya casi no jugará a favor.

Además, el impacto de la brecha cambiaria continuaría latente. En este sentido, podría incentivar a determinadas empresas a adelantar producción y compra de insumos, alentando una recomposición más rápida de las importaciones. A contramano, seguiría actuando como fuerte desaliento a las ventas al exterior, deteriorando el superávit comercial y poniendo un freno para una recuperación sostenida.

A su vez, la aceleración de la inflación -principalmente de alimentos- le pone un techo a la recuperación de los ingresos de las familias producto de subas salariales acotadas y lenta recomposición del empleo. Esto condiciona la mejora del consumo privado. Con estos números, esperamos que el 2020 cierre con una contracción superior al 10%, donde el PBI per cápita volvería a niveles del 2005.

El arrastre estadístico para 2021 supera los 3 p.p. lo que permitiría un incremento del PBI -recuperación- en el año electoral. De todas maneras, hay que tener en cuenta que el número final estará determinado en base a cómo evolucionen las presiones cambiarias y el impacto que tendrá el Covid-19.

El PBI creció en términos desestacionalizados, pero aún no recupera lo perdido

En el tercer trimestre de 2020 la actividad mostró una contracción de 10,2% i.a., acumulando una caída de 11,8% i.a. en lo que va del año. Luego del piso de la crisis alcanzado en el segundo trimestre, las menores restricciones productivas permitieron un avance de la actividad de 12,8% en términos desestacionalizados, pero aún se encontró en niveles un 9,2% debajo del último trimestre de 2019.

La demanda interna continuó golpeada. Por un lado, como consecuencia de la pérdida de puestos de trabajo y el deterioro del poder adquisitivo, el consumo privado exhibió una contracción de 14,7% i.a. aunque, tal como ocurrió con el total de la economía, mejoró en términos desestacionalizados (+10,2%) dado que menores restricciones a la circulación otorgaron más posibilidades de consumo, especialmente de servicios.

Por otro lado, algo similar ocurrió con la inversión: cayó 10,3% i.a. pero se recuperó 42,9% en términos desestacionalizados, impulsado por maquinaria nacional y equipo de transporte. Con esta mejora se ubicó en niveles similares a los de 2009, dejando en evidencia que aún queda un importante camino para recuperar en un contexto de fuerte incertidumbre y acumulación de stocks.

Por último, las importaciones se desplomaron 22% i.a. y mostraron una recuperación de 10,9% respecto al trimestre anterior. Además, las exportaciones fueron el único componente que aceleró su caída (-17,0% i.a.) y mostró un retroceso en términos desestacionalizados (-1,4%). Estos resultados reflejan la situación del frente cambiario, donde la elevada brecha actúa como un desincentivo a las ventas al exterior.

Para el cuarto trimestre el rebote perdería fuerza dado que no se habilitarán una nueva gran cantidad de actividades. Así, generaría que la posible mejora en términos desestacionalizados no alcance para recuperar lo perdido por la pandemia.

Por un lado, el consumo no continuaría mostrando importantes signos de recuperación ya que la aceleración inflacionaria le pone un freno adicional a la recomposición del poder adquisitivo en un contexto de magras paritarias. De todas maneras, las expectativas de devaluación podrían incentivar el gasto de determinadas familias como alternativa de reserva de valor, que, de todas maneras, tendría un efecto marginal sobre la recuperación del consumo privado. Además, la brecha cambiaria y el contexto de incertidumbre desincentivará a que la recuperación de la inversión se reafirme e impedirá que las exportaciones comiencen a mostrar signos de mejora.

Con este panorama, esperamos que la actividad en 2020 cierre con una caída similar a la observada en el 2002 y vuelva a niveles similares a los de 2006.

En el año entrante, el arrastre estadístico permitiría que la actividad crezca, por lo que las bajas bases de comparación determinarán la mejora de la economía más que una recuperación genuina. En este marco, el número final en 2021 va a estar estrechamente ligado a cómo evolucione la situación sanitaria y como se resuelvan las presiones cambiarias.

