En noviembre de 2020, la balanza comercial bilateral con Brasil arrojó un déficit de USD 275 millones, más que revirtiendo el superávit de USD 160 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Esta dinámica obedeció a un retroceso de las exportaciones (-22,6% i.a., rozando USD 665 millones), acompañado de un avance de las importaciones (+34,7% i.a., orillando USD 940 millones).
Contrariamente a lo que podría pensarse, este desempeño no se explicó por un crecimiento de la economía argentina o un deterioro de la brasileña, sino por la evolución del mercado cambiario paralelo de nuestro país. Aunque la brecha retrocedió levemente durante el mes pasado, permaneció en niveles muy altos, alentando las expectativas de devaluación vis a vis la compra de bienes importados como una manera indirecta de acceder a dólares oficiales.
En respuesta, se pospusieron algunas ventas externas, a la par que se adelantaron algunas compras y stockeo, en pos de aprovechar los efectos de una devaluación. En este marco, noviembre fue el tercer mes seguido en el que las importaciones crecieron en la comparación interanual, aun cuando la mayoría de las actividades industriales continúan operando por debajo de 2019.
En sentido opuesto, se agravó la caída de las exportaciones en relación con septiembre y octubre (-14% i.a en el acumulado del bimestre), a pesar de que la economía brasileña siguió recuperándose luego del pico de Coronavirus. Más aún, al comparar con el resto de las importaciones de la primera economía del Mercosur, sobresale que éstas cayeron solo 1,3% i.a. en noviembre, reflejando que el desplome a dos dígitos fue más la excepción argentina que la regla general.
El principal problema de esta dinámica coyuntural es que puede auto convalidarse: las expectativas de devaluación disminuyen la oferta neta de divisas en el mercado oficial, alimentando las presiones cambiarias y las posibilidades de una depreciación del peso, reforzando así el movimiento inicial. Por lo tanto, aun cuando el nivel de tipo de cambio real no provoque “razones” para devaluar, la brecha cambiaria y la pérdida de Reservas están creándolas.
Noviembre profundizó la dinámica de septiembre y octubre, encendiendo señales de alarma. En este sentido, resalta que entre enero y agosto el resultado comercial bilateral acumuló un déficit de USD 275 millones (contra un superávit de USD 160 millones en igual período del año pasado), que saltó a USD -400 millones en los últimos tres meses (versus un saldo positivo de USD +400 millones entre septiembre y noviembre del 2019). Se verifica entonces cómo la disparada de la brecha complicó el resultado con nuestro principal socio comercial, reforzando los problemas iniciales de oferta de divisas en el mercado oficial.
Con estos números, proyectamos un déficit cercano a USD 800 millones en el acumulado anual. Aun cuando este resultado revierta el superávit de USD 750 millones alcanzado en 2019, las principales preocupaciones estarán puestas hacia adelante. De cara al 2021, el deterioro acelerado del resultado comercial podría sumar problemas cambiarios en el verano que está llegando. Los adelantamientos y las posposiciones no pueden durar indefinidamente, pero sí pueden alcanzar para torcer la mano del Banco Central en el corto plazo. En consecuencia, si estos movimientos puntuales no ceden, las tensiones cambiarias tampoco lo harán; y con este nivel de Reservas netas no hay mucho más tiempo para aguantar.