Ayer el BCRA publicó el balance cambiario. Al analizar sus datos, lo primero que resalta es el cambio de tendencia: mientras que en 2016 y parte de 2017 la cuenta capital y financiera (CK) superavitaria aportaba los dólares para financiar el rojo de cuenta corriente (CC), ahora es al revés.
Al aislar el efecto del FMI de la CK, se observa cómo se achicó el rojo respecto a 2018. A priori, esto luce como un buen dato. Ahora bien, al comparar con otros primeros trimestres la mejora desaparece: fue el peor déficit desde 2003. En consecuencia, es muy posible que la mejora se explique por factores estacionales (por caso, una época con poco movimiento en los mercados de capitales).
A contramano, la CC arrojó el mayor superávit para un primer trimestre desde 2012 (cuando la remisión de utilidades estaba prácticamente imposibilitada y el pago de intereses era muy acotado). En este caso, sí estamos en presencia de un dato positivo: los menores dólares que precisa actualmente para su “normal” funcionamiento la economía argentina disipan eventual presiones que podrían surgir por el lado comercial. El interrogante sigue siendo el futuro: cuando el nivel de actividad se recupere, ¿serán necesarias las mismas divisas que antes y, más importante aún, de dónde se obtendrán?
Algunas conclusiones
1) La economía argentina muestra una dinámica típica de crisis por balance de pagos (escasez de dólares): importaciones que se achicaron por una demanda interna deprimida y un dólar que ajusta vía cantidades, no precios (más allá de algunas mejoras puntuales, no hay un incremento sustancial de las exportaciones).
2) Pese a que el poder de compra de moneda dura de la economía argentina se redujo drásticamente el año pasado (actualmente, hay menos pesos “haciendo tasa” con capacidad de ser dolarizados), el balance cambiario “no se balancea”. Las presiones no surgirán solo por un exceso de demanda de divisas: también puede haber poca oferta.
3) Entonces, ¿qué pasará con el dólar? En el segundo trimestre, las exportaciones son estacionalmente altas (salida de la cosecha gruesa), por lo que no debería haber mayores sobresaltos por factores económicos locales (sí pueden haber shocks políticos o shocks políticos y económicos internacionales). Pero, en el tercer trimestre, ante la inminencia de las elecciones, menores exportaciones y una sangría de divisas por CK que permanece elevada, más una ayuda del FMI que será grande en monto pero limitada diariamente, las presiones cambiarias podrían reaparecer.
En suma, aunque una parte importante del rojo del balance cambiario se atenuó (sin contar al FMI, fue el menor déficit para un primer trimestre desde 2016) esto no implicará, necesaria y lamentablemente, que las presiones sobre el peso también seguirán este curso “calmo”. Se explica así cómo, pese a la estabilidad de los últimos días, el riesgo país continúa elevado, ubicándose en la zona de los 850 puntos.