La inflación rozará 36% en 2020

¿Cómo fue la inflación en noviembre?

Según el INDEC, la inflación alcanzó 3,2% en noviembre, desacelerándose 0,6 p.p. respecto al mes anterior. De esta manera, la suba de precios fue de 30,9% hasta el anteúltimo mes del año y de 35,8% interanual.

En lo que respecta a los capítulos, la variación más alta fue de Equipamiento y mantenimiento del hogar (+3,9%). Le siguieron Salud (+3,7%) y Prendas de vestir y calzado (+3,7%), que ya acumula una suba de 54,7% hasta noviembre.

Por su parte, vale destacar que la diferencia entre la inflación acumulada a noviembre de Bienes (+37,6%) vs. Servicios (+17,5%) alcanzó 20 p.p. Esto responde a que el shock de oferta de la pandemia/cuarentena afectó a los servicios privados y también propició la continuidad del congelamiento de tarifas de los servicios públicos.

Además, se aceleró el IPC Núcleo y alcanzó la variación más alta del año (+3,9%, 0,4 p.p. por encima del mes anterior). En este sentido, la menor evolución del Nivel General fue explicada por la desaceleración del IPC Estacionales que creció 2,0% (-7,6 p.p. respecto a octubre) y el IPC Regulados (+1,2%, 0,3 p.p. por debajo de octubre).

¿Cómo siguió en la primera quincena de diciembre?

El IPC GBA Ecolatina trepó 3,7% entre la primera quincena de diciembre y el mismo período de noviembre. Fue traccionado por el alza de la carne vacuna, a lo que se le sumó una nueva aceleración en frutas y verduras. Además, incrementos en prepagas, indumentaria y algunos bienes no esenciales puntuales (como juguetes, artículos para deporte, libros) aceleraron al nivel general.

En consecuencia, proyectamos que la suba de precios se ubicará entre 3,5%-4% en el último mes del año, cerrando 2020 rozando 36% a nivel nacional. Esto implica un descenso de más de 15 p.p. respecto al dato del año pasado.

La construcción en niveles pre-pandémicos

¿Cómo le fue a la construcción en octubre?

En octubre el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un retroceso de 0,9% i.a., desacelerando su caída respecto al mes previo, pero ya acumulando más de dos años consecutivos de contracción. De esta manera, registra una contracción del 25,6% i.a. en los primeros diez meses del año. Por su parte, en términos desestacionalizados creció 4,3%, y como consecuencia, el nivel de actividad se encontró un 9% por encima de febrero.

¿Qué explicó esta dinámica?

La recuperación continúo vinculada en mayor medida a las obras de menor magnitud y a una mayor demanda de insumos. La brecha cambiaria, que llegó a superar el 100% en octubre, incentivó a los individuos a realizar refacciones en el hogar como alternativa de ahorro (a pesar de que el poder de construcción del salario se deterioró a lo largo del año). Además, motivó un acopio de materiales por parte de desarrolladores. En este sentido, resaltó la evolución de los artículos sanitarios de cerámica (+13,4% i.a.), cemento portland (+12,8% i.a.), pinturas para la construcción (+15,8% i.a.) y placas de yeso (+16,9% i.a.).

En lo que respecta a las obras privadas de mayor magnitud, el relajamiento de las restricciones permitió que las empresas disponibles para operar a nivel nacional suban a un 59% en octubre (mientras que en septiembre fueron 54%), según los datos publicados por CAMARCO.

Por otro lado, cabe destacar que el costo de la construcción medido en dólares se mantuvo en mínimos históricos durante el año, aunque comenzó a observarse un aumento a partir de septiembre -principalmente por incrementos en los costos de los materiales, que pudieron estar asociados a la mayor demanda-.

