A Milei le va a ir como le vaya a la economía. Esa suerte de mantra sigue siendo el eje central sobre el cual transita la naturaleza del proceso político. Pero el resultado electoral de 2023 produjo la peor configuración del sistema político posible para enfrentar el desafío económico que había por delante. Las condiciones de gobernabilidad eran las peores para tomar con rapidez y agilidad las decisiones que había que tomar. Pero la demanda ciudadana de cambio (la mayoría que eligió al presidente) operó para forzar de parte del sistema una adaptación ad hoc a la circunstancia de excepción que rodeaba al proceso y facilitar la acción inicial de gobierno.
Esa condición de gobernabilidad de excepción, impulsada por la demanda ciudadana de cambio, puede ir desapareciendo con el paso del tiempo y liberar la acción obstaculizadora de la oposición política. Pero para que ello ocurra, los apoyos sociales al gobierno deberían reducirse y transformarse en malestar social por falta de resultados. Por ello, el desafío para Javier Milei sigue siendo ordenar la economía (lograr resultados) antes que se desordene la política, porque este estado de excepción que le permitió avanzar al inicio puede ir desapareciendo.
Tras un septiembre conflictivo para Javier Milei, marcado por el debate sobre la Ley de Movilidad Jubilatoria y la Ley de Financiamiento Universitario -ambas vetadas por el presidente-, y donde se había instalado una agenda negativa para el oficialismo, octubre trajo consigo buenas noticias en materia económica. No solo desde el lado financiero (baja del riesgo país y compresión de la brecha cambiaria), sino también con buenos datos en indicadores de la economía real, que son los que siente el público en su metro cuadrado.
Esta mejora en algunos indicadores económicos políticamente sensibles se da justo cuando el gobierno atravesaba una etapa de desordenamiento político, con la oposición volviéndose más hostil en el Congreso. Y puede ser vital para detener el proceso de deterioro en los niveles de apoyo del gobierno que veíamos desde junio. Y se dieron en la previa de un comienzo de mes de noviembre que trajo al gobierno las dos mejores noticias políticas del año: el triunfo de Donald Trump en EEUU, el candidato preferido por el presidente y por el que había apostado enviando señales, y la coronación de Cristina Kirchner como presidente del PJ, una novedad positiva para Milei porque nadie como ella le puede ahuyentar los apoyos hacia siendo la líder del principal partido opositor en argentina.
En definitiva, todavía desconocemos con precisión que tipo de desempeño económico ofrecerá este orden macroeconómico al que parece haber arribado el programa del gobierno luego del esfuerzo inicial, y que pareciera pretender mantener estable de aquí a la elección. Pero la lógica sigue siendo la misma: si observamos una recuperación económica vigorosa podremos ver una trayectoria política que lleve al gobierno a un triunfo de consolidación del ciclo en 2025, pero si no la observamos la consolidación podría entrar en duda.
El resultado de esa trayectoria definirá si el oficialismo seguirá conduciendo la acción de gobierno con márgenes de acción acotados (condiciones de gobernabilidad reducidas), o si podrá mejorar esos márgenes de acción para poder avanzar más rápido con reformas que mejoren las chances de que la tarea de ordenamiento económico culmine de la mejor forma de cara al intento reeleccionario del oficialismo en 2027.
En definitiva, el desempeño económico (sobre todo en los indicadores vinculados al metro cuadrado de la gente) será el criterio central que utilizarán los votantes para decidir si le dan un nuevo voto de confianza al gobierno en 2025, o si envían señales de que el rumbo elegido por el presidente no satisface la demanda de cambio expresada en la elección presidencial de 2023.