Sectorial

La parálisis de la construcción

¿Cómo le fue a la construcción en septiembre?

En septiembre el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) mostró un retroceso del 8,5% i.a., acumulando trece meses consecutivos de contracción, y de 4,6% mensual (desestacionalizado), recortando los avances experimentados en los dos meses previos. De esta manera, la actividad del sector se redujo 5,5% i.a. en el tercer trimestre y acumula a septiembre una abrupta caída del 8% i.a. que se tradujo en la pérdida de 3132 puestos de trabajo (acumulado a agosto).

¿Qué explica esta dinámica?

El magro desempeño corresponde tanto a un deterioro de la obra pública como privada. En cuanto al sector público, el gasto de capital de la Administración Pública Nacional mostró un retroceso en términos reales del 14% i.a. acumulado a septiembre. Desagregando el gasto, los componentes que mayores retrocesos experimentaron fueron educación, energía y vivienda  (-45%, -36% y -28% i.a. respectivamente). Dicha dinámica se diferencia de otros años electorales, cuando la obra pública fue el motor de la construcción y, en consecuencia, de la actividad económica en general. En este sentido, el fuerte recorte de la inversión pública en el ámbito nacional se explica por la necesidad de alcanzar el equilibrio fiscal en el contexto del acuerdo con el FMI.

En relación a las obras privadas, la dinámica no jugó una suerte distinta. Analizando el consumo de los principales insumos de estos proyectos en el acumulado a septiembre, las caídas son significativas: los despachos de cemento, los ladrillos huecos y pinturas para la construcción acumulan a septiembre retrocesos del 6%, 12% y 7% i.a., respectivamente.

En esta línea, el consecutivo deterioro de la actividad de la construcción tiene su origen en las sucesivas crisis cambiarias que atravesó la economía argentina en el último año y medio. La devaluación del peso tuvo dos efectos contrapuestos: la caída del poder adquisitivo para la construcción, afectando la demanda, y el aumento de la rentabilidad, incentivando la oferta.

Por el lado de la demanda, desde que se inició la primera crisis cambiaria (abril 2018) el salario promedio de un trabajador registrado se redujo más de 40% medido en dólares y, aunque el costo de la construcción medido también en moneda dura retrocedió 28,4%, el poder de construcción de dicho salario se redujo 20,6% (salario en USD/costo de la construcción en USD). De esta forma, mientras que en marzo de 2018 se necesitaban 115 salarios para construir un departamento de 60m2, en septiembre de 2019 se necesitaron 210.

No obstante, la menor demanda por construcción no se debió solamente al deterioro del salario, sino también a la falta de financiamiento. La aceleración de la inflación y la consecuente suba de la tasa de interés de referencia acaecida por la crisis cambiaria, apagaron unos de los motores que dinamizó a la construcción durante 2017: los créditos hipotecarios indexados. La falta de previsibilidad, pero también el hecho de que la indexación de los créditos (índice UVA) creciera por encima de los salarios y los alquileres, hizo que la demanda se desplomara.

Como contrapartida, la oferta experimentó una mejora de la rentabilidad. El precio de venta de los inmuebles medidos en dólares trepó 3,7% entre marzo de 2018 y septiembre de este año, y considerando la disminución del costo de la construcción, la rentabilidad de los desarrolladores (es decir, precio del inmueble en USD/costo de construcción en USD) aumentó 44,7%. Sin embargo, a pesar de dicha mejora, la incertidumbre política y económica reinante durante el último tiempo y la falta de demanda, hicieron que las inversiones en el sector se paralizarán.

¿Cuáles son las perspectivas para el sector?

Las expectativas del sector no son favorables. Bajo un contexto de desaparición del crédito, elevada inflación e incertidumbre y bajos salarios en dólares, la construcción continuará en terreno negativo. Sin embargo, algunos hechos serán un aliciente para la recesión de la actividad.

La mayor rentabilidad de la oferta incentiva la puesta en marcha de desarrollos inmobiliarios para una demanda premium. Asimismo, las nuevas restricciones de acceso al mercado cambiario generan incentivos para dolarizar ahorros por otras vías. Una de ellas es la construcción. En el caso de las familias, los ahorros podrían volcarse a reformas y ampliación de viviendas, y en el caso de las empresas, a la construcción de oficinas y/o viviendas nuevas, como forma de inversión.



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