Por su parte, la obra pública muestra un mayor rezago. En este sentido, el gasto de capital cayó un 28,1% i.a. en términos reales acumulado a octubre -liderado por un desplome del 73,1% i.a. del Gasto en Vivienda y 48,6% i.a. en Educación-. La irrupción de la pandemia y las restricciones a la producción postergaron cualquier plan de inversión por parte del gobierno nacional, en un contexto en el cual las medidas de ayuda a las empresas y familias fueron primordiales.

 ¿Qué esperamos?

El sector continuaría mostrando señales de mejoras en los últimos dos meses del año. Por un lado, la brecha cambiaria se mantendrá incentivará a determinados sectores a volcar sus ahorros al ladrillo, a la vez que menores restricciones a la construcción permitirán que una mayor proporción de empresas retomen sus obras.

A su vez, según los datos de INDEC el 36% de las empresas del sector privado cree que la producción aumentará en lo que resta del año (en septiembre dicha cifra fue del 24%), mientras que los despachos de cemento crecieron 28% i.a. en noviembre. De todas maneras, esto no alcanzará para que la construcción cierre su tercer año consecutivo en rojo, con una caída en torno al 20% i.a. y acumulando una contracción de casi 28% i.a. respecto a 2017.

Consideramos que estos factores se mantendrán vigentes en 2021, impulso al que se sumarían políticas públicas como el ProCrear. De todas maneras, esperamos que el poder adquisitivo del salario y el acceso al crédito hipotecario continúen actuando como freno para que la demanda repunte considerablemente.

Sin embargo, el principal factor que movilizará tanto la actividad como el empleo del sector será la obra pública: esperamos que los gastos en capital crezcan en torno al 50% i.a. en términos reales en 2021.

El piso inflacionario será del 3% en el cierre del año

Según el IPC GBA Ecolatina, la inflación alcanzó el 3,4% en noviembre, acelerándose 0,2 p.p. respecto a octubre. De esta manera, se ubicó un 35,5% por encima del mismo mes del año anterior, con una variación acumulada que fue del 30,1% a falta de un mes para que termine el 2020.

En lo que respecta a los capítulos, Alimentos y bebidas (+4,3%) mostró la mayor evolución. En este sentido, se aceleró 1,8 p.p. respecto al mes anterior y acumuló una suba del 35,1% hasta noviembre (+5,0 p.p. por encima del Nivel general). La autorización de incrementos de Precios Máximos impactó en la primera quincena del mes, a la par que también se observó una aceleración en carnes, frutas y verduras durante todo noviembre.

Por su parte, resaltó la dinámica de Indumentaria (+3,9%), que ya acumuló una suba del 47,8% hasta noviembre (+17,7 p.p. por encima de la inflación). Le siguieron Vivienda y servicios básicos (+3,1%) dinamizado por alquileres y Equipo y mantenimiento del hogar (+3,1%), donde se destacaron subas de muebles y artefactos para el hogar.

En lo que respecta a las categorías, el IPC Core subió un 3,4%, acelerándose 0,2 p.p. respecto al mes anterior. Cabe destacar que al interior de esta categoría hubo un comportamiento heterogéneo. Por un lado, el IPC compuesto por los precios de los bienes de Consumo masivo creció 2,0% (fundamentalmente por la autorización de incrementos en octubre), mientras que el IPC Core no alcanzado por las regulaciones trepó 3,7%.

Por otro lado, el IPC Estacionales creció notablemente por encima de la inflación (+8,8%) como consecuencia de incrementos en frutas, verduras e indumentaria. Por último, la menor variación continuó de la mano del IPC Regulados (+1,2%), únicamente dinamizado por las subas de combustibles y cigarrillos.

Para el último mes del año difícilmente la inflación se desacelere. El incremento de Prepagas y la quita de algunos productos no esenciales del Programa de Precios Máximos ayudarán a que el piso inflacionario se mantenga en la zona del 3%. Con estos números, proyectamos que la inflación cierre en la zona del 36% en 2020.

