La relación entre Alberto Fernández y Jair Bolsonaro no empezó de la mejor manera: durante la campaña el flamante presidente electo pidió por la liberación de Lula Da Silva y el presidente brasileño se lamentó por su victoria. Más aún, el hijo de Bolsonaro agredió por las redes sociales al de Fernández y Celso Amorim, antiguo canciller de Lula, estuvo presente en el búnker del Frente de Todos en el triunfo del domingo 27 de octubre. Hasta ahora dichos intercambios son discursivos pero: ¿cuánto de esto se concretará y qué riesgos tendrían para la relación entre ambos países?
Conviene empezar por la segunda pregunta. Brasil es principal socio comercial de la Argentina: en los últimos doce meses, un 12% de las exportaciones locales de bienes se colocaron en dicho país (USD 7.500 millones) y un 20% de las importaciones (USD 10.500 millones) provinieron del vecino.
La importancia en el intercambio de manufacturas de origen industrial (bienes con mayor valor agregado) es aún mayor: el gigante del Mercosur captó 28% los envíos del país al exterior de este rubro (USD 4.300 millones) y se importó desde Brasil 23% de las compras externas industriales (USD 9.000 millones). Cuando se profundiza sobre qué sectores son los más involucrados en el comercio bilateral fabril resaltan el automotor, el autopartista, el químico y el de caucho y plástico. Dado que estas ramas ya están muy golpeadas (despidos de personal y suspensiones), achicar este mercado agravaría la crisis en la que ya se encuentran inmersas.
En los últimos doce meses, un 12% de las exportaciones locales de bienes se colocaron en dicho país (USD 7.500 millones) y un 20% de las importaciones (USD 10.500 millones) provinieron del vecino.
Pero el intercambio de bienes no es la única vía por la cual Argentina se beneficia de su relación con Brasil: los turistas de ese origen representan casi un tercio de los que ingresan al país por vía aérea y crecieron más de 25% interanual en el último año. Considerando que se vienen las vacaciones de verano, sumado al abaratamiento de nuestro país en dólares, resentir este ingreso representa un riesgo significativo.
A partir de la crisis argentina de 2018, el intercambio con el principal socio comercial comenzó a balancearse producto de la recesión local y la fuerte depreciación del peso en un contexto en el que el real se fortaleció levemente. Asimismo, mientras que no hay perspectivas de expansión de la demanda interna local, se espera que finalmente la economía brasileña comience a crecer a mayor ritmo en 2020, tras dos años de caídas cercanas al 3% en 2015 y 2016 y crecimientos anémicos en 2017, 2018 y 2019.
Además, las necesidades de repagar deuda en moneda extranjera en un contexto de mercados de crédito cerrados obligan a conseguir divisas a través de las exportaciones netas. Por lo tanto, perder un mercado como Brasil por factores extra económicos sería muy nocivo para la frágil economía local.
En síntesis, justo cuando el país más necesita la demanda de su principal vecino, y la competitividad cambiaria es más favorable para la argentina, la relación tiene a resentirse. Estos dos puntos reflejan que Brasil está en mejores condiciones para negociar un “divorcio”, pues una ruptura en las relaciones comerciales impacta en mayor medida a nivel local.
Mientras que no hay perspectivas de expansión de la demanda interna local, se espera que finalmente la economía brasileña comience a crecer a mayor ritmo en 2020, tras dos años de caídas cercanas al 3% en 2015 y 2016 y crecimientos anémicos en 2017, 2018 y 2019.
Respondida la segunda pregunta, se puede pasar a la primera: ¿cuánto de las declaraciones cruzadas se transformarán en represalias? La semana pasada hubo una primera señal poco alentadora: el gigante sudamericano eliminó los aranceles para la importación de 750.000 toneladas de trigo, es decir, para 12% del total exportado por Argentina y para el 11% de las importaciones de dicho producto por parte de del principal socio comercial (Argentina le manda a Brasil la mitad del trigo exportado). Si bien esta medida no impacta en un terreno sensible, ya que el país está en la frontera internacional de producción de este commodity (no tiene dificultades para competir sin aranceles) ni implica una gran cantidad de los envíos, preocupa que la escalada verbal comienza a impactar en el plano comercial.
En sentido opuesto, y para abrir una luz de esperanza, vale destacar que muchas amenazas de Bolsonaro no se materializaron, es decir que sus agresiones no pasaron del terreno discursivo. En este sentido, se podría englobar al líder brasileño con otros líderes cuyas palabras exceden los hechos. Veremos qué pasa en este caso.
Ambos países tienen mucho que perder si la relación bilateral se resiente, pero más Argentina que Brasil. Ojalá que prime la diplomacia y la racionalidad económica por sobre la falta de afinidad ideológica; de lo contrario, se sumará un nuevo dolor de cabeza a una economía con demasiados problemas por resolver en el corto plazo.