En nuestro escenario base estamos previendo que el enfriamiento de la actividad económica no tenga una clara incidencia en menores presiones sobre la inflación. Si bien sería esperable que un consumo (o demanda, más globalmente) más débil ejerza menor presión sobre la dinámica alcista de los precios (una demanda que no convalida el aumento de precios en algunos sectores), la naturaleza del fenómeno actual de inflación crónica hace prever que esto no ocurra con la fuerza que podría esperarse en otro contexto, haciendo más factible la configuración de un escenario de estanflación (elevada inflación con estancamiento económico) como el que ha experimentado Argentina desde 2012 en adelante (entre 2012 y 2019 el PIB per-cápita se contrajo 12%).
Distintos factores continuarán operando para que el enfriamiento de la actividad surta escaso efecto en reducir las presiones sobre los precios:
- Inercia inflacionaria y desanclaje de expectativas. En primer lugar, la fuerte inercia que arrastra el proceso se ve alentada por contratos -formales e informales- que tienden a celebrarse no sólo acortando su duración sino también incluyendo ajustes en función en gran medida de la inflación pasada. Esto es, las distintas medidas que adoptan los agentes económicos (empresas, individuos, sindicatos) para protegerse de la inflación crónica no hacen más que consolidar esta dinámica, más aún en un entorno de desanclaje de las expectativas de inflación producto de una elevada incertidumbre en la que no desaparecen las expectativas de devaluación del horizonte.
Un claro ejemplo de cómo operan los mecanismos de inercia lo constituyen las paritarias. Las recomposiciones salariales derivadas de la reapertura de paritarias emergen como un factor adicional que añade mayor presión sobre la estructura de costos de las empresas y sostiene la demanda en ciertos sectores. En un escenario en que las paritarias acuerdan incrementos muy por debajo de la inflación, sí cabría esperar con mayor probabilidad una desaceleración en la inflación producto por menor demanda. Sin embargo, esto lejos está de ser un objetivo del Gobierno. Más aún de cara a un año electoral. En este sentido apunta también la reciente decisión de elevar el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias.
- Fuerte distorsión de precios relativos. Como consecuencia de lo anterior, sumado a decisiones de política económica que se fueron tomando, formal o informalmente los precios van ajustando a distintas velocidades y pautas, lo que va dando lugar a un fuerte desalineamiento de precios relativos. Esta elevada distorsión de precios relativos en un entorno de elevados registros mensuales de inflación conduce a que un sector que no ajusta precios este mes quede rezagado y busque corregir los meses siguientes, y así con cada uno en una carrera que fortalece la persistencia del fenómeno.
- Crawling peg más acelerado y ajuste en tarifas y otros servicios regulados. Procurando reducir algunas de estas distorsiones -al mismo tiempo de contribuir al cumplimiento del acuerdo con el FMI-, el Gobierno (vía el BCRA) viene convalidando un mayor ritmo para el crawling peg del tipo de cambio oficial (que sigue siendo el más relevante para el comercio exterior), el cual se mueve por encima del 6,5% mensual a fin de detener la pérdida de competitividad cambiaria. Esta medida contribuye a cristalizar un piso más elevado para la inflación.
Sumado a esto, los próximos meses estarán signados por los aumentos pendientes en tarifas de servicios públicos que llevará adelante el Gobierno en su objetivo de reducir la cuenta de subsidios económicos (principalmente, energéticos), a lo que se sumarán autorizaciones para aumentos de otros servicios regulados (prepagas, combustibles).
- Restricciones a las importaciones y brecha cambiaria. En este marco, la ampliación y endurecimiento de las restricciones a las importaciones que se inició a finales de junio y se reforzó recientemente, genera incertidumbre sobre los costos de reposición de la mercadería y/o la necesidad de acudir a dólares propios para financiar el abastecimiento de bienes e insumos, conduciendo a que una mayor proporción de las importaciones comience a ser valuada a los dólares alternativos. Asimismo, pueden generar presiones sobre los precios producto de una menor oferta disponible en mercado. De esta forma, dado que esperamos que las restricciones se sostengan (o incluso refuercen) el año entrante, deberá seguir prestándosele más atención a los movimientos en los dólares libres como mecanismo de transmisión hacia los precios domésticos, fenómeno que no se daba con igual intensidad en periodos anteriores. En este sentido, la volatilidad de la brecha cambiaria pasar a ser tan nociva como el propio nivel de la brecha.
Como corolario de buena parte de lo comentado, las anclas tradicionales para desacelerar la inflación se muestran menos eficaces. En este contexto, las herramientas tradicionales que desde la política económica se han utilizado históricamente para procurar desacelerar la inflación en periodos de menor inflación (también conocidas como “anclas nominales”) se han mostrado más ineficaces que en el pasado: en 2021, en la previa a las elecciones, el Gobierno ancló el tipo de cambio y mantuvo virtualmente congeladas las tarifas (junto a programas de control de precios), pese a lo cual la inflación se desaceleró muy poco.
Por otra parte, si bien los acuerdos de precios enmarcados dentro de “Precios Justos” podrían contribuir a reducir a moderar el pulso inflacionario en el corto plazo, a lo largo del periodo del acuerdo las empresas participantes seguirán conviviendo con este conjunto de presiones que mencionamos, lo cual genera interrogantes sobre las decisiones de precios que pueden llegar a tomar las firmas a lo largo del transcurso del acuerdo y una vez finalizado el mismo, más aún frente a las dificutades que tendrá el Gobierno para cumplir con su parte de garantizar un mayor acceso a las divisas para importar.
Conclusión
En conjunto, todos los factores mencionados contribuyen a un escenario nominal no sólo más elevado que la de los años recientes, sino también más inestable, haciendo que cualquier shock adicional (sequía, corrección cambiaria abrupta) se traslade más rápidamente a los precios. Asimismo, dejan como resultado una dinámica difícil de desarmar en el corto plazo apelando a medidas graduales y parciales, tornándose necesaria la adopción de un robusto plan de estabilización técnicamente sólido, creíble para los agentes económicos y con amplio respaldo político.
En este marco, se reduce en gran medida la capacidad del sistema de precios para transmitir información, alterando el proceso de toma de decisiones sobre qué y cuánto producir y consumir, generando serias dificultades para la asignación óptima de los recursos: los precios no reflejan claramente escaseces o excedentes relativos dentro de distintos mercados y hacen que la menor demanda no tenga necesariamente como correlato una moderación en la inflación. En este sentido, es posible que en los casos en que la demanda se ve más reprimida estos precios muestren un mayor atraso, pero, al ser precios de mercados libres, no demorarían demasiado en ir ajustando con el tiempo frente a la elevada nominalidad de la economía.