Hay que tener en cuenta que la desaceleración de casi 20 p.p. respecto a 2019 esconde varios atrasos de precios relativos. Por un lado, las tarifas de Servicios Públicos llevan más de un año congeladas, a la par que el programa de Precios Máximos generó que los precios de Consumo Masivo se ubiquen sistemáticamente por debajo de la inflación. A su vez, las paritarias fueron prácticamente postergadas y las presiones sobre el tipo de cambio oficial no ceden en un contexto de elevada brecha cambiaria y escasez de reservas.

En este marco, de existir una corrección de los principales drivers inflacionarios en los próximos meses, la inflación en 2021 podría acelerarse rápidamente y retronar a los niveles de 2018-2019.

La actividad económica desaceleró su caída en septiembre 2020

En septiembre el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) se contrajo un 6,9% i.a., desacelerando la caída en casi 5 p.p. respecto a agosto. De esta manera, la actividad acumuló una contracción de 11,9% i.a. en los primeros nueve meses del año. La recuperación continuó su curso (+1,9%), acumulando cinco meses de subas desestacionalizadas. Sin embargo, la actividad aún se encontró 7% por debajo de los niveles previos a la pandemia.

A nivel sectorial continúa reinando un impacto heterogéneo, pero como se observa en el gráfico, seis de quince actividades ya muestran expansión interanual. Los servicios lideran la caída con una contracción de 8,5% i.a. mientras que los bienes apenas retroceden 2,7% i.a. Vale destacar que en septiembre el comercio -principal actividad de servicios- trepó 5,8% i.a. y la industria manufacturera mostró un crecimiento del 2,2% i.a. por primera vez luego de ocho meses consecutivos. Las menores restricciones operativas y la elevada brecha y expectativas de devaluación incentivaron el adelanto del consumo y producción de bienes durables.

En lo que resta del año la recuperación perdería fuerza. Luego de la significativa mejora del tercer trimestre de 2020 (+13,2% respecto al piso de la actual crisis), esperamos que el nivel de actividad ralentice su recuperación e incluso se amesete en términos desestacionalizados.

La demanda no mostrará importantes avances: la aceleración de la inflación le agrega un freno más a la recuperación de los ingresos. La elevada brecha/expectativas de devaluación puede incentivar el gasto de los hogares en lo inmediato (es una forma en que los agentes reducen excedentes en pesos) pero tiende a exacerbar la escasez de divisas (el superávit comercial se derrumbó tanto en septiembre como en octubre). Por último, el “efecto reapertura” que impulsó la oferta se irá diluyendo, lo cual implica que la recuperación del empleo pierda vigor.

De todas maneras, en la medida que las expectativas de devaluación continúen incentivando a determinados sectores para adelantar producción y compra de insumos, pero no generen una crisis cambiaria, la caída de la actividad será algo menor a la esperada. Con estos datos, esperamos una contracción del PBI apenas superior a la caída de 10,9% registrada en 2002.

De cara al 2021, el nivel de actividad estará determinada por la evolución de las presiones cambiarias, y el impacto del Covid-19. Si a una corrección del dólar oficial, se le suman mayores presiones por el lado de las paritarias y descongelamiento de tarifas, la inflación volvería a rondar 50% acotando la recuperación. Asimismo, esperamos un menor impacto del coronavirus en la economía el año que viene producto de la llegada de la vacuna para el otoño/invierno y el aprendizaje de la sociedad a producir bajo pandemia.

Si las presiones cambiarias no se desbocan y se logra minimizar el Impacto del COVID-19 la economía argentina podría recuperar buena parte del terreno perdido.

 

Las canastas básicas con la mayor evolución del año en octubre

La Canasta Básica Alimentaria (CBA), que mide el ingreso necesario para que un individuo se ubique por encima de la línea de indigencia, creció 6,6% en octubre -acelerándose 3,2 p.p. respecto al mes anterior- y acumuló 32,9% en los primeros diez meses del año (+45,8% i.a.). Por su parte, la Canasta Básica Total (CBT), mide el ingreso que debe tener un individuo para no ser pobre y aumentó 5,7% respecto a septiembre (+1,9 p.p.), acumulando una suba de 28,1% y de 40,0% i.a.

