Editorial

Crisis y cambios en el equipo económico

La tregua cambiaria fue demasiado efímera: por la depreciación de la lira turca y del real brasileño, el peso argentino revirtió en los primeros días de agosto la baja lograda en julio (5%). Sin embargo, lo peor aún estaba por venir: a fines de mes, el Presidente anunció que el FMI adelantará desembolsos acordados para cubrir los vencimientos de deuda pública de 2019, lo que produjo otra corrida: el dólar pasó de 30 a 40 ARS/USD sin escalas.

La falta de precisión en la comunicación, la ausencia del Ministro de Hacienda y Finanzas y una declaración de apoyo ambigua del FMI, dejaron muy expuesta a la figura presidencial, profundizando la crisis de la confianza de los agentes económicos. El anuncio ni siquiera despejó las dudas de los tenedores o potenciales compradores de la deuda pública argentina: el Ejecutivo dio certezas de que no habrá incumplimiento hasta 2019 pero aumentó la incertidumbre sobre el repago de los bonos soberanos a mayor plazo.

Pese a que aún se está negociando con el FMI cambios en los desembolsos y las condicionalidades acordadas, el Ejecutivo anunció la reintroducción de las retenciones a todas las exportaciones para lograr el equilibrio primario del sector público Nacional en 2019. Además, anunció la eliminación de once ministerios (recorte de gastos) y precisó las necesidades de financiamiento para lo que resta de este año y del que viene.

La reinstauración de los derechos para las exportaciones de bienes y servicios implica el surgimiento de un nuevo esquema económico: apelando a la emergencia económica y a un tipo de cambio real competitivo, Cambiemos reintroduce un impuesto que apuntó a reducir tras su llegada al gobierno. De hecho, esta medida aportará ingresos adicionales por más de 1 p.p. del PBI, permitiendo reducir la meta fiscal acordada con el FMI (-1,3% PBI en 2019).

Sin embargo, aún falta conocer la otra parte del acuerdo: cuántos desembolsos anticipará el FMI, cuándo lo hará y si, finalmente, el BCRA podrá utilizarlos para estabilizar el mercado cambiario. Este último punto es crucial, ya que la fuerte suba de la tasa de interés implementada no alcanzó a compensar la precipitada pérdida de confianza del gobierno, pero garantiza serias complicaciones financieras para las empresas endeudadas.

Si el Ejecutivo logra que el Fondo apruebe un esquema cambiario de flotación administrada, (mayor intervención del BCRA) tendiente a preservar el tipo de cambio real competitivo que dejó la corrida, la Argentina podría salir de la crisis económica en la que está inmersa a través de una mejora de los sectores transables, que no sólo van a aportar divisas genuinas, sino recursos fiscales para lograr el equilibrio primario sin forzar nuevos recortes de gasto.

La pregunta del millón es si las autoridades ven esta posible salida, y si están en condiciones de transitarla, ya que los próximos seis meses serán muy difíciles en materia de gobernabilidad, producto del fuerte deterioro del frente económico-social. Tras el salto cambiario, la inflación trepará por lo menos 10% en el bimestre septiembre-octubre, y el BCRA mantendría en 60% la tasa de interés de referencia hasta diciembre. El combo recesión y tasa de interés elevada, no sólo implicará que la cadena de pagos sufrirá roturas en los eslabones más débiles, sino que las firmas acelerarán despidos y suspensiones.

En síntesis, el panorama económico se ha oscurecido considerablemente. Sin embargo, hay una luz al final del túnel: sin proponerlo ni quererlo, el trascurso de los acontecimientos llevó al gobierno a un esquema de tipo de cambio competitivo con retenciones, que le permite reducir significativamente los déficits gemelos. Si el Ejecutivo aprovecha este cambio para implementar un modelo económico que funcionó en el pasado, hay una chance de que el sufrimiento de la sociedad (ajuste de las familias, el Estado y las empresas) no sea en vano.



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