La actividad económica rebotó parcialmente en enero
Luego de cuatro meses consecutivos de caídas, en enero el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró un rebote parcial de 0,3% m/m en términos desestacionalizados. Sin embargo, este crecimiento no llegó a compensar las caídas de los meses previos, encontrándose aún 2,2% por debajo del pico de agosto 2022.
Por otro lado, el indicador exhibió un crecimiento del 2,9% i.a. en enero. Cabe señalar que esta cifra positiva se vio beneficiada por una base de comparación de enero 2022 más baja de lo usual, afectada por el rebrote de contagios, mayores paradas de planta en la industria y el impacto de las lluvias en la construcción.
Todas las ramas crecieron en términos interanuales en enero, salvo el agro. Los Bienes subieron 3,9% i.a., donde el ya mencionado desempeño negativo del sector agropecuario (-15,5% i.a.) producto de la sequía fue compensado por una evolución más favorable principalmente de Petróleo y gas (+11,5% i.a.) y la Industria (+7,1% i.a.). Por su parte, los Servicios subieron 3,4% i.a., con la mayor incidencia en Comercio (+5,2% i.a.).
Sin embargo, no podrá evitarse una recesión en 2023
Tanto desde el lado de la oferta como de la demanda, la actividad económica sufrirá un duro golpe este año.
El panorama del sector agropecuario para este año es crítico. Producto de la sequía y las heladas, las entidades especializadas han seguido recortando las proyecciones de cosecha para la campaña 2022-23. En la actualidad, los recortes llegan a alcanzar una merma de 45% para el trigo, 31% para el maíz y 42% para la soja, ubicándose como la peor campaña para estos tres cultivos de al menos los últimos 14 años.
Para dar cuenta de la magnitud, la última sequía que tuvimos de una proporción similar fue la de 2009, cuando en aquel año la economía se contrajo un 5,9% i.a. (también afectada por la crisis financiera internacional del 2008/09 y los brotes de gripe A), en conjunto con un desplome del sector agropecuario (-26,4% i.a.) que será menor al esperado para esta campaña.
El dato de enero arrojó un el arrastre negativo para el resto del año de -0,8%. Esto significa que, de mantenerse constante el nivel de actividad entre febrero y diciembre (es decir, que la economía se estanque en el nivel de enero), la economía caería esa cifra en el promedio anual.
Sobre esta base, en el 2T la actividad económica mostrará un fuerte retroceso tanto en términos interanuales como desestacionalizados. Además del impacto directo del derrumbe en la cosecha gruesa sobre la actividad del sector agropecuario (incidencia directa de al menos 2,2 p.p. sobre el PIB), también se sufrirá el desempeño negativo que tendrán el resto de las actividades económicas vinculadas (transporte, industrias alimenticias, entre otras).
Además, hay que tener en cuenta que, en un contexto de falta de acceso al crédito internacional, un nivel de reservas internacionales netas en niveles críticos (ceden casi USD 7.000 M desde diciembre) y una abrupta merma esperada en las exportaciones agrícolas (cerca de -USD 20.000 M, equivalentes a 4 meses de importaciones), serán necesarias medidas más profundas en términos de administración de las escasas divisas.
En este sentido, pese a los esfuerzos por lograr mayores ingresos de divisas por la cuenta financiera (préstamos de OFIs, swaps, inversiones de China, etc.) o la implementación de tipos de cambio diferenciales que busquen adelantar la liquidación de divisas, un escenario con mayores restricciones a las importaciones se vuelve el más probable, donde será difícil seguir priorizando “cuidar los dólares para la producción” en un marco en el cual queda cada vez menor margen para implementar restricciones. Así, una mayor proporción de sectores industriales se verán con complicaciones para mantener el nivel de producción que deseen.
Además, el frente fiscal también se verá afectado por la menor recaudación vía retenciones, pero también por el menor nivel de actividad económica en general. En este marco, procurando cumplir con la meta de reducción del déficit primario acordada con el FMI será necesario profundizar el sesgo contractivo de la política fiscal, afectando posiblemente determinados gastos sociales y afianzando la reducción de subsidios económicos vía aumento de tarifas, factores que limitarán la capacidad del Gobierno para estimular la economía.
Por lo tanto, por el lado de la demanda la economía también se verá afectada por múltiples frentes: (i) un menor nivel de exportaciones en general, producto principalmente de la merma de las exportaciones agropecuarias (productos primarios y manufacturas); (ii) mayores restricciones que se traducirán en un menor nivel de importaciones; (iii) una inversión productiva afectada por las menores compras externas, tasas de interés reales positivas e incertidumbre electoral; y (iv) un consumo privado que, si bien será el componente de la demanda que exhibiría un mejor desempeño relativo, se verá afectado por un salario real que no mostrará importantes signos de mejora, un empleo que perdería fuerza en su dinámica y la falta de impulso fiscal.