Tras la divulgación del resultado electoral y los discursos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, el BCRA endureció los controles cambiaros, reduciendo de USD 10.000 a USD 200 el límite mensual a personas físicas a la compra de divisas para atesoramiento –las empresas continúan totalmente restringidas-. De esta forma, la adquisición de moneda extranjera para ahorro al tipo de cambio oficial vuelve a estar cuasi-prohibida.
Cabe aclarar que, a diferencia del pasado, los pagos de importaciones entre empresas no vinculadas y los gastos con tarjeta de crédito en el exterior continúan operando sin restricciones. Además, las regulaciones no afectan los movimientos de dólares del sector privado dentro del sistema financiero local. Esto quiere decir que los retiros de depósitos y los giros en moneda dura podrán seguir llevándose a cabo sin inconvenientes.
Más importante aún, a diferencia de lo que sucedió tras las PASO, producto de las restricciones implementadas a la demanda, el tipo de cambio de referencia cedió casi 1% en el primer día hábil post elecciones, ubicándose apenas por debajo de 60 ARS/USD. Asimismo, pese a los mayores controles, la cotización del dólar blue retrocedió alrededor de 3%, finalizando la jornada en la zona de 73 ARS/USD (brecha del 20%). En contraposición, el Contado con Liquidación mantuvo la tendencia alcista de la semana pasada aunque a un menor ritmo: trepó 1% y concluyó la rueda en 81,5 ARS/USD, estirando así la brecha con el oficial a 37%.
Con estos números, se observa que la dinámica posterior a las elecciones generales fue opuesta a la de las primarias de agosto, cuando el dólar se disparó casi 25% y el Banco Central no aplicó restricciones e intervino tibiamente a finales de la jornada. En esta oportunidad, el accionar de la autoridad monetaria fue reforzar las restricciones antes de la apertura del mercado para no convalidar un salto del tipo de cambio oficial, al costo de aumentar la demanda de las cotizaciones paralelas (impulsar la brecha).
De hecho, el mencionado endurecimiento del cepo, permite conciliar los dos pedidos que realizó en campaña el flamante presidente electo: controlar la depreciación del tipo de cambio oficial y no perder Reservas. Esta medida impopular adoptada por la gestión saliente tras perder las elecciones es un gesto positivo para recorrer una transición ordenada, que se suma al desayuno entre Mauricio Macri y Alberto Fernández. Al menos por ahora, los incentivos a colaborar están primando por sobre los que inducen al conflicto.
No obstante, dicha cooperación no alcanza para modificar las perspectivas económicas de nuestro país: i) el año que viene el Tesoro enfrentará servicios de deuda superiores a USD 50.000 millones en un contexto de mercados de crédito cerrados; ii) la inflación sigue por encima del 3% mensual y la demanda interna deprimida; y iii) las cuentas fiscales continúan arrojando un déficit financiero elevado (cercano al 4% del PBI), insostenible para una economía sin acceso al financiamiento.
En consecuencia, pese a que prevemos una transición ordenada, mantenemos nuestras proyecciones económicas sin cambios significativos para el corto plazo: el PBI seguirá cayendo, el dólar continuará subiendo, la brecha cambiaria permanecerá elevada y la inflación acumulará en 2020 su tercer año consecutivo por encima del 40%.
Sin embargo, el plan económico que implemente el próximo gobierno a comienzos de mandato determinará si finalmente logramos encontrar la salida al continuo deterioro que enfrenta la economía argentina. El esquema y la pericia del futuro equipo económico serán claves para revertir la pesada herencia recibida: el margen para cometer errores es mínimo.