Cabe destacar que no se observaba una evolución tan alta de las canastas desde octubre de 2018 (+7,5% ambas canastas) y septiembre de ese mismo año (+8,5% la CBA y +8,1% la CBT), meses en los cuales la evolución correspondió en mayor medida al salto cambiario que tuvo lugar principalmente en septiembre (+28,1% la cotización oficial) y los meses anteriores.

Además, resalta que ambas canastas crecieron por encima de la inflación en el mes (+3,6% el IPC GBA). En este sentido, la autorización de subas de Precios Máximos y las fuertes subas en carnes, frutas y verduras generaron que los precios de alimentos exhiban la variación más alta del año (+4,8%), lo cual impactó de lleno en las canastas. Además, los incrementos en combustibles y alquileres aceleraron la evolución de la CBT.

De esta manera, analizando el acumulado del año, la Canasta Básica Alimentaria se ubicó cómodamente por encima de la variación de la inflación y el tipo de cambio oficial. Cabe destacar que, si bien el programa de Precios Máximos ayudó a que la CBA crezca por debajo del 1% en determinados meses de cuarentena, en parte las correcciones del programa llevaron a que en los últimos meses la Canasta Básica Alimentaria se acelere y recupere el terreno perdido. Si bien la CBT muestra una dinámica menor en el acumulado, hay que destacar que esto se da un contexto de congelamiento de tarifas de Servicios Públicos.

Por otro lado, cabe comparar el precio de las canastas con los ingresos de los deciles más bajos. En este sentido, en octubre una familia tipo -compuesta por cuatro integrantes- necesitó $20709 para comprar una canasta básica de alimentos y $49911,6 para adquirir una canasta básica de bienes y servicios.

A contramano, el ingreso de una familia compuesto por un Salario Mínimo Vital y Móvil y 2 AUH se ubicó en $25980 en octubre -considerando la suba de un 12,0% del SMVyM en ese mes-, y alcanzó para cubrir un 52,1% de la CBT. A su vez, la AUH no alcanzó para que el ingreso de un niño se ubique por encima de la línea de indigencia y pobreza (cubrió un 75,5% de la CBA y un 31,3% de la CBT). De todas maneras, si a esto le sumamos el cobro de la tarjeta alimentar -para niños de 6 años inclusive, teniendo en cuenta que se cobra una por familia-, la cobertura de la CBA para un niño que es hijo único aumenta a un 160,7%.

¿Qué esperamos?

Las canastas difícilmente muestren una menor dinámica en los próximos meses. En primer lugar, cabe destacar que comenzaron a desarmar el programa de precios máximos (lo cual impactará en los precios de alimentos), a la par que las presiones latentes en el frente cambiario complicarán una desaceleración. A su vez, de existir correcciones de las tarifas de Servicios Públicos en el año entrante, la CBT contará con un driver adicional.

Por su parte, las perspectivas de los ingresos de los hogares son conservadoras. Si bien se acordó un incremento de suma fija para el Salario Mínimo Vital y Móvil -restan incrementos en diciembre y marzo-, no alcanzará para que recomponga el terreno perdido (y terminará el 2020 en rojo). A su vez, ya fue anunciado que no habrá un cuarto cobro del IFE.

En este sentido, hay que tener en cuenta que, como consecuencia de la pandemia, los hogares más afectados fueron en general los deciles más bajos, donde hay más trabajadores informales y cuentapropistas. De aquí se explica el incremento de la pobreza e indigencia en el primer semestre del año.

De ahora en más, cabe destacar que el relajamiento de la cuarentena está generando que estos empleos sean los primeros en recomponerse, permitiendo que parte de los hogares vuelvan a contar con sus ingresos laborales.  Sin embargo, el poder adquisitivo de los mismos demorará más tiempo en recuperarse dificultando un restablecimiento de las condiciones de vida de los sectores más vulnerables.